
Capítulo 8
Pasé el resto de la noche en la casa de Jungkook, ignorando por completo los mensajes de Yongsun y simplemente disfrutando del momento con los hermanos Jeon. No quedaba mucha comida en el congelador, así que Jiwoo pidió una pizza y la comimos mirando una antigua película romántica que estaban pasando en la TV. Después, solamente nos sentamos en el suelo a charlar de cualquier tema banal mientras devorábamos la caja entera de magdalenas entre comentarios hilarantes y carcajadas.
Habíamos perdido por completo la noción del tiempo y Jiwoo tenía clases al día siguiente, así que no tardó en desaparecer tras la puerta de su habitación cuando el gran reloj de la sala dio las diez en punto.
Jiwoo era una chica agradable. Era alegra y divertida, y le gustaba aprovechar cualquier momento para avergonzar a su hermano, por lo que Jungkook había pasado cabizbajo y con sus mejillas rojizas casi toda la noche.
Cuando Jiwoo se acercó a mí para despedirse con un fuerte abrazo que me dejó sin aire por unos segundos, pude notar que, al igual que Jungkook, ella también tenía un pequeño lunar bajo el ojo. Llegaba a sorprenderme lo mucho que se parecían.
— Bien, ahora sí debería irme. — tomé mi abrigo y me lo puse, empezando a caminar hacia la puerta, siendo interrumpido por él justo cuando estaba por tomar el pomo de metal.
— ¿Qué tal si... — me giró hacia él de un movimiento rápido, tomándome por la cintura y pegándome a su cuerpo. Sonreí. — te quedas? — continuó en un tono más bajo. — Podrías dormir aquí.
No pude evitar que mi rostro tomara un tono rojizo intenso.
— ¿Quedarme? — él asintió. — No quiero ser una molestia. Además, es demasiado tarde y lo mejor sería que...
— Por eso quiero que te quedes. Es muy tarde, podría ser peligroso volver solo a casa.
— No soy una princesa en apuros, Jeon Jungkook. — repuse, ampliando mi sonrisa. — Puedo cuidarme solo.
— ¿En serio? — cuestionó, usando un tono divertido.
— Sí, no te necesito. — acerqué un poco más mi rostro al suyo, dejando que la autosuficiencia (fingida de una forma exagerada) inundara mi mirada.
— ¿En serio? — repitió él, empezando a hacerme cosquillas en el abdomen, causando que yo empezara a removerme entre sus brazos, riendo a carcajadas.
— S-Sí. — dije con dificultad entre risas.
— ¿Seguro? — volvió a cuestionar, sonriendo en demasía.
Empecé a retroceder en un vago intento de zafarme de su agarre, logrando solamente que ambos cayéramos de forma brusca sobre el sofá de la sala, sin dejar de reír.
— S-Sí, estoy seguro. — dejé de reír al notar la cercanía de nuestros rostros. La risa de Jungkook tampoco tardó en parar. Su respiración y la mía se volvieron pesadas, irregulares y nerviosas. Nos quedamos así un momento, sin saber qué hacer o cómo reaccionar realmente, mirándonos fijamente, bajando ocasionalmente nuestra mirada hacia los labios ajenos de forma inconsciente, subiéndola de inmediato al ser víctimas de la vergüenza.
Decidí apresurar lo inevitable y tomar su nuca, atrayéndolo hacia mí y besándolo por fin. Cerré los ojos y empecé a acariciar suavemente la piel de su cuello, disfrutando de la forma en la que sus labios empezaron a moverse sobre los míos. Realmente estaba volviéndome adicto a sus besos.
Empezaba a disgustarme cuando el aire hizo falta en mis pulmones y el momento de separarnos llegó, pero el puchero que empezaba a instalarse sobre mis labios fue rápidamente borrado por los labios de Jungkook estampándose con fuerza sobre los míos nuevamente, pero esta vez con más intensidad. Ya no era un beso lento y delicado, ahora se había convertido en uno hambriento y apasionado.
Tardé un poco en seguirle el ritmo, perdiendo un poco el control cuando sus manos recorrieron con lentitud todo mi pecho hasta llegar al borde de mi camiseta, subiéndola un poco y acariciando la piel de mi abdomen con sus cálidos dedos, sacándome uno que otro jadeo entre el beso.
Estaba por subir un poco más mi camiseta cuando un exagerado carraspeo causó que nos separemos al instante.
