Capítulo 5
Caminaba con pasos rápidos y desesperados, acelerando aún más mi caminar cuando logré divisar el gran domicilio en la lejanía. Toqué la puerta varias veces, pero nadie respondió.
— ¿Jimin? ¿Yongsun? — cuestioné, nuevamente sin obtener respuesta.
¿Qué estaba pasando?
Abrí la puerta, extrañándome al notar que no tenía puesto cerrojo. Me adentré en el pulcro y desolado lugar, un inquietante escalofrío recorriendo mis extremidades ante el silencio que invadía la casa. Cerré la puerta tras de mí y empecé a caminar por el lugar, inspeccionando la gran sala con la mirada.
Ninguna señal de Yongsun.
Me dirigí hacia la cocina que, como era de esperar, estaba completamente desierta. Todo estaba limpio, pero no había nadie ahí. Hasta que mis ojos se encontraron con una copa de cristal que se encontraba sobre la mesa, llena hasta la mitad de un líquido carmesí oscuro.
Dudoso de si era una buena idea, me acerqué a la mesa con pasos lentos y titubeantes, tomando la copa entre mis manos, analizando el líquido que esta contenía. Parecía vino, pero tenía una consistencia algo espesa. Acerqué la copa hacia mi nariz, dejando que el olor del supuesto vino inundara mis fosas nasales. Abrí los ojos en demasía, dejando la copa sobre la mesa nuevamente y retrocediendo con miedo.
Eso no era vino.
Definitivamente no era vino.
Escuché pasos rápidos que se acercaban, como si alguien estuviera corriendo con desesperación hacia donde yo me encontraba, el sonido de los pasos chocando contra el suelo volviéndose más fuerte con el pasar de los segundos. El terror me invadió, ¿qué debía hacer? ¿Correr y esconderme? ¿Quedarme ahí y esperar a quién sea que se acercaba?
¿Permanecer y enfrentar las consecuencias?
¿O huir como un cobarde?
Necesitaba pensar, analizar cada opción.
Pero no había tiempo para pensar.
Me escondí detrás de la isla de la cocina, sentándome en el suelo y apoyando mi cabeza con fuerza contra la madera. Mi corazón latía demasiado rápido, cómo si intentase escapar de mi pecho, cada latido retumbando contra mis oídos.
Tenía miedo.
Yongsun había dicho que estaban pasando cosas malas.
¿Qué clase de cosas estaban sucediendo?
Pensé en llamar a Jungkook. Había llegado a la casa de los Park tomando un taxi, podría llamarlo y pasar la tarde con él. Olvidarme de todo lo que estaba sucediendo. Simplemente pasar un buen día con el pelinegro que siempre solía sacarme sonrisas. Reír con él, abrazarlo hasta que todas las cosas malas que sucedían dejaran de suceder. Escapar con él de todo el infierno que estaba por venir.
Quería hundirme entre sus brazos y negar todo lo que pasaba.
Porque él lograba hacer que me olvidara de todos mis problemas.
Pero entonces recordé porque había llegado a la casa de los Park en primer lugar.
Por Yongsun.
Así que no podía irme sin ella.
Alguien entró a la cocina, y no pude pensar en nada más que eso. Mis pensamientos se disolvieron y me concentré solamente en que había alguien más conmigo en aquella habitación.
Alguien más estaba ahí...
¿Sería Yongsun?
¿Sería Jimin?
¿Sooyoung?
¿Sería la otra amiga de Yongsun? ¿Cuál era su nombre... ?
Yuna. ¿Sería ella?
¿Sería... ?
No pude seguir pensando en eso, pues el sollozo de una chica llegando a mis oídos interrumpió entre mis pensamientos. Aún con terror, asomé mi cabeza levemente, observando a Yuna con los ojos sumidos en un carmesí intenso, lágrimas gruesas aún cayendo de estos y con su mano derecha cubriendo su boca, tal vez intentando callar su llanto.
Miró hacia todos lados, como si estuviera buscando algo, o como si se quisiera asegurar de que no había nadie más ahí.
