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¿Cómo era posible que ese chico de piel como la porcelana, cabello parecido al chocolate y ojos mieles podía hacerla sentir inestable? Desde hacía dos meses él era el que manejaba sus sentimientos y emociones a su antojo. Él solamente podía hacerla sonreír, y reír eufórica pero también podía hacerla enfadar o ponerla triste al mismo tiempo.
Ella no estaba segura de hecho lo correcto al haberlo rechazado cuando él le pidió matrimonio, puesto que las circunstancias que los envolvía en ese momento eran críticas. Su madre había sido asesinada, su hermano era un asesino y se iría a prisión en cuanto se recuperara y su padre estaba herido en el hospital.
Adam la había tratado mal luego de su rechazo, en todo el día la despreció y la miró con desprecio pero en ese momento de nuevo volvía a tratarla como una reina. No entendía que pasaba en su cabeza.
En el trayecto a su casa fue más largo de lo que pensó y comenzó a sentirse adormilada. Su cabeza se inclinó ligeramente sobre el varonil hombro de Adam y cerró los ojos. Sin embargo, en la deriva del sueño, sintió sus dedos acariciarle la mejilla con lentitud.
-Ya hemos llegado, panterita-le susurró al oído con ternura y ella abrió los ojos rápidamente-no te despiertes aun. Solo dame las llaves para abrir la puerta.
Pero ella no le hizo caso y se incorporó en el asiento. Sacó las llaves de su bolsa mariconera y también unos billetes.
Le pagó al chofer y bajaron del taxi.
-Si tenías mucho sueño, pudiste continuar durmiendo-le dijo él con desaprobación al verla abrir la puerta con brusquedad.
Al entrar, no encontraron nada fuera de su lugar. Todo estaba impecable como ella lo había dejado en la mañana después de los asesinatos.
-Descansaré mejor en mi cama-contestó ella de mala gana.
Adam la ignoró y se acercó a echarle un vistazo al patio. Todo tranquilo. No había señales del gato llamado Pato por ningún lado y eso lo tranquilizó.
Cuando él regresó a la sala, la vio de espaldas mirando hacia abajo.
Se acercó a ella y divisó que en sus abrazos estaba la urna de su madre.
-¿Cómo se llamaba?-le preguntó con amabilidad.
-Lourdes-respondió en un murmuro-pero le gustaba que le dijeran Lola.
-Oh, ya veo-dijo él y le deslizó los brazos en su cintura. La abrazó por detrás y posicionó su barbilla en el hombro de ella.
Beatrice sintió su respiración en el cuello y se le erizó la piel. Y dio un respingo cuando sintió sus manos situarse sobre las de ella. Él también acarició la urna con respeto y luego le besó el cuello con cariño.
Entonces Beatrice colocó de nuevo a su madre en el mueble frente a la imagen de la Virgen de Guadalupe y se quedó inmóvil, sintiendo el cuerpo aun de Adam en su espalda.
¿Acaso él quería reconciliarse con ella?
Él le apartó el cabello, poniendoselo en un sólo hombro y comenzó a besarle la piel de su cuello al descubierto.
-¿Qué haces?-quiso saber ella, controlandose.
-Estoy besando tu cuello.
-¿Por qué?
-Porque quiero y porque puedo hacerlo.
-¿Y si yo no quiero que lo hagas?-titubeó.
-Entonces pararía; sin embargo, sé que sí quieres que continúe-y deslizó su lengua hasta llegar al lóbulo de su oreja, haciendo que de nuevo se le erizara la piel ante su tacto explícito.
-No. Por favor, para-se apartó deliberadamente de él y se abrazó a sí misma, sin atreverse a mirarlo. Le dio la espalda y sacudió la cabeza.
-Discúlpame, no quería incomodarte-dijo Adam con incomodidad-si no quieres que te toque, no lo haré. Discúlpame. Yo pensé que te haría sentir mejor.
-Me harás sentir mejor si dejas de comportarte como un idiota-graznó Beatrice sin darse aun la vuelta-elige de una vez por todas si vas a amarme o a odiarme. No soporto esto.
