31
Adam aguardó pacientemente en la sala de la casa a que Beatrice bajara y así por fin marcharse.
No podía sacarse de la cabeza su imagen. Su cuerpo enfundado en aquel vestido púrpura y sus ojos verdes mirándolo.
Repentinamente se acordó de Regina Gil, la chica con la que se había enrollado la noche en la que habían atacado a su amigo Vince y sacudió la cabeza. Beatrice era mucho mejor que ella en todos los aspectos, y hasta eso, a Adam no le apetecía tener sexo con la panterita esa noche, solo ansiaba poder darle el collar y pasar un buen rato. Nada más.
Beatrice era lo que parecía ser, su complemento. Era la única persona a la que él se había abierto un poco sin temor.
Tenían muchas cosas en común.
Al tiempo que pensaba en ella y la esperaba, se recostó en el sofá y cerró los ojos.
Minutos después, escuchó el coche de su tío Gabbe llegar y un segundo más tarde se abrió la puerta principal. Sus tíos entraron con un sinfín de bolsas y se levantó para ayudarlos.
-Gracias, hijo-le agradeció su tía con una sonrisa.
Sin embargo, Adam apenas y la escuchó. Colocó las bolsas del súper en la mesa y volvió a sentarse en el sofá.
Aparentemente se miraba tranquilo y relajado, pero por dentro, Adam apenas podía pensar con claridad; por lo que Gabriel tomó asiento junto a él y lo sujetó del antebrazo.
Adam volteó a verlo y vio que en su regazo descansaba una caja rectangular y entornó los ojos.
Era una caja de un iPhone 6 Plus.
-¿Qué es esto?-preguntó, abrumado.
-Es tuyo-le contestó su tío con una radiante sonrisa.
-¿Qué?
-Sí. Perdiste el tuyo hace unas semanas y bueno, tu tía Caroline fue la de la idea-miró por encima del hombro de Adam y le sonrió a su esposa.
-Eh, estoy un tanto desconcertado...
-Te has portado muy bien estas semanas y te mereces este teléfono-añadió su tía, abrazandolo cariñosamente por detrás.
Adam esbozó una sonrisa y abrió la caja con brusquedad. Y de tanto emoción por poco se le resbala el aparato de las manos pero logró sujetarlo y se rio con nerviosismo bajo el escrutinio de sus tíos.
-¡Es estupendo! ¡Muchas gracias en verdad!-les agradeció e hizo algo que no hacía desde hacía meses. Los abrazó con fuerza, tomandolos por sorpresa y a la vez con alegría.
-Solo cuidalo. Oímos que son los de moda en este tiempo-le aseguró su tío y Adam asintió-ya ingresamos nuestros números en la agenda y también anotamos el tuyo. Necesitas cargarlo cuando ya no tenga nada de batería.
-Le queda aun el 80%-le informó a Gabriel y este sonrió.
-Tienes bastante para tu velada de esta noche-le susurró y Caroline soltó una risilla. Adam se ruborizó y meneó la cabeza de un lado a otro con vergüenza.
-¡Tío Gabbe!-le riñó.
-Ya, solo fue un inocente comentario-le dio un codazo amistoso y la pareja de esposos se levantó del sofá-¿y tú papá?
-En su habitación-le contestó Adam con los ojos puestos en su nuevo móvil.
-¿Y Allen?-preguntó Caroline.
-En mi habitación...-la voz de Adam era mecánica y todo se debía al teléfono, ya que su atención estaba fija en él.
Gabriel puso los ojos en blanco y agarró a su esposa de la mano para que no se enfadara y la llevó a la cocina.
Cinco minutos después Beatrice bajó a la sala con cierta timidez. Sus ojos verdes recorrieron toda la estancia y cuando tropezó con el rostro perfilado de Adam en el sofá, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y suspiró. Se subió la cremallera de su chaqueta y avanzó con pasos torpes hacia él. Su cabello rojizo milagrosamente se había dejado domar y eso le brindó seguridad.
