110
Adam apenas podía salir de su asombro. Su padre y su tía Sonya se habían marchado por cuenta propia, dejándolos ahí en el restaurante sin previo aviso.
Releyó el mensaje una y otra vez, encontrándole algún sentido.
-¿No es obvio? Se gustaron y quisieron conocerse más—opinó Keren con malicia.
-Eso era exactamente lo que debíamos evitar, ¿no?
-Ajá. Lo dice el que se ofreció en traerlo a conocerla, cuando habíamos acordado que mantendríamos en secreto la existencia de ella—siseó su gemela en respuesta.
-¡Fue un accidente! Papá vio unas fotos en mi teléfono, ¿y qué querías que hiciera? ¿Qué le dijera que era un montaje o algo? —ladró Adam.
-Definitivamente eres un idiota—masculló Keren con veneno.
-¡Ya me cansé de esto! Me largo. Te encargas de papá—Adam gruñó y se levantó bruscamente de la silla y encaró a Henry—y tú, encárgate de llevarlos de vuelta a la casa de Roch.
-No. En ese caso, vámonos todos—farfulló Henry, haciendo el ademán de levantarse, pero Keren le indicó que no lo hiciera y volvió a sentarse con aire confuso.
-Quédate con ella—le ordenó Adam—no voy a ir a la casa de Roch.
-¿A dónde irás? —quiso saber su hermano.
-A un lugar donde solamente se puede ir solo—contestó Adam y se encaminó a la salida del restaurante con el semblante inexpresivo.
El día estaba soleado y se le antojaba tomarse un respiro sin nadie a su lado.
No importaba que aquella ciudad fuese desconocida para él, lo que ansiaba era olvidarse nuevamente de sus problemas. Y como tenía sus nuevas tarjetas de crédito y débito que Roch le había tramitado, las podía usar a su antojo; ya que parte de su herencia yacía dentro de aquellos trozos de plástico, así que preguntó a algunas personas a donde debía ir si quería viajar a Nueva York. Le indicaron amablemente que ruta tomar o la dirección para darle al conductor si pensaba ir en taxi.
Por consiguiente, Adam decidió caminar un poco más para librarse de sus pensamientos. Cruzó calles, avenidas y cruceros repletos de coches en distintas direcciones.
Veía el semáforo de vez en cuando y avanzaba con la vista fija en sus pies.
La autonomía que lo guiaba no lo salvó de un buen susto: Adam atravesó una calle desierta con la esperanza y afán de llegar al otro lado, pero no pensó que un coche demasiado elegante para su gusto, se cruzaría en su camino y lo empujaría violentamente hacia lo largo de la calle—sin lastimarlo de gravedad—solo asustándolo por el impacto.
Se levantó poco a poco, dándose cuenta que le sangraba la mejilla y miró hacia el coche que estaba varado a mitad de la calle. Vio descender de él a dos sujetos. Uno más alto, joven y fornido que el otro.
El más alto era rubio y corpulento, y el bajo era un hombre maduro, como su padre.
-¡Serás idiota!—gruñó el joven rubio y se le fue encima para envolverlo en un fuerte abrazo. Adam se quedó petrificado y reaccionó poco después— ¡Casi te mato, imbécil!
-¡Set, maldito bastardo!—exclamó Adam y sonrió. Nunca imaginó que se alegraría algún día de ver a ese rubio idiota y menos después de haberlo arrollado con un coche.
-Hey, tienes ojos de loco—bromeó Set. Se apartó el flequillo de la frente y frunció el ceño—lamento haberte golpeado. Saliste de la nada cuando íbamos a verlos.
-¿Íbamos?—Adam volvió el rostro hacia el otro hombre y le sonrió con amabilidad—ah, hola, señor Rex.
Trenton le hizo un ademán con la cabeza y miró a su alrededor con expresión huraña.
-¿A dónde te diriges? ¿Dónde está tu hermana? —lo interrogó Set con mucha impaciencia y preocupación.