-Te recuerdo que la que me rechazó fuiste tú.
-Pero tú me trataste mal y dijiste que te olvidarías de mí.
-Pues me dijiste que me marchara con mi familia y así estarías en paz.
Beatrice se odió por ser tan bipolar e idiota a veces. Decía cosas estúpidas y después se arrepentía.
Él tenía razón. Él estaba actuando conforme a la situación.
-¿No te das cuenta que estoy en medio de una crisis? Perdí a mi madre hace unos días y tengo los nervios a flor de piel. No sé que pensar ni decir. Es más, ni si quiera estoy segura si podré continuar con mi vida o moriré dentro de unos días.
-No le eches la culpa a la pérdida de tu madre-interpuso Adam con severidad. Sus ojos mieles ahora mostraban dolor y a la vez decepción-yo también perdí a la mía y aunque fui criado por mis tíos, pensaba que no podría seguir viviendo sin una figura materna a mi lado pero me di cuenta que en vez de lamentarme, lo mejor era pensar en lo que haría orgullosa a mi madre. Confieso que no he hecho casi nada que podría enorgullecerla pero amo la vida y cada día que pasa es maravilloso para mí-hizo una pausa para tragar saliva-y cuando te conocí, traté de odiarte pero honestamente no pude. Y terminé enamorado de ti con locura. No puedo evitar querer y amarte, Beth. Pero si quieres tener espacio para ti, te respetaré. No tiene caso presionarte si no sientes lo mismo por mí y lamento incomodarte con mis besos y caricias. Supuse que el sentimiento era mutuo.
A Adam le salieron las palabras más cursis del corazón y se sintió avergonzado. Trató de volver a odiarla cuando se enteró que su padre había sigo el culpable de la muerte de su mamá. Pero no lo logró. Es decir, Beatrice no tenía culpa de nada. Era aparte. Y ya no quería vengarse. Solo quería...
Solo quería amarla y estar con ella el mayor tiempo posible.
-¿Por qué piensas que el sentimiento no es mutuo?-contraatacó ella a la defensiva y volteó a verlo.
-No es difícil adivinar. Veo tu expresión de ahora con respecto a hace unos minutos cuando besaba tu cuello.
-Estoy contrariada solamente. No puedo pensar con claridad.
-Estoy un poco cansado de la situación, Beatrice-eludió él. Sus ojos mieles destilaban agotamiento-dímelo claramente.
-¿Qué cosa?
-¿Estás enamorada de mí? ¿me amas? ¿o solo yo me estoy haciendo ilusiones falsas contigo? Porque a decir verdad, en la cama y en la ducha parecías sentir lo mismo que yo.
-¿Acaso estás ciego, Adam? Es decir, mirame-se señaló a sí misma con furia-no soy nada sin ti ahora. Si me comporto bipolar y peleo contigo es por miedo a perderte.
-Ni si quiera aceptaste casarte conmigo.
-Porque no quiero lastimarte y tampoco quiero perderte.
-Eso no tiene sentido-frunció el ceño-en lo absoluto. Es solo una excusa barata pero estás en tu derecho de rechazarme, Beth. No te preocupes.
-¡Solo me quedas tú, Adam! ¡Eres literalmente todo lo que tengo ahora!-exclamó alterada-si no te quedas conmigo no sé que será de mí.
Caminó hacía él con pasos inseguros y le echó los brazos al cuello. Adam la apretujó a su cuerpo y la abrazó fuertemente.
-No digas eso. Solo soy un chico.
-Un chico que logré amar en solo dos meses-añadió, presa del pánico-olvida lo que te dije anteriormente. No te vayas. Quédate conmigo.
-Mi padre no dejara que me quede. Ven con nosotros a Nueva York, ahí estarás más segura y estaré contigo a todas horas.
-Acepto.
-¿En serio aceptas venir conmigo a Nueva York?-se mostró emocionado.
-Sí. Y también acepto casarme contigo, Adam.
-¿Bromeas?
-No.
-¿En serio quieres casarte conmigo?-él no podía respirar de la sorpresa.
