Capítulo 7
— ¿Te besó? — dijo Yuqi, casi en un grito, llamando la atención de las pocas personas que se encontraban en aquella cafetería.
— S-Sí. Bueno, en realidad lo besé yo...
— ¿Realmente besaste a Jungkook? — exclamó igualmente Lisa, con los ojos muy abiertos. — ¿Tú? ¿A Jungkook? ¿Jeon Jungkook?
— Sí... ¿Por qué suenan tan sorprendidas? — fruncí un poco el ceño mientras me llevaba una cucharada de pastel a la boca.
— Ya era hora, Taehyung. — dijo Lisa para luego darle un largo sorbo a su café amargo.
— Tardaste demasiado. — habló Yuqi, jugando con el sorbete de su batido de fresa.
Los tres estábamos en Ice Cream Cake, pasando la tarde mientras comíamos tanta azúcar como para conseguir diabetes mientras yo les iba relatando lo que sucedió con Jungkook. Unos días después del fatídico incidente que acabó con la vida de Yuna, llamé a Yuqi. Había encontrado el pequeño papel en el que ella escribió su número telefónico un día en el que ordenaba mi habitación — hábito que se convirtió en mi forma de escapar de la realidad desde que soy pequeño —, arrugado y un tanto roto debajo de mi cama. Casi sin darme cuenta, ya estaba sentada en el suelo, con el celular pegado a la oreja mientras esperaba a que ella contestara.
No tardó mucho en responder, alegrándose de que la hubiera llamado. Acordamos vernos en un parque a hablar, comer helado o qué sé yo. Cuando nos vimos, me saludó frenéticamente con su mano y corrió hacia mí. Nos sentamos en un banco del parque y empezamos a hablar.
Ese día, Yuqi llevaba su rojizo y rizado cabello atado en una cola de caballo que caía suavemente sobre el suéter amarillo que usaba, junto a un jean negro ajustado y un par de botas cafés. Ah, y sus anteojos redondos, que causaban que sus orbes azules brillaran de forma peculiar. Pensé en decirle lo que sucedió con Yuna, desahogarme. Estaba a punto de hacerlo cuando ella dijo de repente:
— ¿Escuchaste lo que sucedió con Choi Yuna?
— Ah, sí. Mi prima era cercana a Yuna. — respondí yo, perplejo, con voz temblorosa.
— Mi familia es muy cercana a la familia Choi. Yuna me agradaba. La noticia nos tomó a todos por sorpresa...
— Escuché... — carraspeé. — Escuché que fue un lobo quién la mató.
— Sí, igual que todas las muertes que se dieron hace varios años... ¿Lo recuerdas?
— No vivía aquí cuando sucedió, pero creo que escuché a alguien mencionarlo. — dije, recordando lo que Jungkook me había contado sobre la muerte de sus padres.
— Yo sí lo recuerdo. Demasiado, tal vez. — rió un poco y bajó su mirada. La miré con atención. Ella acomodó sus lentes sobre el puente de su nariz antes de mirarme también. — Mi prima pequeña murió, jugando en el bosque. Encontraron su pequeño cuerpo totalmente desfigurado y la policía ni siquiera llegó a una verdadera conclusión de qué fue lo que sucedió. Esos imbéciles solo se lavaron las manos al decir que fueron los lobos. — dijo Yuqi, su ceño frunciéndose cada vez más con cada palabra que espetaba.
— ¿No crees que hayan sido los lobos? — pregunté.
— Claro que no. No tiene ningún sentido.
— ¿Qué crees que haya sido, entonces?
— Alguien debió asesinarla. Asesinarlos, a todos los inocentes que murieron. — habló con seguridad, volviendo a acomodar sus lentes y mirando hacia el frente, hacia las personas que caminaban por el parque. — Y ahora esa persona, que acabó con la vida de tantas personas hace años, ha vuelto. Su primera víctima fue Yuna.
— Yo... — empecé a decir, dudoso de lo que estaba a punto de hacer. Tragué saliva obtuve su atención, arrepintiéndome al instante. — escuché otra versión acerca de la muerte de Yuna.
Sus ojos brillaron debajo del cristal de sus lentes.
— ¿Qué escuchaste?
— Escuché que, en realidad
Me quedé callado, pensando en lo absurdo que sonaría lo que estaba apunto de decir. Apreté los labios y dejé que mis manos se convirtieran en dos puños sobre mi regazo. ¿Realmente iba a decírselo? ¿Iba a contarle a Yuqi lo que sucedió en realidad aquel día?
