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67

El atardecer ya estaba a pocos minutos de llegar. Y desde el interior del Audi de Kevin, a través de los cristales, se notaba el color rosas con naranja más intensificado gracias al breve poralizado del mismo. Sin embargo, Keren no alcanzaba a percibir la belleza del atardecer; puesto que su mente esta en otra parte. En Berlín, para ser exactos.
Sus ojos negros reflejaban el color del cielo pero ella miraba sin ver.
-¿Puedo preguntarte algo?-dijo Kevin con cautela. Mantuvo los ojos fijos al frente sin dignarse a mirarla.
-Claro-contestó ella, parpadeando.
-¿Por qué estás tan triste y pensativa?
-¿Es notorio?-Keren se cubrió la boca al darse cuenta que había cometido una indiscreción y se ruborizó.
Pero él no pareció darse cuenta, ya que continuaba conduciendo con total elegancia.
-Una persona nunca prefiere estar sola a menos que necesite reflexionar sobre algo que la inquieta y supongo que ese es tu caso.
-Estás en lo correcto. No sé disimular mi inquietud a mis problemas. Y a pesar de que quiero estar sola, me siento extrañamente bien estando dentro de un auto con un conocido/desconocido.
-¿Puedo saber qué es lo que te inquieta?-preguntó y esta vez apartó la vista de enfrente y la miró por unos segundos con sus ojos grises.
-¿Por qué no me llevas a comer algo y allá te cuento?-consiguió decirle para ganar tiempo. Moría por contárselo a alguien que no fuese Beatrice, puesto que ella apenas y hablaba, y aunque le prometió no decir nada, deseaba que alguien la reconfortara.
A pesar de que todavía tenía sus dudas acerca del rubio que tenía a unos centímetros de distancia, decidió confiar en él. Después de todo era conocido de su familia y había renunciado a su jefe en la tarea de matar personas.
-¿Qué quieres comer? A mí se me antoja Sushi, tiene tiempo que no como ese manjar.
-No me gustan los mariscos-repuso, arrugando la nariz-¿por qué no comemos Burritos?
-¿Burritos?-Kevin dobló en una esquina y sonrió de lado.
-Son parecidos a los tacos pero más grandes y más deliciosos.
-Los conozco perfectamente. Se puede decir que eran mi vicio a los catorce años.
Kevin tuvo que regresarse en varias ocasiones porque algunas calles habían cambiado de sentido y no estaba familiarizado con las remodelaciones de la ciudad.
Se estacionó en la acera del restaurante mexicano al que solía ir de pequeño y se sorprendió ver que aun existía.
Le abrió la puerta a Keren y la ayudó a bajar.
-Curiosamente aquí venía de vez en cuando al salir de la escuela-comentó ella, alzando las cejas.
-Tenemos algo en común, al parecer-la animó a entrar y abrieron la puerta.
El olor a comida mexicana les inundó las fosas nasales hasta lo más profundo y sus estómagos gruñieron en protesta.
-Buenas tardes-dijo él en español, al momento de acercarsele una muchacha morena con una tenue sonrisa y una libreta en la mano.
-¿Mesa para dos?-preguntó la joven también en español.
Keren frunció el ceño.
-Sí, por favor.
-Acompañenme.
Siguieron a la joven por los pasillos entre las mesas con personas y llegaron casi al final del local donde había una mesa redonda, especial para dos personas.
-Les dejo las cartas del menú para que elijan que comer-les entregó los folletos y esperó pacientemente.
Keren le echó un vistazo al menú y no entendió nada. Pero Kevin le hizo señas para que le diera la vuelta y vio que del otro lado estaba en inglés.
-Burrito-dijo Keren con los ojos brillantes-y CocaCola.
-Lo mismo que ella, por favor.
-Enseguida-la muchacha se llevó las cartas del menú y desapareció por una puerta. Y Kevin se dio a la tarea de observar todo con atención. Las paredes estaban pintadas de color naranja rojizo con varios dibujos de personajes artísticos mexicanos, chistes de humor blanco y uno que otro mariachi.
Del techo colgaban focos de colores y adornos de bigotes. Y justamente encima de la puerta principal, estaba pegada a la pared la bandera mexicana.
Y las mesas tenían de todo: sal, limón, chiles curtidos, y salsa color verde y roja, dependiendo el gusto de la persona.
-Nunca he entendido por qué la necesidad de adornar todo así.
-Los mexicanos son muy compatriotas. Aman a su país y les encanta darlo a demostrar-se encogió de hombros y colocó sus manos sobre la mesa en posición de oración.
-¿No crees que exageran?-frunció el ceño, mirando los adornos.
-Yo creo que son fantásticos. Los dueños de este restaurante al igual que su personal, están lejos de su país de origen y se sienten bien al poner pequeñas partes de su vida en México aquí-señaló la bandera y ella comprendió-¿acaso si tú te fueras a vivir a México, no te gustaría poner en alto a Estados Unidos, tú país?
-¡Pondría una mega bandera norteamericana en mi casa, trabajo y auto!
-¿Lo ves? Así se sienten estas personas.