-Si eso hace que yo pueda tenerte a mi lado todo el tiempo, entonces sí. No quiero que me dejes.
-¿Qué hay de tu padre y tu mezquino hermano?
-Pues he llegado a la conclusión que mi padre necesita terapia y con mi hermano... -se quedó pensativa, planteando una buena respuesta-a él le espera un largo lapso en prisión. No hay nada que yo pueda hacer al respecto.
Adam, quien aun la tenía abrazada, presionó más su cuerpo al suyo e inhaló su aroma de frutas salvajes que despedía su cabello. Olía delicioso.
Ella sintió su cálido aliento hacerle cosquillas en la oreja y dejó escapar un suspiro-gemido de placer. No obstante, él deslizó sus manos a su cintura y buscando deliberadamente sus labios, la besó.
Atacó su boca con desesperación como si ella en cualquier momento fuese a retractarse.
Le gustaba besarla, sentir sus delicados labios acoplarse a los suyos sin protesta.
Y al notar su rendición, lentamente la fue empujando hacia el sofá, sintiendo una leve sonrisa en sus labios mientras la seguía besando. Ya había adivinado lo que él pretendía en aquel momento y se sintió completamente seguro de que ella quería pasar un momento placentero a su lado para conmemorar la reconciliación.
Beatrice se dejó caer de lleno al sofá y Adam la atrapó y la colocó con suavidad en él, volviendo a besarla con desesperación.
El cabello rojizo de ella estaba extendido alrededor de su cabeza como un manto rojo que la hacia lucir angelical y perversa al mismo tiempo.
Agobiado por su peculiar belleza, se aventuró a pasarle los dedos sobre el contorno de su rostro sonrojado. Ella tomó su mano y se la llevó a los labios para besarsela.
-Creo que es pecado desearte tanto en este momento, Beth-dijo él con voz ronca. Sus ojos mieles ardían de deseo.
Ella sonrió, ruborizandose un poco más y negó con la cabeza.
-Quizás solo lo dices para que te vuelva a besar.
-Joder, no-susurró él con una sonrisa de lado y se inclinó más a ella, apretujandola con su cuerpo y colocando ambos antebrazos a cada lado de su cabeza y frotando su pecho con sus delicadas curvas. Beatrice retuvo el aliento y no dejó de mirarlo a los ojos. Sus labios casi se rozaban y ambos sentían la respiración del otro.
-Bésame-pidió ella, enrollando sus brazos alrededor de su cuello atrayendolo a sus labios-bésame y no pares esta noche.
Y Adam, como buen chico, obedeció a sus órdenes.
Comenzó a besarla como solo él sabía hacerlo y los dos se sumergieron a una noche sin dormir y sin ganas de parar. Se entregaron una vez más en la misma casa donde había ocurrido dos asesinatos y no les importó, puesto que en ese momento los únicos que importaban eran ellos; lo demás podía esperar.
☆☆☆☆
Caroline se echó a reír cuando Kevin le apuntó a la cabeza con la revólver, poniéndolo nervioso.
-¿Si yo fuera a matarte ahora, continuarías riendote?-le preguntó, ladeando la cabeza y sin bajar el arma.
-Supongo que no-se encogió de hombros y se acomodó el cabello detrás de las orejas sin dejar de mirarlo-pero sé que no vas a hacerlo.
-¿Por qué estás tan segura?-alzó sus rubias cejas en su dirección.
Y ella vaciló.
-Porque eres Kevin y yo soy Caroline, la chica que te adoptó temporalmente cuando no tenías a nadie, e incluso amé a tus hermanas antes de que ocurrieran los hechos escalofriantes que ya conoces-respondió con ligereza, dejándolo aturdido-ahora baja el arma y sigamos hablando. Me alegra mucho que ya sepas utilizarla, te puede beneficiar si en caso estás en apuros.
Kevin tuvo que guardar la revólver de nuevo en su ropa y resopló. Aquello no tenía sentido. ¿Por qué Caroline no lo creía capaz de ser el malo del cuento?
