Capitulo 2: El pacto
Mis ojos se abren al instante y no veo nada. Por mucho que intentaba buscar, no podía ver más que un vacío oscuro, frio y sin señales de vida.
―¿Dónde estoy?―No tenía conciencia más allá de lo que podía ver. No recordaba cómo llegué aquí, ni nada de lo que sucedió antes. Pese a mis esfuerzos por intentar recordar, no surgió ni un solo recuerdo o pensamiento previo.
Caminé por un largo tiempo, sin estar seguro hacia donde ir. Todo lo que podía escuchar era el sonido del chapoteo, como si estuviera caminando sobre el agua, cada vez que daba un paso. Por cuanto tiempo caminé, no lo recuerdo, pero hubo un momento en el que silencio sepulcral se vio interrumpido por el sonido de algo grande y pesado acercándose hacia mí.
Me detuve en seco.
― ¿Hola? ―dije inseguro, como si de una pregunta se tratara.
No hubo respuesta; y el sonido de pasos se detuvo, y todo volvió a estar en silencio. Justo cuando pensé que no iba a ponerse peor, apareció una voz profunda y aterradoramente relajante a mi lado.
―Aquí estas, Miguel. Te he estado esperando― su tono de voz fue firme y esperanzadora.
Tras decir estas palabras, un círculo de fuego azul fantasmagórico apareció a mi alrededor y, frente a mí, sentando en lo que parecía ser una roca elevada, se encontraba una criatura de por lo menos diez metros de altura viéndome fijamente.
Tenía el aspecto de un reptil de escamas obsidianas, con cuatro cuernos que salían de su cabeza; unos de frente y otros atrás, y no menos importante, ojos color carmesí los cuales trasmitían un aura capaz de generar miedo a todo aquel que lo mirara directamente. Su pata delantera estaba atada a un brillante grillete blanco conectada a una especie de cadena de brillo multicolor que parecía no prevenir de algún lado .
―¿No vas a decir algo? ― preguntó la criatura, tras un largo e incómodo silencio
Intente levantar la mirada para contestarle, pero cada vez que lo hacía, sentía como si mi corazón fuera a estallar.
¿Q-quien eres...tu? ―pregunté con voz temblorosa.
La criatura soltó una carcajada que me puso la piel de gallina antes de responder.
― ¿Quién soy yo? ¡¿Quién soy yo?! Exacto, ni siquiera yo lo sé. ―Justo cuando me atreví a verlo a la cara, la criatura se puso de pie y comenzó a rodearme― Veras, en tu mundo tengo muchos nombres. Estoy seguro de que me has conocido por alguno de ellos, pero aquí yo soy...―En ese instante la luz del fuego se apagó, y cuando volvió a encenderse, la criatura ya no estaba. Di la vuelta con la intención de irme, pero me topé de frente con una pupila rojiza que me miraba fijamente a la vez que decía―...Omega.
Mi respiración se cortó y mi corazón latía con tanta fuerza que parecía una bomba a punto de explotar. Quería gritar, pero lo único que conseguí fue hacer que mis piernas temblaron tanto que se debilitaron y caí de rodillas, agarrando mi pecho con fuerza.
Estaba aterrado, y lo peor de todo era que no sabía por qué. No podía respirar y mi pecho me empezaba a doler tanto que me hizo llorar. Pensaba que me iba a dar un ataque al corazón. Fue horrible, y las lágrimas salían de mis ojos mientras intentaba inútilmente calmarme.
Sin atreverme a mirarlo, pregunté:
―¿E-entonces...eres...―me costaba trabajo respirar mientras hablaba― ...un dios?
―No, más bien, soy el responsable de...juzgar a las almas como la tuya por haber sufrido una muerte injusta, por así decirlo. Se que tú me entiendes―
Me puse de pie con dificultad, pero Omega siguió hablando:
―Tu vida fue corta, chico. Una vida llena de decepciones, fracasos e insignificancias, pero eso ya no importa.
―Y...― trague saliva― ¿Qué va a pasarme ahora?
― Generalmente esta es la parte donde comienzo a "enjuiciarte" y decidir qué voy a hacer contigo. Casi siempre tengo dos opciones: la primera es que puedo enviar a tu alma directamente a la nada; no está en mi poder enviar tu alma al cielo, pero tampoco podría enviarte al infierno, ya que moriste joven y no sabría con exactitud en que circulo pertenecerías.
¿Y...cual es la segunda? ―pregunté con curiosidad. Por lo general yo no creía en esas cosas del cielo y el infierno, hasta ahora.
