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Capítulo 13


Mi último día en Ulsan comenzó como cualquier otro. El sol brillaba en su máximo esplendor, las nubes eran de un blanco puro que parecían irreales y el cielo estaba pintado del celeste más claro y hermoso que pude apreciar en toda mi vida. Sonreí hacia la ventana.

Me arrastré hacia el baño. Me miré en el espejo por unos segundos antes de lavarme el rostro e intentar sonreír mientras sentía el agua helada correr por mi piel. Las cosas habían sido "normales" durante los últimos días. Jimin había vuelto a ignorar por completo mi existencia sin razón alguna, pero eso se había vuelto tan común que dejó de afectarme con el pasar de los días. Solía pasar de vez en cuando frente a la casa de los Park, y siempre lo miraba a través de la ventana que daba a la sala de estar, caminando en círculos, con su mirada perdida y su cabello despeinado. Parecía preocupado y desesperado, así que decidí que lo mejor sería darle su espacio hasta que se calmara. 

El comentario "Parecía que llorabas sangre aquel día" pasó de ser una inquietante observación tras el accidente de Yongsun a ser una broma de mal gusto que ella y el abuelo repetían una y otra vez durante la cena, causando siempre que yo perdiera el apetito. Avancé por el pasillo, deteniéndome un momento frente a la habitación de Yongsun, escuchando a través de la puerta la risa desenfrenada que iba aumentando su intensidad con cada segundo que pasaba, como si sus carcajadas se transformaran en agudos gritos que hacían eco en su habitación. Tragué saliva y seguí con mi camino, escuchando cada vez más claramente al hombre que anunciaba las noticias desde el televisor de la cocina.

— Buenos días, hijo. — saludó mi abuelo, apartando la mirada del periódico que sostenía entre sus manos para mirarme a mí. — ¿No vas a desayunar? — añadió con confusión al ver como yo seguía mi camino hacia la puerta principal. Negué con mi cabeza.

— No tengo hambre. — dije, abriendo la puerta. Él se levantó de su asiento, asomándose desde la puerta de la cocina. — Además, tengo que hacer algo. Algo... Importante. — hablé, saliendo de la casa.

La risa de Yongsun seguía llegando a mis oídos hasta que cerré la puerta detrás de mí. Tomé una gran bocanada de aire antes de empezar a caminar lejos de la casa. Yongsun había empezado a comportarse extraño desde que le dieron de alta en el hospital. Llegó a casa siendo una persona completamente distinta. Se encerraba en su habitación por tardes enteras, mirando su reflejo en el gran espejo que tenía colgado en su pared mientras soltaba carcajadas agudas y hablaba en un tono tan apagado que ni yo ni el abuelo éramos capaces de comprender lo que decía. 

Cuando abría la puerta de su habitación para decirle que era hora de cenar, se quedaba en silencio por un momento, sonriendo hacia el espejo antes de preguntar "Es gracioso, ¿verdad, Taehyung?" una y otra vez mientras se dirigía a la cocina con ojos demasiado abiertos que miraban el suelo con atención. La había encontrado sentada al borde de mi cama a altas horas de la noche un par de veces, pero me había acostumbrado tanto a que se den acontecimientos extraños como ese que solamente nos quedábamos en completo silencio, mirándonos fijamente hasta que ella decidiera irse. Dejó de hacerlo después de unos días.

Bufé. Era bastante inesperado que la persona que pensó que sería buena idea que yo visitara a un psicólogo haya empezado a actuar como una completa desquiciada unos meses después de decirlo.

Empecé a cuestionarme si el abuelo sería capaz de enviar a Yongsun al psicólogo mientras subía al autobús, soltando una risa y llamando la atención del conductor al imaginar la reacción del anciano ante la mínima mención de aquella posibilidad.

Porque Yongsun siempre había sido su dulce niña. Inocente, ingenua e infantil. Sabía que ese hombre no sería capaz de asimilar que su tierna criatura había enloquecido. No podría aceptarlo aunque fuera testigo de un asesinato a manos de Yongsun. Era imposible.

Me pregunté si aquella nueva versión de Yongsun intentaría asesinarnos algún día.

