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❪24❫ De vuelta a la realidad

Maratón 2/2

Mis pies se movieron por inercia ante otra leve sacudida de la arena bajo mis dedos, y me permití disfrutar de la sensación, hasta entonces desconocida.

Probablemente habrían pasado horas desde que había huido de la cantina, alejándome de mi Maestro, pero ni siquiera en todo ese tiempo había podido plantearme buscar a la persona que me había ocultado un secreto tan grande ni tampoco habían dejado de escurrirse por mis mejillas pequeñas lágrimas de tristeza por la muerte de mi casi hermana. El sentimiento de decepción era horrible, y el vacío que se había instaurado en mi alma era demasiado grande como para taparlo con facilidad. Todo daba igual, sabiendo que jamás vería de nuevo a mi mejor amiga las cosas habían perdido su emoción. Sentía la amargura en mi ser corrompiéndome al recordar las innumerables veces que me había imaginado contándole todas mis aventuras Jedi, todas las veces que me había preguntado qué estaría haciendo, tratando de mentalizarme de que ella estaría feliz en su nueva vida; pero mientras yo pensaba eso la realidad era que mi amiga estaba muerta, y Padmé y Anakin lo habían sabido todo ese tiempo.

—Dime qué debo hacer, Sabé... Me siento perdida.

No podía escucharme, lo sabía. Ya no estaba conmigo, y nunca más lo estaría. Jamás la volvería a ver de nuevo, y me sentía culpable de alguna forma por ello.

Miré una última vez al cielo, atesorando el último momento en el que mis ojos lo verían con ese destello de inocencia, con ese brillo de claridad. Debía convertirme en la adulta que mi madre y Sabé habían visto en mí, la persona en la que siempre supieron que me convertiría. Haría que se sintieran orgullosas, ambas; lo haría por ellas. Tal vez no como reina, pero sí como Jedi, y sí como mujer. Sería la verdadera hija de una reina, alguien a quien todos recordarían y respetarían.

Aparté las lágrimas y me levanté del suelo, comenzando a caminar por la cálida arena. El atardecer ya se hacía presente, y tras un rato andando pude ver la nave en la que habíamos llegado.

Sabía que Anakin estaba dentro. Le había oído llamarme desesperadamente a través de nuestro vínculo, pero lo había bloqueado, y quería que se mantuviese así, enterrado en la oscuridad e inaccesible.

Sin embargo, mi Maestro debió sentirme pues salió apresuradamente de la nave, mirándome entre sorprendido y aliviado de que hubiera vuelto.

—Kaia, ¿donde-?

—Quiero volver a Coruscant —le interrumpí. No quería hablar, solo quería poner rumbo a algún lugar familiar, donde pudiera sentirme más sobrecogida—. ¿Podrías decirle al Maestro Yoda que mande a otra persona a la misión? No me encuentro bien, él lo entenderá.

No le dejé responder y subí a la nave. Me senté al fondo de esta en el suelo y descansé mi cuerpo algo agotado del tenso día. Poco tiempo después la nave comenzó a ponerse en marcha y supuse que mi Maestro iba a cumplir con mi petición; volvíamos a Coruscant.

A medida que el tiempo pasaba podía notar en ciertos momentos que mi maestro trataba de acceder a mí por nuestra conexión, pero no lo logró. Una parte de mí incluso se entristeció cuando sentí como nuestro vínculo se debilitaba levemente ante mi rechazo.

Lo único que podía hacer era dejar que mis pensamientos me consumieran, al menos hasta que pudiera llegar a Coruscant. Tenía la mente sobrecargada de preguntas que ni siquiera sabía a quién debía hacérselas.

Suspiré, apoyando la cabeza sobre mis rodillas y cerré los ojos con tormento, esperando que pudiéramos llegar pronto a nuestro destino.

[...]

—Kaia... Kaia, despierta.

Abrí levemente los ojos y comencé a parpadear con cansancio sintiendo como Anakin me movía suavemente para que despertara.

Aún estábamos en la nave, por lo que supuse que habríamos llegado ya a Coruscant.

Desorientada por el sueño, me froté los ojos con agotamiento y me levanté como pude para dirigirme tras él a la salida de la nave. Tenía unas ganas horribles de tirarme en la cama de mi habitación y descansar al menos unas horas mis pensamientos.

Fui la primera en bajar de la nave y parpadeé sorprendida por la cantidad de sol que había llegado a mis ojos nada más llegar. No recordaba que Coruscant fuera tan soleado, era incluso molesto para alguien que acababa de despertarse, sin embargo, hubo algo en ese sentimiento que me obligó a abrir los ojos para mirar al frente, comenzando a entrar en pánico.

