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64

Cuando Set consiguió salir de prisión con ayuda de Jack y Marybelle, se fue con ellos a toda velocidad hasta la casa de ella; donde los esperaba Meredith, la hermana de esta con una gran sonrisa.
Y Set la recordó perfectamente: Meredith fue fugazmente amiga de Keren en la Universidad y se le revolvió el estómago.
Y lo que verdaderamente lo hizo vomitar fue enterarse que no sería su guardaespaldas, sino de Marybelle.
-Dijiste que de tu hermana-espetó, molesto.
-Si te decía que yo necesitaba un guardaespaldas me ibas a decir que no-se defendió la rubia.
-Eres demasiado lista-gruñó-pero no quiero cuidarte. Quiero estar lo más lejos de ti.
-Hicimos un trato y aceptaste, Luther-masculló Marybelle, perdiendo la paciencia-si te echas para atrás en este momento, me veré obligada a matarte.

Set rio.
-A mí nadie puede matarme y mucho menos tú.
-Amigo, no hagas que te dispare a la cabeza-interpuso Jack, apuntandole con una de las pequeñas pistolas-me agradas pero como bien dijo Marybelle, aceptaste el trato.

Set desvió sus ojos aqua de ella para centrarse en el pelirrojo.
-Voy a poner unas cuantas condiciones-siseó.
-¿Cuáles?-quiso saber la rubia.
-Me van a dejar salir a la hora que yo quiera sin vigilancia. Y prometo matar a quien sea que se te acerque-dijo-también quiero tener dinero y un auto.
-Trato hecho-aceptó Marybelle, pasándose la lengua por los labios-y yo te pongo de condición darte todo lo que quieras a cambio de tu protección y de tu cuerpo las veces que yo quiera.

Jack se ruborizó al igual que Meredith pero ninguno de ellos flaqueó. Se mantuvieron serios mientras Marybelle y Set hacían el trato.
-Si tanto quieres que te coja, dímelo sin tantos rodeos-sentenció el rubio con frustración.
-Quiero tener sexo contigo-dijo ella con determinación y esbozó una de sus sonrisas maliciosas.

Set puso los ojos en blanco y asintió.
-Al parecer nadie ha podido darte lo que yo te di-alzó las cejas-pero está bien. Acepto el trato pero sin compromisos esta vez. Y porque estoy tan desesperado por hacer algunas cosas. Nada más.

Extendió su mano a ella y esta se la estrechó con arrogancia.
Y entonces Set miró a Meredith con desdén cuando soltó la mano de su hermana.
-¿Eras amiga de Keren, no?-le preguntó.
-¿Y tú eras el novio, no?-replicó.
-Sí.
-Entonces sí, sí era su amiga.

Y a partir de ese instante, Set comenzó a vivir con ese par de hermanas rubias.
Se enteró a los pocos días que Jack era el "novio" de Meredith y que los padres de las rubias estaban de viaje de "negocios" y no estarían durante muchos meses.
Y se preguntó cómo le haría para tener noticias de Keren.
Muchas preguntas pasó por su cabeza: ¿estaría ella aun en Berlín? ¿ya se había ido?
En esas semanas estando en aquella casa fúnebre con Marybelle no dejó de pensar en ella.
Y le causó demasiada gracia ver la cara de la rubia cuando vio su espalda y el tatuaje casero que Keren le había hecho. A pesar de que en su momento estuvo enfadado, con el transcurso de los días comenzó a gustarle lo que había escrito.
-¿Qué significa esto, Luther?-le espetó, en medio de una noche subida de tono en su habitación.
-¿Qué cosa?
Él estaba tumbado boca abajo y ella sentada en sus caderas.
Le leyó las líneas en su espalda con la voz teñida de veneno y le dio un golpe debajo de los omoplatos.
-¡No me golpees!-ladró y giró sobre su propio eje, agarrandola de las muñecas e inmovilizandola bajo su cuerpo. Habían cambiado de posición.
Y como estaban totalmente desnudos, su miembro viril descansó sobre el vientre de la rubia, a lo que ella se mordió el labio.
-Podrá haberte marcado esa zorra en la espalda pero yo marqué primero tu corazón.
-No le llames zorra, perra-le gruñó, enfurecido-ella es más mujer que tú.
-Por favor-rio la rubia, tratando de empujarlo-te apuesto que fue una virgen más a la que te cogiste en tu desesperación...

