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64. 9

Keren había estado esperando ese momento desde el día en el que él fue trasladado a prisión. Había soñado con volverlo a ver, con tocarlo, abrazarlo, besarlo y decirle tantas cosas. E incluso estuvo tentada a ir a buscarlo sin el consentimiento de su familia.
Y ahora que sorpresivamente había salido de aquel lugar y la había buscado, no sabía como reaccionar; sin contar el hecho de que posiblemente estaba embarazada de él.
Sus pulmones se negaban a cooperar en ese instante cuando sintió los labios de Set besarle el cuello y el lóbulo de su oreja derecha.
Después su nariz fue deslizándose hasta la altura de su hombro y sus manos se posicionaron justo en su abdomen, haciéndola respingar.
-¿No vas decir nada? ¿acaso no estás feliz de verme?
-¿Qué haces aquí? Deberías estar en prisión-murmuró ella, incapaz de pensar con claridad.
-Estoy aquí por ti, ¿no es obvio?
Y Keren no supo de donde reunió el valor suficiente para apartarse de él y confrontarlo de frente. No tenía tiempo, si acaso solo unos escasos dos minutos antes de que su hermano y Beth salieran de la farmacia y tenía que arreglar ese asunto.
-¿Cómo escapaste?-lo interrogó, abrazandose a sí misma. Verlo de pie ahí; cara a cara, le provocó ganas de besarlo pero se mantuvo firme.
Él volvió a acercarse y la tomó de las mejillas, acercandola a su rostro. Le dio un leve beso en los labios y le oyó suspirar con agobio.
-Me ayudaron a escapar pero no tiene importancia.
-Claro que tiene importancia, Set-agregó, sulfurada.
Y él esbozó una sonrisa, la que ella tanto le gustaba apreciar y sus piernas temblaron.
-Debes irte-le aconsejó ella, mirando hacia la farmacia.
-No puedo. Vine por ti.
-¿A qué estás jugando, eh?
-¿Por qué piensas que estoy jugando?
-Has escapado de prisión, vuelves a buscarme a pedirme aparentemente perdón y a decirme que has venido por mí y honestamente ya no te creo nada.

Set cerró los ojos con desasosiego y cuando los abrió, Keren alcanzó a verle un matiz oscuro y misterioso en su mirada.
-¿Keren, me amas?

Ella meneó la cabeza y chasqueó la lengua.
-No, Set. Aquí la que hará la pregunta seré yo.
-¿Eh?
-¿Me amas tú a mí?
Set se demoró unos segundos en responder a lo que a Keren le parecieron eternos y evitó rotundamente a cruzar mirada con ella. Por lo tanto, Keren se vio obligada a agarrarle el rostro con ambas manos, acunandolo y lo obligó a mirarla a los ojos.
-Contéstame.
-Si yo no te amara, no estaría aquí, huyendo de la justicia e insistiendote a huir conmigo a mitad de la noche.

De pronto, la puerta de cristal de la farmacia se abrió y Keren se horrorizó.
-Mira, espérame afuera de mi casa, ¿okey? No hemos terminado de hablar-balbuceó y lo empujó detrás de un coche.

Y arreglandose el cabello, se acercó a su hermano y a Beth, quiénes habían comenzado a buscarla.
-¿Dónde te metiste?-Adam miró por encima de su cabeza, tratando de echar un vistazo pero ella se lo impidió, agarrandolo del brazo.
-Había un animal por ahí y quise verlo. Nada importante-añadió con nerviosismo.