— Así que esperaron a que durmiera para hacer este tipo de cosas, ¿eh? — dijo Jiwoo con una sonrisa desvergonzado sobre sus labios. — Bien, no los molestaré más, solo venía por un vaso de agua. — empezó a caminar hacia la cocina, deteniéndose un momento, ampliando su sonrisa. — Pero, sea lo que sea que harán, por favor, no lo hagan en el sofá. Ahí miro TV, por Dios. — y siguió su camino hacia la cocina.
— ¡Jiwoo! — exclamó Jungkook, sonrojado.
— No íbamos a hacer nada... — dije yo, acomodando mi camiseta.
— Sí, claro. — dijo Jiwoo en tono sarcástico, asomando su cabeza desde la puerta de la cocina, saliendo después con un vaso de cristal lleno hasta la mitad con agua entre sus manos. — ¡Buenas noches! — exclamó antes de desaparecer tras la puerta de su habitación.
Nos quedamos en silencio por un momento. Jungkook seguía sobre mí, con su mirada fija en la puerta de la habitación de Jiwoo, probablemente evitando mirarme. Sonreí, sus mejillas sonrosadas y su respiración avergonzada formaban una imagen demasiado tierna. Lo besé en la mejilla, causando que posara su mirada sobre mí y que se sonrojara aún más.
— Me quedaré.
— ¿Ah?
— Me quedaré. — repetí. — Dormiré aquí, solo tengo que avisarle a Yongsun y... — me interrumpí yo mismo al soltar un sonoro bostezo. — Vamos a dormir, tengo mucho sueño.
— Bien. — dijo, asintiendo con su cabeza y sonriendo.
Se levantó del sofá y yo también lo hice, mirando como él empezaba a dirigirse a la que, supuse, era su habitación. Aproveché que ya me encontraba solo para sacar mi celular y llamar a Yongsun. Tardó un poco en responder.
— ¿Taehyung? ¿Qué sucede? — su voz sonaba adormilada, ¿la había despertado?
— Estoy en la casa de Jungkook. Dormiré aquí.
— Mierda, Taehyung. — su voz había abandonado por completo el cansancio, reemplazándolo por el enojo. — Me quedé dormida en la sala porque el abuelo insistió en que te espere. Son las diez. ¿En serio tuviste que esperar tanto para avisarme? — espetó.
— Lo siento. — musité, bajando un poco la voz.
— Solamente no tardes tanto la próxima vez que te quedes en la casa de tu novio. — a pesar de seguir sonando molesta, sabía que una sonrisa ladina empezaba a colgar de sus labios.
— No es mi novio... — le di una mirada rápida a la puerta de la habitación de Jungkook, asegurándome de que él seguía sin volver. Yongsun bufó.
— Sí, sí. Lo que digas. — el tono burlón con el que su voz salió me tranquilizo un poco. Al menos ya no estaba enojada. — Buenas noches, Taehyung.
— Buenas noches, Yongsun.
Y la llamada terminó, justo en el momento en el que Jungkook salió de su habitación. Usaba una camiseta negra suelta y un pantalón holgado a cuadros, además de que estaba descalzo. Guardé mi celular en el bolsillo de mi abrigo y le ofrecí una sonrisa.
— Vamos a dormir. — dijo, sonriendo también antes de volver a adentrarse a la habitación.
Caminé tras él, deshaciéndome de mi calzado en el camino y cerrando la puerta detrás de mi. Salté sobre la cama, enredándome entre las suaves sábanas blancas. Tenían el aroma de Jungkook impregnado. Hundí mi nariz en ellas, disfrutando de la sensación. Jungkook se encontraba frente al armario, apilando varias matas sobre sus brazos. Luego, cerró la puerta del armario con su pie y acomodó una de las mantas en el suelo, poniendo otra encima con cuidado.
Yo solamente me senté en la cama, aún abrazando las sábanas, con las piernas cruzadas mientras miraba con atención cada uno de sus movimientos. Había una pequeña lámpara sobre un escritorio, cuya luz causaba que que toda la habitación se sumiera en un tono anaranjado y cálido.
— ¿Me pasas una almohada? — tomé una y se la lancé.
— ¿Dormirás ahí? — dije, mirando como acomodaba la almohada sobre las mantas. Él asintió.
— Sí, no quiero incomodarte. — rió con nerviosismo, levantándose del suelo y caminando hacia la cama, sentándose junto a mi. — Además, solía dormir con Jiwoo cuando nos quedábamos en casa de nuestros tíos y, según ella, hablo y pataleo dormido. Solamente quiero que estés cómodo.
— Yo creí que... — empecé, callándome al instante al darme cuanta de lo que estaba a punto de decir. Bajé la mirada.
— ¿Qué sucede?
— Nada.
Creí que dormiríamos juntos.
