Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPITULO 3: El renacer

Abrí los ojos y me encontré con una vista algo nublada. Parpadeé un par de veces y una vez que mis ojos se ajustaron, pude contemplar el lugar en el que estaba situado.

Era una habitación. Aunque era pequeña, era un poco espaciosa. Las paredes eran cafés y parecían no estar tapizadas. En frente de mí había una puerta de madera con un extraño, pero curioso estilo medieval. Al otro lado de la puerta había un pequeño ropero de madera rojizo. Una pequeña ventana estaba justo encima de la cama en la que me encontraba. Un rayo de luz fría y blanca caía directamente sobre la almohada donde descansaba mi cabeza. Un pequeño escritorio, que era más bien como una mesita de noche, con mi mochila encima, a unos pocos centímetros de mí. Junto al armario pude notar que había un espejo colgado en la pared.

―¿Dónde estoy?― Murmuré, mientras trataba de sentarme. Un fuerte dolor en el estómago se hizo presente y me incliné poniendo mis manos sobre mi estómago. Se sentía como si alguien, o algo, me hubiese golpeado en ese lugar y casi hasta sentí que no tenía aire.

Una vez que el dolor se fue, me erguí otra vez. Miré hacia abajo, tomando nota de que no traía mi ropa, salvo por mi ropa interior y un extraño brazalete en mi muñeca derecha, para así poder ver mi...

Un segundo...

Puse toda mi atención en el extraño brazalete que, si mal no recuerdo, no supe que estaba allí hace unos segundos. El brazalete era grande y grueso; cubría mi muñeca casi completamente. Era de un metal oscuro, decorado con líneas doradas y unos raros garabatos que no sabía que eran y en el centro de ésta, había una especie de gema ovalada, grande y de color púrpura brillante. Miré la gema con detenimiento y pude percatarme no solo de lo hermosa que era―parecía como si tuviera todo un universo adentro―sino que también podía sentir que había algo vivo dentro de ella.

Traté de quitarme el brazalete, pero luego de unos intentos fallidos; como empujarlo hacia adelante o incluso hasta morderlo un poco, me di por vencido. Era como si estuviera pegado a mi muñeca.

Pero esa no era la única cosa rara que apareció en mi cuerpo.

Además de una pequeña cicatriz en mi vientre ubicada justo en el ombligo, marca con la forma de la cabeza de un dragón en el centro de mi pecho. De todas las cosas extrañas que aparecieron en mi cuerpo, sin dudas, esta fue la más curiosa de todas. Moví mis dedos hacia la marca y, al momento de tocarla, los recuerdos golpearon mi mente. Empecé a recordarlo todo. La llamada de Eduardo, la discusión con papá, mi encuentro con Ren y mi muerte a manos de él; y el "pacto" con Omega.

Y entonces me vino algo a la mente.

¿Qué lugar es este?

―Bueno― me senté al borde de la cama. ―Pues solo hay una forma de saberlo―

Me levanté de la cama y caminé como un borracho hasta la mesa donde estaba mi mochila. Una vez allí, logre percatarme de que mi ropa estaba doblada al lado de mi mochila. Me puse mis tenis blancos y mis pants azules. Antes de ponerme la camisa me pude percatar que, para mi sorpresa, estaba limpia y sin ningún tipo de rasguño. Hasta este punto, no sabía qué demonios estaba pasando aquí. En fin, ignoré esto y me puse la camisa y el suéter. Antes de dejar la habitación, decidí echarle un vistazo a mi mochila. Todas mis cosas estaban intactas, entre ellas mi celular y mis audífonos.

Metí la mano para recoger mis audífonos, hasta que mis dedos encontraron algo que no me resulto familiar y lo saque. Era una especie de papel amarillento enrollado con un sello raro en el centro. Aparentemente, era un pergamino.

Quité el sello y lo desenrollé. Contenía un mensaje que decía:

Querido Miguel:

Si estás leyendo esto, déjame decirte que...

¡Felicitaciones!

El ritual de transferencia fue todo un éxito.

Ahora debo darte la bienvenida al reino de Albias, uno de los muchos reinos que conforman Arcana. Y justo ahora,

Eres oficialmente un soldado más dentro del ejército de mi señor, el rey Uther.

