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Capítulo 4


Pasaron días, semanas tal vez, en las que nada sucedió.

Jungkook estaba muy ocupado con la universidad, ni una señal de Jimin y Lisa... a ese punto ni siquiera estaba seguro de que si nos volveríamos a ver alguna vez.

Solamente me dedicaba noches enteras a pensar ella chica de mi sueño. Su rostro me acechaba, persiguiéndome a cualquier lado al que iba. Sentía sus ojos de serpiente sobre mí todo el tiempo, su demoníaca mirada quemándome la nuca. Me sentía vigilado.

Me sentía acorralado.

La veía en todos lados, la silueta de una hermosa mujer con grandes alas negras que me miraba desde las sombras.

¿Era real, o simplemente estaba volviéndome loco?

Era un miércoles por la tarde, una pequeña llovizna caía mientras yo seguía caminando sin rumbo alguno por las desoladas calles de Ulsan. Yongsun había ido nuevamente a la casa de los Park, pero esta vez decidí no acompañarla, ya que algo dentro de mí se estremecía ante la simple idea de volver a ver a Jimin.

Miraba mis pies, viendo los charcos de agua que empezaban a formarse gracias a la lluvia, poco interesado en lo que sucedía a mi alrededor.

Tal vez fue por eso que no noté que una chica caminaba igual o más distraída que yo y que venía hacia mí, siendo incapaz de evitar que ambos choquemos.

— L-Lo siento, no te vi. — se disculpó, acomodando sus lentes y bajando la mirada, avergonzada.

— Oh, no, no. Fue mi culpa, lo lamento. — sonreí. — Estoy un poco distraído. — dije, riendo levemente.

La chica soltó una pequeña risa y levantó su mirada, mirándome a los ojos directamente. Sus ojos se abrieron e incluso podría decir que brillaron un poco, tal vez solo fue un reflejo en el cristal de sus lentes, no lo sé, pero se veía sorprendida al verme por alguna razón.

— ¿Nos conocemos? — preguntó.

— No lo creo, me mudé aquí hace poco y no recuerdo haberte visto.

— Tu rostro se me hace... familiar. — se quitó los lentes y empezó a limpiar con la manga de su abrigo gotas de agua que la lluvia había dejado en ellos. Sonrió. — Debe ser mi imaginación.

— Supongo.

— ¿Cómo te llamas? — cuestionó, volviendo a ponerse sus lentes.

— Taehyung. Kim Taehyung.

— Taehyung... — miró sus manos, sonriendo de forma extraña. — Es un lindo nombre.

— Gracias, ¿cuál es el tuyo?

— ¿Ah? — volvió a mirarme.

— ¿Cómo te llamas?

— Yuqi. — dio un paso hacia mí. — Song Yuqi a tu servicio. — dijo, haciendo una reverencia.

Sacó del bolso color mostaza que colgaba en su hombro un pedazo de papel y un bolígrafo, empezando a escribir rápidamente en el papel para luego entregármelo y empezar a alejarse lentamente.

Era un número telefónico.

Su número telefónico.

— Un gusto conocerte, Kim Taehyung. — dicho esto, se fue, desapareciendo de mi campo visual.

Suspiré, mirando nuevamente el papel y guardándolo en el bolsillo de mi pantalón, empezando a caminar sin rumbo alguno otra vez.











Ni siquiera noté cuando la noche llegó. La ciudad era adornada por bellas luces que le daban al ambiente una sensación viva y alegre. Las calles empezaron a llenarse de gente, cientos de personas simplemente disfrutando de la noche. Me detuve en medio de la calle.

¿Ahora qué?

Empecé a considerar la opción de volver a casa, dando media vuelta, dispuesto a volver a mi hogar, pero hubo algo que llamó mi atención e impidió que me fuera.

Una chica con el cabello recogido y un vestido negro con mangas que corría con desesperación. La seguí con la mirada, viendo como se adentraba en un bar. Lisa, era ella. Usaba la misma vestimenta que usó aquel día, cuando la encontré saliendo de la iglesia.

La misma apariencia de niña buena y religiosa...

Una niña buena y religiosa que ahora estaba en un bar.

