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❪13❫ Gracias...

Abrí los ojos con dificultad y observé mi alrededor. De nuevo en un ala médica, no era algo para sorprenderse. Todo parecía estar en el mismo lugar de siempre; los aparatos, los muebles desgastados pero completamente limpios. Nada se sentía fuera de lugar excepto por un pequeño detalle, o más bien persona. Esa persona tenía nombre y apellido: Anakin Skywalker.

Solté una risilla nasal y me incorporé, quedándome sentada. Suspiré con pesadez al sentir un leve mareo desequilibrarme. Sin embargo, este no me detuvo y bajé las piernas de la camilla para ponerme lentamente de pie.

Una vez estabilizada, caminé con leves temblores debido a la conmoción que aún tenía tras el ataque. No sabía cómo había acabado al final el problema, ni si mi hermano Aiden se había enterado de lo que habíamos hecho. Sin embargo, mi mente estaba demasiado saturada buscando conclusiones de los hechos y tratando de minimizar el dolor que sentía a cada paso que daba como para si quiera preocuparse en la reacción del idiota de mi hermano. Debía concentrarme en recuperarme y en la persona que se encontraba tumbada en un largo sofá, completamente dormido.

Me agaché y me situé de rodillas junto al sofá. Con delicadeza, acerqué mi mano a su pelo y comencé a acariciarlo con suavidad, tratando de causar un efecto en él que lo despertara.

—Ani... Ani, despierta vamos —le susurré con dulzura, mientras con mi otra mano acariciaba su mejilla.

El joven rubio comenzó a moverse hasta que abrió los ojos con pereza. Pude distinguir en sus ojos medio cerrados un destello de alegría; probablemente al verme despierta y en buenas condiciones.

Una sensación amarga se apoderó de mí; miedo. Temía lo que él había visto, lo que salió de mis manos. Lo último que quería es que él me temiera o que me odiara por tales monstruosidades. En toda mi vida, no hubo ni un solo día en el que no deseara poder tener un amigo en quien confiar y apoyarme en los momentos de dificultades; alguien que me quisiera tanto como para amar cada una de mis imperfecciones. Pero todo eran sueños, irreales y dolorosos, pues jamás se cumplirían. En la realidad no existían relaciones así, y tampoco creía en el amor incondicional, simplemente porque siempre sentí que no estaba a mi alcance.

—Lo siento mucho, Kaia —una lágrima se resbaló por la mejilla del joven Jedi y me quedé completamente en shock—. Cuando vi como te desplomabas en el suelo, tras salvarme la vida, no podía soportar la idea de que ibas a morir, y todo por mi culpa...

La voz del Jedi se quebró y mi corazón se estrujó en mi pecho al verlo en ese estado.

—Eh, eh, eh, shhh, no ha sido tu culpa, ¿me oyes? Debía salvarte- —Anakin me interrumpió.

—¡No! No debías, no debías... —Se incorporó y me observó sentado en el sofá con los ojos cristalizados—. ¿Y si hubieras muerto del esfuerzo? ¿Y si te hubiera pasado lo mismo que a esa... criatura? Yo-

—¡Me salvaste la vida! —Exclamé, y sentí como las lágrimas también caían de mis ojos—. Me has salvado la vida, Anakin... A pesar del peligro, te lanzaste sobre esa cosa, sin un arma siquiera, solo para protegerme. No sé cómo agradecértelo, pero aunque tú no lo hubieras hecho, no habría podido dejar que murieras, eres lo más parecido a un amigo que tengo, no tengo nada más, nada...

La mirada de Anakin se suavizó y bajé la cabeza, incapaz de mirarle a los ojos.

—Tú también eres lo más parecido a una amiga que tengo... —Susurró. Pero por suerte, llegué a oírlo y levanté la cabeza esperanzada—. Gracias... por salvarme la vida también.

El joven me dedicó una leve sonrisa y me subí al sofá para rodear su cuello con mis brazos, abrazándolo. Me sentía tan aliviada de saber que me tenía aprecio, que le importaba lo que le decía y el cómo me sentía.

