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71

-En todo el show estuviste muy nervioso, Adam. ¿Qué ocurre?-preguntó Beatrice con aire preocupado. Los demás se habían ido a comprar palomitas en lo que la segunda mitad del show comenzaba.
-Perdí mi teléfono-le contestó, apretando los labios-y mis tíos me van a matar.
-Seguramente lo has dejado en la casa. Cálmate-le acarició las mejillas con ambas manos y poniéndose de puntillas, se impulsó hacia arriba para besarlo.

Adam sonrió sobre los femeninos labios de Beth y deslizó los brazos en su pequeña cintura.
Habían comenzado a besarse de nuevo cuando él sintió una sensación extraña en el cuello. Incluso se le llegó a erizar la piel y tuvo que apartarse un poco de la pelirroja.
-¿Sucede algo, Adam?-ella le preguntó juntando las cejas.
-No sé. Es que... -miró a todas partes y vio a las personas comprando y las risas de muchos niños pequeños como Allen-siento como si... como si alguien me estuviera observando. Lo sentí desde que salimos de la casa. Pero pensé que se debía a imaginaciones mías.

Beatrice enseguida se puso a observar también a las personas con los ojos estrechados. No vio a nadie sospechoso, solo familias y niños.
Pero de todas maneras afianzó su mano con la de él para tranquilizarlo.
-Vamos. Mejor entremos y adentro los esperamos-farfulló él, tirando de ella hacia el interior.

****

Muchas horas después, el sol amenazaba con salir, desesperado en el horizonte y dar los buenos días a todas las personas, menos a Adam, quién llevaba despierto toda la noche sin poder conciliar el sueño.
A pesar de que le preocupaba haber perdido el teléfono y la regañada de sus tíos, le temía más a sus ex colegas, y no porque le hicieran daño, ya que eran pésimos peleando a combate cuerpo a cuerpo, sino que había roto la promesa de entregarles la mercancía el día anterior y ahora que no hallaba su teléfono, se sentía muy ansioso.
Además, quien sea que se hubiese encontrado el móvil, leería los mensajes.
Esos pensamientos y mil más de ellos fueron los culpables de su insomnio.
Y comenzó a darle sueño cuando pasó un pájaro cantando por su ventana y notó la claridad breve del cielo.
Gruñó y trató de esconder su rostro bajo la almohada pero la desesperación era más fuerte que las ganas de dormir.
Así que mandó al carajo el sueño y se levantó a darse una ducha matutina.
Le dolía la base de la cabeza por el estrés y salió al baño con una toalla al hombro.
Al término de la ducha, volvió a su dormitorio a cambiarse. Se puso un pants color antimonio y una camiseta negra sin mangas, con el fin de salir a correr. Se calzó los tenis y se miró al espejo.
Buscó sus cintas que utilizaba en la cabeza y en las muñecas que eran color negras y se las puso. Revolvió sus cajones en busca de un pañuelo para el sudor y lo guardó en un bolsillo de su pants.
Únicamente se puso desodorante y se deslizó al pasillo.
Bajó a la cocina y llenó una botella de agua.
Necesitaba sacar las toxinas de su cuerpo a como diera lugar.
Y sin hacer otra cosa más, cogió la llave de la casa y salió a la calle.

