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6

》Egon Peitz《
[NARRATIVA POR ÉL ]

Ha pasado dos días desde aquel maldito sueño. Y ciertamente no me siento bien. Es como si mi yo del pasado hubiese vuelto a mí y con mayor potencia. A la mañana siguiente al sueño, desperté con unas ganas incontrolables de golpear a alguien y matarlo.
Me froté los brazos para tratar de apaciguar aquella sensación y me quedé en la cama un rato más.
Una voz que había dejado de escucharla dentro de mi cabeza regresó y no he podido pararla.
》Eres un asesino. Tu "belleza oscura" es matar; no lo olvides《
Y me he puesto a pensar en Shelby y en lo que me diría si yo le contase lo que me estaba sucediendo. Ella había sido la persona que logró desaparecer aquella voz tediosa de mi cabeza y añoraba tenerla conmigo.

Sacudí la cabeza para alejar los malos pensamientos y me dediqué a tomar café con Elisabeth. Esa mañana opté por quitarme el collar y el anillo de Shelby para sentirme un poco más animado.
-Buen día, señor Peitz-me saludó el chico que era el encargado de cuidarme en mi habitación y lo miré con desasosiego. No le respondí al saludo y me miró con perplejidad-¿le sucede algo, señor?
-¿Qué te hace pensar que me sucede algo?-respondí a la defensiva y el chico parpadeó.
-Ha estado muy callado desde que recibió visitas.
-Estoy bien-espeté-ahora déjanos solos.
El chico, que hasta ese momento me percaté que desconocía su nombre, me envió una mirada con desdén y se retiró unos pasos para darnos privacidad a Elisabeth y a mí.
La bella mujer que tenía frente a mí, estaba absorta mirando el cielo con una gran sonrisa y por un breve momento se me figuró ver a Shelby en ella pero desistí. Me estaba volviendo loco de verdad.
-Mira el cielo-dijo Elisabeth sin atreverse a mirarme. Seguía emocionada mirando el maldito cielo.
-No me apetece, gracias-chasquee la lengua y me dediqué a contemplarla.
A pesar de que mi mal genio estaba a flor de piel, esa mujer me inspiraba ternura y un instinto protector.
Estuvimos un rato más juntos porque su cuidadora la llevó dentro al verla toser a causa del aire frío de la mañana.
Me quedé solo mirando el jardín y a los demás recluidos que pasaban el rato con sus familiares. Me estremecí un poco pero recordé que sentirme desdichado no me iba a llevar a nada, por lo que me levanté de la silla y busqué a mi cuidador que andaba a por ahí. Al verme, corrió hasta mí.
-¿A dónde va, señor Peitz?-me preguntó, con los ojos entornados.
-Si vuelves a decirme señor Peitz, te arrancaré la lengua-sisee-dime Egon.
La cara del chico palideció y asintió.
-Llévame al área de tenis. Necesito estirarme un poco.
Caminamos por todo el tedioso jardín fúnebre y nos situamos frente a la pequeña y sepulcral cancha de tenis que casi nadie utilizaba. Estiré los brazos por encima de la cabeza lo más que pude y oí crujir mis articulaciones.
Había pasado 20 años de mi vida sintiéndome miserable, triste y deprimido. Mi luto por Shelby Cash había terminado y era hora de retomar mi vida. Mi vida de siempre.
Tenía 45 años, más no 70, y aun podía recuperar mi físico y mi atractivo en poco tiempo. Así que voltee a ver a mi cuidador y este ladeó la cabeza con bastante confusión.
-¿Podrías dejarme solo una hora o dos?-le pedí de la manera más amable posible.
-No creo que sea...
-Mira, si quisiera haberme escapado de aquí, ya lo hubiera hecho-gruñí-y si quisiera verte muerto, ya lo estarías desde hace mucho tiempo.

Me causó gracia ver la cara horrorizada del chico. Extrañaba esas miradas aterradas cuando amenazaba a la gente y me sentí realmente bien.
-Estaré por aquí si me necesita, Egon-dijo por fin y se alejó con incertidumbre.
Cerciorandome de que se había largado, miré a todas partes por si había algún idiota por ahí y me quité la estúpida playera blanca. La tiré al suelo y toqué mi piel: Blanda y nada dura. Que decepción.

