101.5
La noche se tornó más fría, más densa y más siniestra.
Keren y Set continuaban mirándose el uno al otro a mitad de la calle con las cejas levantadas.
Ella esperando su respuesta, él pensando en que responder ante sus palabras tan ciertas.
Ciertamente el chico de ojos exóticos no podía controlar su temperamento y ella no podría contra él si en caso perdía el control; así que esperó pacientemente a que su novio dijera algo, lo que sea.
-No tengo motivos para dejarme llevar por la locura otra vez-repuso él por fin, luego de una tormentosa espera de dos minutos.
Ella puso los ojos en blanco y se llevó una mano a la frente.
-Mira, hablaremos de eso después, ¿vale? Ahora regresemos al hospital porque deben estar preocupados, más porque me escapé.
-¡No!-le oyó vociferar-¡No! ¡Decide de una vez o me iré!
-¿Por qué de pronto haces que todo se vuelva tan desagradable?
Y así sin más, Set la miró con incertidumbre y angustia. Aflojó los puños y negó con la cabeza.
-Vamos, te acompañaré al hospital.
Su voz sonó cansada y cansina; muy distinta a segundos atrás, como si se hubiese dado por vencido. Keren intentó agarrarlo de la mano pero este simplemente se limitó a sonreír forzosamente, conduciendola arriba de la acera en la dirección opuesta en la que los demás se habían ido.
Caminaron lentamente hasta el Jeep, ella escrutandolo en la oscuridad con el ceño fruncido y él con la vista fija al frente, evitando mirarla.
Algo en él había cambiado drásticamente y no auguraba nada bueno.
La ayudó a entrar al Jeep y luego él se deslizó detrás del volante, encendió el coche y lo echó a andar. Abrió la ventanilla y de alguna parte sacó una cajetilla de cigarrillos, se colocó uno entre los labios, lo encendió y se limitó a conducir con los ojos estrechados y puesto al frente con expresión oscura.
Keren apenas podía asimilar lo que estaba presenciando.
-¿Qué quisiste decir con "te acompañaré al hospital"?-aventuró a preguntarle, siguiendo con la mirada el hilillo de humo que se deslizaba de entre sus labios hacia la ventanilla.
Set volteó a verla al momento que le daba otra calada a su cigarrillo y sonrió languidamente hacia ella.
-Nada-contestó y continuó conduciendo.
Llegaron al estacionamiento del hospital y ninguno de los dos bajó.
Set había encendido otro cigarillo y miraba con demasiada atención el humo que salía de sus labios. No pretendía bajar con ella, claro estaba.
-Set-comenzó a decir Keren pero él la calló, levantando un dedo hacia su rostro.
-Bájate.
-¿Qué?
-Bájate-repitió con tono siniestro y le quitó el seguro a las puertas.
-No lo haré-repuso ella con determinación.
-Pensé que querías regresar al hospital-dijo él, frunciendo el ceño y jugando con el cigarrillo entre sus labios sin apartar la vista al parabrisas.
-¿Por qué no me miras?-le preguntó, confusa-estás actuando extraño.
Set la miró ferozmente y ella notó en sus ojos rabia contenida.
-Bajate-repitió él, perdiendo la paciencia. Su voz era autoritaria y siniestra.
-¿Qué te pasa?-insistió.
-¡Nada! ¡Solo bájate de mi auto!-exclamó, agitando las manos con desesperación.
Luego de aquel arrebato de locura, Set recargó su cabeza en el asiento y cerró los ojos, sintiendo como el humo del cigarrillo se deslizaba a sus entrañas, amenazandolo con matarlo dentro de pocos años si continuaba fumando.
Exhaló e hilillos de humo lo envolvieron.
Keren tosió a propósito y él abrió los ojos con petulancia en dirección a ella.
-¿Sigues aquí?-la cuestionó con amargura y desdén.
Ella sintió un vacío enorme al oírle hablar de esa manera.
-No me iré hasta que hablemos como la pareja que somos.
-¿Somos pareja?-inquirió el rubio con sarcasmo-pues a mí no me lo parece.
-Sé que estás molesto porque no puedo acompañarte a donde tienes pensado ir, pero entiendeme, por favor-suplicó.
Set se quitó el cigarrillo de la boca y lo apagó en el tablero con brusquedad y después lanzó la colilla por la ventana.
Volvió el rostro a ella con precipitación y esbozó una de sus sonrisas maliciosas, que la aturdieron. Tenía tiempo que él no mostraba aquella actitud.