Se sentó a regañadientes de nuevo en el sofá y colocó su brazo izquierdo sobre el respaldo de este, posicionando su cuerpo en dirección a ella. Una pose atractiva, sin mencionar su tobillo izquiedo sobre su rodilla derecha y su mirada gris hielo mirándola fijamente con determinación.
-Tus ojos son muy bellos-ella lo elogió, sonriendo. Caroline emanaba ternura total, algo que a él le asqueaba pero ella era su amiga y cerca de provocarle náuseas, le dio ganas de abrazarla y se reprendió a sí mismo.
-Muchas gracias-le agradeció y tiró ligeramente de la comisura derecha de sus labios hacia arriba, transformandola en una sonrisa torcida y coqueta-y tú eres bella de pies a cabeza. Y lamento mucho haberte apuntado con mi pistola.
-Escucha-añadió ella, adoptando su misma posición en el sofá-jamás desconfiaria de ti, Kev. Eres la persona más pura e inocente del mundo a pesar de que ya seas un hombre hecho y derecho y cualquiera que diga lo contrario le daré una paliza.
Aquella respuesta sorprendió a Kevin y se llevó una mano a la barbilla para evadir su nerviosismo.
Entonces Caroline podía confiar en él hasta para saltar de un abismo.
¿Si le pidiera que se lanzara a las cataratas de Niágara con la promesa de cogerla antes de caer al agua, ella lo haría sin pensar y confiaria en él ciegamente?
-Caroline, en serio, no me conoces. Hay un 99% de certeza de que yo no sigo siendo el mismo de antes-insistió.
-¿Por qué te empeñas en decir que has cambiado? ¿por qué no me dices a qué te dedicas o que haces para pensar en ese cambio?-le soltó de sopetón, un poco disgustada.
Sin embargo, Kevin se quedó callado. Sus ojos grises se postraron en su regazo sin saber que añadir.
-¿Lo ves? No tienes ningún argumento válido para mis preguntas.
-No viene al caso hablar de eso-repuso. Su semblante se ensombreció y ella parpadeó, confusa. Ahora no podía pensar si Kevin hablaba con la verdad o estaba tratando de ocultar algo grave. Su expresión la desconcertó. Había adoptado a la perfección la misma expresión de Egon cada que mentía o retenía la cólera.
-Kevin...
-Caroline, creo que ya es hora de irme de verdad-agregó, sobresaltado y se levantó rápidamente del sofá.
Ella lo imitó y se acercó a él.
-¿Qué ocultas, Kevin?-le preguntó con vehemencia.
-Nada que pueda ser difícil resolver-contestó y se inclinó a ella y la besó la frente-pronto volveré a verte, lo prometo. Nos hemos vuelto a encontrar porque el destino así lo decidió y te doy mi palabra que esta no será última vez que nos veremos.
Y al término de sus palabras, se apartó de ella y regalandole una sonrisa brillante y maliciosa, se encaminó a la puerta.
Lo vio retirarse con mucha elegancia y esperó a escuchar el motor de su coche arrancar. Y hasta que no se cercioró de su marcha, no se permitió llorar.
Lloró desconsoladamente por él.
¿Cuánto daño le habían hecho a ese pobre niño inocente? Ahora era un hombre millonario, muy atractivo y vivaz, pero sus ojos no reflejaban la alegría de la vida y del amor. Él era como un zombie: Viviendo la vida solo por el simple hecho de respirar y no por placer.
No le agradó en lo absoluto la manera en la que él le dijo que había cambiado. Incluso portaba un arma consigo.
Por lo tanto, decidió descubrir lo que Kevin ocultaba. Él le había dado muchas señales para que ella lo averiguara y lo iba a hacer.
Varios amaneceres y anocheceres tiñó el cielo sin detenerse.
Keren consiguió rehabilitarse por completo hasta llegar al grado de darle de alta. Su herida logró cicatrizar lo necesario para tener de nuevo la movilidad absoluta de su brazo.
En cambio, Set fue trasladado a la prisión de Berlín con escoltas armados. Su espalda se curó del todo, pero quedando así una hermosa dedicación que casi lo volvió loco cuando se enteró.