Pareció tranquilizarse un poco, el alivio inundando su mirada cuando creyó que estaba sola.
Oh, pero no estaba sola.
Y no me refiero a mí cuando digo que ahí había alguien más, una tercera persona que se acercaba con pasos rápidos a la cocina.
Los ojos de Yuna se abrieron demasiado y su expresión se desfiguró gracias al miedo.
Salió de la cocina y miró algo en la lejanía, soltando un inquietante alarido y empezando a correr hacia la puerta principal. Volví a esconderme. Mis manos temblaban y una capa de sudor frío cubría mi frente, estaba aterrado.
¿Qué pudo haber visto Yuna como para haber gritado así?
Me estremecía de solo imaginarlo.
Escuché como la puerta era abierta y rápidamente cerrada con un golpe brusco que hizo eco por toda la sala.
Yuna se había ido.
Por un lado me sentía aliviado, por Yuna. Había salido, había escapado de lo que sea que la perseguía, estaba a salvo; pero por otro lado, no quería que hubiera escapado, porque se fue y eso solamente podía significar una cosa.
Dejó a Yongsun.
La dejó completamente sola ante quien fuera del que escapaba.
Y, por un pequeño momento, la odié.
Pero solo por unos escasos segundos, pues luego la posibilidad de que hubiera sido Yongsun la que dejó sola a Yuna pasó por mi mente.
Los pasos se acercaban, y un escalofrío recorrió toda mi anatomía cuando estos se detuvieron, tal vez en alguna parte de la sala. Escuché un gruñido, luego silencio, y finalmente los pasos rápidos que se dirigían hacia la puerta, abriéndola y cerrándola con gran velocidad.
Y luego, más silencio.
Salí de mi escondite, con los frenéticos latidos de mi corazón retumbando en mis oídos con tal intensidad que, por unos segundos, no fui capaz de escuchar nada más.
Mis piernas temblaban tanto que no fui capaz de evitar que unos cuantos tropezones se dieran mientras salía de la cocina.
Alguien estaba persiguiendo a Yuna.
No tenía ni la menor jodida idea de dónde podría estar Yongsun.
Había dejado a Jimin con la idea de vernos en una cafetería a pasar el rato juntos, cuando yo ni siquiera estaba ahí.
Lo único que deseaba en ese momento era estar con Jungkook.
Y yo estaba parado como un imbécil en medio de la sala de la casa de los Park, sin hacer nada al respecto.
Inhalé.
Exhalé.
Cerré mis ojos.
Conté hasta diez mentalmente.
Y, cuando por fin logré tranquilizarme, caminé hacia la puerta principal. Salí de la casa, y el sol que antes brillaba en el cielo ahora estaba escondido entre espesas nubes grises, dándome una sensación deprimente y siniestra que me hizo temblar.
Las calles estaban desiertas, solitarias y silenciosas, como si algo — o alguien. — hubiera arrasado con toda la población.
Me sentía como en un filme de horror.
Busque a Yuna con la mirada, no había ninguna señal de que hubiera pasado por ahí. Maldije en voz baja, dejando que un sentimiento de impotencia se dispersara por todo mi ser.
Yuna estaba en peligro y yo no hacía nada al respecto.
No podía hacer nada.
Pero, de repente, un grito desgarrador que logró helarme la sangre irrumpió entre el silencio.
Era Yuna.
Tardé unos segundos intentando adivinar de dónde provenía el alarido, hasta que por fin di con el lugar de origen.
El bosque.
La casa de los Park era enorme, y se encontraba en los límites de la ciudad, donde la zona urbana terminaba y el bosque comenzaba; y el patio de los Park solamente se encontraba separado del bosque por una inestable y vieja cerca de madera.
Se parecía a la casa del abuelo en ese aspecto, pues también se encontraba ubicada junto al bosque, solo que nosotros no teníamos patio.
