41
Beatrice se sintió aliviada pero a la vez destrozada. Adam parecía estar más que dispuesto a acompañarla incluso hasta el fin del mundo, sin embargo no iba a dejar que lo hiciera.
-No. No puedes venir conmigo, esto es un asunto personal y necesito volver cuanto antes-repuso, sorbiendo por la nariz-además tú no deberías estar aquí, te habías ido con tu familia.
-Regresé a quedarme contigo-dio un paso a ella-e hice bien en volver porque me necesitas en este momento.
-Te lo agradezco, pero ya me voy-se dio la vuelta y comenzó a bajar las escaleras con dificultad, puesto que sus maletas pesaban demasiado.
Él se apresuró a ayudarla, cargandole la maleta más pesada y bajaron hasta la sala.
Beatrice se acercó a él y le quitó la maleta de las manos.
-¿Piensas irte sola? ¿en serio?-preguntó Adam incrédulo.
-Sí. Vine hasta aquí sola y puedo regresar a casa también-cuadró los hombros y abrió la puerta de la calle-adiós Adam, fue un placer conocerte.
Levantó una mano y la sacudió de izquierda a derecha. Un saludo breve. Un saludo frío. Un saludo final.
Pero Adam no iba a quedarse conforme. Así que avanzó hasta quedarse situado frente a ella y la abrazó con fuerza.
-Voy a ir contigo aunque no quieras-le susurró-puedes golpearme, insultarme y demás, pero de esta casa no sales sola; ni mucho menos vas a irte en ese avión sin mí, ¿entiendes?
-¡No!-exclamó ella, empujandolo pero él no la liberó-ya fue suficiente, Adam. Esto no es ningún juego. Mi madre fue asesinada y yo necesito ir cuanto antes a darle mi último adiós y me estás haciendo perder el tiempo y...
Se le quebró la voz y le fue imposible continuar hablando. Y Adam intensificó el abrazo, protegiendola. Cuando ella se vino a dar cuenta, él también había roto a llorar. Beatrice sabía que Adam tampoco tenía mamá y que sabía lo que ella estaba sintiendo en ese momento, por lo que le correspondió al abrazo. Y asintió.
-No me dejes sola-le pidió.
-No lo haré-le aseguró-te llevaré a darle tu último adiós, solo déjame ir por dinero y mi teléfono.
Beatrice accedió y dejaron de abrazarse.
Ver a Adam llorar le partió el corazón más que saber de la muerte de su madre.
¿Por qué ese chico influia demasiado en sus sentimientos y emociones?
Se quedó pensativa al respecto y lo esperó. Cinco minutos después él ya estaba de vuelta y llevaba su mochila de la escuela atravesada en el pecho.
-Guardé dinero, mi teléfono, cargador y otras cosas. Vamos.
-¿Qué hay de tu familia? Se van a preocupar si no te encuentran aquí. Además Allen quedará solo.
-Les dejaré esta nota-sacó un papel de la mochila y un bolígrafo-les diré que no se preocupen por nosotros. Y Allen está dormido, no hay problema con él.
-¿Qué les vas a escribir?-se acercó para leer lo que él escribía.
"PAPÁ, TÍOS, BEATRICE Y YO TUVIMOS QUE IRNOS. HA PASADO UNA TRAGEDIA EN CASA DE ELLA Y VOY A ACOMPAÑARLA A ALEMANIA. NO SE PREOCUPEN POR NOSOTROS. ESTAREMOS BIEN.
LOS QUIERE, ADAM. p.d: Papá, ni se te ocurra perder la cabeza, ya estoy lo suficientemente grande para pensar en lo que estoy haciendo".
-¿Era necesario poner esa posdata?-preguntó Beatrice sonriendo entre lágrimas.
-Muy necesario. Mi papá es obsesivo y tenía que dejarle en claro todo-suspiró y metió de nuevo el bolígrafo-vamos, o si no nos van a detener.
Cogió las llaves y la ayudó a sacar las maletas.
Pidieron un taxi rumbo al aeropuerto y se dirigieron hacia allá.
Adam se encargó de abrazar a Beatrice en todo el trayecto. Ella recargó su cabeza en su hombro, sintiéndose tranquila. Sacó su teléfono y encontró un mensaje del teléfono de Set.
Lo leyó con los ojos entre cerrados:
"¿Vas a venir?"
Aspiró hondo y comenzó a contestarle:
"Sí. Tomaré el primer vuelo que salga a Berlín y no iré sola"
A lo que su hermano le respondió minutos después:
"¿Con quién vienes?"
Y ella le respondió al instante:
"Con alguien que no te importa.l. nos vemos pronto y cuida a papá"
Y Set replicó:
"QUE TE JODAN.l. APRESURATE"
-No entiendo porque ese cretino te trata tan mal-argumentó Adam, asustandola.
