Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

03 | Orquídeas rojas.

El miedo de volver a despertar en medio de aquel risco me consumió tanto durante esa noche que no me permitió dormir.

Abrí la puerta de mi dormitorio con extrema delicadeza para resultar frente al de mi hermano. Seguí la misma rutina y quedé dentro, viendo a Gabriel dormir con Nora entre sus brazos, abrazándola de tal manera que nadie hubiera podido quitársela.

Batallé en deslizar el cierre de la mochila debido al ruido que este hacía, aun así, saqué los documentos y salí con lentitud, pero mi paso se detuvo cuando vi que el cuerpo de él se movió, no obstante, lo único que hizo fue abrazar más fuerte a su novia y seguir durmiendo.

Ya dentro de mi habitación, me senté en la cama con la intención de hojear cada una de las páginas.

Un momento. ¿Por qué querría saber lo que fue de él durante esos años? A él ni siquiera le importa lo que fue de mí.

Guardé todas las hojas bajo el colchón y me recosté.

¡Imbécil! ¿Cómo se atrevió a decirme eso? Peor aún. ¿Cómo yo me atreví a decirle eso?

Cuando amaneció, remojé mi rostro con agua, indecisa en salir de la habitación. No quería verlo otra vez, no después de lo que dijo, aunque era ilógico porque quien tendría que estar avergonzado era él. Si ese fuese el caso, yo iba a disfrutar humillándolo igual a como lo hizo conmigo.

—Buenos días, Mel.

—¿Y Fabio?

—¿Que cómo estamos? Bien, gracias por preguntar. ¿Y tú?

—Ya se fue. —me contestó mi cuñada ignorando a mi hermano.

Apreté los labios y junto con ellos uno de mis puños, prometiéndome que bajo cualquier circunstancia iba a recuperar mi honor.

—¿Quieres tocino?

Es probable que esté exagerando.

—Sigo estando muerto para ti.

No. No estoy exagerando.

—¿Melanie?

—Sí, quiero tocino.

—Bueno, yo las dejo.

—No, un minuto, no creerás que nosotras nos quedaremos... ¡AUCH!

—Ve con cuidado —le dijo Nora como despedida luego de darme uno de los pellizcos más fuertes que he recibido en mi vida.

—Gracias por entender.

Ella asintió antes de sostener a mi hermano por ambas mejillas para terminar todo con un beso.

Este último regresó a mirarme de forma amenazante mientras me arrinconaba contra una de las paredes.

—Si recibo una queja, una sola, Melanie Ávalos...

—Estaré junto a ella. Tranquilo. —intervino su novia.

—Eso es lo que me preocupa. Que estés junto a ella.

Tomé uno de los tocinos y se lo lancé.

—Conseguí dos teléfonos, uno para cada una. No son fáciles de rastrear así que pueden llamarme, eso sí, solo para asuntos importantes, ¿de acuerdo?

Él los dejó sobre la mesa y terminó de despedirse. Nora lo siguió hasta la salida, y cuando estuvo segura de que se había ido, regresó a mí con la respiración agitada.

—Vámonos.

De no haber sido porque tenía la boca llena de comida, esta se habría abierto junto con mis ojos.

—Oh, no. No me digas que creíste que nos quedaríamos aquí.

—Pero... Pero tú...

—Mentí. No pienso ser el tipo de mujer que él quiere que sea.

—¡¿Y por qué me pellizcaste?!

—¿Sabes quién es Gabriel Ávalos, Mel? Si él te hubiera visto protestar entonces nos habría dejado encadenadas.

—¿Así que fingiste estar de acuerdo?

Era obvio.

—Él piensa que no podría obtener ninguna ayuda de nuestra parte...

—Yo pienso igual.

—¿Qué pasó, Melanie? Quien me estaba dando ánimos ayer eras tú.

—Ayer no habían pisoteado mi dignidad. —mascullé.

—¿Pisotearon qué?

—Olvídalo. ¿Qué es lo que tienes en mente?

—Ambas sabemos que no estamos aquí por un simple capricho. ¿No es así?

—La verdad es que yo solo vivo para darle la contra a mi hermano.

—Ayer mencionó que necesitan armas. Sé muy bien en qué tipo de sitio se encuentran esas armas y créeme cuando te digo que no es un sitio lleno de paz y armonía.

—Pero irá con Fabio y Raúl...

—Ese es el problema, Melanie, no hay que ser un genio para inferir que Fabio y Raúl no tienen códigos de lealtad.

—¿Insinúas que pueden estar llevando a Gabriel a una trampa?