El día que fue enviado a prisión, Keren estuvo presente cuando salió de la habitación del hospital con sus propios pies acompañado de policías.
Él le dirigió una gélida y fría mirada que la aturdió, pero Egon se encargó de abrazarla y reconfortarla. Egon Peitz miró con odio al rubio cuando este trató de acercarse a su hija y retrocedió alarmado, recordando la anterior paliza que le había dado.
-Me las pagarás caro-le ladró a Keren en alemán y ella apretó los labios.
-Y tú morirás si intentas lastimarla-masculló Egon en respuesta. Set no esperaba que él también dominara el alemán tan perfectamente.
-Vaya, aprendió a hablar mi idioma-se burló Set mientras lo esposaban entre dos policías.
-Te equivocas. Es mi idioma natal-le aseguró Egon.
Los ojos aqua de Set se entornaron y luego recuperó la expresión burlona en el rostro.
-Honestamente no me importa-graznó con irritación-solo recuerden esto-musitó y se aclaró la garganta-cuando salga de prisión, cada uno de ustedes-señaló con la barbilla a todos-me las van a pagar. Uno a uno, en especial tú, cariño-miró a Keren con desconfianza.
Egon dio un paso hacia él pero Austin y Thomas lo sujetaron del pecho antes de que se le abalanzara a Set.
El rubio sonrió de oreja a oreja y fue empujado por los policías.
-Andando, pequeño bastado-le dijo uno de ellos.
La realidad golpeó a Keren en cuanto lo vio salir por una puerta trasera rumbo a su desdicha.
Su corazón se le apretujó dentro del pecho y sintió que sus rodillas temblaban.
Le provocó tristeza y decepción darse cuenta de aquel destino que le esperaba a Set. Pero lo que más le preocupó fue Beatrice y el señor Rex.
Beatrice se había estado quedado en su casa en compañía de Adam y el señor Rex se ofreció voluntariamente a instalarse en un centro de rehabilitación; puesto que sus nervios estaban demasiados tensos. Aunque le dolió enterarse de lo de Set, supo que era lo correcto.
A la que menos le afectó lo del problema de Set fue a Beatrice. Ella lo tomó con calma y le deseó buena suerte mentalmente, porque hasta eso, se negó a estar presente el día en el que fue trasladado a prisión.
Los días pasaron, Keren aun no estaba lista para viajar a Nueva York porque necesitaba más reposo, por lo que Beatrice ofreció su casa para instalarse el tiempo necesario.
Adam y Beatrice optaron por reservarse su compromiso hasta que todo volviera a la normalidad y si que estaba funcionando.
El tiempo se estaba encargando de ello. De acomodar las cosas en su lugar.
A Adam le parecía cómico que nadie hubiera llamado a las autoridades para dar el aviso sobre la desaparición de los dos policías a los que había matado y que yacían enterrados en el patio. Se preguntó si tendrían familia o eran un par de fracasados sin vida social.
-No has hablado con Trenton Rex-le dijo Gabriel una noche, donde todos habían organizado una fiesta de cumpleaños para Beatrice y que en ese momento se encontraba en su mejor apojeo como para arruinar el ambiente.
Había sodas, bocadillos y pastel. Música clásica y regalos.
Ese día Trenton salió a festejar con su hija en compañía de todos.
-No creo que sea el momento oportuno-replicó Egon, sirviéndose más pastel. Ambos se encontraban en la puerta, mirando a la calle.
-Recuerdo haberte visto histérico con ese asunto de saber toda la verdad-agregó Gabriel con el ceño fruncido. Sus ojos azul eléctrico lo miraron con extrañeza.
-Bueno, el grano en el culo era Set-repuso Egon con los ojos en blanco-ese pequeño parásito está pudriéndose en prisión y no le veo tanto interés a regresar al pasado.
-¿Y no quieres cerciorarte de que Set es hijo de Norman y de Lola Calvin?-lo presionó.
-Pero eso ya lo sé. Es más que obvio.
-Deberías hablar con él y aclarar todo-le aconsejó-hoy está aquí con nosotros, mañana se regresa a ese sitio.