Y sin miramientos, Set le disparó una bofetada con el dorso de su mano izquierda, haciendo que el rostro de Marybelle girara precipitadamente hacia un costado.
-Última vez que te atreves a decirle ese tipo de guarradas, ¿me entiendes?

Y se levantó de la cama con aire sulfurado. Se puso la ropa y se calzó los tenis con brusquedad.
-Eres un imbecil-le dijo Marybelle en un sollozo, envuelta en las sábanas.
-Lo sé. No es noticia nueva-dijo, buscando las llaves de su nuevo auto.
-¿A dónde vas, idiota?
-Hoy es el cumpleaños de mi hermana. Voy ir a mi casa a echar un vistazo.
-No esas idiota. Ella ya no ha de estar aquí.
-¿Y? De todos modos quiero salir a respirar aire fresco. Estar contigo mucho tiempo me enferma.

Encontró las llaves y guardandolas en su pantalón, abandonó la habitación. En el camino hacia la puerta principal, Jack lo interceptó con una leve sonrisa.
-¿Vas a salir?
-¿No es obvio?-replicó Set con sarcasmo. No estaba de humor para charlar con personas que apenas conocía. Aunque le agradaba Jack, pero no era motivo para hablar con él a menos que fuera necesario.
-Te acompaño.
-No.
Jack no borró su sonrisa pero hubo un dejo de decepción en su mirada que dejó algo anonadado a Set.
-No lo tomes a personal, pero voy a ir a un sitio donde no puede venir nadie conmigo. Será para la otra, Jack.
-De acuerdo. Solo quería acompañarte porque estoy harto de estar en esta casa con ellas-susurró.
Y Set rio.
Al parecer él no era el único que detestaba estar ahí, por lo que le dio una palmada en la espalda y salió a la calle.
Desde el porche le quitó la alarma a su nuevo coche: Un Sentra color azul marino último modelo, que él mismo había elegido en el catálogo de opciones que Marybelle le había dado y que podía comprarselo.
Diez minutos después, ya se hallaba rumbo a su antigua casa.
No esperaba encontrar a nadie, así que decidió pasar a comprar un refresco en lo que reunía valor para acercarse.
Compró un Monster para llenarse de energía y se dispuso a ir de una vez por todas. Tenía miedo. Pero no miedo de ser agredido, sino miedo de no encontrar a nadie.
Muy en el fondo estaba arrepentido de su estupidez pero se negaba a aceptarlo. Estaba arrepentido de haber perdido a Keren, más no de matar a esa enfermera o a esos policías o de haber golpeado a su padre.
Su hermana estaba de cumpleaños y aquella era una excusa para poder saber si Keren aun estaba en la ciudad.
Tiró la lata del energizante por la ventana y apretó el volante con las manos al momento de llegar a su antigua casa y se sorprendió ver que estaba la puerta abierta y que se oía música en el interior.
Subió el cristal lo más rápido que pudo y continuó avanzando por la calle sin detenerse.
Y se quedó inmóvil viendo a Keren sentarse en el porche con su tedioso hermano y Beatrice.
Algo dentro de su pecho lo inundó de... ¿Felicidad?
Sacudió la cabeza y aceleró.
Ya había visto lo que quería encontrar, y ya era momento de perderse por unas horas y pensar en lo que haría a continuación.

Fue tan fastidioso soportar las preguntas estúpidas de Marybelle al día siguiente; puesto que llegó casi ebrio en la mañana y con muchas ganas de dormir.
-¡Te largaste toda la noche!
-Necesitaba aclarar mis pensamientos.
-Apuesto a que ni si quiera estaba tu hermana ahí.
-Estás en lo cierto. No estaba en casa-mintió con los ojos hinchados de sueño-ahora, ¿podrías dejarme dormir?
-Primero pideme una disculpa.
-Perdona por golpearte. Bye-y se acomodó más en la cama, dándole la espalda donde estaban las palabras de Keren, las cuales enfureció más a la rubia y no dijo nada.
Lo dejó dormir toda la mañana y parte de la tarde.
Set despertó a eso de las 5 pm con mucha hambre. Se dio una ducha y buscó a Marybelle o a Jack, pero no los encontró por ningún sitio. Bajó a la cocina y se sirvió un poco de cereal.
Le dolía la cabeza y se negó a comer. Le dio náuseas.
-Vaya cara que traes-escuchó la voz de Meredith a sus espaldas.
-No estoy de humor para nada-graznó.
-He traído comida china por si quieres comer.
-¿Dónde está tu hermana?-se levantó de la isla de la cocina y la miró.
-No tengo idea. Salió con Jack desde hace horas-se encogió de hombros y le hizo señas para que la siguiera al comedor.
-Me parece que todo esto de ser el guardaespaldas de Marybelle es una farsa. No he visto nada sospechoso en semanas-dijo él, estrechando los ojos y sentándose a la mesa.
-Es que es una gran mentira-admitió la rubia con pena y abrió la bolsa de la comida.
-¿Entonces por qué me tienen aquí?-espetó, molesto.
-Mi hermana aun te ama y pues... cuando se enteró de que estabas en prisión, decidió sacarte de ahí pero sabía que te negaría y planeó todo esto de ser guardaespaldas.