Comenzó haciendo flexiones en la acera, frente a su casa, para calentar. Flexionó los músculos de sus brazos, piernas y abdomen. Quería estar lo suficientemente caliente para poder trotar y correr, y si lograba llegar sin cansarse, haría más ejecicios en un parque que estaba muy lejos de ahí que tenía un lugar especial para hacer ejecicio al aire libre. Y cuando se sintió listo, echó a correr en dirección a ese parque.
Corrió con los labios cerrados y su respiración solo se basó en sus fosas nasales. Correr con la boca abierta era uno de los errores más cometidos por las personas, ya que eso hacía que te rindieras más rápido. A pesar de sentir de nuevo la sensación en su cuello, le restó importancia. Le hubiera gusto ponerse los audífonos y escuchar música en su teléfono pero ya era caso perdido.
Continuó corriendo incluso cuando el sol salió completamente del horizonte y comenzó a sudar.
Saludó a un sinfín de personas que eran sus compañeros de caminatas y de ejercicios en el camino. Algunos llevaban a sus perros o si no solos como él.
Le faltó el aire poco después de haber corrido 40 minutos sin descanso.
Se sentó en la acera de una calle a recuperar el aliento. Se atrevió a abrir la boca para respirar y sintió la gloria.
Bebió un gran sorbo de agua y resopló.
La toalla en su bolsillo casi gritaba para ser utilizada. Así que la sacó y se limpió con ella.
Cerró los ojos unos segundos, deleitando la textura de esta y la frescura absoluta.
La radiación solar comenzó a incomodarlo y abrió los ojos con la intención de continuar.
La piel se le erizó y la sensación extraña se incrementó.
De un salto se puso de pie y miró a todos lados con la mandíbula apretada. Su cabello estaba adherido a cada lado de su rostro gracias al sudor.
Sin lugar a dudas alguien lo estaba acechando, podía sentirlo.
Miró alrededor una vez más; sin encontrar nada extraño cerca.
Y girando sobre sus talones, emprendió de nuevo la marcha pero chocó con una persona, tirándola al asfalto.
Sorpresivamente Adam ayudó a esa persona a levantarse tendiendole la mano y se quedó un tanto intimidado al darse cuenta que era un joven de ojos muy oscuros y piel "bronceada" con cabello entre color chocolate o negro.
El chico no aceptó su mano y se levantó por sí solo, sin despegarle la mirada de encima.
-Lo siento-se disculpó Adam, fingiendo desinterés y juntando las cejas. Y al juntarlas, una gota de sudor se deslizó dentro de su ojo y le ardió. Tuvo que sacar su toalla y secarse la cara.
Pero cuando volvió a mirar al muchacho, él ya no estaba.
Miró a todos lados y lo vio caminando a varios metros de distancia en dirección opuesta a la que Adam se hallaba.
Se le hizo muy extraño aquel sujeto. Pero no valía la pena preocuparse por él, por lo que se incorporó a su carrera y se olvidó un rato de su inquietud.

****

Eran las diez de la mañana cuando Kevin y Carla se encontraban al acecho en la parte trasera del Empire State. Habían encontrado un lugar perfecto donde estacionarse para no ser vistos y aguardaron en sumo silencio.
Ella se había puesto su ropa favorita para pelear y Kevin su ropa deportiva con un chaleco porta armas en la espalda, en la cintura y en las pantorrillas.
El fuerte de él no era pelear, sino disparar.
El fuerte de ella era patear traseros hasta desfallecer. Y juntos hacían un buen equipo.

-¿Por qué usas perfume si sabes que vas a sudar?-le reprochó Kevin asfixiandose en el auto y abriendo los cristales.
-Si voy a patearles el trasero, al menos tengo que oler bien-siseó, rociandose más perfume en el cuerpo.
-Creo los vas a matar con ese olor tan asqueroso.
-He querido matarte pero sigues vivo-le espetó-eres peor que las cucarachas.

Kevin soltó una carcajada y se inclinó a revolverle su cabellera negra recién alaciada.
-No me toques-le gruñó.
-Oh vamos, sobrina-vaciló-eres una niña aun.
-Cuando sientas mis puños no dirás lo mismo-le advirtió, pasándose los dedos en su cabello alborotado.

Kevin puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír. Carla había comenzado a agradarle y a sentirse cómodo con ella cerca. La miraba ahora como una sobrina de verdad y estaba dispuesto a protegerla de quién sea. Pero no se lo haría saber.

