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109

Al día siguiente, Adam despertó muy temprano. La sensación de alegría y tranquilidad estaba sobre su cuerpo y nadie podría quitarle la sonrisa de los labios, ni si quiera de un golpe.
Estaba muy tranquilo porque su padre había tomado la noticia de Sonya con calma y no como había pensado. Lo único que faltaba era saber si su tío Gabriel lo tomaría igual o se volvería loco.
Bostezó cansinamente y volteó a ver a su padre, quién se había quedado a dormir con él. Y dormía plácidamente del otro lado de la cama.
-Papá-dijo. Y lo movió un poco para despertarlo.
-¿Uhmm?
-¿Quieres conocer a tía Sonya? Sé en qué hotel está hospedada-murmuró.
-¿Qué?-se levantó inmediatamente y Adam rompió a reír al ver su rostro congestionado de sueño.
-Sé donde está mi tía, por si quieres conocerla.
-¿No estás jugando, o sí? Porque de ser así, me enfadaré mucho-le advirtió en un gruñido.
-Palabra de Peitz-prometió su hijo y Egon alzó las cejas tras bostezar.

Media hora después, padre e hijo ya se habían duchado y vestido. No quisieron desayunar por miedo a despertar a los demás, por lo que salieron a hurtadillas de la casa.
-¿Estás seguro que te sientes bien? No quiero que la herida se abra.
-Estoy bien, hijo. Solo vámonos ya.
-¿No quieres que llevemos el coche de Roch?
-No. Porque haría ruido.
-Entonces en taxi-afianzó su mano con la de su padre y comenzaron a andar por la calle en busca de un taxi.
El clima estaba delicioso: frío. Se acercaba el invierno y eso significaba que el cumpleaños de su padre también.

Detuvieron un taxi y Adam le explicó al conductor hacia donde debían ir y se trasladaron hacia allá.
Egon se dio a la tarea de observar con atención cada una de las calles por si en caso era necesario volver caminando.
Y Adam optó por llamarle a su tía, quién contestó casi al instante.
-¿Adam?-su voz salió  a través de la bocina y él se estremeció.
Egon volteó a verlo con el ceño fruncido.
-¿Estás ocupada, tía?
-No, cariño. Acabo de darme un baño, ¿por qué?
-Perdón por ser tan imprudente, es solo que alguien quiere conocerte y vamos al hotel donde tú estás.
-Oh por Dios-murmuró-¿ya vienen cerca? Aún no estoy lista pero si me esperan unos minutos...

Adam rio.
-Acabamos de salir de casa. Tómate tu tiempo.

-¿Con quién hablas?-preguntó su padre. Y Adam cubrió el auricular con la mano.
-Con mi tía Sonya.

Y el rostro de Egon perdió color.
-Allá te vemos, tía.-y colgó.

A continuación, el viaje para Egon fue taciturno. Se sentía realmente nervioso y desesperado. Le sudaban las manos y tuvo que abrir el cristal para respirar aire fresco y no asfixiarse con su propia paranoia.
Estaba a minutos de volver a ver el rostro de Shelby luego de veinte años, aunque el único detalle era que no vería a su amor, sino a su gemela.
-¿Podría estacionarse dos calles antes de llegar al hotel?-preguntó Egon al conductor.
-Seguro, señor-asintió el hombre con un asentimiento de cabeza.
Adam no cuestionó las órdenes de su padre y continuó mirando su teléfono.
Sin embargo, le llegó un mensaje de texto y lo abrió.
Era de Keren.

"Sé a dónde se dirigen. Voy detrás de  ustedes"

Frunciendo el ceño, se asomó por la ventanilla y vio que atrás de ellos los venía siguiendo el coche de Roch. Su hermana era la que conducía. Iba con Henry.
Y sonriendo, le contestó el mensaje sin apartarse de la ventanilla.

