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77.

-Es muy extraño que aun no regresen-murmuró Beatrice con la vista fija en la calle. Tanto ella y Dylan habían salido a la acera a esperar a Adam, Keren y Egon de las salidas sospechosas.
-Bueno; probablemente tienen cosas importantes que hacer-dijo Dylan con una sonrisa para aligerar el ambiente, pero la mirada furtiva y lacerante de Beatrice provocó que su sonrisa se congelara.
-Adam fue a ver a una amiga suya y prometió no tardar-musitó con rabia y negó con la cabeza, cruzandose de brazos.
Dylan, que se dio cuenta tardíamente de la situación, no supo que decir al respecto. Era obvio que la pelirroja estaba furiosa con su primo y no la culpaba.
-Tal vez se quedaron charlando, ya sabes-añadió sin éxito. Solamente ocasionó que Beatrice apretara más los labios y los convirtiera en una fina línea recta. Sus ojos verdes brillaban bajo el faro de luz, los cuales parecían ser dos bombillas en la oscuridad con lava hirviendo en el interior.
-Dylan, por favor, ¡Es obvio que se quedaron haciendo muchas cosas, menos charlar! De seguro ellos... -y Beth cerró la boca abruptamente. Le dolió el pecho de solo pensar en lo que Adam estaría haciendo en ese momento con esa tal Ember.
-¡Oye!-exclamó el chico con petulancia y le agarró con confianza en hombro-conozco a Adam. Él no te sería infiel, se ve a simple vista que te adora, chica de cabello color fuego.

Aquel último comentario la hizo sonreír y asintió.
-Eso es. Tranquila-continuó diciendo Dylan para calmarma-¿Qué te parece si nos sentamos a esperarlos? Ya deben estar en camino.
Y dicho así, se sentó en la acera y ella lo imitó. Ambos se sentaron muy juntos y miraron el cielo lleno de estrellas.
-¡Dylan!

Con los ojos en blanco, el chico se levantó y se sacudió los pantalones.
-¡Qué!-gritó en respuesta en dirección a la casa.
-Ven-lo llamó su padre Thomas y resopló.

Dylan miró avergonzado a la pelirroja y esta se encogió de hombros.
El chico obedeció a su padre y entró corriendo a la casa.
-¿Qué ocurre?-preguntó al entrar.
Le molestaba muchísimo que sus padres siempre fueran tan misteriosos al momento de hablar. Nada les costaba decírselo y ya.

Thomas, que estaba parado al final de la escalera, le hizo señas para que lo siguiera al piso superior.
Dylan subió detrás de él, pisandole los talones y con el entrecejo fruncido.
-¿Qué ocurre?-repitió con frialdad-estaba ocupado, papá.
Se fue deteniendo a medida que observaba con claridad la escena que tenía ante sus ojos: La maleta de su padre Austin estaba sobre la cama de Allen con ropa encima. Buscó a Austin con la mirada y lo encontró doblando un pantalón con aspecto taciturno.
-¿A dónde vas?-preguntó Dylan, intensificando su entrecejo fruncido. Entró a la habitación con Thomas.
-Me llamó Rose-le informó contrariado.
-¿La muchacha?-Dylan ladeó la cabeza sin comprender. Rose era la chica que limpiaba su casa en Londres y no entendía.
-Tal parece que han entrado a la casa a robar-continuó diciendo su padre-tengo que viajar de inmediato a ver que pasó.
-¿Vas a ir tú sólo o irá papá Thomas?-quiso saber Dylan con preocupación-yo diría que vayan juntos.
-Eso le dije también-graznó Thomas, tajante-pero dice que debo quedarme contigo. Aunque tiene razón en parte, ya que no debemos dejarte solo, hijo.
-Estoy bien aquí, papás-exclamó Dylan con euforia-más vale que le echen un vistazo a la casa. Yo estoy en buenas manos en casa de mis tíos.
-Pero ya reservé mi vuelo-contradijo Austin-a menos que llames justo ahora para reservar tu boleto, amor-miró a Thomas y este rodó los ojos.
-De todas maneras me quedaré con Dylan, vete solo-eludió con un suspiro agobiado y salió de la habitación.
-Creo que deberías ir a hablar con él-le aconsejó Dylan-papá Thomas es muy sensible y tú a veces eres muy duro, papá.
-¡Regresaré en dos días!-exclamó, irritado y se frotó los ojos-si por mi fuera no voy. Pero no quiero pensar en que nos robaron nuestro ahorro, Dyl. En serio. Es el dinero de tu futuro, hijo.
-Está bien; tranquilo-repuso el chico-hablaré con él. ¿Y ya lo sabe el tío Gabbe y tía Caroline de que te vas?
-No. Aun no.
-¿Saber qué?-preguntó Caroline en el umbral de la puerta. Y detrás de su pierna se asomó la cabeza de Allen con los ojos muy abiertos como si también quisiera saber sobre el tema.
Dylan y su padre intercambiaron miradas. Austin se pasó una mano por el cabello y le indicó a su hijo que se marchara, puesto que no tenía de que preocuparse pero que debía ir a hablar con su otro papá.
Como buen hijo, atravesó la habitación y salió al pasillo en busca de Thomas.
Abrió las puertas de las habitaciones y no lo encontró. Decidió bajar a buscarlo y lo encontró charlando con el tío Gabbe en el sofá.
El semblante de su padre estaba sereno y tranquilo, tal vez se debía a que Gabriel lo había calmado tal y como sabía hacerlo.
Gabriel McCall era el único miembro de la familia que disponía de un don para amortiguar peleas ajenas, excepto las suyas.
Trató de escabullirse de nuevo con Beth pero fue presa del escrutinio de los ojos azul eléctrico del tío Gabbe.
-Continuaremos hablando después, iré a echarle un vistazo a Beatrice que está afuera-añadió su tío, agarrando la mejor excusa del mundo.
Y a grandes zancadas se encaminó a la calle con expresión victoriosa en el rostro.
Dylan se acercó a su padre y se inclinó en el brazo del sofá junto a él.
-¿Vas a enojarte siempre que puedas con papá?-inquirió el chico, con cautela y entrando poco a poco al terreno de la conversación sin ser duro y egoísta.
El gruñido de su padre delató que continuaría enfadado pero no con su querida pareja, sino con él, su hijo.
-Tu comentario está muy fuera de lugar-añadió con amargura.