Respiré hondo y me coloqué boca abajo, mi pecho rozando el suelo y mis manos sujetando el peso de mi torso. Hice una mueca de cansancio al darme cuenta que mi maldito descuido provocó que mi cuerpo ya no estuviera ejercitado. Me sentía un anciano de 80 años.
Gruñí entre dientes y me obligué a hacer 20 lagartijas que dolieron hasta el infierno. Cuando por llegué a la última, mis brazos flaquearon y caí al suelo con el rostro, torso y brazos curtidos de sudor. Me faltaba el aire y estaba muy sofocado.
Tras recuperar el aliento, me di a la tarea de ejecutar otras 20 largatijas. Las cuales me costaron menos y sentí una inmensa felicidad por ello.
Luego de las lagartijas, a regañadientes me obligué a correr alrededor de la cancha más de diez veces, después hice sentadillas que dolieron como el infierno. Mis rodillas amenazaron con flaquear y resistí. Al poco rato me concentré en correr hacia el muro de cemento y de una patada girar al revés y volver a caer al suelo como solía hacerlo. Pero como sabrán, no funcionó y caí de espaldas sobre mi muñeca izquierda. Aullé de dolor y apreté la mandíbula. Sin embargo, a pesar del dolor punzante, volví a intentarlo seis veces más hasta que mi cuerpo reconoció lo que años atrás podía hacer y funcionó.
Logré que mis huesos y músculos volvieran a familiarizarse con el ejercicio rudo. Pero de ante mano sabía que en la noche el cuerpo me doleria como bendito y era una ganancia.
-¡Señor Peitz!-oí gritar a mi cuidador y volví el rostro sudoroso hacia él y lo fulminé con la mirada. Se detuvo abruptamente y se rascó el cuello-lo siento, Egon. Pero ya es hora de comer.
-Conozco el camino al comedor. Gracias-dije entre dientes y volví a centrarme en las vueltas que daría de nuevo por la cancha. Pero aun sentía la presencia de ese chico y gruñí.-¿no puedes dejar que haga las cosas yo solo?
-¿Qué le pasa? ¿Por qué actúa así? Usted es una persona muy diferente el día de hoy.
-No, hijo. Este es el verdadero Egon Peitz, el que conocías solo estaba de luto pero eso ha terminado-sonreí lobunamente- y si quieres que llevemos la fiesta en paz, no me molestes porque no me conoces en lo absoluto. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Ronnie-titubeó.
-Ronnie-repetí-haz el favor de... ¡Largarte de aquí!-vociferé.

En eso, alguien más se unió a la fiesta y nos miró de soslayo.
-¿Qué está pasando aquí?-quiso saber y yo puse los ojos en blanco. Me dediqué a frotar mi muñeca y no dije nada.
-Llevaba al señor Peitz a comer-respondió Ronnie mecánicamente.
-Pues eso será después porque tiene visitas.
Rápidamente voltee a verlo y fruncí el ceño.
¿Más visitas?
-Egon Peitz, a la sala de visitas-me ordenó el imbécil y asentí. No quería problemas en ese momento. Quien sea que había llegado para verme no se merecia el rechazo de mi presencia.
Recogí la playera del suelo y me la puse con dificultad.
Seguí al par de sujetos hasta la sala de visitas donde divisé a un tipo sentado en la silla con una sudadera negra y unos jeans del mismo tono. Su rostro estaba oculto por la capucha de la sudadera y fruncí el ceño. Me limpié el sudor y me acerqué con cautela. Hice lo posible para ocultar el dolor de mi mano y me senté frente a el.
-¿Hola?-dije tajantemente. Mi mal humor se había incrementado.
-Hola, papá. Soy Adam-respondió al tiempo que descubría su cara y me quedé paralizado.
Mi hijo había venido de nuevo a verme y no pude evitar sonreír.
Me levanté de la silla y rodee la mesa para abrazarlo. En cuanto lo estreché en mis brazos, sentí la calidez de su cariño en todo mi cuerpo y me estremecí.
El mal humor se había marchado. Ahora me hallaba feliz y tranquilo.
-Papá-susurró en mi hombro.
No obstante, le acaricié la cabeza con ternura.
-No pensé que volvería a verte tan pronto-murmuré y nos separamos para vernos a la cara.
Sus ojos mieles me recordaron a Shelby y un escalofrío me recorrió la piel. Era tan parecido a ella y tan parecido a mí. Le indiqué que se sentara y obedeció.
-De hecho vine a hurtadillas a verte-confesó. No me miraba a los ojos y se jugaba los pulgares de las manos con nerviosismo.
-¿Por qué? ¿pasa algo?
Adam no quería contestarme rápidamente y yo tampoco lo quería presionar a que lo hiciera; así que esperé.
-Necesitaba mucho verte y conocerte más-dijo por fin-y bueno, da la casualidad que tengo un problema y sé que eres el único que puede ayudarme.
-¿Qué clase de problema?-pregunté preocupado. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ayudar a mi hijo, volver a matar si era necesario.
-Tengo un amigo que hace dos días fue agredido por seis imbéciles afuera de un bar. Fuimos los dos a divertirnos un rato y cada uno se fue con una chica a pasarla bien-el rubor de sus mejillas me hizo sonreír-y pues, cuando me fui a casa, no supe que fue de él hasta cuando llegué a la escuela. Un amigo me contó lo sucedido. Hirieron a mi amigo justamente media después de que me fui.
Alcé una ceja en su dirección, meditando.
-¿Y por qué piensas que puedo ayudarte, hijo? Estoy encerrado aquí de por vida y créeme que de estar el libertad, encontraría a los culpables.
-A eso voy-me interrumpió-he venido con refuerzos-bajó la voz y tuve que inclinarme hacia adelante para escucharlo-y a media noche te sacaremos de aquí.