-Ya estoy lista-dijo, aclarandose la garganta a propósito.
Adam asintió sin alzar la mirada y guardó algo en su bolsillo antes de levantarse.
Y al momento en que él la miró, se quedó livido y azorado.
Beatrice se había maquillado y era lo más cercano a una hada. O más bien lo más cercano a la perfección. También porque ella optó por cumplir sus deseos de llevar el vestido púrpura con una una chaqueta encima.
A él le entraron ganas de besarla en ese momento pero estaba seguro que sus tíos estaban espiandolos desde algún punto y prefirió no darles un espectáculo.
-Vestido púrpura-le dijo con una sonrisa angelical pero que prometía muchos, muchos problemas. Sus ojos mieles tenían un brillo malicioso y excitante.
-Por supuesto-replicó ella, sonriendole de la misma manera y provocándole un espasmo interno a Adam, que disimuló bastante bien con un gesto.
-Entonces vámonos-extendió su mano hacia ella. Beatrice, sin pensarlo dos veces, deslizó su mano sobre la suya y se dejó arrastrar por él hasta la puerta.
El aire frío le caló los huesos pero se dio cuenta que mientras estuviera en compañía de aquel chico rudo de ojos mieles, el frío era lo de menos y estaría completamente segura a su lado.
Lo acompañó hasta la acera donde estaba la motocicleta y esperó a que él se montara para después hacerlo ella.
-Ponte el casco-le ordenó él.
Y ella obedeció. Su melena roja quedó oculta debajo del casco plateado y volteó a verlo.
Adam se subió primero y la ayudó pero Beatrice se adelantó y se acomodó detrás de él con una sonrisita en los labios que solamente ella notó.
-Eres una panterita salvaje-le gruñó él y sonrió.
-Y tú eres muy parecido a un León recién domado.
-¿Un León?-le quitó el frenó de mano y se arremangó la chaqueta a la altura de los antebrazos.
-Sí. Comenzando con el color de tus ojos-abrió la vicera del casco y logró verle el cuello a Adam con más nitidez. -¿Qué hay con el color de mis ojos?-interrogó, divertido sin animarse a encender el motor.
-Son del color de la miel vista a través del sol-se sintió tonta luego de decirlo y se apresuró a continuar-por otra parte, tu carácter. Has cambiado mucho desde que te conocí y es por eso que utilicé la teoría del León recién domado.
-Un León domado y una panterita salvaje-susurró él en voz baja, pero haciendo lo posible para que ella lo escuchara y así fue-somos una extraña combinación, cariño.
Y dicho eso, se acomodó en el asiento y encendió la motocicleta, provocando el ronroneo y el rugir del motor, listo para correr.
Emprendió el trayecto a toda velocidad y Beatrice sonrió por debajo del casco. Podía sentir que volaba. La sensación sumamente helada del aire nocturno la llenó de adrenalina pura y se acercó más a su espalda.
Adam era un chico muy rudo, sin decir que no llevaba casco y no le importaba soportar el aire frío sobre su cara.
Él condujo durante un rato, yendo por las calles, esquivando coches, personas y cortando el aire. El frenesí de su conducir estremeció a Beatrice a cada momento.
¿Por qué al instante de sentarse en aquella motocicleta con él, le gustaba demasiado? A ella jamás le llamó la atención esa clase de locura, ¿por qué ahora sí?
No entendía las intenciones de Adam para con ella. Estaba actuando tan extraño, tan... diferente. Beatrice esperaba que ese paseo no se tratase de algún tipo de declaración o cualquier cosa relacionado al romanticismo, ya que ella no estaba preparada para eso. Su cabeza solo estaba centrada para los estudios.
Se preguntó por un momento en qué haría Keren Peitz en su lugar. ¿Aceptaría salir con un chico rudo a pesar de estar lejos de su país? No. De seguro Keren Peitz alejaría esos pensamientos y le pondría toda la atención a la escuela.