— ¿Un qué? — insistió ella ante mi repentino silencio. Volví a tragar saliva.
— Un vampiro. — dije, finalmente. Sentí como me deshacía de un doloroso peso en mi espalda. Sentí ganas de sonreír y suspirar del alivio, pero esa agradable sensación se desvaneció al ver su expresión incrédula.
El silencio nos invadió por un momento, empezando a desesperarme. Ella no reaccionaba, solo me miraba con los ojos muy abiertos y el ceño ligeramente fruncido. Estaba pensando en decir algo más, pero una escandalosa carcajada por parte de Yuqi me interrumpió.
— ¿Vampiro? — cuestionó, sin dejar de reír. — Por favor, Taehyung. No me digas que crees en esas tonterías.
Tonterías.
Si le decía lo que sucedió con Yuna, lo que vi ese día, creería que era un idiota.
Y ella también me dejaría.
Como todos lo hicieron...
— Claro que no, es absurdo. — fingí una risa y me levanté de aquel banco de madera. — Tengo hambre, vámonos de aquí.
No se lo dije, y no tenía planeado hacerlo. Y así fue como terminé guardando el secreto, no le dije sobre el hombre extraño que asesinó a Yuna, ni sobre las tres veces a la semana en las que me reunía a hablar con un maldito psicólogo. No le dije absolutamente nada.
Era un secreto.
Y tenía pensado mantenerlo así.
En cuanto a Lisa, su padre se había enterado de todo lo que sucedió. Absolutamente todo, incluyéndome. Aparentemente, el tío de Lisa era sacerdote y — vaya coincidencia. — fue el encargado de la misa en el funeral de Yuna. Además, antes de que la misa comenzara, la señora Choi había estado hablando con él, contándole lo sucedido, y cuando llegó la parte de la historia en la que aparecía yo, no me mantuvo en el anonimato y se le escapó un "Kim Taehyung" mientras lo relataba.
— Mantente alejada de él. — le había dicho su padre. — El nieto mayor de Kim Manyoung, no te acerques a ese muchacho. ¿Recuerdas a Choi Yuna? Tú madre era muy cercana a Yangmi, la madre de Yuna, y tú solías ir a jugar con ella cuando eras más pequeña. Lastimosamente, Yuna nos ha dejado para ir a un lugar mejor. Era tan joven... La atacaron unos lobos en el bosque, vaya tragedia. Tal como los incidentes que se dieron por mediados del 2014, ¿recuerdas? Tal y como murió tu madre... Ese muchacho estuvo con Yuna en el momento en el que esos animales la atacaron, y él dice haber visto vampiros en lugar de lobos. ¿Lo puedes creer? ¡Vaya tontería! Así que sé precavida y mantente alejada del bosque, no queremos que te suceda lo mismo que a Yuna... ¡Y del muchacho Kim! No quiero verte cerca de él, ¿comprendes? Está mal de la cabeza, no hay duda...
Y, al parecer, todo aquel discurso no pudo haberle importado menos a Lisa.
Empezamos a salir de vez en cuando. Yo la acompañaba cuando ella y su grupo iban a tocar en algún bar, o simplemente nos encontrábamos en alguna cafetería a pasar el rato. Todo a espaldas de su padre, obviamente. A veces nos gustaba bromear comparando nuestra situación con 'Romeo & Julieta' con los Manoban como los Capuleto y los Kim como los Montesco. Claro, cambiando el tema del "amor" prohibido por algo así como una amistad prohibida.
Un día, mientras caminaba con Lisa por el centro de la ciudad, nos encontramos con Yuqi. Miré con sorpresa como ambas se saludaban con emoción para luego abrazarse con fuerza. Me explicaron que estudiaban en la misma universidad, en la misma facultad y que, además, eran buenas amigas.
"El mundo es muy pequeño", recuerdo haber pensado en aquel momento. "Demasiado".
Y, lo peor de todo, era que también conocían a Jungkook.
"El mundo es tan jodidamente pequeño".
— ¿Jungkook? ¿Jeon Jungkook? — dijo Lisa con tono sorprendido la primera vez que lo mencioné. — Lo conozco. Estudiábamos en el mismo instituto. Era algo odioso y torpe, pero éramos buenos amigos. Incluso mejores amigos, me atrevería a decir. Pero nadie mantuvo contacto después de la graduación. No he sabido de él desde hace años... Ni siquiera tenía idea de que fuera gay.