Dylan asintió sin dejar de verlo.
-Solo se irá por dos días, ¿Qué puede pasar?
-No me molesta que se vaya-aclaró, con desasosiego-lo que me molesta es que no me dijo nada, sino hasta hace unos minutos antes de que tú también lo supieras.
-Bueno, cuando hay una emergencia, lo mejor es actuar rápido, ¿no crees?
-Sí, pero...
-¿Acaso desconfías de papá?-le preguntó su hijo con los ojos estrechados y con mirada acusadora.
Thomas titubeó. Se llevó una mano a la frente y cerró brevemente los ojos.
-¿Y si mejor nos marchamos a casa los tres? Ya todo está solucionado aquí-dijo, con un dejo de esperanza en su voz.
Dylan apretó los labios y movió la cabeza de un lado a otro, negándose a la descabellada idea de su padre.
-Me encanta estar aquí, papá.
-Lo sé, hijo, pero...
-Será mejor que compres tu boleto antes de que se terminen-le aconsejó con frialdad-el teléfono del aeropuerto está pegado en la nevera.

Se incorporó del sofá y sin mirar a Thomas, salió a la calle con el rostro inexpresivo.
En la acera, divisó a Beatrice y al tío Gabbe charlando animadamente y riendo.
El aire nocturno estaba tibio pero reconfortante. Se antojaba quedarse toda la noche mirando las estrellas y esperar el amanecer.
-Hola-dijo Dylan en cuanto se unió a ellos-¿me perdí de algo importante e interesante?
-No realmente, hijo-respondió Gabriel con una sonrisa.
-¿Puedo sentarme?-preguntó Dylan con timidez.
-Claro, siéntate-repuso Beatrice-y de pasó contemos cuantas veces el señor de enfrente sale a espiar por la ventana.
-¿El señor Graham?-cuestionó Gabriel con sorpresa.
-Sí. Ese sujeto espía alrededor de cien veces la calle-contestó ella con la nariz arrugada.
Y Dylan se sentó a un lado suyo con una sonrisa torcida en sus labios.
-¿Cuántas veces se va asomando?-quiso saber.
-En todo este rato que he estado aquí... -la pelirroja se quedó pensativa un momento-yo diría que unas veinte veces más o menos. A lo mejor le inquieta vernos en la acera y pensará que queremos robarle.
-El señor Graham es un buen hombre-aclaró Gabriel soltando una risita-pero posiblemente por su edad, ya no sabe bien que pasa fuera de su casa y está a la defensiva.
-¿Qué edad tiene?-preguntó Beatrice sin despegar la mirada de la casa de enfrente, donde la cortina de la ventana se movía levemente y estaba segura que no se debía al aire, porque en ese instante no había.
-Sesenta y nueve años-dijo Gabriel y notó que la pelirroja sonreía de oreja a oreja-¿te da gracia su edad, Beth?-le preguntó con aire divertido.
-No. Pero me da risa que relativamente el señor no ha parado de espiarnos en todo el rato que estamos aquí y creo que sería buena idea saludarlo-agregó sin borrar la sonrisa de su rostro.
-Entonces vamos a saludarlo y aclararle que somos sus vecinos-repuso Dylan con malicia.