-Por estar contigo y tú familia, perdí a mí hermana de la manera más cruel que jamás pensé-dijo él con veneno-y al parecer, estás dispuesta a terminar como ella pero yo no me quedaré a ver tu muerte-se llevó ambas manos a la cabeza y gruñó-y eso no quiere decir que te esté abandonando, sino que si hay posibilidades de evitarme más dolor, lo haré.
-¡Nosotros no matamos a Beatrice! Ella eligió estar con mi hermano y tú decidiste ir a rescatarme-chilló la chica, al borde de las lágrimas.
-¿Y por qué no haces lo mismo que ella?-masculló, furioso.
-¡El qué!
-Seguir al chico que quiere y ser feliz.
Keren apretó los labios y se quedó en silencio. Las ganas de llorar se le habían quedado atoradas en la garganta y no podía pensar con claridad. Él tenía razón pero también ella la tenía.
Estaban en una encrucijada sin salida.
-Al menos una noche-le oyó decir a Set-te pido una noche más conmigo. Solo una y te dejaré en paz.
-No tienes por qué irte-le dijo ella con voz temblorosa-quédate. Juntos vamos a salir adelante, lo prometo.
-Yo ya no creo en promesas porque el futuro es incierto-eludió él-solo creo en el ahora.
-Set...
-Solo una noche-repitió Set con un dejo de anhelo en su voz.
Ella quedó mirando, por varios segundos, su regazo en la oscuridad. Cabía la posibilidad de poder persuadirlo para que cambiase de opinión esa noche; además, deseaba con todo su ser estar con él, a solas.
-¿Qué gano yo si acepto pasar la noche contigo?-preguntó.
-Ganas la última parte de mi corazón que todavía no te ama.
-¿Ah sí? ¿Cómo?
-Sí. Mira, esa pequeña parte ama a mi familia pero si aceptas estar conmigo esta noche, mi corazón entero pasará a ser solo tuyo. De nadie más.
-Eres la única persona que logra cambiarme el estado de ánimo con solo unas palabras, Set.
Y como si de una obra de teatro se tratase, el ambiente lúgubre y deprimente cambió radicalmente. El frío nocturno se había convertido en una brisa refrescante y armoniosa. El olor del humo de cigarrillos resultó reconfortante y exquisito...
Y sin la menor oportunidad de detenerse a pensar en lo que estaba ocurriendo, Keren sintió los labios tibios de Set sobre los suyos, demandandolos con salvajismo.
A pesar de que sus pulmones demandaban oxígeno, los ignoró por completo para no romper el momento.
Set se apartó ligeramente, respirando bocanadas de aire al igual que ella. Sus frentes y narices se rozaban y sus ojos se contemplaron.
-Solo esta noche-murmuró ella sobre sus labios.
-Solo esta noche-repitió él, acariciando sus mejillas y besandole la frente-no la vas a olvidar jamás.
******
Miami, Florida.
Varios días atrás...
-Señor Blake, ¿necesita algo más antes de que me retire a dormir?-preguntó su asistente personal en el umbral de la puerta de su habitación. Steve le observó con repugnancia aquel camisón largo de estilo antiguo que el hombre portaba con mucho orgullo. Rodó los ojos con exasperación e hizo una mueca de desagrado, ya que las piernas llenas de vello de su asistente lucían faltan con ese camisón.
-Cambiate de ropa, Stein-le ladró, molesto-y luego regresa. Tengo algo que confiarte pero no puedo hacerlo mientras sigas vistiendo como una mujer solterona del siglo XX.
-Es una camisola-le corrigió el hombre con desdén.
-Pues quitatela. Eres hombre.
-Me gusta la ropa de mujer.
-Pero al menos ponte ropa de mujer de este siglo, no del anterior-siseó Steve-y apurate, porque no tengo todo el tiempo.
Stein elevó los ojos al techo y asintió. Dejó solo a Steve, prometiendo regresar con una vestimenta más apropiada.
Y mientras volvía, Steve se asomó al balcón y contempló el océano golpeando la orilla con delicadeza.
Distraidamente se frotó la muñeca donde alguna vez estuvo su mano y suspiró agobiado. Si tan solo hubiese sido más cuidadoso con respecto al homicidio de Peitz, aun tendría su mano y su dignidad intacta.
En ese momento solo quería la cabeza de Egon Peitz y de Gabriel McCall. Sus hijos y amigos no le importaban, porque ninguno atribuyó a la muerte de su padre más que ellos dos.
