105
Egon se quedó ensimismado luego de aquella confrontación careciente de sentido por culpa de ese papel que tenía escrito el número telefónico de una tal Sonya. No conocía a Roch, pero estaba seguro que esa información la había estado ocultando de él, ya que incluso notó la incomodidad de los gemelos al momento de leer ese nombre.
Le dolía la cabeza, y no era por el cansancio, sino por el sinfín de dudas que se habían arremolinado en su mente. Pensó seriamente en tomarse dos pastillas que le recomendó el doctor Strom, pero declinó la idea. Él jamás se tomaría algo que viniera de ese hombre, así que, con sigilo, se levantó de la cama, cogió la botella de pastillas y fue al baño. Las dejó caer todas al retrete y se mojó la cara con una sola mano. Adam se quedó a dormir con él en la cama, pero no se despertó.
¿Qué estaba pasando? Si tan solo no estuviese herido, todo sería más fácil.
Volvió a su cama, grande y suave, y cerró los ojos. Esa habitación era la más grande de la casa, donde Roch y su esposa solían dormir, sin embargo, Egon no se atrevió a protestar, así que agradeció su estadía.
Roch era un buen hombre, no le hacía falta comprobarlo más.
La noche pareció ser larga y lúgubre. El aire que entraba por la ventana le causó escalofrío. Volvió el rostro a su hijo, quién dormía tranquilamente y se levantó a cerrar los cristales.
El brazo entero que tenía lastimado era con el que más ejercía fuerza, por lo que tardó alrededor de cinco minutos cerrar la ventana y volver a acostarse.
Al día siguiente, él fue el primero en despertarse.
Checó el reloj de la pared, donde las manecillas marcaban furiosamente las 6:45 de la mañana y se sentó.
Tenía demasiada hambre y dolorosos calambres le dieron a entender que tenía que comer algo o si no se volvería violento.
Buscó las sandalias que Roch le había comprado para andar por casa por comodidad y salió al pasillo. Encendió algunas luces y bajó poco a poco la escalera, en dirección a la cocina.
Desde que salió del hospital, su cuerpo comenzó a exigirle comida, comida de verdad y no porquerías de enfermo que le obligaban a comer.
Llegó a la cocina y abrió la nevera: Aun quedaba la última hamburguesa de la noche anterior y sintió una satisfacción inexplicable.
La calentó en el microondas y se sentó sobre la isla de la cocina a devorársela; y mientras lo hacía, el nombre escrito en ese papel volvió a su mente.
Sonya Di Lorenzo. Residía en Roma, y estaba su número telefónico. No entendía por qué esa mujer podría cambiar el mundo o quizás Roch se refería a su vida.
Probablemente era una persona encubriendo su nombre con otro.
Se encogió de hombros y se lavó la mano, satisfecho.
En esa casa no había nada más que hacer que tumbarte en el sofá y ver televisión, así que lo hizo. Encendió la TV y comenzó a ver un programa acerca del embarazo no deseado en adolescentes donde un grupo de personas se tomaron la molestia de salir a las calles para entrevistar a diferentes chicas de 15 a 18 años acerca de ese tema. Egon frunció el ceño al escuchar sus respuestas: "Tener un hijo es una bendición, sea deseado o no" "Tengo una amiga que tiene tres hijos y tiene diecisiete años. Sus bebés son hermosos".
-Tal parece que los tiempos siguen igual. Que tragedia—murmuró entre dientes, cambiando de canal con una mueca de desagrado.
No tardó tanto tiempo en hallar una película matutina y se acomodó entre los cojines.
Star Trek.
Horas después, Adam se levantó a eso de las nueve con el corazón desembocado. Corrió por toda la casa, buscando habitación por habitación y alborotando a los demás.
-Falsa alarma, él está aquí—gritó a todo pulmón cuando vio a su padre completamente dormido en lo sillones frente a la televisión.
Y por tanto escándalo, Egon despertó de muy mal humor.
-¿Por qué los gritos?—espetó.
-Pensé que algo te había pasado al no verte en la cama—le siseó Adam en respuesta, dejándose caer a su lado.