Keren sonrió dulcemente y se quedó pensativa.
Ni si quiera se dio cuenta que ya habían llevado su Burrito si no hubiese sido por Kevin Black, quién le agarró la mano para hacerla volver en sí.
-Nuestros Burritos se están enfriando.

Comieron gustosamente en aquel restaurante sin mencionar nada al respecto. Una que otra vez intercambiaron miradas al momento de agarrar las cucharas de las salsas o sostener el botecito de sal.
De los dos, Kevin fue el primero en terminar y se dedicó a beber de la pajilla su CocaCola, mirando fijamente cada uno de los movimientos que ella ejercía al comer.
-¿Qué tanto me miras?-le preguntó ella, ladeando la cabeza y limpiando las comisuras de sus labios con una servilleta.
-Me doy cuenta que, a pesar de que te pareces a tus padres, eres más diferente. Viéndote más de cerca, noté que tienes una belleza singular y única-contestó él con una peculiar sonrisa en los labios-Shelby tenía la mirada más dulce y perspicaz que nadie más portaba. Una sonrisa luminosa, capaz de hacer brillar cualquier oscuridad-suspiró y jugó con la pajilla-y de pronto estás tú. Su hija. Una mezcla perfecta de ella y Egon Peitz, reducida a una hermosa chica con un rostro tan llamativo y simpático. Grandes ojos negros llenos de melancolía y tristeza, y que alguna vez sonrieron al igual que sus labios.

Keren parpadeó, estupefacta.
Sus palabras la sobresaltaron y la dejaron anonadada en el asiento.
Sintió que sus mejillas ardían y se acomodó el cabello detrás de las orejas.
-Y la condición de estar aquí, era que me contarias el motivo de tu tristeza, Keren-siguió diciendo él con tranquilidad-puedes comenzar a decirme que sucede.
Él recargó su barbilla sobre sus manos entrelazadas con los codos en la mesa.
De no haber tenido esos ojos grises tan expresivos, Keren lo hubiese ignorado. Pero no podía y se estremeció. Al único al que no podía ignorar era a Set y de pronto el sujeto que tenía frente a ella también tenía ese encanto.
Tardó varios minutos en atreverse a abrir la boca. Se sintió un tanto presionada por él pero se tranquilizó al momento en que percibió una sonrisa reconfortante por su parte.
-Eres el asesino de la madre del chico que amo-susurró y Kevin asintió con los labios apretados, sin cambiar la posición en la que se hallaba-y no sé si decírtelo. El hijo de la persona que mataste está implicado demasiado en mi estado de ánimo.
-Puedo resistirlo. Cuéntame-insistió con naturalidad. Parecía no afectarle el reproche que ella le había hecho segundos atrás.

Keren situó sus manos en el regazo y jugueteó con sus pulgares. Sus ojos estaban puestos en el mantel de la mesa, muy lejos de él.
-¿Prometes guardar el secreto?
-Prometo llevarmelo al más allá-prometió él, haciéndola sonreír.