"Será un día fenomenal"

Y el taxi se detuvo.
-Muchas gracias-le agradeció Adam y le pagó al conductor.
Miró de reojo como su hermana aparcaba detrás del taxi y ayudó a bajar a su padre.
-Al menos me servirá un poco para calmarme antes de llegar-dijo su padre con la respiración acelerada.
Adam le palmeó la espalda y le hizo señas al coche de atrás.
-Mi hermana nos siguió, espero no te importe.
-¿Qué?-Egon se precipitó a mirar a su hija descender del coche de Roch junto con Henry. Ambos tenían el cabello muy húmedo y sus rostros un poco abrumados.
Se acercaron a ellos con timidez.
-Me encantaría mucho conocer a la hermana de la madre de mis hermanos-añadió Henry con desdén.
-Pensé que temían ver mi reacción-replicó Egon.
-De hecho, temo como vayas a reaccionar al verla. Es por eso que he venido-admitió su hija con firmeza.
-Vaya-dijo su padre con los ojos en blanco-no importa.

Adam le envió una mirada a Henry y este se revolvió incómodo en su sitio.
-Lo siento-murmuró.
Y luego comenzó a caminar cerca de Egon, dejándolo atrás con Keren.

Adam lo vio alejarse a toda prisa detrás de Egon y aprovechó a hablar con Keren antes de llegar al hotel.
-¿Era necesario traer a Henry?
-Me vio comiendo cereal antes de salir de la casa y no tuve otra alternativa más que contarle a dónde iba.
-Deberías ser más cuidadosa. No sabemos como es Henry realmente.
-Es nuestro hermano, solo eso debemos de saber-le dijo a la defensiva y apresuró el paso.
-No me entiendes-graznó Adam.
-Ni tú tampoco. Solo estás enojado con él.
-Se comportó como un imbécil.
-Porque no teníamos por qué inmiscuirlo en nuestros asuntos. Tú mismo lo dijiste: él no es hijo de nuestra madre.
-¿Entonces qué mierda hace él aquí? Esto es familiar-gruñó su hermano con ira.
-¡Ya te lo dije!
-¡Se lo hubieras impedido!-le gritó y luego la agarró de los hombros con fuerza-¡No lo quiero aquí!
-¡Sueltame!-chilló ella y alejó a su hermano de un empujó y después le dio una bofetada-¡no vuelvas a tocarme de esta manera!

Adam se agarró la mejilla donde su hermana lo había abofeteado y se quedó mirándola.
Egon y Henry se acercaron rápidamente con los ojos entornados.
-¿Qué está pasando aquí?-exigió saber Egon, mirando a sus hijos con petulancia.

Keren le volteó la cara a Adam y agarró a Henry del brazo.
-Nada. Mi hermano gemelo simplemente se está volviendo loco. Los vemos en el hotel-siseó y Henry la acompañó sin saber que hacer o decir al respecto.

Adam sintió que le hervía la sangre. Tenía ganas de correr hacia su hermana y regresarle el golpe pero se contuvo. Aquella bofetada le había dolido hasta el tuétano y la ira iba en aumento.
-Calmate-le ordenó su padre y este asintió.

Le tomó un minuto entero volver en sí. Respiró hondo y dejó escapar el aire de sus pulmones antes de mirar a su padre.
-Vi lo que pasó-le informó Egon con el rostro serio.
-No quería lastimarla-dijo Adam con amargura.
-Lo sé. Pero, ¿Qué pasó? ¿dijo algo que no te gustó o tocó un punto sensible?-trató de indagar y Adam hizo una mueca.
-Le dije que no quería a Henry con nosotros ahora mismo. Se puso a la defensiva y me alteré. Eso es todo-farfulló.
-¿Te ha dolido?
-Más de lo que pensé.
-Ojalá que a partir de ahora tengas en mente que no deben pelearse entre los dos. Ambos tienen un carácter agresivo y fuerte, y pueden resultar heridos-le recomendó-ahora continuemos.

Con la resignación en su cara, Adam siguió a su padre hasta el hotel.
Sus pensamientos volvían a lo mismo: Reprender a Keren por su actitud tan estúpida y de paso romperle los dientes a Henry.
Cuando llegaron al estacionamiento de dicho lugar, vieron a Keren y a Henry sentados en una banca de cemento, esperándolos.
Egon miró a su hijo con intriga y este le sonrió.
-Estoy bien. No voy a plantar una escena, sé comportarme.

Los gemelos desviaron sus miradas al momento de estar frente a frente y lo único que Henry deseaba era irse.
Sabía que por su culpa había reñido.
-Soy el motivo de este ambiente tan tenso, voy a regresar a la casa de Roch-dijo. Pero Keren lo detuvo.
-No, Henry.
-Si él quiere irse, que se vaya-intervino Adam y Egon gruñó.
-Callense todos-bramó Egon con irritación-estamos aquí y nadie se irá. Ahora, Adam, llamale y dile que estamos aquí afuera.