No no no no...

¿Qué hacíamos en Naboo?

Me giré de inmediato al darme cuenta de que Anakin no había bajado de la nave y le miré con angustia, al verle en lo alto de esta.

—¿Q-qué hacemos-?

No me dejó terminar la pregunta.

—Te he traído a casa, a tu casa —La mirada de Anakin reflejaba un gran cúmulo de culpa y negué con la cabeza, dolida, mientras le suplicaba con la mirada—. Todo esto ha sido un error, Kaia... No puedes ser una Padawan, no puedo ser tu maestro, nada está bien.

—Por favor...

A pesar de que mi voz salió como un susurro suplicante, él pareció oírlo pues bajó la cabeza con dolor. Podía sentir su conflicto, sus sentimientos y su deber luchando en su interior por tomar las riendas de la decisión. Pero por alguna razón, sentía que a pesar de esa lucha la decisión ya estaba tomada.

—Kaia, esto es lo mejor...

—¿Lo mejor para quien, Maestro? —Por primera vez mi voz llevaba rencor por todo lo que habíamos vivido, por una vez no era la niña obediente, sino una mujer cansada de que no la tomaran enserio—. Lo mejor para ti, ¿verdad?

Mi mente no podía dejar de dar vueltas a todo lo que habíamos vivido; a su continuo rechazo por entrenarme y las múltiples dificultades que había puesto a posta en mi camino. Desde que me había convertido en su padawan había estado segura de que con el tiempo todo se calmaría, que él me respetaría y aceptaría encargarse de mí. Pero como siempre, Anakin no podía dejar a un lado sus críticas y pensamientos egoístas, y al final yo era la única que tenía que llevar consigo el peso del rechazo.

—Lo hago por tu bien —su voz también se alzó, y sentí que todo iba a destrozarse en ese preciso momento. Nuestras miradas parecían retarse y los avances que habíamos hecho en nuestra relación cordial iban rompiéndose a pedazos.

—¿Por mi bien? —Lancé una risa irónica y le miré con amargura—. Qué sabrás tú de lo que es bueno para mí. Toda tu vida te han tratado como si fueras un dios, ¡tú no sabes lo que es no ser nadie!

Sus ojos cambiaron a la ira y sentí que había dado en un punto sensible.

—No sabes nada de mi vida.

Podía ver cómo apretaba los puños a sus lados y su intento de controlarse, pero no me importó, no cuando todo lo que siempre iba mal era por su culpa.

—Tienes razón, no conozco tu pasado pero he visto parte de tu futuro —una lágrima se deslizó por mi mejilla y me odié por mis palabras—. ¿Sabes lo que he visto? He visto un monstruo sin corazón, consumido por el odio y por sus propios aires de grandeza. Anakin Skywalker, el Elegido que traería el equilibrio a la fuerza convertido en un Sith.

Mis palabras salieron con desdén y amargura, provocando un visible impacto en mi maestro que retrocedió un paso y me miró con horror. No pude evitar que las lágrimas rodaran por mis mejillas al sentir como sufría. Nunca quise hacerle daño, era lo último que le desearía a él, pero necesitaba romper aunque fuera por un momento su coraza, necesitaba que me viera por primera vez como la adulta que era, pues la niña ya estaba muerta.

De repente su mirada se endureció de nuevo y reforzó su postura. Toda clase de sentimiento había abandonado su rostro y de repente ya no sabía a quién tenía enfrente.

—No permitiré que nadie ponga en duda mi lealtad a los Jedi. ¿Quieres esta vida? Adelante.

A pesar de que sus palabras parecían revelar que el mejor destino que podía ofrecerme era alejarme de los Jedi, eso no era lo que yo quería.

—Pero yo no seré tu maestro.

Mi respiración se cortó nada más oí sus palabras y algo en mí se quebró. No sabía qué hacer, o qué decir, pero me rendía; no podía seguir luchando por alguien que no me quería en su vida ni a su alrededor. Dolía como nada que hubiera sentido, pero esa vez debía ser sensata, avanzaría mejor con otro maestro.

—De acuerdo.

Nos sostuvimos la mirada unos momentos más y supe que ambos estábamos sintiendo lo mismo; nuestro vínculo, nuestras vidas, se separaban.

Anakin asintió y se dio la vuelta para adentrarse en la nave, dándome la espalda.

Fue el instante en el que se giró que sentí como todo resto que había quedado de nuestro vínculo se esfumaba, y de repente me sentí totalmente vacía y sola.

Capítulo bastante corto, lo sé, pero los próximos serán más largos ;)

¡Os leo!

—Venus

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