—No es exactamente lo que dije, pero cabe la posibilidad de que así sea.

Tragué saliva.

Gabriel y Fabio no eran precisamente los mejores amigos, me atrevería a decir que desde que se conocieron surgió una especie de rivalidad inexplicable entre ambos y, a pesar de los años, esa rivalidad no había desaparecido.

—Probemos qué tan transparente es la ayuda de esos dos o, en el peor de los casos, confirmemos nuestras sospechas. Tu hermano puede estar yendo a la boca del lobo ahora mismo.

Lo que Nora me dio a entender no me fue muy difícil de creer. Fabio era un completo desconocido en esos instantes al igual que sus intenciones.

—Bien. —articulé.

Ella sonrió en agradecimiento.

—Escoge tu teléfono y evita perderlo, no quiero más regaños. —me ordenó.

Tomé el primer aparato que tuve a la vista, su color era negro y no examiné más detalles.

Juntas salimos de la cocina para llegar hasta unas escaleras que conducían a la puerta principal, la abrió con cautela y las dos terminamos en medio del bosque, buscando algún rastro de mi hermano.

—No quiero volver a mis aires pesimistas, pero...

—¿Pero qué?

—Estamos en el bosque, solas e indefensas. Alguien podría estar acechándonos entre todas esas hojas. ¿Por qué no percibo miedo de tu parte, Nora?

—Porque tengo un arma en mi bolsillo. Quien debería tener miedo es cualquiera que se atreva a acercarse a menos de cincuenta metros a nosotras.

Preferí no decir más. Ella avanzó y la seguí.

—¿Sabes? También tengo una duda respecto a ti, Mel.

—¿Qué duda?

—No creas que no me he dado cuenta de tu miedo a las armas de fuego.

Desvié la mirada.

—¿Por qué? —insistió—. No es como si fueran a explotar en tus manos.

—Literalmente, una explotó en mis manos.

Ella me miró sorprendida.

—¿Mi hermano no te lo ha contado?

Negó con la cabeza.

¿Cómo es posible?

Gabriel siempre presumía la idiotez de su pequeña hermana.

—Fue hace mucho, yo tenía seis años así que no te atrevas a juzgarme ¿de acuerdo? Era una niña.

—Bien.

—El caso es que, de toda la colección de pistolas que papá tenía, había una que me llamaba la atención, su color era dorado y parecía tener pequeñísimos diamantes. Un día la tomé... Es que, ya sabes, de alguna manera debo seguir mi instinto de curiosidad.

—Tal vez por eso siempre te metes en problemas.

—Tal vez.

—¿Y qué pasó?

—Pasó que el arma se disparó, Nora. Hizo ¡Pum!

Ella abrió los ojos con sorpresa.

—¿Entonces te lastimaste?

—No, yo no tuve ni un rasguño.

—Bueno, son cosas que pasan.

—Un gato muerto fue el resultado de mi tontería.

Mi cuñada se detuvo llevándose las manos a la boca.

—¿Mataste a un gato, Melanie?

—No fue a propósito, ni siquiera sabía que estaba ahí. ¡Es más! ¡Ni siquiera sabía que teníamos un gato!

—Santo cielo...

—Pero como dijiste, son cosas que le pueden pasar a cualquiera.

—¡Un gato, Melanie Ávalos! ¡Mataste a un gato!

—Es... Mejor dicho, era un gato.

—No, Mel, no solo era un gato, era un animalito. Un animalito indefenso.

—Fue un accidente, ya te lo dije.

—Si un día amaneces con una almohada en tu rostro y el cuerpo frío, también parecerá un accidente, Mel, yo me encargaré de eso.

—Créeme, le harías un favor al mundo al desaparecerme.

Ella sonrió sin más importancia. Seguimos nuestra ruta hasta que resultamos en medio de las aceras que poco a poco iban siendo iluminadas por el sol mañanero.

Hidforth era un pueblo pequeño, no más de doscientos habitantes residían en él por lo que sus calles estaban acostumbradas a ser recorridas por las mismas personas, salvo un sector.

—Bonitas... ¿Están perdidas?

—¿Estás segura de que es por aquí?

—Yo sé lo que hago, Mel.

—¿Y también puedes saber lo que estos señores quieren hacernos?

—No te separes de mí.

Sostuve su mano y le seguí el paso tan rápido como pude, dejando atrás a los dos indigentes que nos siguieron por unos metros más hasta que la ebriedad de uno lo dejó tirado encima de la vereda junto al otro.

—Admitámoslo, Nora, no llegaremos muy lejos. Me es imposible mantener la cabeza agachada todo el tiempo, alguien terminará reconociéndome y...