Me eché hacia atrás, fijando mi mirada en el techo. Él hizo lo mismo, quedando recostado junto a mi.
— Tu apartamento es lindo. — dije, en un tono de voz algo bajo. — Y tu hermana es divertida. — reí un poca.
— Es una boba. — dijo él, riendo igualmente.
Me recosté de lado, y él imitó mi acción, terminando mirándonos a los ojos mientras sonrisas idiotas empezaban a formarse en nuestros rostros. Sin poder evitarlo, empecé a acercarme más a él, acortando poco a poco la distancia que nos separaba. Quería acercarme a él, sentirlo, tocarlo, perderme entre sus brazos, olvidarme del mundo mientras juntaba nuestros labios.
Lo quería.
Quería a Jeon Jungkook.
Solo a él.
Nadie más que él.
Me besó y, al igual que antes, lo que comenzó como un tímido y delicado beso no tardó en tomar más y más intensidad con el paso de los segundos. En poco tiempo, me vi atrapado entre la dulzura con la que sus labios bailaban sobre los míos, olvidándome del mundo a mi alrededor cuando sus manos volvieron a adentrarse de forma traviesa bajo mi camiseta, acariciando suavemente mi abdomen.
Cerré mis ojos con fuerza, disfrutando cada segundo en el que nuestros se fusionaban, siendo separados solamente por unos segundos cuando la falta de aire se hacía presente, volviendo a unirse al instante. No quería separarme de él nunca.
Quería permanecer así por el resto de la eternidad.
Junto a él.
Para siempre.
No supe cuando él terminó sobre mi.
¿Solo lo quería él?
Y mordió mi labio inferior.
¿Nadie más que él?
Se separó de mí. Nuestras respiraciones agitadas se volvían una sola por la cercanía que manteníamos. Mi pecho subía y bajaba, sentía mis labios hinchados y mi rostro se sentía tan caliente que podía asegurar que ya me encontraba sonrojado cual tomate.
— Jungkook... — dije en un susurro avergonzado, siendo callado por un casto beso en mis labios.
— Buenas noches, Taehyung. — besó mi frente y se levantó, apagando la lámpara y acostándose entre las mantas que se encontraban en el suelo.
— Buenas... noches, Jungkook. — dije, aún sin poder controlar mi respiración, viendo como la habitación se sumía en una oscuridad total.
Me adentré entre las sábanas blancas, cerrando los ojos y cayendo a los brazos de Morfeo en poco tiempo.
Desperté en medio de la noche. Me dolía todo el cuerpo. Intenté levantarme, pero el dolor se intensificó de sobremanera de un momento a otro, causando que cayera nuevamente sobre la cama como un peso muerto. No sabía qué estaba sucediendo, sentía como si la energía abandonara mi cuerpo, como si algo la estuviera succionando.
De pronto, sentí un peso caer sobre mí. Un cuerpo. Sentí como si alguien hubiera caído sobre mí.
Pero ahí no había nada.
Absolutamente nada.
Todo se volvió oscuro, como si algo me hubiera obligado a cerrar los ojos, como si alguien hubiera cubierto mi rostro usando sus manos, sumiendo en la absoluta oscuridad. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso era un sueño? ¿Una pesadilla?
Intenté gritar, llamar a Jungkook, pero el miedo había cerrado mi garganta por completo.
Y el peso desapareció.
Pero, cuando por fin empezaba a tranquilizarme, a pensar que podría volver a dormir, que nada de eso estaba sucediendo realmente, que era una simple invención de mi paranoico pensamiento y que a la mañana siguiente despertaría completamente bien, aquel cuerpo pesado volvió a caer sobre mí, con más fuerza que antes.
Y volvió.
Y volvió otra vez.
Entonces, aquel extraño cuerpo invisible empezó a caer una y otra vez sobre mí, cada vez más fuerte y pesado. Y, cuando intenté moverme, cuando intenté escapar de sus caídas eternas, no pude hacerlo.
No podía moverme.
Algo me lo impedía.
Estaba completamente quieto, a la merced de lo que fuera que seguía cayendo sobre mí una y otra vez. Sentía como mis extremidades empezaban a doler más, como aquel intenso dolor por el que había despertado se volvía cada vez más y más intenso, al punto de volverse insoportable e insufrible.
Las caídas sobre mí pararon por fin, pero yo seguía sin poder moverme. Empecé a desesperarme. Quería gritar, quería llorar, pero las lágrimas y los gritos se negaban a salir. Ni siquiera podía abrir los ojos. Fue ahí cuando escuché el llanto de una mujer. Podía escuchar sus lamentos con tal claridad que sentí que estaba llorando, susurrándome sus lamentos a través de sollozos, directamente en mí oído.