Dejé salir un largo suspiro, entrecortado por una amplia sonrisa, cuando sentí como él rodeaba mi cuerpo con sus brazos, devolviéndome así el abrazo. Era en esos momentos en los que las personas como yo, personas vacías y solitarias, se sentían completas y felices. Algo tan simple podía cambiar nuestra perspectiva, y sacarnos una hermosa sonrisa acompañada del lado mas bonito que podríamos llegar a ofrecer.

Me separé de él con una radiante sonrisa, aún sin quitar mis manos de sus hombros ni él las suyas de mi cintura. Me observó sonreír con un destello alegre en sus bonitos ojos azules, sin apartar la mirada.

—Me gustan tus ojos —murmuró el Jedi, mientras los observaba.

Le miré sorprendida, buscando algún rastro de mentira o falsedad en sus palabras, pero parecían sinceras. Por la forma en la que observaba mis ojos, hipnotizado, barajé la posibilidad de que quizás por primera vez a alguien le gustaran realmente mis peculiares ojos.

—¿Cuál de los dos? —Me dedicó una mirada "molesta" ante mi burla referente a mis ojos de distinto color: uno blanquecino grisáceo y el otro marrón. Sin embargo acercó sus manos a mis pómulos y los acarició como si estuviera pensando por cual de los dos decantarse.

—Ambos. Me gusta la combinación.

—Es antinatural. Casi imposible.

—«Casi» Bien dicho. A menudo las rarezas son la clave para distinguir a una persona, e incluso para marcar su determinada belleza —dijo orgulloso, bajando sus manos de mi rostro. Me acomodé mejor en mi sitio y le miré fijamente.

—A mí me gustan los tuyos —solté, con sinceridad, ganándome un bufido por su parte. Una mueca se hizo presente en mi rostro al no entender su molestia ante ese halago.

¿Son así todos los chicos? ¿Tan egocéntricos como para despechar un cumplido?

—¡Oh vamos! No lo digas como si nunca hubieras visto unos ojos azules.

—Nunca tan cristalinos —contraataqué—. Es como... si pudiera verme a mí misma a través de ellos. Como si le mostrasen a su observador su verdadera naturaleza y forma de ser.

Ese razonamiento pareció sellar la boca de Skywalker pues se quedó mudo y con una mirada cargada de impresión. Me encogí de hombros, sintiéndome repentinamente intimidada.

¿Piensas hablar?

Pensé, sabiendo que él podría escucharme. Sin embargo, aunque salió de su repentino shock, no articuló palabra alguna, ganándose un bufido por mi parte.

Inmaduro.

—¿Puedo preguntar por qué mis ojos te parecen bonitos? —Cambié de conversación, atrayendo así de nuevo su atención—. La gente suele decir que-

—No importa lo que digan los demás. Mírate en el espejo y juzga por ti misma, verás que no hay razones para que te sientas insegura —interrumpió con una mueca de disgusto. Luego sus ojos comenzaron a pasearse rápidamente por mi rostro con nerviosismo hasta que paró de nuevo en mis ojos—. Eres tan... hermosa.

Ahora era yo la que estaba muda. No me esperaba su repentino cambio de actitud. Parecía molesto con las palabras que iban a salir de mi boca antes de que él me interrumpiera, pero luego su mirada y su expresión habían cambiado y se habían convertido en un reflejo de confusión y desesperación. La forma en la que había dicho que era hermosa era extraña, parecía aliviado o hipnotizado al decirlo, como si no se pudiese creer que lo hubiera estado reteniendo. Por mi parte, hacia todo lo posible por no sonrojarme, jamás nadie me había halagado así.

Me había recordado tanto al Anakin de niño.

Ignoré las emociones que habían estallado en mi interior y me concentré en la molestia que había mostrado en un principio. Entendía su punto, pero él debía comprender el mío.

A menudo nuestras responsabilidades nos arrastran a ser lo que otros esperan que seamos, aunque eso nos impida ser lo que realmente queremos ser.

Su ceño se frunció pero su mirada se había tornado comprensiva, antes de que él mismo la apartase.

Suspiré e iba a apartar la mirada cuando su voz se hizo presente:

—Espera. ¿Tú... también estás herida de una pierna? —sus ojos brillaron.

Bajé la mirada a mi pierna y descubrí que estaba vendada. Me avergoncé de no haberlo notado antes, pero entonces analicé sus palabras y mi mirada se encontró con la suya, ambas iluminadas.

—¿Cuál tienes mal? —Preguntamos a la vez, y fruncimos el ceño ante eso. Esperamos unos segundos en los que nos miramos confundidos y volvimos a hablar a la vez:

—La izquierda.

—La derecha.

Miré mi pierna derecha, la cual se encontraba vendada y luego observé su izquierda, la cual se encontraba en las mismas condiciones que mi pierna contraria. Ambos dirigimos nuestra mirada a la puerta del ala médica y luego la volvimos a posar en los ojos del otro, con la misma idea asentada en nuestra mente.

Anakin me ayudó a incorporarme, adolorida, mientras me acariciaba la espalda, la cual se encontraba en malas condiciones.

—¿Entonces este es el plan? ¿Andar por los pasillos como dos borrachos que se caen en cada esquina? Porque si es así propongo un nuevo plan que mi espalda pueda soportar —se quejó el rubio, pasándose de nuevo mi brazo por encima de los hombros, mientras yo hacía lo mismo con el suyo.

Llevábamos alrededor de 20 minutos por los pasillos, tratando de localizar nuestras habitaciones. O con suerte, una de ellas, ya que nos encontrábamos completamente perdidos. Tenía gracia, ya que yo conocía ese lugar desde que era un bebé, y sin embargo, no recordaba en qué parte del palacio nos encontrábamos. Los pasillos eran casi todos iguales y, por lo tanto, confusos para cualquiera que no se encontrara en sus doce sentidos. Ese era mi caso, algo del tratamiento recibido me había dejado tan exhausta como para tener dificultades en cuanto a la orientación.

—¿Es que se te ocurre algún plan mejor? ¿Uno que tal vez se te podría haber ocurrido hace 20 minutos, antes de que tropezáramos y mi espalda pagara las consecuencias? —Le fulminé con la mirada y comencé a cojear, obligándole a hacer lo mismo.

Nuestra solución para salir de esa sala médica había sido la ingeniosa idea de aprovechar que teníamos dos piernas destrozadas, que por suerte eran las contrarias. Habíamos decidido ser «uno solo» y usar la pierna buena del otro. Por ello, íbamos agarrándonos de un brazo a los hombros del otro y cojeando a la vez para servirnos de soporte en ambos lados. Parecía una buena idea antes de la primera caída, después solo fue a peor. Nuestras espaldas pedían ayuda a gritos y nuestros músculos se desgarraban con cada paso nuevo que dábamos. Sentía que Anakin no apoyaba todo su peso sobre mí, pues sabía que no podría aguantarlo por mucho tiempo, así que se estaba llevando la peor parte: aguantar su peso y ayudar a sostener el mío. Hacía ya unas cuantas vueltas que había sentido como sus músculos perdían fuerza y sus pasos se volvían más torpes y descoordinados. Me consumía una gran tristeza al pensar en el increíble esfuerzo físico y mental que estaba haciendo para mantenernos a ambos y no ocasionarme más dificultades. Le había pillado varías veces observando las cicatrices que se me habían quedado y las heridas que amenazaban con abrirse de nuevo. Sabía que le preocupaba ese asunto y que por eso se motivaba a cargar con el peso de ambos, pero aún así no llegaríamos mucho más lejos de esa forma.

Suspiré y me arrepentí de mis palabras egoístas. Él estaba dando todo de sí por mantenernos.

—Lo siento...