—¿Ese no es Johnny?

Giré mi cuerpo para compartir la vista que ella tenía y hallarme con el rostro conocido que estaba a varios metros de nosotras.

Johnny.

Mi amigo se encontraba estacionado en una avenida, hablando con quien parecía ser uno de sus pasajeros. Su taxi estaba cerca por lo que conseguí convencer a Nora de esperar que el extraño se fuera e ir a él.

Una vez que el tipo desapareció, di pasos largos al auto y luego de pensarlo mucho abrí la puerta.

—Lo siento, mi servicio ha terminado —se disculpó concentrado en contar las monedas.

—Te pagaré el doble.

Mi voz lo hizo alzar los ojos de golpe hacia el asiento del copiloto, el mismo que yo había ocupado mientras que Nora estaba en el asiento trasero.

—¿Melanie?

Le sonreí con tristeza.

—¡Melanie! —se abalanzó sobre mí para abrazarme con fuerza, sin importarle el espacio reducido.

Agarró mi rostro en sus manos, examinando cada detalle de él como si quisiera convencerse de que yo estaba ahí.

—¿En dónde te habías metido? ¡Te darán de baja en el instituto por lo que se te acusa! ¡¿Qué te ocurrió?! Tienes mucho que explicarme.

—Basta, John, no abrumes a la pobre más de lo que ya está.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde estuvieron? El Coronel dijo...

—¡Oh, por favor! ¿Le crees a ese cerdo?

—Las muertes...

—¡Fuimos nosotros quienes estuvimos a punto de morir en sus manos! —exclamó Nora—. Nosotros lo descubrimos, ¿y sabes lo que hizo él? Nos secuestró. ¡NOS SECUESTRÓ, JOHNNY! Y cuando logramos escapar, acusa a esta niña y a mi novio de pertenecer a una organización que dirige un estúpido pájaro negro.

El rostro de mi amigo se impactó.

—¿De verdad?

—De verdad.

—¿Un pájaro dirigiendo una organización?

—Figurativamente, inteligente —contestó Nora frustrada—. No es un pájaro de verdad, es... No sabemos lo que es, solo tenemos entendido que se hace llamar «Cuervo».

—¿Y él los quiso matar?

—Fue Dante quien quiso hacerlo, aunque no descartamos que haya sido una orden que recibió.

—Y se llevó a David —completé.

—¡¿David?! ¡¿Se llevó a David?!

—Sí, John. La noche en la que íbamos a irnos él nos tendió una trampa y se lo llevó, ahora no sé dónde está, no sé cómo está y lo estoy buscando, de manera que con las acusaciones que nos hizo se complicó todo.

—Por dios, Melanie, esto es... Preocupante. No sé qué decir. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Yo... No lo sé. Es peligroso y lo menos que quiero es darte problemas.

—Se supone que somos amigos, Mel. Los amigos están para ayudarse.

—Si tanto insistes —se adelantó Nora—. Podrías empezar convenciendo a todos de que ni yo, ni mi novio y ni esta niña somos lo que dicen que somos.

—¿Solo eso?

—Solo eso por el momento.

—Bien.

—Pero te lo pido, John, no dejes que sepan que tú sabes algo, pueden matarte, créeme que lo harán.

—Seré cuidadoso.

Froté mis ojos evitando que algunas lágrimas se escapen.

—¿Dónde están ahora?

—No te lo podemos decir, está prohibido.

—Oh, lo siento.

—Descuida, Johnny. Estaremos bien, todos en este pueblo estarán bien cuando nosotros desenmascaremos a Dante.

Sus ojos comenzaron a nublarse al igual que los míos.

—Yo te creo, Melanie. No estás sola.

Nora dio un carraspeo.

—Solos. Quise decir que no están solos.

—Gracias.

Salí del auto y antes de que él encendiera el motor lo escuché pronunciar mi nombre.

—Mel...

—¿Sí, John?

Él sostuvo una de mis manos.

—No desaparezcas.

Un nudo se me formó en la garganta. Me limité a asentir, Nora también se despidió y de inmediato lo vimos arrancar para perderse entre las calles del pueblo.

Con ello entendí que mi vida había cambiado y no para bien. No podría volver a clases, no podría ver a mis amigos, mis metas estaban estancadas, no podría siquiera cumplir el plan de vida que había diseñado.

—¿Quieres que te sea sincera? No pienso que tu amigo pueda hacer mucho.

—Su intención de ayudar cuenta, Nora, o, dime, ¿cuántas personas además de él se han tomado el tiempo de escuchar nuestra versión?