Tenía en mente capturar al hijo de su hermano mayor, que también había sido asesinado por Egon, y darle todo lo que nunca recibió por su culpa.
Set White era su sobrino. Su familia y tenían que estar juntos.
-He vuelto, señor Blake.
Steve giró el rostro por encima del hombro para echarle un breve visto pero se dio la vuelta bruscamente con horror.
Su asistente ahora vestía una falda a la altura de sus muslos y una blusa de encaje.
-¡Mis ojos!-gritó Blake, asqueado-¡Qué demonios te pasa!
-Usted me dijo que me quitara el camisón y usara ropa de mujer de esta época-rio Stein y se acercó a él, moviendo sus piernas velludas con elegancia.
-¡Era una maldita broma!-rugió el rubio con desasosiego-ve a vestirte como hombre o te mataré.
Stein dejó de reírse y se ruborizó.
-De acuerdo, señor Blake. Deme un segundo.
Steve no se molestó en mirarlo partir y esperó unos minutos con frustración.
Al cabo de diez minutos, su asistente regresó vestido con unos Jeans y una camisa de cuadros.
-Así está mejor-bufó con vehemencia y le indicó que se sentara en la silla mecedora que estaba cerca de la puerta. Stein obedeció y se sentó con las piernas cruzadas como una mujer. Aquella posición lo puso nervioso y no pudo evitar preguntarle-¿eres gay?
-No. ¿Por qué?
-Olvidalo-graznó y se sentó al borde de la cama del hotel con los ojos estrechados. El hombre que estaba frente a él no cambió de posición, sino que recargó su barbilla sobre su puño mientras su codo descansaba sobre su rodilla, en espera de sus palabras. Steve Blake no encontraba los argumentos exactos para que Stein le captara a la primera, así que respiró hondo y aclaró su mente-veo que tienes madera de actor, eh, Stein.
El hombre esbozó una sonrisa maliciosa.
-Soy actor-dijo Stein y Steve abrió los ojos como platos-pero no profesional, estoy llevando clases de actuación los fines de semana.
-¿Es por eso que te estabas comportando como gay?
-Sí-rió-y usted cayó redondito y le pido disculpas.
-Disculpas aceptadas-dijo Steve, aplaudiendo-tu interpretación fue estupenda y espeluznante, sin embargo, necesitaré de tu actuación aparte de tu ayuda como asistente. Míralo como un bono extra, te pagaré el tripe, Stein.
-¿Qué tiene en mente, señor Blake?-cuestionó Stein con curiosidad.
-Algo muy interesante.
****
Los Ángeles, California.
Tiempo actual.
Adam y Henry llegaron hiperventilando al hospital porque se habían perdido y tuvieron que preguntar a muchas personas que les dirigieron miradas furtivas para poder ubicarse y se sintieron mal al ver a Dylan con el rostro magullado, mirándolos desde una de las sillas de la sala de espera en compañía de sus padres, quiénes estaban claramente molestos con ellos pero no dijeron nada. A Dylan le habían limpiado el rostro y Trenton estaba a su lado con los ojos fijos en la lejanía.
-Tu padre quiere hablar contigo. Te busqué durante una hora hasta que aparecieron ellos dos sorpresivamente y me contaron que pasó. Huyeron todos como unos dementes con Keren sin importar que ella no tenía permiso de salir, pero es lo de menos-dijo Roch detrás de ellos. Adam dio un respingo y se dio la vuelta. Roch tenía a Allen agarrado de la mano con aspecto desdeñoso.
Henry se sentó en una de las sillas y resopló.
-Entonces voy a verlo-replicó Adam, con la intención de largarse y evitar un interrogatorio; pero no lo logró. Roch le dijo al niño que se sentara con Henry y obedeció.
-Siéntate. Quiero hablar contigo primero-le ordenó el hombre y Adam a regañadientes le hizo caso.
Se sentaron en las últimas sillas, las más apartadas, y cruzaron las miradas dubitativamente.
La mirada penetrante de Roch le anunció que se trataba de algo grave y tragó saliva.
-¿Qué ocurre? ¿Le pasó algo a mi papá o al tío Gabbe?-se sobresaltó pero Roch negó con la cabeza, calmandolo.
-Nada de eso-Adam se tranquilizó y se relajó en el asiento-es sobre el testamento de mi padre, tu abuelo.
-¿Qué hay con él?
-He hablado con el abogado de mi padre y me dijo que una cláusula no se ha abierto porque es necesario de tu presencia y la de tu hermana para hacerlo.
-Eh...-Adam no sabía que decir.
-Supuestamente nuestro encuentro iba a ser mañana pero le he llamado y quedamos en vernos dentro de dos semanas. Tu padre también quiere estar presente en ese momento-le explicó.
-¿Y qué hay en esa cláusula? ¿más dinero y propiedades a nuestros nombres?-bromeó pero a Roch no le causó gracia.
-No tengo ni la menor idea, pero presiento que no podrá tomarse a la ligera. Es algo sobre Shelby, tu madre.
La sonrisita tonta de Adam desapareció y humedeció sus labios con torpeza. Su madre. Era un asunto de su mamá.
-No te preocupes-se apresuró a decir Roch al ver su expresión de desasosiego-quizás solo sea fotografías de ella o alguna pertenecía que mi padre quisiera que ustedes tuvieran. No lo sé.
-¡Llamale a ese hombre y dile que venga mañana, tal y como habían quedado!-exclamó de repente.
Roch se quedó perplejo.
-¿No preferirías que todo éste en calma y así discutirlo? Egon quiere...
-¡Mi padre no tiene nada que ver en esto! Yo me haré cargo de todo por si mi hermana no ha vuelto. Quiero ver a ese abogado mañana, Roch-protestó con desesperación.
-¿Estás seguro que te sientes lo suficientemente bien para afrontar cualquier cosa que contenga esa cláusula, Adam?-le preguntó Roch con seriedad.
Adam meditó unos segundos y luego con voz filosa, respondió con mucha seguridad.
-Sí. Cualquier cosa que tenga que ver con mi madre, estoy listo.
-Está bien-accedió Roch y lo escaneó de arriba abajo-pero antes necesitas darte una ducha y cambiarte de ropa. Bueno, a decir verdad, todos lo necesitamos.
-Tu casa está hecha un desastre-le recordó Adam con remordimiento.
-¿Crees que solo tengo una casa?-replicó su tío con egocentrismo y Adam rio.
-¿No crees que debería ir primero a ver a mi padre?
-Irás a verlo cuando estés bien duchado.
Adam rodó los ojos y estuvo de acuerdo.
Roch se levantó del asiento y anunció a los demás que iría a su otra casa a cambiarse y si querían hacer lo mismo, podían acompañarlo pero nadie le hizo caso, solo Henry y Allen. Ellos se apuntaron porque no soportaban estar un minuto más con la misma ropa de días.
Adam se encargó de dejarle un recado a Keren, por si acaso volvía, por medio de Trenton, quién no estuvo muy alegre por ello pero aceptó.
Tomaron un taxi rumbo a la segunda casa de Roch y dejaron de pensar en todo lo desastroso que había sido los últimos días. Quizás un buen baño con agua fría les levantaría los ánimos o al menos tener la cabeza más tranquila.
-¿Cuánto dinero tienes en total?-le susurró Adam a su tío con mucha discreción.
Roch soltó una carcajada.
-Lo suficiente para no levantarme de mi sofá y vivir dos veces lo que he vivido.
Adam entornó los ojos, estupefacto.
-¿Y Keren y yo cuanto?
-¿Tienes veinte años, no?-le preguntó de vuelta. El chico asintió-pues calculo que te alcanza para vivir seis veces lo que has vivido hasta ahora al igual que tu hermana.
-¿Bromeas?-Adam no podía salir del ensimismamiento.
-No-corroboró Roch-mi padre tenía demasiado dinero y nos heredó parte de él.
-¿Quieres decir que aun tiene dinero en alguna parte?
-Supongo que sí. Y eso quizás tiene que ver con la cláusula.
-Solo espero que el abuelo no nos sorprenda con que tuvo otra familia y ahora quieren pelearnos la herencia.
-Eso no es tan grave porque en el testamento articula minuciosamente todo, y si llega a ocurrir que hay alguien más, pues le tocaría una diminuta parte de lo que mi padre aun guarda; así que no te preocupes-le revolvió el cabello-yo me haré cargo de todo. Y espero que no haya nadie más con el apellido Tyler que pelee lo que es nuestro porque deseará no haber salido a la luz.
-Eso suena bien-dijo Adam, bromeando. Y Roch sonrió.
Ver a Roch sonriendo era extraño pero divertido. Él no parecía ser un hombre de sonrisas, sino de muerte.
Voten y comenten mucho chicas :)
Por cierto, les aviso que voy a alagar un poquito la historia, pero eso no quiere decir que el final no es próximo.
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