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Este capítulo las dejará con ganas de más 7w7
Disfrutenlo:3

Beatrice no dejaba de contemplar a Adam mientras él yacía dormido en su cama y cubierto con el edredón hasta la barbilla. Su pecho subía y bajaba lentamente al respirar, sumido en un sueño profundo; sin molestarse si quiera en los problemas que le conllevaría haber asesinado a dos personas en el piso inferior de la casa.
A pesar de que su rostro estaba enrojecido y un poco inflamado, se miraba hermoso y casi celestial.
A ella le importaba muy poco que él fuese un asesino demente, mientras no la lastimara, todo estaba bien. Y en especial ahora que habían compartido más que unos simples besos.
Se vistió con uno de sus jeans pescadores estilo militar y una blusa básica color melón. Se ató el cabello con una coleta y echándole un último vistazo a Adam, se deslizó a la sala para limpiar el desastre.
Le dolía brevemente las piernas y se ruborizó de solo recordar el momento anterior que compartió con el chico malditamente sexy que dormía en su cama.
Sacudió la cabeza para alejar aquellos recuerdos pecaminosos y logró encontrar una escoba y utensilios necesarios para eliminar el rastro de sangre que había por todas partes.
Se puso los guantes que usaba su madre para limpiar y se colocó un cubre bocas para así no sentir el olor rancio de sangre.
Comenzó barriendo los trozos de los jarrones y acumularlos en la cocina. Luego se encargó de sacar bolsas enormes color negras que eran especialmente para basura y metió ahí los fragmentos.
Empujó los sillones a un rincón para dejar espacio donde la sangre de Keren estaba adherida al suelo, mezclada con la de los policías.
Se acuclilló entorno al charco de sangre y comenzó a tallarlo con un cepillo pero ni si quiera utilizando la fuerza bruta logró borrar algo. La mancha continuó intacta y tomó medidas más drásticas.
Llenó un bote con agua y jabón y metió el cepillo dentro. Lo acercó de nuevo al círculo de sangre y comenzó a tallar con fiereza.
Al cabo de media hora, el piso estaba limpio pero el bote de agua y jabón estaba teñido de rojo. Y le dolían los brazos, la columna y las caderas.
Pero el esfuerzo había valido la pena. Llevó el bote de agua sucia al patio y lo regó en una esquina; lejos de donde Adam había enterrado los cuerpos.
Regresó a la cocina y se lavo las manos y la cara.
Acomodó los muebles y salió a la calle a tirar la bolsa de basura.
Roció aromatizante en toda la casa y se dejó caer en el sofá con cansancio.
La casa estaba completamente limpia y miró el reloj: 6 am.
Ya había amanecido y ella tenía demasiado sueño.
No fue a recoger las cenizas de su madre y tampoco fue al hospital a ver su padre y a su hermano. Y tampoco Adam a Keren.
Abrumada, optó por subir las escaleras y dormir un rato.
Cuando se deslizó al dormitorio, se encontró a Adam aun durmiendo plácidamente en su cama, destapado hasta la cintura.
Su rostro estaba más enrojecido pero menos inflamado.
Sus largas pestañas negras estaban situadas sobre sus mejillas sonrosadas y las aletas de su nariz se abrían lentamente al respirar.
Ella estaba extasiada de tanta belleza masculina.
Se quitó las sandalias y se tumbó junto a él, a una distancia  apropiada para dejarlo descansar. Se hizo un ovillo a la orilla de la cama y cerró los ojos.
Despertó horas después, al sentir algo suave recorrer su rostro de arriba abajo. Arrugó la nariz y abrió los ojos de soslayo.
Le ardieron por la luz y se acopló rápidamente a la habitación.
Su mirada se cruzó con los ojos mieles de Adam al otro extremo de la cama, pero su rostro estaba solo a unas pulgadas de distancia del suyo.
-Tal parece que te gustó lo de anoche-ronroneó Adam con voz ronca.
Sus ojos estaban ligeramente estrechados por el sueño pero su sonrisa era radiante. Parecía que Adam había olvidado los acontecimientos pasados y volvía a ser el mismo de siempre.
Pero ella no le respondió. Se quedó en silencio, contemplandolo.
-Oficialmente ya eres mía, panterita. Solo mía-su brazo izquierdo se deslizó por encima de la espalda de Beatrice y se posicionó a la altura de su cintura. Y él la acercó a su cuerpo hasta rozar sus narices.