—Actúas como si nos hubiéramos ganado el odio de todo el pueblo.

Su media sonrisa desapareció cuando le hice una seña para que mirara hacia un grupo de personas que se encontraban por las calles paralelas, exigiendo tanto mi captura como la de mi hermano.

—Detalles, hermana. Simples detalles.

Avanzamos un poco más hasta quedar frente a un callejón lleno de comerciantes. Ella siguió hablando, pero una silueta en particular se encargó de robar mi atención.

Fabio estaba alejado unos metros de mi hermano y de Raúl ya que se mantenía concentrado mientras contemplaba un enorme anuncio publicitario, a su derecha se encontraba una pequeña puerta perteneciente a una vieja fachada gris por la que un desconocido salió.

Los cuatro conversaron durante un par de segundos, el primero en ingresar a la casa fue Gabriel, luego le siguió Raúl, pero Fabio permaneció quieto, como si esperara que sus acompañantes terminaran de adentrarse para que no notaran los varios fajos de billetes que le dio al hombre en tanto este hacía una mueca como quien acaba de recibir una orden.

Y cuando Saravia terminó de desaparecer al entrar en el sitio, aquel tipo hizo una nueva señal para llamar a un grupo de sujetos armados que siguieron con sigilo el mismo camino por el que mi hermano fue.

—Dios mío... —expulsé en una respiración ahogada.

—¿Qué pasa?

No tuve tiempo de contestar ya que corrí hacia aquella entrada con la intención de detener a Gabriel, no obstante, la puerta fue cerrada de inmediato.

—¡Melanie! —me siguió Nora angustiada.

—¡Es verdad! ¡Lo que dijiste es verdad, Nora! ¡Van a matar a Gabriel!

—¡¿QUÉ?!

—¡Lo van a matar! ¡Van a matar a mi hermano!

—Respira, Mel, tranquilízate. Dime por qué piensas que lo van a matar, qué viste...

—¡Estaban aquí! Fabio, Raúl y Gabriel estaban aquí, un tipo salió y dejó que pasaran, pero discretamente habló con Fabio, recibió un dinero que él le dio y luego unos hombres entraron. Hazme caso, Nora, debemos ir por mi hermano.

Ella no preguntó más y caminó a un extremo de la casa.

—Por aquí —me señaló.

Era una pared con múltiples ventanas separadas por distancias cortas, las cuales nos ayudarían a subir hasta una alcoba que se encontraba abierta.

—De acuerdo, Melanie, antes de seguir con lo que sea que estamos haciendo, quiero pedirte que...

—¿Escuchas eso?

—¿Escuchar qué?

Mi mente se siguió inundando con unos finos lamentos, los mismos que se manifestaron con más claridad cuando nos acercamos hasta un armario.

—¿Ahora sí escuchas eso?

—No sabes cuánto quisiera decirte que no.

Di un par de pasos, sostuve las manecillas y ante mis ojos tuve una imagen que me escarapeló la piel.

El pequeño cuerpo estaba en un rincón y a pesar de haberse cubierto completamente con una manta, se podía notar la intensidad con la que él temblaba.

—Mamá...

—Santo cielo —se horrorizó mi cuñada apareciendo a mi lado—. Es solo un niño.

—Saquémoslo.

—¡¿Qué?!

—Por piedad, Nora, mira sus brazos, todos esos golpes se los hizo alguien.

—Si es así no dudes de que ese "alguien" lo buscará por cielo, mar y tierra cuando descubra que ya no está. Tenerlo con nosotros es completamente descabellado.

—No se trata de tenerlo con nosotros, se trata de tenerlo lejos de aquí, de regresarlo con su familia.

Volvió a mirar al niño.

—Quiero ir con mi mamá.

—Por favor, Nora, él, al igual que David, merece regresar a casa. —insistí aprovechando que sus ojos se conmovieron por la petición del pequeño.

Ella suspiró.

—De acuerdo. Pero buscaremos formas de hallar a su familia sin poner en riesgo a los demás. ¿Entendiste?

Asentí con la cabeza. El hombrecito se deshizo de la manta y se puso de pie, estaba vestido con unos shorts deportivos y una remera blanca manchada por la suciedad del sitio en donde se había mantenido cautivo, abrí los brazos y él corrió a ellos, dejándome cargarlo.

—Vámonos. —dispuso Nora.

Giró para adelantarse, pero su rostro chocó con el pecho de un corpulento hombre.

—¿Ustedes qué hacen aquí?