Corrí hacia el patio, rodeando la casa con pasos largos y rápidos, estaba desesperado por encontrar a Yuna. Sentía que yo era el único capaz de evitar que algo le sucediera.
Porque no había nadie más ahí.
Solo estaba yo.
Salté la demacrada cerca, sorprendiéndome a mí mismo después de hacerlo, y entré al bosque.
Recordé el sueño que tuve tiempo atrás, en el que, en ese mismo bosque, veía morir a alguien importante para mí, y el miedo me invadió.
Otro grito, no era un grito por miedo, sino uno de dolor. Sonaba como si la voz desgarrara la garganta de Yuna al salir, su grito llegando a mis oídos como mil agujas clavándose en ellos. Era tan intenso el sufrimiento impregnado en ese alarido, que incluso yo sentí dolor.
Dolor.
Habían atacado a Yuna.
Corrí con toda la velocidad que mis delgadas piernas me permitían, empezando a sentirme culpable por lo que fuera que le hubiera sucedido a Yuna, porque, si tal vez me hubiera apresurado, habría podido evitarlo.
Aún sigo pensando que pude haberlo evitado...
Entonces, la encontré.
Nunca podré sacar aquella escena de mi cabeza.
Yuna estaba acostada junto a un árbol, con una expresión de dolor absoluto en su rostro, sus mejillas cubiertas en lágrimas y sus ojos abiertos en agonía.
Yuna era linda.
Ahora toda esa belleza era reemplazada por el dolor.
Había un hombre sobre ella. Era alto, con el cabello negro y largo , y el rostro escondido entre la curvatura del cuello de Yuna.
Su cuello... estaba cubierto de sangre.
El hombre cubría con su mano la boca de Yuna, tal vez intentando amortiguar los gritos de la chica. La sangre caía lentamente por su cuello, derramándose por su ropa y tiñéndola de carmesí por completo.
La escena era simplemente horrible.
El hombre se separó de Yuna levemente, pasando su lengua por su cuello escarlata, limpiando la sangre que se encontraba en esa parte. Entonces vi como lentamente los ojos de Yuna se iban apagando, como su expresión perdía vitalidad, como ella se quedaba sin vida.
No podía asimilar lo que mis ojos veían.
Yuna...
Yuna estaba muerta.
Pero el verdadero pavor llegó cuando aquel hombre se volteó y, aún sobre el cuerpo sin vida de Yuna, me miró directamente a los ojos. Esa mirada carente de empatía, esas orbes completamente rojas, esos labios bañados en sangre...
Sólo pude pensar una cosa.
Estoy muerto.
Él sonrió.
Y mi corazón dejó de latir con normalidad cuando vi dos colmillos que sobresalían en su dentadura, de los cuales seguía goteando sangre.
No era cierto.
No podía ser cierto.
Huí, huí lo más rápido que pude, porque mi vida dependía de ello.
Sentía que moriría en cualquier momento, que ese monstruo me alcanzaría cuando menos me lo esperara y que me haría lo mismo que le hizo a Yuna.
Ya podía sentir los colmillos clavándose en mi piel.
Ya podía sentir el dolor.
No escuchaba pasos detrás de mí, pero aún así no deje de correr. No quería arriesgarme, mis pies se movían solos, siendo guiados por el miedo.
Ni siquiera me di cuenta cuando llegué a la casa de los Park.
No lo pensé dos veces y entré con desesperación, cerrando la puerta de golpe y adentrándome al baño, poniéndole cerrojo a la puerta, apoyando mi cabeza contra los azulejos e intentando calmarme.
Pero ¿cómo mierda podías calmarte después de haber visto morir a alguien?
La puerta principal fue abierta y escuché como alguien caminaba por la sala.
Es él, pensé, el hombre del bosque...
Permanecí en silencio, sintiendo como en mis ojos se empezaba a acumular el agua con rapidez y solo bastaron unos cuantos segundos para que me encontrara llorando de forma desconsolada, intentando débilmente callarlo escondiendo mi cabeza entre mis piernas.