-Es de mala educación leer los mensajes ajenos-repuso ella.
-Alcancé a leer el último mensaje por error. No era mi intención-replicó con la mirada puesta en la ventana y poniéndole una mano sobre su mandíbula. Su caricia volvió loca a Beatrice que no se contuvo por más tiempo y lo agarró del rostro con firmeza, tomandolo por sorpresa.
Sus miradas se encontraron y ella lo besó. Por muy estúpido que le pareció, comenzó a llorar en medio del beso. Patético. Pero a él no le pareció importarle porque la besó con más intensidad.
Se la pasaron besándose todo el camino y acariciandose el uno al otro hasta que por fin llegaron al aeropuerto.
Adam le pagó al chofer y se encargó de llevar las maletas.
El aeropuerto estaba repleto de personas a pesar de ser las diez de la noche. Adam jamás había viajado en avión y le emocionó la idea de hacerlo. Buscó a Beatrice con la mirada y esta lo fue siguiendo hasta donde vendían los boletos.
-Yo me encargo de los boletos, ve a la sala de espera-le indicó y él obedeció.
Se deslizó hacia allá y consiguió un asiento junto a un anciano que dormía con la boca abierta y con niños a su alrededor.
Con la nariz arrugada, Adam le dio la espalda y se dedicó a ver a Beatrice a lo lejos y mientras la esperaba, sacó su teléfono.
Entró a la agenda y buscó el número de su hermana y le dio a la opción de mensaje de texto.
Comenzó a escribirle pero se arrepintió y lo borró. Así estuvo alrededor de cuatro veces. Escribía y después borraba.
¿Qué le iba a decir? ¿Qué iba a ir a Alemania? No. Era mejor que ella se sorprendiera al verlo llegar con Beatrice.
-Nuestro vuelo sale en tres cuatro horas-le dijo Beatrice diez minutos después. Sus ojos estaban rojos e hinchados, señal del dolor y de las lágrimas.
-Hay que esperar entonces-movió las maletas y se dio unas palmaditas en las piernas-siéntate un rato.
Beatrice se sentó en sus piernas y logró acomodarse de lado para abrazarlo y que él la abrazara. Recargó su oreja en el pecho de Adam donde pudo oír a la perfección los latidos de su corazón y cerró los ojos.
-Eso es. Duerme-le dijo él con calidez-te despertaré cuando llegue el momento.
Ella asintió y dejó escapar un gran suspiro.
Adam se recargó en el respaldo y comenzó a acariciarle los hombros y a besarle la frente, arrullandola.
Las personas que pasaban con su equipaje se quedaban anonadadas al ver la escena y sonreían con dulzura. Adam se ruborizó constantemente pero no le importó. Le encantaba que lo vieran abrazando a su chica. Incluso una señora de más o menos la edad de su tía Caroline se acercó a preguntarle si eran novios.
-¿Es tu novia?
-Sí-contestó sin pensarlo y la señora esbozó una sonrisa genuina.
-Eres un muchacho muy romántico, ¿lo sabías?
-¿Por qué?-le ardió la cara de pena y sonrió.
-Porque no cualquiera se toma la molestia de abrazar a su novia y más en estos momentos.
-¿A qué se refiere?-Adam dejó de sonreír y juntó las cejas.
-Su rostro-señaló la cara sonrosada de Beatrice-se ve triste y sé que ha llorado.
-Sí. Ella está triste-tragó saliva y suspiró-su mamá murió y vamos a ir a verla.
-Oh, pobre pequeña-se lamentó la señora, aferrando su equipaje y de su bolsillo sacó algo que le entregó a Adam-cuando despierte, debes dárselo.
-¿Qué es esto?-Adam agarró la pulsera tejida que llevaba la estampa de la Virgen de Guadalupe de México que la señora le había dado.
-Está bendecida en la Basílica de Guadalupe en México. Esto le dará las fuerzas suficientes para afrontar este obstáculo tan doloroso-le explicó.
-Gracias, pero, es de usted y no creo que...
-Es de corazón, muchacho. Mi fe está en Dios y tu novia necesita esa fe y teniendo la pulsera la tendrá-le palmeó el hombro-me tengo que ir, me esperan mis hijos en el estacionamiento. Buen viaje.
Y se alejó de él, dejándolo perplejo.
Examinó la pulsera y se sintió lleno de paz.
No esperó a que ella despertara para ponérselo en la muñeca, así que se la colocó y ella se revolvió entre sus brazos sin despertar.
Habían transcurrido tres horas exactamente cuando Adam por fin comenzaba a dormirse también, cuando escuchó unos pasos corriendo y seguido de gritos alterados.
Parpadeó aturdido dándose cuenta que ya no estaba el anciano ni los niños a su lado y que todas las personas miraban horrorizadas hacia la salida.