Set apretó la mandíbula y los puños.
-Entonces dile que regresaré en unos días. Tengo algunos pendientes que hacer-dijo, arrastrando las palabras y retirándose de la mesa con petulancia.
-¿A dónde vas?-preguntó ella con temor.
-Lejos de aquí.
-Por favor; no-saltó de la silla y lo agarró del brazo.
-No te preocupes. No le diré que me has dicho todo pero no me sigas, ¿okey? Volveré.
-¿Cómo puedo confiar en lo que dices? Ella se enfadará conmigo.

La paciencia de Set llegó a su límite y apartó de un manotazo el agarre de ella.
-Escuchame bien, porque no lo voy a repetir una vez más-sentenció con seriedad. La rubia tragó saliva y retrocedió unos pasos-voy a matar a cada uno de ustedes cuando concluya con este trato estúpido, y si me obedeces, te dejaré vivir. ¿Aceptas?

Los ojos de Meredith se abrieron como platos y meneó la cabeza.
-¿Matarnos? ¿por qué? ¡te estamos ayudando!
-¡Dije que a ti no te mataré!-vociferó, acercándose a ella-y más te vale no abrir la maldita boca. Porque no me conoces en lo absoluto.

Y dicho eso, se encaminó a la habitación que compartía con Marybelle, dejando a Meredith temblando de miedo en el comedor.

Se puso ropa más cómoda, cogió las llaves del Sentra y la pistola que Jack le había dado para defenderse. Bajó de nuevo y salió con pasos firmes a la calle.
Le echó un último vistazo a la casa antes de marcharse a toda velocidad por la calle.
Condujo lo más rápido que el coche le permitió.
Necesitaba ver a Keren una vez más. No sabía con exactitud hasta cuando ella estaría ahí, y solo le quedaba acecharla a lo lejos.
Cuando llegó a su destino, aparcó a una calle de distancia y se colocó unos lentes de sol que no le hacían falta ya que era tarde pero que necesitaba para que nadie le viera los ojos. Y se dirigió a su vieja casa.
Todo estaba en total silencio.
¿Cómo le haría para ver a Keren?
De pronto una idea cruzó su mente y se apresuró a meterse por el patio trasero y escalar por la ventana.
Estaba a punto de cruzar la verja cuando alcanzó a ver la silueta de alguien en la cocina y desistió a hacerlo.
Se sentó del otro lado de la verja con la espalda apoyada en ella y con la respiración agitada. Cuando se tranquilizó, se animó a ver a través de un pequeño agujero y se dio cuenta que era el padre de Keren, Egon Peitz. Y gruñó.
Tenía tantas ganas de matarlo.
Pero sabía que ese hombre fue un asesino a sangre fría y sabría como defenderse.
Y al ver que no tenía oportunidad de entrar, regresó a su auto en espera de alguna oportunidad.
Pasaron las horas y ninguna oportunidad se presentó.
Su estómago reclamaba comida pero se obligó a regañadientes a esperar.
Nadie salió ni entró en todo el rato que estuvo ahí.
Encendió el Sentra para marcharse cuando de pronto vio que se abría la puerta y salía su hermana agarrada de la mano del infeliz de Adam y una ira inexplicable le recorrió el cuerpo.
-Así que prefieres estar con ese imbécil en vez de buscar a tu propio hermano-masculló con los dientes apretados.