***

-Supongo que Adam se fue con sus amigos-dijo Keren, excusando a su hermano, ya que tenían que ir al aeropuerto a recoger a la chica de intercambio de Alemania. Ella se iría dentro de dos días después para ayudar a la chica a familiarizarse con todo y a advertirle sobre su hermanito.
-No importa. Él tiene una llave de repuesto, vámonos o esa chica se va a desesperar-eludió Caroline, cargando a Allen y Gabbe se quedó atrás para asegurar las puertas traseras.
-Vayan al auto, las alcanzo en un segundo-anunció y ambas le obedecieron.

Dentro del Peugeot, Keren se sentía muy nerviosa. Dentro de dos días ella también estaría viajando a un país desconocido y le aterraba no ser recibida como quería.
Pero su tía la tranquilizó con su dulce sonrisa.
-No estés nerviosa, cariño. Tu sueño es ser una excelente doctora y lo vas a lograr, ¿de acuerdo? Te irás solo por un año, y va a pasar súper rápido. Ya sabes que si tienes algún problema, no dudes en llamarnos e iremos por ti, ¿okey?
-Okey-asintió y se mordió la uña del pulgar-también tengo miedo por esta chica. ¿Y si no es buena persona? No quiero que sea grosera con ustedes.
-Si eso sucede, enviaremos una carta a sus padres y les diremos que vengan por ella.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.

Allen se pasó al asiento trasero para jugar con Keren en el trayecto al aeropuerto. A decir verdad, su pequeño primo le calmó los nervios durante un buen rato.
Su tío Gabbe le aseguró que no habría problemas y se quedara tranquila. Ya que iba a estar dos días más ahí para que le enseñara a la invitada como están las reglas de la casa.
Keren solamente había hablado con esa chica una vez por mensaje de Facebook hacía meses y después nada. Y ya hasta poco que le anunció de la llegada anticipada.
Miró por la ventana al darse cuenta que faltaba poco para llegar al aeropuerto y se estremeció.
-Necesitas jugar más-le dijo Allen, captando su atención.
-No es necesario, juega tú. Yo solo quiero verte.

Gabriel condujo durante diez minutos más y aparcó en el estacionamiento del aeropuerto donde se alcanzaba a escuchar los motores de los aviones despegando o aterrizando y las bocinas anunciando vuelos y un sinfín de murmullos de personas en el interior.
Descendieron del coche y los 4 se dirigieron hacia el interior del dichoso aeropuerto, el cual estaba infestado de personas corriendo con sus maletas por todas partes.
Estaban a punto de dar las seis de la tarde y la chica llegaría a las seis con quince minutos. Se sentaron en la sala de espera y Allen se desesperó demasiado rápido y Gabbe tuvo que llevárselo a pasear en lo que esperaban.

-¿En serio no tienes alguna idea de donde pudo haberse metido tu hermano?
-No. Es más, ni si quiera me responde a las llamadas porque tiene apagado su teléfono.
Caroline asintió con los labios apretados y entrelazó sus manos sobre su regazo con la vista puesta en su esposo y en su hijo que estaban jugando a unos metros de distancia, mientras que Keren se debatía entre echarse a correr directamente a su casa y olvidar lo del intercambio o esperar pacientemente a que esa chica llegara.
No pasó mucho tiempo cuando el aviso de la bocina la sobresaltó.
El vuelo desde Alemania ya había llegado. La chica ya estaba ahí.