Vi mi muerte llegar cuando intentaron abrir la puerta, prosiguiendo a tocarla repetidas veces al notar que estaba cerrada.
Estaba perdido.
Estaba tan jodidamente perdido.
Debía esconderme, pero ¿dónde?
Entonces, una idea iluminó mi mente.
La ducha. Podría esconderme ahí.
Era un escondite terrible, me encontraría de todas maneras, pero ya no tenía opciones en ese momento.
Así que, con pasos temblorosos, me acerqué a la ducha. La cortina era azul, con algunos pececitos naranjas y verdes decorando el plástico. Debía quitarla de mi camino, si entraba sin quitarla, haría demasiado ruido y me delataría ante quienquiera que estuviera afuera. Con lentitud y movimientos sumamente cuidadosos, empecé a correr la cortina, con el intenso toqueteo de la puerta retumbando en mis oídos, presionándome cada vez más con cada golpe que se producía en la madera.
Si hacía ruido, era mi fin.
Cerré los ojos un momento y respiré profundamente, intentado calmar el incesante latido de mi corazón, sin éxito alguno.
Abrí los ojos y deseé que todo fuera una pesadilla, que no fuera real, que nada de eso estuviera pasando. Yo no debería estar ahí, mierda. Debería estar en el jodido Ice Cream Cake, tragando una jodida magdalena, con Jimin, mientras lo veía suplicando por mi jodido perdón.
Eso no debería estar pasando.
De pronto, empecé a sentirme realmente mal. Unas intensas ganas de vomitar acompañadas de un punzante dolor extendiéndose por mi pecho. Sentí que iba a morir en cualquier momento, que mis piernas no soportaría más y que caería al suelo.
La ducha se encontraba bañada en sangre. Las paredes, el suelo, todo era cubierto por ese inquietante líquido rojizo que me daba escalofríos.
— ¡Oh, mierda! — no pude evitar gritar entre sollozos, cubriendo mi boca al instante al darme cuenta del error que había cometido. Estaba muerto, Dios, estaba tan muerto. — ¡¿Sabes qué?! — grité, con las pocas fuerzas que me quedaban, sollozando sonoramente después. — ¡Entra y mátame! ¡Ya no me importa! Ya no... — sentí un peso sobre mí, mi vista se volvió borrosa y un extraño temblor llegó a mis piernas. — me importa.
— ¿Taehyung? — escuché con dificultad a Jimin tras la puerta. — ¡Taehyung! ¡¿Estás bien?! — intentó abrir la puerta, sin resultado. Todo se sumió en un completo silencio por unos segundos, y luego hubo un fuerte golpe en la madera.
Después otro, más fuerte que el anterior.
Luego otro, hasta que finalmente la puerta se abrió, dejando que Jimin se adentrara al baño.
Me acerqué a él, hundiendo mi rostro en su pecho, refugiándome entre sus brazos, como un animal asustadizo que se esconde de un depredador.
— Tengo miedo. — sollocé, soltando un quejido de dolor después. — Tengo miedo, Jimin, demasiado.
— Tranquilo, todo está bien. Cálmate. — acarició mi cabello, tomándome entre sus brazos y haciéndome sentir seguro por un momento.
Pero luego una corriente de dolor me recorrió por completo y la imagen del cuerpo sin vida de Yuna invadió mi mente.
Me alejé de Jimin con brusquedad, mis manos temblaban y mis piernas también, demasiado. Sentía pavor, el asesino de Yuna seguía allá afuera, libre, esperándome.
Me mataría, se alimentaría de mí, se desharía de mi vida en una abrir y cerrar de ojos, como si fuera el ser más insignificante, como si mi vida no fuera nada.
Nada, mi vida no importaba.
— Nada está bien. N-Nada está bien. — tartamudeé. — Y-Yuna...
— ¿Yuna? ¿Qué sucede con ella? — intentó acercarse a mí, pero retrocedí.
— Yuna está muerta. — sus ojos se abrieron de golpe. — Y yo la vi morir.
¡Nos leemos luego!
— Noduru.
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