-¿Qué pasa?-le preguntó a una chica que iba pasando a toda prisa hacia los asientos.
-Hay una familia entera que entró como loca al aeropuerto y están exigiendo saber si hay un chico y una chica aquí que van a viajar a no se donde-balbuceó en respuesta y se sentó varias sillas más atrás, aferrando su equipaje.
-¿Qué? ¿están armados?
-No. Pero uno de ellos parece un demente. Tiene ojos de loco-murmuró, nerviosa.
Y Adam supo que se trataba de su padre.
Apretó la mandíbula y se obligó a no moverse de su lugar. Su padre o quién sea podía hacer cualquier escándalo pero eso no iba a detenerlo.
Momentos después alcanzó a ver a su tío y a su papá caminar hacia él con firmeza. Atrás de ellos iba Carolines con el rostro pálido.
Advirtió que el que estaba más molesto era su tío en vez de su padre.
Apretujó más a Beatrice y los fulminó a ambos con la mirada con la barbilla en alto.
-¿Crees que con una simple nota ibas a irte así como así?-le increpó su padre con calma. Su rostro estaba rojo pero al parecer se estaba controlando.
-¿Están locos o qué?-masculló su tío en voz muy alta, haciendo que Beatrice abriera los ojos y se asustara.
-Calmense-siseó Adam, y Beatrice lo abrazó a un más-esto no es algo delicado. Si se calman, se los explicaré.
-Santo cielo, ¿Qué tiene Beatrice?-preguntó su tía, acercándose.
-Sucede que asesinaron a la madre de Beatrice-soltó Adam, con amargura-y voy a acompañarla a su casa.
Tanto Egon, Gabriel y Caroline se sorprendieron.
-Oh, cariño-gimió su tía y corrió a sentarse junto a ellos.
Todo rastro de enfado se esfumó de los rostros de su tío y de su papá.
-¿Por qué no nos llamaron cuando se enteraron?-cuestionó Egon, cruzandose de brazos. Él andaba vestido con jeans de mezclilla, una playera manga tres cuartos color celeste que le quedaba muy bien y unos tenis.
-De hecho yo quería irme sola pero Adam insistió en venir conmigo porque lo necesito-explicó Beatrice, dejándose abrazar por Caroline sin apartarse de Adam.
-Lo siento mucho-murmuró Caroline y Beatrice le sonrió con tristeza.
-Lo sentimos mucho, pequeña-dijo Gabriel-pensamos que solo se querían fugar o algo.
-No irás Adam-interpuso Egon con seriedad-murió su madre, es cosa suya y merece privacidad.
Adam lo miró boquieabierto al igual que sus tíos. ¿Acaso Egon estaba jugando?
-¿Por qué no?-quiso saber Gabriel.
-He dicho que no, McCall-siseó Egon.
-Antes viajabas por todo el mundo cuando se trataba de Shelby-le recordó Gabriel con incertidumbre-¿Por qué ahora le prohibes a tu propio hijo hacer lo mismo?
Egon no respondió. Se quedó mirando sus pies durante unos segundos y luego alzó la mirada a Gabriel, la cual se tornó fría y oscura.
-No es lo mismo. Shelby estaba en peligro, Beatrice no lo está y Adam puede apoyarla en su luto quedándose aquí y esperar a que ella vuelva-sentenció por fin.
Adam apretó los puños y respiró hondo, controlandose. ¿Qué demonios le pasaba a su padre?
Beatrice le acarició la cara con calidez y se acercó a su oreja para susurrarle:
-Tu papá tiene razón, Adam. Tengo que ir sola, no te preocupes por mí-y se levantó de su regazo. Se alisó los pantalones y agarró su equipaje.
Adam se levantó de un salto y caminó directamente hacia su padre. Ambos eran muy altos, solo que Egon le llevaba algunos centímetros de ventaja y tenía más cuerpo que su hijo.
-¿Dónde quedó mi padre, a quién yo idolatraba hace semanas?-le gruñó, encolerizado.
-Aquí está-repuso Egon; señalandose el pecho-nada ha cambiado.
-Te recuerdo que soy mayor de edad y puedo viajar a donde yo quiera. No vas a detenerme, ¿entiendes? Por mí estás aquí, afuera, respirando aire y siendo una persona normal-le siseó con coraje.
Egon juntó las cejas y un músculo palpitó dentro de su mandíbula. Su mirada cambió drásticamente a cuando era joven, donde se estaba preparando para atacar y matar a su oponente.
Gabriel se dio cuenta de ello y se aproximó a él.
-Es tu hijo, maldita sea. No te atrevas a tocarlo-lo amenazó.
Pero Egon no le hizo caso y descruzó los brazos, claramente molesto.
Adam continuó mirándolo con ira, sin ningún temor de recibir un golpe de parte de su padre.
Entonces Egon gruñó, fue un gruñido parecido al de una bestia y cogió a Adam del cuello con fuerza y lo tiró al suelo, haciendo que él se golpeara la frente con el frío mármol y viera estrellas.
-Has estado tanto tiempo sin una figura paterna y por eso es que eres un chico rebelde que piensa que por ser joven puede hacer lo que quiera sin que nadie le diga nada-dijo Egon, rojo de molestia-pero soy tu padre y si no pude educarte cuando eras pequeño, lo haré ahora.
-No-musitó Adam, levantándose con agilidad.
Beatrice había casi gritado cuando Adam fue derribado pero Caroline la agarró antes de que se metiera y la golpearan también. Sin embargo Gabriel se había puesto entre Adam y Egon.
Y las personas estaban horrorizadas mirando el espectáculo. Y era raro que ningún policía se hubiese acercado ya a detener aquella confrontación.
-¡Basta ya!-ordenó Gabriel-es absurdo.
-No te metas, Gabriel-le espetó Egon.
-La única figura paterna que tengo es mi tío Gabriel McCall-le siseó Adam con rabia-él merece llamarse mi padre y apuesto que si te hubieras muerto, mi madre se hubiese enamorado de mi tío y ella continuaría viva.
Aquellas palabras encendieron más la cólera de Egon y fue tan rápido que cuando todos se dieron cuenta, Adam soltó un alarido de dolor al tiempo que su padre le soltaba un puñetazo en la mejilla.
Gabriel perdió la cabeza y empujó a Egon.
Caroline y Beatrice corrieron a agarrar a Adam pero este se limpió la sangre que le había salido y se le fue encima a su padre.
-¡Alto todos!-vociferó una voz gutural y se quedaron quietos justo antes de crear un desastre. Egon retrocedió unos pasos y se compuso la playera con arrogancia. Gabriel se pasó una mano por el cabello y tanto Caroline y Beatrice suspiraron aliviadas. Pero Adam no le despegó los ojos de encima a su padre.
-¿Qué sucede aquí?-masculló el policía con desdén.
-¡Se estaban peleando!-gritó la misma chica que le había informado a Adam sobre el desastre y Egon deseó matarla con la mirada.
-Este es un aeropuerto y las peleas callejeras se hacen afuera, a más de dos kilómetros de distancia-espetó el policía con cara de pocos amigos-así que como gente civilizada les ordeno que abandonen estas instalaciones o usaremos la fuerza bruta.
Adam gruñó y avanzó hacia a Beatrice. Ella lo abrazó y él la agarró de la mano con fuerza.
-Nosotros ya nos vamos. Nuestro vuelo sale en diez minutos-anunció Adam con dureza.
Sintió la mirada lacerante de su padre sobre su persona pero no le importó. Los policías asintieron y se alejaron unos pasos.
Beatrice y Adam se despidieron de Gabriel y Caroline, excepto de Egon; quien los miraba con soslayo y rabia.
A paso decidido, caminaron hacia donde estaban recibiendo los boletos y escucharon las bocinas anunciar su vuelo pero no sin antes pasar a revisión.
Colocaron el equipaje en donde debía ser y después varios encargados los registraron.
-Limpios-les oyeron decir y avanzaron agarrados de las manos hacia la señora que recibía los boletos.
Beatrice se los entregó y entraron corriendo, temiendo que Egon hiciera alguna tontería. Pero no pasó nada. Subieron al avión y se sentaron junto a la ventanilla.
Adam, por alguna extraña razón se sintió pésimo. La tensión de minutos atrás le provocó nervios y ansiedad.
-Necesitas curarte la mejilla-le dijo Beatrice, avergonzada-lamento tanto que te hayas peleado con tu papá. Es mi culpa.
-No es tu culpa, y tampoco mía. Él no sabe ser buena persona cuando es necesario-musitó-no sé como es que mamá lo aguantó demasiado.
-Nunca me has contado como murió ella-observó Beth y sacó un pañuelo de su bolsillo. Y comenzó a limpiarle la sangre seca que tenía el rostro.
-La asesinó un enemigo de mi padre-explicó, tragando saliva-él no se lo perdona todavía.
Beatrice dejó de limpiarle la cara y se quedó mirándolo fijamente. Él notó como poco a poco sus ojos verdes se cristalizaban.
-Oh, perdóname. No debí decírtelo-le pasó el brazo por encima de sus hombros y la atrajo a su pecho-lo que menos quiero es que te sientas triste.
-No estoy triste-sollozó-solo que ahora te entiendo. Siento que por fin puedo entenderte.
-¿Sí?-ladeó la cabeza y la miró con ternura-soy el chico más incomprendido del mundo.
-No lo eres. No ahora.
-Quizás porque llegaste tú y me entendiste.
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