26
Dicen que cuando dejas de respirar más de un minuto, tus pulmones comienzan a colapsar. Y algo similar le sucedió a Adam Peitz, solo que en vez de sentirse mal por no respirar un minuto, casi se desmaya a los diez segundos de contener la respiración al ver en cámara lenta los movimientos entre su padre y su tío.
Egon dejó de reír cuando vio a Gabriel.
Gabriel entornó los ojos al ver a Egon riendo con su esposa.
Caroline se quedó inmóvil en su sitio sin saber que hacer o decir.
Beatrice tuvo ganas de bostezar pero optó por quedarse quieta junto a Adam.
-Egon-dijo Gabriel con voz dura.
-McCall-repuso Egon con la mandíbula apretada.
La situación era la siguiente: Ambos hombres se miraban con incertidumbre y rabia. Adam no sabía si era rabia por no haberse avisado que se encontrarían ahí o simplemente por celos. Así que decidió romper el hielo de la manera más sutil, porque también necesitaba aclarar el asunto sobre la identidad falsa con su padre.
Se aclaró la garganta y dijo:
-Papá va a quedarse a vivir con nosotros y si quieren hablar sobre ello; propongo que vayamos a la sala...
-¿Desde cuándo estás aquí?-Gabriel le ladró a Egon y él elevó una ceja, con suspicacia.
Beatrice tuvo un mal presentimiento, por lo que retrocedió unos pasos. Reconocía esas miradas: Heladas, frías y punzantes como el hielo.
-Como una semana y unos días más o menos; ¿por qué?-respondió Egon, esbozando una sonrisa mordaz, poniéndole los pelos de punta a Gabriel.
-Pensé que vendrías mañana-interpuso Caroline con el labio inferior tembloroso.
Pero Gabriel no le hizo caso y miró a Adam con desdén.
-¿Tú lo ayudaste a escapar, verdad?-su tono era amenazante.
-Bajale tres rayas a tu tono de voz, McCall-siseó Egon, estrechando los ojos-no olvides que es mi hijo.
-Por lo mismo que es tu hijo, ¡Cometió una estupidez al ayudarte a escapar!-exclamó Gabriel estresado-¿no te das cuenta, Egon? La policía te busca y si te encuentra; te llevarán a prisión. Cadena perpetua y levantarán cargos hacia Adam por haberte ayudado y a nosotros también por tenerte aquí. Y yo no quiero problemas con la justicia.
-No puedo dejar solo a mi padre-masculló Adam a la defensiva y Beatrice lo sujetó del pecho para que no avanzara hacia a su tío y él gruñó pero no se movió.
-Deberías calmarte, cariño-susurró Caroline a Gabbe-Egon prometió portarse bien, además... -miró con nerviosismo a Egon y este asintió-conseguimos una nueva identidad para Egon. Así la policía no dará con tan fácilmente.
-¡¿Qué?!-bramó Gabriel con los ojos desorbitados-¡Más delitos a la pena de Egon!
-Calmate-espetó Egon-no pasa nada. Todo está bajo control...
-Eso es lo que yo vine a decirles-interrumpió Adam de improvisto, provocando un silencio sepulcral en todos-¿por qué consiguieron una identificación falsa? ¿Qué les pasa? Y todavía con Nathan...
-Yo le sugeri-añadió Caroline ruborizada-es tu amigo Nathan y lo ha hecho bien.
-¡No entienden! Su familia de Nathan y de Carrick son traficantes y si algo pasa, vendrán a matarnos-dijo, eufórico. Sus ojos mieles ardían de locura y Egon hizo una mueca de preocupación pero no por lo que había dicho su hijo; sino por el estado de salud de este.
-¿Lo ves, Adam? Sacar a tu padre de ahí fue la peor idea que pudo ocurrirte-vociferó su tío con rabia y Egon gruñó, elevando una de sus comisuras de los labios hacia arriba, señal de advertencia hacia Gabriel.
-Debemos calmarnos-apaciguó Caroline pero nadie le hizo caso.
Estaban los tres de pie, formando un triángulo: Gabriel, Egon y Adam. El trío mirándose fríamente a los ojos como verdaderos idiotas y tanto Beatrice y Caroline rodaron los ojos.
-Escuadrón de machos-se atrevió a decir Beatrice, desconcertando a los tres, más a Adam-la señora McCall y yo vamos a estar en la sala. Cuando terminen de actuar como nenes, nos buscan.