Entonces el llanto se volvió más fuerte, más desgarrador, como si la mujer lanzara gritos en lugar de sollozos. Sentía que cada grito era como un pedazo de cristal clavándose de forma dolorosa en mi oído. Quería que parara, que los lamentos cesaras, que la mujer dejara de llorar.
Quería que se callara de una vez.
— Cállate. — alcancé a decir que un susurro. — Cállate, cállate, cállate.
Y, como si de alguna forma escuchara mis súplicas, el llanto ceso.
Pero llegó algo mucho peor.
Un último grito, cargado de absoluto dolor. Sonaba como si, quien quiera que hubiera soltado ese grito desgarrador, estuviera siendo asesinado. Sentí como mis mejillas empezaban a humedecerse y no tardé en escuchar mis propios sollozos. Había empezado a llorar.
Ese fue el momento en el que ella comenzó.
La mujer que antes lloraba, ahora se reía como una desquiciada. Sentí como algo rasguñaba la piel de mi brazo por debajo de la tela. No había dolido, era como el rasguño de un gato, pero eso no evitó que empezara a temblar.
El terror y el dolor se empezaron a esparcir por todo mi cuerpo cuando aquel insignificante rasguño se convirtió en innumerables zarpazos que iban desde mis piernas hasta mi espalda, causando que empezara a retorcerme por el dolor. Con cada sollozo que abandonaba mis labios, la risa de la mujer se volvía más y más fuerte.
Sentí como aquellas insoportables heridas empezaban a dejar un largo río de sangre por mis piernas, brazos y abdomen. La ropa que llevaba puesta se volvía húmeda, tiñéndose de carmesí. El último rasguño fue el más pequeño, una pequeña línea rojiza sobre mi mejilla, pero sin duda también fue el peor.
Porque, finalmente, fui capaz de abrir los ojos. Por fin pude ver quién había sido responsable de todo.
Por fin pude verla a ella.
Los cuernos que sobresalían entre ese ondulado y sedoso cabello castaño, la mirada hambrienta con la que me observaba, las imponentes alas negras que salían de su espalda, la ropa ajustada, la cola terminada en punta, la rosada y puntiaguda lengua que recorría con lentitud aquellos afilados colmillos.
Creía que la había olvidado.
Que aquella pesadilla que tuve en el auto de Jungkook hace meses había desaparecido por completo de mi memoria, que la mujer que había lograd hacerme temblar simplemente se había ahogado entre el mar de recuerdos.
Pero estaba equivocado.
Ella seguía ahí.
— Te extrañé, Taehyung. — parecía gemir cada palabra. Sus mejillas se tornaron rojizas mientras se abalanzaba sobre mí, con las piernas a cada lado de mi cuerpo y con sus manos tomando con fuerza mis hombros, clavando sus uñas en mi piel.
Hundió su rostro entre la curvatura de mi hombro, pegando sus pomposos labios en la piel de mi cuello. Pude sentir como sonreía, como sus dientes rozaban levemente mi cuello. Cerré los ojos, intentando que ninguna otra lágrima cayera, intentando no mirarla. Lo que fuera que aquella mujer me haría, no quería verlo.
— Jungkook. — lo llamé en un susurro. — Jungkook, ayuda.
— Nadie te ayudará ahora, Taehyung. — dijo ella, empezando a repartir besos húmedos por todo mi cuello. Me quedé sin aire por unos segundos. — Eres mío, Kim Taehyung. Siempre lo fuiste. Solamente tienes que... — pasó lentamente su lengua por mi piel. Jadeé, tomando con fuerza las sábanas entre mis manos. — aceptarlo.
— Jungkook. — volví a llamarlo en una sollozo agitado. — Ayuda.
Escuché como él empezaba a moverse entre las mantas del suelo. Bostezó, y una extraña felicidad combinada con alivio se apoderó de mi pecho. Sonreí, mi llanto se volvió más fuerte y los besos de la chica empezaron a subir, pasando desde mi mandíbula hasta mi oreja.
— ¿Taehyung? — dijo él con voz adormilada. Volví a sollozar. — Taehyung.
— Jungkook. — volví a jadear. — Ayúdame, Jungkook.
— ¿Qué sucede? — se levantó, quedándose completamente quieto sobre las mantas del suelo, y me miró. Pude notar la preocupación impregnada en sus orbes a pesar de la escasa iluminación.