Tomé una gran bocanada de aire antes de empezar a caminar hacia aquel lugar. Mis pies se movían solos hacia el bar, algo dentro de mi quería ver a Lisa. Verla de nuevo, una vez más.

Apenas puse un pie dentro del bar, el olor a alcohol inundó mis fosas nasales. Un sentimiento desagradable me invadió al verme sumido en ese mar de adolescentes hormonales, el deseo de salir de ahí volviéndose la opción más racional.

Pero la racionalidad no importaba.

Importaba encontrar a Lisa.

La busqué con la mirada, la encontré en un rincón apartado de la gran masa de gente, hablando con otro chico, quien la miraba con los brazos cruzados mientras parecía regañarla y ella solo bajaba la mirada cual niño pequeño que recibe un sermón de su madre.

Tras darle una última mirada de desaprobación, el chico puso los ojos en blanco y le entregó una mochila negra. Ella sonrió en demasía y empezó a caminar lejos del chico, volviendo a desaparecer entre la gran cantidad de gente.

Me escabullí entre las personas que bailaban animadamente, volviendo a buscarla con la mirada por todos lados. Empezaba a darme por vencido cuando la divisé entrando a una habitación. La seguí, entrando por la misma puerta que ella había atravesado cuando nadie me veía. Un gran pasillo oscuro se encontraba frente a mí con varias puertas a los lados.

Había demasiadas puertas.

Demasiadas opciones.

Demasiadas posibilidades.

Me armé de valor para dar un paso hacia el frente, luego otro y otro más.

Y pronto me encontraba caminando sigilosamente entre la oscuridad, deteniéndome por unos segundos ante cada puerta, siguiendo mi camino al convencerme de que Lisa no estaría tras esa puerta de madera, salvando inconscientemente de la vergonzosa situación de tocar la puerta equivocada.

Hasta que una puerta llamó mi atención.

Se encontraba entreabierta, con una tenue luz colándose por la pequeña abertura.

¿Estaría ahí?

Me asomé levemente. Era una habitación muy sencilla y simple. Demasiado simple, a mí parecer. Una cama pequeña, cortinas viejas, una televisión antigua encendida en algún canal de farándula y un sucio espejo colgado en la pared.

La mochila que el tipo le había entregado a Lisa estaba tirada en el piso, con todo su contenido esparcido por el suelo. El vestido negro ahora se encontraba sobre la cama, junto al lazo que antes agarraba su cabello y la cadena con el crucifijo que antes adornaba su cuello.

Lisa se encontraba parada frente al espejo, con un jean desgarrado en la parte de las piernas, unas botas negras con plataformas altas y...

Mi rostro se tornó rojo al instante, me alejé de la puerta y me apoyé en la pared. Sentí como la temperatura en mi cuerpo aumentaba de sobremanera y mi respiración se volvía irregular.

Lisa sólo llevaba puesto un sujetador negro, nada más cubría su torso.

Puse una mano en mi pecho, intentando calmarme. No era para tanto, solo había visto a una chica casi semi-desnuda.

Casi.

No era para tanto.

Mi respiración volvió a la normalidad, pero el color carmín no desaparecía de mi rostro. Suspiré de forma pesada y miré el techo mientras me deslizaba por la pared, me senté en el suelo y escondí mi enrojecido rostro entre mis manos. Escuché la puerta ser abierta, el rechinido haciendo eco por todo el pasillo. Levanté la mirada, viendo a Lisa salir de la habitación. Ella paró en seco al verme, lucía confundida y asombrada.

— ¿Taehyung?

— L-Lisa.

— ¿Qué haces aquí?

— Yo... — me levanté del suelo y carraspeé. — Sólo quería salir y divertirme, creo. Te vi y quería, no sé, hablar contigo.

No dijo nada, sólo se quedó callada, mirándome, perpleja. Abrió levemente la boca, cerrándola al instante antes de que siquiera salieran las palabras. Otra puerta fue abierta detrás de mí. Lisa miró por sobre mi hombro y yo me volteé. Era la chico que le entregó la mochila.

— Apresúrate, sólo te esperamos a ti. — dijo, con voz grave y autoritaria.