A Beth le agradó la idea, ya que eso le serviría de distracción mientras Adam volvía.
-Chicos-interpuso Gabriel, levantándose de la acera-nada de comentarios inoportunos-les advirtió-sean amables.

Dylan la ayudó a levantarse y ambos miraron al tío Gabbe meterse a la casa con lentitud.
Después intercambiaron miradas cómplices y cruzaron la calle rápidamente.
El jardín que había en la casa del anciano estaba bien cuidado y no tenía ningún tipo de planta, simplemente césped y unas figuras de cerámica en forma de gnomos alrededor de la puertecilla metálica que los dividía del porche.
-¿Cómo tocaremos el timbre si está demasiado lejos?-se quejó Beth.
-Aquí hay otro, solo esperemos a ver si sirve y no está solo como adorno-dijo al tiempo que presionaba el botón blanco hueso que estaba incrustado al pequeño muro de cemento y esperó.
El sonido del timbre era parecido al de una canción de cuna.
Cuando la melodía dejó de sonar, la puerta principal se abrió y salió corriendo un enorme perro negro de ojos amarillos directamente a ellos pero se detuvo en la puertecilla metálica sin ladrar.
Beatrice retrocedió unos pasos detrás de Dylan mientras el animal los olfateaba detenidamente.
Como la atención de los dos estaba sobre el perro de raza Rottweiler, no notaron la presencia del señor Graham.
-¿Quiénes son ustedes y qué quieren?-inquirió. Su voz era rasposa y arrastraba las palabras. Era un hombre muy alto pero ligeramente encorvado, le faltaba cabello y sus ojos eran demasiado grandes para su rostro. Tenía los labios apretados y los puños cerrados.
-Usted debe ser el señor Graham-se atrevió a decir ella con vacilación.
-¿Y quién eres tú? ¿Cómo sabes como me llamó?-preguntó alarmado y entornó los ojos.
El perro comenzó a emitir gruñidos y el señor Graham lo agarró con confianza del cuello.
-Tranquilo, Sady-murmuró el hombre y postró su petulante mirada en ellos otra vez-respondan o llamaré a la policía.
-¡De ninguna manera!-exclamó Dylan con nerviosismo-somos los vecinos de enfrente.
-¿Vecinos de enfrente?-el hombre frunció el ceño y se quedó en blanco por unos segundos-no te pareces en nada a Gabriel McCall.
-Soy su sobrino-inquirió.
-No eres Adam Peitz-farfulló-conozco a ese chico y no eres tú.
-Me llamo Dylan Williams-se presentó.
-Y yo Beatrice Rex-terció la pelirroja y el hombre ladeó la cabeza.
-¿Y a mí en qué me beneficia saber sus nombres?-espetó y el perro volvió a gruñir.
-Hemos estado sentados un rato en nuestra acera y nos dimos cuenta que usted ha estado espiandonos a través de su ventana y queríamos decirle que no tiene de que preocuparse. Nosotros no estamos planeando nada en su contra-informó Beatrice al anciano.
-Me han estado acechando-exclamó molesto.
-No. De hecho es al revés, usted a nosotros-musitó Dylan con las cejas juntas.

El hombre estaba a punto de replicar cuando la silueta de una cuarta persona apareció detrás de los chicos y ellos inmediatamente se dieron la vuelta. Era Gabriel.
-Hola, Graham-lo saludó cortésmente con una sonrisa.
-Hola, Gabriel-lo saludó el anciano de vuelta con mejor humor.
-¿No te estarán incomodando mis sobrinos, verdad?
-¡No, que va!-añadió con una falsa alegría-son unos chiquillos muy amables.
Y el perro de nombre Sady, se abalanzó a la puertecilla y Gabriel le rascó por detrás de las orejas.

Beatrice quiso partirse de la risa ahí mismo pero se contuvo. El viejo Graham era, sin lugar a dudas, un anciano decrépito e hipócrita.
Y como Beatrice ya estaba aburrida, tiró del brazo de Dylan y se alejaron unos pasos de la casa.
Al notar la retirada de los chicos, Gabriel se despidió apropiadamente del anciano y abrazó a Beth y a Dylan.
-Son un par de pillos-les palmeó el hombro a cada uno, llevándolos de vuelta a la casa.
-Vaya, sin duda alguna es un tipo encantador-dijo Dylan con mucho sarcasmo pero sin dejar de sonreír-se parece a Dolores Umbridge, solo que versión hombre y más amargado.
-¿A quién?-quiso saber Beth.
-A la patética vieja cara de sapo que le hacía la vida de cuadritos a Harry Potter.
-Miras muchas películas, Dylan-le dijo Beth.
-El señor Graham es un tipo de cuidado, así que ya no se acerquen a su casa-masculló Gabriel, les envió una mirada severa y los dejó de nuevo solos. Al parecer solo había llegado a rescatarlos del viejo Graham.
Asintieron y se sentaron otra vez en la acera.
-Claro que no. Obviamente vi las películas de Harry Potter pero he leído más de seis veces cada uno de los libros-admitió con orgullo un momento después Y la pelirroja elevó los ojos al cielo.

****

-¡Pero qué demonios!-gruñó Egon al momento de ver como su hija besaba a Kevin Black en los labios enfrente de él. Se abalanzó a ellos y los separó bruscamente.
Cogió a su hija del brazo y empujó bruscamente a Kevin, haciéndolo trastabillar hacia atrás pero se mantuvo equilibrado.
-¿Por qué carajo se besaron?-bramó Adam con los ojos en llamas.

Y Keren no supo quién de los daba más miedo: su padre o su hermano.

-Deberían dejar esta disputa para después, dadas las circunstancias de tener alrededor de siete cadáveres con nosotros-opinó Henry desde la penumbra-si la policía nos ve, estaremos perdidos.

La expresión de Egon se suavizó un poco y se aclaró la garganta.
-Ustedes dos tienen mucho que explicarme-masculló con irritación y liberó a su hija, y esta corrió a situarse junto a Kevin.
Pero el que no se suavizó fue Adam. Este se acercó meticulosamente a su hermana y la agarró del brazo con rudeza.
-Suéltame, Adam-gruñó ella a la defensiva.
-Te quedas conmigo hasta que lleguemos a casa-le advirtió sin la menor intención de soltarla.
-Denme las armas que usaron-ordenó Henry y Adam lo miró con el ceño fruncido al igual que su hermana.
-¿Qué harás con ellas?-preguntó Egon.
-Ocultarlas y después deshacerme de ellas.

Kevin se encargó de entregarle las armas y Henry abrió su mochila, dándole a entender que las metiera en el interior. Y cuando lo hizo, volvió a cerrarla y se la echó sobre el hombro.
-Si quieren lavarse las manos de este asunto, sugiero que nos larguemos-agregó Henry con los ojos expectantes.
Keren gruñó entre dientes y miró de mala manera a su padre y a su hermano.
-Yo iré con Kevin al hospital-interpuso.
-Nada de eso-bramó Adam-nos vamos a la casa.
-Ve con ellos-instó Kevin con calma, apartandose de ella-te llamaré luego.
-¡No!-exclamó molesta-en todo caso ven con nosotros. Si ese sujeto de ahí-señaló a Henry-se cree de la familia solo por ser un hijo bastardo de mi padre, que de menos tú.

Los ojos grises de Kevin se abrieron de par en par pero Egon no le dio tiempo de decir nada.
-¡Vamos ya!-vociferó Henry y agarró a su padre del antebrazo-si ellos no quieren irse, dejalos. Vamos, padre.

Adam, al ver que su hermana no daba indicios de moverse, avanzó a ella y la cogió en sus brazos y después la echó encima de su hombro.
A pesar de que comenzó a gritar, patear y a golpearlo en el pecho, Adam no cedió. A paso firme comenzó a caminar detrás de Henry y de su padre.
Kevin hizo una mueca y se vio obligado a seguirlos.
-¡Que me sueltes!-chilló Keren y le dio una fuerte patada en la espalda baja con la rodilla a su hermano.
Adam cayó de bruces al suelo y ella rodó unos metros lejos.
-No me hagas enojar, Keren Natalie-siseó Egon.
-¡Vuelve aquí, Natalie!-Adam rechinó los dientes al tiempo que se ponía de pie.

Pero Keren había afianzado su mano a la de Kevin y este apretó la mandíbula.
-¿Ya olvidaste tan rápido a Set?-preguntó su hermano con extrañeza.
Y ella titubeó.
-Nunca había presenciado tanto drama-interrumpió Henry y negó con la cabeza-¿podrías sostener mi mochila, padre?
-Claro, pero, ¿Qué harás?
Henry no le contestó a Egon. Tanto Adam y su padre se quedaron mirando al muchacho que caminaba directamente a Keren.
La chica frunció el ceño y Kevin le dirigió una mirada gélida al chico.
-Podré no ser tu hermano del todo, pero llevamos la misma sangre de Egon Peitz-se atrevió a decir con tranquilidad-y al parecer nadie puede controlarte-hizo una pausa y suspiró-o más bien no saben someterte. Pero te enseñaré que a pesar de tus caprichos de chica pre adulta, no te saldrás con la tuya mientras yo esté aquí. Ahora haz el favor de apartarte de este sujeto-miró a Kevin con frialdad-y vámonos antes de que nos metas en problemas a todos. Porque aquí también tú fuiste cómplice de asesinato y si nos arrestan a todos, dalo por hecho que no te salvarás.

Aquellas frías y cortantes palabras dejaron con la boca abierta a todos los presentes.
La chica trató de replicarle con algo ingenioso pero ningún argumento con fundamento se le ocurrió.
-Yo solo quiero que ayudemos a Kevin-balbuceó Keren con voz temblorosa y apartando la mirada de su medio hermano, la cual era muy penetrante y gutural.
-Pues lo ayudaremos. Ahora ve con Adam y muévete. Yo me haré cargo de tu amigo-musitó.

Keren intercambió miradas de incertidumbre con Kevin y al final de cuentas le obedeció Henry Wilde. Se apartó del rubio y con pasos temblorosos se acercó a su hermano, quien le agarró la mano con fuerza. Egon por su parte, no dejaba de sonreír.
-Ahora ya tienes a un hijo favorito, ¿no, papá?-siseó Keren y Egon dejó de sonreír.
-No. Yo no tengo un hijo favorito-le aclaró-simplemente que Henry tiene el don de hacerte entrar en cintura y eso se lo agradezco infinitamente.
-Papá tiene razón-terció Adam-ese tal Henry es demasiado sutil y ahora mírate, no hiciste un berrinche y obedeciste sin protestar.
Ella dejó escapar un suspiro de agobio y le echó una mirada a Kevin, quién tenía el brazo herido sobre los hombros de Henry.
Henry lo iba ayudando a caminar aunque bien; podía hacerlo sin ayuda. Pero le dolía demasiado el brazo.
-Pediremos un taxi-dijo Egon al llegar a la esquina del callejón, donde había un poste de luz que iluminaba muy bien la calle.
Y de pronto Keren ahogó un gritito.
-¡No podemos subirnos en un taxi así!
Y ahí todos se dieron cuenta que estaban salpicados de sangre.
-¿Qué hay de tu motocicleta? ¿por qué la dejaste allá?-preguntó Egon a Adam.
-Planeaba venir a recogerla después.
-Pues tendrás que llevarte a tu hermana y a Kevin-le informó-Henry y yo nos iremos a parte.

A Adam no le pareció la idea pero accedió. Keren se quedó con Egon, Henry y Kevin en lo que Adam volvía con la motocicleta.
Minutos después Adam ordenó a su hermana a sentarse adelante, él atrás y al final Kevin para guardar distancias.
-Conduce-le instó a su hermana-te he enseñado.
-Solo lo haces para que esté lejos de Kevin-masculló molesta.
-Que inteligente te has puesto, hermanita linda.
Keren encendió con rabia contenida la motocicleta y se acomodó el cabello detrás de las orejas. Miró a su padre y después a su supuesto hermano que, viéndolo bien bajo la luz, lo vio idéntico a su padre y sintió vértigo.
-Nos vemos en la casa-le espetó a Egon.
Mientras que Kevin se aferraba al asiento en una posición poco cómoda. Y Adam gruñía por tenerlo muy cerca de su cuerpo.

Keren aceleró y se perdió en la lejanía con su hermano y Kevin a su espalda.

Henry se quedó mirando a su padre y esbozó una sonrisa. Y Egon supo que no era de los chicos que le gustaba sonreír, pero que podía hacerlo en los momentos adecuados, aunque bien, ese instante no era muy adecuado para aventurar una sonrisa.
-¿Por qué sonríes?
-Porque me he dado cuenta que tengo una estupenda familia-dijo con sinceridad-y sé que con mi hermana voy a divertirme mucho.



Reto: 200 votos y sigo.
Así que... lectores fantasmas, hagan acto de presencia.
Disfrutenlo. Ya casi salgo de vacaciones, el martes es mi último examen :)

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