-¿Por qué oficialmente? No entiendo-dijo ella, adormilada y suspiró, cerrando los ojos de nuevo, y sintiendo la respiración de Adam en sus mejillas.
-Soy el primer hombre en tu vida.
-Querrás decir el primer hombre entre mis piernas-le corrigió, soltando una risita tonta y se negó a abrir los ojos.
-Exacto. Y espero ser el primero, el último y el único.
Beatrice abrió los ojos y lo miró. Él la miraba fijamente.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Creo que he hallado a la chica que necesito en mi vida y por ende, no voy a dejarte escapar.
-¿Te das cuenta de que estás diciendo cosas sin pensar? De seguro estás sonámbulo.
-Por supuesto que no-sonrió de oreja a oreja.
-Adam, has dicho eso solo porque quizás te gustó tener sexo conmigo a pesar de que yo era virgen-se negó a creer en sus palabras-además, anoche te comportaste muy extraño conmigo.
-Maté a dos personas, ¿Qué esperabas? El Adam que tenía oculto en lo más remoto de mi cuerpo fue liberado por un rato, no era mi yo ordinario. Era mi yo oscuro-le explicó-y por eso mismo te digo que te quiero conmigo. Porque no me abandonaste ni  te pusiste como una loca a pedir ayuda.
-Estuve tentada a hacerlo-le informó.
-Pero no lo hiciste-le acarició la mejilla derecha con regocijo.
-He limpiado la casa-le dijo.
-¿Por qué no me despertaste para ayudarte?-juntó las cejas, sin dejar de acariciarla.
-Porque dormías tranquilamente. No quise molestarte.
-Tengo que compensartelo de alguna forma-dijo, su tono de voz tuvo un trasfondo pícaro y ella puso los ojos en blanco, esbozando una sonrisa.
Y se acercó a cuello con una sensualidad que le provocó casi taquicardia a Beatrice. Al momento en que sintió sus deliciosos labios sobre su piel, jadeó pero más fue un gemido de emociones encontradas.
Adam estaba desnudo completamente y eso quería decir que era muy probable que mantendrían relaciones sexuales en la mañana, eso que llamaba "Sexo Matutino".
-Estás sin ropa-dijo ella, cuando él la abrazó, metiendola a la sábana también.
-No hay nada que no hayas visto ya-le susurró en la oreja y ella sintió sus manos recorrerle la cintura y después sus pechos-y tampoco tienes nada que  yo no haya visto.

Horas más tarde, luego del magnífico sexo matutino, ambos compartieron la ducha y hubo más momentos candentes debajo del agua.
-A este paso voy a quedar embarazada.
-No creo. Es casi probable que no-repuso él, echándole jabón en la espalda mientras la abrazaba-además, ¿recuerdas cuando son tus días fértiles?
-Pues mi menstruación pasó hace unos días. Supongo que no hay razón para preocuparnos-se encogió de hombros y él le besó la nariz.
-¿Lo ves? Ahora relájate-abrió la regadera y el agua fresca les lavó el jabón y shampoo.
Al término de la ducha, Adam envolvió a Beatrice en su misma toalla y salieron al pasillo riéndose.
Pero el momento divertido colapsó cuando escucharon un ruido sospechoso en la planta baja de la casa.
Beatrice miró horrorizada a Adam y este apretó la mandíbula.
-Vamos, entra al dormitorio-le insto-cambiate, yo echaré un vistazo.
Ella entró a su habitación corriendo al momento en que él le quitó la toalla y cerró la puerta.
Con los pelos de punta y con el agua escurriendo de todo su cuerpo, comenzó a cambiarse como de rayo. Se puso su ropa interior, se enfundó los pantalones y una blusa floreada encima. Descalza, salió al pasillo y bajó sigilosamente a la sala.
No vio a Adam por ninguna parte pero fue siguiendo el hilillo de agua que había dejado a su paso.
El agua terminaba hasta el patio.
Y no había rastro de Adam por ninguna parte. Hasta que se armó de valor y echó un vistazo.
Y lo vio.
Vio a Adam trepando en el muro de otra casa, tras un gato lleno de tierra.
-¿Qué haces?-quiso saber ella.
-Ese estúpido gato estaba cavando el agujero-masculló, enojado y señaló con el dedo un punto alto por encima de su cabeza-vuelve cada que me doy la espalda.
Beatrice postró los ojos en un gato color marrón que miraba amenazadoramente a Adam en lo alto de una de las ramas del árbol del vecino.
-Es Pato-le dijo riéndose.