Su hijo obedeció a regañadientes y le marcó a Sonya.
Y al término de la llamada, se acercó a su familia con el ceño fruncido.
-Me ha dicho que subamos. Su habitación es la 5c y que le digamos a la recepcionista que venimos a "jugar cartas".
-¿Algún tipo de clave secreta?-preguntó su padre mientras andaban rumbo al interior del hotel. Adam se encogió de hombros.
Cuando estuvieron dentro del hotel, observaron a las personas ir y venir de un lado a otro. Maletas por doquier y asistentes llevando equipajes de arriba abajo. Adam se encargó de hablar con la recepcionista y esta les indicó a donde ir. Los demás lo siguieron, sin dejar de escrutar todo a su alrededor.
Entraron al ascensor y subieron tan solo dos pisos.
Egon, por su parte, no dejaba de darle vueltas al asunto. ¿Y si se enamoraba de Sonya tal y como le ocurrió con Shelby? ¿y si ella era idéntica a su amor en todos los aspectos?
Ciertamente le importaba muy poco si esa mujer era igual a Shelby o no, lo que él quería era conocerla y sentir un pedacito de su amor en ella.
-Papá, ¿estás bien?-le oyó preguntar a Keren. Pero estaba tan absorto en sus pensamientos, que no le contestó hasta que ella lo agarró del hombro.
-¿Decías algo, cariño?-repuso él, parpadeando.
-Te preguntaba si estás bien.
-Desde luego que sí, nena, ¿Qué te hace pensar que no?
-Estás distraído-salieron del elevador comenzaron a caminar por el pasillo, en dirección a la habitación de Sonya.

Y a medida que se acercaban, la presión de Egon fue en descenso y poco a poco perdió color y se puso helado y sudoroso.
-Papá, tranquilo-le dijo ella, preocupada-si no te sientes bien, mejor vámonos.
-¿Qué sucede?-quiso saber Adam, deteniendose. Él encabezaba la fila y se aproximó a su padre.
-Papá no se siente bien-le informó Henry, ya que Keren le volteó la cara en vez de explicarle la situación. Estaba molesta con su gemelo.
-Podemos posponer la visita si quieres-opinó Adam con desdén.
-Estoy bien, ¿de acuerdo?-protestó Egon, caminando por el pasillo, y sin mirar su camino, ya que estaba mirandolos mientras caminaba de reversa.
No obstante, al momento de darse la vuelta para continuar caminando, empujó bruscamente a alguien y la derribó al suelo alfombrado. Él tropezó también pero mantuvo el equilibro gracias a que Henry y Adam lo sujetaron de la camisa para evitar su caída. Fue un acto reflejo muy bueno.
Y ese alguien, al que había derribado, era una mujer, tenía la cabellera color fuego y estaba tumbada de cara al suelo.
-¡PERDONE!-exclamó Egon y se apresuró a levantarla.
La mujer, cuya cara no se lograba ver a causa de su cabello, emitió una risita tonta y aceptó la ayuda de Egon de inmediato.
-¡Tía Sonya!-dijeron Adam y Keren al unísono.
Egon se quedó petrificado, mirando fijamente la mano de aquella mujer y poco a poco fue subiendo su mirada hasta fijarse en su rostro.
Unos ojos mieles muy familiares pero a la vez desconocidos le devolvieron la mirada con curiosidad.
Él no le soltó la mano y ella se ruborizó.
-Papá, te presento a Sonya Di Lorenzo, la hermana gemela de mamá-dijo Keren con una enorme sonrisa en su rostro.
-Tía Sonya-agregó Adam-te presento a Egon Peitz, nuestro padre.
-Y yo soy Henry Wilde, hijo de Egon Peitz y medio hermano de Adam y Keren-añadió Henry con una leve sonrisa. Adam rodó los ojos.

