❪29❫ Exegol
Me giré levemente para mirar a los pequeños trabajar y una amplia sonrisa se extendió por mi rostro. Después de nuestro encuentro nocturno con los Ewoks estos nos habían conducido hasta su pequeño poblado, donde nos habían acogido, sorprendentemente. No estaba segura de que entendieran nuestras palabras realmente pero al menos era un lugar más seguro que estar al aire libre.
Antes de que nos hubiéramos dado cuenta, los pequeños nos habían llevado a mí y a Anakin a lugares distintos de su aldea, y desde entonces sentía una ligera presión en el pecho ante la idea de no saber dónde se encontraba. Ya había amanecido, y unas agradables hembras me estaban decorando el pelo, o al menos eso parecía. Mi pelo rubio parecía resultarles realmente hipnotizante y no podía evitar sonreír por sus reacciones, aunque aún me preguntara si el rubio se encontraba bien. Necesitaba verlo, saber que no estaba cerca era como un sentimiento de vacío y ansiedad, no podía seguir así más tiempo.
—Está precioso, gracias —traté de agradecerles en mi idioma, sonriendoles cálidamente—. ¿Podríais llevarme con mi compañero?
Ellas no parecían entender lo que quería decir, así que tuve que tratar de describir a Anakin con señas. La actuación pareció hacer efecto cuando señalé mi sable láser, y las vi asentir con entusiasmo a la vez que agarraban mis manos para guiarme, o al menos esperaba que fuera hacia Anakin hasta donde me guiaban.
No tuvimos que andar mucho tiempo cuando visualicé a lo lejos ese rubia cabellera que tanto adoraba.
—Por favor, necesito saber que mi compañera está bien —le oí suplicarle a unos Ewoks a lo lejos.
Sonreí, enternecida de que él también estuviera preocupado buscándome y me solté de la mano de las Ewoks para correr hacia él, sin borrar la sonrisa de mi rostro.
—¡Anakin!
Mi voz hizo que se girara de inmediato hacia mí y sonrió ampliamente al verme corriendo en su dirección. Se acercó y abrió los brazos para recibirme en un cálido abrazo que le devolví encantada. Ni siquiera había pasado más de una noche, y por alguna razón mi corazón latía frenético de tenerlo de nuevo junto a mí.
El rubio me separó justo para mirarme a los ojos, manteniéndonos igual de pegados que en el abrazo y con nuestros rostros a escasos centímetros de distancia. —¿Estás bien? No te he visto desde anoche, ¿has podido descansar?
Sus dulces ojos azules destellaban con preocupación y le di una sonrisa cálida y tranquilizadora. —Sí, me han tratado como a una verdadera reina, pero estoy mucho mejor ahora que tú estás aquí. —Volví a abrazarle con fuerza, probablemente temerosa de su reacción a mis palabras. Sin embargo, él volvió a estrecharme entre sus brazos con calidez.
—Yo también.
El murmullo de los Ewoks que nos observaban curiosos nos hizo salir del trance y me separé de él bajando la cabeza para cubrir el leve sonrojo de mis mejillas ante la situación. Me aclaré la garganta y le miré con timidez, ya a una distancia segura y prudente.
—Deberíamos ponernos en marcha, aún no hemos encontrado nada útil y cuanto antes encontremos respuestas antes podremos llevárselas al consejo para ganar esta guerra.
Sin esperar su respuesta, me giré para caminar hacia el lugar donde había estado durmiendo esa noche, dispuesta a encontrar mi mochila y a retomar la búsqueda de información acerca de los Sith.
Tenía la sensación de que cuanto más tiempo pasáramos en ese planeta, más fuertes y evidentes se harían mis sentimientos por Anakin. No sabía si me aterraba más la idea de que se enterase o la de regresar a nuestras vidas en las que parecíamos no existir en la vida del otro.
¿Podría volver a alejarme de él después de regresar?
No tenía respuestas, ni tampoco más opciones que la de dejar que La Fuerza guiara mi futuro.
Una vez tuve todo listo me encaminé de nuevo a la salida, ya con mi mochila colgada al hombro, y pasé junto a Anakin, quien empezó a seguirme hacia la salida de la aldea. No estaba segura de si sería buena idea regresar a la aldea al anochecer, pero al ver a algunos Ewoks coger sus lanzas para seguirnos supe que seríamos bien recibidos de vuelta, incluso, tal vez, serían de gran ayuda para abarcar más terreno. A Anakin no parecían molestarle los pequeños que nos seguían a paso apresurado y, por supuesto, a mí mucho menos. Estaba encantada de poder conocer más acerca de esa especie y esperaba poder ver más a fondo sus costumbres y forma de vida.
El camino hacia las profundidades del bosque se llevaba en un amplio silencio, sólo ligeramente alterado por los tenues sonidos del bosque que nos rodeaba, y a cada paso que dábamos sentía que la facilidad para perderse en esa lugar era demasiado alta. Miré de reojo a Anakin, tratando inconscientemente de asegurarme de que estuviera cerca y no hubiera ninguna posibilidad de separarnos. Aunque al parecer, Anakin tuvo otra idea muy diferente.
—Creo que deberíamos separarnos, abarcaríamos mucho más terreno en menos tiempo. —Sus palabras me hicieron detenerme, mirándole con una leve angustia en mis ojos.
—¿Estás seguro? —Titubeé.
—¿No era eso lo que querías? ¿Acabar la misión cuanto antes? —El rubio levantó una ceja, inquisitivo, y tragué como respuesta.
Definitivamente eso no era para nada lo que yo quería, sin embargo no podía evitar sentir que le había herido de alguna forma al pronunciar esas palabras un rato antes. Estaba tan nerviosa por el momento que habíamos compartido que había entrado en pánico soltando las primeras palabras que se me habían venido a la cabeza.
Mi silencio pareció actuar como respuesta y el rubio se giró para andar en la dirección contraria con una expresión completamente neutra. —Nos encontraremos al anochecer en la aldea.
Y sin más, desapareció entre los árboles.
Mi mirada se dirigió a dos de los tres Ewoks que estaban conmigo y traté de expresarles mi deseo con la mirada. —Ir con él, por favor. Aseguraos de que esté bien.
No sabía si me habían entendido realmente pero al menos captaron el concepto ya que dos de ellos se giraron para correr en la dirección por la que había desaparecido el rubio. El Ewok restante se quedó mirándome y no necesité entender su idioma para saber que estaba decidido a acompañarme. Pude incluso reconocer que era el Ewok curioso de la noche anterior, por lo que le sonreí agradecida y me giré para seguir mi camino en otra dirección diferente a la de Anakin. Era extraño, pero a medida que avanzaba por el bosque no podía evitar sentir que todo era igual: cada árbol, rama u hoja parecían exactamente igual a la anterior y eso me llenaba de una ligera ansiedad ante la idea de perderme.
Estuvimos andando un par de horas más y entonces, ya agotada, visualicé una especie de nave junto a una cueva oscura. La simple imagen, tan desentonada con el entorno verde a su alrededor, era ligeramente escalofriante; como si ninguna de esas dos cosas debieran encontrarse donde se encontraban. No obstante, fue ese escalofrío y la forma en la que mi piel se puso de gallina que supe que aquel era el lugar que estaba buscando, algo siniestro, algo característico de los Sith.
El pequeño Ewok se aferró con temor a mi pierna e inhalé profundamente a la vez que sacaba mi sable láser del cinturón, pero sin encenderlo. Incluso la pequeña criatura a mi lado sabía que había algo que estaba mal con esa nave y ni hablar de esa oscura cueva. Por el momento, al menos tenía claro que no debía encender mi láser a no ser que fuera necesario, no debía alertar al propietario de la nave o a lo que fuera que se encontrara en su interior.
Avancé con cautela cuando el Ewok me soltó la pierna y me acerqué con lentitud a la siniestra nave frente a la entrada de la cueva. Toda mi mente comenzó a nublarse a medida que me acercaba a la nave y de pronto sentía que mi corazón se hacía cada vez más chiquitito, como si el funcionamiento de todo mi cuerpo se realentizara, como si la propia vida fuera a cámara lenta.
