Mal augurio.
── ~Duerme, y cuando te levantes. Te voy a dar un regalo~.
Se escucho un eco cantor dentro de la caverna, tan suave y apenas audible. El sitio plagado de cientos y cientos de ruinas, un paso en falso podría tropezar y herirse.
── ~Constantinopla y Venecia y Chios con sus barcos; Que te vuelvas un hombre famoso al este y al oeste. Para cabalgar hasta Santa Sofía y rezar allí.~ -Continuo el verso de la canción, todo era tan silencioso.
¿Porque no estaba allí su manto?.
── El manto sagrado. -Dijo con un tono de asombro en su voz profunda, mirando el pilar que debía sostenerlo, no, no pudo ser robado. Era una reliquia con cientos y cientos millones de años. ¡Era inimaginable!. - ── Es demasiado tarde. - Se dijo así misma retrocediendo lentamente.
Debía salir de ahí e informarle a Athena lo antes posible, y probablemente con suerte. Debería decírselo también a Hades.
El niño a cunado en su espalda comenzó a llorar ante la presencia de un cosmos desconocido acercándose de manera amenazante, instintivamente Odeth a punto al enemigo con su arma mientras su filosa mirada no se despegaba de los lados, derecha e izquierda, arriba y abajo, podría atacar de cualquier lugar donde hubiese sombra.
──¿Quien eres?. -Dijo una voz lejana. El sudor frío de su frente pareció detenerse al igual que el tiempo ella sabia perfectamente de que probablemente estaba atrapada.
Pero ella no conocía los limites, sino podría irse por donde vino, encontraría una salida por la fuerza, y fue cuando vio un pequeño rayo de luz proviniendo del techo, lo primero que hizo fue sujetar con su derecha el hacha y con su brazo izquierdo agarrar al niño, usando sus pies y cosmos cómo proporciono dio una gran salto, giro la mano y golpeo con todas sus fuerzas el techo del templo escondido, cubriendo al niño en el proceso, cuando miro arriba el precioso cielo como muestra de su salvación.
Sin embargo, la cosmo energía de antes empezaba a mostrar indicios de ir incrementando hasta salir de su "prisión".
Antes de irse, lo ultimo que vio fue el manto sagrado flotando en una neblina oscura y densa, y un ojo brillante dorado sin pupilas mirando en dirección suya y por ultimo al niño.
── Nuestra madre jamas nos canto esa canción pero si a su adorada primogénita, ¿porque él si puede escucharlo y yo no?. -Se podía notar todo ese resentimiento guardado en esa voz tan quieta que no cualquiera pensaría que fuese la siguiente catástrofe después de la guerra santa.
Todo por un amor enfermizo y sobre-protector y el anhelo de un hijo no querido en la familia olímpica.
Podía ver el cielo, podía escuchar el viento golpear suavemente las hojas, cuando salio de su escondite y sus pies desnudos tocaron la tierra sintió el cosquilleo del césped entre sus dedos, una nostalgia que apoderaba su pecho y el deseo de ser amado. Sin prestar atención al caballero, no valía la pena seguirlo.
Su principal objetivo era Athena y por supuesto cómo la cereza del pastel, Hades.
── Maldición llegue demasiado tarde. Esa mujer se nos adelanto pequeñín. -Resignada con el niño en brazo y una herida en la cabeza, Odeth sabia que era necesario ocultar a la criatura de todo ese disturbio. Aun podía sentir eso, la esencia de los cultos de ese templo y como la gracia y poder de este venían acompañados de un cosmo impresionante.
No sabría decirlo, pero de cierta manera ese bebe no se veía en lo absoluto asustado. Y ella se podía imaginar el porque, sin embargo era demasiado apresurado pensar en ello, por lo tanto esta investigación deberá ser suspendida hasta encontrar un lugar a salvo de los extraños cultos del templo. Tal vez dejarlo un tiempo en el orfanato de Japón con esa chica de coletas.
