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Capítulo 6


No recuerdo muy bien qué sucedió después de eso.

Solo tengo recuerdos borrosos, imágenes distorsionadas y escenas que preferiría haber olvidado.

Recuerdo el funeral de Yuna, habían incinerado su cuerpo y guardado las cenizas en una linda caja de madera. Al parecer, esa era una tradición en su familia.

No tardaron mucho en encontrar su cuerpo, en medio del bosque, completamente destrozado, casi irreconocible. Al parecer, quien la había asesinado no tuvo suficiente con asesinarla y había despedazado por completo su cuerpo. Su rostro estaba completamente desfigurado, la persona que había hecho eso era un monstruo.

La policía dejo que la habían atacado animales salvajes en el bosque. Lobos, quizás. O un oso.

Mentían.

A Yuna la asesinó otra clase de monstruo.

Recuerdo haberme vestido con un traje que me prestó el abuelo. Me quedaba un poco grande, pero no me quejé. Yongsun fue con vestido negro que le llegaba un poco más abajo de la rodilla.

Recuerdo ver a los padres de Yuna llorar.

Recuerdo ver a Yongsun llorar.

Recuerdo haber llorado.

Seguía sin poder asimilar lo que pasó aquel día. Resulta que la sangre que había en el baño de la casa de los Park era de Sooyoung. Se había desmayado mientras tomaba una ducha ya que, al parecer, se había estado alimentado mal últimamente. Se había golpeado la cabeza y de ahí todo el líquido carmesí que bañaba la ducha.

Pero era demasiada sangre...

Demasiada.

Recuerdo haberle contado lo sucedido a Yongsun. Le dije lo que vi ese día, en el bosque, cómo Yuna moría justo frente a mí, cómo un vampiro se alimentaba hasta de la última gota de sangre que su cuerpo poseía.

Unos días después de habérselo dicho, convenció a mi abuelo de enviarme con un psicólogo.

Me había convertido en un completo paranoico. Ya no podía dormir, me sentía observado todo el tiempo y, siempre que cerraba los ojos, la misma imagen aparecía en mi cabeza y no me dejaba en paz.

La misma sonrisa grotesca y puntiaguda me perseguía sin fin.

Sentía que, en cualquier momento, ese hombre aparecería y hundiría sus colmillos en mi cuello, que me dejaría completamente seco.

— Los vampiros no existen. — dije, con voz mecánica. — Fue un invento de mi imaginación, Yuna fue atacada por un animal, los vampiros no existen.

— Bien, Taehyung. Vamos progresando, vamos progresando... — dijo el Dr. Lee mientras escribía algo en su libreta.

Su consultorio se había convertido en un lugar habitual para mí en los últimos meses. Fruncí el ceño y cubrí mi nariz disimuladamente, ese lugar siempre tenía un olor desagradable demasiado intenso como para ignorarlo.

— Y, creo que — escribió algo más y cerró la libreta, mirándome mientras sonreía. — eso sería todo por hoy. Puedes retirarte, Taehyung. Nos vemos en unos días. — se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz y entrelazó sus manos, dejando que sus codos descansaran sobre la mesa.

— Muchas gracias. — dije, haciendo una reverencia y me retiré del consultorio, soltando un sonoro suspiro cuando por fin salí de ahí.

Sonreí ligeramente cuando lo vi, sentado en la sala de espera, con las manos entrelazadas sobre su regazo y su vista fija en ellas. Se veía preocupado y movía su pie con impaciencia, haciendo chocar su zapato deportivo una y otra vez contra el piso, siendo callado por la secretaria del lugar, sonriendo con nerviosismo y susurrando un Perdón con vergüenza. 

Jungkook.

Hola. — dije, llamando su atención. Él también sonrió.

— Taehyung. — dijo, levantándose de su asiento y caminando hacia mí. — ¿Cómo te fue?

— Bien, supongo. — sonreí con cansancio. — Vámonos, quiero salir de aquí.

Asintió y tomó mi mano, empezando a caminar juntos hacia la puerta de salida. Ya era el tercer mes en el que, durante tres días a la semana, me encerraba por dos horas diarias en el consultorio del Dr. Lee para hablar sobre el trauma que había provocado en mí la muerte de Yuna. Según él, fui testigo de como el "lobo" desgarraba la piel de Yuna, y que la adrenalina provocó que todo se mezclara con los recuerdos de mi infancia, con las historias que me contaba mi abuelo, creando así una falsa escena en la que Yuna era asesinada por un vampiro.

Al principio me negué por completo, gritándole a él y a todo el mundo que lo que yo había visto era real, que el causante de todo había sido ese maldito chupa-sangre despreciable, pero nadie me creyó.

Así que aprendí que lo mejor sería decir lo que ellos querían escuchar, solamente para no empeorar las cosas.

— ¿Estás bien, pequeño? — preguntó Jungkook mientras subía a su auto. No respondí, ni siquiera lo miré. — Taehyung...

— Estoy bien. — respondí con un hilo de voz una vez ambos nos encontrábamos dentro del vehículo, apoyándome sobre la puerta y fijando mi vista en la ventana del auto. — Solo estoy... Cansado. 

— Puedes dormir mientras te llevo a casa. — encendió el auto. Lo miré de reojo, se veía preocupado. — Es un trayecto un tanto largo, podrás descansar y...

— Estoy cansado. — repetí, interrumpiéndolo. — Cansado de todo esto. Sé lo que vi, estoy seguro de lo que pasó. No necesito a ningún psicólogo. — repuse, empezando a descontrolarme

— Tae...

— Tú tampoco me crees, ¿verdad? Crees que estoy loco, que soy un maldito demente, un desquiciado, ¿cierto? — dije en un tono molesto involuntario, perdiendo el control por completo sin darme cuenta.

— Te creo. — dijo con seguridad. — Los vampiros existen, no hay duda de ello. Es solo que... — suspiró de forma pesada. — Tengo esta loca teoría en la que fue un vampiro quien asesinó a mis padres y vivir todo esto es como estar reviviendo todo eso. — confesó, causando que yo lo mirara con asombro. Él mantenía su vista fija en el camino, con una mirada triste y nostálgica. — Es... difícil para mí también. Lo lamento.

No supe que decir.

Lo había arruinado, mis malditos impulsos habían arruinado todo.

Me sentí como un completo idiota.

Idiota y culpable.

— Lo siento. — dije, después de un largo silencio, cuando solo nos encontrábamos a unas cuantas calles de mi hogar. — Lamento haber actuado así, soy un tonto.

— Está bien. — sonrió con tristeza y me miró cuando el auto se detuvo frente a un semáforo en rojo. — Solamente recuerda siempre — puso una mano sobre mi hombro y su mirada se intensificó. — que no estás solo en esto. Estoy contigo, ¿bien? No lo olvides.

Asentí con una sonrisa antes de divisar la casa del abuelo no tan lejos de donde nos encontrábamos, bueno, realmente sí se encontraba bastante lejos, pero su gran tamaño la hacía destacar entre la lejanía.

— ¿Me podrías dejar aquí? Quiero caminar un poco. — dije, sonriendo levemente.

— No estamos tan lejos, no tengo problema con dejarte en tu casa. — dijo él.

— Jungkook, no hay problema. — sonreí un poco más, intentando convencerlo. Él me miró, dubitativo y desconfiado. Jungkook estaba muy consciente de mi obsesión con aquel hombre desconocido que, muy probablemente, aparecería en cualquier momento y me mataría, así que su reacción no me sorprendía en lo absoluto.

— Me sentiría mejor si me aseguro de que llegaste sano y salvo a tu casa. — parecía suplicarme con la mirada, con un pequeño puchero en sus labios y con ojos brillantes. Se veía como un pequeño cachorro, tan tierno...

Suspiré, sonriendo como un bobo y negando con mi cabeza. Lo único que me había mantenido cuerdo durante los últimos meses había sido Jungkook y su estúpida y extremadamente tierna preocupación por mi bienestar. Era el único que me había escuchado, que me había creído, que me ofreció su ayuda cuando más lo necesitaba.