Egon notó que su hijo había estado realmente asustado por como tenía los ojos: rojos e hinchados.
-Lo lamento. Es solo que desperté muy temprano, me dio hambre y me quedé viendo la televisión.
A los pocos minutos, Keren se unió a ellos con los ojos estrechados. Llevaba puesta una bata de seda y el cabello recogido en una coleta.
-Roch me dijo que les dijera que no se siente bien—sentenció, iracunda—se ha enfermado de catarro y creo que Henry y Allen también.
Adam se irguió en el sofá y chasqueó la lengua.
-Más nos vale no enfermarnos como ellos—observó.
-Adam, vas a ayudarme a preparar sopa—lo llamó su hermana, decidida a cocinar.
-No tenemos los ingredientes necesarios.
-Por eso es que Roch me ha dado la llave del coche que rentó para que vayamos a comprar despensa—lo miró con cara de pocos amigos—así que muévete. Ve a ducharte porque en veinte minutos nos iremos.
Y dicho eso, se dio la vuelta y se marchó por el mismo lugar en que apareció.
Adam miró de soslayo a su padre y este se encogió de hombros.
-Ordenes son ordenes—dijo Egon, mordiéndose la lengua para no reír.
-Que gracioso eres, papá—repuso con sarcasmo—pero todo esto lo hacemos por ti, no lo olvides. Tu única obligación que tienes es ponerte mejor.
-Y lo haré. En pocas semanas estaré como nuevo—le aseguró—ahora ve a cambiarte o no querrás ver a Keren enojada.
-Tienen el mismo genio, déjame decirte.
-Ambos heredaron mi carácter—dijo Egon con orgullo—pero jamás me han visto realmente enojado.
-Claro que sí. Varias veces—le contradijo Adam burlonamente.
-No—replicó su padre, esbozando una sonrisa—es solo fue un 60% de mi furia, así que largo de aquí.
Adam sacudió la cabeza y abandonó a Egon en la sala para ir a vestirse.
Era sorprendente e increíble la manera en la que Roch les dio la bienvenida a todos: a ninguno le hacía falta ropa y comodidades. En aquella casa tenían todo a su disposición y era fabuloso.
Y tiempo después, los hermanos bajaron a despedirse de su padre con ropa casual y el cabello húmedo.
Egon les echó un vistazo con los pulgares hacia arriba, dándoles el visto bueno a su atuendo.
-Papá, quizás tardemos más porque pasaremos a ver a tío Gabbe, ¿te parece? —le comunicó Keren con una leve sonrisa.
-Vayan. Averigüen y traten de entrar a verlo. Si yo pudiera ir, lo haría, pero de todas maneras no tengo deseos de pisar un hospital hasta que me muera—musitó Egon, sonriendo forzadamente.
-No digas tonterías, papá. En fin, volveremos en unas horas—eludió Adam.
Ambos le dieron un beso a Egon en la frente y se dirigieron a la puerta.
-¿Sabrán cómo volver? No conocen esta ciudad—exclamó Egon antes de que se fuera.
-El coche tiene GPS, ¡Nos vemos! —le gritaron desde la calle.
Al instante en que oyó que el coche se marchó, Egon se dispuso a ir a echarle un vistazo a los demás. Se agarró firmemente a la pared con una mano y se deslizó a las escaleras.
Su cuerpo había perdido la fuerza, por lo que se cansó a los pocos segundos de haber comenzado a ascender por los escalones. Llegó jadeando hasta la primera habitación y entró.
Roch estaba tumbado sobre la cama con numerosos pañuelos usados alrededor del suelo y encima de él. Tenía la nariz y mejillas rojas.
-Por Dios, te ves fatal—le dijo Egon, escondiéndose en la puerta— ¿necesitas algo?
-No, ¡Qué va! –balbuceó el hombre con la voz congestionada—yo debería estar cuidándote, pero estoy enfermo...
Hizo una pausa para soltar un estruendoso estornudo.
-El hecho de que no pueda mover un brazo, no quiere decir que estoy lisiado—farfulló Egon.
-¿Ya se fueron los chicos? –quiso saber Roch, haciendo lo posible por no estornudar nuevamente.
-Dijeron que tenían que comprar comida al supermercado y estoy preocupado.
-El coche tiene GPS.
-Sí, pero no es por eso.
-¿Entonces por qué?
-Steve Blake.
-Ah—la expresión de Roch se ensombreció—yo también no he dejado de pensar en ese gusano.
-No ha dado señales de vida todavía y es muy sospechoso.
-Escucha, Egon, ese hombre tampoco está del todo saludable—le recordó—y apuesto que en estos momentos se está tomando el tiempo necesario para recuperarse y atacar. Pero para ese entonces todos ya vamos a estar bien y lo asesinaremos como se merece.
-¿Y si usa a alguien para matar a mis hijos?
-No seas paranoico y mejor ve a buscarme un vaso con agua—le pidió.
Egon le envió una mirada fulminante y salió de la habitación.
A varias calles de distancia, Adam y Keren iban dentro del coche de Roch, evaluando las indicaciones del GPS, las cuales era difíciles de entender; puesto que la voz les orientaba hacia donde dar vuelta, pero resultaba que era en sentido contrario.
-Se acabó. Dejemos el maldito coche aquí y tomemos un taxi—espetó Adam, desesperado.
-Tu impaciencia me estresa. Mejor cállate y déjame continuar conduciendo.
-Debí haber agarrado el asiento del chofer antes que tú—se quejó su hermano, cruzándose de brazos.
-Tengo una idea—apremió ella justo cuando él se disponía a encender la radio.
-¿Cuál? –la encendió y la canción "Kids" de OneRepublic comenzó a sonar.
La canción relajó un poco el ambiente y Keren se sintió más animada.
-¿Qué te parece si nos dividimos los mandados? Yo voy por la despensa y tú vas a ver a tío Gabriel.
-¿Puedo quedarme con el coche?
Keren rodó los ojos.
-De acuerdo, pero pasarás a recogerme al supermercado de vuelta, ¿okey? Y no vayas a confundirte con el GPS.
-Ya, ya. Quédate con el coche y ve a dejarme al hospital—siseó él.
Ella sonrió y siguió conduciendo, deleitando sus tímpanos con aquella asombrosa canción.
"I don't know what's 'round the corner...
Way I feel right now, I swear we'll never change, back when we were Kids...
Swore we will never die
You and me were kids
Swear that we'll never die..."
"No sé qué hay al otro lado de la esquina...
La forma en la que me siento ahora, juro que no cambiaremos jamás...
De vuelta a cuando éramos niños, juré que no moriríamos nunca
Tú y yo fuimos niños, juro que no moriremos nunca..."
~.~.~.~
Gabriel McCall abrió los ojos de golpe. Sintió como sus pupilas se contraían al sentir el impacto de la luz sobre su cara tan repentinamente.
Movió los ojos de un lado a otro, asustado. ¿Dónde estaba?
Intentó abrir la boca, pero esta no cedió ante su orden. Hizo su mayor esfuerzo para levantar las manos, pero tampoco logró hacerlo y comenzó a inquietarse.
Y un dolor agudo le atravesó el estómago, y cayó en cuenta de todo lo que había pasado.
Le habían disparado y desde entonces dejó de estar consciente de lo que ocurría a su alrededor.
Se estremeció ante la idea de haber estado en coma durante varios días o semanas, no estaba seguro.
Cerró los ojos nuevamente y se relajó. Tal vez todo aquel problema de no poder moverse solo era consecuencia de su inmovilidad. Su cuerpo ya no estaba tan familiarizado con el control y la flexibilidad, así que respiró hondo antes de levantarse por completo de la cama.
Sintió un mareo espantoso, pero no se dejó vencer. Aunque técnicamente sintió que iba a morir en el momento que su herida del estómago se estiró.
Sin embargo, cuando colocó los pies en el frío suelo blanco, le temblaron las piernas y volvió a sentarse.