La suave risa de una niña llegó a mis oídos, suave y lenta, casi melodiosa incluso. La oía como si no hubiera otro sonido a mi alrededor.
Kaia...
Esas voces... no era la primera vez que las escuchaba, y definitivamente esa vez no iba a perderlas. Las yemas de mis dedos rozaron con suavidad la nave negra y sentí unos susurros en mi oído casi imposibles de entender. Mi vista se dirigió a la cueva y andé, casi hipnotizada hasta la entrada. El pequeño Ewok trató de tirar de mi mano para alejarme de allí pero no me moví ni un milímetro. En vez de eso, guardé de nuevo mi sable láser en mi cinturón y levanté la palma de la mano para, con un movimiento de esta, hacer aparecer mi poder verde sobre ella, alumbrando parte del interior de la cueva.
Al ver que iba a entrar de todos modos, el Ewok salió corriendo hasta adentrarse de nuevo en el bosque profundo. Hacía cada vez más frío cuanto más me acercaba al interior de la oscura cueva, y me recorrieron unos profundos escalofríos al notar marcas de uñas en la pared, casi podía sentir el dolor de quien había hecho esas marcas al deslizar mis dedos sobre ellas. No me detuve y seguí avanzando por la cueva sin despegar mis dedos de la pared. Los susurros volvieron a aparecer y miré hacia el frente, descubriendo que había llegado al final de la cueva, donde se encontraban una gran variedad de objetos, mapas y papeles escritos tirados por el suelo y pegados en la pared. Mis pies se movieron en dirección al final de la cueva y noté una especie de hoguera que llevaba lo que parecían años sin usarse. Estaba justo pegada a la pared y, movida por la curiosidad, lancé mi magia verde en esa dirección, provocando que mi ya característica espesura verde tomara la forma de lo que parecía fuego de ese mismo verde Neón, alumbrando todo el final de la cueva y todos los papeles que se encontraban ahí.
Agarré uno de los papeles y comencé a leer:
Día 128.
Aún me encuentro en la luna de Endor y mi nave sigue sin funcionar. Ha pasado tanto tiempo que incluso siento que este es mi destino final y que, después de todo el sacrificio que hice, parece que va a ser en vano.
Aparté el papel y me acerqué para recoger otro, buscando más información de utilidad.
Día 213.
Yo tenía razón, después de una búsqueda intensiva lo he descubierto. Todos se equivocaban al no creerlo, pero es verdad, Exegol existe.
Volví a tirar ese papel, buscando otra fecha que siguiera a esa con desesperacion, pero no la encontré. Comencé a estresarme hasta que en el extremo derecho de la cueva encontré un papel con parte de la tinta corrida justo encima. Lo despegué del bote de tinta, que con el tiempo se había quedado adherido a la hoja, y examiné el que parecía el último pergamino de la persona que había vivido en aquella cueva.
Ya no había fecha, ni anotaciones de diario, mi intuición me decía que esa había sido su última escritura antes de la que probablemente habría sido su muerte.
Solo se hicieron dos busca rutas.
Justo debajo había un dibujo de una especie de triángulo con coordenadas, por supuesto el hombre jamas había encontrado el busca rutas, pero al menos descubrió cómo era.
Solo había algo que me desconcertaba, ¿qué era Exegol? Y ¿por qué aquel hombre había sacrificado su vida buscándolo?
No tuve que pensar mucho antes de que la respuesta pareciera aparecer justo frente a mis ojos. Sobre la hoguera, iluminado por el fuego verde había un grabado en la pared. Me acerqué para leerlo más cerca y se me atascó la respiración.
Había un círculo grabado, probablemente representando un planeta, y justo debajo un grabado:
El mundo oculto de los Sith: Exegol.
Acaricié el grabado con los dedos y me recorrió un escalofrío tan grande que tuve que retroceder, asustada por el dolor agudo que me recorrió por dentro. La hoguera se apagó y de repente las paredes empezaron a agrietarse, a la vez que el suelo temblaba. Alarmada y asustada, agarré los papeles que tenía más cerca y me levanté dispuesta a correr hacia la salida de la cueva, sin embargo, no pude cuando mis pies tropezaron con algo, haciendo que cayera repentinamente al suelo y las hojas que sostenía volaran por los aires. Miré a mis pies y solté un grito de espanto al ver unos huesos desparramados por el suelo.
Si, definitivamente el hombre estaba muerto.
Solo pude alcanzar uno de los papeles junto a mi y sin fijarme en de cuál se trataba comencé a correr hacia la salida, sintiendo como la cueva se desmoronaba a mis espaldas.
—¡Kaia!
La voz de Anakin hizo que mi corazón diera un bote de alivio y alegria, aceleré el ritmo y traté de correr aún más rápido que antes.
Podía ver la figura del rubio corriendo en mi dirección, pero la cueva se agitó de nuevo haciéndome caer al suelo. Un dolor agudo e insoportable me recorrió el pie y lancé un grito de agonía. Anakin aumentó su velocidad para llegar a mí, pero vi que estaba a punto de pasar por una parte de la cueva que iba a desmoronarse sobre él.
—¡No! —Estiré mis brazos con las manos extendidas hacia él y usé La Fuerza con tanta potencia como pude.
Anakin salió volando hacia atrás, salvándolo de las rocas que se desmoronaban frente a nosotros.
No iba a lograr salir a tiempo.
Pero me aseguraría de que Anakin sí lo consiguiera.
El techo de la cueva frente a mí se desmoronó, sin embargo, me sorprendí al ver que se detenía a mitad de distancia del suelo. Bajé la vista y descubrí a Anakin con las manos extendidas en mi dirección, sujetando los escombros que amenazaban con formar una barrera entre nosotros con La Fuerza. Sus ojos reflejaban el dolor y la tensión de la fuerza que estaba ejerciendo para mantener los escombros separados del suelo.
Esos ojos azules que tanto adoraba ahora me miraban con suplica y desesperación. Me dolía demasiado el pie como para caminar y Anakin no aguantaría mucho más sujetando el techo de la cueva.
—Está bien, Ani, está bien... —Traté de tranquilizarlo con la mirada, la súplica también grabada en mi expresión, pero con una petición muy distinta.
Suéltalos...
«No.»
Anakin gruñó en respuesta en mi mente y negó con la cabeza. Nuestra conexión parecía haber vuelto por unos breves momentos y sentía nuestro dolor combinarse con cada respiración. El rubio se debilitaba, podía sentirlo, al igual que como se quebraba a medida que las lágrimas recorrían sus mejillas. Ambos nos aferrábamos el uno al otro, negándonos a combatir la triste realidad frente a nosotros.
Había demasiados escombros y todos ellos caerían sobre mí, probablemente matándome al instante.
Ani... está bien. Déjame ir.
«¡No! Joder, Kaia, por favor, ven hacia mí»
Mis ojos se aguaron y un sollozo se escapó de mi garganta. Anakin podía sentir que mi pie no estaba bien, sabía que no lo lograría, pero no podía aceptar esa idea, sabía que se resignaba a esa idea.
Él no me dejaría ir, pero no aguantaría eternamente, sabía que se culparía después de mi muerte y no iba a permitirlo
Sonreí, cerrando los ojos y sintiendo una extraña paz envolverme, antes de que una última lágrima se deslizara por mi mejilla y abriera los ojos mostrando esa mirada de amor que siempre le había ocultado al rubio frente a mí.
Te amo, Anakin Skywalker... Incluso en la muerte.
Y sin esperar más, volví a extender mis brazos en su dirección y grité usando mis últimas fuerzas para lanzarlo lo suficientemente lejos como para que su cuerpo cayera fuera de la cueva. Mi acción lo pillo desprevenido y salió disparado, provocando que la fuerza que estaba usando para mantener los escombros desapareciera y la cueva comenzara a desplomarse a mi alrededor.
Sentí una última vez a Anakin, asegurándome de que estuviera bien, y cerré los ojos, dejando que la oscuridad me consumiera.
No sé vosotros pero a mí este capítulo me ha encantado <3
Se me ha ocurrido todo de forma tan espontánea que creo que ha quedado bastante bien.
Espero ver vuestras reacciones y que os guste tanto como a mí 💚
¡Os leo!
—Venus
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