-Planeo ir a Nueva York y mi hermana está en un restaurante a quince minutos de aquí con Henry—contestó. Y segundos después, con ayuda del rubio, se deslizaron al interior del coche.
Trenton se apresuró a sentarse detrás del volante y le ofreció un pañuelo a Adam para limpiarse la sangre seca de la mejilla, la cual tuvo que batallar para eliminar los residuos adheridos a su piel.
-¿Nueva York? ¿pasó algo? —Set se precipitó y Adam lo tranquilizó al negar con la cabeza.
-Ha pasado tantas cosas, Set.
-Llévanos a un sitio aislado, padre—Set le dijo a su padre sin dejar de mirar a Adam y este asintió—cuéntame que pasó en mi ausencia.
-Sí, pero espero que también me cuentes por qué te ausentaste tanto. Dos semanas, para ser exactos.
-Desde luego que sí, hermano—le dio una palmada en el hombro y le regaló una sonrisa maliciosa.
Trenton Rex los condujo hasta una calle muy solitaria, cerca de los suburbios y zonas pobres de la ciudad, y de alguna parte sacó un libro para distraerse mientras el par de muchachos se ponían al día.
Adam le contó absolutamente todo con lujo de detalles. Pensó en guardarse algunas cosas, pero era absurdo, ya que Set ahora era parte de la familia y debía estar al tanto de todo, aunque aún seguía resentido por haberse llevado a Beatrice lejos, pero aquello era lo correcto.
El chico rubio lo escuchó con atención al igual que Trenton.
-Una gemela—repitió Set, sin dar crédito a lo que escuchaba—debe ser agonizante para el señor Peitz, ¿no?
-Lo es para mí también—terció Trenton desde el asiento delantero—pensé que Shelby era única.
-Mi papá se interesó en Sonya al instante—explicó Adam, sulfurado.
-¿Quién no lo haría?—lo excusó Set, sonriendo pero su sonrisa se desvaneció tan rápido como había surgido—pero honestamente, yo no me enamoraría de ella. Esa tal Sonya no es Shelby Cash, es solo su gemela. Alguien completamente diferente.
Adam se encogió de hombros.
-Ese ya sería el problema de mi padre. Ahora es tu turno de contarme el motivo de tu ausencia.
Set se revolvió incómodo en el asiento y asintió a regañadientes. Le echó un vistazo a su padre y él alzó las cejas en respuesta.
-Bien—dijo—lo que pasa es que tuvimos unos problemas al llegar a Berlín hace dos semanas. Quisieron secuestrarnos unos tipos que trabajaban para Blake—comenzó a decir—y bueno—sonrió genuinamente con una pizca de demencia que dejó perplejo a Adam—acabé con ellos fácilmente, pero usé a uno para enviarle un mensaje a ese bastardo, pero no sin antes sacarle dinero para volver a Norteamérica.
-¿Qué dices? ¡Carajo! ¿y dónde está ese hombre al que usaste?
-Me encargué de él, descuida...
-¿Le enviaste un mensaje a Blake? ¿Qué decía? —Adam se había puesto de impaciente y Set resopló.
-¡Cálmate! No me obligues a golpearte la otra mejilla—lo zarandeó de los hombros con rudeza. Adam lo fulminó con la mirada y asintió—el mensaje simplemente decía "Cuida tu espalda" y ya.
-¿Solo eso?—Adam no pudo evitar poner cara de decepción.
-Escucha—bramó Set. Sus ojos aqua ardían—no quería levantar sospechas, ¿okey? Además, tengo a mi disposición al gusano que le envió el mensaje. Así que vamos a destruir a Blake desde adentro.
-Dime tu plan.
Set levantó las cejas un par de veces y se inclinó hacia su padre.
-Quiero ir por pizza. Vamos, papá—y luego se giró hacia Adam—muero de hambre—allá te explico en que consiste mi plan, ¿de acuerdo?
Adam asintió, incómodo en los asientos de piel junto al rubio, a quien le escrutó minuciosamente su perfil hasta el mínimo detalle. Set ya no traía el piercing en la ceja, y llevaba el cabello más largo y desordenado. Era él, pero parecía otro. Algo había cambiado en él, y se preguntó qué sería.
