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Capítulo 2


Su nombre era Jimin.

Esa fue la primera vez que lo vi. Me ayudó a volver a casa, me dio su número y se fue.

Seguía pensando en sus ojos mientras subía las escaleras. Eran cómo los de Lisa, tal vez de un verde más claro, pero los ojos de Jimin tenían algo, no sé, especial.

Vi la puerta de la habitación de Yongsun abierta. Me deslicé por el oscuro pasillo de forma silenciosa, asomándome por la puerta y encontrando a Yongsun acostada en el piso, con la TV encendida mientras dormía.

Cerré la puerta, alegrándome de que no le hubiera sucedido nada ante mi ausencia, y fui a mi habitación, escondiéndome rápidamente entre las sábanas mientras hundía mi rostro en la almohada.

No tardé nada en caer a los brazos de Morfeo, había sido una noche agotadora.

Aún recuerdo con nitidez y detalle lo que soñé aquella noche.

Me encontraba en un bosque, el silencio de la noche siendo bruscamente interrumpido por las ráfagas de viento que provocaban que los árboles se movieran con violencia. Estaba solo, o eso creía yo. Empecé a correr con desespero, intentando encontrar una salida de ese inquietante lugar, sin éxito alguno. Con cada paso que daba lo único que lograba era perderme más y más.

Entonces un grito agudo hizo eco por todo el bosque. Mi corazón dejó de latir con normalidad, empezando un latido errático que retumbaba en mis oídos y no me dejaba respirar.

El grito había sido de Yongsun.

— ¡Yongsun! — grité, la voz desgarrando mi garganta al salir. — ¡Yongsun! ¡¿Dónde estás?!

Sentí el agua acumulándose en mis ojos mientras aceleraba mi paso, intentando identificar de donde venían sus gritos.

— ¡Taehyung! ¡Ayuda!

— ¿Jungkook? ¡Jungkook! — dejé de correr, dándome por vencido. — Mierda... — mi voz iba perdiendo intensidad, hasta convertirse en un susurro apagado. Caí al piso, escondiendo mi rostro entre mis manos mientras dejaba salir toda mi desesperación en un llanto desgarrador que me quemaba la garganta con cada sollozo.

— ¿T-Taehyung? — escuché con dificultad entre el viento, esa voz quebradiza y borrosa llegando a mis oídos con una lentitud insufrible.

Alcé la mirada, aún sin levantarme del suelo, y la vi allí, acostada entre las hojas secas, con una camisa blanca que era teñida de rojo por la sangre que seguía brotando de su abdomen. Su cuello estaba cubierto de aquel líquido carmesí oscuro, el cual se extendía hasta sus brazos.

— Yongsun... ¡Yongsun! — corrí hacia ella. — ¡¿Qué sucedió?!

— Corre. — su expresión era seria, sus ojos rojos e hinchados consumiendo mi alma lentamente. Entonces, miró por sobre mi hombro y sus ojos se abrieron en su totalidad, su expresión demostrando terror absoluto de repente. — ¡Corre!

Tragué saliva antes de voltearme mientras Yongsun seguía gritando con la poca fuerza que le quedaba que huyera de ahí. Al voltearme totalmente, vi cómo alguien corría hacia mi con una velocidad inhumana y, antes de siquiera poder huir, esa persona ya tenía sus frías manos al rededor de mi cuello, apretándolo con fuerza sin dejarme respirar.

Lo único que vi antes de despertar con una capa de sudor frío en mi frente y con la respiración agitada, fueron un par de ojos verdes que me miraban con deseo y una brillante e inquietante sonrisa que brillaba entre la oscuridad de la noche.










No pasó nada digno de contar en un par de días. No había salido de casa, había permanecido en mi cama sin levantarme de esta a menos que sea completamente necesario, deseando vagamente que alguno de los chicos que conocí aquella noche me llamase  mostrara alguna señal de querer verme.

Claramente eso no sucedió y ya estaba considerando la idea de no volverlos a ver.