Como Egon continuaba aferrado a la mano de Sonya, esta se la apretó con timidez y él reaccionó.
-Pido disculpas a mi comportamiento-dijo con voz ronca-es que es idéntica al amor de mi vida.
Le soltó lentamente la mano y forzó una sonrisa.
Sonya se ruborizó aun más e inclinó la cabeza.
-Mucho gusto-dijo, mirando a Egon y luego a Henry.
-¿Por qué no vamos a dar un paseo? Podemos pasar todo el día juntos, ¿Qué te parece, tía?-sugirió Adam con excitación.
-Suena estupendo. De hecho tenía en mente invitarlos a comer algo, claro, si su padre está de acuerdo-dijo. Y Egon parpadeó. Le era imposible dejar de mirarla. Sintió un espamo interior al momento de verla y de oír su voz, similar a la de Shelby.
Entonces recibió un codazo por parte de su hijo y sacudió la cabeza.
-Por mi no hay ningún inconveniente. Será un néctar pasar un día contigo y saber algunas cosas referente a tu pasado-repuso.
Keren dejó escapar una risilla y jaló a Henry hacia el elevador.
Adam tomó de la mano a su tía y le palmeó el hombro a su padre para que alcanzaran a los demás.
Sonya percibía la mirada de Egon sobre ella y se preguntó qué era lo que tenía en la mente aquel hombre. ¿Tan parecida era ella a Shelby, cómo para que Egon Peitz tuviera demasiado interés?
Sus mejillas casi adoptaron el mismo tono de su cabello cuando sintió la mano de ese hombre posarse por accidente cerca de su cintura. Miró el reflejo del espejo del elevador y vio que él la miraba con sus penetrantes ojos negros y misteriosos.
De pronto, el elevador se detuvo y salieron al exterior.
-No conocemos tan bien la ciudad, puesto que somos de Nueva York-explicó Keren-pero podemos preguntar e ir por toda la ciudad, así como ayer.

Sonya y Egon se habían quedado mirando sin parpadear y ambos dieron un respingo cuando Adam carraspeó.
-¿Y bien? ¿a dónde vamos primero?

Fueron a desayunar a un restaurante exquisito, según Henry, y estuvieron charlando durante casi dos horas. Keren y Adam continuaron enfadados, pero entablando conversación por educación. Sin embargo, los que apenas emitían palabra eran Sonya y Egon, y si lo hacían, titubeaban como tontos.
-Se me antoja una rebanada de pastel de chocolate-dijo Keren y alzó la mano al mesero-¿a ustedes no?
-Mi favorito es la tarta de moras-dijo Sonya, revisando el menú  meticulosamente.
-¿Van a pedir algo más ustedes?-Keren les preguntó a sus hermanos y a su padre.
-De mi parte así estoy bien, gracias-contestó Henry.
-También estoy bien-replicó Adam y miró a Egon-¿papá?
-Necesito tomar un poco de aire. Disculpenme-dijo. Su voz sonaba sofocada y lo observaron salir del restaurante a toda prisa.
-¿Él va a estar bien?-preguntó Sonya.
-No tengo idea. Es la primera vez que le sucede-contestó Keren y el mesero se acercó con una libreta.

Afuera, Egon se había inclinado hacia adelante y apoyado en sus rodillas para recuperar el aliento. No podía más. Se sentía asfixiado y desesperado.
Sonya Di Lorenzo era la imagen viva de Shelby, solo que unos años mayor.
Si Shelby no hubiese muerto, ella tendría la misma apariencia que Sonya.
La angustia e incertidumbre no lo dejaba respirar y pensar con normalidad.
Había pasado casi veintiún años y él no lograba arrancarla de su corazón. Y ahora venía una mujer exactamente igual a ella a alterarle más sus ideas. Desde la perdida de su amor, jamás pensó en volver a enamorarse, ya que estuvo recluido en aquel sitio durante tanto tiempo y tampoco si salía de ahí tuvo alguna idea de rehacer su vida. A él simplemente le importaban sus hijos, nada más.
Mientras se tranquilizaba, se irguió por completo y se recargó en la pared. Cerró un instante los ojos y cuando los abrió, se cruzó con la mirada dulce y empalagosa de Sonya Di Lorenzo. Sus ojos mieles denotaban preocupación, tal y como Shelby solía mirarlo.
-Perdón-dijo ella, acercándose un poco a él-no podía continuar allá dentro y disfrutar de mi tarta si usted no está ahí.

Egon no respondió.

-¿Se siente bien?

Él negó con la cabeza.