Y rápidamente pensó en Set. Y al pensar en él, le entraron ganas de vomitar. Le rogaba al cielo que su hermano no hubiera hecho de las suyas con Keren.
Sería un error gravísimo que a su hermano se le ocurriera enamorar a la hermana de Adam solo por el simple hecho de divertirse. No se podía imaginar la catástrofe que se armaria, sin contar que el padre de Keren era un ex criminal y quizás viajaría a rescatarla pero no sin antes matar a su hermano por haberle hecho daño.
Sacudió la cabeza de la maraña de pensamientos estúpidos y se dio a la tarea de ir viendo las calles de Nueva York. Los faroles de luz eran líneas rápidas que terminaban y empezaban a toda velocidad.
De pronto, Adam se detuvo de golpe y ella cerró los ojos con fuerza y se aferró a su cintura.
-¿Qué pasa?-le preguntó, desconcertada.
-Maldita sea-le oyó mascullar.
-Adam, ¿Qué pasa?-le repitió con dureza y él resopló, poniéndose tenso.
Pero no contestó rápidamente.
Se quedó mirando todo a su alrededor, con las manos puestas en los manubrios y haciendo gruñir el motor.
Beatrice alzó la vicera del casco y miró entorno. Estaban en una calle sin salida y con poca luz. Y el aire era más frío.
-¿Adam, dónde estamos?-susurró, asustada. Aquella situación no le agradó en lo absoluto.
-No entiendo por qué nos siguen, yo iba a pasar a verlos más tarde-masculló él, entre dientes-Beth, sujetate, voy a dar vuelta en U y es probable que pase a chocar con un auto.
-¿Qué?
Beatrice perdió el color de su rostro y tragó saliva.
-No es personal. Solo guarda la calma, ¿okey? No va a pasar nada-le aseguró, pero había un dejo de esperanza en su voz, como si él mismo deseara que fuese verdad.
-¿Alguien nos está siguiendo?-preguntó en un hilo de voz. Y temblando, comenzó a quitarse el casco.
-¡No te lo quites! ¡Pontelo!-le gruñó y ella le obedeció.
-Por favor, dime qué ocurre...
-Tengo muchos enemigos, más de los que imaginas y creo que algunos de ellos son personas con las que he pasado buenos ratos pero por alguna razón quieren tener problemas conmigo-respondió con los dientes apretados-no te preocupes, esta noche va a ser estupenda. Solo deja que me encargue de un asuntillo. Así que no te quites el casco y agárrate fuerte, ¿podrás hacerlo?
-Sí, puedo hacerlo-repuso ella con decisión.
Sin embargo, algo dentro de su pecho le decía que habría problemas y que Adam no tenía idea de como salir ilesos de ellos. Pero reunió valor y lo hizo sentir seguro con un cálido abrazo.
-Vamos, tú puedes, Adam-le susurró-eres el rey de estas calles, confío en ti.
Adam soltó una risita idiota y rápidamente cambió su expresión a neutral. Sus ojos mieles estaban fijos en la nada y se acomodó en el asiento, listo para dar la vuelta. A través del espejo lograba notar los faros apagados de la camioneta que los había seguido hasta ese momento y temía que no pudiera esquivarla justo a tiempo.
-¿Lista?
-Lista.
Hizo rugir el motor y aceleró con agilidad por la calle sin salida e hizo girar la motocicleta a 180 grados hasta quedar de frente a aquella camioneta. Cambió de velocidades y aceleró como nunca lo había hecho. El aire le azotó con fuerza en la cara pero eso lo motivo a continuar y a no vacilar.
Mientras que Beatrice se mantuvo acurrucada en su espalda, rezandole a Dios para que nada pasara.
Adam aceleró aun más y la camionetas encendió las luces para darle a entender que se detuviera, pero él no lo hizo, sino todo lo contrario. Apretó la mandíbula y los puños entorno al manubrio.
De pronto la susodicha camioneta comenzó a retroceder velozmente a medida que él iba acercándose. Iba en reversa y Adam no pensaba detenerse.