Por muy extraño que le pareciera, se sintió miserable.
Su mano se deslizó a la llave y la hizo girar.
No tenía por qué estar viendo ser feliz a su hermana.
Resignado, se alejó rotundamente de ahí sin la menor esperanza o ganas de volver.
Condujo sin rumbo fijo con el fin de liberarse de la tensión.
Estaba prófugo, vivía en una casa llena de gente falsa, no tenía a donde ir y a la única persona que deseaba ver se iría pronto de su vida.
¿Qué podía hacer él al respecto?
No regresó a la casa de Marybelle, sino que se quedó estacionado en el lugar donde habían asesinado a su madre y a su mejor amigo.
Estar ahí no lo hizo sentir mejor pero al menos le dio fuerza para continuar ese día. Pero al cabo de unos minutos, el rostro de la abuela de Miles cruzó su mente y se sintió devastado. Esa pobre anciana ya debía haber muerto en esos tormentosos meses y se le formó un nudo en la garganta.
Golpeó el volante con todas sus fuerzas y maldijo el día en que nació.
Había nacido solo para ser una persona repugnante y desagradable, capaz de provocar el odio de todos a su alrededor.
Miles fue su amigo a pesar de saber toda su vida. Y no fue justo que luego de su muerte, Set hubiese abandonado a su abuela a su suerte.
Deprimido y lleno de nostalgia, se dirigió a la casa de Miles.
Le dolía la cabeza por la falta de alimento y el pecho por el remordimiento.
Llegó casi derrapando a aquella casa y bajó corriendo.
Aporreó la puerta una y otra vez pero no obtuvo respuesta.
Ya era tarde, era obvio.
Giró sobre sus talones, más que dispuesto a irse cuando chocó con una señora de edad madura que lo miró con el ceño fruncido.
Él se apartó pero ella lo que hizo fue abrir la puerta de la casa con mucha confianza.
-¿Disculpe, usted vive aquí?-le preguntó, asombrado.
-Pues sí. ¿y tú quién eres?-había cierta desconfianza en su mirada y en su voz.
-Soy un viejo amigo de Miles.

Cuando él pronunció el nombre de su amigo, la mirada de la mujer se ensombreció.
-Mi sobrino falleció hace meses.
-Lo sé. Por eso he venido.
-¿A qué?
-Vine a ver a la abuela de Miles-tragó saliva, esperando la noticia de su muerte.
-Ah, ¿la conoces?
-Sí. Pero no pude venir a verla otra vez desde lo de Miles.
-¿Quieres pasar a verla?

Set entornó los ojos y sintió como si alguien le hubiese quitado un peso de encima.
-Me temo que no podré hoy, pero volveré otro día. Dígale que Set ha venido a verla-se apresuró a decir y se deslizó dentro del Sentra.

Esa noche durmió cerca de su anterior casa luego de comer una hamburguesa y una CocaCola. Su estómago estaba lleno pero su desasosiego no.
Durmió incómodo pero seguro.
No tenía idea de lo que le pasaba en la cabeza en ese momento.
No sentía la necesidad de ser mala persona como siempre lo había sido.
Y antes de quedarse dormido, se pasó las yemas de sus dedos en la piel de su espalda donde yacía las letras de Keren y sonrió.
-Eres tan perversa como yo, cariño-susurró y se abandonó al sueño.