Aprovechó a recuperar el aliento y a revisar el vendaje de su cuerpo. Se quedó anonadado al notar que no traía ropa interior debajo de aquella bata tan delgada y se ruborizó.
-Por eso odio los hospitales, las personas tienen que perder la poca dignidad que les queda con esta ropa—dijo, sintiendo su voz rasposa y seca.
Se sorprendió mucho oírse hablar luego de un tiempo.
Y tras asimilar las cosas, logró ponerse de pie. Se quitó los sueros y tubos del cuerpo, incluso una mascarilla transparente de la cara, haciendo que una pequeña alarma sonara, provocándole jaqueca.
Se dirigió torpemente a la puerta y la abrió.
Pero se encontró con el rostro de un doctor con lentes color azul rey sonriéndole.
-Oh, señor McCall, ha despertado—dijo.
-¿Dónde está mi familia?—exigió saber Gabriel, con los nervios de punta.
-Permítame ayudarle—se ofreció el doctor, al ver como los brazos de él sangraban gracias a las agujas. Le ayudó a volver a la cama y le limpió los brazos con algodón—esto puede infectarse si no se parcha.
-Si quiere ayudarme, dígame dónde está mi familia—gruñó, mirándolo con recelo.
-Oh no, también hay que limpiar el suelo. El tubo manchó todo—dijo el doctor entre dientes.
-¡Respóndame!—vociferó Gabriel, dispuesto a asestarle un puñetazo al ridículo hombre.
-Soy el doctor Strom y sé dónde está su familia. Si usted coopera con todo esto, lo llevaré con ellos—replicó el hombre con el rostro serio. Su sonrisa se esfumó por completo, dejando perplejo a Gabriel.
Entonces Gabriel no dijo ni una sola palabra más mientras ese doctor limpiaba el tiradero que había creado gracias a su paranoia. Entraron varias enfermeras a ayudarlo y a revisarle la herida sin escrúpulos.
-Es un milagro que despertara—le oyó murmurar a una de ellas al marcharse con el vendaje viejo, ya que le habían cambiado por nuevas vendas y otra bata.
-¿Cómo dijo que se llamaba?—Gabriel preguntó al doctor y este dejó de verificarle el reflejo de sus rodillas.
-Soy el doctor Burke Strom—contestó—y estoy atendiendo al señor Landon también.
-¿Quiere decir que él está bien?—sintió un alivio enorme al escuchar eso.
-Más que bien, anoche fue dado de alta y se marchó a la casa de uno de sus familiares, el señor Roch Tyler.
-Me encantaría hablar con ellos.
-Todo a su tiempo, ahora recuéstese. Le traeré unos analgésicos y algo de comer, porque debe estar hambriento, ¿no? —repuso, recuperando su humor retorcido.
-¿Podría pedirle un trozo de pizza y una soda?—preguntó humildemente y el doctor rompió a reír.
-Voy a romper las reglas por ustedes, pero se lo merece. Ha pasado por mucho; por lo tanto, traeré lo que desea—afirmó—solo si promete tranquilizarse.
Gabriel asintió solo para darle gusto al doctor, ya que lo único que quería era comer y salir de ahí cuanto antes para estar al tanto de lo que había sucedido en su ausencia.
No obstante, en cuanto el sujeto se marchó, se sentó de nuevo y miró el reloj viejo de la mesita que tenía a un lado: 11:45 am.
¿Por qué no había nadie acompañándolo en ese momento? ¿Acaso había ocurrido algo tan grave como para olvidarse de él?
Sintió náuseas y un desasosiego al sacar sus conclusiones.
El tiempo que esperó fue frustrante. Contó casi todos los minutos hasta que por fin la puerta se abrió e ilusionado, pensando en su pizza, se acostó rápidamente en la cama, actuando con normalidad, pero la bata se le subió a la altura de los muslos y no pudo arreglarla. Pero no fue necesario, puesto que no se trataba del doctor, sino de su sobrino, Adam.
El chico, entornando los ojos, se le fue encima y lo abrazó con todas sus fuerzas, dejando la puerta abierta.
-¡Tío!—jadeó Adam sin soltarlo— ¡Has despertado! Dios, esto es increíble, pero, ¿a qué hora volviste en sí? Ayer no dabas señales de nada.
-No lo sé—titubeó Gabriel. Dejaron de abrazarse y vio a su sobrino cerrar la puerta y luego sentarse en la silla de visitas—acabo de despertar hace menos de una hora y me duele todo el cuerpo.
-Después de una tormenta ha salido un rayo de luz—clamó Adam con una sonrisa triste y Gabriel presintió malas noticias.
-Por favor, dime que ha pasado mientras estuve en coma—le rogó, sintiendo como su corazón se aceleraba.
Adam dejó de sonreír. Humedeció sus labios y juntó las manos en posición de oración con la mirada puesta en ellas, incapaz de mirar a su tío a la cara.
-Verás—comenzó a decir con voz ronca—no solo tú y mi papá salieron heridos de ese enfrentamiento.
-¿Le pasó algo a Allen?—interrogó Gabriel exaltado— ¡Dime, le pasó algo a mi hijo!
-No, no. Él está bien—Gabriel se tranquilizó, pero otra duda surgió de sus labios pero Adam se adelantó a contestarle—mi hermana está bien. Henry también.
-¿Entonces...?
-Beatrice...-susurró el chico con voz temblorosa. Sus ojos mieles aún seguían fijos en sus manos—Beth fue asesinada por los hombres de Blake.
Gabriel sintió que se le caía el alma a los pies. Él estimaba mucho a Beatrice y al oírselo decir a Adam acerca de su muerte, le partió el alma.
Nunca pensó que aquello lograría suceder, ya que Beatrice siempre demostró ser fuerte, incluso más que Adam en diferentes aspectos.
-Hijo, lo siento tanto—no encontró otra cosa que decir, estaba mudo y pálido por la mala noticia y sabía exactamente como se sentía Adam.
Adam se mordió el labio inferior y asintió.
-Honestamente, tío, el dolor que sentí al verla tumbada en la calle desangrándose, se ha amortiguado un poco. He decidido no deprimirme tanto y le juré a Beth que haría lo posible por vengar su memoria, matando a ese maldito.
-Yo también le hice una promesa a Caroline.
-¿Sobre matar al responsable de su muerte, que viene siendo el mismo hombre que asesinó a Beth?
-Exacto. Sin embargo, quién debe matarlo es tu padre. A él le concierne quitarle la vida antes que nosotros.
-Tío, a todos nosotros nos concierne darle agarre a ese tipo y matarlo. ¿No te das cuenta de tanto daño que ha provocado en nuestras vidas? Mató a tía Caroline, mató a mi novia y a otro chico inocente.
-Cálmate. Pronto saldré de aquí y vamos a armar un plan para atraparlo.
-Me alegra que aun tengas tu paciencia, tío. Y me llena de gozo verte despierto, diciendo palabras coherentes y dándome consejos para no hacer alguna tontería.
-Ya extrañabas mi presencia, admítelo—bromeó Gabriel.
-Todos te echamos de menos, en especial mi papá.
-Egon ha sido un hermano para mí y quiero creer que él siente lo mismo por mí.
-Que cursi—se burló Adam y Gabriel le lanzó un botecito de pastillas a la cara—por cierto, Keren vendrá a verte en un rato más. Fue a comprar la despensa para que mi papá coma una deliciosa sopa.
-Un doctor me comentó que se está haciendo cargo de Egon y que ayer fue dado alta y llevado a la casa de Roch Tyler.
-¿El doctor Strom?
-Sí, él.
-Ese doctor me da dolor de cabeza. Es muy extraño y se empeña en cuidar a mi padre, incluso en casa de Roch.
-Me parece un sujeto raro, pero no creo que sea alguien de quién preocuparnos, después de todo es un doctor cualquiera.
Y de repente, la puerta de la habitación se abrió y entró el doctor Strom dando bocanadas de aire con rectángulos de cartón y sodas en sus manos.
-Joven Peitz—dijo al ver a Adam—necesito una mano, por favor.
Perturbado, se apresuró a ayudarlo y se percató de que el doctor había metido comida de contrabando porque aseguró la puerta con pestillo.
-¡Uff!—exclamó Strom, limpiándose el sudor de la frente—ha sido tan desastroso. Pero traje lo que me pidió, señor McCall.
Adam volteó a ver a su tío con las cejas alzadas.
Comieron los tres de contrabando casi a la velocidad de la luz, cuidando que nadie se le ocurría llegar a husmear.
Gabriel probó la gloria durante diez minutos y Adam le compartió la mayor parte de su ración para que quedara saciado.
-Me tengo que ir—añadió el doctor Strom, recolectando la basura con rapidez—espero le haya gustado, señor McCall. Más tarde vengo a verlo a ver como está y luego le traigo el informe de su salud para ver cuándo puede salir de aquí, de mientras quédese con su sobrino.
-Le agradezco este gesto que está fuera del protocolo.
"Doctor Burke Strom, se solicita su presencia en quirófano"
Una voz estridente sonó en todo el hospital y él corrió a la puerta.
-¡Tengo que irme!
Adam suspiró y limpió las migajas de pan del rostro de su tío con sus pulgares.
-Con este detalle me ha agradado un poco.
-Aunque un doctor jamás hubiese hecho eso por ningún paciente, supongo que hay excepciones—argumentó Gabriel, encogiéndose de hombros.
Adam asintió y se quedaron pensativos.
No habían pasado ni quince minutos, cuando la puerta se abrió nuevamente.
-¡TÍO GABRIEL!
Adam quedó un poco sordo al oírle gritar a su hermana desde el umbral de la puerta.
Gabriel y su sobrina se abrazaron calurosamente durante casi un minuto.
-¿Cómo pasó? Tienes que decirme cómo fue que despertaste—balbuceó, entre sollozos.
Gabriel le comentó lo que le había dicho a Adam y Keren no dejó de abrazarlo y de besarlo durante su relato.
Era un milagro.
Parecía que todo estaba volviendo a la normalidad.
Keren se puso triste cuando Adam le dijo que Gabriel ya estaba al tanto de todos los sucesos, excepto lo del asunto de la hermana de su madre.
Gabriel siempre había sido su confidente, pero él no estaba preparado tampoco para saber que Shelby Cash tenía una gemela, la cual estaba con vida en alguna parte de Italia. Y no porque se hallaba débil de salud, sino porque en algún momento él estuvo perdidamente enamorado de su madre y enterarse de una gemela, lo iba a perturbar al igual que su padre.
HOLA, CHICAS. ¿SABEN? ESTOY DEPRIMIDA JAJA POR ALGO MUY TONTO :(
CHAD REEH (EL MODELO QUE ENCARNA A ADAM PEITZ) CREO QUE YA TIENE NOVIA D: Y NO SÉ POR QUÉ ME SIENTO MAL. ES DECIR, ME DUELE._.
NO SÉ SI PORQUE CHAD HA SIDO TAN LINDO CONMIGO AL TOMARSE MOLESTIAS QUE NO LE CORRESPONDE, POR EJEMPLO SEGUIRME TANTO EN INSTAGRAM Y TWITTER, E INCLUSO AQUÍ EN WATTPAD. Y DE HACERME CASO EN LO QUE LE ETIQUETO EN INSTAGRAM O TWITTER, CON DECIRLES QUE LE HA DADO "LIKE" A UNA FOTO MÍA DONDE ESTOY CON MI MAMÁ EN LA PLAYA. Y JUSTAMENTE AYER SOÑÉ CON ÉL :'( BUENO, CON ESTA VEZ VAN DOS VECES QUE LO HE SOÑADO PERO AYER FUE HERMOSO.
TAL VEZ SE DEBA A ESO. LO HE SENTIDO CERCA DE MÍ Y ES POR ESO QUE NO ASIMILO QUE TIENE A NOVIA. EN FIN, LAMENTO ABURRIRLAS CON MIS LOCURAS JAJA :v
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