Ella retrocedió dos pasos para quedar delante de mí y del pequeño, no obstante, cuando notó las intenciones del tipo al querer sacar su arma, fue contra él sin pensarlo, iniciando una pelea que la mantuvo en desventaja desde el primer segundo.

—¡Vete, Melanie!

¿Que me fuera? Esa mujer estaba demente.

Dejé al niño detrás de la puerta pidiéndole que no se moviera y llegué al extraño para atacarlo por la espalda; sin embargo, usó su tamaño a su favor para apartar a Nora con un solo golpe y aprisionarme a mí contra una de las paredes, haciéndome expulsar un grito de dolor cuando intentó romperme el brazo.

—No sé quiénes son, pero de aquí no salen. —aseguró ejerciendo más presión en mi cuerpo.

El ruido de múltiples disparos lo distrajo. Impacté la parte trasera de mi cabeza con el rostro de él para terminar de alejarlo con un golpe en el pecho, siendo yo en esa ocasión quien oyó sus quejidos de dolor, y cuando quise noquearlo por completo, una fuerza externa tiró de mí.

Se trataba de un segundo sujeto que llegó en auxilio de su compañero, cerré los ojos y me ensimismé al percibir la ausencia de mis energías, él sacó su arma, pero de un momento a otro un bulto negro cayó encima de sus hombros, rompiendo varias partes de una ventana ubicada en medio del techo.

—¡Nora! —Fui hacia mi cuñada apenas pude, viéndola cubrir al niño.

—¿Quién es ella?

Giré para darme cuenta de que lo que había caído sobre el hombre no era un objeto. Era una mujer.

El techo continuó desplomándose, obligándonos tanto a mi cuñada como a mí a proteger al niño en una de las esquinas.

El primer tipo consiguió ponerse de pie y junto a su cómplice arremetieron en contra de la misteriosa fémina, hasta que el largo cabello rizado de ella dejó libre sus facciones al seguir las direcciones que su cuerpo hizo cuando apuñaló a sus enemigos simultáneamente.

Un escalofrío compartido nos paralizó a Nora y a mí. Sacó las finas cuchillas y dejó caer los cadáveres en el piso para caminar hacia ambas, siendo testigo de cómo empezamos a temblar.

Flexionó las rodillas para que sus pupilas amenazantes bajo su ceño fruncido nos analizaran con detenimiento y yo solo pude despedirme del mundo.

—Dios mío, ¿están bien?

El miedo fue opacado por la confusión que su pregunta nos generó.

Estábamos vivas, era evidente. Pero no sabría con seguridad en qué escala de "estar bien" nos encontrábamos.

—Ellos no se equivocaron ¿eh? Ustedes realmente están aquí.

—¿Qué? —expulsó Nora igual o más aturdida que yo.

—Andando, este lugar me da náuseas.

Mi cuñada y yo miramos en silencio las dos manos estiradas que la muchacha nos ofrecía como apoyo para ponernos de pie, y a pesar de que no mostramos intenciones de tomarlas, la sonrisa de ella no desapareció.

—¿Quién eres tú? —pregunté.

—¡Ah! Qué tonta soy —se disculpó. Acercó sus manos a nuestros antebrazos y tiró de ellos para hacernos quedar a su altura—. Mi nombre es Marina Pinarello, mucho gusto.

Dejó un beso en mi mejilla derecha para luego hacer lo mismo con Nora.

—Ahora vámonos.

—No, no, no, un momento —intervino la novia de mi hermano antes de zafarse del agarre de la extraña—. Suponiendo que tu nombre es real, ¿por qué iríamos contigo? Es más, sabemos quién eres, pero tú no sabes quiénes somos nosotras.

—Nora. —pronunció Marina—. Sé que ese es tu nombre y tu apellido es Balcázar. Nora Balcázar.

Nora se quedó sin habla, dejando que la mujer se enfocara únicamente en mí.

Su mirada estaba llena de curiosidad, como si quisiera leerme.

—No eres igual a como te imaginé, Melanie —me dijo.

Entonces mis pensamientos se dispararon.

—¿Has oído de mí?

—Es inevitable no oír de ti estando cerca de...

—Marina.

La voz de Fabio nos hizo voltear y ser testigos de cómo el rostro de la chica cambió de golpe no al verlo a él sino a quien estaba unos metros más atrás.

—No sabía que estarías aquí.

—¿Y de haberlo sabido qué? —encaró Raúl con enojo a la muchacha—. ¿No habrías venido?

—¡MELANIE!

Mi cuñada y yo adoptamos el mismo temor de nuestra acompañante al ver aparecer a mi hermano.

—Ustedes, par de...

—Raúl, yo...

—Tú ya decidiste. —la interrumpió Elyar—. El estar cerca de mí significa traicionar a tu esposo. Aunque no me sorprendería que hagas con él lo mismo que hiciste conmigo.

—No busco justificarme, pero debes saber que no tuve más opciones.

—¿No tuviste más opciones? ¿Esperas que crea esa estupidez?

—Si me dejaras explicarte...

—¡¿Qué quieres explicar, Marina?! ¡Me traicionaste y te casaste con el maldito que me convirtió en lo que soy! ¡¿QUÉ DEMONIOS QUIERES EXPLICAR?!

Fabio se posicionó frente a la mujer de cabello rizado con el fin de evitar que su compañero se le siguiera acercando.

—Mi vida te la hubiera dado, Marina —continuó Raúl sin importarle que ella empezó a sollozar—. Te habría dado todo lo que tengo y ni con ello habría conseguido que me eligieras a mí.

—Basta. —intervino Fabio otra vez.

—Lo siento... Lo siento tanto, Raúl...

—¿Qué más? ¿Qué más querías?

—Lo siento, lo siento...

—¡TE HICE UNA PREGUNTA!

—¡DIJE QUE ES SUFICIENTE! —vociferó Fabio luego de darle un empujón a Raúl—. Estuvieron a punto de matarnos hace dos minutos. ¿Les importaría dejar esa discusión para...?

La oración de Saravia se cortó cuando notó a quien estaba detrás de mí.

—¿Quién es ese niño?

La garganta se me había secado y Nora lo adivinó.

—Este niño es... Es...

—Es mío.

Todos regresaron a mirarme.

—Quiero decir, yo soy lo único que él tiene ahora. Debo regresarlo con su familia.

—¿Es una broma?

—Bajo cualquier punto de vista no parece ser una broma, genio.

—Gabriel, sabemos que no deberíamos estar aquí —se entrometió mi cuñada.

—Aun así, las veo frente a mí.

—Y es precisamente porque, bajo nuestra preocupación, creímos que no estabas seguro con ellos. Sin ofender.

Fabio y Raúl entrecerraron los ojos.

—Perdón por haber arruinado lo que sea que hayan estado haciendo, pero...

—Ustedes no arruinaron nada, Nora —interrumpió mi hermano—. Al contrario, me atrevería a decir que nos fueron de muchísima ayuda. Casi no la contamos.

Mi pecho experimentó un particular alivio que no duró mucho.

—Sin embargo, lo del niño y su familia no va a pasar.

—¡¿Qué?!

—Somos fugitivos, Melanie, ¿lo recuerdas? No podemos ir y exhibirnos por las calles de este pueblo solo para buscar a la familia de un escuincle que quién sabe de dónde salió.

—Él no llegó aquí por voluntad propia, tiene una mamá y lo llevaré con ella aunque tenga que cruzar medio mundo.

—¿Ah, sí? ¿Y David qué? ¿Eh?

—¿De verdad no lo entiendes, Gabriel? Este niño es un David más de los tantos que hay en el mundo.

—Vamos a calmarnos —interfirió Nora—. Tanto Melanie como yo fuimos conscientes de los riesgos que existen al ayudar a este niño, aun así, decidimos hacerlo porque teníamos claro que no seríamos las únicas en esto, están ustedes aquí y con su apoyo él podrá regresar con su madre sin complicaciones.

Ellos se miraron dudosos.

—Ocuparnos de regresar a este niño con su madre significaría un retraso en la búsqueda de David, así que considero conveniente ser yo quien lo devuelva mientras que ustedes continúan con lo que tenemos hasta ahora —manifestó Fabio.

—No estoy de acuerdo.

—¡Yo tampoco! —me apoyó el hombrecito—. Él me da miedo.

—Nadie me garantiza que de verdad lo regresarás con su madre sano y salvo, o, por lo mínimo, sin traumas.

—Soy un hombre de palabra. Y lo que propongo es una solución viable para tu hermano. Dame al niño.

Si Saravia me atemorizaba a mí, podía creer que para el pequeño era diez veces peor, pero la forma en cómo mencionó a David consiguió hacerme titubear.

—Por favor —me rogó el golpeado niño—. Quiero ir contigo. Por favor. Por favor. Tú prometiste llevarme con mamá. Ven conmigo...

—Dámelo. —insistió Fabio sin importarle las lágrimas en la pequeña carita.

—Iré yo también.