— Sí, ya voy. — respondió ella y el chico se fue, no muy convencido, cerrando la puerta tras de sí, dejándonos completamente solos otra vez. Ella me miró. — Tengo que irme. Nos vemos luego. — puso una mano sobre mi hombro. — Disfruta del show, Taehyung. — sonrió y empezó a alejarse.

¿Show?

Confundido, miré cómo desaparecía tras la puerta. Corrí por el pasillo, saliendo de ese oscuro lugar, volviendo a mezclarme entre la gente. Una luminosa luz alumbró el escenario, dónde varios instrumentos ya se encontraban preparados. 

Había estado tan concentrado en encontrar a Lisa que ni siquiera había notado que el bar tenía un escenario.

El silencio reinó el lugar por unos segundos, hasta que varias personas subieron al escenario y el bar se llenó de gritos eufóricos y silbidos.

— ¡Buenas noches, Ulsan! — gritó un chico, tomando el micrófono y causando que los gritos de la multitud aumentaran.

Cada uno se posicionó en un instrumento y no tardaron en empezar a tocar. Algunas canciones de My Chemical Romance, Gorillaz, Bring Me The Horizon, Pierce The Veil y otras que no reconocí, asumo que eran originales.

Eran muy buenos.

Lisa estaba ocupándose de la guitarra, la forma en la que sus delicados dedos se movían sobre las cuerdas con tal agilidad era sorprendente. Entonces recordé el día en el que la conocí.

Me había dicho que tocaba en un grupo.

Dead Roses.

Ellos eran Dead Roses.

Era increíble.

De pronto, el tiempo dejó e importar. Escucharlos, sentir la adrenalina, la música correr por mis venas... Se sentía asombroso. No pude evitar sonreír como un niño pequeño.

Después de varias canciones más, agradecieron al público y se retiraron.

Corrí como un niño emocionado hacia dónde se encontraba la agrupación, parándome frente a Lisa y empezando a dar pequeños saltos.

— ¿Qué tal estuve? — preguntó, con una sonrisa.

— ¡Eres genial!

— ¿Te gustó? — su sonrisa se amplió.

— ¡Fuiste un éxito! Fueron un éxito. — sonreí aún más.

— Gracias. — rió levemente. — Es... extraño que estés aquí. — bajó la mirada.

— Sólo fue una casualidad. Aunque es lindo volver a verte.

— Sí, yo... quería volver a verte. — rascó su nuca con nerviosismo. — Es sólo que me sentí avergonzada desde... — silencio.

Decidí hablar.

— ¿Desde que te vi ese día, saliendo de la iglesia?

— Sí... no se lo digas a nadie, por favor. — rogó en un susurro, suplicándome con la mirada.

— No se lo diré a nadie, tranquila. — sonreí. — Será nuestro secreto, ¿bien?










Cerré con cuidado la puerta de mí habitación, caminando con pasos lentos hacia mi cama. Había pasado el resto de la noche hablando con Lisa sobre nuestras vidas, sobre música o sobre otros temas banales sin real importancia. Cuando noté que el tiempo se me había escapado por completo de las manos, me despedí y volví a casa.

Miré un extraño bulto que se elevaba bajo las sábanas y sonreí con ternura.

Debía ser aquel felino, que hace semanas que se colaba cada noche por mi ventana y que dormía junto a mí. Era lindo dormir con un adorable gato blanco entre mis brazos y despertar con un tierno maullido cada mañana.

Tomé las sábanas y las retiré con suavidad, con miedo de que, ante algún movimiento brusco, el gato se asustara o hiciera demasiado ruido. Extrañado, miré que no había ningún gato en realidad y que el extraño bulto había sido una almohada.

Recogí la almohada, dispuesto a acomodarla en el lugar que correspondía, notando algo húmedo bajo esta y un olor putrefacto que provenía no solo de la almohada, sino de la cama en general.

Confundido, dirigí mi vista hacia la cama, y rápidamente sentí como la bilis amenazaba con subir por mi garganta, acompañada de arcadas y una expresión de asco asentándose en mi rostro.

Era una rata.

Una rata muerta.

Miré el otro lado de la almohada, el que se encontraba húmedo, con algo de miedo de qué podría encontrar ahí.