Adam, no muy convencido, abrazó a su novia y a su hermano, y los tres se encaminaron a la casa.
Beatrice tenía la cara sudorosa a causa del susto que Adam le había dado cuando apareció en la farmacia de repente. Tuvo que esconder la prueba en lo más profundo de la bolsa y la suerte que la acompañó al haber comprado algunas chucherías de más.
Él también compró cosas sin importancia y la besó enfrente de la encargada para ponerla nerviosa y lo consiguió.
Y ahora que se hallaban de vuelta a casa con la prueba, Beth sintió desasosiego por Keren.
Ella misma probablemente se sentiría de lo peor si estuviera en su lugar.
¿Cómo reaccionaría Set si se enterara de eso?
Tal vez se pondría violento o se suicidaría. Pero estaba tan lejos como para enterarse.
Cuando llegaron a la casa, los tres se dirigieron a las habitaciones sin decir nada. Adam agarró sus cosas y las metió a la habitación de Set de contrabando.
Y tanto Beatrice y Keren casi casi corrieron a encerrarse.
-¿Lista?-le preguntó Beatrice, sacando la prueba con cuidado.
Keren, que ya había comenzado a morderse las uñas, la miró con incertidumbre y asintió. Casi se había comido el esmalte color coral de sus uñas a causa de los nervios.
Cogió la cajita, salió al pasillo y entró al baño.
Tamborileó los dedos sobre el lavado, en espera del valor para realizar la prueba y se mantuvo con la vista frente al espejo. Su reflejo que le devolvió la mirada era el de una chica horrorizada y temerosa que esperaba una mala noticia.
-Solo hazlo. Solo hazlo-susurró, mirándose con vehemencia en el espejo-él te está esperando afuera.

Con los nervios a flor de piel, abrió el empaque y vio el tubito color rosa pastel con aspereza.
Le aterraba ver ese aparato.
Leyó las instrucciones e hizo todo al pie de la letra. Esperó unos minutos para el resultado.
Y...
No pasó nada.
Frunció el ceño y lo agitó con brusquedad.
-¡Qué pasa!
Volvió a agitarla pero no ocurrió nada.
De pronto, la puerta del baño se abrió y tiró mecánicamente la prueba y la caja de esta a la basura.
Era su padre.
-Oh, lo siento cariño. No sabía que estabas aquí-se disculpó y cerró otra vez la puerta sin pensarlo dos veces.
Acojonada, decidió envolver la cajita de la prueba con el tubito rosa en el interior con papel higiénico y una bolsa de plástico que encontró detrás del espejo.
En Nueva York iría al médico a darse un chequeo más preciso y por el momento se obligó a sí misma a guardar la calma.
Salió al cabo de diez minutos y se topó con la mirada oscura de su padre. Él, sin lugar a dudas, se estaba muriendo de cansancio, sus ojos negros lo delataban y a pesar de ello, le sonrió dulcemente.
Se acercó a ella y le besó la frente.
-Deberías irte a dormir, hija. Viajar es muy cansado-le aconsejó, entrando al baño.
Aturdida, entró a la habitación de Beth y esta saltó de la cama con los ojos entornados.
-¿Y bien?
-Esa prueba es una porquería. No obtuve respuesta-contestó, de mala gana-mejor en Nueva York iré con un médico.
-De acuerdo. Yo te acompañaré.

Keren asintió y disimuladamente se acercó a la ventana que daba de cara a la calle y divisó a Set en medio de la oscuridad, esperándola pacientemente del otro lado de la calle, agazapado detrás de un coche azul casi negro.
Jugó con los anillos de sus dedos y se apartó de la ventana. Tenía que idear un plan para salir a hablar con él sin que nadie la viera.
-Creo que es hora de dormir. Es súper tarde-dijo, como quién no quiere la cosa.
Beatrice asintió, y sacó las valijas de la cama, mientras que Keren se las arreglaba para sacudir las sábanas.
Luego de quince minutos, las luces se apagaron y la casa quedó en total silencio.
Keren, sumida en la oscuridad absoluta, vigilaba las respiraciones de Beatrice, las cuales se fueron haciendo más tranquilas, hasta que al final, se quedó profundamente dormida.
Aprovechando esa oportunidad, Keren se deslizó fuera de la cama y se puso de nuevo un suéter. Se calzó las pantuflas, y buscó a tientas su teléfono. Lo guardó en su bolsillo de la pijama y vio el reloj de Set que había encontrado Adam en su habitación y que ella se lo quitó para tenerlo de recuerdo. En ese momento pensó que era buena idea devolverselo y se lo puso en la muñeca y luego salió al pasillo.
Tropezó contra un mueble, y se mordió la lengua para no soltar una maldición.
Se cercioró de que su padre y su demás familia estuvieran dormidos para bajar las escaleras.
Cuando por fin llegó a la puerta principal, agarró las llaves de repuesto y salió a la calle.
Se abrazó a sí misma, y caminó unos pasos fuera del porche, mirando a todos lados.
-Por aquí-escuchó el susurro de la voz de Set muy cerca de donde estaba.
Caminó en dirección a la casa vecina y se escabulló a través de unos arbustos.
El porche vecino estaba demasiado oscuro y perfecto para encontrarse con él a esas horas.
No obstante, en cuanto estuvo de pie ahí, sintió los fuertes brazos de Set abrazarla por detrás y sus labios besarle el cuello. Un gesto que tanto amaba de él.
Entonces Set la hizo girar sobre su propio eje, deslizó una de sus manos a su cintura, pegandola a su cuerpo y con la otra mano libre, la agarró delicadamente del cuello, atrayendo así su rostro al suyo. Posó sus labios sobre los de ella y la besó con añoranza y desesperación.
Literalmente había pasado una eternidad sin besarla.
De ser por él, no la hubiese soltado aun pero ella se apartó lentamente con la respiración agitada.
-¿En qué estábamos ese rato, Set?-consiguió a decir Keren, sacando las manos de Set de su cintura y guardando una distancia de cincuenta centímetros entre los dos, pero él acortó la breve distancia y volvió a agarrarla y a besarla sin miramientos.
-En que te amo y que te voy a llevar conmigo, lejos de estas personas-le contestó, tocandole súbitamente la espalda y parte de su cintura.
-Quizás te creo eso de amarme pero no lo de estar arrepentido de lo que me hiciste la vez pasada-replicó ella con determinación pero presa aun de sus besos.
Entonces Set dejó de besarla y la empujó ligeramente hacia la pared de la casa vecina, acorralandola y colocando ambos brazos a cada lado de su cabeza. Sus narices se rozaban y sus alientos se mezclaban ante el aire nocturno y fresco.
-¿Por qué no me crees?
-Porque te conozco lo suficiente para saber que no hablas en serio.

