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❪33❫ Cambios inevitables

—Te noto demasiado relajada, hermana, ¿debería preocuparme?

Despegué la mirada de las hermosas vistas de Coruscant y le dediqué toda la atención a mi hermano, quién parecía estar demasiado tenso para la situación.

—No hay porqué perder la calma, hermano, tenemos el apoyo de la reina de Naboo.

—Lo sé, pero siento que no va a tomarse bien la noticia. Por lo que tengo entendido las cosas no acabaron especialmente bien entre vosotras, ¿me equivoco?

Fruncí el ceño ante los recuerdos pasados y mi mirada se endureció por las imágenes que comenzaba a crear mi mente. En un momento, saber que alguien que había sido casi una hermana para mí era tan distante me había traído mucho dolor, sin embargo ahora solo podía sentir que era más fuerte de lo que había sido nunca y que estaba dispuesta a enfrentarme a quien fuera que tratara de obstaculizar mi camino.

—La reina ha dado su aprobación. A Padmé no le queda otra opción que aceptarlo.

El sonido del ascensor deteniéndose distrajo mi atención hacia la puerta y una vez se abrió salí de él mientras mis ojos escaneaban la sala en la que me encontraba de forma sigilosa. Mis ojos se detuvieron en la figura de Jar Jar acercándose sorprendido.

—¡Princesa, Kaia!

—Hola, Jar Jar.

Una dulce sonrisa apareció en mi rostro ante el entusiasmo de el que había sido un viejo amigo. Había echado de menos lo impulsivo que era tanto al hablar como al actuar.

—Jar Jar, ¿qué ocurre?

La voz de la Senadora Amidala me provocó un escalofrío que hizo que mi sonrisa se desvaneciera de inmediato. Mis ojos no pudieron evitar escanearla a medida que su esbelta figura aparecía por el pasillo. Por alguna razón, mi mente jugaba en mi contra devolviéndome el recuerdo de ella siendo tan cercana a Anakin y esas pocas imágenes hacían que se me revolviera el estómago.

—Kaia. No esperaba verte.

Padmé parecía sorprendida y a la vez cautelosa, por la forma en la que se detuvo a varios metros de distancia. Sus ojos se movían de mi hermano a mí, como si no estuviera segura de cuál de nuestras presencias le resultara más inesperada. Era realmente impactante vernos actuar como dos desconocidas desconfiadas cuando en realidad habíamos pasado toda nuestra vida en compañía de la otra.

—Traigo un mensaje de la reina de Naboo.

Mi voz sonó cortés y ella pareció agradecer el no encontrar ningún atisbo de rencor en ella. Aunque lo albergara, no tenía intención de mostrárselo.

—Vaya, entonces será bueno escucharlo. —Tras la senadora apareció el Canciller Palpatine, sonriéndome con una cortesía que estaba segura de que era fingida. Anakin y él estaban muy unidos, por lo que sabía, pero había algo en él que no me terminaba de gustar. Una parte de mí me advertía que era más inteligente de lo que mostraba y que realmente todos éramos simples piezas que él movía a su antojo en su propio juego.

—Canciller Palpatine, es un placer tenerlo aquí. —Si algo había aprendido de mi familia es que es mejor fingir estar a favor de la corriente que luchar contra ella. 

Y Palpatine era una corriente demasiado fuerte como para contradecirla.

—El placer es mío, Kaia. Según tengo entendido, has abandonado la Orden Jedi.

Ahí estaba ese interés malicioso en sus ojos.

—Así es, Canciller, me temo que ser una Jedi no era mi destino —le sonreí con amabilidad.

Su rostro se mostraba sorprendido, puede que porque poca gente se mostraba tan amable en su presencia, o tal vez porque realmente sabía que era fingida y le sorprendía mi facilidad para que pareciese tan sincera.

No es el único que sabe jugar a este juego, Canciller.

—La reina de Naboo solicita que se me acepte en el Senado. —Los ojos de Padmé se abrieron ante la sorpresa, mientras que el Canciller solo sonrió levemente, observándome con intriga.

—¿Acaso la Reina no confía en mi criterio en el Senado? —Padmé parecía sorprendida y, aunque lo entendía, decidí no responder a su pregunta. 