— ¡Mierda! — exclamé, tirando la almohada ensangrentada al suelo, corriendo hacia la ventana cuando el olor horrendo se intensificó, volviéndose insoportable y causando que abriera esta con desesperación, sacando por completo mi cabeza, respirando al fin aire fresco.

Escuché cómo abrían la puerta y encendía la luz. Me volteé, encontrando a Yongsun con una expresión somnolienta mientras tallaba su ojo con el dorso de su mano.

— Tae, ¿qué sucede? — dijo, con tono cansado, frunciendo el ceño cuando detectó el olor y soltando un alarido cuando vio a la rata.

Nos deshicimos de las sábanas sucias y del animal muerto, tirándolo a la basura con repulsión mientras cubríamos nuestras narices.

Mi cama parecía una escena del crimen.

Y, muy probablemente, el gato había sido el asesino.

Todo había quedado limpio, pero el asqueroso olor se había quedado en mi habitación.

Ese día, además de dormir en la sala, me prometí no volver a dejar que animales callejeros entraran a mi habitación.

Nunca más.

No quería volver a tener otro regalo así bajo mi almohada.











Me encontraba caminando por la ciudad. Era muy temprano aún. La cálida mañana de un sábado. Hacía calor y el clima era espectacular, pero ahí me encontraba yo, merodeando por Ulsan, completamente solo. Estaba a punto de llamar a Jungkook para pasar el día juntos cuando mi celular empezó a vibrar. Lo tomé y miré el nombre que se encontraba en la pantalla, suspiré pesadamente al ver de quien se trataba.

Me armé de valor antes de contestar.

— Hey, Jimin. — dije, algo indiferente, sorprendiéndome a mí mismo por la dureza de mis palabras.

— Taehyung. Creí... creí que no contestarías. — sonó aliviado. —Yo quiero... disculparme contigo. Lamento mi actitud tonta e incompetente ese día.

— ¿No podías disculparte antes? ¡Han pasado semanas! — exploté en un grito lleno, perdiendo el control por completo y llamando la atención de algunas personas que pasaban por ahí.

— L-Lo siento... — bufé, molesto. — En serio lo lamento, te lo recompensaré.

— ¿Recompensarme?

— Sí, ¿qué tal si — le dio un largo sorbo a algo. Agua, imaginé. Escuché claramente cómo el líquido pasaba por su garganta. — salimos? Te enseño la ciudad. Salgamos. Hoy mismo. Juntos.

Juntos.

Esa palabra logró estremecerme.

— No lo sé, estoy muy ocupado y...

— Por favor. — suplicó.

— Bien. — dije, después de dudarlo por algunos segundos, aún no muy convencido. — Salgamos.

— Genial. — dijo, con tono alegre y emocionado. — ¿Dónde nos vemos?

Miré a mi alrededor, encontrando una gran cafetería a unos metros de donde me encontraba.

— En Ice Cream Cake. — dije, mirando mi reloj de mano. — Te doy veinte minutos, si no llegas me iré.

— Bien. — dijo, decidido. — Estaré ahí en la mitad del tiempo.

— Lo que digas. Nos vemos. — finalicé, terminando la llamada.

Apreté el celular contra mi pecho y sonreí con emoción.

Jimin quería disculparse conmigo.

Y me enseñaría la ciudad.

Era como un sueño.

Lastimosamente, no tardaría en convertirse en una total pesadilla.

Empecé a caminar con pasos extasiados hacia la cafetería, adentrándome en el lugar y siendo recibido por el agradable aroma de centenares de postres. Me senté en una mesa junto a la ventana, jugueteando nerviosamente con mis dedos a la espera de Jimin.

Pero la sonrisa en mi rostro desapareció por completo cuando mi celular comenzó a vibrar nuevamente. Fastidiado, respondí a la llamada.

— ¿Qué pasa, Yongsun?

Silencio, sólo hubo eso.

Un silencio sepulcral.

— ¿Yongsun?

— Taehyung. — dijo en un susurro, un susurro quebradizo y asustado. No me hizo falta verla para saber que estaba llorando. — Están pasando cosas malas, Taehyung.

— ¿Qué sucede? ¿Dónde estás?

Y fue ahí, en ese instante, cuando supe que algo realmente malo estaba pasando.

— En la casa de los Park.

Solamente pude esperar lo peor.









¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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