Era un lunes a mediados de agosto. Un aburrido y grisáceo lunes. Lluvia había empezado a caer suavemente, el sonido de las gotas impactando contra el techo resonando de forma irritante contra mis oídos.

El inquietante sueño de aquella noche se había repetido durante los últimos días, con algunas variantes, pero era prácticamente lo mismo después de todo. Yo, perdido en un bosque; luego, encuentro a alguien desangrándose en el suelo — encontré a Yongsun, Jungkook, Lisa, mi abuelo e incluso hasta a mis padres — para, finalmente, encontrarme con una silueta borrosa de ojos verdes y sonrisa resplandeciente — algunas veces la silueta había sido la de una chica, pero la del chico predominaba en mis sueños. — que, supuestamente, había sido el causante de todo.

Era extraño, pero decidí no tomarle mucha importancia. Solamente era un absurdo sueño después de todo.

— ¡Taehyung! — gritó Yongsun, entrando a mi habitación. — Quiero salir, pero el abuelo insiste en que me acompañes. — se cruzó de brazos y se recargó en el marco de la puerta. — Vamos.

— Estoy ocupado. — respondí, sin mirarla. — Además, — me volví hacia ella. — ¿por qué querrías salir? Mira el clima, parece que se caerá el cielo.

— Quiero ir a la casa de Sooyoung, no estaré bajo la lluvia.

— ¿Sooyoung?

— La conocí en el bar esa noche, cuando me dejaste sola. Ella y Yuna son... son mis amigas. — un pequeño atisbo de una sonrisa apareció por unos escasos segundos en sus labios, pero inmediatamente volvió a fruncirlos y me miró con impaciencia. — ¿Y bien? Vámonos.

Solté un bufido, mirando la ventana. — ¿Solo estarán mujeres? — asintió. Suspiré. — Está bien, vámonos.

Corrió hacia mi con una radiante sonrisa en su rostro y tomó mi brazo, arrastrándome hacia la puerta.

Tomé un abrigo y una gorro de lana, dejando que Yongsun me arrastrara hacia la casa de la tal Sooyoung sin saber qué esperar realmente.










Era una gran casa, se veía como una mansión. ¿Acaso Yongsun había conseguido una amiga adinerada? El domicilio superaba en demasía el tamaño de la casa del abuelo, y eso ya era demasiado. Yongsun caminó hacia la puerta y tocó tres veces seguidas la madera, arreglando un poco su cabello y poniendo su mejor sonrisa antes de que abrieran.

Mi corazón dejó de latir con normalidad cuando crucé miradas con el chico que abrió la puerta.

— ¿Sí? — su profunda voz, clavándose como cristales en mis oídos de forma lenta y dolorosa. Empecé a temblar.

— Busco a Sooyoung, ¿está en casa? — preguntó Yongsun.

— Mi hermana salió, pero no tardará mucho. Puedes esperarla en su habitación. — se hizo a un lado, dejándonos pasar.

Si la casa se veía grande desde el exterior, ahora, estando dentro, era gigante.

El color blanco dominaba, dándole al ambiente un aspecto más espacioso de lo que realmente era. Todo se encontraba impecable, completamente limpio, y daba la impresión de que alguien — probablemente una criada. — limpiaba el lugar a diario.

— Segundo piso, tercera habitación a la derecha. — dijo Jimin antes de cerrar la puerta tras de sí. — Intenta no tocar nada. Mis padres odian el desorden.

Yongsun asintió y corrió como una niña pequeña y emocionada por las escaleras, desapareciendo rápidamente de mi campo visual.

— Es bueno verte otra vez, Kim. — una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se acercaba a mi.

— Lo mismo digo, Jimin. — sonreí, igualmente. — Sin mensajes, ni llamadas... creí que no volvería a verte.

— ¿Esperabas que te llamara? — preguntó, divertido. Sentí como el calor subía a mis mejillas con rapidez.

— Y-Yo no...

— ¿Por qué no lo hiciste tú?

— ¿Ah?

— ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué esperabas que que yo tuviera la iniciativa?

— N-No lo sé. — bajé la mirada, completamente avergonzado. No sabía que decir, él tenía razón, ¿por qué no lo llamé yo? Tal vez, muy en el fondo, quería que él lo haga, que él tuviera el interés de volverme a ver. Patético.

— Hey, — tomó mi barbilla y levantó mi rostro, provocando que lo mirara a los ojos. — no te sientas mal. Iba a llamarte, iba a hacerlo, en serio. Pensé que me vería desesperado si te llamaba tan pronto, lo siento.

— N-No te disculpes. — rasqué mi nuca mientras sonreía con nerviosismo. — El desesperado soy yo. — reí, intentando no verme tan patético.

Él también rió.

No había escuchado una risa tan melodiosa en toda mi corta vida.

Podría escucharlo reír todo el día...

Entonces, la puerta fue abierta con fuerza, y una pequeña chica de aspecto cansado y debilucho se arrastró hacia las escaleras.

— Hola, Jimin. — dijo en un susurro apenas audible, sin siquiera mirarnos.

— Una chica te espera en tu habitación. — la chica se detuvo, quedándose quieta sobre el primer escalón. Frunció el ceño por un momento, pero rápidamente se recompuso y su expresión se volvió neutra.

— ¿Quién es?

— No lo sé.

— ¿Sabes lo peligroso que es dejar que extraños entren? ¡Podrían ser... ! — se volteó, quedándose callada al verme. Miró hacia el piso, susurrando algo que no logré escuchar mientras cerraba sus ojos con fuerza. Caminó con lentitud hacia mi, las plataformas de sus botas negras haciendo eco por toda la sala con cada paso que daba. — ¿Quién es él? — preguntó una vez se encontraba frente a mi, juzgándome con su mirada mientras me analizaba de pies a cabeza.

— S-Soy Kim Tae... — puso su dedo índice sobre mis labios, haciéndome callar.

— No te lo pregunté a ti. — miró a Jimin. — ¿Quién es él?

— El chico del que te hablé, el que conocí hace unos días.

Volvió a clavar su mirada en mi. Su presencia era tan intimidante para tratarse de una chica notablemente más pequeña que yo. Su escasa estatura y su largo cabello azabache peinado en dos trenzas que caían por sus hombros le daban un aspecto infantil; además de su cuerpo poco desarrollado, que la hacía ver, máximo, de unos catorce años.

— Park Sooyoung. Un placer conocerte. — con su rostro completamente serio, me ofreció su mano.

Con algo de miedo, la tomé, recibiendo un fuerte apretón que causó que sus blancos y fríos dedos se marcaran en mi piel por la fuerza que usó. Esa chica realmente me aterraba.

— Soy Kim Taehyung. Es un gusto conocer...

— Estaré en mi habitación. —me interrumpió, volviendo a dirigirse hacia las escaleras. Vi como una extraña sonrisa se dibujaba sobre sus labios. — No hagas nada de lo que te arrepientas, hermanito. — y se fue, desapareciendo por las escaleras.

— Lamento la actitud de mi hermana, — dijo Jimin, mirando el techo. Suspiró. — ella es... especial.

— ¿Especial?

— No es muy buena relacionándose con otras personas. Además, es un tanto... — se quedó callado un momento, buscando la palabra correcta. — impredecible. Me sorprende que sea amiga de tu...

— Prima. Yongsun es mi prima.

— Me sorprende que sea amiga de tu prima. — una sonrisa surcó por sus labios mientras bajaba su mirada. — Creí que era tu novia. — rió nasalmente. — Es un alivio...

— ¿Alivio?

— Nada, olvídalo. — volvió a mirarme, sus verdes orbes clavándose en mi de forma burlesca. — Es solo que no te ves capacitado para satisfacer a una mujer, Kim. — su sonrisa se amplió al ver mi, claramente fingida, indignación.

— Entonces ¿podría el gran Park Jimin enseñarme a satisfacer a una mujer? — reí al terminar de hablar.

— Sería un honor bañarte en conocimiento, pequeño e Inadaptado Taehyung. Tienes mucho que aprender.

Nuestras escandalosas carcajadas hicieron eco por toda la sala. Cuando las risas por fin se fueron apagando, él carraspeó y levantó su dedo índice, poniendo una mano en su cintura y luciendo sumamente ridículo.

— Primera clase. — continuó. — Cuando la chica esté desprevenida, bésala.

— ¿Eso no es un cliché absurdo?

— Sí, pero funciona y eso es lo que importa.

— ¿Funciona? Funcionaría si tu objetivo es recibir una patada en la entrepierna por ser un idiota. — me crucé de brazos y lo miré, alzando una ceja. — ¿Y se supone que tú me enseñarás? — reí en tono burlón.

— ¿No me crees?

— Claro que no.

Se acercó.

— ¿No me crees? — cuestionó nuevamente, usando un tono de voz extraño y profundo que me heló la sangre.

— N-No.

Volvió a acercarse.

Retrocedí.

— ¿Estás seguro?

— S-Suena ridículo. E-Es... imposible que funcione. — tartamudeé mientras veía con temor como el chico seguía acercándose a mi y, con pasos torpes y temblorosos, seguí retrocediendo.

Hasta que mi espalda chocó con la blanquecina pared y me quedé sin escapatoria.

Mierda.

Sus brazos se posicionaron a cada lado a cada lado de mi cabeza, acorralándome por completo entre su cuerpo y la pared. La distancia entre nuestros rostros era casi inexistente, sentía como su aliento chocaba contra mi rostro, enviando un escalofrío satisfactorio por toda mi espina dorsal.

— Y, cuando la tengas a tu completa merced, le sonríes, acaricias suavemente su sonrosada mejilla — susurró, haciendo exactamente lo que iba diciendo, causando que me estremeciera ante el tacto de sus dedos sobe mi piel, derritiéndome por completo al ver con tanto detalle esa perfecta sonrisa. — y la besas.

Entonces la distancia entre nuestros labios se fue acortando poco a poco hasta que rozaron entre si sutilmente. Cerré mis ojos por inercia, esperando con ansias el contacto de sus labios sobre los míos, mas este nunca llegó.

Tocaron la puerta.

Maldije en un susurro al ver como se alejaba.

Besó mi mejilla, causando que toda mi anatomía temblara cuando sus suaves belfos se posaron sobre mi piel.

Se había sentido tan bien, que lo único que quería, lo único que deseaba con locura, era que esa adictiva sensación se repitiera.

— ¿Ves que sí funciona? — sonrió de lado mientras empezaba a caminar hacia la puerta.

Escuché de forma borrosa como la abría y luego empezó a hablar con quien sea que se encontraba al otro lado de esta. Las voces llegaban a mis oídos como balbuceos incomprensibles, había quedado demasiado afectado por lo que sucedió. Me deslicé por la pared hasta llegar al suelo, todo empezó a volverse borroso, me sentí débil y un nudo se formó en mi estómago, dándome unas inmensas ganas de vomitar.

Miré mis manos, pálidas y temblorosas. Se veían demasiado blancas, cómo las manos de un cadáver, de un cuerpo carente de vida que empezaba a pudrirse. Mi cuerpo se volvió pesado, cómo si dejara de pertenecerme. Mis extremidades, ya ni siquiera podía moverlas. Era un alma perdida en un cuerpo inerte. Sentí como si mi vida se escapara de mis manos, como hojas que se lleva el viento en unos cuantos segundos.

Entonces, recordé el ataque de adrenalina del electrizante toque de Jimin. Sonaba estúpido, pero, tal vez, sentir otra vez sus labios sobre mi mejilla me devolvería la energía.

Y, con mis últimas fuerzas, me levanté con dificultad del suelo y corrí hacia Jimin, sintiendo como con cada paso me volvía más débil.

— Jimin... — susurré, desplomándome sobre él, cayendo en sus brazos y, cuando estos rodearon mi cuerpo, un dolor punzante se extendió por toda mi anatomía.

Quise gritar, pero ni siquiera tenía fuerzas para hacerlo.

No lo soporté más y caí en un túnel negro de mi estado inconsciente, desmayándome en los brazos de Jimin a causa del insufrible dolor que seguía incrementando.










Desperté horas más tarde. No sabía dónde estaba, ni recordaba qué había pasado. Miré todo el lugar en el que estaba: una gran habitación, cortinas cerradas, completa oscuridad que era interrumpida por una pequeña lámpara sobre la mesita de noche. Intenté levantarme, cayendo de nuevo sobre la cama cuando todo mi cuerpo dolió de forma intensa. Solté un quejido mientras me estremecía entre las sábanas y cerraba los ojos con fuerza.

— Toc toc. — escuché la voz de Jimin detrás de la puerta. — ¿sigues viva, florecita?

Sonreí.

— Pasa. — abrió la puerta y entró a la habitación.

Escuché sus pasos acercarse cada vez más, sintiendo como se sentaba sobre la cama.

— ¿Te sientes mejor? — obtuvo un nuevo quejido como respuesta. — Supongo que eso es un no. — rió.

Escucharlo reír me hizo sentir mejor.

— Traje té, beber algo caliente bajará el dolor. — abrí los ojos, mirándolo. Sostenía una taza de la cual salía un pequeño rastro de humo que se perdía en el aire mientras sonreía.

— Siento como si veinte camiones me hubieran caído encima, no creo que un jodido té ayude en algo.

Dejó la taza sobre la mesita de noche y acarició mi cabeza.

— ¿Qué fue lo que pasó?

— Ni yo lo sé. — solté un pesado suspiro, frunciendo el ceño. — Sólo empezó a dolerme todo de repente, justo después de que tú... — me quedé callado.

— ¿Después del beso? — sonrió ladino.

— Fue solo en la mejilla, así que no cuenta como beso.

Sonrió un poco, apretando los labios y despeinando un poco mi cabello.

— Del uno al diez, ¿qué tan mal te sientes? — se acostó junto a mi. — Uno significa que ya te encuentras perfectamente bien y diez significa que necesitas un hospital.

— ¿Ocho? Me duele todo, pero no creo necesitar un hospital. — intenté sonreír un poco para tranquilizarlo, emulando una extraña mueca en lugar de una sonrisa. — Tranquilo, estaré bien.

— ¿Seguro?

— Sí, seguro. — me acerque un poco a él, con timidez y miedo de cómo él reaccionaría, mas no se movió, incitándome a acercarme más. — Gracias. — me apoyé en su pecho.

— De nada, Kim. — sonrió, volviendo a acariciar con suavidad mi cabello.

Nos quedamos así por un momento, simplemente disfrutando del silencio que nos invadía. Yo dibujaba círculos con mi dedo en su pecho mientras él jugaba con mi cabello.

— Oh, cierto. — dijo. — Un tal Jungkook te llamó varias veces. Estabas dormido, así que le dije que no estabas en condiciones de responder.

— ¿Jungkook? — una sonrisa se asentó de forma inconsciente en mis labios.

— ¿Es alguien conocido? — cuestionó, alzando una ceja. — ¿Es un familiar o algo así?

— Oh. — solté una pequeña risa nerviosa. — Él es un... ¿amigo? No lo sé, lo conocí hace unos días. El mismo día en el que te conocí, en realidad.

— Se notaba muy preocupado por que no respondías. — su semblante se volvió serio y no me miró al hablar. — ¿Seguro es un amigo solamente?

— N-No lo sé.

Silencio.

— ¿Te gusta?

— Lo conozco muy poco, es imposible que...

— Te gusta, ¿verdad? — su voz sonó diferente, cómo si no fuera él quien estaba hablando. La creciente ira se notaba en cada palabra que salía por sus labios, causando que un inquietante temblor recorriera mi cuerpo.

Miedo.

Sentí miedo de Jimin.

Él no era así, estaba empezando a actuar extraño, y eso me aterraba.

— Es lindo, pero no me gusta. Es sólo que...

— ¿Sólo qué? — espetó con molestia.

— Nada. — me separé de él. Ya no me sentía seguro entre sus brazos. — No es nada. — me acosté hacia la ventana, dándole la espalda. — ¿Podrías irte? Aún me duele todo y quisiera... descansar un poco más.

Se levantó de la cama y se retiró, cerrando la puerta con fuerza.

Suspiré, abrazando las sábanas y cerrando los ojos.

Esa fue la primera vez que logré ver esa faceta de Jimin, esa versión del chico que solo era controlada por los celos y la ira, ese Jimin que me aterraba por completo.

Y, desgraciadamente, no sería la última.










La noche había llegado. Yongsun y yo caminábamos hacia casa, con una pequeña llovizna cayendo sobre nosotros. Habíamos salido de la residencia de los Park cuando el señor y la señora Park llegaron a casa. El padre de Jimin era un hombre alto e intimidante, con un eterno ceño fruncido que lo hacia ver como un hombre amargado; siendo todo lo contrario de su madre, quien era una mujer poco más alta que yo que mostró una amable sonrisa desde el momento en el que llegó.

Llamé a Jungkook. No tardó nada en responder.

— ¡Hey, Kim! Al fin estás en "condiciones para responder", ¿eh? — dijo al otro lado de la línea, imitando la voz de Jimin. No pude evitar reír.

— Lo siento, me sentía un poco mal y estaba durmiendo cuando me llamaste. — reí ligeramente. — Perdón.

— No te preocupes, pero ¿ya te sientes mejor?

— Sí, ya estoy mejor. — sonreí, me gustaba que se preocupara por mi.

— ¿Quien era el chico que contestó en lugar de ti? Sonaba muy serio cuando dijo que "no estabas en condiciones para responder". — rió.

— Oh, es Jimin. — miré el piso mientras caminaba, fijando la mirada en los charcos que empezaban a formarse gracias a la lluvia, algo avergonzado por el beso de Jimin en mi mejilla y apenado por lo que sucedió después. Seguía sin entender por qué él había actuado así. — Es... un amigo.

— ¿Amigo nada más? — cuestionó, con un tono algo travieso. — Debe ser un amigo muy cercano si se encargó de cuidarte cuando estabas enfermo.

— Sí, amigo nada más. — dije, riendo.

— Bien, bien. Lo que tú digas... Y ¿sigues con ese amigo?

— Oh, no. Ahora estoy de camino a casa. Hace mucho frío, probablemente mañana amanezca resfriado.

— Así que no estás en casa...

— No, pero por llegar y...

— Tae. — me interrumpió.

— ¿Si?

— Salgamos.

Dejé de caminar, quedándome quieto bajo la lluvia, con mi rostro expresando sorpresa y mis ojos abiertos en demasía.

— ¿Qué?

— La noche aún es joven, ¿no crees? — bromeó. — Salgamos, sólo tú y yo. Podría enseñarte la ciudad.

— Taehyung, ¿sucede algo? — cuestionó Yongsun, unos pasos delante de mi, mirándome con confusión en sus ojos.

— No, no sucede nada.

— ¿Y bien? — dijo Jungkook. No lo veía, pero sabía que una sonrisa adornaba so rostro. — ¿Vamos?

— Vamos. — respondí.

— ¿Dónde estás? Voy por ti.

Sonreí, y solo bastaron unos cuantos segundos para que mi rostro se tiñera de rojo.

La noche era joven, e iba a aprovechar cada segundo de esta.

Cada segundo.

Cada segundo junto a Jungkook.


























¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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