Hice una pequeña pausa. ¿Ritual de trasferencia? ¿Quién es ese tal "Uther"? Y más importante aún: ¿Arcana? Conque así se llama este mundo, ¿eh? Dejando a un lado lo simplón y genérico que sonaba, sentí que era el nombre más adecuado, y familiar, que había oído. No me pregunten la razón, porque no lo sé. Aunque recuerdo haberlo oído en alguna parte, eso o me estaba volviendo loco. Una de dos.

Dejando todo eso de lado, seguí leyendo la carta.

Desearía poder darte la bienvenida en persona,

Pero lamentablemente tengo mucho trabajo por hacer; igual que tú.

Por cierto, tal vez te hayas percatado del misterioso brazalete que portas.

No puedo entrar en muchos detalles, pero por ahora considéralo un regalo de mi parte,

Lo demás, dejare que lo descubras por tu cuenta.

En fin, eso ha sido todo por ahora. Si tienes más preguntas, no dudes en dirigirte a tu guardián, él sabrá qué hacer.

Por ahora, te deseo la mejor de las suertes y sé que algún día nuestros caminos volverán a cruzarse.

Estaré esperado ese momento.

Ren

Dejé la carta sobre la mesa y me quedé reflexionando. Le eché un vistazo al brazalete, más específicamente a la gema. Me molestaba el hecho de saber que el tipo que me asesinó, el que me hizo pasar por todo esto, fuera el mismo que me haya regalado esta gema que no sirve para nada y todo con la excusa de ser "un regalo de su parte". ¡¿Qué clase de broma es esta?!

En ese momento, agarré la gema y tiré de ella. Si no puedo quitarme el brazalete, entonces solo me conformaría con quitarme de encima la gema. Sabiendo que venía de parte de Ren, me parecía aberrante el tan solo mirarlo. Además, nunca me habían gustado esto de los brazaletes; me resultaban incómodos y demasiado llamativos para mi gusto.

No importaba cuánto forcejeara y forcejeara, la gema ni siquiera se movió de su lugar. En un intento desesperado, tiré de ella con todas mis fuerzas.

Justo cuando creí que estaba a punto de quitarla del brazalete, resonó una voz grave pero profunda:

¡Ya Basta!

A continuación, la gema comenzó a brillar y unas flamas negras salieron de ella en forma de una pequeña explosión. Aquello hizo que me sobresaltara y cayera de espaldas. Sin embargo, el fenómeno fue de corta duración. Pronto el fuego desapareció. Sorprendido, me levanté y miré la gema intacta. ¿Qué carajos fue todo eso? ¿Es mi imaginación o esta cosa literalmente exploto?

Antes de pensar en alguna posible respuesta, ésta vino a mí. La voz volvió a sonar, igual de furiosa que antes.

¡Por tu propio bien, no toques esa gema, a menos que quieras matarnos a ambos!

Me di la vuelta y para mi sorpresa, no había nadie. Solo estaba el ropero. Nada más.

Estaba empezando a asustarme. Si esto se trataba de una maldita broma, ¡no era para nada graciosa! Miré alrededor en busca del origen de la voz, si es que tenía uno. Ya no estaba seguro de que si era real o si se trataba de mi imaginación jugando con mi mente. Pero de algo estaba seguro, esa voz no sonaba idéntica a la de Omega. ¿A no ser...?

No pude localizar el origen de aquella voz, pero siguió hablándome.

Di algo, humano. La ley del hielo me provoca tensión.

Armándome de valor, grité:

―¡¿Quién eres?!―

No hubo respuesta. Solo silencio.

―¡¿Quién eres?!― Grité de nuevo.

Eso no te importa. ¿Pero sabes que? Si quieres sobrevivir en este mundo, será mejor que me escuches atentamente.

No entendía nada de lo que me estaba diciendo, y más aún, cuando este tipo, sea quien sea, no respondía a mi pregunta.

―¡¿Quién eres?!― Pregunte por tercera vez, perdiendo la paciencia. ―¡Quiero verte!

―Aquí estoy― Respondió la voz, que ahora surgió detrás de mí.

Sorprendido, me di la vuelta, solo para descubrir que, sentado en el borde de la cama, estaba no un humano, sino un dragón. Y no uno cualquiera, sino uno europeo: con cuatro patas y no dos, como lo muestran en las películas. No era tan grande como un lobo, tenía un aspecto robusto, hermoso e intimidante, de hombros rectos y cuadrados y con algunas cicatrices en su cuerpo. Sus escamas eran de un intenso color negro como la noche con una gruesa línea de pelaje blanco como la nieve que descendía desde la cabeza hasta llegar a la cola. Un par de grandes alas de murciélago con dos pulgares en cada punta. Su cara era bastante fina con una nariz bien levantada y una cabeza noble y confiada. Sus labios están finamente dibujados mientras que sus ojos lucían de un hermoso pero penetrante color púrpura, como si pudiera ver el miedo que había dentro de mí, y se burlara de ello. Había una especie de aura a su alrededor. Parecía un fantasma.

Me acerqué a la criatura para verla más de cerca, mientras que ésta mantenía su mirada en mí todo el tiempo. Ese dragón era casi idéntico a Omega y, además de las diferencias que mencione como que este dragón tenía los ojos púrpuras en lugar de rojos, tenía alas a diferencia de Omega que no las tenía, y su tamaño.

Ahí estábamos los dos, mirándonos sin decir nada. Después de lo que pareció una eternidad, fui yo quien rompió el silencio.

―Oye―miré a mi alrededor― ¿Hay alguien más?―

―No, en esta habitación solo estamos tú y yo― respondió el dragón.

Me quede paralizado en mi lugar, agrandando mis ojos como platos. No solo pude confirmar que, en efecto, ese dragón no era Omega, sino que pude escuchar a este dragón hablar tan claro como el día. Se que algunos de ustedes les resultara ilógica la reacción que tuve. Digo, ¿no se supone que hablaste con un puto dios dragón?

Pero, en mi defensa, les diré que una cosa es hablar con un dios, (aunque según su lógica eso también tampoco tiene sentido), y otra muy distinta es escuchar hablar a un dragón random que acaba de aparecer frente a mí.

No pude evitar retroceder torpemente y caer contra el suelo, otra vez.

―Pu...pu...―tartamudeé, sin apartar la mirada del dragón. ―¡Puedes hablar!

―¡Por supuesto que puedo hablar!― exclamó el dragón, bajando de la cama y dirigiéndose a mí, como si lo hubiese ofendido de alguna manera ―¿Por qué no podría hacerlo?

―Em, es porque tú eres...tú eres un...― Por más que intenté decir algo, no podía. ¿Cómo podría decirle que se trataba de una bestia, sin ofenderlo?

―¡¿Un qué?!―gritó con impaciencia.

Pensando rápido, le dije lo primero que se me vino a la mente:

―¿Una bestia?―

El dragón me miro con una "ceja" arqueada, o eso supuse, pues no estaba seguro si tenía cejas, como si acabara de decir una estupidez o algo ofensivo para él. Abrió sus alas y voló, o más bien flotó, hasta el borde de la cama. Me levanté rápidamente.

La locura de la situación me golpeó por completo como un disparo de escopeta a corta distancia.

―¿Cómo estás haciendo eso?

―¿Hacer qué?― El dragón parecía desconcertado.

―¡Eso!― Grité, dándome por vencido. ―¿Cómo estás hablando?―

El dragón parpadeó.

―Siempre he podido hablar―

―Pero puedo entenderte... ¿cómo puedo?―

―No lo sé― Dijo lentamente. ―¿Cómo puedo entender qué?―

Esta última pregunta tenía una implicación sarcástica, como si fuera una situación completamente normal para él.

―De donde yo vengo, los humanos y los animales no se entienden exactamente.―Contesté, empezando a molestarme un poco por mi frenético miedo. ―Y como tú eres un reptil, o sea un animal, creí que tú...―

Sin que pudiera terminar la oración, el dragón alargó el cuello y me gruñó. Esto me hizo sobresaltar un poco.

―No asumas nada. Que sea una "bestia" no quiere decir que no podamos entendernos el uno al otro. ―Dijo el dragón con un aire de aclaración.― Además, no te atrevas a volver a llamarme reptil―.

―No quise ofenderte― Respondí rápidamente―Es que soy nuevo aquí y no sabía que los dragones hablan―.

―Cierto, no podemos― habló con un tono sarcástico. ―O al menos no la mayoría. Solo unos cuantos podemos hablar el lenguaje humano, como yo―

Miré al dragón, desconcertado e inseguro de qué hacer. Mi instinto me decía que tratara de tomarme un respiro...Digo, en serio: ¿quién, en su sano juicio, no huiría de una situación así? Ya habían pasado suficientes cosas en los últimos segundos, ¿y ahora debía creerme que esto era real? Que había perdido la cabeza por completo parecía ser la respuesta más lógica, porque si esto no era un sueño, entonces no tenía ni puta idea de que era. Y todavía...

―¿Tienes nombre?―Pregunté, casi cambiando de tema.

―Me alegra que preguntes―Sonrió. Acto seguido, el dragón se paró sobre sus patas traseras y, alzando sus alas, como si quisiera verse majestuoso o algo por el estilo, pronunció: ―¡Soy un dragón oscuro con un gran poder! ¡La mayor pesadilla de cualquier humano! Soy Dracarys.

―¿Dracarys?― Repetí el nombre con curiosidad. Este nombre no me sonaba tan aterrador como él lo intenta hacer ver. De hecho, creo que lo escuché en una frase de una serie de televisión que vi hace años, pero no recuerdo con exactitud.

El dragón, a quien ahora conocía como Dracarys, se dejó caer sobre sus patas: ―De hecho, mi nombre es muy largo y difícil de pronunciar para alguien como tú. Si tienes algún problema con eso, entonces...―

―No, no. Dracarys está bien― hablé rápidamente, interrumpiéndolo. Luego, mirando a mi alrededor y, recordando lo que Ren mencionó en la carta, le pregunté nuevamente: ―Oye, ¿sabes qué lugar es este?―

Dracarys giro su cabeza de lado a lado, inspeccionando el cuarto. Tras un vistazo rápido, volvió su mirada hacia mí.

―No, ni idea― Respondió, encogiéndose de hombros. ―Jamás había visto este lugar. Aunque para ser sincero, no me sorprende que tú y yo estemos pasando por la misma situación, ¿no es así...Miguel?―

Llegando a este punto, no sabía si asustarme o sorprenderme. ¡Esto ya era el colmo! Este dragón no solo podía hablar mi idioma, sino que también sabía mi nombre. Y no desaproveché eso para preguntar.

―¡Asumecha! ¿Cómo sabes mi nombre?―

Dracarys se mofó.

―Acabo de salir de esa gema hace cinco minutos; no sé por qué para ti es raro que sepa tu nombre. El asunto es que, oficialmente, eres mi portador y, como veo que no sabes nada de este mundo, me temo que no tendré más opción que ayudarte a salir de esta―.

―No solo sabes mi nombre, ¿sino que también sabes que soy de otro mundo?― Pregunte con incredulidad. Solo faltaba que supiera de mi misión.

―No realmente. Lo digo más que nada por tu...―me miró de arriba abajo―... extraña apariencia. Jamás había visto a un humano como tú―.

Esto último hizo que mi asombro bajara de golpe. No estoy realmente seguro, pero supongo que, al verme, simplemente dedujo que no soy de aquí. Aunque también eso que mencionó de que era su "portador" tampoco lo entendí del todo. Pero supongo que él no se iba a tomar la molestia de darme siquiera una explicación.

―Oye― hablé, recordando algo de lo que Dracarys menciono hace unos minutos. ―Dijiste que eras un poderoso dragón, ¿verdad?―

―Así es― Respondió Dracarys de forma vanidosa.

―En ese caso, creo que tú podrías ayudarme a regresar a mi mundo.―

Se que Omega dijo que lo haría si completaba su estúpida misión, pero obviamente no voy a hacerlo. Dijo que esa marca me mataría en tres años, pero ¿y si estaba mintiendo? ¿Y si esa marca es falsa y solo me dijo esas cosas para asustarme? La verdad ya no sabía en que creer. Tenía que haber otra alternativa.

― ¡Por supuesto que haría! Si tú logras liberarme, entonces yo te ayudaré a regresar al lugar de donde provienes―.

―¿Cómo sé que puedo confiar en un dragón?

―¿Prometes ayudarme si yo te ayudo?― Pregunté con desconfianza.

―Los dragones no hacen promesas― Respondió con frialdad. ―Ni menos, con humanos.―

Irritado, aunque imitando su actitud hipócrita, respondí:

―Pues entonces búscate a alguien más―

En ese momento, Dracarys dejo de verse amenazante, para luego asumir el papel de "victima" o algo por el estilo.

―¡Por favor, compadécete de mí!― Suplicó Dracarys. ―¡He estado atrapado en esa gema por 20 años! No quiero admitirlo, pero, ¡eres mi única esperanza para salir de aquí! , al menos...―empezó a bajar el tono, casi hasta susurrar―...No después de que morí―.

Dijo la palabra morir de una manera tan discreta, que sonaba como si tratara de ocultármelo.

―Oye, dime algo. Si eres TAN poderoso como te haces llamar, ¿entonces cómo es que terminaste en esa gema en primer lugar?―

Dracarys volvió a ponerse supuestamente "rígido y serio".

―Bueno, claro que soy un dragón oscuro poderoso e incluso pude someter a una aldea humana. Fueron mis días gloriosos. Aunque...eso duró hasta que...―empezó a hablar cada vez más bajo, mientras que su cara cayó un poco. Conocía ese sentimiento. Claramente se estaba poniendo incomodo, como si pasara por una situación humillante y, por obvias razones, no quería decirlo.

―¿Qué?― Dije impaciente.

―...Fui asesinado...por un humano― Dracarys lo escupió finalmente, poniéndose rojo de la vergüenza.

Puse mis manos contra mi boca, tratando de contener la risa. No pude evitar no reírme de lo ridículo que sonaba. Con esto, se confirmaron mis teorías respecto a él.

Dracarys se dio cuenta de esto y, todavía sonrojado, me gritó:

―¡¿De qué te ríes?!―

―Lo siento, no pude evitarlo―respondí, entre risas y secándome las lágrimas. ―¡Pero eso fue tan gracioso! y yo que pensaba que mi muerte había sido muy humillante―.

Solté una carcajada tras decir esto. No sé cuánto tiempo seguí riéndome, pero luego Dracarys dejo de parecer humillado, para después tomarlo como una burla. Así empezó a gruñir como un perro, como si quisiera decirme que parara de una vez.

―Ok, ok, ya terminé― dejé de reír y me aclaré la garganta, pero medio segundo después, no lo pude evitar y solté otra carcajada más.

Seguí riéndome hasta que Dracarys, harto de mis carcajadas, volvió a gruñir, solo que esta vez, un poco más fuerte.

―¿Terminaste?― Dijo Dracarys furioso.

Inhalé y exhalé varias veces hasta que finalmente me calmé.

―Ya terminé― le dije calmadamente, secándome las lágrimas. ―Así que fuiste asesinado por un humano hace años y terminaste en esta gema, ¿verdad?―Señalé el brazalete―.

Dracarys asintió.

Quizás si tengamos algo en común después de todo.

―Ok―me puse de pie y me dirigí a mi mochila.

―Supongo que fue todo un placer conocerte―

Aunque no literalmente, pensé con amargura.

―Pero si tú tampoco sabes en dónde estamos, entonces tendré que averiguarlo por mi cuenta―

Saqué mis audífonos y me los coloqué alrededor de mi cuello. Guardé el celular, me eché la mochila sobre un hombro y me dispuse a abandonar la habitación.

Al abrir la puerta, me encontré con un corredor largo y estrecho. Estaba oscuro, salvo por las distantes antorchas que lo iluminaban. Había puertas cada cinco metros, con un estilo muy similar a la mía. Por no mencionar el inquietante silencio que lo inundaba.

Abandoné la seguridad de mi puerta y me adentré en él. Miré a ambos lados, tratando de decidir hacia dónde tenía que dirigirme. Optando por ir hacia la izquierda, di media vuelta y caminé en esa dirección. Pero entonces Dracarys me detuvo, materializándose de la nada frente a mí.

―¡¿Adónde crees que vas?!― exclamó Dracarys.

¿Cómo es que...?

Miré hacia la puerta de la habitación, donde hacía no más de un minuto, el dragón estaba sentado sobre la cama. Me giré para ver a Dracarys sorprendido, mientras él volaba, o, mejor dicho, flotaba frente a mí con las alas extendidas, pero sin agitarlas.

―No lo sé― le dije, todavía sobresaltado. ―Solo quiero salir de este lugar―.

Traté de rodearlo, pero Dracarys me bloqueó.

―¿Acaso sabes a dónde ir?―

―No lo sé―

―Entonces, tendrás que escucharme si quieres salir de esta―

―¿Y qué?―replique. ―Puedo hacer esto por mi cuenta. De todas formas, no te necesito―.

Lo rodé nuevamente y seguí caminando. Pero Dracarys empezó a seguirme.

―¡Oye, niño!― Grito Dracarys. ―¡Detente ahora mismo!―

Al ver que no le estaba haciendo caso, voló rápidamente hacia el frente y me detuvo por tercera vez.

―¡¿Qué quieres?!― Le dije, empezando a perder la paciencia.

―¡No seas majadero! ¡Te diré lo que harás y me vas a hacer caso!― me regañó.

―¿Y por qué debería hacerlo?― lo desafié.

―Porque...― Dracarys se quedó pensando en una respuesta. ―Porque tu vida depende de mí. Y porque tampoco tienes opción―.

―¡Ay ajá!― incrédulo, me burlé. ―Como si tú y yo compartiéramos un corazón o algo así. Sí, cómo no―.

Seguí con mi camino, tratando de alejarme de Dracarys.

―¿Acaso olvidaste como llegaste a este lugar?―

Aquella pregunta hizo que me detuviera en seco. Odio admitirlo, pero Dracarys tenía razón en algo: había muerto y, de alguna manera, seguía con vida. Hasta ahora, había dejado este detalle a un lado y no pensé que sería tan relevante.

Es cierto... ¿cómo es que sigo con vida?

Dracarys se acercó.

―Por fin me escuchas. Verás: cuando moriste y renaciste en este mundo, resulta que una parte de tu insignificante alma se perdió en el proceso. Como no podías seguir viviendo, a alguien se le ocurrió que sería una buena idea convertirte en un portador para que el espíritu guardián pudiera, de una forma u otra, ser esa otra mitad. Pero se necesita que ambos sean lo suficientemente compatibles como para soportarse el uno al otro. De no ser así, la persona simplemente es consumida por el maná de la criatura y eventualmente muere. De todos los humanos que he visto, tú eres lo suficientemente compatible para ser mi portador. Y no solo eso: compartimos una misma alma―.

Seguí sin decir nada.

―En otras palabras―Dracarys me señaló, ―Tú estás vivo gracias a mí.―

Aquello me puso a pensar. ¿Por qué Omega no me había dicho ese detalle? Me hizo sentir más confundido al principio, pero luego me di cuenta de que lo que acababa de decir tenía muchísimo sentido. Él me mantenía con vida, y de no ser por eso, seguramente hubiera terminado como una especie de zombi o algo por el estilo. Aun así, esto no significaba que tenía que obedecerlo. No era excusa para tratarme como a un niño.

―Espera― hablé nuevamente. ―¿Me estas queriendo decir que tendré que vivir contigo el resto de mi vida?―

―No― respondió Dracarys amargado. ―Yo tendré que vivir contigo el resto de MI vida―

―Eres un fantasma...―

―¡Como sea! El asunto aquí es que tú y yo estamos ligados. Nos guste o no, eres mi portador y yo tu espíritu guardián. Y si quieres sobrevivir en este nuevo mundo, tendrás que hacer todo lo que yo te diga. Ahora empecemos con la regla número uno: ...―

Dracarys siguió hablando acerca de las reglas, sus reglas, que yo debía de seguir y obedecer al pie de la letra. No escuché ninguna de ellas. Aproveché que estaba distraído para seguir caminando por el largo y oscuro pasillo.

No estaba seguro de las cosas que me podría llegar a encontrar. Yo solo sabía una cosa; Acabo de morir en mi mundo y estaba varado en este nuevo mundo del que no tenía la más remota idea con la misión de matar a cinco personas. Un mundo en el cual, como todo anime Isekai, terminaría viviendo experiencias agradables y no tan agradables. Aún tenía muchas preguntas, pero estaba seguro de que podría resolverlas con el tiempo. Quién sabe, quizás este mundo no fuera tan malo del todo. Solo era cuestión de ver que pasaría.

Y con eso, seguí caminando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro