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❪26❫ El código Jedi

Otra vez.

Llegaba tarde otra vez. Estaba segura de que el Maestro Kenobi y el Maestro Yoda me darían un buen castigo por esto y, francamente, esa vez tenía claro que me lo merecía. Me lo habían dejado pasar demasiadas veces como para llevar la cuenta.

No hacía mucho, el consejo había empezado a solicitar mi presencia en sus reuniones para debatir estrategias para la batalla, algo realmente poco común para una Padawan. Sin embargo, mi maestro, el Maestro Yoda, creía que una mente joven como la mía que había estudiado tanto sobre tantos planetas podía ser una ventaja a nuestro favor, por lo que consideraba de alguna forma que mis ideas eran útiles y provechosas. Me esforzaba cada vez que me convocaban en pensar lo mejor que pudiera, necesitaba que no se arrepintieran de la decisión, me encantaba estar al tanto de todos los movimientos y estrategias antes que ningún Padawan, de hecho, el poder dar mi opinión era realmente agradable.

Puede que siempre me pusiera nerviosa antes de esas reuniones, pero esta era mucho más importante y crucial para esta guerra, tanto que habían considerado necesario que tanto yo como el Maestro Skywalker estuviéramos presentes. Desde nuestra separación, había parecido que el consejo trataba de mantenernos ocupados y separados por precaución, tal vez porque nunca tuvieron realmente clara la razón por la que no habíamos querido seguir siendo un equipo; al fin de al cabo, frente a sus ojos parecía que nos habíamos estado llevando bastante bien como Maestro y Padawan, pero ya no más.

Por fin, vislumbré la entrada de la sala de consejo donde se estaría llevando a cabo la reunión, por lo que no dudé en correr hasta allí y abrir la puerta con más fuerza de la necesaria.

Ups.

Mi entrada hizo un gran ruido en la sala y todos los presentes se giraron a mirarme. Solo pude tragar con nerviosismo al ver la mirada entrecerrada del Maestro Yoda, sabía que la desaprobación se marcaba en cada una de sus facciones, pero aún así, cerré detrás mío y entré disculpándome por el retraso.

—Kaia, llegas en un buen momento, acércate.

El Maestro Windu me señaló en su dirección y me acerqué hasta el centro de la sala donde se encontraba el holograma de un planeta.

—¿Lo reconoces?

Me acerqué al holograma, observando detalladamente sus características, y asentí con concentración reconociendo una de las lunas que más me habían gustado de mis libros.

—La luna del sistema de Endor —afirmé con seguridad, pero algo de confusión—. Con su permiso, Maestro Windu, pero el sistema de Endor se encuentra en el borde exterior, ¿cómo podría ayudarnos en esta guerra ir a un lugar tan lejano y aislado de este conflicto?

El Maestro Windu movió el holograma hasta poner unas imágenes de sus grandes bosques. Podía sentir la mirada de algunos maestros quemándome, como si no se fiaran de que alguien tan joven y que aún fuera Padawan estuviera opinando en su reunión.

—Tienes razón, Padawan, es un sistema del borde exterior, pero conocemos muy poco sobre él.

—Complicadas las guerras son, toda ayuda es poca —el Maestro Yoda atrajo la atención de los presentes, pero su mirada no abandonó la mía. Podía ver la decisión en su mirada, y en ese momento podía sentir la increíble confianza que mi maestro depositaba en mí—. Conocer toda la información posible nosotros debemos.

Asentí respetuosamente en su dirección y no argumenté nada más para que siguieran con la explicación de la misión.

—Creemos que los sistemas del borde exterior podrían tener información sobre el retorno de los Sith, y es crucial que encontremos cualquier ventaja posible.

—La luna de Endor no es peligrosa, —amplié la imagen del holograma y mostré algunos puntos interesantes de la luna— las criaturas que la habitan son pacíficas hasta donde sé, pero tiene razón, Maestro, sería un buen lugar estratégico para esconder información valiosa.

El mencionado asintió y me dio una mirada de aprobación. Aunque me gustaba más este Maestro Windu, no podía evitar sentirme culpable por cómo era con Anakin; incluso a mí me había despreciado cuando era su Padawan.

—Eres astuta, joven Padawan, esa forma de pensar y el honor que ya posees te harán una magnífica Jedi —muchos del consejo asintieron con aprobación a sus palabras—. Es por eso que eres la elegida del consejo para esta misión, tu primera misión... en solitario.

La respiración abandonó mis pulmones y no pude evitar esbozar una sonrisa radiante. No podía creerme que el consejo me concediera tal honor tan pronto, demostraba que ya era digna de su confianza y que me había ganado su respeto con mis habilidades e ingenio. Había puesto tanto esfuerzo en ser la mejor Padawan posible que solo podía sentir que rebosaba de alegría con la noticia. Además, siempre había querido visitar Endor.

—¿Sola? ¿Tan pronto?

La voz de Anakin me sacó de mis pensamientos y dejó la sala en un silencio expectante. Su cara era de horror e incredulidad. Sabía lo que se venía, Anakin no iba a quedarse callado, nunca lo hacía cuando se trataba de mi; por alguna razón que no alcanzaba a comprender.

—Todo Padawan debe afrontar en algún momento una misión en solitario.

—No hace ni un año que es Padawan —bufó, apartándose de la pared donde estaba apoyado—. ¿Y si realmente hay información que los Sith esconden en Endor? Es muy joven aún, la matarán, no podrá contra ellos.

—La guerra se está desarrollando aquí, estará más segura en el Borde exterior. Ha entrenado muy duro, lo logrará.

—Haréis que la maten —exclamó entre dientes, amenazante—. Aún no ha aprendido suficiente.

—Tal vez sus conocimientos habrían avanzado más rápido si su maestro original no la hubiera abandonado como si fuera basura.

—Yo no...

Anakin estaba a punto de rebatir cuando su mirada se conectó con la mía. Mis ojos tenían un destello de tristeza ante las palabras del Maestro Windu, no podía reprocharle a Anakin que no hubiera estado preparado para tener un Padawan, pero no había pensado en la posibilidad de que otros Jedi pensaran comentarios así de mí. Me habían dolido las palabras del Maestro Windu, pero eran ciertas, y Anakin lo sabía.

Bufó frustrado apartando la mirada y abandonó la reunión a pasos apresurados. Tuve el amago de dar un paso hacia delante para ir tras él pero me detuve cuando vi la mirada de sospecha de mi maestro. Había una mueca en su rostro, como si algo en mi actitud con Anakin no le gustara o le pareciera sospechoso.

—¿Aceptas la misión?

Mi atención se centró de nuevo en el Maestro Windu, antes de desviar una última vez la mirada hacia la puerta por la que Anakin se había marchado soltando un suspiro pesado.

[...]

—¿Así está bien?

—Sí, cielo, eso está perfecto.

Le di una cálida sonrisa y el pequeño frente a mí sonrió con entusiasmo y orgullo antes de continuar con su tarea.

Como una especie de «castigo» por mis numerosos retrasos, mi maestro me había encargado entrenar a los youngblings por él unos días, algo que era bien sabido por todos los Padawan como agotador. Sin embargo, estaba orgullosa de poder decir que los pequeños entusiastas me causaban más ternura que agotamiento, y era lo suficientemente buena con ellos para lograr que todas sus energías se dirigieran a entrenar para algún día poder ser Padawan. Adoraba verlos esforzarse tanto, sobretodo cuando competían, ese era mi truco para que no fueran tan rebeldes; entretenerlos en una especie de competición entre ellos.

No sabía si mi maestro estaría de acuerdo con mi forma de mantenerlos entretenidos, pero cada uno tiene sus propios métodos, ¿no?

De un momento a otro, la atención de los pequeños se dirigió a otra cosa y todos se mostraron emocionados, mientras yo los miraba totalmente confundida por la situación o la causa de su excitacion.

—¡Maestro Skywalker!

Toda mi respiración se contuvo en mis pulmones cuando esas dos palabras salieron de la boca de uno de los youngblings, el cual, al igual que todos, miraba justo detrás mía. Los pequeños corrieron hacia la persona que suponía que se encontraba a mis espaldas y me armé de valor para girar mi torso desde donde estaba sentada para verlo allí de pie, sonriendo a los niños con dulzura.

Adoraba esa parte tierna de él, la real, el verdadero Anakin Skywalker y no «El Elegido».

—Hey, ¿cómo va vuestro entrenamiento? ¿Estáis haciendo caso a lo que os piden?

—¡Sí, Maestro Skywalker, la Padawan Kaia es muy buena con nosotros, y estamos aprendiendo muy rápido-

—¿Todo lo que sabe ella lo ha aprendido de ti, Maestro? —Una pequeña youngbling interrumpió a su compañero y miró a Anakin con una increíble admiración.

No había ni uno solo de ellos que no le profesara un respeto incondicional, y en cierto sentido me hizo sentirme pequeña e insignificante a su lado.

—No, ella siempre tuvo su propio talento natural.

Su mirada se dirigió a mí por fin y me dio una leve sonrisa que le devolví agradecida por el cumplido. A pesar de que trataron de hacerle más preguntas él acabó mandándoles que se retiraran a descansar y, por suerte, lo hicieron.