Pero cuando él pensó que había logrado escabullirse del todo, la camioneta frenó y aceleró para embestirlo, lo cual provocó que Adam cambiara de dirección y se deslizara dentro de un patio ajeno y rompiera la cerca que mantenía asegurada la casa. Los trozos de madera les cayó encima pero Adam no se detuvo, recorrió todo el patio hasta salir del otro lado.
-¡Cuidado!-gritó Beatrice al tiempo que la misma camionetas salía de entre las calles contrarias de nuevo a atacarlos.
Adam gruñó y frenó de golpe.
-¡No quiero problemas!-le gritó a los que conducían la camioneta.
No obstante, las luces del coche se encendieron y se apagaron varias veces, dando a entender que se acercara.
-Ni se te ocurra ir hacia ellos.
-De seguro es uno de mis amigos que me está gastando una broma-replicó incómodo.
-No me dejes aquí sola.
-No puedo dejar que vengas conmigo. Quédate aquí en la motocicleta y si ocurre algo, ¡huye! Huye a casa y ve por mi padre.
-Se suponía que hoy íbamos a estar divirtiendonos...
-Y lo haremos. Solo dame un minuto.
Y se desmontó de la motocicleta con aire sulfurado. Le envió una mirada a Beatrice y esta tomó su lugar y apretó el manubrio en lo que miraba a Adam encaminarse a la camioneta que estaba a solos cinco metros de distancia.
La puerta de la camioneta se abrió y Adam guardó su distancia con los brazos cruzados.
Beatrice se levantó la vicera del casco y estrechó los ojos para agudizar la vista.
Adam apretaba la mandíbula con frenesí y sus ojos mieles ardían en llamas esperando a que el que conducía bajara para enfrentarse a él.
Al final de cuentas, el sujeto por fin se deslizó fuera de la camioneta y Adam alzó las cejas.
Era un tipo alto, fornido y de cabello oscuro. Estaba a la altura de Adam pero su rostro era imposible de ver. Pero lo que captó su atención fue una pulsera negra con luces rojas que tenía en el tobillo. El sujeto parecía estar bajo libertar condicional.
Intercambiaron palabras y el ambiente era tenso. Adam apenas y le contestaba porque estaba molesto.
Viéndolo asentir, Adam descruzó los brazos y se dio media vuelta cuando el sujeto volvió a subirse a la camioneta.
Adam volvió a donde ella estaba y Beatrice no le despegó la mirada de encima a la camioneta hasta que se hubo marchado.
-¿Qué pasó? ¿quién era?-le preguntó, ansiosa.
-Es el imbécil de Mitchell. El idiota quería molestarnos-hizo una mueca-vámonos.
-¿Por qué quería molestarnos?
-Está idiota-la miró de reojo-¿vas a conducir tú?
-No, no. Lo siento-se movió de lugar y él se sentó adelante de ella.
Adam se situó en su lugar y retomó el camino en dirección a las calles transitadas. Estaba furioso y sulfurado.
Mitchell y Nathan lo habían estado cazando desde que salieron de casa y la excusa a su cacería fue que solamente estaban esperándolo a que llegara a la casa de ellos por la mercancía. Pero Adam no se tragó sus palabras, por lo que optó conducir hasta las afueras de Nueva York.
Beatrice apenas era consciente de que se estaban alejando de la ciudad y estaban adentrándose a la carretera que conectaba con otro Estado y se desconcertó.
Le apretó los hombros a Adam y levantó la vicera del casco para protestar.
-¿A dónde vamos, Adam?-gritó con todas sus fuerzas.
-A ninguna parte. En unos minutos regresaremos, no te preocupes-le aseguró y continuó conduciendo en la negrura de la carretera. Eran las únicas almas que iban deslizándose por ahí y ella decidió confiar en él.
El aire era menos frío y más soportable que en la ciudad. Así que sacudió la cabeza y disfrutó del pequeño viaje. Al cabo de diez minutos, Adam se detuvo.
Le ordenó a que se quitara el casco y bajó de la motocicleta pero ella no.