》Adam Peitz《
[NARRATIVA POR ÉL ]

Luego de haberle contado a mi padre la manera en la que ejecutariamos su escape, estuvo totalmente de acuerdo a cooperar. Lo noté muy extraño y vivo a comparación a hacía dos días donde sus ojos no dejaban de derramar lágrimas, en cambio esta vez, su chispa de vida me emocionó demasiado.
-Vendremos por ti a la media noche-le recordé en voz muy baja antes de marcharme, pero alcancé a ver un brillo malicioso en sus ojos oscuros.
-¿Media noche? ¿por qué no ahora?-esbozó una sonrisa de lado y yo le devolví el gesto.
-¿Estás preparado para correr y golpear algunos traseros, papá?
-Créeme que siempre estoy preparado para eso-me contestó y de repente lo vi levantarse de la silla bruscamente-ve a la salidad y llama a tus amigos. Los veo allá en quince minutos y si no llegó en ese tiempo, rodeen el maldito lugar y esperenme en el muro que hay atrás.
-¿Qué? Pero quiero ayudarte...
-Adam, me ayudarás después. Si quieres que nadie muera aquí, tendrás que obedecer a tu padre-gruñó y entorné los ojos. Había soñado con esto, lo digo en serio.
Me mordí el labio y asintiendo, eché a correr a la salida, captando la atención de los guardias y de los demás recluidos.
No sabía lo que se ocultaba dentro de la cabeza de mi padre pero poco me importaba. Él había aceptado salir de ahí y para mí era un gran avance. Mi padre no estaba loco, mi padre estaba lleno de adrenalina como yo. Por eso compartíamos la misma sangre.
Cuando salí de ahí, Hunter, Carrick, Nathan y Mitchell me quedaron mirando con extrañeza.
-¿Qué pasó? ¿Hablaste con él?-interrogó Hunter con impaciencia.
El sol ya se había ocultado y estaban por dar las siete de la noche.
-Sí. Si en quince minutos mi padre no aparece por esta puerta, iremos a esperarlo en la parte de atrás-argumenté.
-Esto es una locura-dijo Nathan-una verdadera locura, Adam.
-Déjame aclararte que no fue idea mía meterte en esto, Nathaniel-graznee.
Carrick dio un paso adelante, desafiandome pero Mitchell y Hunter lo interceptaron justo a tiempo. Yo no me tocaba el corazón por nadie porque al momento de golpear a un imbécil, no paraba hasta verlo agonizar en el suelo.
-Alto, Carrick. No queremos que haya problemas-siseó Mitchell-y si te metes con Adam, vas a terminar en el hospital como Vince o peor.
-¿Entonces fue Adam quién hirió a Vince?-masculló Nathan.
Rodé los ojos con exasperación y cuando iba a replicar, unos gritos ahogados y un cristal quebrandose en el interior nos sobresaltó.
Hunter y Mitchell me miraron perplejos y encendí mi motocicleta. Los demás me imitaron pero no se movieron.
Esperamos quince minutos exactos, escuchando más y más gritos y unas alarmas sonar demasiado alto para mi gusto.
Y al ver que mi padre no salía y que los guardias cerraban las puertas, me incorporé a la calle a toda velocidad con mis colegas detrás. Rodeamos el lugar y dejé tirada mi motocicleta. Eché a correr al enorme muro de tres metros y me las ingenié para trepar.
-¡Te vas a caer!-gritó Nathan.
-Déjalo, si se parte el cuello es un bono extra-rio Carrick.
-Si te pateo el culo será para dejarte lisiado si no te callas-agregó Mitchell a la defensiva y yo reí.
Llegué al borde del muro y asomé la cabeza entre un árbol que me obstruia mi campo visual.
Grité como idiota cuando la cara de mi padre apareció en el borde y él cayó de espaldas de nuevo al suelo. Escuché una maldición de su parte y escalé hasta rodar por el otro lado para ayudarlo.

-¡Serás tonto! -me regañó y se sacudió el pantalón blanco-ya estaba a punto de salir.
-Pensé que necesitabas ayuda-balbucee.
-¡Alto, ahí Peitz!-dimos un respingo cuando tres guardias nos gritaron a unos pasos con armas en sus manos.
-¡Apoya tu pie en mis manos y sube!-me ordenó y yo negué con la cabeza.
-No quiero lastimarte.
-Tengo 45 malditos años, no 80, ahora hazlo-me gritó y coloqué mi pie entre sus manos entrelazadas y salté rápidamente al borde del muro.
Me quedé quieto mirando a continuación estaba por pasar.
Vi a mi padre sacar una arma igual a las que los guardias portaban y apuntarles directamente en la cabeza.

-¡Papá, no! -susurré pero mis palabras se las llevó el viento cuando él tiró del gatillo tres veces y los tres hombres cayeron al suelo, con un disparo entre ceja y ceja cada uno. Muertos.




|Me encantaría que este capítulo llegue a los 80 votos y muchos comentarios :c gracias por leer|

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