-¿Quiere que llame a sus hijos?-la voz de Sonya se tiñó de ansiedad.
-No.
-¿Entonces qué necesita? Déjeme ayudarlo, dadas las circunstancias de que usted fue la pareja de mi hermana y padre de mis sobrinos, quiero ayudarlo.
-Acompañeme-dijo él de repente. Ella parpadeó, perpleja-estaré bien si usted me acompaña a dar un paseo.
-¿Qué hay de los chicos?
-Ellos se la arreglarán bien sin nosotros. Les enviaré un mensaje.

Sonya tragó saliva y se acomodó un mechón de cabello rojizo detrás de la oreja.
Egon escribió un rápido mensaje y se lo envió a Adam. Guardó el teléfono en su bolsillo y se acomodó la camisa.
-No te vas a arrepentir-le aseguró con una radiante sonrisa que la dejó pasmada-y quiero que me hables de tú, por favor.
-De acuerdo, Egon-dijo ella con un poco de rubor en sus mejillas-¿a dónde iremos?
-Probablemente a conocer la ciudad, ¿te animas?
-¿Traes GPS?-preguntó Sonya, comenzando a caminar a la par de él.
-¿Tengo cara de ser fan de la tecnología?-bromeó Egon.
-Nos perderemos-rio ella.
-Eso sería fantástico.

Anduvieron por las calles, mirando a su alrededor y mirándose de vez en cuando.
Egon se moría de ganas de hablar con ella, preguntarle acerca de su vida y sus gustos, pero tenía vergüenza.
Sonya no era Shelby, claro estaba. Su manera de ser esa distinta.
Sonya era reservada, tímida y algo penosa. Shelby siempre fue salvaje, no le daba pena nada y muy fuerte. Así que Egon decidió romper el hielo.
-¿Qué piensas de los asesinos seriales?-le preguntó en tono jovial-o los criminales en general.

La reacción que esperaba de ella resultó ser errónea. Pensó que lo miraría como si estuviera loco o lo golpearía, sin embargo, se mostró calmada. Ninguno de los dos dejó de caminar.
-Para mí, son personas que necesitan apoyo emocional-respondió con naturalidad-nunca recibieron la atención y el amor en su momento; y es por eso que llegaron a donde están-suspiró y volteó a verlo-¿por qué me lo preguntas? ¿tienes algún familiar en prisión por haber asesinado a alguien?

Egon soltó una sonora carcajada y negó con la cabeza.
-No, claro que no. Solo fue simple curiosidad.
-Vaya curiosidad tan más extraña.
-Lo arruiné, ¿no es así?
-¿El qué?
-El momento. Estoy tan viejo que ya no sé como hablarle a una mujer, lo lamento-dijo él y metió las manos en sus bolsillos.
Por consiguiente, ella se detuvo y le agarró el hombro.
-Lo estás haciendo bien, créeme. Yo tampoco sé como hablarle a un hombre-ladeó la cabeza y sonrió.
-¿Y tienes hijos?
-No. Lamentablemente no-dijo ella y le soltó el hombro. Su expresión se ensombreció y Egon supo que había metido las cuatro enteras.
-Aún no estás segura de tenerlos, supongo.
-No es eso. Sucede que no ha aparecido un hombre lo suficientemente bueno para mí y por ente, tampoco he tenido hijos por la misma razón.
-Entiendo-sentenció Egon y postró su oscura mirada en ella-¿por qué no te vienes a vivir a Norteamérica? Allá en Roma nunca encontrarás a alguien que llene tus expectativas.
-¿Cómo estás tan seguro de eso?-replicó ella con una ceja elevada.
-Porque de ser así, ya estuvieras casada y tuvieras una familia.
-O quizás se debe a que prefiero quedarme sola-siseó Sonya, un poco molesta.
Egon asintió.
-Francamente sería una lástima-dijo.
-¿Lástima?-Sonya juntó las cejas.
-Sí.
-Explícame.
-Eres una mujer sumamente hermosa y no concibo imaginarte sola por el resto de tu vida. Mereces a un hombre que te ame, viva y muera por ti.