Y dicho eso, Caroline abrazó a la pelirroja y ambas se dirigieron a la sala; dejándolos solos en la puerta del patio.
-Pensé que éramos amigos, McCall y que te alegraría verme aquí-carraspeó Egon, frotándose el puente de la nariz.
-Lo que hicieron Adam y tú no tiene nombre, Egon-repitió Gabriel-es un suicidio. Están jugando con fuego y la quemadura duele muchísimo.
-Con el paso de los años aprendí a no quemarme cuando se trata de jugar con fuego, sino a quemar a mi alrededor y huir con una sonrisa de satisfacción-dijo Egon con fiereza en sus petulantes ojos negros que ardían de locura y excitación.
-Sabes que tengo que llamar a la policía, ¿verdad, Egon?-alardeó Gabriel con los puños apretados, sabiendo la reacción de su amigo.
Y no se equivocó.
Egon apretó la mandíbula al mismo tiempo que sus nudillos se ponían blancos a los costados de su cuerpo. Sus ojos negros pasaron de estar en llamas a teñirse de una capa más oscura que el mismo abismo. Lo que Gabriel vio en los ojos de su amigo fue una nueva locura, una más feroz, más criminal, más asesina. Incluso se sintió perturbado, algo que nunca le sucedió en el pasado.
Miró rápidamente a Adam y este se dio cuenta de lo mismo: Su padre estaba a punto de cometer un homicidio calificado en ese preciso instante; solo que estaba reuniendo el suficiente coraje para atacar y no detenerse hasta llegar a su objetivo: Matar a su tío Gabriel.
La respiración de Egon se fue acelerando cada vez más y las alarmas de Gabriel y de Adam se encendieron y una vocecita en sus cerebros les gritó 》Despertaron de nuevo a la bestia, pero esta vez con toda su fuerza. Él ha comenzado a encender el fuego con el que jugará y los matará a todos, así que huyan por sus vidas; idiotas. 《
Adam no lo vio venir cuando su padre soltó un rugido parecido al de un animal furioso al tiempo que se lanzaba encima de su tío sin miramientos. Lo primero que se le cruzó por la mente fue cogerlo de los hombros y detenerlo. Lo intentó pero su padre tenía una fuerza tan grande; que Adam salió despedido hacia atrás y cayó sobre su trasero en el suelo, provocando que su tía y Beatrice corrieran a ver que pasaba.
-¡No vengan! ¡Pidan ayuda pero no llamen a la policía!-gritó Adam; levantándose y echando a correr al patio donde su tío y su padre habían desaparecido.
Caroline corrió a llamar a quién sabe quién mientras que Beatrice se atrevió a acompañar a Adam.
-¡Vete de aquí, pantera!-le gritó este, mirando con horror como su padre trataba de alcanzar a su tío, ya que esté le estaba arrojando todas las cosas que tenía a su paso para que no lo tocara.
-¡Quiero ayudarte!-protestó.
-Esto es serio, mi padre es un asesino y cuando está en plan homicida; no se da cuenta de nada, así que apartate-la empujó hacia atrás y ella masculló groserías.
Adam ya estaba a punto de correr hacia a su padre cuando vio a Beatrice adelantarse a él y plantarse justamente delante de Egon.
Tanto a Gabriel y a Adam se les cayó el alma a los pies.
Y Egon postró sus oscuros y siniestros ojos en la chica pelirroja y de ojos verdes que se había puesto frente a él y se detuvo.
-Apartate, niña-le ordenó.
Sin embargo, ella no tenía intenciones de hacerse a un lado.
Estaba en medio de Gabriel y de Egon. Un débil escudo humano.
-Señor Peitz, no lo haga-dijo ella en un hilo de voz-nadie llamará a la policía; lo prometo-se volvió hacia Gabriel-¿Verdad, señor McCall? Nadie va a llamar a nadie.
Gabriel no captó a la primera lo que ella estaba tratando de decirle hasta que Adam le hizo señas para que asintiera.
-Ya he oído eso antes-espetó Egon-ahora saca tu trasero de aquí, jovencita.
-Si usted mata al señor Gabriel, la policía vendrá de todos modos, mejor déjelo en paz y vayamos a la sala. Esto puede solucionarse hablando, como la gente que somos.
-Ni si quiera eres parte de nuestra familia-sentenció Egon-pero admito que tienes agallas.