-Faltan 50 minutos para ese encuentro y no ha venido nadie-protestó la chica con aburrimiento.
-Por lo mismo que aun no es la hora exacta-masculló el rubio tras perder la paciencia-y te ordeno que te calmes.
-¿Qué hago para matar el tiempo? Dejé olvidado mi teléfono.
-Toma el mío y haz lo que quieras con él-le entregó el suyo con desesperación.
-¿Puedo ver pornografía gay?-le preguntó con malicia.
-Tengo una carpeta llena por si te interesa. Se llama "Cosas ricas de Kevin"
A Carla casi se le salieron los ojos de la sorpresa y volteó a verlo con desdén.
-¿Qué?
-¿Cómo te quedó el ojo?-bromeó él-desde luego que no tengo esas cosas en mi teléfono.
-¿Y por qué lo dijiste?
-Para que veas cuan patético se escucha decir esas guarradas en pleno siglo XXI y enfrente de mí.

Las mejillas de Carla se tornaron rojas y se hundió en el asiento con el teléfono de Kevin en sus manos.
-¿Puedo ver vídeos en YouTube?-preguntó con temor.
-Sí.

Le dio permiso de usar su teléfono y mientras ella miraba vídeos en YouTube, él volvió a cerrar los cristales poralizados y encendió el aire acondicionado.
Sus ojos grises estaban fijos en la puerta del edificio gigantesco casi sin parpadear.
De pronto, a los quince minutos, una motocicleta aparcó justo adelante de ellos.
-Agachate-le susurró a Carla y esta obedeció rápidamente.

Tanto Kevin y ella se ocultaron lo mejor posible. Y él por medio de un espejo de bolsillo observó detenidamente que más motocicletas se unieron a la fiesta y los dueños de estas no eran más que jóvenes como Adam.
Jóvenes muy bien ejercitados y con cara de "malotes".
Ellos miraron en dirección al Camaro y Kevin tragó saliva.
Uno de ellos se desmontó y comenzó a acercarse pero el de pelo rubio lo reprendió y el corpulento chico desistió de su curiosidad y volvió a su motocicleta.
A Kevin le hubiera gusto saber lo que estaban hablando y gruñó.
-Deberíamos salir y matarlos de una vez-opinó Carla, asegurando sus puños con sus guantes negros de piel en los que solamente sobresalía sus dedos. Y en sus nudillos llevaba escondidos muchos anillos de estructura discomunal y con objetos angulosos para lastimar con brutalidad a cada golpe.
-No. Están alerta y probablemente lleguen más.
-Bien-dijo la chica-me avisas a qué hora hacemos nuestra elegante aparición.
Y dicho así, retomó la tarea de ver vídeos musicales en YouTube.
Y él siguió vigilando con el espejo.

Al cabo de diez minutos, Kevin le arrebató el teléfono de las manos y lo apagó rápidamente sin darle tiempo de protestar.
Se llevó los dedos a los labios para que se callara y ella lo obedeció, poniéndose pálida.
Entonces unas voces se escucharon afuera del auto y Carla hizo una mueca de terror.
Su tío de mentira la tranquilizó, sujetando su mano con firmeza y mirando fijamente a los cristales con sus ojos grises oscurecidos.
-Nos emboscaron-susurró ella horrorizada.
-No. No se han dado cuenta de que estamos aquí pero lo sabrán pronto-murmuró, y juntó las cejas. Estaba enfadado. Y Carla nunca lo había visto así.
Percibió sus movimientos al tiempo que lo observaba sacar un arma de su costado por debajo de su playera y ambos intercambiaron miradas cómplices.

Y de un salto, Kevin se incorporó en el asiento junto con ella y los sujetos que supervisaban el auto se encontraron con la grisácea mirada de él y antes de que les diera tiempo de exclamar algo, Kevin y Carla abrieron la puerta de una patada, golpeandolos en el pecho y tirandolos al suelo.
Eran dos chicos, un poco mayores a los demás y que eran parecidos. Probablemente eran hermanos.
Kevin saltó encima del más corpulento y Carla sobre el otro.
-¿Quiénes son ustedes?-bramó al que había derribado Kevin pero no se movió, ya que tenía la boquilla del arma justo debajo de su mandíbula.
-Estamos aquí por algo que nos pertenece-siseó Kevin, apartandose de encima pero sin dejar de apuntarle. El chico se levantó temerosamente y miró a su hermano.
-No sé de que estás hablando-masculló.
-¡Son unos imbéciles si pensaron que iban a continuar sin ser descubiertos!-vociferó Carla, tacleando al otro sujeto en el pecho pero como él era más grande, la derribó con facilidad y la sometió rudamente.
-Contigo podremos divertirnos después-siseó el maldito y ella gritó debajo de su cuerpo.
-¡No la toques!-Kevin gruñó y le disparó en el hombro, y cayó al suelo haciendo que ella retomara el control.
-¡Nathan!-gritó el otro hermano y Kevin le disparó justamente en la frente.
-¿Lo mataste?-le preguntó Carla al ver que el sujeto que tenía Kevin a sus pies tenía un punto rojo en la frente y de ahí emanaba mucha sangre.
-Sí-contestó Kevin.
-¿Qué?-espetó el que se llamaba Nathan y empujó rudamente a Carla. Le propició una patada en el estómago que la dejó sin aire y se levantó lleno de ira.
-¿A dónde?-sonrió Kevin con demencia y Nathan se detuvo con los ojos desorbitados al ver a su hermano con una bala en la cabeza.
-¡Mataste a mi hermano, maldito idiota!-graznó, histérico.
-Y el próximo serás tú si no me respondes lo que quiero saber-siseó y miró a Carla quién trataba de levantarse-¿estás bien?
-Sí. Eso creo-tosió con debilidad.
La tenacidad con la que Carla se le fue encima al sujeto fue impresionante. Primero le golpeó la mandíbula con el puño, haciéndole brotar un hilillo de sangre de la boca y luego una patada en su entrepierna que lo tiró al suelo de rodillas.
-¿Cuál es tu nombre?-le exigió saber Kevin.
-Nathan-escupió sangre y gruñó cuando Kevin lo sujetó de la garganta y acercó el arma a su sien.
-Así que... dime, ¿de dónde sacaste toda esa mercancía robada?
Los ojos del sujeto se estrecharon y miraron de soslayo a Carla, quien estaba en posición de pelea frenre a él.
-No sé de que estás hablando.
-Encargate de vigilar esa puerta-le ordenó a Carla y ella asintió, yéndose corriendo.
-Mira, niño rudo-masculló con los dientes apretados-sé que has robado mercancía gigantesca en la frontera de Berlín y si mientes, te daré un balazo en la cabeza, ¿okey?

Él asintió y aspiró hondo, tratando de guardar la calma.
-Bien, no lo repetiré dos veces-rugió Black, acariciandole la frente con el arma-dime, ¿con qué derecho te atreviste a robar esa mercancía? ¿sabes a quién le pertenece?
-Sé a quién le pertenecía-contestó, tajante.
-¿A quién?-inquirió el rubio, sin paciencia.
-A Steve Blake.
-Ajá. ¿Y Sabes quién es él?
-Sí. El mejor narcotraficante de Europa, Asia, África y Norteamérica.
-Exacto-río Kevin-¿y sabes quién soy yo?
-No.
-Su sobrino y vine por lo que me pertenece-le golpeó la base del cuello con la culata del arma y al verlo caer de bruces desmayado, le disparó en ambas piernas y brazos para que no se moviera.

Cargó el arma y sacó dos más. Una más para él otra para Carla, quien aguardaba aun en la puerta muy alerta.
-¿Lo mataste?-quiso saber ella al recibir la pistola.
-No.
-¿Por qué?
-Porque lo necesito. Ahora entremos.

Y de una patada Carla derribó la puerta y tres sujetos armados saltaron a la defensiva.
-¡Hemos visto lo que han hecho con ellos!-exclamó uno de ellos con voz y manos temblorosas. El arma vibraba en su mano y negaba con la cabeza.
Kevin identificó al rubio rápidamente y le apuntó a él.
-Hola, ricura-añadió otro, mirando con perversidad a Carla y esta hizo cara de asco.
-Calmate, Mitchell-ordenó el rubio, sonriendo-tenemos invitados.
-¿Dónde está la mercancía?-Kevin fue al grano sin vacilar.
El rubio flaqueó un momento y se mantuvo sereno.
-¿De qué hablas? Tenemos cosas que hacer, así que apresurate.

Black elevó los ojos al techo y resopló.
-De acuerdo-hizo una mueca y miró a Carla, luego volvió a posar su mirada en el rubio-quiero de vuelta la mercancía que se robaron porque es nuestra.

El ambiente pareció cambiar y se tornó oscuro y misterioso. Aparte de que las luces estaban apagadas y que solo la luz solar entraba por el pequeño recuadro de la puerta, todo estaba ensombrecido.
Y ninguno de los presentes parecía vacilar.
-¿La mercancía es de ustedes?-el rubio fingió sorpresa, aunque en verdad estaba sorprendido pero no lo demostró.
-Sí. De mi tío, mejor dicho. Ahora sean buenos imbéciles y díganme donde está y no habrá problemas.
-No te diremos ni mierda-agregó Mitchell y comenzó a disparar a distintas direcciones.
Kevin sintió un dolor agudo en el brazo izquiedo pero no flaqueó. Carla ahogó una exclamación y cayó sentada al suelo. Su pants se tiñó de rojo a la altura de sus muslos y aulló de dolor.
Entonces Kevin Black ya no sintió el dolor del impacto de la bala en su brazo, sino cólera y coraje hacia eso tipos.
Era muy bueno disparando a o objetos pero era nuevo disparandole a las personas y gruñó.
Le disparó justamente en la mejilla al que se llamaba Mitchell y su cabeza se precipitó hacia atrás. Cuando cayó al suelo ya estaba muerto.
Y de inmediato los otros dos que quedaban trataron de dispararle pero Carla se encargó de darles en la mano que sostenían el arma.
Gritaron de dolor y se escuchó que caían las armas y se echaban a correr en la oscuridad.
-¿Vas a estar bien?-le preguntó a su sobrina de mentira.
-Estaré bien, Kevin. Ve por ellos-dijo en un hilo de voz y se arrastró a la pared.
Su rostro sudoroso miró a la chica herida que tenía a sus pies y se reprendió.
La razón le indicaba que debía quedarse pero no podía dejarlos escapar.
Y con todo el dolor de su corazón, echó a correr en la oscuridad dejando a su sobrina desangrandose.
Corrió a toda velocidad con una pistola, puesto que la otra se le había caído y se detuvo un segundo a sacar otra de su pantorilla.
Retomó la cacería y se ocultó detrás de un mueble al darse cuenta que los dos tipos se habían detenido a hablar.
-Maldita sea, Vince-se quejó uno de ellos y Kevin supo que no era el rubio-¡Nos van a matar como a los demás!
-Cállate-le espetó el rubio-¿cómo supieron de nosotros y el encuentro?
-No lo sé. Pero no hay salida. Hay que decirle todo al ese hombre y tal vez así no nos matará-titubeó.
-Nos matará de todos modos-siseó-tenemos que luchar.
-¡Oh claro! Lucharemos con una sola mano, ya que nos han despedazado la otra-añadió con sarcasmo el otro.
-Hunter, cierra la maldita boca, no me dejas pensar.
-Ya se tardó en venir-observó el tal Hunter e hizo un sonido de dolor a través de sus dientes.
-Adam le dijo-blasfemó el patético rubio con rabia-él lo mandó porque tenía miedo.
-Adam no haría eso. Él no es así. No es cobarde-lo defendió.

Kevin se estaba conteniendo para no volarles los sesos en la oscuridad pero necesitaba respuestas.
-Tenemos que decirle todo a ese sujeto...
Y un sonido crudo atravesó la estancia, seguido de algo suave y duro cayendo al suelo.
Kevin trató de escuchar la voz de Hunter pero no habló más. Y supuso que el rubio lo había tacleado. Por lo que hizo acto de presencia.
-Basta de juegos idiotas-le ladró y le apuntó a su sombra en la oscuridad.
Y de pronto se encendieron las luces y logró mirarlo nítidamente. De seguro había sido Carla y se lo agradeció mentalmente.

