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❪2❫ Nuevo reinado, Nuevas amistades

—¡Ante ustedes la nueva reina de Naboo; Padmé Amidala!

El grito del Almirante resonó por toda la sala mientras todos se arrodillaban ante la única persona de pie; la reina. Esta le indicó con un movimiento de cabeza a su doncella que se acercara.

—Tú debes de ser Sabé. Tengo entendido que serviste también a la antigua reina, es un honor que ahora me sirvas a mí también —la reina Amidala agachó la cabeza de forma respetuosa y le dirigió una muy leve sonrisa educada.

—Es un honor para mí, Alteza. Espero poder...

El sonido de un metal chocando contra el suelo interrumpió a la doncella, quien se giró rápidamente al sospechar de que se trataba; o más bien de quién.

La reina miró por el hombro de su doncella y se encontró a una niña de no más de 4 años. Padmé observó a la niña, llevaba un bonito vestido amarillo y su pelo estaba decorado con algunas flores silvestres que se podían ver a traves del pañuelo que rodeaba y recogía su pelo, tapando sus ojos en el proceso.

—¡Kaia! —Susurró Sabé a modo de reproche. Desde la muerte de la antigua reina de Naboo, la niña había quedado huérfana y en manos de la doncella que la veía crecer cada día, Sabé.

Por suerte para ella, todos los consejeros leales de Naboo sabían de la existencia de la niña de 4 años, solo que Sabé hubiera querido presentarla ante la reina de otra forma.

—¿Quién es? —La reina miró a la niña con una sonrisa mientras uno de los leales consejeros, el del pelo blanco, se acercaba a la niña sonriente para extenderle una mano.

Sabé comprendió que Kaia se había escabullido de su cuarto y aunque no fuera a presentarla como tenía planeado, no parecía un mal plan. Padmé no parecía irritada o molesta ante la presencia de la niña, sino complacida de ver un cara más joven entre la sala.

Cuando Kaia aceptó la mano del consejero y salió de detrás de la columna, Padmé se quedó embobada mirando la dulce cara de la niña.

—Alteza, me gustaría presentarle a alguien —Sabé se acercó más a Padmé hasta situarse a su lado y guiñarle un ojo a la pequeña—. Ella es Kaia, la hija de la reina que os precedió.

Sabé le hizo un asentimiento de cabeza a la pequeña, que con calma procedió a quitarse el pañuelo y lo dejó en el suelo.

La cara de la reina Amidala era de absoluta sorpresa cuando descubrió el cabello blanco de la niña y la diferencia de color en sus ojos; uno blanquecino y el otro marrón. A pesar del impacto de lo que veía, la nobleza en los ojos de la niña hizo que se agachara por impulso, poniéndose de rodillas para quedar a su altura. La niña, impactada al ver a la reina de rodillas frente a ella corrigió rápidamente su postura y agachó la cabeza arrodillándose.

—Lo-lo lamento, Alteza, no-no quería ser irrespetuosa —habló la niña con nerviosismo.

—¿Kaia, verdad? —La mujer le lanzó una amplia sonrisa, haciendo que la niña se relajara y se la devolviera con gracia.

—Así es. Es un honor que lo sepa.

Padmé estaba impresionada con la educación de la niña, el como medía sus palabras y su gran capacidad para controlar sus emociones con tan solo 4 años.

—La reina hizo una ley en la que solicitaba que todo rey y reina de Naboo protegiera a su hija. ¿Cree que podría firmar, Alteza?

Sabé sacó a Padmé de sus pensamientos y esta la miró para después volver su mirada a Kaia, la cual la miraba con dulzura.

—Por supuesto. Y descuida, Sabé, la protegeré.

La reina Amidala se incorporó y se acercó al documento que su doncella le señalaba. Entendiendo que su cometido había terminado, Kaia se giró hacia el consejero que aún sujetaba su mano y le miró inocentemente.

—¿Puedo ir ya a jugar?

El hombre se agachó y besó la mejilla de la niña con dulzura mientras ella reía.

—Claro que sí, pero me gustaría conocer esas praderas de las que tanto te he oído hablar, ¿me llevaría con usted, señorita? —Cuestionó de broma con un tono solemne.

—¡Sí! ¡Por supuesto! Le enseñaré mi lugar favorito y le presentaré a los Shaak —la niña tiró de la mano del hombre para arrastrarlo corriendo hacia la salida.

Sabé se quedó mirando la escena con admiración y una gran alegría que procedía de Kaia invadió a todos. La doncella a veces sentía que la niña podría hacer feliz a cualquier persona en la galaxia con solo una sonrisa. No había más dulzura, inocencia y amor en una persona como la que ella poseía.

—Es una niña preciosa, sin duda —la voz de la reina Amidala la sacó de sus pensamientos. Sabé asintió como respuesta y le dió una mirada de agradecimiento a Padmé. Sabía que mientras Padmé fuera la reina de Naboo, Kaia estaría a salvo.

—Todos los habitantes de Naboo la adoran. Suele llevarles flores de la pradera o frutos como muestra de buena voluntad, es un ángel —Sabé sonrió con orgullo sabiendo que ella también había influido en gran parte de la educación de la pequeña.

Sin embargo, un miedo se coló en ambas jóvenes al darse cuenta de cuan peligroso sería el futuro de Kaia, pues si alguien fuera de Naboo se enteraba de su existencia irían tras ella tras ver que era el punto débil de Naboo. Ambas sabían que la niña no se merecía ese futuro, se merecía una paz y calma que eran imposibles de obtener en la galaxia, teniendo en cuenta la situación en la que se encontraban.

A pesar de preocuparle, en la cabeza de la doncella solo estaba la preocupación sobre cómo reaccionaría Kaia al enterarse de que ella sería el señuelo de la reina Amidala. Estaba nerviosa por su reacción y a la vez asustada de que hubiera un atentado y tuviera que dejar a la niña sola y sin protección.

Padmé pareció entender el porqué de su inquietud y apoyó una mano en su hombro.

—Ella estará bien, Sabé. La protegeré mientras viva, lo juro.

Sabé le agradeció con la mirada y dejó escapar un suspiro.

Unos hombres entraron rápidamente y se acercaron al Almirante. Tras intercambiar unas palabras, el Almirante se dirigió hacia la reina.

—Alteza, la Federación está intentando comunicarse con usted.

Sabé y Padmé se miraron, alertadas. Pero ambas comprendieron lo que tenían que hacer.

Tras pedirle tiempo al Almirante, ambas se fueron a la habitación de la reina Amidala y se cambiaron tan rápido como pudieron. Sabé, quién ahora parecía la reina Amidala, le hizo un asentimiento de cabeza a Padmé, quien ahora parecía su doncella.

Sabé, haciéndose pasar por la reina Amidala, habló con la Federación de Comercio, para después recibir una comunicación del Senador Palpatine que se vió abruptamente interrumpida.

—¡Alteza! Han cortado nuestras comunicaciones.

—Imposible, la Federación no se atrevería a tanto —Sabé se levantó irritada, ejerciendo a la perfección su papel de reina Amidala.

—¡Esto es motivo de guerra!

Al percatarse de un detalle importante, Sabé se giró hacia Padmé y trató de hacerle entender su angustia. Después de unos segundos en los que Padmé trató de entender que le preocupaba a su señuelo, una voz la interrumpió:

—¡Alteza, si nos atacan es primordial que traigamos enseguida a Kaia!

Padmé por fin entendió lo que alteraba a Sabé y rápidamente abandonó la sala para buscar a la niña de 4 años.

Corrió hacia los prados tan rápido como le permitió su vestido y por fin a lo lejos pudo distinguir la blanca cabellera de la niña.

-¡Kaia!

Padmé le gritó tan fuerte como pudo mientras corría.

La peli-blanca pareció percatarse de la presencia de la doncella pues comenzó a correr hasta ella. Una vez que Padmé la alcanzó la rodeó en una especie de abrazo, aliviada de que se encontrara en buen estado.

—¿Eres la reina Amidala, verdad? —La niña le habló con inocencia pero sin un atisbo de duda en su voz.

A pesar de que Padmé se encontraba impresionada con que la niña la hubiera reconocido, no tuvo tiempo de formular una respuesta antes de que una nave pasara volando por encima de ellas.

Sin preguntarle a Kaia, Padmé la agarró de una mano y comenzó a correr mientras la peliblanca trataba de seguir su ritmo, asustada por las naves que comenzaban a asediar Naboo. Corrieron sin detenerse a pesar de distinguir como los droides comenzaban a disparar y a apuntar a los ciudadanos. Por mucha pena que hubiera en la reina Amidala mientras veía a su pueblo sufrir no pudo detenerse, sabiendo que su misión de llevar a un lugar seguro a la niña que corría junto a ella era una misión primordial.

Kaia observó con horror el caos que había comenzado a producirse y trató de zafarse del agarre de su compañera.

Ella deseaba ayudar a su pueblo.

—¡No, Kaia, debemos continuar y ponerte a salvo! —Padmé tiró de ella inútilmente mientras la niña se debatía intentando soltarse.

-¡No! ¡Debemos ayudarles! ¡Son nuestro pueblo! ¡Son tu pueblo!

-¡Lo sé! Pero debemos llegar con Sabé antes de que los droides la encuentren, ¿lo entiendes? Esa es nuestra misión.

Por mucha frustración que hubiera en Kaia, una parte de ella no podía imaginarse que alguien le hiciera algo a la que consideraba como una hermana para ella. Ese fue el único motivo por el que agachó la cabeza y volvió a correr junto a su reina.

Tras conseguir traspasar las puertas antes que los droides, lograron llegar ante Sabé, quién se movía con nerviosismo por la sala. Se encontraba sola, pues los consejeros se habían ido para tratar de asegurar la protección de su reina, o quizás algunos habían huido.

—¡Sabé! —Kaia se acercó corriendo a la mencionada y se tiró sobre ella, abrazándola.

Sabé la cogió en brazos y la abrazó de vuelta.

—¡Padmé! —Se dirigió a la chica que miraba la escena desde la puerta—. Debes llevarla tú, contigo estará más segura.

La joven se acercó hacia el trono y comenzó a colocarle a la niña un vestuario amarillo idéntico al de sus doncellas.

—Sabé... —Kaia no se resistió, pero miró a su casi hermana con tristeza, sabiendo que iba a apartarla de su lado.

—Escúchame, Kaia, vamos a estar bien, pero necesito que vayas con Padmé, ¿de acuerdo? Nadie preguntará pues no está prohibido que una doncella tenga hijos o tal vez una hermana. Mantente cerca de ella, ¿vale? Prométeme que no te alejarás de ella —Sabé extendió su dedo meñique hacia Kaia y la niña lo unió con el suyo, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

—Que la fuerza te acompañe, hermana —pronunció la peli-blanca.

Los ojos de Sabé se llenaron de lágrimas al oír cómo la había llamado la niña a la que tanto quería.

—Que la fuerza te acompañe, hermanita —le guiñó un ojo y luego le indicó que fuera con Padmé.

Kaia se acercó a Amidala y agarró su mano tras dedicarse una sonrisa entre ambas.

Sin previo aviso la puerta se abrió de forma brusca y entraron unos soldados.

—Reina Amidala, queda arrestada.

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