Me limité a mirarla a los ojos de forma neutra antes de devolver la mirada al Canciller. —Me he criado toda mi vida en el palacio, he estudiado todo lo referente a mi planeta y conozco cada una de nuestras costumbres y opiniones. La reina cree que una segunda opinión, una tan cercana a la suya como la mía, podría ser de gran ayuda para el Senado y para la seguridad de Naboo.

El Canciller pareció intrigado ante mi actitud a diferencia de Padmé, quién seguía mostrándose ofendida mientras esperaba la opinión del Canciller.

—¿Cómo sé que realmente deseas entrar en el Senado por Naboo y no es una estrategia de la Orden Jedi para infiltrar a uno de los suyos?

—He dejado la Orden Jedi, Canciller, sus asuntos ya no me incumben. Solo quiero proteger mi planeta y servir a mi pueblo.

—Su rechazo a la Orden es muy reciente, ¿está segura de que ha dejado todo lo relacionado a ella atrás? ¿Incluido a sus antiguos compañeros que aún pertenecen a ella?

Mi mente voló rápidamente a Anakin. Fuera a donde fuera o hiciera lo que hiciera, mi lealtad siempre residiría con él. No solo él era mi hogar, también mi futuro y mi propia vida; perderlo era lo único a lo que jamás podría estar dispuesta. Para mí no habría nunca nada más importante que nosotros, pero siempre que él estuviese a salvo me aseguraría de que Naboo también lo estuviera.

—Mi lealtad siempre le pertenecerá a mi pueblo. Le aseguro, Canciller, que eso es algo que nunca cambiará.

El hombre me observó detenidamente antes de dar un leve asentimiento con su cabeza.

—Canciller, no estará de acuerdo con esto, ¿verdad? —La castaña parecía totalmente indignada con la situación, y más porque el Canciller ni siquiera la miraba. Los ojos del hombre estaban sobre los míos en una especie de lucha por ver quién apartaba la mirada del otro primero. No necesitaba leerle la mente para saber que no debía de tenerle mucho aprecio a la senadora, sabía que Padmé actuaba de forma tan independiente que podía resultar molesta. El Canciller debía de ver mi incorporación al Senado como una forma de controlar los movimientos de Padmé, al tener que consultarle sus decisiones a otra persona.

—¿Quién soy yo para contradecir a la reina de Naboo? —Su tono no perdió su malicia, pero no me mostré vulnerable bajo su mirada—. Se incorporará en el consejo. Mañana lo haremos oficial en la reunión.

Se despidió de mí con un asentimiento de cabeza y contuve una sonrisa que amenazaba con aparecer en mis labios. La castaña estaba realmente enfadada y, por alguna razón, eso solo me hizo sentirme mejor. Tal vez me habría quedado a discutir algún asunto actual del Senado con ella si no hubiera tenido algo mucho más importante que hacer antes. Había estado casi cinco días en Naboo preparando distintas cosas que necesitaría, y lo que más deseaba en ese momento era visitar a la persona a la que más quería en el mundo.

—Hasta mañana, senadora.

No esperé su respuesta y me dirigí al ascensor, siendo seguida por mi hermano mayor, quién me miraba con algo de sospecha por mi leve y disimulada sonrisa de emoción. Tras unos instantes, el ascensor se detuvo y me dirigí hacia un vehículo que me esperaba.

—Lleva la nave al nuevo apartamento, iré más tarde. Tengo una cosa que hacer antes.

—¿Esa «cosa» tiene algo que ver con tu reciente felicidad, hermanita?

Le sonreí de forma juguetona y le di la espalda para dirigirme al transporte. —Tal vez.

Escuché su risa de fondo y me subí en la pequeña nave de transporte que me llevaría al templo Jedi. No se encontraba muy lejos del apartamento de Padmé, por lo que no fue un trayecto largo. Estaba muy nerviosa y eufórica por ver a Anakin, cinco días se habían sentido como toda una eternidad; además quería ver cómo reaccionaba con mi nuevo estilo de pelo con flequillo, por no mencionar que iba mucho más arreglada que cuando era padawan.

En menos de lo que me esperaba ya me encontraba frente al templo, y tras un suspiro me adentré en él en busca del rubio. Me sentía una forastera en aquel lugar a pesar de la cantidad de tiempo que había pasado viviendo allí. Era extraño que el que había considerado mi hogar acabara sintiéndose como algo totalmente nuevo y extraño para mí. Anduve por los pasillos con calma hasta que oí una voz conocida antes de girar por uno de los pasillos. La voz me producía tantas emociones como la primera vez que la había escuchado.

—Ya has oído al Maestro Yoda, jovencita, os espera en la sala de entrenamiento. Prometo enseñarte algún truco más tarde, ¿de acuerdo? —Me asomé levemente por una columna y sonreí enternecida ante la escena frente a mí. Anakin revolvió el pelo de la pequeña y le señaló el pasillo contrario al que me encontraba, indicándole que tenía que hacer lo que le había pedido. La niña soltó una risilla antes de salir corriendo por el pasillo, rumbo a la sala de entrenamientos donde el rubio le había indicado que fuera.

Miré con ternura a Anakin levantarse del suelo y suspirar con una sonrisa algo cansada.

—Estoy agotado —murmuró para sí mismo.

—¿Crees que una visita sorpresa te animaría?

El rubio dio un salto del susto y miró en mi dirección. La sombra de la columna hacía que estuviera muy camuflada, pero eso no impidió que me reconociera cuando sus ojos se iluminaron y una preciosa sonrisa cubrió su rostro.

—Sí, siempre que sea tuya. —Se acercó corriendo y me abrazó, elevándome por los aires. Reí divertida y rodeé sus hombros con fuerza, aspirando cada detalle de su aroma—. No me creo que estés aquí. Te he echado muchísimo de menos.

Me aparté ligeramente y apoyé mi frente sobre la suya con una sonrisa dulce. —Y yo a ti, Ani.

Sus ojos se dirigieron a mi nuevo flequillo y su sonrisa se expandió. —¿Nuevo look? Me encanta. Estás preciosa.

Le miré algo sonrojada y agradecida por el cumplido. Anakin dejó un beso en mi frente y entrelazó nuestras manos, sin alejarnos ni un milímetro del otro.

—Tienes que contarme muchas cosas, enana.

Asentí y me acerqué a sus labios para unir nuestras bocas. Sus brazos rodearon mi cintura con firmeza mientras que mis manos se adentraron entre sus mechones rubios, ambos tratando de reducir al máximo la distancia entre nuestros cuerpos. Anakin hizo un movimiento atrevido y mordió mi labio inferior con la suficiente fuerza para provocar que un jadeo saliera de mis labios, pero sin llegar a hacerme daño. El rubio aprovechó que mi boca se encontraba entreabierta por su acción anterior y deslizó suavemente su lengua dentro de esta. Tiré levemente de su pelo, disfrutando de la sensación de nuestras lenguas acariciándose con cariño y deseo; mi cuerpo comenzó a experimentar un cosquilleo que aumentaba con cada caricia. Sin duda era el mejor beso que nos habíamos dado hasta ese momento, y temía volverme adicta a él. Lamentablemente, ambos tuvimos que separarnos para coger oxígeno.

—Vente a vivir conmigo.

Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera procesarlas y miré al rubio, ambos respirando aún con dificultad por nuestro momento. Sus ojos brillaban de felicidad y una sonrisa dulce adornaba sus labios al mirarme, era la persona más perfecta que había visto en toda mi vida.

—Sal conmigo.

Abrí los ojos con sorpresa y le sonreí divertida, aunque algo confundida por su propuesta. —¿A qué te refieres?

—Nunca te lo he pedido formalmente —llevó una de sus manos a mi mejilla y la acarició con ternura—. Aún no me creo que esto esté pasando de verdad. Estar contigo es lo que más deseo en el mundo y siento que darle un título lo hará más real.

Apoyé mi mejilla contra su mano, buscando más contacto, y le sonreí con dulzura. —¿Novios?

—Por ahora. —Me guiñó un ojo y mi sonrisa se amplió, entendiendo su indirecta. Mi corazón latía frenético, pero no era nada comparable a poder sentir el latido del suyo a través de nuestra conexión; era casi como si ambos se acelerasen mutuamente.

—Me encantaría.

El rubio se inclinó hacia mí y volvió a unir nuestros labios, en una especie de pacto. El beso duró unos segundos más antes de que se separara y dejara un suave beso en mi frente.

—Me encantaría vivir contigo.







¡Nuevo capítulo!

No mentiré, cada día amo más su relación 😭

Espero que os haya gustado, dejarme vuestros comentarios y opiniones; estaré encantada de leerlos y responderos <3

¡Os leo!

Gracias por tu apoyo a la historia Rosannysvivas 💚

Atte. Venus.

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