—Tener dos niños no me entusiasma, Melanie. No perdamos tiempo y acabemos con esto, regresaré con ustedes apenas termine con él.

Los dos tragamos saliva.

—Quise decir de entregarlo. Regresaré con ustedes apenas termine de entregarlo con su madre.

Las manos me empezaron a sudar. Yo no podía dejarlo a merced de un ser humano como Fabio (si es que se le podía llamar ser humano). Aquel niño había confiado en mí, en mi palabra, en mi promesa, si había salido de su escondite fue por mí y por la ayuda que le ofrecí.

—Estoy esperando.

—Dáselo, Mel —indicó Gabriel.

—Ahora.

Miré suplicante a Nora como último método de ayuda.

Y ella lo entendió.

La mandíbula de Fabio se descuadró de su cuerpo debido al golpe que le di apenas quiso tomar al niño a la fuerza, mientras que mi cuñada desarmó a Gabriel, tomando la pistola que él tenía en su cinturón para apuntarlo tanto a él como a los demás, facilitando mi escape.

—¡MELANIE!

Sabía que me seguían y eso solo intensificó la fuerza de mis latidos. Mis ojos no tenían claro por dónde iban debido a que la adrenalina me cegó.

—¡MELANIE, DAME AL NIÑO!

Conseguimos llegar hasta la misma puerta por la que ellos entraron y, apenas pusimos un pie en las calles, corrimos como si nuestra vida dependiera de ello, aunque esa era la realidad, pues después del golpe que le di, Fabio posiblemente me cocinaría a fuego lento.

Permanecimos ocultos unos metros mientras los demás se dispersaron en nuestra búsqueda. Analicé la situación y caí en cuenta de que aquello fue una de las peores estupideces que he cometido en lo que llevo de vida; sin embargo, no me arrepentí.

—¡Melanie! —pronunció el niño con sorpresa.

—¿Sí?

—¡Eres tú! —afirmó señalando con el dedo índice el mismo anuncio publicitario que Fabio había contemplado ensimismado—. ¡Eres la muchacha de la fotografía! ¡Eres esa bailarina!

Lo era y ni siquiera lo noté a primera vista. Aquella mujer se trataba de una Melanie de quince años a punto de dar lo que sería su última presentación.

Recordaba muy bien esa noche, yo sabía que era la última vez y me encargué de retener cada uno de los detalles. La coreografía era sencilla, memoricé cada paso al igual que la melodía, mis padres ya no estaban, aun así, pedí reservar dos asientos en su lugar, aunque estos siempre permanecieron vacíos.

—No luces bien.

—Lo último que quiero ahora es oír tus ironías, Gabriel. Ve y busca a otra a quien molestar.

Él ignoró lo que dije y terminó de entrar en los camerinos.

—¿Te hicieron algo?

—No.

—Mentirosa.

—Papá me impidió pisar un escenario desde hace muchísimos años, ¿y si olvidé cómo hacerlo? Imagina que me rompa una pierna o, en el peor de los casos, que olvide la coreografía. Sería la burla de todo el pueblo, de mis amigos, de ti...

—A ver, a ver, en primera instancia déjame decirte que es preocupante el hecho de que te atemorice más olvidar esa coreografía a que te rompas una pierna, pero estás nerviosa y lo entiendo. Segundo, no pienso ser parte de las charlas emotivas que siempre suceden en momentos importantes, ¿de acuerdo?

Asentí desilusionada.

—Siéntate —ordenó empujando mi cuerpo sobre el banquillo en el que estuve acomodada durante toda la tarde frente al espejo—. Tanto tú como yo vemos cosas distintas en el reflejo de este espejo ahora mismo. Tú solo aprecias tus nervios y la inseguridad que papá te germinó en el tiempo que te mantuvo alejada del ballet. No es así conmigo.

—¿No?

—Yo no veo tus miedos, Mel. Te veo a ti en toda tu esencia. Y aunque me gusta molestarte con solo respirar, soy tu hermano, te conozco más de lo que te conoces tú y sé cuánto amas bailar, sé que deberías estar aquí. Jamás, escúchame bien, Melanie, jamás dudes de la capacidad que tienes para conseguir lo que quieres. Yo no me atrevería a dudar de ti.

Dejé de mirar mi reflejo y me enfoqué en él.

—Gracias.

—Si se lo cuentas a alguien negaré todo. —amenazó antes de soltar mis hombros.

—Pero miren quién está aquí —se anunció una compañera y amiga—. Gabriel Ávalos.

—Hola, Martina.

—Es la primera vez que te veo aquí en los camerinos. ¿Has venido solo? —inquirió llegando hasta mi hermano sin desaparecer su sonrisita coqueta.

—Mi novia me ha hecho el honor de acompañarme hoy.

—¿Y dónde está ella?

—Detrás de ti.

La sonrisa de Martina desapareció cuando oyó la voz de Nora.

—Perdón por haberte hecho esperar, cielo.

Mi cuñada llegó a su novio y recibió un beso de su parte.

—¿Cómo estás, Martina? —la saludó ella.

—No mejor que tú —la alabó—. Los veo luego.

Mi compañera terminó de salir y solo así pude sonreír con diversión.

—No dejas de ser solicitado a pesar de tener pareja, ¿eh? —expresó Nora fingiendo estar molesta.

—Las solicitudes me son irrelevantes.

—¿Ah, sí?

—Tengo un contrato de por vida que pienso sellar en poco tiempo. —le contestó él a su novia, mirando el dedo anular de esta última.

—Tranquilo, cariño, diecisiete años no es una buena edad para un matrimonio.

—¿Según quién?

—Según la escoba con la que mi madre te perseguirá si te escucha.

Gabriel sonrió con genuina diversión.

—¿Encontraste lo que te pedí?

—Es domingo, recorrí todo el pueblo y no encontré ninguna florería abierta.

Nora se llevó ambas manos a la boca al caer en cuenta de que habló de más.

—¿Florería? —interrogué poniéndome de pie para acercarme a ellos—. ¿Iban a traerme flores?

—Tú lo has dicho. "Íbamos".

—Y al parecer alguien se nos adelantó. —aseguró mi cuñada señalando el enorme ramo de orquídeas rojas que esperaba en mi sitio.

Fui hasta él y tomé la tarjeta.

—Dice que es para mí, pero el nombre de quién lo envía es desconocido.

Nora me recibió la tarjeta y la examinó.

—¡WOW! ¿Te has fijado en el nombre de la florería? —se sorprendió ella.

—¿Es importante?

—Es una de las más caras de este país, ¡es más que importante!

—Qué tontería.

—Te aconsejo cerrar la boca, Gabriel Ávalos, de lo contrario me obligarás a divulgar todo lo que hiciste para que yo aceptara ser tu novia.

Él alzó las manos como si se hubiera rendido.

—No dije nada. Olviden que estoy aquí.

—No lo entiendo, si ustedes no fueron, ¿entonces quién me mandó estas flores?

—¡Mel! ¡Es hora!

La voz de Nicolás, mi novio en ese entonces, significó la respuesta a mi pregunta.

—¡Fuiste tú! ¡Tú me las enviaste! —grité mientras me lanzaba a sus brazos, dejando atrás a mi hermano y a su novia.

—También te quiero. Pero... ¿Yo qué?

—No finjas, tonto. Y aunque las orquídeas están preciosas, no debiste hacer ese gasto.

—¿Las... Orquídeas?

—¡Las orquídeas que dejaste en mi camerino! ¿Era necesario no poner tu nombre?

—Pero...

Estiró el cuello para ver el enorme ramo.

—¡Ah! ¡Las orquídeas! Sí, sí, es lo mínimo que tú te mereces, Mel. ¿Te gustaron?

—No hace falta que lo preguntes, son muy bellas, aunque insisto en que no era necesario.

—Yo te entregaría el mundo solo para verte feliz, Melanie.

Sonreí ampliamente antes de darle un beso.

—Andando, ya todos están en escena.

Caminamos juntos hasta una pequeña puerta, él me la abrió y terminé de adentrarme en el cuartito para cruzar entre las personas alborotadas por el poco tiempo que quedaba.

Llegué a unos peldaños y apenas pisé el primero, mis piernas temblaron. Mi mano derecha se apoyó en una mano externa que alguien me ofreció para estabilizarme y continuar mi camino.

Cuando me vi en medio del escenario, un sentimiento de nostalgia llenó mi corazón al recordar mis años de infancia en los que mis padres seguían con vida. Al igual que Fabio.

Nicolás era un buen hombre (al menos eso creía antes de saber sobre su infidelidad), buscaba hacerme sentir cómoda con su compañía. Pero no fue suficiente.

Me sentía miserable al saber que mi cariño no era completamente suyo, que en mis pensamientos no era más que un extraño tratando de usurpar un lugar que ya había sido llenado por alguien quien, a pesar de estar muerto, no quería irse, o más bien, yo no lo quería dejar ir, pues era consciente de que indiferente a los años e indiferente a la muerte, Fabio continuaría siendo el dueño de todo lo que un corazón como el mío podía sentir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro