
Capítulo 3
Ulsan era realmente una ciudad hermosa.
Brillantes luces adornaban las calles, en las que cientos de personas circulaban, disfrutando de la noche.
Miraba el paisaje a través de la ventana del auto de Jungkook, con emoción cual niño pequeño, los ojos abiertos en demasía y una gran sonrisa en mi rostro.
— Te ves adorable. — dijo él, sin quitar su vista del camino. Mi sonrisa se amplió.
— ¡Este lugar es increíble! — dije, soltando cada palabra con inmensa emoción desbordando por mis belfos. — ¿Qué es eso? — cuestioné, mirando una gran edificación que se elevaba a unos metros de nosotros. Grandes campanas y una enorme cruz de madera adornaban la construcción.
— Oh, es la iglesia más importante de Ulsan. — vi cómo nos acercábamos a la iglesia. Había una gran estatua de la virgen María en la entrada, se veía vieja y deteriorada. Aún a esa distancia pude notar las grietas que se esparcían por toda su anatomía de cerámica, siendo una que pasaba exactamente por la mitad de su rostro la que llamó más mi atención.
Personas vestidas con trajes elegantes empezaron a salir de la iglesia, al parecer la misa había llegado a su fin, aunque hubo una chica entre la multitud que se robó mi atención por completo.
Lisa.
Se veía tan distinta ahora, con un vestido negro con mangas que le llegaba un poco más abajo de la rodilla, su cabello dorado era agarrado por un lazo negro y caía como un río por su espalda y una pequeña cadena con un crucifijo se encontraba alrededor de su cuello. Ni una gota de esmalte sobre sus uñas, ni una pizca de maquillaje sobre su rostro, solamente su belleza natural.
Se veía cómo la típica chica católica que cantaría en el coro de una iglesia.
Era absurdamente hermoso.
— ¿Tae?¿Pasó algo? — Jungkook me miró, algo preocupado. — Permaneciste embobado, viendo algo, ¿acaso la iglesia es tan bonita? — bromeó.
— S-Sí, es muy linda. — mentí, reincorporándome en el asiento de copiloto. Carraspeé. — ¿Adónde me llevarás, Jungkook?
— Creí que tendrías hambre, así que iremos a una cafetería en el centro de la ciudad que me encanta y luego simplemente caminaremos por la ciudad. La mejor versión de Ulsan se ve en la noche. — dijo, sonriendo.
— ¿No me habías dicho que este lugar no atraía turistas? — alcé una ceja mientras lo veía con una sonrisa en mi rostro.
— Siempre es lo mismo, gente extranjera aburrida y tonta, tú eres diferente.
— ¿Soy diferente? — cuestioné, riendo.
— Sí, eres... no lo sé, especial.
Mi rostro se tornó, en unos cuantos segundos, completamente rojo.
Empecé a jugar nerviosamente con mis dedos, evitando mirar a Jungkook.
Se sentía lindo que alguien te considere especial.
El auto se detuvo. Sweet, sweet coffee se leía con letras rosas y luminosas. Bajamos de vehículo y nos dirigimos hacia la cafetería. Una gran variedad de postres de todos los tamaños y formas se veían exhibidos en la vitrina. Mi estómago empezó a hacer ruidos extraños y a retorcerse, realmente estaba hambriento y todo ahí se veía delicioso.
Entramos al establecimiento y el sonido de una pequeña campana sobre la puerta anunció nuestra llegada. El lugar se veía vacío, unas cuantas personas por aquí y por allá, pero nada más. Suspiré, caminando junto a Jungkook hacia el mostrador. Rollos de canela, trufas, pastelillos y magdalenas se posaban sobre la mesa, perfectamente decorados con crema y corazones de dulce. Alcé la mirada hacia la cartelera de precios y mis ojos se abrieron de golpe.
Todo era muy costoso.
— Pide lo que quieras. — dijo Jungkook, mirándome con una linda sonrisa dibujándose en sus labios.
— ¿Qué? Pero todo es demasiado costoso, no deberías...
— Hoy recibí mi sueldo del restaurante en el que trabajo. Es el restaurante más visitado de la ciudad, solamente va gente de "alta clase". — dijo, haciendo comillas con sus dedos. — Así que el sueldo no es malo. — se encogió de hombros. — Me pagan bien, puedo darme algunos lujos de vez en cuando.
— Pero...
— Descuida, pide lo que quieras.
— Y-Yo... — no sabía qué decir, así que solamente sonreí y lo abracé, enredando mis brazos alrededor de su cuello. — Gracias, Jungkook.
— No es para tanto. — dijo, riendo, mientras pasaba sus brazos alrededor de mi cintura. — Te daré una jodida magdalena, no es nada. — acarició mi cabello suavemente, causando que una agradable sensación de invadiera.
— Igualmente. — susurré, cerca de su oído. — Gracias.
Caminábamos por las concurridas calles de Ulsan. Jungkook sostenía un amargo café en su mano derecha, mientras que su otra mano sostenía en un agarre firme la mía.
Me gustaba tomar su mano.
El toque era suave y electrizante.
Me encantaba esa sensación.
— La ciudad es muy linda. — dije, dándole una gran mordisco a la magdalena que Jungkook me había comprado. Estaba deliciosa.
— Sí, — lo miré, sus ojos estaban fijos en mi. — muy lindo.
— ¿Lindo?
— Linda. — carraspeó, corrigiéndose a si mismo y mirando hacia el frente. — La ciudad, es muy linda. — aceleró su paso de forma nerviosa. No pude evitar reír.
Así pasó el tiempo, entre risas y coqueteos absurdos mientras disfrutábamos de la gran vista que nos ofrecía Ulsan. Él no había soltado mi mano, en ningún momento, lo que ocasionó que esa gran sonrisa nunca se borrara de mis labios.
Pero llegó el momento de dejar de reír.
Detuve mi caminar, causando que la mirada confusa de Jungkook se posara sobre mí. Me jaló suavemente, diciéndome a través de su mirada "Hey, ¿qué sucede? Vamos ", pero yo no me movía, mis pies se habían quedado pegados al suelo mientras la veía frente a mi.
Su presencia me había congelado.
Lisa.
Se encontraba ahora frente a mí, con su apariencia de niña buena y religiosa y con sus ojos muy abiertos. Se miró a sí misma y noté un pequeño sonrojo asomarse por sus mejillas, orejas y cuello mientras bajaba su mirada. ¿Acaso le avergonzaba verse así frente a mi? ¿O simplemente le avergonzaba verme?
— Taehyung, vamos. — dijo Jungkook.
— Ah, sí. — empecé a caminar nuevamente, concentrando mi atención completa en el suelo, evitando mirar a Lisa. Sentí su mirada pesada sobre mí, ¿debía saludarla? ¿Decir algo? ¿Solamente sonreír y alejarme?
El tiempo se volvió más lento, deteniéndose poco a poco, el mundo dejando de girar justo cuando Lisa pasó junto a mí. Nuestros hombros chocaron levemente, pero ninguno se detuvo, solamente seguimos nuestros caminos, ignorando por completo la presencia del otro.
Como si no nos conociéramos.
Como si no existiéramos.
— Bueno, — dijo Jungkook, carraspeando e intentando llamar mi atención. — ¿ahora qué quieres hacer? — lo miré, una gran sonrisa se asentó en sus labios.
— No lo sé... ¿no es muy tarde ya? Debería volver a casa. — sentí como el agarre de su mano se intensificó.
— Todavía es muy tarde para irse, Kim. — una sonrisa ladina se pudo apreciar sobre sus rojizos labios. — Tengo una idea. Quiero enseñarte algo. — su sonrisa se amplió.
— ¿Qué planeas, Jeon? —pregunté, sonriendo y levantando una ceja. Soltó mi mano y pasó su brazo alrededor de mi cuello, abrazándome por los hombros y empezando a guiarme hacia un destino desconocido.
Un destino desconocido que me emocionaba conocer.
Regresamos al auto, me acomodé en el asiento de copiloto y miré como Jungkook encendía el vehículo. Antes de arrancar el auto, puso una mano sobre mi hombro, causando que lo mirara y que nuestros ojos se encontraran. Sonreí.
— ¿Listo? — preguntó.
— Listo. — respondí, sin poder dejar de sonreír.
No sabía a dónde íbamos y sinceramente no me importaba. Me encontraba completamente hipnotizado, mirando a Jungkook cantar una canción aleatoria que pasaba por la radio mientras usaba su mano derecha como si fuera un micrófono, admirándolo como si fuera una obra de arte exhibida en un museo o algo así.
Su rostro se tornó rojo cuando notó mi fija mirada sobre él, dejando de cantar para empezar a reír nerviosamente.
— Deja de mirarme así... — dijo, deteniendo el auto frente a un semáforo en rojo y procediendo a rascar su nuca mientras bajaba la mirada, avergonzado.
— ¿Por qué? — cuestioné, sin salir del trance.
— Es... vergonzoso.
— Cantas hermoso.
El color rojizo en sus mejillas aumentó de sobremanera, causando que una sonrisa se formara en mi rostro cuando su mirada se posó en la ventana, probablemente evitando la mía.
Fue ahí cuando noté algo.
— E-Eso no es cierto.
Su tartamudeo, su rostro enrojecido, sus ojos sumidos en vergüenza mientras evitaba mi mirada...
— Claro que sí, tu voz es muy linda. — me acerqué con lentitud hacia él, viendo como la sorpresa inundaba su mirada cuando mi mano pasó suavemente por su muslo. — Muy linda... — susurré despacio, acercándome a él más y más.
Él tenía poder sobre mi, con una sonrisa podía hacerme temblar, con un simple toque causaba que me estremeciera, que me deshiciera suavemente cuando acariciaba mi cabello.
Pero ahora el poder era mío. Ahora él se derretía suavemente ante mí.
— T-Taehyung...
Pasé mi mano por su pecho sintiendo el incesante latir de su corazón, mientras mi otra mano seguía sobre su muslo, dando suaves caricias con mi pulgar.
— Canta de nuevo. — pedí en un susurro.
— ¿Q-Qué?
— Quiero escuchar tu voz. — acerqué más mi rostro, encontrándome a pocos centímetros de él, a pocos centímetros de sus labios. — Escuchar tu voz, una vez más.
Ver sus ojos abiertos en demasía, sus delicados labios entreabiertos, sus mejillas tan rojas como la sangre, causaba que un sentimiento extraño e inefable consumiera mi pecho satisfactoriamente. Mi mano dejó su pecho para pasar a su sonrojada mejilla, acariciando suavemente esta, sintiendo como él empezaba a temblar.
Cerró sus ojos.
Reí levemente mientras regresaba a mi asiento, riendo aún más fuerte al ver la expresión de confusión que se asentó en su rostro.
— ¿Qué esperabas? ¿Qué te besara? ¿Por eso cerraste tus ojos, pequeño tomatito? — me burlé de él, tocando la punta de su nariz.
— No puede ser. — echó su cabeza hacia atrás, empezando a reír. — ¿Jugaste conmigo, Kim?
— Es posible. — respondí con prepotencia.
Ambos reímos. El semáforo se tornó verde y el auto empezó a moverse nuevamente. Miré el reloj que Jungkook tenía en su muñeca, eran las dos de la mañana. Suspiré y apoyé mi frente en la ventana. Conforme el tiempo pasaba, la cantidad de autos se volvía menor y el ambiente urbano se convertía en un lindo y natural sitio rural.
— ¿A dónde me llevas, Jeon?
— Es una sorpresa.
— ¿Planeas secuestrarme?
— Probablemente.
Volví a reír, mirándolo con ambas cejas levantadas.
— Así que vas a secuestrarme...
Me recargué en la ventana, recostándome sobre la puerta, cerrando lentamente mis ojos y cayendo a los brazos de Morfeo en poco tiempo.
Oscuridad.
Todo se vio sumido en una espesa e inquietante oscuridad.
¿Estaba soñando?
De pronto, una blanquecina y luminosa luz apareció en la lejanía. La curiosidad me consumía, así que empecé a correr tras ella como si mi vida dependiera de ello, viendo como esta se alejaba rápidamente. No pasó mucho tiempo para que la desesperación empezara a invadirme. Aceleré mi paso, pero no sirvió de nada, pues la pequeña luz se alejaba con más velocidad aún.
¿Acaso huía de mi?
Pero, cuando por fin lograba acercarme mínimamente a la luz, sentí un fuerte golpe en mi nuca que causó que todo volviera a sumirse en la completa oscuridad.
De súbito, me encontraba en una habitación desconocida, recostado sobre una cama, con mi cabeza sobre una suave y perfectamente acomodada almohada y con mi tembloroso cuerpo sobre blanquecinas y limpias sábanas. Intenté levantarme, pero algo me lo impedía, alguna clase de fuerza invisible que no me permitía salir de aquella habitación. La puerta se abrió, dejando ver a una alta y hermosa chica, que me miraba con una extraña sonrisa en sus labios.
Se acercó poco a poco, con pasos lentos y deslumbrantes que causaron un escalofrío extraño por toda mi anatomía. Subió lentamente a la cama y se sentó a horcajadas sobre mí, empezando un pausado vaivén sobre mi cuerpo que no hizo más que dejar que pequeños jadeos salgan a través de mis labios que el calor me consumiera por completo.
Sentía como la adrenalina se acumulaba en mi sangre, como me hundía lentamente en una ola de placer al sentir el cuerpo de esa chica friccionarse contra el mío. Cerré los ojos con fuerza, tomando las sábanas entre mis puños, sin saber realmente qué hacer o cómo reaccionar.
Se sentía bien, pero algo no estaba bien. Algo me hacía pensar que lo que estaba ocurriendo era incorrecto de alguna manera.
Pero ese sentimiento de culpa se fue nublando poco a poco, siendo opacado por el placer.
Y, en poco tiempo, un gemido ronco escapó de mi garganta.
Abrí los ojos, y rápidamente el placer se esfumó, siendo reemplazado por el terror.
A la bella chica que seguía sobre mí le habían aparecido dos largos cuernos negros que sobresalían entre su sedoso cabello castaño; sus ojos, ahora viéndome con deseo y ansia, tenían la apariencia de los de una serpiente; su sonrisa, en ella sobresalían dos afilados colmillos que relamía una y otra vez con su rosada lengua, como un depredador que mira a su presa justo antes de devorarla; grandes alas negras, que le daban un aspecto demoníaco e intimidante y una gran cola escamosa que terminaba en triangulo.
Se acercó a mi oído y suavemente susurró:
— Eres mío, Kim Taehyung.
Antes de morder el lóbulo de mi oreja, clavándome sus colmillos en esta.
Fue ahí cuando desperté, en el asiento de copiloto, en el auto de Jungkook, con una capa de sudor frío recorriendo mi frente y con la respiración irregular.
— ¿El niño tuvo una pesadilla? — dijo Jungkook en tono burlesco. No respondí, me mantuve en silencio, con una mano en mi pecho intentando calmar mi agitada respiración y con los ojos abiertos demasiado. — ¿Estás bien? — dijo, al ver que yo no daba señales de querer hablar, con un tono preocupado impregnado en su voz.
— S-Sí... — dije en un susurro apenas audible. — Estoy... bien.
¿Estaba bien realmente?
— ¿Cuánto falta para que lleguemos? — pregunté, aún algo perdido por lo que acababa de pasar.
— En realidad, — el auto se detuvo. — ya llegamos. — dijo, sonriendo, para luego salir del auto.
Abrió la puerta de copiloto y me ofreció tomar su mano. Lo miré, levantando una ceja y sonriendo, finalmente tomando su mano y dejando que me sacara del auto, cerrando la puerta detrás de mí y empezando a correr, llevándome consigo.
La ciudad había quedado atrás, no había ni una sola casa o edificio, solamente un hermoso paisaje verde y natural por el que corríamos cual niños pequeños y emocionados.
Llegamos a una gran colina, dónde se podía apreciar una hermosa vista panorámica de toda la ciudad. El viento chocaba contra mi rostro, contra la expresión de asombro que adornaba este.
— ¿Te gusta?
— Es... simplemente asombroso, Jungkook. — sonreí.
Jungkook se sentó en el suelo y apuntó un gran edificio que se veía en la lejanía.
— Allá. — me senté junto a él. — Ahí vivo, en el pequeño apartamento C-04.
— Debe ser incómodo vivir en un espacio tan cerrado con tus padres... — dije yo.
Una sonrisa triste adornó sus labios.
— Mis padres están muertos. — dijo, mirando hacia el cielo.
— L-Lo lamento.
— No lo lamente, no... no es tu culpa. — suspiró. — No es nada, olvídalo.
— ¿Puedo — permanecí callado un momento, tomando valor para continuar. — preguntar qué sucedió?
— "Un animal salvaje". — dijo, haciendo comillas con sus dedos. — Al menos eso fue lo que dijo la policía, hubo varios casos similares hace años, pero todas las investigaciones cerraron antes de llegar a una verdadera conclusión.
— Entonces, ¿vives solo?
— No. — sonrió ligeramente. — Vivo con mi hermana menor. Jiwoo. Es una tonta... — rió con melancolía.
Permanecimos en silencio por un momento. Yo no sabía qué decir, ¿qué se supone que tienes que decir cuando alguien confiesa que sus padres murieron? ¿Consolarlo? ¿Animarlo? ¿No decir nada?
— Yo vivo ahí. — finalicé diciendo señalando la gran casa del abuelo. Se veía muy bien desde aquella colina. — Viví ahí gran parte de mi infancia, pero mis padres creyeron que mi abuelo estaba loco, así que decidieron que Seúl sería un mejor hogar. — sonreí, recordando mi infancia. — Pero ahora aquí estoy, de nuevo. Es... lindo volver.
— Seúl, ¿eh? — asentí. — Así que eres un chico de ciudad, Kim. — se acostó sobre el pasto, mirando hacia el cielo. Rió un poco. — Solía venir aquí antes, cuando aún no podía asimilar que mis padres ya no estaban y solamente quería estar solo. — sonrió burlonamente y me miró. — Ni siquiera Jiwoo sabe de este lugar, siéntete afortunado de estar aquí.
Reí, imitándolo y recostándome sobre el suave césped junto a él, mirando el estrellado cielo.
— Me siento afortunado.
Suspiré, mirando el suelo. Abrí la puerta de mi habitación y la cerré suavemente, intentando no despertar a Yongsun o al abuelo. Me dirigí con pasos cansados hacia mi cama, deteniéndome a medio camino, mirando perplejo al animal que se encontraba sobre esta.
Maulló de forma tierna, como si estuviera llamándome de alguna manera. Sonreí ante la adorable criatura y me acerqué a ella, sentándome sobre la cama y acunando al gato entre mis brazos.
— ¿Cómo lograste entrar, pequeño?
Otro maullido como respuesta.
Sonreí aún más, acariciando suavemente su cabeza, logrando obtener un pausado ronroneo.
El sueño empezó a invadirme, logrando que mis ojos se cerraran con lentitud; pero, cuando estos se cerraron, el rostro de esa chica extraña en mi pesadilla se adueñó de mi mente, causando que despertara de inmediato y que mi respiración se entrecortara.
¿Era, acaso, alguna señal?
¿Significaba algo?
¿Quién era esa chica y qué quería de mí?
Eres mío... había dicho.
¿Era suyo realmente?
¡Nos leemos luego!
— Noduru.
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