Omega sonreía de una forma macabra, casi llegando a lo psicópata, y sentí un escalofrío sacudir mi columna vertebral.
―La segunda opción, y una de las menos probables, es enviarte a otro mundo.
No sé qué era peor: verlo a los ojos o escuchar su voz cerca de mi oído. En cualquier caso, solo ocasiono que mis piernas temblaran como gelatinas y mi corazón latía con más fuerza. Estuve a punto de llorar del miedo que sentía.
―¿De qué hablas? ―pregunté con voz entrecortada.
―Resucitarás ―Afirmó
El miedo que sentía se me olvido con aquellas palabras.
―¿Lo dices en serio? ― deseaba dar de brincos de alegría, que mi rostro solo hacía más de sonreír de pensar que volvería a vivir. Pero luego volví de golpe a mi realidad, lo miré a los ojos.
Omega asintió con la cabeza.
―Hay un ligero problema en ese mundo y necesitare de tu ayuda. Si me ayudas, tal vez...
―¿Ayudarte? ―pregunté confundido y molesto al mismo tiempo, interrumpiéndolo. ―¿Por qué debería hacerlo?
― No he terminado.
Me cruce de brazos y suspire con frustración, pero no dije nada.
―Gracias. Bien, como te iba diciendo, tengo un problema y necesitare de tu cooperación para solucionarlo.
―¿Y cuál es ese "problema"? ― pregunte arqueando una ceja, exceptivo.
Omega sonrió y chasqueo los dedos. De repente fui rodeado por cinco flamas. Lo curioso era que estas parecían estar flotando en el aire y no eran capaces de generar calor. Pero, por extraño que pueda sonar esto, podía sentir que estaban vivas.
― Vayamos al grano: En ese mundo hay cinco almas rondando por allí con un único objetivo: asesinar a la Hermandad de Dragones. De conseguirlo, es más que seguro que ese mundo se sumerja en el caos y la destrucción. Y ahí, Miguel, es donde tu entras. ―intente abrir la boca para decir algo, pero Omega se me adelanto ― Tu misión será sencilla: deberás encontrar a esas cinco almas y asesinarlas. Si lo logras, serás recompensado.
Me quede callado. No entendía nada de lo que me estaba hablando, incluso tuve que taparme la boca para evitar no reírme de lo ridículo que sonaba. ¿Almas? ¿Hermandad de dragones? ¿Qué es esto, un Isekai o que chingados?
Aclare la garganta antes de responder
―¿Y cuáles son esas "almas" de las que hablas? ―pregunté, más por educación que por curiosidad. ―¿Son monstruos o...
―Oh, no, no, no ―dijo Omega. ―No son monstruos. Son peores, créeme, mucho peores que monstruos. Estas almas pertenecen a las criaturas más crueles y malvadas del mundo...―Omega esbozo una sonrisa macabra ―Humanos.
Sentí que mi risa contenida se fue de golpe. Me quede desconcertado, como si me hubieran tirado una cubeta de agua helada. No hacía falta pensarle demasiado como para comprender a que se refería. ¿Acaso él quiere que...? Sacudí la cabeza, intentando convencerme a mí mismo de que entendí mal y que Omega no estaba hablando en serio. ¿O sí?
― Y no son humanos ordinarios ―Omega siguió hablando. ―Son almas que no deben de estar allí. Son invocados, igual que tú.
En ese momento, todo intento de negación se fue por la borda, y todo quedo tan claro como el agua.
Quería enviarme a otro mundo a cambio de volverme su sicario o algo así, y asesinara a esas cinco personas.
En ese momento no puedo evitar soltar una carcajea de incredulidad, y casi siento que mis ojos se llenaban de lágrimas. No quería hacer eso.
―No, no, no ―repetí eso una y otra vez riéndome de lo incomodo que es esto ―No hablas en serio, ¿verdad? Estás loco si piensa que voy a hacer eso. Es más, ¿Por qué no lo haces tú?
La sonrisa de Omega despareció y eso no hizo más que tensar el ambiente que ya de por si era asfixiante.
― ¿Sabes algo? Tienes razón. Lo haría yo mismo, pero hay un pequeñísimo problema... ―Omega levanto la pata encadenada, la cual emitió un sonido metálico. No hizo falta adivinar de que estaba hablando. Volvió a bajarla, pero siguió hablando― Eso y porque es más practico que alguien haga las cosas por ti, ¿no lo crees?
No dije nada.
Omega se levantó y las llamas que me rodeaban se encogieron, pero sin desaparecer del todo. Tragué saliva.
―Bien, creo que es hora d...
―¡Ni creas que te voy a ayudar!
―No tienes opción, Miguel. Harás lo que te digo, te guste o no
―¡¿Y si me niego?!
Omega se quedó callado, viéndome con una mirada fría. Igual que la de papá. No, eso fue diferente. Omega dio un paso al frente mientras yo retrocedía al mismo tiempo, creyendo que me iba a aplastar o algo así. Pero en vez de eso, me señalo con un dedo y una pequeña llama color negro se materializo.
Intente escapar, pero la llama salió disparada hacia mí y me golpeo en el pecho. Caigo de rodillas mientras siento como esa cosa, sea lo que sea, me quemaba por dentro. No pude evitar retorcerme en el suelo en posición fetal y gritar de dolor mientras esa cosa parecía consumirme. Era como ser quemado con aceite hirviendo.
Eso te pasa por abrir la boca.
Cuando el dolor desapareció, me levanté y miré hacia mi pecho, y lo que vi me dejo sin palabras. No había ninguna marca o algo que indicara una quemadura, pero en vez de eso, había una especie de círculo rojizo brillante y con un símbolo extraño cuya forma se asemejaba a la cabeza de un dragón. Lo miré desconcertado.
―¿Pero que...?―
Moví lentamente mis dedos por el pecho, y me detuve justo cuando estaban a una pulgada de la luz. Consideré por un momento si era seguro tocarlo, pero luego me di cuenta de que ya me estaba tocando...así que, si lo intentaba, no podía hacerme nada. Descarté mi duda y toqué el circulo.
Fue instantáneo. Aparte mi mano con rapidez justo después de entrar en contacto con ella y la sacudí con brusquedad. Era como colocar tu mano en una sartén. La luz brillaba más que antes. Grité y cerré los ojos, pero nada cambió. La luz era tan brillante que atravesó mis párpados. Abrí y cerré los ojos desesperadamente hasta que me di cuenta de que no había ninguna diferencia. Y luego el brillo desapareció.
―Interesante, ¿verdad? ―Dijo Omega de repente. ―Es la marca de Omega.
―¿Marca de Omega? ―repetí confundido, pero sin quitarle de vista.
―Tiene otro nombre, pero es un hechizo muy interesante. No la uso mucho, excepto para aquellos que hacen un pacto conmigo, de ahí el nombre valga la redundancia. ―Omega soltó una risita, pero luego suspiró y prosiguió. ― En términos simples, una vez que llegues al nuevo mundo, esa marca consumirá lo poco que te queda de tu alma lentamente hasta que no quede nada de ti; además, al final de cada mes, la marca detonará un hechizo de castigo o, para ser más exactos, sentirás como si te estuvieras quemando por dentro. No te matará, claro, pero al menos hará que no olvides de tu mision.
Quede en shock tras escuchar estas palabras. ¿A qué se refiere con "lo poco que me queda de mi alma? Miro esa "marca de Omega" con miedo.
―Entonces... ―empecé a hablar con voz temblorosa ―¿L-la marca acabara conmigo? ―
―No; solo lo hará si no cumples con la misión dentro de 3 años, más o menos.
―¿Cómo que más o menos?
―Te propongo un trato. Con cada alma que tu consigas para mí, te daré un año más de vida en ese mundo. Si consigues matarlos a todos, que quitare la marca y, si lo deseas, podrás regresar a tu mundo.
―¿En serio?
Omega asintió.
―Bueno, Miguel, esto ha sido un placer. A trabajar.
Acto seguido, chasqueo los dedos y las pequeñas llamas comenzaron a rodearme con rapidez hasta el punto de que marearme. Tuve que cerrar los ojos para no seguir viéndolas, pero de pronto siento como mis pies se separan del suelo seguido de una ola de calor asfixiante. Al abrir los ojos, estaba flotando en medio de una especie de tornado de fuego negro.
Cerré los ojos nuevamente, esperando el inmenso dolor de ser quemado. Pero nunca llegó. Abrí un ojo para descubrir que seguía dentro del fuego, pero por alguna extraña razón, no estaban quemándome. Bajé los brazos, viendo que no había ningún peligro.
¿Qué está pasando? ¿No se supone que debe quemarme? Está tibio., pensé en mis adentros
Omega volvió a hablar:
― te deseo suerte y nos pondremos en contacto.
― Espera, pero no me dijiste quienes...
De pronto, una luz púrpura brilló en mi muñeca derecha, seguido por un intenso ardor. El fuego no quemaba, pero esta nueva luz sí. Grité, mientas mi mente pensaba sobre qué hacer. El fuego negro comenzó a consumir mi cuerpo esta vez. Y de nuevo, no pude ver más.
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