Oh, arriesgarse y llevarlo al mismo Santuario y mantenerlo ahí. El poder de Athena era purificador, podría funcionar.
Athena miro una ultima vez la ventana del templo donde le daba la vista completa a las doce casas, sus caballeros seguían en un sueño profundo y ella confiaba en que despertarían, por que si bien no confiaba del todo en Hades, confiaba en las palabras de Pèrsefone.
A todo esto, el pecho le golpeaba con fuerza cuando recordaba el destino de Acuario, ¿y si ella hubiese hablado antes, quizás el alma no estaría tan rota?. Era una pregunta sin respuesta así como miles y miles que rodeaban al mundo, incluso los dioses se mantenían ajenos al mañana, Saori no sabría que hacer.
Porque también le agobiaba el caballero Milo, quien después de semejante noticia desapareció de la vista de todos y nadie, ni siquiera Aioria sabia que había pasado con él, esperaba de corazón que el caballero del octavo templo no fuese a realizar un acto contraproducente. Incluso mando a Shaina a buscarlo, tenia entendido de su relación y no estaba en contra de ello. Sin embargo, Saori dudaba si hizo bien en enviarla a ella y no a Marin o June que en esos momentos estaban en vigilancia por los alrededores. Cualquier otra o cualquiera de sus compañeros.
── Ellos eran buenos amigos.
Se dijo recordando la vez que Mu comento de la particular amistad que Camus y Milo tenían, cualquiera que no los conociera pensarían "Ahí están de nuevo esos dos, peleando y discutiendo, seguramente son rivales".
Todo lo contrario.
De hecho, se complementaban. Uno era caótico y el otro sereno, como el frío y el calor, simplemente eran amigos a su manera, camaradería masculina se atrevía a pensar.
── Debe estar sumamente dolido por el desafortunado destino de nuestro querido Camus. -Athena podía imaginar como la perdida permanente de su compañero le estaba encarcelándolo por dentro.
Que lamentable. Después de todo, su labor en la tierra
──¿Sera posible?. ¿Cómo alguien podría odiarse tanto hasta la muerte?. Oh Camus, si tan solo hubiese actuado antes tal vez el resultado seria diferente. Quiero imaginar que hubiese sido feliz.
La auto-destrucción de si mismo era fatídica, no, era terrible, un acto que no debería ser realizado por nada en ele mundo, pero al parecer hasta el mas fuerte corazón de hielo podía romperse con el solo tocar de una pesada pero diminuto piedra, porque no todo lo malo siempre se creara enorme, debe dejar pasar el tiempo para crecer y finalmente acabarlo con todo.
¿Que lastimaba a Camus?.
¿La supuesta traición a sus aliados y diosa?. Definitivamente no, porque de todos ellos Camus siempre se mantuvo en calma, una calma aterradora pero segura en victoria, lograba engañar a cualquiera con esa expresión tan seria y relajada.
Entonces era algo mas, algo que lo tocara profundamente en el peor de los lugares.
Pero ya no valía la pena pensarlo. Ya no había nada más por hacer y solo quedaba esperar a que el tiempo fuese llevándose esta amarga noticia con sus vientos, en los cambios de estación, en los cambios de clima, pronto todo eso se llevaría, la vida sigue y es difícil dejar por detrás a aquellos que siempre estuvieron ahí, y lo mejor que puedes hacer es suspirar y creer que mañana sera otro día, no le restes importancia, porque la vida es valiosa sin importar cuán mal veas la situación.
Sonríe.
Es lo único que te quedará al final del camino.
Llora.
No esta bien guardarse las lágrimas porque te puedes ahogar.
Enojate.
Estás en tu derecho, pero recuerda ser prudente, la rabia te puede contagiar.
Y por último; Vive.
Vive por los que no pudieron seguir contigo.
La joven pérdida en el camino que escogió esperaba con los brazos abiertos la siguiente ventisca que azotaría al día siguiente.
Sin darle tiempo de prepararse para la tormenta que se sacudía en lo alto del cielo.
Más allá del pueblo de Rodorio, en las bellas playas en Grecia; Milo de Escorpión se sentó en la arena mirando directamente al mar mientras el sol caía despacio al horizonte, con el rostro más sereno que pudo disimular hasta que fue destruido con el débil llanto de ese joven hombre, era uno tan callado y al mismo tiempo desgarrador, no era capaz de aceptar que ya no esta.
──"¡Eres un maldito traidor!. Traicionar a Athena, a la diosa que juraste proteger por tus deseos egoístas. No eres más que un vil traidor. ¡Ve y quédate en el infierno con los demás!.
De nueva cuenta, ese recuerdo fugaz de su impertinente lengua.
Milo sujeto su cabello con fuerza mientras cubría sus oídos, esperando tontamente callar esos recuerdos que lo hacían sentir cada vez más culpable.
── Camus.
Dijo aquel nombre con total sentimiento. Cómo si su lengua se transformara en piedra cada vez que lo decía.
Lo que antes era dicho con desprecio ahora era dicho en su contra por el mismo.
── Merezco sentirme culpable, después de todas las veces que dije cosas terribles de Camus. ¿Por que debía ser tan imprudente con mis palabras?. Soy un maldito estúpido. Maldita sea.
Su larga cabellera azul cubrió el resplandor de las lagrimas de Milo que se perdían en la arena y el mar. Estaba hecho un desastre justo en ese momento, pero el no se sentía con el derecho de sentirse triste, y menos arrepentido, el era el culpable ¿no?.
Su dolor y sufrimiento se desvanecería con el pasar del tiempo, porque estaba seguro que su corazón sanaría esa herida, en cambio Camus, Camus paso un largo periodo de torturas que el mismo esperaba recibiera.
Milo no tenia el derecho de sentirse arrepentido.
Hades iba y venia de la habitación donde Camus era tratado por las sacerdotisas oscuras, según lo poco que ellas le habían dicho se trataba de un conjuro que provocaba que el individuo permaneciera en un trance temporal que lo atraía hasta el rincón mas profundo de su cerebro, no era peligroso pero se corría el riesgo de que su conciencia abandonara el cuerpo y hacían lo mejor que podían para sacarlo de ese embrujo.
El señor del Inframundo permaneció impaciente ante la explicación,¿que clase de persona era capaz de usar semejante habilidad? ¿y porque específicamente atacar a Camus?.
── No tiene sentido. Esto definitivamente no fue al azar.
Hades sabia que esa clase de rituales solo se podían hacer con un nivel alto de energía, uno que ningún ser humano era capaz de alcanzar sin desgastarse en el intento, no era una ser humano quien realizaría ese rito, sino un ser inmortal mejor conocido por ser una identidad llena de misterio y penumbras, pero Hades no la recordaba.
Era como si ese recuerdo de su existencia hubiese desaparecido después de siglos y siglos de ser olvidado, imposible. Él no podría olvidar algo tan insignificante como un nombre, pero estaba seguro que ese maleficio en Camus era un ataque indirecto a sus dominios, pero no una declaración de guerra en si. ¿Athena estaba detrás de todo eso?, lo descarto casi de inmediato, esa chiquilla era tan "inocente" que no usaría cultos de artes oscuras para hacerse con la victoria, Athena peleaba de cierto modo limpio.
Este no, atacar acordemente y de una manera cobarde solo podría ser la obra de alguien que no le importaba en lo absoluto en el honor de batallas, tal vez un Dios desinteresado que simplemente buscaba cómo burlarse de él después de su derrota con la mocosa de trece años.
Si alguien intentaba burlarse de él lo pagaría con su cabeza.
Inmediatamente mando a llamar al Espectro Valentine y Leónidas para que investigaran los alrededores del castillo, en cuanto a los siguientes guardianes de cada prisión fueron responsables de avisar con antelación la extraña situación.
Algunos decían que una fuerza demoníaca se había hecho presente alrededor del templo de su Señor, sabían que no era el porque este se sentía menos peligroso pero sin duda alguna era alarmante la intensidad que propagaba a lo largo del inframundo. Los jueces en cambio fueron mandados a revisar cada rincón del Inframundo, cada prisión y cada templo.
Leónidas que era salvaje por naturaleza merodeo cual depredador hambriento en busca de alguna señal humana por los territorios muertos del castillo, cada punto que fuese potencialmente un lugar para esconderse, y aun así no encontraron nada.
Valentine no podía imaginarse esa clase de infiltración, nadie podría entrar o salir de los dominios de Hades sin siquiera ser notado. Y al no encontrar nada que fuese una pista del invasor, desistieron de la tarea de mala gana, ambos frustrados de no poder encontrar nada se devolvieron al castillo.
Mientras tanto, una de las monjas con rapidez se encamino al trono de su Señor, completamente avergonzada por la imprevista intromisión hizo una reverencia disculpándose por su imprudencia y luego dio aviso de la condición de su joven amo.
── El joven amo Camus ya esta fuera de peligro, Mi señor. Él quiere verlo.
Hades tomo esa petición sorprendido, y sin mas se levanto impaciente de su trono caminando a la habitación donde Acuario apenas y recobraba el sentido del tiempo.
── En el mundo de los mortales el sol esta por caer. -Aviso una de ellas cuando Camus pregunto por cuanto tiempo estuvo dormido. Le alivio un poco saber que no fue por mucho tiempo.
Pero no dejaba de temblar por lo ocurrido hace tan solo unas horas, cuestionándose si fue aquello o no una ilusión.
No importaba que hubiese sido, Camus ahora sabia que alguien estaba detrás de el.
¿Pero porque?.
Las puertas se abrieron de par en par, las monjas dejaron de atenderlo para reverenciar a su señor mientras Hades tenia la mirada fija en Camus.
El camisón de color blanco lo hacia verse aun mas elegante de lo que se imaginaba, su piel se miraba como el de una estatua de mármol, pero de seguro esta tan suave como la seda. Y su pelo brillante que no perdía su resplandor ardiente aun estando desordenado, al contrario, deba un aire de sensualidad.
── Retírense.
Tan rápido como dio la orden las mujeres de velo se fueron dejando al caballero y al Dios en un ligero combate de miradas, miradas para nada agresiva, sino de cierta complicidad.
── Camus. ¿Qué fue lo que viste?. -Camus llevo una mano a su frente, por alguna razón el recuerdo se estaba transformando en neblina.
── Sonara loco, estaba en un oscuridad total rodeado por absolutamente nada. Todo era silencio y helado que pensé lo peor, pero entonces apareció alguien extraño. Comenzó a acercarse y yo entonces baje mi guardia y--
Alto, no podía decirle la manera en que esa persona lo toco. Seria el colmo de todos.
──¿Por que te detienes?. -Dijo con voz gruesa, clavando sus ojos en el repentino tono rosa pálida en sus mejillas.- ── Por tu propio bien, no te saltes ningún detalle en tu relato. Aun no he olvidado tu pequeño incidente en el Santuario de Athena. -Asevero y Camus supo de inmediato que era mejor verse humillado que degollado.
── Esa persona comenzó a tocarme de la nada. D-de una manera ciertamente repulsiva y depravada.
El desconcierto y de cierta forma, el enojo de Hades era claro en sus ojos. ¿Tocarlo atrevidamente?. Iba a morir quien fuese el responsable de tal acto.
──¿Viste su rostro?.
── No. Es como si todo ese incidente se fuese yendo de mi cabeza conforme mas intento recordar. Es extraño, no debería olvidarme así de fácil de algo importante. -Hades le observo, no estaba mintiendo, parecía sufrir algún tipo de amnesia.