Set se inclinó a ella y su boca quedó justo al lado de su oreja.
-Medité muy bien las cosas mientras estuve encerrado en prisión, y de las pocas personas en las que pude pensar, no pensé en nadie, más que en ti-murmuró-eras lo único que pensaba estando en ese asqueroso lugar. Cerraba los ojos y ahí estabas. Comía y ahí estabas.
-¿Y con eso pensaste en pedirme perdón? Casi me partes el cuello.
-Mira-dijo con voz trémula y distante-sé que estuve mal. Me volví más loco de lo que ya estoy y no pensé las cosas con claridad. Tardíamente me di cuenta que no tienes ninguna culpa de lo que ocurrió en el pasado.
-¿Y?
-¿Y, qué?-lo miró confundido.
-Estoy esperando la disculpa y el perdón.

Set asintió, pasándose una mano por el cabello y se alejó unos pasos, sin dejar de mirarla.
En la oscuridad, sus ojos se miraban negros y muy brillantes.
Ella parpadeó varias veces, perpleja.
Y de pronto, él se puso de rodillas, agarrandole ambas manos y colocandoselas en su pecho, justo sobre su corazón.
-Por favor, perdóname.

Keren pensó en decirle que no, pero al verlo a los ojos, percibió arrepentimiento verdadero y se sintió más vulnerable de lo que ya estaba. Además, ¿a quién demonios quería engañar? Amaba a ese cretino de ojos de color inexplicable y de cabello rubio.

Y como él aun esperaba su respuesta, ella también se arrodilló frente a él y lo abrazó.
Recargó su barbilla en su hombro y él hizo lo mismo, y la única diferencia fue que le besó la mandíbula y le acarició la espalda una y otra vez.
-A decir verdad, no merezco tu perdón pero me conformo con que no me odies-dijo, cauteloso.
-Set-habló ella luego de un lapso de silencio.
Él la estrechó más en sus brazos.
-No te odio.
-Gracias.
-Te amo.
-Yo te amo más.

Aquel fue el momento más íntimo jamás compartido entre los dos.
-Vámonos-le propuso él.
-¿Qué? ¿A dónde?-la sorpresa en la voz de Keren fue más que notoria pero no lo soltó.
Se pusieron de pie sin romper el abrazo.
El perfume varonil de Set inundó con profundidad las fosas nasales de ella y cerró los ojos.
-Vámonos juntos los dos. Olvídate de tu familia, ven conmigo; no te prometo una vida de lujos, pero te doy mi palabra que serás feliz y jamás te haré daño.

150 votos y sigo :)
Subí este breve capítulo porque tuve tiempo entre mis exámenes ^^ disfrutenlo!

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