Todos me dieron las espalda.

No supe nada de Jimin desde el día en el que Yuna murió. Sin razón alguna, dejó de hablarme, sin responder mensajes ni llamadas y cortando por completo cualquier clase de conexión tanto conmigo como con todo lo que tuviera que ver con mi familia. Lo mismo hizo Sooyoung con Yongsun. Al parecer, los Park no querían saber nada de los Kim, y yo no entendía por qué.

Sabía que había sido su madre la causante de su repentina evasión hacia nosotros, pues, hace poco más de un mes,  los encontré en el supermercado mientras realizaba las compras para el hogar con Yongsun. Estaba en la sección de lácteos cuando los vi. Crucé miradas con Jimin y me paralicé por completo cuando esos orbes verdosos me miraron con sorpresa. Dio un paso hacia mí, con la intención de acercarse, pero la mano de su madre sobre su hombro lo detuvo. Y, finalmente, tras una mirada desaprobatoria de su madre hacia mí , empezaron a caminar lejos con pasos rápidos, alejándose con velocidad. Antes de desaparecer por los pasillos del supermercado, Jimin me miró con culpabilidad desbordando sus iris esmeralda y formuló un Lo siento con sus labios.

Ese día, al llegar a casa, lo único que hice fue llorar. Lloré y lloré hasta quedarme seco. Me sentí tan solo, tan vacío... completamente abandonado. Sentía como si ya no me quedara nada, como si solo fuera yo contra el mundo.

Pero entonces, cuando me encontraba al borde de la locura, apareció Jungkook y me salvó de caer al frío abismo de la soledad.

— Bien, llegamos. — estacionó el auto junto a la casa del abuelo y soltó un largo y pesado suspiro, apretando los labios y tomando con fuerza el volante hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

— ¿Qué sucede? — pregunté.

— Nada, nada. Es solo que... — echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos por un momento, pasando su mano por su rostro en un gesto que denotaba frustración. — Odio verte así, Taehyung.

— Estoy bien. — dije, riendo un poco. — No tienes por qué preocupar...

— No estás bien, Taehyung. — me interrumpió, mirándome con una expresión seria. — ¿Siquiera te has visto en un espejo? Las bolsas bajo tus ojos y lo rojizos que los traes todo el tiempo... — desvié la mirada y me mordí el labio inferior. — Mierda, Taehyung, el solo imaginar que lloras me rompe el corazón. — sentí como mis ojos empezaban a cristalizarse y parpadeé con rapidez, intentando que ninguna lágrima cayese. — Quiero verte sonreír, quiero que vuelvas a ser feliz, quiero... — se quedó callado y volvió a suspirar.

— Voy a estar bien. — dije en un susurro quebradizo, sintiéndome al borde de romperme en mil pedazos. — Quiero estar bien, solo... solo necesito tiempo para asimilar todo lo que sucede. Tiempo, es... es todo lo que necesito. — bajé aún más mi tono de voz, volviéndola casi inaudible. — Tiempo...

Alzó mi barbilla, obligándome a mirarlo. Sentí como una pequeña lágrima ya estaba cayendo lentamente por mi mejilla y maldije internamente a mi escasa fuerza de voluntad, sintiéndome una extraña y agradable calidez invadir mi pecho cuando Jungkook limpió la pequeña gota de agua con su pulgar, acariciando con suavidad y delicadeza mi rostro.

— Saldremos de esto, te lo prometo. — se acercó con lentitud y sonrió. — Juntos.

Cerré los ojos, disfrutando del suave tacto sobre mi mejilla, esperando con ansias el impacto de nuestros labios, el cual nunca llegó.

Besó la punta de mi nariz, luego mi frente, y pronto se encontraba repartiendo besos por todo mi rostro. El rojo se apoderó de mi mientras empezaba a reír y a estremecerme en el asiento, sus besos me causaban cosquillas.

— B-Basta. — hablé entre risas, riendo aún más cuando Jungkook se abalanzó sobre mí y empezó a hacerme cosquillas en el abdomen. — J-Jungkook, b-basta. — dije con dificultad. No podía dejar de reír.

— No pararé si así puedo verte reír. — dijo, aumentando la velocidad de las cosquillas, causando que yo me moviera tanto hasta el punto de quedar prácticamente acostado sobre el asiento, con él sobre mí.

— Jungkook... — susurré. Él estaba tan cerca de mí que podía ver con claridad cada pequeño detalle de su rostro. Fue ahí cuando noté por primera vez que tenía un pequeño lunar bajo el ojo derecho y otro justo en la punta de la nariz, y también fue la primera vez que tuve ganas de besar esos lunares. 

El tono carmesí en el que se había sumido mi rostro aumentó cuando él pasó de mirarme directamente a los ojos a mirar mis labios.

¿Íbamos a besarnos?

¿Jungkook iba a besarme?

Taehyung. — susurró él igualmente, su suave aliento chocando contra mi rostro y deshaciéndose del poco auto-control que me quedaba.

Entonces no pude esperar más y tomé su nuca, acercándolo más a mí y cortando la poca distancia que nos separaba. Sus labios se sentían tan suaves, tan dulces, era como si encajaran perfectamente con los míos, tal y como las piezas de un rompecabezas. No quería separarme de él, quería permanecer así por siempre. Nuestros labios comenzaron a moverse con lentitud, como si bailaran a un ritmo pausado y algo torpe. Me sentía en el paraíso, en una utopía perfecta en la que sólo existíamos nosotros. Solo Jungkook y Taehyung, juntos, sin problemas ni vampiros. Solamente los dos, nada más.

Acunó mi rostro entre sus manos, acercándome más a él si eso era posible, y yo pasé mis brazos alrededor de su cuello, pegando por completo su cuerpo al mío. El movimiento de nuestros labios intensificó su ritmo, tomando una velocidad desesperada y hambrienta, causando que la temperatura de mi cuerpo aumentara de sobremanera.

Sin embargo, el fin tuvo que llegar y nos separamos cuando la falta de aire se hizo presente. Presionó su frente contra la mía y sonrió. Sentí como me ruborizaba mientras una risita se escapaba por mis labios. Nos quedamos así por un momento, permaneciendo muy juntos en silencio, simplemente disfrutando del momento.

— Y-Yo creo que debería... — dije, rompiendo el agradable silencio que nos había consumido.

— S-Sí, deberías... — se levantó, posicionándose nuevamente sobre el asiento de piloto, luciendo realmente nervioso. — Vamos, te acompaño hasta la puerta. — dijo, saliendo del auto.

Sonriendo como un tonto, lo imité y caminamos juntos hacia la puerta de la casa del abuelo, con pequeños roces entre nuestras manos y tímidas miradas de vez en cuando.

— Bueno, yo... me iré ahora. — dijo, rascando su nuca y sonriendo con nerviosismo. — Nos vemos. —  se despidió con su mano torpemente y empezó a caminar hacia su auto.

— Jungkook. — lo llamé. Se detuvo y dio media vuelta, mirándome. Corrí hacia él con una gran sonrisa en mi rostro, parando al encontrarme justo frente a él. Dejé un corto y rápido beso en sus labios antes de empezar a correr hacia la casa. — ¡Adiós, Jungkook! — grité, moviendo frenéticamente mi mano de forma infantil.

— A-Adiós, Tae. — fue lo último que escuché antes de adentrarme a mi hogar, soltando risitas nerviosas y dando saltitos emocionados.

Me dirigía a mi cuarto, pero un carraspeo proveniente de la sala de estar me hizo parar cuando estaba a punto de subir las escaleras. Mi abuelo leía el periódico tranquilamente, con la TV encendida a un volumen tan bajo que las noticias diarias se habían convertido en un murmuro inaudible. Dejó el periódico a un lado y me miró con una arrugada expresión curiosa en su rostro.

— ¿Cómo te fue hoy, hijo?

— Bien. — dije con indiferencia, retomando mi camino hacia las escaleras, sin mirarlo.

— Pareces muy feliz. — habló, causando que volviera a detenerme.

— No lo estoy, ¿quién diablos estaría feliz después de una cita con un maldito psicólogo?

Se quedó en silencio por un momento y luego exhaló con pesar, mirándome con ojos tristes y melancólicos. 

— Taehyung. — suplicó.

— ¿Sí? — respondí, apático.

— ¿Podríamos hablar un momento? — por fin lo miré, parecía rogarme con esa mirada afligida y acongojada. Mantuve mi expresión neutra, empezando a caminar nuevamente en dirección a mi habitación.

— Estoy muy ocupado.

Y me fui, dejando al anciano solo y con la palabra en la boca.










Me encontraba acostado boca arriba en mi cama, sin dejar de sonreír mientras tocaba una y otra vez mis labios con la yema de mis dedos. Estaba tan feliz que ni siquiera noté cuando Yongsun entró en la habitación, caminando con pasos silenciosos y sentándose sobre la cómoda.

— Te ves... muy feliz. — fue cuestión de unos segundos para que la sonrisa desapareciera de mi rostro al escucharla. Me senté sobre la cama, con las piernas cruzadas, y la miré con desprecio. — Y-Yo...

Bajó la mirada, fijándola en el piso. Movía los pies de adelante para atrás cual niña pequeña. La cómoda era demasiado alta para ella y sus piernas quedaban colgando. Bueno, todo era demasiado alto para Yongsun, quien difícilmente rozaba apenas el metro sesenta.

Por un muy corto momento, pensé que se veía adorable. Pero luego recordé que gracias a ella todos pensaban que estaba loco y gracias a ella tenía que seguir yendo con el jodido Dr. Lee, y ese pensamiento no tardó en desvanecerse.

— ¿Qué quieres, Yongsun? — pregunté, recostándome sobre la cabecera de la cama y cruzándome de brazos.

— Solo quería... preguntar cómo estabas. — levantó la mirada con temor, desviándola por completo cuando sus ojos se cruzaron con los míos, volviendo a posar su completa atención en el suelo.

— Estoy bien. Perfectamente bien. No necesito que finjas que te preocupas por mí. 

— Me preocupo por ti, Taehyung. No finjo, no digas eso. No...

— ¿No es cierto? — cuestioné, interrumpiéndola. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, recargándome sobre el marco de esta y señalando el pasillo con un movimiento de cabeza. — Vete, Yongsun. No necesito tu falsa compasión.

Con un pequeño salto, se bajó de la cómoda, apretando los dientes con fuerza y frunciendo el ceño. Se acercó a la puerta, deteniéndose cuando se encontraba frente a mí.

— Me preocupo por ti, Taehyung. Todos nos preocupamos por ti: Yo, el abuelo, ese chico, Jungkook... Incluso Jimin y Sooyoung aunque no lo demuestren. — tomó una gran bocanada de aire antes de seguir hablando, como si necesitara valor para decir otra palabra. Alzó el rostro, mirándome fijamente a los ojos, seguía con el ceño fruncido, pero ahora... estaba llorando. — No eres la única víctima aquí, Taehyung, así que no actúes como si lo fueras. — cerró con fuerza los ojos y su ceño pareció fruncirse aún más. Cuando volvió a mirarme, estalló en un llanto desconsolado. — ¡Y ya deja de ser un maldito idiota egoísta, Kim Taehyung! — gritó, estampando su dedo índice contra mi pecho. — ¡No eres el único! ¿Crees que esto no me afecta? ¡Yuna era una de mis mejores amigas! Tú... ¡Tú ni siquiera la conocías, mierda! — se limpió las lágrimas con su camiseta y salió de mi habitación, diciendo una última frase que se tatuaría en mi mente durante los próximos días antes de desaparecer por el pasillo. — No eres el único...










¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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