— ¿El chico alto y pelinegro? ¿El de ojos cafés y sonrisa de conejo? — había dicho Yuqi justo cuando Lisa dejó de hablar. Ambos la miramos, confundidos. Ella rió un poco y empezó a explicarse. — Hubo un taller de fotografía hace un tiempo. Mi madre creyó que algo así se vería bien en mi curriculum y me obligó a apuntarme, a pesar de que yo nunca he mostrado ningún interés por la fotografía. Jungkook también estaba ahí. Sus fotografías eran hermosas, simplemente preciosas. El maestro se la pasaba felicitándolo o elogiándolo todo el tiempo. Nunca hablé con el realmente, pero un chico como él jamás pasaría desapercibido.
— ¿Un chico como él?
— Oh, vamos, Taehyung. ¿Acaso no has visto a tu novio? — dijo Lisa en tono burlón. Me sonrojé.
— No es mi novio... — alcancé a decir en un susurro avergonzado.
— En el instituto, — comenzó ella. — no había chica que no babeara por Jeon Jungkook. — la miré, alzando una ceja. Se enrojeció levemente y se apresuró a corregirse. — Excepto yo, obvio.
— ¡Exacto! En el taller, todas las chicas no dejaban de suspirar por ese chico. — añadió Yuqi. — Y, sin ofender, Taehyung, pero realmente no sé que le veían.
— Es lindo. — dijo Lisa, encogiéndose de hombros.
— Y su personalidad es genial. — añadí yo. — La verdadera pregunta es: ¿Quién no se enamoraría de él? Es perfecto.
— La perfección no existe. — dijo Yuqi, cruzándose de brazos.
— Según yo sí existe, y su nombre es Jeon Jungkook. — dije yo, cruzándome de brazos igualmente.
— ¿Podrían dejar de discutir sobre la perfección de Jeon Jungkook? Cállense y vámonos de aquí. Estoy muriendo de hambre.
Me avergonzaba hablar de Jungkook sabiendo que ellas lo conocían, y me avergonzaba aún más cada vez que Lisa repetía una y otra vez lo "afortunado que era al tener a un chico como Jungkook", pero comencé a acostumbrarme cuando yo ya no era el único que tenía cosas que contar y ambas empezaron a relatarme sobre su vida amorosa.
Fue ahí cuando descubrí que Lisa tenía novio. Era el vocalista del grupo en el que tocaba, y su nombre era Byun Baekhyun. Lo había visto algunas veces, cuando la había acompañado a tocar en los bares, y no había duda de que era un chico agradable y simpático. En cuanto a Yuqi, ella no tenía tanto que contar, solamente que estaba enamorada de un chico llamado Min Yoongi, pero que no tenía muy claro si él llegaría a sentir lo mismo algún día.
— Hablando del Rey de Roma... — dijo Lisa, sonriendo y dándole un largo sorbo a su café, para luego apuntar hacia la entrada de la cafetería con el vaso.
— Miren quién ha aparecido... Tal vez invocamos al hablar de él. — dijo Yuqi, soltando una risita mientras miraba por sobre mi hombro.
Fruncí el ceño con confusión y me volteé, abriendo mucho los ojos al ver a Jungkook parado junto a la puerta, con su cabello despeinado y una sonrisa en el rostro. Él caminó hacia el mostrador, le dijo algo a la chica que se encontraba ahí y luego empezó a señalar las magdalenas que se encontraban exhibidas. La chica guardó cada magdalena que Jungkook señalaba en una linda caja rosa con la inscripción "Ice Cream Cake" en la tapa. Jungkook le entregó el dinero, ella le entrego la caja y él se empezó a dirigir nuevamente hacia la puerta, desapareciendo tras de esta.
Yo solamente permanecí en mi lugar, inmóvil, solamente mirándolo con atención desde la lejanía, completamente embobado. Viendo como un distante espectador como se alejaba lentamente.
— ¿No harás nada? — dijo Lisa, frunciendo el ceño.
— ¿Qué se supone que haga? — dije yo, cruzándome de brazos sobre la mesa.
— No lo sé. Ir con él, tal vez. — dijo Yuqi con obviedad, tomando el sorbete amarillo de su batido de fresa, apuntándome acusatoriamente con el y dejando que algunas gotas del líquido rosa cayeran sobre la mesa.
Permanecí sin moverme, solo la miré, levantando una ceja.
— Vete de una vez. — dijo Lisa, dándome un fuerte empujón que casi logra tirarme de la silla. — Si no corres, se irá. Apresúrate.