-¿Sabes? Decidimos que lo mejor para Beatrice, mi madre y Jack, era que descansaran aquí en Norteamérica—dijo Set de repente, tomando desprevenido a Adam—por lo que los hemos traído con nosotros y hasta que esto termine, le buscaremos un lugar adecuado donde descansen sus cenizas.
-¿Beatrice está aquí?—preguntó Adam en un hilo de voz.
-Sí. Justo aquí—le informó el rubio y se agachó en el asiento. Revolvió algunas cosas y deslizó la urna de Beatrice cuidadosamente entre sus manos— ¿quieres sostenerla?
Y sin decir una sola palabra, Set le entregó la urna a Adam con suavidad y este la acunó entre sus brazos con mucho amor.
La mirada triste que había en los ojos de Adam conmovió un poco al rubio.
-Ella no podría estar más feliz que estar contigo, incluso después de la muerte.
-La amaba y la seguiré amando siempre—murmuró Adam con los ojos fijos en el nombre de ella escrito en la urna, justo debajo del crucifijo plateado.
-Por eso es que debes cuidarla tú, y no nosotros—añadió Trenton Rex, mientras conducía a vuelta de rueda por la calle. Su voz sonaba ronca y ahogada—ella te eligió a ti y yo no soy nadie para arrebatarle su decisión. No podemos separarla del amor de su vida.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Keren miraba su trozo de pastel con desgana. Apenas y había probado el betún, bajo el escrutinio de su hermano mayor.
-¿Quieres que nos marchemos?—Henry preguntó a Keren, ya que no dejaba de mirarla con aburrimiento.
-Esto apesta—gruñó ella a modo de respuesta a su pregunta. Retiró el plato de su vista y carraspeó—larguémonos.
Ambos hermanos dejaron dinero suficiente en la mesa y salieron a grandes zancadas de ahí.
Observaron a su alrededor y luego caminaron rumbo al coche de Roch.
-¿Me permites hacer una llamada, Keren?
-Seguro. Te espero en el coche—replicó ella, dejándolo atrás.
Mirándola caminar, Henry marcó con rapidez el número de su madre, a quién había tratado de contactar desde que recibió aquel teléfono como regalo de Roch. Esperaba que respondiera ella y le dijera que todo estaba bien, más que la última vez.
Pero no fue así.
La amiga de su madre, Emma, atendió la llamada y él pensó en colgar, pero se aguantó. No de vicio estaba gastando el saldo para llamar a larga distancia.
-¿Podrías pasarme a mi madre?—fue directamente al grano.
Había música Jazz de fondo del otro lado de la línea y eso lo hizo gruñir.
-Tu mamá acaba de tomar sus píldoras para el dolor de cabeza hace menos de una hora y se ha quedado dormida—le explicó—tuvo una rabieta en el trabajo, hijo. Ella necesita descansar y estar tranquila, y también desea que estés bien allá.
Henry apretó los labios y estuvo a punto de quebrar el teléfono en dos. Hacía días que llamaba y Emma le daba la misma excusa.
-¿Acaso todos los malditos días drogas a mí madre? ¡maldita sea, Ema! Quiero hablar con ella. Escuchar su voz...-la voz se le fue apagado a medida que hablaba y se odió por ser tan débil.
-Si la despierto se pondrá de mal humor.
-Me vale una mierda lo que haga o deje de hacer. Solo quiero oírle decir mi nombre tan si quiera.
Hubo un silencio por parte de ambos. Solo sus respiraciones se escuchaban.
-¿No vas a dejar de insistir, verdad, Henry?—masculló la mujer con amargura.
-No.
-Bueno, dame un momento.
Henry esperó varios minutos, escuchando Jazz, y percibiendo los sonidos de los pasos de la mujer yéndose a otra habitación. Al cabo de una eternidad, surgió nuevamente su mezquina voz.
-Bien, aquí está—le informó y se escuchó el roce de manos.
Y tras un segundo, que a él le pareció un siglo, su madre habló.
-¿Cariño?
La tranquilidad lo embargó por completo al instante que oyó su voz. Su corazón latió con normalidad e incluso comenzó a ver el día muy hermoso.
-Madre, ¿Cómo has estado? He estado tratando de hablar contigo desde hace días, pero Emma no había querido pasarte el teléfono—se quejó.
-Ay, hijo. Emma solo quiere que esté bien—murmuró con voz rasposa—no he estado del todo estable últimamente y no quiero preocuparte. Necesitas estar tranquilo allá con tu padre.
Henry se frotó el puente de la nariz y luego los ojos.
-Pues la vida que tengo con mi padre y hermanos no está del todo bien tampoco. Un asesino quiere matarnos y estamos huyendo.
-¡¿QUÉ?!—Juliet Wilde profirió un grito ahogado y Henry se arrepintió por haber abierto la boca.
-Es broma, mamá. Estoy jugando—se apresuró a decir.
-Henry, ¿estás seguro de que todo marcha bien? —le preguntó con preocupación y seriedad— ¿tú estás bien, mi amor?
-El fin de la llamada era saber si tú lo estabas.
-Estoy perfectamente bien, pero quiero saber si tú también.
-Estoy más que bien, no te preocupes por mí—dijo—y ahora continua descansando, ¿sí? Voy a llamarte cada semana, ¿de acuerdo? Si ocurre algo, llámame a este número y trataré de ir a verte lo antes posible.
Se despidió amistosamente de ella y guardó el teléfono en su bolsillo antes de alcanzar a su hermana, quien lo esperaba desde el coche con el ceño fruncido.
-¿Está todo normal?—quiso saber ella—tienes una cara horrible.
-Lo siento, es la única cara que tengo—bufó él, abrochándose el cinturón.
-No me refiero a tu cara en sí, sino tu expresión.
-Hablé con mi madre—la miró a los ojos y Keren percibió incertidumbre en su mirada—su salud va empeorando.
-Oh Dios—la chica se mordió el labio inferior y colocó su mano sobre la de su hermano— ¿quieres ir a verla?
-Sí, pero no cuento con el dinero suficiente para volver, además, no quiero dejarlos solos a ustedes. Ese hombre lunático que quiere hacerles daño puede sorprenderlos de repente y no me lo perdonaría si algo les pasara.
-Nosotros estaremos bien. Lo que importa es que veas a tu mamá, Henry. Yo pagaré los gastos para que vayas y regreses sano y salvo, ¿está bien?
-Claro que no. No voy a dejar que gastes tu dinero en mí—se rehusó, horrorizado.
Keren rodó los ojos con exasperación y puso en marcha el coche.
-Literalmente soy millonaria y gastar unos pocos dólares no es nada—dijo ella, como si aquella respuesta fuera de lo más normal y común.
-Supongamos que soy esa clase de persona que detesta que otra le resuelva sus problemas.
-Yo no soy otra persona, soy tu hermana, tonto y tengo la obligación de ayudarte—le golpeó suavemente la pierna con el puño—además, es tu mamá. Yo que diera por tenerla aún con vida. Iría hasta el fin del mundo con tan de verla; más si alguien me está dando en bandeja de plata los recursos necesarios para encontrarme con ella.
-Keren... yo no quería...
-No te preocupes—ella se encogió de hombros—solo digo que aceptes mi ayuda, nada más.
-Está bien, iré a verla en estos días—aceptó el chico y sonrió. Keren le devolvió la sonrisa.
-Estupendo, y ahora, ¿A dónde vamos? Tenemos la tarde libre y no me apetece ir a casa de Roch. ¿Qué hacemos, hermanito?
Henry se rascó el cuello en busca de ideas, pero no se le ocurrió ninguna. Miró por la ventana, mientras su hermana manejaba y entornó los ojos al pasar por un Domino's.
-Keren—dijo.
-¿Se te ha ocurrido algo divertido?—preguntó ella sin verlo.
-Detén el coche.
-¿Por qué?—volteó a verlo con las cejas juntadas.
-Sólo hazlo. Me lo agradecerás cuando te explique por qué.
Keren, sin saber a qué se refería Henry, obedeció. Aparcó detrás de un coche muy fino y se recargó en el asiento con la cara vuelta a su hermano.
-¿Y bien?
-¿Qué harías si te dijera que acabo de ver a tu novio sentado y comiendo pizza con Adam en el Domino's de allá atrás?
Ella parpadeó varias veces y entre abrió los labios, sintiendo que su pulso se aceleraba.
-¿Qué?
-Respóndeme, ¿Qué harías?
-¿Estás usando una hipótesis o de verdad los viste?
-Quiero tu respuesta primero.
Abrumada, estrechó los ojos y respiró hondo antes de contestarle.
-Bajaría del coche, entraría ahí y lo abrazaría, pero no sin antes golpearlo por no haberme buscado antes que a Adam.
Entonces Henry sonrió de oreja a oreja.
-¿De verdad harías eso?
-¿No me crees capaz? Ya le di su estate quieto a mi hermano, así que también lo haría con él por segunda vez—inquirió, con una sonrisa perversa—Set tiene tatuado en la espalda mi nombre porque es de mi propiedad, a decir verdad, yo lo tatué como castigo.
-Demonios, estás loca—dijo Henry sin borrar la sonrisa de sus labios—me gustaría ver de lo que eres capaz, en serio.
-Lo verás algún día, ¿nos vamos? —quiso encender el motor, pero él se lo impidió— ¿Qué?
-Es tu momento. Set y Adam están realmente en el restaurante. Querías acción, entonces ve y patéale el trasero a tu novio por no buscarte primero.
Keren abrió los ojos como platos y se bajó enseguida del coche en compañía de Henry. Abrió la puerta del local y entró hecha una furia, mirando como una fiera a todos los clientes de las mesas que comían animadamente sus rebanadas y por fin divisó a su objetivo.
Miró primero a su hermano que miraba su teléfono con desdén y luego vio al padre de Trenton comiéndose la orilla de su rebanada con ímpetu. Pero no estaba por ningún lado Set.
Henry la siguió entre las mesas y ella se plantó frente a su hermano. Él se sorprendió de verla y Trenton apenas y se inmutó. El padre de Set solo tenía ojos para la pizza.
-Así que planearon todo esto, ¿verdad? Verse sin invitarme—graznó, enfadada y colocando sus manos sobre sus caderas.
-Estás loca—espetó Adam—yo no planee nada. Los encontré y vinimos a hablar.
-No te creo—siseó, herida— ¿Dónde está ese maldito rubio infeliz? Voy a patearle el trasero por ser tan estúpido.
Entonces, sintió un aire tibio detrás de la oreja y unos brazos fuertes deslizarse por su cintura, atrapándola por completo. Acto seguido, unos cálidos labios se posaron sobre su cuello hasta llegar a su hombro. En un segundo, la piel de Keren se erizó por completo.
-¿Patearme el trasero, cariño? Mejor dame un beso de bienvenida y luego pateamos traseros juntos—le susurró en el cuello y la hizo girar fácilmente sobre sus talones, quedando frente a frente. Y sin más, Set posicionó sus labios sobre los de ella con desesperación.
NO OLVIDEN VOTAR Y COMENTAR. NO LLEGARON A LOS 150 VOTOS ¬¬ HAY DEMASIADOS LECTORES FANTASMAS QUE NO VOTAN Y LES PIDO DE FAVOR QUE SI NO VAN A VOTAR, MEJOR NO LEAN.
Y ESTA VEZ SI NO LLEGA A LOS VOTOS QUE LES DIJE CON ANTERIORIDAD, DEJARÉ DE SUBIR POR UN TIEMPO. ADEMÁS, ESTA SEMANA Y LA OTRA ES PERÍODO DE EXÁMENES DE MI UNIVERSIDAD Y NO TENDRÉ POSIBILIDAD DE SUBIR.
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