Tras aquellas palabras, Sonya Di Lorenzo se quedó sin palabras. Y se dio cuenta que Egon Peitz no solo era un hombre amenazante, rudo y guapo, sino que tenía buenos sentimientos, con los cuales cautivó a su hermana Shelby.
-Egon-pronunció su nombre con voz temblorosa-yo no soy Shelby.
-Eso lo sé. Eres muy diferente a ella-repuso él, esbozando una sonrisa triste-pero también tienes tus encantos, Sonya.
-Espero que la razón por la que decidiste dar un paseo conmigo no sea por el gran parecido que tengo a mí hermana.

Egon no dijo nada y deseó desaparecer; ya que verdaderamente aquella había sido la razón: Sonya era el clon de Shelby.

-Regresemos al restaurante-objetó él, dándose por vencido.
-¿No que íbamos a pasear?
-Mis comentarios parecen incomodarte y no quiero que vayas a tomar una mala impresión de mí.

Sonya continuó caminando sin esperar que Egon la siguiera pero él lo hizo.
La distancia que había entre ellos era de casi dos metros, como si fueran más que solo personas andando en la acera sin ningún tipo de familiaridad.
-¿Me quieres conquistar?-le oyó preguntar a Sonya.
-No diría "conquistar", sino conocerte.
-¿Es por qué soy igual a Shelby?
-Podría ser, pero realmente tengo ganas de saber más de ti.

Y un segundo después, ella giró sobre sus talones, haciendo que su cabello ondeara en el aire y sus manos se posaran en los hombros de Egon. Él, por su parte, entornó los ojos ante su cercanía.
-Esto está mal, ¿lo sabes? No nos conocemos y todos van a mal pensar por esto y yo no quiero problemas.
-¿Te parezco atractivo?-la voz seductora de Egon, la cual había estado muy oxidada, ruborizó a la fémina y él se sintió complacido.
-Sigo sin comprender tus intenciones-se apartó de él y se acomodó el bolso sobre el hombro-pero quiero saber lo que tienes en mente.
-¿Una cita, tal vez?
-¿No crees que es demasiado pronto? Apenas nos conocimos-murmuró.
-Somos personas adultas y sabemos lo que es bueno y lo que no. Y no tenemos que rendirle cuentas a nadie, al menos yo no-repuso Egon con egocentrismo.

Sonya rodó los ojos y rio.
-Eres muy rebelde, Egon Peitz.
-Y aún no me conoces-él le guiñó el ojo al tiempo que le instaba a seguir caminando.

Egon paró un taxi y le brindó el asiento trasero a Sonya y luego él se deslizó a su lado. Le indicó al conductor hacia donde ir y se dirigieron al cine.
Y cuando llegaron, optaron por ir a una heladería.
-¿Te gusta mucho el helado?-le preguntó él.
-Me encanta. Y he leído que los de aquí son muy ricos-leyó con atención los sabores-uhmmm nuez. Sí, nuez.
-Uno de nuez, por favor-pidió Egon al chico que atendía-y uno de vainilla.

Se sentaron en la barra en espera de sus helados.
-Shelby... perdón, quiero decir... Sonya-balbuceó Egon con torperza y se sintió estúpido. Apretó los puños y se llevó una mano a la frente.
-¿Sí?
-Eh... nada.

Les enteraron sus conos de helado y lo devoraron mientras recorrían el centro comercial rumbo al cine.
No obstante, un sujeto pasó corriendo muy deprisa del lado de Sonya y se estampó en ella, embarrandole el helado encima y casi tirandola al suelo.
Egon la cogió de la cintura justo a tiempo y dirigió su mirada al hombre que se había detenido solo para echar un vistazo a su estupidez.
-¿Estás bien?-preguntó a Sonya y esta asintió, aturdida. Luego se aclaró la garganta y le gritó al hombre: -¡Oye tú! ¡Pídele disculpas, imbécil!
El tipo dejó de correr y se dio la vuelta. Se acercó un poco a ellos y con toda la acidez del mundo, contestó:
-No es mi culpa que tu perra obstruyera mi camino.
-¿Qué has dicho?-siseó Egon y Sonya hizo el ademán de dejarlo por la paz, pero lo que ella no sabía era que él quería matar a ese hombre.
-¡Cuida a tu perra, por favor!-se burló el hombre y las personas que iban pasando por ahí se quedaron atonitas.

Entonces Egon de volvió hacia Sonya y le dedicó una de sus sonrisas más amables y demenciales del mundo.
-¿Recuerdas que te pregunté acerca de los criminales?-ella asintió-pues en mi juventud lo fui. Y en este momento serás testigo del infierno del que Shelby me salvó.

Y dicho eso, se acercó al hombre, quién retrocedió unos pasos, alarmado y se colocó en posición de pelea. Egon rodó los ojos y le fue fácil cogerlo de la camisa y propiciarle un puñetazo en la cara. El sujeto trató de devolverle el golpe pero él siempre había sido rápido y al cabo de un minuto, dejó al pobre hombre ensangrentado en el suelo del centro comercial, retorciendose de dolor.
-Y ahora-gruñó Egon, agarrandolo de un mechón de cabello para levantarle la cara-le pedirás perdón, pedazo de basura.

El rostro de Sonya estaba pálido y miraba boquiabierta aquella escena al igual que las demás personas.
-Pe...Perdón-balbuceó el hombre y Egon dejó caer su cabeza sobre el charco de sangre.
-Y ustedes-vociferó Egon a los espectadores-este patético hombre se lo merecía y les recomiendo que no llamen a la policía.

Agarró a Sonya de la cintura y la llevó lejos de ahí.
Ella apenas podía respirar.
¿Qué acababa de suceder?
-¿Quién eres realmente?-lo cuestionó con incertidumbre y lo soltó bruscamente cuando estuvieron lo suficientemente lejos de donde había sido el incidente.

A pesar de que Egon era un hombre que jamás le temía a nada, y mucho menos se avergonzaba, le costó trabajo explicarse.
-Fui un criminal. Uno de los más buscados hace veinte años.
-¿Qué?-dejó de limpiarse la blusa con un pañuelo para mirarlo con los ojos entornados.
-Puedes asustarte, no te culpo. La mayoría de personas suelen temerme u odiarme.
-¿Mi hermana sabía de eso?

Egon sonrió.
-Shelby sabía eso y mucho más. De hecho, ella fue la primera persona con la que me sinceré y me apoyó hasta su último aliento.
-¿Quieres decir que a pesar de que sabía que eras un criminal, aceptó estar contigo?
-Sí. Ella me amó a pesar de mis errores.
-Mi hermana fue una chica muy valiente entonces.
-Éramos almas gemelas. Shelby nació para mí y yo para ella.
-¿Por qué me cuentas todo esto, Egon?
-No lo sé-se encogió de hombros-lo único que me importa ahora es saber tu opinión acerca de lo que te he contado.
-¿Qué puedo decirte? Es un mundo nuevo para mí. Tal vez mi hermana estaba a gusto con el embrollo de tu pasado pero a mí me asusta.
-¿Por qué te asusta?-se sintió un poco devastado y desilusionado.
-Porque sé que aun tienes tus instintos sádicos. Casi matas a ese hombre y apuesto todo lo que tengo a que cuando te enfadas, pierdes los estribos y le haces daño a cualquier cosa que tengas enfrente.
-Estás equivocada-reiteró-he aprendido a controlarme.
-Me gustas, Egon. Eres un hombre bueno, y con un corazón bellísimo-le dijo, acariciandole el rostro-pero necesitamos conocernos más. Ser amigos primero e interactuar.
-Me parece perfecto-aceptó él.
-Ahora, ¿me acompañas al sanitario? Me voy a cambiar de blusa.
-¿Traes otra?
-Una abajo. Es una básica.

Egon la esperó el tiempo necesario afuera de los sanitarios.
Minutos después, ella salió con una blusa negra de tirantes y con la otra doblada sobre su brazo.
-¿Quieres que volvamos con los chicos?-interrogó él, abrumado.
-No. Lo que quiero es que me hables de Shelby.

Egon frunció el ceño.
-¿Qué quieres saber?
-Todo. Desde que se conocieron hasta el final.
-¿Por qué quieres saber de ella?
-He descubierto que tengo  familia, y que mejor que tú para contarme acerca de ella. De mi gemela-hizo énfasis en la última palabra y él hizo una mueca.
-Honestamente no sé si estoy preparado para hablar de ella contigo.
-Te lo suplico-lo agarró del brazo-cuéntame de mi hermana.




Miren chicas, ya casi no votan y es triste. A mí no me gusta poner "metas" pero es necesario u_u
Cuando llegue este capítulo a los 150 votos, continuaré. Ya falta poco para el final y espero voten mucho.

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