Aún algo extrañado, caminé hacia la entrada del lugar, apresurando mi caminar cuando divisé a Jungkook a través de la ventana del local, dirigiéndose a su auto y alejándose con rapidez. Ni siquiera me di cuenta cuando ya me encontraba corriendo tras él por el desolado estacionamiento, deteniéndome en seco cuando vi como él dejaba de caminar y se volteaba. Trastabillé con torpeza hasta encontrarme frente a Jungkook. Sonreí, algo avergonzado al recibir su mirada confusa, y me acerqué más a él.
— Hola. — dije yo, nervioso.
— Taehyung. — sonrió. — Hola.
— ¿Desde cuándo eres tan fan del dulce? — bromeé torpemente, señalando la caja rosa que él sostenía en sus manos.
— Ah, esto... Es para mi hermana. — rió suavemente, mirando la caja.
— ¿Es su cumpleaños o algo así?
— No, en realidad es... — se quedó callado un momento y fijó su vista en el suelo antes de continuar. — Mi madre solía hacer esto, darle a Jiwoo una magdalena por cada buena calificación que obtenía. Desde que mis padres murieron, soy yo el que se encarga de mantener esa "tradición" viva. — rió nasalmente y me miró con ojos divertidos. — Y adivina quién ha sido la mejor alumna del salón. — sonreí un poco, sin poder evitar mostrar un poco de tristeza en mí sonrisa. — Esa niña algún día me dejara sin dinero y con un coma diabético...
Mi madre solía hacer esto...
Aquellas palabras fueron suficientes para que mi pecho se comprimiera de forma extraña y dolorosa. La forma en la que lo dijo, la mirada apagada en su rostro... no sé realmente que fue lo que causó que aquel vacío me invadiera. Sin siquiera darme cuenta de lo que estaba haciendo, di un último paso hacia él, rompiendo la poca distancia que nos separaba para rodearlo con fuerza entre mis brazos, pegando mi cabeza a mi pecho.
Él pasó un brazo por mi cintura y con el otro se dedicó a sostener la caja. Podía escuchar el latir de su corazón. Cerré los ojos. Tan calmado, tranquilo, seguro... Podía escuchar lo vivo que Jungkook estaba. La vitalidad que recorría todo su cuerpo. La vida que él desbordaba.
Jungkook estaba vivo.
Estaba vivo.
Más vivo que nunca.
Y yo... Yo cada vez me sentía menos vivo. Como si, con cada respiración, la vida se me escapara a través del aire. Como si mi vida simplemente ya no fuera mía. Como si yo no fuera más que un cuerpo que ha perdido su alma. Porque sentía que mi alma ni siquiera me pertenecía. Sentía que le había vendido mi alma al demonio; y ese demonio me estaba llamando, me estaba atrayendo hacia él.
Pero... ¿Quién era ese demonio y qué quería exactamente de mí?
— Te extrañé. — susurró Jungkook cerca de mi oído, en un tono que solo podría escuchar. Sonreí.
— Nos vimos hace unos días. — susurré igualmente, separándome un poco de él, pero manteniendo mi cuerpo pegado al suyo. No quería alejarme de él. Me sentía seguro entre sus brazos.
— Te extraño todo el tiempo. — me besó en la frente. — Cada minuto, cada segundo... me haces falta.
Mi sonrisa se amplió mientras acercaba mi rostro más al suyo.
— Eres muy cursi. — susurré, chocando tímidamente nuestras narices.
— ¿No te gusta que sea cursi? — musitó él, rozando mis labios con los suyos mientras sonreía.
— Me encanta, en realidad. — dije, para finalmente juntar nuestros labios.
Era la segunda vez que besaba a Jungkook, y se sintió tan electrizante como la primera. Había olvidado lo suaves que se sentían sus labios sobre los míos. Con cada beso, cada caricia, cada mirada, cada palabra... sentía que todo estaba bien. Me olvidaba de todas las situaciones que me atormentaban. Cada pensamiento que me volvía paranoico, que no me dejaba cerrar los ojos sin imaginar que alguien me observaba desde la oscuridad, se desvanecía cuando estaba junto a Jungkook.
Él se había convertido en la única luz que lograba mantenerme cuerdo entre toda la oscuridad en la que se había sumido mi vida últimamente. Cerré los ojos, dejándome disfrutar al máximo del momento.
Odié tanto el momento en el que nos separamos, que no pude evitar mostrar mi inconformidad en mi rostro. No quería dejar de besarlo. Quería que nuestros labios bailaran juntos por el resto de la eternidad.
Eternidad...
Esa palabra sonaba tan agradable si se trataba de Jungkook.
Él me miró con una sonrisa ladina formándose sobre sus labios y alzó una ceja.
— Realmente debo besar bien si pones esa cara. — dijo, riendo suavemente y soltando una verdadera carcajada cuando mi respuesta simplemente fue sonrojarme y bajar la mirada con vergüenza.
Sin dejar de sonreír y reír nasalmente, se separó de mí por completo, guardó la caja rosa en su auto, abrió la puerta y se adentró al vehículo. Yo permanecí inmóvil, mirando con atención cada una de sus acciones, sin moverme en lo absoluto. El alzó ambas cejas y volvió a reír. Parpadeé con confusión.
— ¿Qué esperas para subir? — dijo, sacándome del trance. — No creo que tengas algo mejor que hacer, ¿verdad? — no respondí, me mantuve con los ojos muy abiertos y la boca entreabierta. — Igualmente no creo que exista algo mejor que pasar tiempo con el asombroso Jeon Jungkook.
Reí un poco mientras subía a su auto. Las únicas veces que volvía a sentirme bien, que volvía a sentirme vivo y verdaderamente... feliz, era cuando estaba con Jungkook. Encendió la radio y sacó el auto del estacionamiento. Durante todo el trayecto no pude hacer más que mirarlo y sonreír cual idiota.
¿Qué haría sin Jeon Jungkook?
Enloquecer, probablemente.
Pero, si permanecía junto a él, todo estaría bien.
Todo estaría bien.
Estacionó el auto junto a un gran edificio. Me abrió la puerta y, con una gran sonrisa y la caja rosa en su mano derecha, me ofreció tomar su mano libre. La tomé, sonriendo y negando con mi cabeza. Me atrajo hacia él de un jalón y me besó rápidamente en los labios. No sabía que los pequeños y castos besos podían provocarme extraños temblores también hasta que Jungkook hizo eso. Era una sensación... simplemente increíble.
— Bienvenido a mi triste y solitario hogar.
Tomó mi mano y la entrelazó con la suya, cerrando la puerta del auto con el pie y empezando a guiarme hacia las grandes puertas de vidrio. En todo el camino hacia su apartamento no nos soltamos en ningún momento. Lo que estaba empezando a sentir ante el suave toque era extraño, pero en un buen sentido. Todas las sensaciones que me invadían al sostener la mano de Jungkook eran extrañamente cálidas y agradables. No quería soltarlo nunca.
Y al parecer él tampoco lo quería. Sentí con vergüenza como entre nuestros dedos empezaba a acumularse un líquido cristalino y pegajoso. Sudor. Tal vez eran mis nervios, la nuevas sensaciones que me invadían y que eran, tal vez, demasiado para mí. Empecé a abandonar un con lentitud la fuerza que ejercía en el agarre, pensando que lo incomodaría, pero ver como su sonrisa se ampliaba mientras le daba un fuerte apretón a mi mano hizo que ese pensamiento desaparezca y que yo también sonriera.
Amaba sentir sus suaves dedos fundirse con los míos. Su mano era lo único que me sostenía, que impedía que cayera al vacío, que cayera entre las manos del demonio que se había adueñado de mi alma.
Debía sostener su mano.
Aferrarme a él antes de volverme loco.
— Es aquí. — dijo él una vez nos encontramos delante de una puerta blanca, sacando un manojo de llaves del bolsillo de su abrigo, introduciendo una de ellas y abriendo la puerta. — ¡Jiwoo, estoy en casa!
Era un lugar... acogedor. Grande y espacioso. Sinceramente, no esperaba un lugar así. ¿Realmente qué puedes esperar del hogar de dos adolescentes que viven solos? ¿Un lugar pequeño? Lo que un chico de diecinueve años sea capaz de pagar, supongo. Era un lugar lo suficientemente cómodo para una familia, era demasiado para dos pobres chicos que habían perdido a sus padres.
— Nada mal, Jeon. — dije, pasando mi mirada por todo el lugar. — Nada mal.
— Trabajar en el mejor restaurante de todo Ulsan te abre las puertas a lujos como estos.
— No creo que tu "gran trabajo" pueda pagar todo esto.
— Nuestros tíos nos ayudan un poco con los asuntos económicos.
— ¿Un poco? — pregunté con tono burlón. Él puso los ojos en blanco y rió un poco.
— Bien, en realidad nos ayudan mucho con los asuntos económicos. — soltó mi mano y pasó su brazo alrededor de mi cintura, besando sonoramente mi sien. — Vamos, mi hermana debe estar en la sala.
Y empezó a arrastrarme por todo su apartamento, sin siquiera darme tiempo para ver con claridad cada habitación por la que pasábamos. Entramos a la que supuse sería la sala de estar, donde una chica pelinegra de no más de quince años veía TV, sentada en el suelo con los pies cruzados, con una mirada aburrida mientras cambiaba una y otra vez de canal.
La miré por unos segundos, y luego miré a Jungkook.
Eran muy parecidos.
La chica notó nuestra presencia y sonrió al mirarnos, apagando enseguida la TV y levantándose de un salto.
— Jungkook, al fin llegas. — caminó hacia nosotros. Cuando me miró, sus ojos se abrieron en sorpresa y su sonrisa desapareció por unos segundos, pero al instante la expresión alegre volvió. — Supongo que tú eres Taehyung, ¿verdad? — asentí con la cabeza. Ella alzó ambas cejas y su sonrisa se volvió burlona mientras le daba una rápida mirada a Jungkook. — Mi hermano no deja de hablar de ti, ¿sabías? — miré a Jungkook. Su rostro estaba empezando a tomar un tono rojizo. Reí por lo bajo. Se veía tierno cuando se avergonzaba. — ¡Míralo! — exclamó Jiwoo, señalando a Jungkook. — ¡Parece un pequeño tomate! — empezó a reír escandalosamente y Jungkook se sonrojó aún más. Yo también reí. — Bien... — empezó a decir ella cuando las risas cesaron. — Soy Jeon Jiwoo, es un placer conocerte, Taehyung.
Me ofreció tomar su mano, llevaba el brazo repleto de pulseras. No dudé en tomarla, recibiendo un firme apretón que duró unos cuantos segundos. Tenía los dedos suaves, al igual que su hermano, pero noté algo áspero en el dorso de su mano: Un rasguño rojizo.
— ¿Qué te sucedió? — pregunté, mirando la herida.
— Oh, eso... Nada grave. Encontré un lindo gato blanco mientras volvía del instituto, pero resultó no ser tan lindo al final. — rió por lo bajo, mirando también la marca rojiza en su mano.
— Hablando del instituto... — dijo Jungkook, con restos rojizos de vergüenza aún repartidos por su rostro. Sonrió en grande y le entregó a Jiwoo la caja rosa, quien la tomó con ojos emocionados. — Felicidades por tus calificaciones, niña boba.
Jiwoo se tiró a sus brazos y empezó a balbucear agradecimientos incomprensibles mientras él la rodeaba entre sus brazos con fuerza. Miré la escena, completamente enternecido por el cariño que se tenían los hermanos Jeon. Empecé a preguntarme cómo hubiera sido mi vida si hubiera tenido un hermano. Mayor o menor, eso realmente no me importaba mucho. Supongo que lo más cercano que tenía a un hermano era Yongsun, pero nunca sería capaz de llamarla "hermana". La vibración de mi celular dentro de mi bolsillo me despertó de mis extraños pensamientos.
Era un mensaje de Yongsun justamente. Sonreí un poco por la coincidencia.
"¿Dónde mierda estás, Taehyung? El abuelo está preocupado, vuelve pronto."
Miré la hora.
Seis y cuarenta y cinco.
Había prometido que estaría en casa a las cinco en punto, justo a tiempo para la cena.
— Creo que... — dije, llamando la atención de los hermanos Jeon, quienes me miraron con ojos confundidos mientras se separaban. — debería irme. — empecé a caminar hacia la puerta, pero de un momento a otro Jungkook ya tenía el rostro descansando sobre mi hombro y los brazos enredados en mi cintura. Sonreí.
— No puedes irte tan pronto. — dijo Jungkook en voz baja, tan baja que probablemente Jiwoo no fue capaz de escucharlo. Temblé un poco al sentir su aliento chocar contra mi oreja y sentí el calor invadir con rapidez mi rostro.
— Es tarde. — dije, intentando que mi voz no saliera como un tartamudeo patético, maldiciendo internamente cuando solo logré emitir un susurro tembloroso. — Debería irme.
— Quédate. — rogó, empezando a pasar con suavidad su suave nariz por la débil piel de mi cuello, causando que el aire me faltase por un momento. Tragué saliva. — Quédate, Tae.
— Está bien. — susurré finalmente, rindiéndome. Me giré un poco para verlo a los ojos. Su mirada brillaba y sonreía. — Me quedaré.
¡Nos leemos luego!
— Noduru.
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