Él no contestó pero aseguró el agarre de mi brazo, ayudándome a hacer menos esfuerzo. Era su forma de decirme que estaba bien; ayudándome aún más. A lo lejos vislumbré una puerta que me resultaba familiar y solté un suspiro cargado de alivio al notar que era la habitación de Anakin.

Al fin él podría descansar.

Ambos aceleramos nuestro paso como pudimos y el alivio me llenó cuando Anakin abrió la puerta de su habitación. El rubio hizo el amago de meternos a ambos en su habitación, pero se lo impedí, ganándome una mirada repleta de confusión.

—Es tu cuarto y necesitas descansar. El mío no está muy lejos, no te preocupes. Sabré lle-

Me interrumpí abruptamente cuando Anakin tiró de mi brazo, metiéndome en la habitación. Me sujetó evitando que cayera y levantó una mano al aire que en el momento en que la agitó la puerta se cerró sola. Aún no me acostumbraba a lo asombroso que era presenciar La Fuerza.

—Si crees que dejaré que te vayas sola a tu habitación después de habernos arrastrado a los dos durante más de 20 minutos es que no me conoces lo suficiente —me acercó a su cuerpo y me cogió como si fuera una princesa, por lo que rodeé su cuello con mis brazos para establecerme.

Con dificultades pero suavidad, me dejó delicadamente sobre su cama para después arroparme con delicadeza de no tocar mis heridas o hacerme sentir incómoda. Por primera vez en años, me sentí más querida de lo que me había sentido jamás. Era una sensación tan dulce, de esas que lo único que deseas es que sea eterna y no deje de transmitirte calidez.

Vi sus intenciones de acostarse del suelo y agarré su muñeca, impidiéndoselo.

—Ni lo sueñes, Romeo —negué con una sonrisa divertida a la vez que me echaba hacia la derecha de la cama mientras le arrastraba a tumbarse en el lado izquierdo de esta.

—No quiero que te sientas incómoda —susurró, una vez estuvimos tumbados frente a frente. La luz de la luna iluminaba su rostro y sus ojos permanecían serenos pero con un destello cariñoso que aparecía al mirarme.

Bostecé y me acomodé frente a él, cerrando los ojos.

—Eso es imposible... cuando se trata de ti —susurré de vuelta, casi dormida y sin mirarle.

Impulsivamente, me acerqué más a él, hasta el punto de que nuestras frentes se juntaran y nuestras narices se rozaran. La cercanía no era incómoda, sino placentera y cálida.

—Nunca te haría daño... ¿Lo sabes verdad?

Abrí los ojos, encontrándome con sus pozos cristalinos que trataban de mostrarme lo sinceras que eran sus palabras. Sonreí enternecida y entrelacé nuestros dedos, poniéndolos en el medio de nuestros cuerpos.

—Lo sé. Pero aunque lo hicieras... nunca sería suficiente como para odiarte. Espero que lo sepas...

Y tras sentir un suspiro de su parte, me dormí.


¡He vuelto! Lamento tanta ausencia, tuve que salir de viaje y no tuve tiempo ni de respirar casi. Me alegra estar de vuelta de nuevo con la historia y espero que no la hayáis dado ya por muerta o ya no os interese :( 

¡Las actualizaciones volverán a ser constantes!

Gracias por el apoyo que he estado recibiendo desde que me fui de viaje, me siento halagada. Espero que haya merecido la pena la espera, se vienen capítulos importantes en el desarrollo de esta curiosa relación. Repetiré de nuevo que no todo será de color rosa, pues Kaia es muy joven aún y por lo tanto ingenua, pero os aseguro que su madurez cambiará muchas cosas y que este romance variará de muchos tipos; las evoluciones de los personajes serán grandes y significativas.

¿Creéis que la actitud de Kaia hacia Anakin cambiará cuando llegue a una edad más avanzada? ¿Y Anakin? ¿Congeniarán sus personalidades futuras?

¡Comentad y votad por favor, lo necesito con urgencia! ✨❤️

—Venus

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