Se mordió los labios y cerró los ojos para aclarar sus ideas. Y al abrirlos, vio que Kevin tenía recargada la espalda en el respaldo y sus brazos estaban cruzados sobre el pecho, pero sus ojos fijos en ella. No había ninguna expresión en su rostro.
-Parece ser que estoy embarazada. No estoy segura-dijo por fin. La voz le salió entrecortada.

Su confesión no inmutó a Kevin.
-De Set-afirmó él.
-Sí.
-¿Y por qué no estás segura?
-Lo que pasa es que no me he hecho... la prueba.

Kevin asintió. Había juntado las cejas, y sus labios estaban apretados. Parecía estar molesto.
-¿Y cuánto tiempo crees que tienes de embarazo?
-Tres meses.
Él alzó las cejas, sorprendido.
-Vaya, mucho tiempo-observó-ahora entiendo tu inquietud.
-Estar esperando un hijo no es lo que me inquieta, sino el hecho de que mi papá y mi hermano van a matarme cuando se enteren.

De pronto, un adorno en forma de bigote cayó encima de la cabeza de Kevin y lo agarró, y enseguida se lo colocó encima de la boca.
-¿Me queda el bigote?-le preguntó en tono juguetón.
-Oh, definitivamente no-rio ella.
-A ver, pontelo tú-se lo tendió sobre la mesa y Keren alzó las cejas.
Se lo puso y sonrió de oreja a oreja.
-¿Qué tal?
-Obviamente eres la primera mujer que se ve muy guapa con un bigote-dijo él-es excitante verte con uno.
-¿Qué?-Keren entornó los ojos y se lo quitó rápidamente.
-¡Estoy jugando!-soltó una sonora carcajada y dio unas leves patadas en el suelo.
Absolutamente todo su rostro enrojeció a causa de la risa y ella se dio cuenta que Kevin Black se miraba demasiado joven en ese momento. Parecía un chico menor de la edad que verdaderamente tenía.
-Pero estoy jugando con lo de verte de una manera excitante. Lo demás es cierto, te ves muy bonita con bigote y creo que incluso con barba-aclaró, guiñándole un ojo.
-¡Me estás ruborizando mucho!-objetó ella, llena de vergüenza-no me conoces y te atreves...

Entonces él deslizó una de sus manos por la mesa y la colocó encima de la de ella.
-Te conozco desde que eras un bebé.
-Pero tus cumplidos son parecidos al flirteo-titubeó.
-El hecho de que yo te haya conocido recién nacida no quiere decir que sea tu papá, ¿o sí?-bromeó.
-¿A qué te refieres con eso?
-Olvidalo-retiró su mano y alzó la cabeza y miró el techo lleno de adornos.

La joven encargada de llevar las órdenes se acercó a levantar los platos con una sonrisa tímida.
-¿Desean algo más?-preguntó.
-La cuenta, por favor-le dijo Kevin.

Quince minutos más tarde, ambos se hallaban en la calle, mirándose con cierto desdén.
-Mañana ven al restaurante y vendré a recogerte-le propuso él de repente.
-¿Para qué?
-Te acompañaré al médico, para que salgas de dudas. Una prueba barata de farmacia nunca es confiable.
-¿Por qué estás haciendo esto por mí? ¿Te sientes demasiado culpable por haber asesinado a mi suegra?
-Es simple solidaridad. Quiero hacerle un bien a alguien-se encogió de hombros.

"I took a pill in Ibiza to show Avicii I was cool, and when I finally got sober, felt 10 years older but fuck it, it was something to do... "

Kevin sacó rápidamente su teléfono de alguna parte de ropa e hizo una mueca.
-Mike Posner-dijo Keren; dándole el visto bueno al tono de llamada del rubio.
Él meneó la cabeza en negación, sonriendo.
-Mi sobrina configuró esa canción cada vez que me llama.
-Entonces contesta.
-De acuerdo, aunque es en contra de mi voluntad. Vuelvo en un minuto.
Se alejó unos pasos de ella y atendió la llamada con petulancia, mientras era preso de su mirada cotilla.
-¿Qué?-contestó, tajante.
-Huy, tío, vaya genio-se burló Carla.
-Estoy ocupado ahora, ¿Qué quieres?
-¿Dónde estás?
-Ocupado-repitió, azorado.
-¿Vamos a ir a casa de los McCall?
-¿Quieres ir? Ellos no son mi familia, Carla y mucho menos tuya-le recordó asperamente.
-Nos invitaron y me agradan. Si no vas tú, yo sí iré.

Kevin resopló y se llevó una mano a la frente.
-De acuerdo. Iremos a las ocho de la noche, ¿okey?
-¡Sí!-exclamó ella-estaré lista a las 7 en punto. No tardes, Kevin.
-Bien. ¿Estás en el departamento?
-Sí.
-Iré en un rato más. Adiós.

Colgó con vehemencia y guardó su teléfono en el bolsillo. Se pasó una mano por el pelo y volteó a ver a Keren.
El sol ya estaba más que oculto pero aun sus rayos se notaban a través del cielo escarlata, tiñéndose de azul marino.
Ella se hallaba mirando en la dirección opuesta a él con desgana. El aire le había alborotado el cabello y trataba de acomodarlo con brusquedad. -¿Te llevo a tu casa? O al menos te acerco a ella-le ofreció, tratando de no balbucear-porque más tarde voy a presentarme ahí y tenemos que fingir que no nos conocemos.
-¿Fingir? ¿Por qué?
-Nadie debe saber a lo que me dedicaba antes.
-Mi padre te haría pedazos si se entera-esbozó una sonrisa maliciosa.
-Pero no queremos que se entere, ¿verdad?-se acercó a ella y miró directamente a la puesta de sol.
-No. Claro que no.

Kevin llevó a Keren a la casa de sus tíos con rapidez, puesto que eran las 6:30 pm y tenía que llegar a su departamento a cambiarse de ropa para darles la bienvenida a sus viejos amigos de modo casual.
A menudo, la miraba por el rabillo del ojo y notaba un extraño cosquilleo en el pecho y no sabía por qué.
Verla otra vez e interactuar con ella, lo hizo muy feliz. Revivió algo dentro de él en el momento que Keren Peitz lo miró a los ojos por primera vez.
Era como si Shelby Cash hubiese reeencarnado en su propia hija, pero más hermosa.
En su adolescencia, él estuvo secretamente enamorado de Shelby. Probablemente nadie lo percibía porque siempre fue un chico reservado y tranquilo, capaz de ocultar sus emociones y sentimientos.
Pensó rápidamente en Paloma, la muchacha que estaba enamorada de él en España y meneó la cabeza de un lado a otro.
Paloma y Shelby no le provocaron la misma sensación que había sentido en el pecho que con Keren. Era difícil de explicar, ya que bien, ella podría ser su hija.
Le llevaba 15 años de edad y no estaba como para enamorarse de una niña, y menos en ese momento crítico, en el que solo estaba recibiendo órdenes de su padrino.
-Dame tu número de teléfono.

La voz de Keren lo hizo regresar al presente y parpadeó. Aferró el volante con las manos y sacó su teléfono.
Con dificultad, lo desbloqueó y se lo entregó.
-Mejor agenda tu número en el mío y te llamaré.

Encogiendose de hombros, Keren lo obedeció. Ingresó su número de teléfono y se lo entregó.
-Entonces mañana nos veremos otra vez.
-De hecho hoy mismo en la noche-le recordó.
-Me refiero a lo de ir al doctor.
-Ah, claro que sí. ¿Puedes llegar hasta el restaurante o te recojo en otro sitio?
-Ahí está bien. A las 4 en punto, ni más ni menos.
-Que exigente eres.
-Eres el asesino de mi suegra-dijo ella con determinación y él volteó a verla con los ojos estrechados-y si quieres enmendar tu error, me obedecerás.







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