Su voz volvió a la normalidad, todo rastro de demencia se había ido pero sus ojos aun tenía esa capa de una nueva locura que estaba dispuesta a esperar el momento oportuno para salir.
-Dale las gracias a esta niña, porque acaba de salvar tu trasero-se volvió hacia Gabriel y este, solo para llevarle la corriente, asintió.
-Gracias, Beatrice-le agradeció a la chica.
Adam apenas lograba salir del shock en el que se hallaba.
La pelirroja se acercó a él, meneando exageradamente las caderas y le guiñó el ojo. Se acercó a su oreja y le susurró:
-A veces las personas menos pensadas tienen un truco bajo la manga que puede tomarte desprevenido. No me subestimes, Adam. Lo digo muy en serio.
Intentó protestar pero ella se abrió paso a la cocina donde su tía Caroline estaba histérica.
Volvió la mirada hacia su papá y a su tío. Los dos se enviaban miradas lascivas, sin atreverse a hablar entre sí o a acercarse.
-¿Por cuánto tiempo vas a quedarte aquí?-quiso saber su tío.
-El tiempo que yo quiera; además, quiero ver a mi hija y tengo que esperar-se cruzó de brazos y las venas de sus músculos se tensaron. Y parte de su tatuaje casi sin color sobresalió de la manga.
-Si vas a estar aquí, quiero que controles tu maldito genio.
-Siempre y cuando no te ponas de imbécil con "llamaré a la policía".
-No lo haré. Pero si algún día te atrapan, negaré todo y diré que nos obligaste.
Gabriel se deslizó hacia el interior de la casa; pasándolo a golpear a Adam con el hombro pero antes de que se alejara más, Egon le espetó:
-Diles a Austin y a Thomas que vengan, quiero hablar con ellos.
-Ellos iban a venir pero su hijo tuvo unos problemas, así que lo pospusieron. Querían venir a patearte el trasero-inquirió, mirándolo con sus ojos azul eléctrico con aire taciturno.
-¿Tienen un hijo?-la sorpresa en la cara de Egon fue cómica
Adam se mordió los labios, escuchando.
-Sí, se llama Dylan-contestó Gabriel, haciéndole señas para que lo siguiera. Adam y su padre lo siguieron hasta la sala; donde Caroline los quiso asesinar con la mirada y abandonó la estancia con Beatrice. Ambas subieron las escaleras.
-Y es un tipo raro-puntualizó Adam.
-Ha cambiado, y de verdad está muy atractivo el chico-reconoció Gabriel y Egon frunció el ceño.
-¿Lo adoptaron?-quiso saber.
-Sí. Es menor que tus hijos pero no mucho.
-Papá, ¿por qué te hiciste amigo de mis tíos Thomas y Austin? Es decir, es raro. Son homosexuales y quizá su hijo también-agregó Adam con desasosiego.
A diferencia de Gabriel, Egon alzó las cejas y dejó escapar el aire caliente. Un suspiro suavecito que dio a entender que aquella pregunta estaba muy fuera de lugar; pero que era necesito responderla.
-Verás, hijo, la homosexualidad no es una enfermedad ni tampoco una forma de vida. Las personas que tienen preferencias con otras de su mismo sexo no las hace diferente al resto, de hecho, incluso son mejores personas que las heterosexuales. Son personas normales y comunes, solo que tienen gustos distintos, así como el género de música. A ti te puede gustar el Rock y a otros el metal, solo es cuestión de aceptar a todos y quererlos como personas, no como algo más. Tú no puedes obligar a alguien a que le guste lo mismo que a ti y ni ellos a ti, ¿entiendes?-dijo con seriedad-tú no te convertirás en homosexual solo por tener amistades o un familiares así. Lo que cuenta es el apoyo y cariño de esa persona. Y a ti no te debe de importar lo que haga o deje de hacer con la parte de su cintura hacia abajo, ¿okey? Austin no es homosexual, es bisexual y es un sujeto de fiar. Y Thomas si es homosexual; y es la persona más noble y bondadosa que he conocido jamás. Él era amigo de tu mamá en la Universidad, se enamoró de Austin y dejó todo por él y por nosotros, sabiendo que huiamos de la policía. Y bueno, no sé si eso responde a tu pregunta pero es la única explicación que pudo otorgarte.
La pequeña gran respuesta dejó estupefacto a Adam y también a Gabriel.
-Yo no quise decir que... -dijo su hijo entre balbuceos tontos y se sonrojó frente a su padre y agachó la cabeza.
Entonces sintió una mano posarse en su hombro y alzó la mirada. Los ojos negros que le devolvieron la mirada le sonrieron sin sonreír.
-Acepta a las personas tal y como son; sin importar su raza, su sexo y sus preferencias; ¿de acuerdo?
-De acuerdo-asintió Adam sin quitarse el rubor de la cara.
-No pensé que tuvieras esa idea acerca de esas personas, Egon-murmuró Gabriel, sorprendido.
-Aun sigues sin conocerme realmente-replicó Egon, haciendo una mueca.
De nuevo se enviaron miradas asesinas y Adam tuvo que intervenir.
-Mejor hablemos sobre la identificación falsa que te hizo Nathan, papá-sentenció con irritación-necesito verla.
-Ese chico sabe como hacerla-repuso su padre, sacando la tarjeta falsa y dándosela.
Adam se la quitó de las manos y le echó un vistazo: Allen Landon, 45 años, Nueva York, soltero.
-¿Allen Landon?-preguntó Adam, devolviendole la identificación.
-Mi segundo nombre y mi segundo apellido-respondió sin darle importancia-Gabriel le puso Allen a Allen por mí, ¿verdad?
Gabriel se ruborizó un poco y asintió.
-¿Por qué?-quiso saber Adam, sonriendo maliciosamente.
-Porque Egon es mi amigo y lo quiero, aunque a veces sea idiota-siseó en respuesta y Egon puso los ojos en blanco.
-¿O lo hiciste solo para que él no te tuviera rencor por haber querido quitarle a mamá?-aquella pregunta salió de los labios de Adam sin miramientos y se odió por no haber cerrado la boca justo a tiempo.
La mirada azul eléctrico se tornó indescifrable y miró a Egon fríamente.
-¿Le has contado?
-Mi hijo ya sabe parte del pasado-le informó Egon con desinterés. Se cruzó de brazos y se sentó en el sofá.
-¿Por qué le contaste que yo había estado enamorado de Shelby? ¿con qué fin?-espetó, iracundo.
-Tenía muchas preguntas que hacerle a mi padre y sin querer le pregunté-terció Adam en la conversación y Egon asintió-el que debería estar indignado soy yo, no tú. Quisiste apartar a mi papá de mi mamá.
-¿Sabes qué, Adam? No voy a discutir contigo sobre esto-farfulló su tío; meneando la cabeza de un lado a otro y frotándose el puente de la nariz-y no estoy de humor para nada. Acabo de venir de Londres y lo que quiero es dormir.
Se abrió paso entre los sillones y se dirigió a la escalera. Sus pasos firmes y pesados se escucharon a cada escalón que ascendía.
Padre e hijo se miraron unos segundos y se partieron de la risa.
-No debiste preguntar sobre eso, pequeño.
-¡Ya sé! Se me escapó... -Adam dejó de hablar y frunció el ceño-espera, ¿me has dicho pequeño?
-Sí, ¿Qué tiene de malo?-él también frunció el ceño.
-No, pero nadie me había dicho esa palabra, ni si quiera tío Gabbe-admitió, un poco desconcertado.
-Y yo jamás pude decírtelo porque estaba en ese lugar encerrado sin poder verte a ti y a tu hermana. Pero siempre quise decírselos, son mis pequeños. Míos. Solo míos-puntualizó, revolviendose en el sofá y se descruzó los brazos-sin embargo ahora puedo decirte pequeño porque te tengo conmigo.
-¿Aunque ya tenga 20 años?-bromeó Adam.
-Aunque tengas cien años vas a seguir siendo mi pequeño Adam.
-Somos unos cursis,¿lo sabías?-la sonrisa que su hijo esbozó fue más que genuina y Egon no pudo evitar corresponderle.
-Tu mamá hizo que me saliera un lado cursi, así que culpala a ella-se defendió y de pronto, cuando se vino a dar cuenta, Adam lo había abrazado fuertemente de la cintura como un niño pequeño. Enterró su rostro en su estómago y sollozó. Egon sintió el cuerpo de su hijo llenarse de temblores a causa del llanto silencioso que se deslizaba en su regazo a través de sus mejillas.
Y con una mano-igual o más temblorosa que la espalda de Adam-le acarició el cabello y este dio un respingo, apretandose más a su cintura.
-No quiero que te vayas a ir otra vez de mi vida, papá -le oyó decir con voz ronca y congestionada-por favor.
-A eso he venido, pequeño, a quedarme y si alguien intenta echarme, pues estaré viviendo afuera de la casa pero no le iré.
Ver en ese estado a su hijo le estrujo el corazón y sintió pánico.
Lo agarró de los hombros y tiró de él hasta sentarlo nuevamente en el sofá como es debido.
El rostro de Adam estaba rojo y sudoroso. Sus ojos vidriosos y sus mejillas húmedas. Y avergonzado se llevó las manos a la cara.
Y sin saber por qué o bueno; sabiendo mejor que nadie la razón, Egon también comenzó a llorar.
La felicidad y tristeza que ambos compartían era inmensa. Se permitieron llorar durante un rato, en silencio y agarrados de las manos. Adam le pidió que me contara una vez más el momento en el que se conocieron sus padres y él gustosamente se lo contó.
》》Días antes, Madrid, España《《
En un departamento muy lujoso y elegante, se encontraba un hombre joven, de más de treinta años pero menos de cuarenta. Quizás de unos 35o 36años aproximadamente o tal vez más. Pero su edad no era importante, es más, nada lo era para él, excepto el dinero.
El joven era rubio, alto, corpulento y de cuerpo atlético. No tenía muchos músculos, pero lo que si poseía era unos ojos grises tan fríos como el hielo y tan ardiente como el fuego. Los dos al mismo tiempo.
Su mirada estaba vacía. No había brillo o vida en ellos. Solo ira.
Se hallaba desnudo de la cintura para arriba con sus ojos grises puestos frente al balcón, admirando silenciosamente la ciudad de Madrid a las 5 de la mañana. En su mano derecha descansaba un vaso lleno de whisky hasta el borde y en la otra un cigarrillo.
Le daba una calada y bebía un trago de whisky y dejaba escapar el humo a través de la nariz con desdén.
Estaba perturbado y aquella era la única manera de tranquilizarse.
Volvió el rostro hacia la habitación donde yacía postrada en su cama una chica completamente desnuda.
Y carraspeó.
Se rascó con el dorso de la mano la barba de más de una semana que ya comenzaba a fastidiarle y tiró el cigarrillo por el balcón.
El amanecer estaba próximo y la mujer que tenía en su cama ya tenía que largarse.
Giró sobre sus pies desnudos y se encaminó hacia ella.
-Hey, Gabriela-le movió el pie con el suyo. La chica gruñó y continuó durmiendo-tienes que irte ya-bebió en tres sorbos lo poco que le quedaba de whisky y se aclaró la garganta ante el sabor. Había aprendido a hablar español desde los dieciséis años, cuando se mudó a Madrid y ya casi se había olvidado de su idioma natal: Inglés. La persona que le enseñó a hablar español era de México y aprendió ese acento en vez del original y le encantaba.
Sus labios se convirtieron en una fina línea recta al ver que ella lo había ignorado por completo, por lo que rodeó la cama y se posicionó encima de ella, justo encima de sus caderas.
Le pasó una mano por el cuello y otra en su pecho izquierdo, esperó su reacción y la vio morderse el labio inferior con excitación.
-Levantate, pequeña zorra-le exprimió el pecho con fuerza y casi le parte la tráquea cuando apretó también su cuello.
La chica abrió los ojos y le arañó las manos, tratando de empujarlo.
-¡Por favor; soltadme!-gritó en un hilo de voz y él se movió de encima, mirándola con amargura.
-Te quiero fuera de mi departamento en cinco minutos-le ordenó.
Luego de cinco minutos exactos, él yacía de pie junto a la puerta con una sonrisa seductora en los labios en espera de su salida.
La mujer de nombre Gabriela se acercó a la puerta con aire taciturno y le echó una mirada a él.
Ella se había puesto mal la ropa, ni si quiera se arregló el cabello y tenía el maquillaje corrieron por todo el rostro. Aferró su bolso al pecho cuando él le devolvió la mirada.
Atravesó el umbral, deslizándose fuera del departamento y se volvió para verlo.
-¿Nos veremos otra vez?-le preguntó en un susurro.
-¿Juras que no vas a quedarte dormida?
-Lo juro-le tembló el labio inferior. Tenía frío y no llevaba chaqueta.
-Entonces lo meditaré. Tengo tu número, ahora vete-le dijo, a punto de cerrarle la puerta pero se detuvo. Sus ojos grises le recorrieron el cuerpo a la desdichada chica y bufó-espera aquí, no puedes largarte sola y vestida así.
Ella ladeó la cabeza sin entender y obedeció. Se quedó inmóvil en la puerta a esperarlo.
Un minuto después él volvió con un suéter suyo y se lo ofreció.
-Pontelo. Hace frío-anonadada, lo recibió y se lo colocó encima, sintiendo el aroma varonil de ese hombre en todo su cuerpo-te llamaré un taxi para que vayas a casa, ¿okey?
Ella asintió con los ojos bien abiertos.
Lo vio sacar su teléfono y marcar.
Habló con tal naturalidad que le provocó una punzada de dolor en el vientre de tan solo verlo. Era perfecto. Era lo que toda mujer quería a su lado.
-Bien, esperalo en la recepción. Va a tocar la bocina tres veces para darte la señal que es el taxi que pedí, ¿okey?-le indicó-ahora vete.
-Mi nombre es Isabella, no Gabriela-le aclaró antes de darse la vuelta y alejarse de ese hombre tan excitante y malditamente atractivo.
Él la quedó mirando hasta que la perdió de vista en el ascensor.
Regresó a su departamento y vio la hora: 5:15 am.
Bostezó perezosamente y entró al baño a arreglarse.
Se miró al espejo y se dio cuenta que ya era tiempo de rasurarse y también de ir por un buen corte de cabello porque ya lo tenía más abajo del cuello y le irritaba.
Abrió el grifo de agua caliente y de agua tibia y comenzó a desnudarse.
No le agradaba bañarse tan temprano pero la presión lo estaba matando. Estaba estresado y en pocas horas iría a ver a su padrino para platicarle lo sucedido con el trabajo.
La ducha duró apenas diez minutos y buscó en su gran guardarropa algo que ponerse.
Eligió unos pantalones de mezclilla y una sudadera con el logo de Johnny Walker en el pecho color negra. Se puso unos tenis nike que tanto gustaban y se miró al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación.
La ropa le quedaba bien excepto que se miraba de más edad al tener barba y el cabello largo, así que programó una cita con su estilista personal a las 7 en punto de la mañana.
Vio una vez más la hora: 6:05 am. Y cogió las llaves de su Cadillac y su teléfono. Abrió la puerta del departamento y se abrió paso al ascensor que lo llevaría a la planta baja, a más de veinte pisos más abajo.
El sujeto que cuidaba la entrada lo saludó con la mano y él le devolvió el gesto. Se dirigió a la puerta que daba al estacionamiento y le quitó la alarma a su coche.
Minutos después ya andaba circulando en las calles de Madrid; donde muchas personas ya estaban despiertas como él.
Se detuvo a comprar dos cafés exprés en una cafetería y continuó conduciendo hacia la casa de su estilista, una chica de veinticinco años a la que había conocido en un bar hacía cinco años y que después de un breve romance, se convirtieron en amigos y ella en su estilista.
Llegó a las 7 en punto a su casa y la llamó por teléfono.
-Ya sé que estás ahí, Kevin; no es necesario que me llames-le contestó con voz ronca de sueño-iré a abrirte.
-No me llames Kevin. Dejé de llamarme así desde hace mucho tiempo, Paloma-le riñó.
-De acuerdo, señor Black-se burló de él y colgó.
Kevin Black puso los ojos en blanco y le sonrió a Paloma al verla salir de su casa con el cabello castaño revuelto y esta le devolvió la sonrisa.
Ella era de las pocas personas que sabía a lo que él se dedicaba.
Sabía que él era un narcotraficante y aun así era su amiga.
-Te ha crecido el cabello, eh-le dijo ella al acercarse a la ventana.
-Más de tres meses sin venir a verte, es un clásico-suspiró y apagó el motor.
-Hasta te dejaste la barba, que locura-le palmeó el brazo-andando, guapo, te dejaré como nuevo.
"Si quieres dejarme como nuevo, tendrás que regresar en el tiempo y decirle a mi yo de quince años que jamás se involucre con Shelby Cash y Caroline Ferrer" pensó él con la mandíbula apretada. "Porque ellas y sus amigos criminales acabaron con mi vida".
Hola:)
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Comienza a desarrollarse la historia^-^
Pasense por mi más reciente historia The Last Sigh. Les gustará :3
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