-Sé que este lugar no es muy romántico-comenzó a decir él, jugando con las correas del casco que yacía en las piernas de Beatrice sobre la motocicleta-pero no quiero que alguien más nos interrumpa.
-¿Nos interrumpan haciendo qué?-a ella se le subieron los colores.
Adam torció sus labios en una sonrisa lobuna y ella tragó saliva.
-Escucha, Beth-dijo, y extendió una de sus manos y la deslizó en su mejilla hasta situarla por debajo de su barbilla-soy un chico que no quiere compromisos aun ni mucho menos una relación seria-hizo una pausa, evaluando la expresión de ella y continuó-pero déjame decirte que me gustas mucho. Y te lo digo de frente porque en este momento estoy sientiendo esa atracción por ti y no quiero esperar más tiempo.
-Adam, ¿Qué?
-Me gustas mucho, Beth. Y quiero saber si yo también te gusto-se acercó un poco a su rostro y haciendo una breve inclinación, la miró a los ojos-solo dímelo, ¿yo te gusto de la misma manera en la que me gustas tú?
Beatrice se quedó pasmada y con la mente en blanco. Se relamió los labios pensando en qué responder. Por supuesto que le gustaba. Por supuesto que estaba loca por él. Pero no podía decírselo. Simplemente no podía.
-Adam, yo...
-¿Sabes qué? No me contestes ahora mismo-sonrió delicadamente-quiero darte un obsequio.
-¿Un obsequio?-ladeó la cabeza con curiosidad.
Y él asintió.
-Espero sea de tu agrado, tienes que cerrar los ojos y sujetar tu cabello para dejar libre tu cuello.
-Está bien-titubeó y lo obedeció.
Se recogió el cabello dejando absolutamente su cuello descubierto y sintió a Adam situarse detrás de ella y acariciarle levemente la piel.
-No te muevas-le susurró él.
Y ella se mantuvo quieta, reteniendo el aire en sus pulmones.
Sintió algo frío alrededor de su cuello mezclado con las manos cálidas de Adam.
Abrió los ojos de repente y se encontró con los de Adam, mirándola con regocijo. Sus ojos brillaban y su sonrisa seductora esperando a que ella viera lo que tenía en el cuello.
Beatrice bajó la mirada y vio el dije de Revólver que descansaba en su pecho, brillando bajo el reflejo de la luna.
-¿Qué es esto?-preguntó.
-Un collar.
-Sí, pero, ¿por qué?
-Le perteneció a mi madre y ahora te pertenece a ti.
Los ojos verdes de Beatrice se abrieron como platos y negó con la cabeza.
-No... no entiendo nada...
-Mi padre me lo ha dado y dijo que te lo diera porque confía lo suficientemente en ti y sabe que eres digna de llevarlo puesto.
-¿Tu papá...?
-Sí. Es sorprendente pero estoy de acuerdo con él. Te ves preciosa portandolo.
-No sé que decir. Esto es muy inquietante-se llevó una mano a la frente y con la otra se recargó en el asiento de la motocicleta.
-Solo conservalo y responde a mi pregunta-le insistió él, sin dejar de sonreír.
-¿Qué pregunta?-se hizo la desentendida para ganar tiempo.
-¿Yo te gusto?
-Si te respondo con honestidad, ¿Qué pasará después?
-Todo depende de tu respuesta.
-¿Y si mi respuesta es sí?
-Te besaría como un loco hasta que me pidas seguir besandote porque no puedes vivir sin mis besos.
-¡Vaya!-Beatrice se echó a reír y él se dio aires de suficiencia-que egocentrismo.
-Y si tu respuesta es "no", pues te llevaría a cenar como ya estaba planeado desde el principio-murmuró con voz vacilante.
-Entonces mi respuesta es "no"-contestó Beatrice con una gran sonrisa-no me gustas Adam.
-Suerte que tú a mí sí-y con fiereza, se inclinó a ella y la besó sin pedirle permiso.
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