Definitivamente, eso no era una buena señal.
── Fue un completo desastre. -La atención del dios se centro una vez mas en el muchacho.- ── Ni siquiera era capaz de usar mis ataques, ese malnacido se aprovecho de que estaba vulnerable, ¿que clase de poder es ese?. -Estaba frustrado, sentía como si ese desgraciado hubiese terminado con la poca dignidad que le quedaba.
Hades presto atención al comportamiento de Acuario, debía darle la razón, era indignante.
En ese momento Hades también estaba bastante molesto por saber que alguien se había atrevido a profanarlo, mas aun el estando en un trance que lo dejaba como una victima de las mañosas manos de un desconocido. Hades tenia un infierno personal para esa clase de escoria.
Por el momento, calmaría su temperamento de una vez, con algo entretenido a su parecer. Silenciosamente se acerco a la cama donde Camus mantenía la cabeza en otro mundo y en aviso nulo, Hades tomo con sus manos el rostro del pelirrojo con sutileza hasta hacerse uno con la boca del otro, y Camus aunque estaba consternado y confundido, no lo rechazo, este acto sorprendió al Rey del Inframundo y de algún modo lo vio como una señal de seguir, pero claramente sin ir mas allá. Sacaría esa mala experiencia de ese muchacho. Sacaría ese recuerdo de otras manos tocándolo indecorosamente. Porque solo él podía tocarlo.
Hades siguió con ese beso a mas profundidad, usando libidinosamente su lengua con la de Camus, sintió como el asombro ahogado por el beso en el joven era de notar, no se detuvo, sino que lentamente fueron recostándose de manera inconsciente en la cama y Hades paso los brazos de Camus por su cuello para que este se sujetara.
Por alguna extraña razón inexplicable para Acuario, se sentía en una especie de nube que lo "obligaba" a actuar tan sumiso ante ese Dios, aunque su cerebro le gritara reiteradas veces de lo que hacia, otra parte de el deseaba saber que continuaría después. Entonces, sintió como una corriente eléctrica le recorriera el cuerpo mientra su pecho se incendiaba y el hombre arriba de el se fuese hundiendo en su piel, sintiendo como la boca que hace poco lo mantenía drogado empezaba a jugar con su cuello, pasando besos y ligeras mordidas por todas partes de este, bajando sus manos a la espalda de su Señor, acariciándole suavemente ante la debilidad de sus puntos mas sensibles que el mayor había descubriendo a medida que avanzaba.
Aquellas manos traviesas gentilmente comenzaban a tocar cada parte de su cuerpo sin perversidad alguna, era diferente a la situación pasada donde el miedo lo comía, justo en ese instante Camus podía describir ese sentimiento y tacto como el mas suave de las caricias, dadas sin ningún apuro, dejándose guiar por los vergonzosos sonidos que salían de Camus.
Suspiros y gemidos que su deliciosa voz sacaba en débiles e inútiles esfuerzos por disimular.
Hades estaba extasiado por lo bien que el cuerpo del chico pelirrojo lo estaba dejando, era algo completamente nuevo, una faceta desconocida del propio Hades. Y quería, el Dios quería descubrir mas de ese cuerpo.
Pero se contuvo, porque penosamente el corazón de Camus no se había recuperado de su insano amor. Por lo tanto se detuvo antes que la situación se volviese peligrosa. Dejando al joven completamente desconcertado, hecho un bochorno mientras intentaba recobrar la compostura. Hades le observo directamente, en cuanto a Camus se negaba a seguir viéndolo.
Hades se retiro con una sonrisa triunfante de por medio, en lo que también le decía que descansara para mañana buscar una solución al problema.
Camus no paraba de colorearse de rojo, un penoso y ardiente rojo que le quemaba la cara. ¿Que acaba de hacer, y porque lo dejo acercarse?.
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