-Bien... ¡Pero primero déjame comer mi pastel en paz!-le gruñó en broma y Gabriel le dio un golpe amistoso en el hombro.
-Disfrútalo-le dijo y regresó al interior de la casa con su cerveza en la mano.
Por otro lado, Adam abrazaba cariñosamente a Beatrice frente a los presentes sin importarle nada en lo absoluto. Ella se revolvió risueña en sus brazos.
-Diecinueve años-murmuró él en su oreja.
-Me estoy haciendo vieja.
-Claro que no. Yo tengo veinte años y el otro año cumplo 21.
-¿Cuándo me dijiste que es tu cumpleaños?
-Es en enero.
-Ohh...
-Y el tuyo es hoy, 30 de julio-le besó el cuello y ella soltó una risita.
-Que observador-musitó con sarcasmo y sin dejar de reír.
-Perdóname por no haberte regalado algo en tu cumpleaños. Hasta mi papá, mi hermana, tu papá y mis tíos te regalaron algo y yo no.
-Adam, me has dado el mejor regalo desde hace mucho-repuso.
-¿Cuál?
-Tú.
-¿Yo?-frunció el ceño.
-Sí, tú. Eres mi regalo más preciado.
Adam estaba a punto de comerla a besos cuando alguien los interrumpió, pasando en medio de ambos y haciendo que se separaran. Beatrice rio y consiguió agarrarlo de la mano al ver a Keren mirarlos con picardía.
-Tortolos, no coman delante de un hambriento-soltó una risotada y Adam le alborotó el cabello.
Keren aun tenía algunas vendas en el hombro pero ya podía tener su brazos con utilidad.
-¿También quieres beso?-le preguntó su hermano con malicia.
-No, hermanito. Solo quiero comer hasta reventar-dijo y se acercó con vigor a la mesa donde habían tres pasteles diferentes y muchos bocadillos de donde escoger.
A unos pasos de distancia, se hallaba Trenton mirando con regocijo a su hija en brazos de Adam Peitz.
A su lado estaba Thomas bebiendo un poco de cerveza y sonriendo.
-No puedo creer que después de tantos años nos hayamos vuelto a encontrar y en pésimas circunstancias-objetó Trenton sin ánimos.
-La vida da mil vueltas, amigo-le dijo, soltando un suspiro.
-Todo pasó tan rápido... mi hijo está en prisión; Lola fue asesinada y mi hija está enamorada del hijo de Egon. Vaya contrariedad.
-Entonces, después de todo, te quedaste con Lola-observó Thomas con interés.
-Sí. La logré encontrar-asintió Trenton, pensativo-y no estaba sola.
-Estaba con su hijo de Norman, ¿no? Ese chico problemático, Set-Trenton volvió a sentir y esta vez con pesar y remordimiento-hasta es algo perturbador el parecido que tienen. Es decir, hasta están igual de dementes.
-Me alegro mucho que Adam no le haya sacado nada a Egon-farfulló Trenton-es una bendición y tampoco Keren.
-Pues ciertamente nadie lo sabe. Nadie los ha visto en una crisis como para dar por sentado que no van a tener la misma reacción que tenía Egon cada que perdía los estribos.
-Estuvimos en una crisis-le informó, con recelo.
-Pero no del todo fuerte. Pudo ser controlada, incluso Egon se calmó.
-Espero jamás surja ningún problema grave como para despertar el instinto salvaje de los gemelos.
-Ruego a Dios todos los días a que no sea así...
-¿De qué hablan?-interrumpió Austin con Egon y Gabriel a sus costados. Los tres hombres tenían los ojos rojos a causa de beberse la cerveza fría a pecho.
Gabriel, desde que se encontró con Trenton, no había dejado de mirarlo con cólera y repulsión.
-De que no queremos que Adam y Keren hayan sacado el instinto homicida de Egon-contestó Thomas con una sonrisa, mirando a Egon-ya sabes, ellos aun son unos chiquillos.
-¿Qué hay de malo que sean como yo?-preguntó Egon, poniéndose a la defensiva.
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