-¿Pato?-Adam frunció el ceño y bajó de un salto de donde estaba.
-¡Pato, vete de aquí!-le gritó Beatrice al animal y este saltó del otro lado, soltando un maullido de mala gana.
-¿Quién demonios le pone de nombre "Pato" a un gato?
-Mi vecino. Es mexicano-se encogió de hombros y entró de nuevo a la casa.
-Estoy manchado de barro-espetó, sulfurado-me limpiaré.
-Ponte cualquier ropa que encuentres en la habitación de mi hermano.
-No es mi estilo-gruñó, a mitad de las escaleras-y tampoco pienso usar su asquerosa ropa.
-Tendrás que usarla porque no trajiste ropa-le recordó con severidad-te estaré esperando aquí en la sala para ir al hospital a ver a nuestra familia y yo después iré por la urna de mi madre.

A regañadientes, Adam no dijo nada y subió dando zancadas a la habitación de Set, de ese cretino que tanto detestaba.
En lo que se vestía, Beatrice se acomodó un poco el cabello y subió en busca de su teléfono. Y aprovechó a maquillarse y a perfumarse. Entró a la habitación de sus padres y una agonía dolorosa cruzó su  pecho al ver la ropa de su madre en el ropero y sus cosas en el tocador.
Dejó escapar un largo suspiro y se sentó del lado donde ella dormía.
Aun persistía su aroma a fresas tropicales en la almohada.
Mientras olfateaba el olor cálido de su madre, su mano accidentalmente tocó la cabecera de la cama y escuchó un breve ruido que la dejó pensativa. Se escuchaba hueco.
Alzó la cara y miró la madera encerada con normalidad. Y con ambas manos empujó un poco hacia atrás y de nuevo el sonido sordo se escuchó. Se sentó rápidamente y con el ceño fruncido echó un vistazo a esa zona. Todo parecía normal, sin embargo, sintió como sus dedos se estancaban en una grieta pequeñísima. Con las yemas fue deslizándose en todo el largo y ancho hasta que dio a la conclusión que era un escondite.
¿Qué había dentro? No lo sabía pero estaba a punto de averiguarlo.
Con las uñas logró sacar una parte del cajón oculto y tiró con fuerza para sacarlo de un jalón.
Cayó de espaldas a la cama con el cajón en las manos.
Se incorporó y vio una manta negra dentro de una bolsa de plástico transparente.
Ladeó la cabeza y metió una mano para sentir el contenido.
De un manotazo lanzó el cajón lejos de ella y se precipitó a la puerta. La cerró con seguro y rodeó la cama para sentarse en el suelo, muy cerca de la bolsa de plástico y el cajón.
Era un arma. Una pistola. La había sentido con los dedos.
Su corazón comenzó a latirle con fuerza a cada segundo que transcurría.
¿Por qué su madre o sus padres en sí, guardarían un arma en la habitación?
Con nerviosismo, cogió la bolsa de plástico y deslizó el contenido de esta entre sus piernas.
Era una Revólver compacto S&W 60, y lo sabía porque cuando tenía 14 años, su padre le contó que tenía demasiadas ganas de que ella aprendiera a disparar y le dijo que una de sus favoritas era esa revólver, la cual el mango para sostenerla era color negra y lo demás completamente plateada. Y juró algún día iba a tener la dicha de comprarla.
Y vaya que la compró.
Era exactamente la misma descripción que su padre le había contado y la tenía en sus manos.
Semiautomática. Fabuloso.
Perturbada, la guardó enseguida con sumo cuidado y la ocultó en el mismo lugar; ya que quizás podría serle útil alguna vez.
Corrió al tocador y se arregló el cabello una vez más antes de salir al pasillo e ir por dinero a su habitación.
Entró a su dormitorio y abrió su caja "fuerte" donde tenía todos sus ahorros y los guardó en su cartera. Guardó su teléfono, cartera, audífonos, cargador y llaves en una pequeña bolsa mariconera que le atravesaba el pecho y bajó corriendo a esperar a Adam.
Al cabo de un minuto, lo oyó gruñir a la altura de las escaleras.
-La ropa de tu estúpido hermano es tan patética-se quejó, malhumorado y bajó tediosamente las escaleras.
Beatrice alzó las cejas al verlo con los pantoles de mezclilla de su hermano que le quedaba muy bien, y una playera gris con el estampado del martillo de Thor.
Su cabello chocolate estaba bien ordenado y sus ojos mieles estaban más vivos que nunca.
Las comisuras de los labios de Adam estaban curvados hacia arriba; un gesto cínico.
-Ni se te ocurra decirme que me va bien este conjunto asqueroso-le advirtió.
-Te ves horrible-le dijo ella.
-Gracias. Eso me hace sentir mejor-puso los ojos en blanco-¿nos vamos ya?
Ella asintió y optó por salir primero a la calle. Él la siguió.
Beatrice cerró la puerta con llave y se encaminó a la acera con Adam a su costado.
Sintió un poco de pena cuando él la miró a través del rabillo del ojo al caminar. Se sentía desnuda y expuesta a él, literal.
Así que evitó a toda costa cruzar miradas con él.
Caminaron unas cuantas calles debajo del sol matutino, sin hablar y sin mirarse, o bueno, sin que ella lo mirara.
Él se dio cuenta de su distancia.
-¿Me estás evitando?-la interrogó, de pronto y la tomó de la mano sin previo aviso.
Ella dio un respingo y sacudió la cabeza.
-En lo absoluto.
Y sus mejillas enrojecieron tenuemente.
-Mientes.
-No miento-replicó ella.
Y él entrelazó sus dedos con los suyos como una verdadera pareja de novios y Beatrice se puso más nerviosa.
-Beth, ¿algo te incomoda? Supongo que es por los asesinatos de anoche, ¿no es así? Aunque no entiendo por qué te pones así ahora. Incluso compartimos algo más que un beso, no lo olvides...
-Adam, estoy bien. No me importa que hayas matado a dos personas en mi casa-susurró, y afianzó su mano con la suya.
-¿Entonces por qué actuas rara?-quiso saber, frunciendo el ceño y deteniendola a mitad de la acera.
Como ella era tan pequeña, Adam tuvo que bajar de la acera para quedar más o menos a la misma altura. Aunque solo logró que Beth le llegara a la altura de la nariz, le agradó verla más de cerca.
Ella ocultó su bello y sonrojado rostro detrás de aquella maraña de cabello rojizo y rizado.
Confundido, le apartó el cabello de encima y vio su cara preciosa. Sus largas pestañas rojas acariciando sus mejillas ruborizadas y sus femeninos labios rosas humectados por brillo. Se quedó hipnotizado cuando Beth entre abrió su boca y su lengua se deslizó sobre sus labios para humectarlos más.
-Contéstame, por favor-le insistió él, sulfurado y tentado a besarla.
Entonces ella se mordió el labio inferior.
-Tengo vergüenza de verte a los ojos después de lo de anoche-dijo Beatrice por fin.
Los ojos mieles de Adam se abrieron como platos y un gozo enorme le recorrió todo el cuerpo.
Esbozó una sonrisa genuina y la besó ligeramente en los labios con calidez.
-Conmigo no tienes de que preocuparte, ¿okey? Eres hermosa, tierna y constas de un maldito cuerpo de infarto que volvería loco a cualquier chico, en especial a mí. Pero eres mía ahora, Beatrice. Espero que eso lo tengas muy en claro-se acercó a ella y le besó la punta de la nariz.
-Sí-susurró.
-Difícilmente te compartiría con alguien más. Solo habría una sola vez que lo haría-alzó las cejas con vehemencia.
Ella ladeó la cabeza.
-¿Cuándo?
-Cuando esté muerto. Solo hasta ese día te compartiría con alguien.
-Hablas como si lo nuestro fuera para siempre.
-Es para siempre-enfatizó.
-¿Cómo estás tan seguro?-alzó la barbilla como muestra de desafío.
-Eres la primera chica con la que tengo sexo sin protección.
-¿Y eso debe sentirme halagada?-frunció el ceño y lo fulminó con los ojos.
-Desde luego, porque mandé al carajo las consecuencias de dejarte embarazada-replicó, complacido-estoy dispuesto a tener un hijo contigo y hacerme cargo de él si eso llegase a ocurrir. Y déjame decirte que nunca estuvo en mis planes ser padre alguna vez y al verte, cambié un poco de parecer.
-Estás loco, Adam.
Y él se echó a reír y después le mostró una de sus sonrisas problemáticas y oscuras.
La miró detenidamente y la abrazó con fuerza un largo rato en la acera. Su pequeña figura cabía bien en sus brazos, era como si hubiesen nacido hechos el uno para el otro.

-¿Te casarías conmigo?-le preguntó un minuto después sin ningún tipo de diversión en su rostro. Estaba serio y parecía hablar muy en serio.







Muajajaja 7w7
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