— Ayuda. Ella... — al igual que la primera vez que la vi, empezó a moverse con lentitud sobre mí, empezando un pausado vaivén que causó que las palabras se quedaran atrapadas en mi garganta. Ahogué un gemido. — Ella está sobre mí.
— ¿Ella? — cuestionó, confundido. Caminó hacia la cama, arrodillándose y mirándome. — ¿Quién es ella?
— Ella. ¿Acaso no la ves? — dije, escuchando como mi propia voz empezaba a romperse. Estaba aterrado, completamente petrificado. Solamente quería abrazar a Jungkook , esconderme entre sus brazos, pero ella seguía ahí. No se iría. No había escapatoria. Estaba perdido.
— No hay nadie ahí, Taehyung. — dijo Jungkook, sonriendo. — Estás loco, pequeño.
Tal vez él tenía razón.
Estaba enloqueciendo.
— Jungkook. — dije, cerrando los ojos con fuerza cuando la chica volvió a mi cuello. — Jungkook, ella está aquí, ayúdame. Ayúdame, Jungkook. — susurré, quedándome sin fuerzas para decir otra palabra.
Pero él solo amplió su sonrisa.
— ¿Por qué sonríes? — pregunté, empezando a desesperarme mientras mi llanto aumentaba, los sollozos saliendo uno tras otro desde en fondo de mi garganta. — ¿Por qué mierda sonríes? — grité. El camino de saladas y espesas lágrimas que caían como un amargo río por mi rostro, los sollozos que parecía ir desgarrando mi garganta, los colmillos de la chica que rozaban levemente mi cuello cada vez que sonreía contra mi piel... Quería que todo eso acabara, que todo terminara de una maldita vez.
Jungkook rió.
Una risa amarga que se adentró en mis oídos como mil agujas abriéndose paso entre mi piel. Una risa dolorosa que hizo eco en mi mente, que me dejó sin aire por unos segundos, que se clavó en mi pecho y causó que mi corazón dejara de latir con normalidad.
— ¿Crees que alguien podrá ayudarte ahora, Taehyung? — dijo, y soltó otra carcajada.
Cada una de sus palabras se iba marcando de forma dolorosa en mi mente.
— ¡Jungkook! — grité. Un lamentable grito que me quemó por dentro. No podía creer que él hubiera dicho todo eso. No quería creerlo, no podía ser cierto...
No quería que fuera cierto.
Solo podía llorar, dejar que las lágrimas formaran un cuadro patético y salado en mi rostro mientras seguían su camino hasta humedecer la blanca almohada. Llorar mientras veía de forma borrosa como Jungkook reía como un desquiciado.
Sin Jungkook, no me quedaba nada.
Absolutamente nada.
Solté un agudo grito cuando sentí ese par de colmillos hundirse lentamente en mi cuello. Era como si insertaran con violencia dos alfileres en mi piel. Sentía como empezaba a succionar mi sangre con una lentitud que se me hizo insufrible, como si ella quisiera disfrutar de cada segundo que pasara hasta que me arrebatara cada gota de vitalidad. Cerré los ojos con demasiada fuerza, apretando los dientes e intentando asimilar el dolor.
Pero, cuando volví a abrirlos, otro grito se quedaba atrapado en mi garganta. Deseé volver a cerrar los ojos, solamente quería cerrarlos y no abrirlos nunca más, pero ya no podía. Sentí pavor absoluto cuando, en lugar de aquella chica, quien se encontraba sobre mí, bebiendo de la poca vida que me quedaba como si mi existencia no tuviera la más mínima importancia, era Jungkook.
Se alejó de mi cuello, quedando a horcajadas sobre mí. Su mirada vacía, su sonrisa tétrica, sus labios ensangrentados, el líquido carmesí que manchaba los colmillos que sobresalían de su dentadura... Una última risa, que desbordaba locura e insanidad, escapó por sus labios, haciendo eco por toda la habitación.
— No llores, pequeño. — dijo, con una voz tan carente de vida que no logré reconocerlo. — Estoy aquí, contigo. Te protegeré. Debo proteger lo que es mío. — se acercó a mi rostro y besó mi mejilla, dejando en esta la silueta de sus labios dibujada con restos de sangre.
Sentí como la sangre que seguía brotando de mi cuello seguía su camino hasta manchar las blancas sábanas, como la vida me abandonaba lentamente a través de ese líquido rojizo, como lentamente me quedaba completamente vacío.
— Porque eres mío, Kim Taehyung. — dijo, y logré escuchar la voz de aquella chica sobre lo que Jungkook decía, como si ella estuviera hablando a través de Jungkook. — Sólo mío.
En ese momento, desperté.
¡Nos leemos luego!
— Noduru.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro