Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14 | Conóceme.

Melanie.

—Estoy cansada.

—Y yo por tu culpa no siento el brazo. Suéltame.

—¿Por qué no podemos salir?

—Porque si lo hacemos nos encontraremos con ellos. Estoy seguro de que nos han seguido.

—Entonces, ¿debemos esperar aquí un poco más?

—Sí.

—¿A dónde iremos?

—Córmac.

—¡¿Córmac?! ¡¿Cómo se te ocurre?! ¡Eso está a cinco horas de camino!

—Y a pie equivale como a dos días, por lo que no te creo capaz de regresar.

—¿Mi hermano sabe de esto?

—Sí.

—¡¿Y cómo es que aceptó?!

—Porque, quizá, él fue más inteligente que tú y pensó en que si no hacíamos esto, iban a matarnos.

—Por dios...

La cabeza comenzó a dolerme y el olor a gasolina aumentó la intensidad.

—Regresaremos a Hidforth, ¿cierto? Apenas lleguemos, tomaremos un autobús de vuelta.

—No.

—¡¿NO?!

—No tengo dinero para regresar.

—Podemos llamar a Gabriel o a Raúl, ellos nos ayudarán...

—¿Tienes tu teléfono? Yo perdí el mío.

—Sí, lo tengo —respondí esperanzada.

Busqué el aparato, y ¡Oh, sorpresa! No estaba por ningún lado.

—Tengo un par de amigos que nos ayudarán a regresar.

—Será rápido, ¿no es así?

—¿Por qué tanta urgencia?

—Debo buscar a David, debemos planear lo que haremos después del video, es posible que Dante quiera reconsiderar...

—La última razón es ridícula.

—¡No me importa! Debemos regresar.

—Estoy seguro de que Gabriel podrá ocuparse de todo.

—No puedo dejarle el trabajo a él...

—No es porque quieres, ¿no lo ves? Tuvimos mala suerte.

—¡Fue TU mala suerte! ¡Dijiste que esos hombres te seguían a ti!

—Nunca imaginé que iban a encontrarme.

—Creí que eras más inteligente.

Él me miró con resentimiento.

—¿A dónde fue Matteo?

—Le pedí que fuera con su familia y se mudara, es posible que a él lo estén siguiendo también, Gabriel lo ayudará.

—¿Quién es Fabrizio?

—El enemigo del hombre para el cual trabajé.

—¿Le llamas «trabajo» pertenecer a la mafia?

—No empieces.

—Tengo más preguntas sobre eso...

—Yo las llamaría "torturas".

—¡Torturas! Ellos torturan a la gente. ¿Tú has torturado a alguien?

—¿Por qué no vuelves a dormirte? Eres agradable cuando lo haces.

—Deja de tratarme así.

—¿Así cómo?

—¡Así! Como si te molestara mi sola existencia. A veces temo despertar y ver mis labios cosidos.

Sonrió para sí mismo aumentando mi molestia.

—Lo siento. —se disculpó.

No iba a aceptar sus disculpas, pues, aparentemente, llegué al límite de soportarlo.

—¿No tienes más preguntas? —me cuestionó.

—Sí, pero buscaré a algún otro mafioso para que me las conteste.

—¿No te importaría que ese mafioso te matara luego de responderlas?

—No, no me importaría.

Ambos guardamos silencio, después de todo, eso era lo que él quería.

—A mí sí me importaría.

Sus palabras hicieron que voltee a mirarlo otra vez.

—¿Qué cosa?

—Que te maten.

Bueno, aunque no es muy motivador, imagino que es un comienzo.

—¿Por qué? ¿Quieres hacerlo tú personalmente?

Su piel palideció al escuchar mi pregunta.

—Estaba jugando. —terminé de decir.

—No me gustan tus juegos.

—A mí no me gustan muchas cosas de ti y no noto tu interés en cambiarlas.

—¿Qué te gustaría que cambiase?

—Yo sé que no soy de tu total agrado, Fabio, pero no es necesario intentar menospreciarme. Es incómodo ver cómo arrugas el entrecejo al escucharme hablar o verte mover los ojos en arco cada vez que me acerco. No quiero eso. Tú estás jugando conmigo y no se siente bien. Para alguien como yo, duele.

Se quedó en silencio, como si no supiera qué responder.

—Entonces mi actitud te duele.

—Sí.

—¿Cómo hago para no lastimarte?

—¿Te importa saberlo?

Asintió.

—¿Por qué?

—Por lo que dije durante las fotografías.

—¿Qué dijiste?

—No me creas tonto. Sé a la perfección que recuerdas lo que dije y solo finges que no para incomodarme.

La verdad sí, lo recordaba. Y me gustaba incomodarlo.

—¿Por qué no quieres repetirlo?

—Porque ahora veo que no es suficiente. Aun sabiéndolo te sientes lastimada por mí.

Me encogí de hombros. Tal vez tenía razón y no era suficiente.

—¿Cómo puedo mejorar? —agregó.

—A veces es mejor arrancar el problema de raíz.

—¿Insinúas que debemos dejar todo lo que hay entre tú y yo?

—Es lo más sano, ¿no lo crees?

—Sí. Parece lo más sano.

Nos quedamos en silencio nuevamente.

Sé fiel a lo que dijiste, Mel. Un par de besos no pueden convencerte.

—Pero no es lo que yo quiero. —aseguró.

—Yo tampoco quiero eso.

Me tomó por la parte trasera del cuello para apegarme a su rostro y unir nuestros labios, ayudándome a terminar sobre él, usando el pequeño espacio en el que estábamos a nuestro favor.

—Y podría jurar que tampoco quieres ser solo mi amiga. —dijo sin soltarme.

—Aunque lo intentemos no va a funcionar, Fabio, somos diferentes, yo no podría dejar de verte como un...

—Asesino. —completó.

—Y tú no podrías dejar de verme como una «princesa tonta».

—Todo lo cierto termina únicamente en «princesa».

Negué varias veces con la cabeza.

—Escucha... —me pidió viendo mis ojos otra vez—. No intentaré hacerte creer que no cometeré ni un solo error, aunque eso no está en mi naturaleza.

—Deja tu egocentrismo.

—Lo que quiero decir es que me gustaría que me conozcas. Que saques la imagen errónea que tienes de mí, yo no soy un traidor y... Respecto a lo de asesino, lo admito, tal vez degollé a unos cuantos. Fue difícil, pero no quita el hecho de que me gust...

—Esto es serio, Saravia.

—Estoy hablando en serio —se excusó—. Así como fue difícil para mí, entiendo que aceptarme otra vez será el doble de difícil para ti. Solo quiero que te tomes el tiempo de comprobar si este asesino te gusta.

—Ningún asesino podría gustarme.

—¿Ni siquiera yo?

—Ahora mismo no sé lo que hay en tu interior, Fabio, y me da miedo descubrirlo.

—Eso no quita el hecho de que quieras saberlo.

—Quiero saberlo.

—Y tampoco quita el hecho de que te gusta besarme.

Empecé a sonrojarme.

—Sí, me gusta besarte.

Sonrió ampliamente.

—Me gusta que me beses.

—Pero no siento amor. Y esto no nos convierte en nada, no hasta que vuelva a conocerte, ¿entendiste?

—Puedo ayudarte a conocerme.

Jaló mi cintura para apegarme más de lo normal, provocando que mi busto rozara con su barbilla.

—¿Planeas darme un recorrido por tus adentros?

—Si eso significa conocerte también, sí —contestó con una diminuta sonrisa—. Ambos nos conoceríamos.

Siguió el camino hasta mis ojos, bajando ligeramente a mis labios para besarlos con lentitud.

—Y, ¿de qué serviría? —cuestioné sin soltarlo—. No es el momento. Al menos no para ambos.

—¿Bajo qué leyes? —se defendió dejando de besarme.

—Estamos intentando recuperar a mi hermano...

—¿Piensas que no puedo hacer dos cosas al mismo tiempo? —se quejó buscando mi mirada de nuevo—. Puedo estar contigo y a la vez puedo ir por él. No hay días específicos para nosotros, tampoco hay reglas, y si las hay, mejor para mí, soy bueno rompiéndolas.

Yo decía no quererlo cerca, pero por alguna razón no hacía nada por alejarlo.

—Puedes soltarme o ¿de verdad quieres conocerme?

—Te soy sincero, me gustaría conocerte.

—¿Me conocerás aquí?

Él sonrió levemente.

—Sé al punto al que quieres llegar —dijo divertido sin separar sus extremidades de mi torso—. Y créeme que jamás tendría intimidad en un lugar como este, soy más ingenioso.

—Ingenioso, psicópata y virgen. ¿Qué más eres, Fabio Saravia?

—Tuyo.

La temperatura de mi cuerpo bajó de golpe. Clavó sus ojos en los míos. Unió mis labios con los suyos y lo volvió a decir.

—Soy tuyo.

El lugar era tan pequeño y estaba segura de que mis palpitaciones podían ser oídas por él.

Fue así que las cinco horas restantes pasaron. Fabio tenía razón, los tipos nos habían seguido. De una u otra forma logramos perderlos y recuperamos cierta tranquilidad.

—¿Por qué Córmac?

—Hay unos asuntos que debo atender personalmente aquí.

—Pero hace días dijiste que en Córmac están algunos de tus enemigos.

—¿Y crees que solo por eso dejaré de venir?

—Si valoras tu vida, sí.

Fabio me miró con los ojos disgustados mientras bebía el café exprés que habíamos pedido dentro de una cafetería.

—Estamos a salvo, puedes dejar tu intranquilidad, Mel.

—No lo entiendes, Dante ya debe saber sobre el video y hará algo, no dudes de que lo hará.

—Antes de que lo haga nosotros habremos vuelto. Y, ¿por qué te preocupas por Gabriel? Él estará bien.

—Pero está solo.

—Tiene a Nora.

—Hablando de tener, dijiste que no tenías dinero, ¿cómo pagaremos la comida?

—¿Por qué crees que escogí la mesa que está más cerca a la salida?

—No serías capaz.

—Pruébame.

—Eso no está bien.

—Luego regresaré y pagaré.

—No te creo.

—Pues no lo hagas.

—Fabio...

—Come.

—¿Para recobrar fuerzas?

—Para verte con la boca cerrada.

Me apoyé en el espaldar de la silla cruzando los brazos, lista para contraatacar.

—Pues no dijiste eso cuando me besaste en el autobús.

Volvió sus ojos a mí. No contestó, quiso aparentar seriedad, pero una pequeña sonrisa se mostró en su rostro.

—En tanto te recuperas de mi jaque mate, iré al baño.

—Qué odiosa eres.

No hice caso, estaba demasiado satisfecha como para seguir discutiendo.

Eran pocas las veces que lograba poner a Fabio incómodo y, como ya lo dije, era un placer que no podía pagarse con nada.

Lavé mis manos, mojé mi rostro junto con mi cuello y me vi al espejo.

Mis ojeras estaban más pronunciadas, eran más de las diez de la noche y el cansancio parecía haber abandonado mi cuerpo. Incluso no sabía dónde dormiríamos ni cuándo conseguiríamos encontrar a sus supuestos amigos.

Suspiré y traté de mantenerme positiva.

No puede ser tan malo, no nos quedaremos para siempre, tarde o temprano tendremos que volver.

Dejé de pensar y me dirigí a la salida de los baños, encontrándome con un hombre desconocido que me miraba fijamente. Estuve dispuesta a ignorarlo, pero apenas di un paso, el cuchillo que sostenía con una de sus manos se encargó de paralizarme.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro