49.
[NARRATIVA DE EGON]
Tuve que controlar el impulso de ponerme agresivo solo porque se trataba de mis viejos amigos, quienes no tenían ni la menor idea de lo que a mí hija le había sucedido. Así que aspiré con fuerza y exhalé lentamente para recuperar el aliento y la cordura.
-Pensé que jamás vendrían-se apresuró a decir Gabriel, acomodandose el cabello y sonriendo de oreja a oreja. Sin embargo, me mantuve sereno ante la respuesta de Austin y Thomas y del chico que los acompañaba.
-Hemos venido lo antes posible. Teníamos que arreglar todo para poder viajar-contestó Austin con desasosiego y volteó a verme.
-Sé que han venido hasta aquí por mí, pero les informo que en estos momentos yo no soy el problema-grazné.
-¿Qué ha pasado?-interrogó Thomas, parpadeando.
Me sorprendía que los años no pasaron en ellos. Apenas y habían envejecido. Solo tenían una que otra cana y ya. Aun mantenían aquel brillo juguetón y jovial en los ojos. Algo que yo jamás tuve, y que en alguna ocasión deseé tener.
-Sigannos, los pondremos al tanto en la cafetería. Aquí no es un buen lugar-dijo Gabriel.
Y yo rodé los ojos. Cogí el equipaje y comencé a arrastrarlo detrás de ellos.
Gabriel iba en medio de la pareja, caminando apresuradamente y yo me quedé atrás con el chico de ojos celestes mirándome con intriga y curiosidad.
-Usted debe ser mi tío Egon-le oí decir. En otra situación, lo hubiese dejado con la palabra en la boca y hubiera continuado con mi camino, pero ese muchacho era el hijo de mis amigos y no podía permitirme ser tan chocante.
-Desde luego-dije, sin saber si aquella era la respuesta que él quería escuchar.
-Yo soy Dylan Williams, el hijo de Austin y Thomas-se presentó y voltee a verlo. Me sonreía de oreja a oreja y tenía extendida su mano hacia a mí.
Se la estreché con educación y continué andando con la maleta.
-Mis papás me han hablado mucho de ti y he estado muy deseoso de conocerte-dijo, emocionado y arrugué la nariz.
Miré sus pasos que extrañamente se habían acoplado a los míos y suspiré.
Algo me decía que Dylan se había convertido en algún tipo de discípulo y la idea me causó gracia, por lo que esbocé una sonrisa ligera.
-¿Qué te han contado de mí?-le pregunté y mi pregunta lo tomó por sorpresa porque lo vi titubear.
-Pues que en su juventud eras un criminal experimentado y que no creía en el amor hasta que mi tía Shelby se cruzó en tu camino y cambiaste por completo. Y bueno, cuando ella falleció fuiste juzgado y por tus delitos fuiste a un centro psiquiátrico-respondió, sin respirar. Se detuvo un momento para recuperar el aliento y continuó:-Y hace unas semanas escapaste de ahí y ahora estás aquí.
Alcé las cejas automáticamente.
-Vaya, te han informado de lo más importante de mi vida-observé y tiré con más fuerza de la maleta de ruedas para apresurar el paso, ya que nos habíamos quedado hasta muy atrás y los demás ya nos llevaban como seis metros de distancia.
-Mis padres no querían dejarme venir-me informó, como si yo le hubiera preguntado.
-Ah-dije, sulfurado.
-Porque pensaron que ibas a estar asesinando personas, como si hubieses retomado tu antiguo empleo, pero no es así-dijo con voz cantarina. Y junté las cejas.
Ese chico hablaba demasiado para mí gusto y presentía que continuaría así hasta que fuera el momento de regresar a casa.
Apresuramos el paso y les dimos alcance a los demás, quienes ya estaban sentados en una gran mesa redonda de la cafetería del aeropuerto.
Me senté junto a Gabriel y el chico se sentó rápidamente a mi lado antes de que alguno de sus padres ocupara el asiento, puesto que ambos se habían levantado para comprar.
Gabriel me echó un vistazo y alzó las cejas en dirección a Dylan.
Me acomodé en la silla y junté las manos sobre la mesa en posición de oración.
Cinco minutos más tarde, Thomas y Austin regresaron y repartieron café helado a los presentes.
-Supongo que ahora podemos hablar tranquilamente-dijo Austin.
Acerqué mi café y comencé a darle vueltas con la cuchara con aire contrariado.
-Ni tan tranquilamente-dijo Gabriel con seriedad.
-Podrías comenzar desde cero-le instó Thomas, dándole un sorbo a su café.
-Ya les había comentado que Keren se fue de intercambio a Alemania, ¿no?-comenzó Gabriel y la pareja asintió-bueno, pues hace dos días falleció la madre de la chica que vino de intecambio cuenta de Keren-volteó a verme con cautela-y Adam la acompañó a Alemania para ir al funeral.
-¿A quién acompañó?-quiso saber Austin.
-A Beatrice. La chica de intercambio.
-¿Son novios?
-Eso parece-gruñí.
-Y la cuestión es-siguió diciendo Gabriel-que cuando Adam llegó a la casa de la familia de acogida con la chica, halló a Keren siendo violentada por el hijo de aquella familia.
Tanto Thomas y Austin abrieron los ojos como platos y me miraron rápidamente con la boca abierta. Incluso Dylan, pero este fue más disimulado.
Fruncí el entrecejo y me crucé de brazos.
Mi cólera no tenía por qué salir justo en ese momento, ya que los del aeropuerto me sacarían a patadas y lo que yo quería era ir a ver a mis hijos.
-¿Y saben qué es lo más impactante?-Gabriel alzó la voz dramáticamente.
Ellos negaron con la cabeza, muy atentos.
-El padre de la chica de intercambio es nada más y nada menos que nuestro viejo amigo Trenton Rex-dijo entre dientes.
-¿Qué?-exclamó la pareja con mucha sorpresa.
-Y estoy seguro que su pareja era Lola.
-A lo que da entender que esa perra murió hace unos días-mascullé con asco.
La hipótesis que se formó en mi cabeza luego de enterarme de aquella barbarie, fue esta: El imbécil de Trenton logró encontrar a Lola. Tuvieron dos hijos. Pero la chica no soportaba vivir con ellos por lo que solicitó un intercambio y mi hija se fue en su lugar y viceversa. El hijo que quedó allá al parecer resultó tener un instinto demencial, algo que no pudo haberle heredado a Trenton, ya que él nunca fue un homicida. Y lo que me llega a la maldita conclusión es que Lola Calvin tuvo un hijo de Norman White. Y ese hijo es el mismo que le puso las manos encima a mi hija.
Y no me había dado cuenta de lo que estaba haciendo cuando Dylan me agarró de la muñeca y me susurró: "Tío, tranquilizate. Nos están mirando todos"
Y no entendí bien a que se refería hasta que vi mi mano cerrada en puño en lo que minutos atrás había sido un vaso de vidrio y lo que quedaba eran trozos por toda la mesa con el café helado escurriendo por todos lados, revuelta con sangre de mi palma.
Parpadee aturdido y sentí una breve punzada de dolor al momento de abrir mi mano.
Gabriel tragó saliva y Thomas y Austin se apuraron a limpiar el tiradero.
Las personas que pasaban con sus equipajes parecía haber un imán en donde yo estaba porque volteaban a ver.
Dylan me entregó servilletas y con su ayuda me vendé la mano pero la sangre no dejaba de fluir.
-Tengo que ir al baño-me disculpé y retiré la silla.
Abrumado, me dirigí al baño de la cafetería con desasosiego. Apreté los dientes cuando por fin entré y me quité las servilletas para que el agua corriente me lavara la herida.
La sangre se mezcló con el agua y cerré los ojos ante el ardor.
Estuve un largo lapso con la mano bajo el chorro hasta que me di cuenta que ya no sangraba y me sequé con una toalla antes de salir.
Cuando volví a la mesa, ya no había rastro de lo que había pasado y los divisé esperándome muy cerca de donde estaba la nevera con refrescos.
Me acerqué con la frente en alto y la mano postrada en mi pecho.
-Tío, conseguí vendas y desinfectante-dijo Dylan de inmediato.
-Estoy bien. No lo necesito.
-Insisto. Te dolerá si la tienes por mucho tiempo así.
Y al cabo de diez minutos, ya me hallaba con la mano vendada. Dylan se encargó de llevar la maleta que yo llevaba con anterioridad y me ofrecí a llevarle su mochila pero se negó.
-Tu estás herido. Yo me haré cargo.
-Dylan es un buen chico-les dije a Thomas y a Austin cuando estuvimos vagando por el aeropuerto.
-Somos afortunados-replicó Austin, sonriendole a su hijo.
Tiempo después, Gabriel y yo nos alejamos un poco de ellos para poder hablar.
-¿Y cómo le voy a hacer para conseguir una pasaporte falso?-le pregunté.
-Eres Allen Landon ante la ley-siseó-solo trata de no ponerte nervioso al momento de enseñar tu identificación.
-¿Y ya les dijiste que nos iremos ahora a Alemania?
-No. Vamos, hay que decirles.
Nos acercamos de nuevo a ellos y enseguida Dylan se acercó a mi lado con una ligera sonrisa.
-No sé que opinan de esto-dije.
-Pero nosotros viajaremos a Alemania ahora, solo vamos a comprar el boleto y nos iremos-continuó Gabriel-Caroline se quedó con mi hijo, no sé si quieran acompañarlos o quedarse en casa en lo que volvemos.
Thomas miró a Austin y Austin nos miró a nosotros.
-Iremos con ustedes pero Dylan se queda con Caroline-repuso Thomas.
Y Dylan gruñó a mi lado.
-¡Yo quiero ir!-protestó.
-No. Esta vez no estoy de acuerdo-le espetó Thomas.
-¿Qué puede pasar? No hay ningún criminal suelto.
Gruñí.
-Tienes que obedecerle a tus padres, Dylan. Si ellos dicen que no, es no-musité.
-Está bien, no iré-dijo el chico de repente, con decepción.
Sus padres se sorprendieron ante su respuesta.
-Es un milagro que ya no insistieras-le dijo Thomas-Egon, eres bueno controlando a los adolescentes.
-Adam es tan rebelde que no puedo controlarlo-rodé los ojos-es bueno que sepas obedecer, Dylan.
-Entonces te vas a quedar en la casa-objetó Gabriel, gustoso-voy a llamarle a Caroline para que venga a recogerte.
-No es necesario. Iré en taxi, ya sé donde es-repuso el chico.
-Pero ha pasado tanto tiempo desde la última vez que estuviste aquí-le dijo Austi-¿estás seguro que sabes?
-Muy seguro. Ustedes váyanse-sonrió y le dio mi equipaje a Gabriel.
Gabriel, con su maleta y la mía, se alejó unos pasos para llamarle a Caroline.
Mientras que Dylan, Thomas y Austin se apartaron de mí para hablar en privado.
En lo que arreglaban sus asuntos, me quedé mirando fijamente un anuncio de hamburguesas y recordé a Shelby cuando solíamos comer juntos aquellas delicias. A pesar de que sentí un dolor fuerte en el pecho, una sonrisa asomó a mis labios. Una sonrisa triste y melancólica.
El bello rostro de mi amor apareció en mi cabeza y bajo mis párpados al momento de cerrar mis ojos un rato.
Shelby Cash, mi gran amor. El amor de mi vida.
Sus ojos mieles brillantes, su cabello castaño y su perfume delicioso.
Estaba a punto de suspirar cuando alguien me pasó empujando con demasiada fuerza, provocando que cayera al suelo de bruces.
Me levanté con cierta rigidez y alcé la mirada a aquella persona que me había embestido. Mi mano vendada me hacía ver indefenso, pero realmente no me hallaba así.
Por un momento, sentí seca mi garganta y un nudo se estancó justo en el medio.
Un escalofrío helado me recorrió la piel y un hormigueo en mi pecho, fuera de lo común.
Podría reconocer esos ojos grises en cualquier lugar. Esa cabellera rubia.
Me devolvió la mirada y se detuvo en seco, estupefacto.
Su mirada se tornó oscura y desdeñosa cuando el reconocimiento llegó a su cabeza.
La voz que se había apagado hacía mucho tiempo en mi cabeza regresó y solo para decirme "No le hables. Ignoralo."
Y le hice caso. Hice como si no lo hubiese visto y me acerqué a donde estaban los demás.
Cuando ya estuve mezclado entre mis amigos, voltee a ver por encima de mi hombro y él ya se había ido.
Me froté los brazos con desesperación y me obligué a tranquilizarme.
No podía ser él. Además, ese chiquillo vivía lejos de aquí y no podría haberme mirado de aquella manera tan fría y mezquina.
Ese sujeto no podía ser Kevin Black. Me negué a creerlo.
*****
Kevin iba casi corriendo por todo el aeropuerto en busca de Steve; su padrino, quien lo estaba esperando en la camioneta en la salida en lo que él había ido al sanitario. Por fin había vuelto a Nueva York, donde su vida se fue a la mierda.
Donde quedó completamente huérfano y solo.
Esos pensamientos lo deprimieron pero trató de mostrarse sereno y con una gran sonrisa al momento de encaminarse a la salida y no levantar sospechas.
Apresuró el paso un poco más para no perder más tiempo y tropezó con las agujetas de sus tenis, perdiendo el equilibrio pero gracias a que alguien estaba situado frente a él, amortiguó su caída. La persona cayó de bruces al suelo y se levantó titubeante.
Tenía una mano vendada y algunas canas en su cabello oscuro le indicaron que quizás era un hombre maduro pero bien ejercitado, puesto que su cuerpo parecía el de un muchacho menor de 30 años. Y al momento que alzó la mirada para verlo, Kevin se quedó pasmado y de piedra en su sitio.
Aquellos ojos negros como la noche le enviaron una mirada de llena de incertidumbre.
Parpadeó, incrédulo y lo reconoció enseguida.
La serenidad que había mantenido todo el rato se le fue de las manos y sintió mucho coraje al verlo en libertad. Y también verlo con mucha juventud.
En ese preciso momento deseó darle una patada en la cara y acabar con él, pero había demasiadas personas que abogarian por él si en caso peleaban. Y lo único que le quedó fue marcharse, aunque sea lejos de su vista.
Ahora que ya lo había encontrado, en el sitio menos pensado, no lo iba a dejar ir tan fácilmente.
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