No obstante, a la mañana siguiente fue despertado por un grupo de personas riendo y gritando. Abrió los ojos desconcertado y se levantó de golpe, dándose un momento para asimilar en donde se hallaba.
Cuando recordó todo, hizo una mueca.
Bostezó y se pasó una mano por sus cabellos rubios desordenados. Se acomodó en el asiento del piloto y miró directamente a su casa. Todo tranquilo como el día anterior.
Se preguntó si podría meterse a la casa pero se contuvo.
Vio el reloj del tablero que marcaba las 10 de la mañana y volvió a bostezar.
No tenía hambre, pero necesitaba ir al baño urgente.
Descendió del auto y a hurtadillas se metió en el jardín de una casa vecina donde había árboles. Hizo su tediosa necesidad a causa de la CocaCola de la noche anterior y volvió a meterse al auto.
Puso la radio y se se reclinó en el asiento con las manos detrás de su cabeza y los ojos puestos en la casa. Se colocó los lentes de sol y escuchó música.
No sabía que demonios quería o esperaba, pero se quedó varias horas ahí sin moverse, en espera de Keren.
El sol comenzó a descender y el hambre de nuevo lo estaba atacando. Olía a sudor y pensó en regresar a la casa de Marybelle a cambiarse de ropa. Viendo que nadie salía de la casa, regresó con Marybelle.
Y ni bien había salido del auto cuando ella se le fue encima pero no lo golpeó. Sino todo lo contrario.
Le echó los brazos encima y le besó el cuello, mandíbula, mejillas y boca.
Él se apartó haciendo una mueca y la miró con incertidumbre.
-¿Y a ti qué te pasa?
-¿Dónde estabas?-le preguntó, hiperventilando.
-Fui a hacer unas cosas. Pero he venido a ducharme, a comer algo y regresar.
Entraron a la casa y encontró a Meredith en la cocina hablando con Jack.
Y cuando sus miradas de encontraron, la chica palideció.
-¿Qué es tan importante ahora, Luther? Ahora vives aquí conmigo-continuó diciendo Marybelle, siguiendolo por las escaleras.
-Necesito dejar algunas cosas en su sitio. Si no me dejas hacerlo, continuaré yendome sin decirte nada-le advirtió.
-Puedo acompañarte.
-Yo soy tu guardaespaldas, no al revés-le recordó. Aunque después de todo era una farsa.
-Set...
-No me iré de tu lado, ¿de acuerdo? Me quedaré pero tengo derecho a salir-exclamó y cogió ropa limpia de los cajones para meterse a bañar.
Sus palabras dejaron callada a la rubia por unos momentos.
-Nos iremos a Londres mañana mismo-le informó con rabia cuando él se metió al baño.
Esperó pacientemente a que el rubio saliera de nuevo. Y así fue. Set salió al pasillo con el ceño fruncido.
-¿Qué?
-Sí. Estás prófugo y la policía no tardará en encontrarte y lo más obvio y sensato será irnos.
-Mi cara de seguro está en todas partes y largarme a Londres será peor.
-Papá nos prestará su Jet privado para trasladarnos.
-Como sea. Si algo sale mal me volverán a agarrar y será peor-interpuso-yo no me voy de aquí.
Y le cerró la puerta en la cara.
Se desvistió y dejó que el agua helada le lavara la cabeza. Tardó el doble de tiempo adentro porque podía sentir la presencia de Marybelle detrás de la puerta.
De ninguna manera él se iba a ir de Berlín si Keren estaba ahí.
Se iría con ella a donde sea, pero solo jamás.
Se cambió dentro del baño y salió a ponerse desodorante y perfume.
Sin embargo, no pensó encontrar a Marybelle totalmente desnuda en la cama, mirándolo picaramente.
Miró al techo y después postró sus ojos en los suyos.
-¿Qué crees que haces?-quiso saber, cerrando la puerta a su espalda.
Caminó hasta el tocador de ella sin inmutarse de su desnudez y comenzó a ponerse desodorante.
El ambiente se tornó delicioso con su aroma varonil y sintió de pronto las manos de Marybelle en su pecho y sintió sus curvas en la espalda cuando esta lo abrazó por detrás.
-Dejaré que te vayas esta noche, pero antes hazme lo que tanto sabes hacer a la perfección y que sabes que me encanta.

Set buscó su mirada a través del espejo y respiró hondo.
Dejó el desodorante en el tocador y le acarició las manos a Marybelle.
Todo por tener otra noche libre de ella.
Se dio la vuelta hasta quedar frente a frente. Ella le llegaba a la altura de la ceja, era más alta que Keren y más voluminosa, pero no mejor.
Le recorrió el cuerpo sin disimulo y le pasó la mano por su cintura, imaginando que tocaba a Keren. Y después la besó, imaginando que eran aquellos labios norteamericanos que tanto le gustaba besar.

Satisfacerla durante dos horas completas fue muy cansado.
Se cercioró de dejarla dormida y bajó a comer pizza congelada que tuvo que calentar en el microondas.
Jack y Meredith no estaban cerca, así que guardó su ración en un traste de plástico y salió a la calle con sus llaves, lentes y comida.
Encendió el Sentra y retomó el camino a su antigua casa otra vez.
Comió en el camino con agonía, puesto que tener sexo antes de comer era realmente agotador y sintió algo de asco al recordar a Marybelle.
Meneó la cabeza y se centró en Keren.
Aparcó en el mismo lugar y encendió el aire acondicionado.
Sus ojos estuvieron fijos en la casa hasta que de nuevo el sol comenzó a moverse y a ocultarse.
¡Era el colmo que nadie saliera de esa casa!
Estaba seguro que pronto se convertiría en un zombie ahí dentro.
Se comió el último trozo de pizza y se dio a la tarea de dormir. No tenía caso estar en vela si nadie hacía acto de presencia.
Pasaron las horas y el dolor de sus articulaciones lo hicieron despertar. La posición en la que estaba era tan espantosa que tuvo que salir del auto a estirarse. El reloj marcaba pasada la media noche y miró a todos lados. Estaba silencio.
Bostezó largamente y tuvo que cortar el bostezo cuando vio salir a alguien de la casa en ese momento.
Rectificó la hora y entornó los ojos. Eran las doce de la noche con veinte minutos.
Y de pronto alguien más salió detrás de esa persona.
Agudizó la vista y reconoció la manera de caminar de su hermana y de... Keren.
¿Y qué demonios hacían ellas a altas horas de la noche ahí?
Cerró con suma discreción la puerta y le puso seguro manualmente a las puertas para que no se escuchara la alarma y se encaminó a ellas.
Vio tropezar a Keren un par de veces pero Beatrice la sostuvo con firmeza, gesto que provocó una sonrisa en sus labios.
A medida que avanzaba detrás de ellas, supuso que probablemente iban en dirección a la farmacia que estaba más cerca de la casa. Pero no entendió por qué.
¿Acaso alguien estaba enfermo?

Dio un respingo cuando Keren volteó hacia atrás con recelo y él se escondió detrás de un coche justo a tiempo.
Se obligó a seguirlas en medio de la penumbra por donde los faroles de luz no alumbraban.
Y de repente, escuchó unos pasos detrás de él.
Retrocedió mecánicamente y se ocultó detrás de un cubo de basura.
Era Adam Peitz.
Él también las estaba siguiendo a hurtadillas.

Se preguntó cual era la razón por la cual ellas estaban actuando así, como si hubiesen cometido un crimen.
Caminó detrás de ellos a una distancia apropiada y se detuvo frente a la farmacia detrás de un camión. Y esperó.
Vio todo con lentitud: Keren sentada afuera de la farmacia esperando a Beatrice y después a Adam agarrandola con rudeza y asustandola.
Y escuchó absolutamente todo.
-¿Qué demonios haces aquí a esta hora? ¿No ves que es pasada la media noche?
-Adam-la vio balbucear horrorizada. Su bello rostro destilaba horror y miedo a la vez.
-No te lo volveré a repetir, Keren Natalie-sentenció Adam con cólera-¿Qué haces aquí?
-Vine con Beatrice. No he venido sola-se soltó de él con agresividad. Había recobrado su carácter y Set se alegró de ello.
-¿En qué están pensando? ¡Si no me doy cuenta que salieron, quien sabe que hubiera pasado!-exclamó, molesto.
-Calmate-le espetó ella-solo necesitábamos unas cosas para mañana. Recuerda que ya nos vamos a Nueva York.
-¿Por qué no me pidieron acompañarles?-se rascó el cuello mientras miraba a su novia pagarle a la encargada.
-No sabíamos si estabas despiero-y de nuevo Keren volvió a estar nerviosa.
-No importa. Yo siempre estaré disponible para ti, cariño-se acercó a ella y la besó cariñosamente en la frente-¿está Beatrice adentro, no?
-Sí.
-Entraré a comprar algo también. Entra.
-No. Necesito respirar aire, no me moveré de aquí.
-Bien. Cualquier cosa gritas.

Y Adam entró a la farmacia.

Y Set supo que ese era el momento adecuado para hablar con Keren.
Se quitó los lentes de sol y se acomodó el cabello mientras se acercaba a paso ligero hasta ella.
Esperó a que se diera la vuelta y la abrazó por detrás.
-Hola, amor. Te he echado tanto de menos.
El susurro de él le llegó a calar hasta lo más profundo de su ser a Keren. Se quedó estática en su sitio y cerró los ojos.
Pero no le respondió. Sino que se dejó llevar por él a la oscuridad de la calle.
-He venido a pedirte perdón por lo que te hice-murmuró él en su oreja y acariciandole la cintura-y a llevarte conmigo.




150 votos y sigo:3

Como hasta el otro viernes subiré, les dejaré este último cap de pilón xD porque estaba muy inspirada. Así que disfrutenlo y voten y comenten mucho:3

Y aquí les dejo una foto de Adam♡ [Chad posteó esta foto diciendo que ya salió de vacaciones de verano de la Universidad y que regresará a clases en septiembre xD creanlo o no, Chad Reeh (Adam) de verdad tiene 20 años recién cumplidos. El 14 de febrero los cumplió. Y técnicamente es el verdadero Adam. En julio podré tener su misma edad e.e]

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