—¿Este es el castigo que el Maestro Yoda ha considerado para ti? —Se sentó junto a mí y me miró directamente, a la vez que yo evitaba su mirada. Podía sentir su mirada abrasándome pero no me giré, no tenía ganas de confrontarlo.

—Así es, supongo que era el trabajo menos solicitado en el templo —sonreí levemente, divertida, y pude observar por el rabillo del ojo como la comisura de Anakin se elevaba en una sonrisa.

—Creo que lo disfrutas demasiado como para ser un castigo.

Giré mi cabeza en su dirección, y me miró con burla, tratando de provocarme, a lo que le respondí con una sonrisa sincera.

—Tal vez. —Devolví mi vista al frente, aún manteniendo una sonrisa, y mi mente comenzó a divagar en mis pensamientos—. Si no me hubiera convertido en Padawan probablemente habría querido una gran familia. —La profundidad en mi voz me dejó algo confundida y Anakin apartó la mirada de mí, por alguna razón sentí que había algo de tristeza en sus rasgos tras mis palabras. — No siempre he tenido claro que este sería el camino que escogería.

—¿Cómo lo supiste? —Me miró con una profunda tristeza en sus ojos azules y se me cortó la respiración—. ¿Cómo supiste que este era el camino correcto, el que te haría feliz?

Porque siempre que imaginaba esa gran familia tú eras parte de ella.

Jamás lo diría.

Amaba al Jedi en el que se había convertido, pero una parte de mí anhelaba que no hubiera aceptado serlo, que no hubiera aceptado el no amar.

No podía saberlo, no podía arruinar su vida. Él era «El Elegido», su destino como Jedi estaba escrito desde antes de que me conociera, yo no era nadie para cambiar eso; por mucho que me doliera que su destino lo alejara del mío.

—Porque no van de la mano, Anakin. Elegí el camino correcto, el sensato, pero no el que habría deseado recorrer. —No pude evitar que mis palabras sonaran melancólicas. Aunque solo deseaba que mis ojos no transmitieran de forma inconsciente lo que realmente sentía por él.— El amor es... extraño, es por eso que a veces debemos renunciar a él para dejar que aquellos a los que amamos si recorran el camino de su felicidad. —Aparté la mirada de él y miré mis manos, tratando de evitar que él viera mi tristeza.

—¿Tú... amas a alguien?

No pude evitar tensarme por sus palabras, pero no fui capaz de levantar la mirada a pesar de que sentía como la suya estaba sobre mí con intensidad. Agradecía que los pequeños se hubieran ido, ya que la tensión que comenzaba ha haber entre ambos empezaba a ser más palpable, más real...

—El amor está prohibido para un Jedi. —Por supuesto que no levanté la cabeza, no podía mirarlo y mentirle a la cara, jamás podría.

—Pero puedes sentirlo —sus palabras sonaron cargadas de angustia y algo de desesperación, justo antes de agarrar una de mis manos entre las suyas—. Puedes negarlo, pero no extinguirlo.

—Está prohibido por un motivo —aparté la mano rápidamente de entre las suyas y le di una mirada nueva, una mucho más endurecida—. No me hables del amor como si supieras lo que se siente.

Aunque no era mi intención transformar esa conversación en una pelea, parecía que era justo lo que había conseguido cuando los rasgos de Anakin también se endurecieron, molesto por mis palabras.

—Qué sabrás tú de lo que yo siento. —Su tono estaba cargado de hostilidad, pero aún así no fui capaz de contenerme; debía decirle como me había hecho sentir.

—Oh, por favor, sé de primera mano que solo te amas a ti mismo. Ni siquiera te importé lo suficiente como para no dejarme tirada.

—¿Eso crees? —Las cosas se estaban poniendo cada vez peor—. ¿Crees que me habría opuesto hoy en la reunión a que fueras a esa misión sola si no me importaras?

—No, creo que si de verdad te importara no me habrías abandonado, no habrías sido el maestro más cobarde del templo dejándome sola y no habrías jugado con mis sentimientos.

Lo útimo se me escapó, y me arrepentí al segundo de decirlo. Lamentablemente, Anakin pareció haberlo escuchado pues su rostro cambió a uno más relajado y sorprendido, anulando todo el enfado que había cubierto sus rasgos.

Mierda.

—¿Sentimientos? ¿Tú...?

—Olvídalo —me levanté todo lo rápido y disimulado que pude, sin quitar mi mirada aún molesta con él—. Adiós, Maestro Skywalker —me dirigí a la puerta y me detuve justo antes de salir—. Oh, y por si te interesaba, he aceptado la misión. Puedo valerme perfectamente por mí misma, y esta vez tendrás la oportunidad de comprobarlo, solo que lejos de mí.

Espero que disfrutéis del capítulo

—Venus

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