Su mirada se centró en la mano destrozada del rubio y después en su rostro pálido.
A sus pies estaba el otro chico
-¿Quién eres tú y quién te ha dicho que vinieras aquí?-le preguntó sin nada de diversión en su rostro como hacía un momento atrás.
-Soy Kevin Black-respondió-y estoy aquí porque la mercancía que te robaste es mía y de mi tío. Y yo no quiero problemas; solo quiero lo que es mío y me iré.
-¿Cómo puedo creerte?-le preguntó y Kevin notó lágrimas en sus ojos-me has jodido la maldita mano. Eso no tiene reparación.
-En primer lugar, nunca debiste meterte conmigo y mis cosas-siseó sin dejar de apuntarle a la cabeza-no me conoces y no sabes de lo que soy capaz. Y si yo te dejé sin mano, mi tío te dejará sin cabeza a ti y a tu familia sin dejar rastro. ¿Acaso quieres eso?-ladeó la cabeza.
-No-le tembló la voz.
-Buen chico-sonrió-ahora dime todo lo que quiero saber y luego te dejaré vivir.
El rubio asintió mecánicamente y retrocedió unos pasos cuando él se acercó.
-¿Quién es Carrick?
-Mi amigo. Él... él y Nathan robaron la mercancía. Yo no tuve nada que ver-confesó-yo solo le ayudé a cuidarle los paquetes y nada más.
-¿Estás consciente de que robar las cosas de los demás es un delito?
-Sí, lo sé pero... -el rubio parpadeó y lo miró con extrañeza-era droga. Eso también es ilegal.
-Obviamente-Kevin lo miró con ironía-pero tú eres un muchacho y no debes estar metido en esas cosas. Ahora sé bueno y dime dónde está la mercancía.
-En la casa de Mitchell, al que le disparaste en la cara-dijo, comenzando a llorar como niño pequeño.

Y entre balbuceos le dijo la dirección y Kevin la memorizó.
-Y ahora una última cosa-graznó él, tratando de sonar tranquilo, ya que había tenido que soportar el lloriqueo del chico por unos minutos-¿conoces a Adam Peitz?

Y el rubio, que miraba el suelo, alzó la cabeza y lo miró con las pupilas dilatadas.
-¿Él te envió?
-No. Pero soy su tío-siseó-y si llego a saber que le has dicho que yo hice todo esto, te mataré. Y eso díselo al chico que tacleaste-señaló a Hunter con la barbilla.
-¿Su tío?-abrió los ojos como platos.
-Sí. Así que más te vale no abrir la boca. Y si te pregunta de los asesinatos, dile que el dueño de la mercancía fue por ustedes-carraspeó y le echó un vistazo a la posición del rubio, la cual delataba que lo atacaría en cuanto se diera la vuelta y sin miramientos le disparó en ambas piernas, provocando que cayera sobre su trasero y gritara terriblemente de dolor-lo lamento, pero yo ya me sé todos los trucos. Enviaré una ambulancia y recuerda-se acercó a él y le rozó el arma en la sien mientras temblaba-ni una sola palabra a mi sobrino Adam, ¿de acuerdo, Vince?

Al parecer no le sorprendió al chico darse cuenta que él sabía su nombre y se arrastró en el suelo para recargarse en una columna de cemento.
-Ni una sola palabra-le recordó al tiempo que se marchaba corriendo a la salida.

Volvió de nuevo a la salida donde halló a su sobrina delirando por la pérdida de sangre. Tenía los ojos cerrados y apenas respiraba. Y sudaba a mares.
Tiró al suelo las pistolas y se arrodilló frente a ella con desesperación.
-¡¿Carla?!-exclamó contrariado, quitándole el pelo de la cara-¡Hey! ¡Despierta!
Ella abrió los ojos y sonrió ligeramente.
-¿Los has matado?
-A todos-mintió-¿te duele?
-Un poco. Es muy doloroso, además ha arruinado mi pants.
-Vámonos de aquí.
Y la cargó en sus brazos con cuidado de no lastimarla más.
Era su sobrina. Su sobrina ahora y lo que menos había querido era herirla.

100 votos y sigo :)

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