Divisé el consultorio del Dr. Lee a lo lejos. Habían más psicólogos en ese gran edificio, pero yo siempre conocería ese horrendo lugar como "El consultorio del Dr. Lee". Imaginé a Yongsun  sentada en esa incómoda silla, siendo invadida por las numerosas e irritantes preguntas del hombre y el desagradable olor que me había perseguido por meses mientras Lee escribía en su libreta, y volví a reír.

Bajé del autobús, empezando a caminar con pasos rápidos y desesperados hacia esa imponente edificación grisácea, ansioso por lo que estaba a punto de hacer. Por fin esa pesadilla terminaría. Por fin podría acercarme a Lee y decirle "No volveré aquí jamás. Mo abuelo ya no te dará ni un maldito won. Ahora tú y tu jodida libreta pueden irse a la mierda. Por cierto, a eso es a lo que apesta tu consultorio, a mierda".

Sonreí cuando me adentré a aquel sitio que tanto odié, mi sonrisa se iba ampliando se iba ampliando más cada vez que me encontraba más y más cerca de esa puerta blanca con la placa de metal  que tenía escrito "DR. LEE" en letras grandes y negras. Toqué la puerta dos veces, escuchando la áspera voz del hombre decir "Un momento" antes de escuchar sus pasos volviéndose más cercanos. Abrió la puerta y me invitó a pasar con una sonrisa en su rostro. Apenas puse un pie dentro de su consultorio, aquel desagradable olor no tardó en invadir mis fosas nasales, pero me apresuré en reemplazar mi expresión asqueada por una sonrisa claramente falsa.

— Kim Taehyung, tanto tiempo sin verte. — dijo él, sentándose nuevamente frente a su escritorio y abriendo lo clásica libreta que ya empezaba a hartarme. — Si quieres recuperar todas las sesiones perdidas, tendrás que venir aquí más de tres veces a la semana, hijo. — rio un poco. empezando a deslizar la punta de su bolígrafo negro sobre el papel con delicadeza. Solamente asentí con la cabeza, sentándome frente a él y conteniendo mis crecientes ganas de tomar aquel bolígrafo y clavárselo en el pecho. Sonreí aún más.

— Justamente de eso quería hablarle. — junté mis manos sobre mi regazo. — No creo que las sesionas sigan siendo necesarias, Dr. Lee.

— ¿Por qué? — dijo, confundido y preocupado. Sus pobladas cejas uniéndose sobre su frente arrugada mientras fruncía el ceño. Su reacción había sido predecible. Un cliente menos significaba menos dinero. Y nadie quiere perder dinero, claro que no. —¿Estás seguro, Taehyung? Tal vez podríamos, no lo sé, hablar un poco más de tu situación antes de tomar una decisión tan...

El sonido de la puerta siendo tocada varias veces interrumpió sus palabras. El Dr. Lee se levantó de sus silla, pero antes de siquiera llegar a la puerta, una mujer de aproximadamente unos cuarenta años ya había entrado al consultorio. 

— Querido... — al notar mi presencia, la mujer carraspeó y sonrió con vergüenza, corrigiéndose a sí misma. — Dr. Lee, la señora Choi lo está esperando.

— Dile que espere un momento, estoy por terminar con el joven Kim. — dijo Lee, sonriéndole amablemente a la mujer, quien le respondió con otra sonrisa mientras asentía con la cabeza. La mujer no se fue, se mantuvo inmóvil junto a la puerta, mirándolo con ojos azucarados.

Asqueroso.

— ¿Es su esposa o algo así? — cuestioné, viendo como él bajaba la mirada y negaba con su cabeza. La mujer rio con vergüenza.

— Prometida. — corrigió, levantando su mano y señalando un brillante y costoso anillo en su dedo anular. — Park Sook, — se presentó. Sentí un escalofrío al escuchar ese apellido. A pesar de ser uno de los apellidos más comunes en todo el país, no podía evitar relacionarlo de forma inmediata a Jimin y la familia Park. — es un gusto conocerlo, joven Kim. — añadió antes de desaparecer tras la puerta.

Tragué saliva, Lee carraspeó.

— Bueno, Taehyung. — empezó él, intentando evadir la incómoda situación que se había formado. — Desearía que cambiarás de opinión, pero asumo que ya has hablado seriamente con tu abuelo sobre el tema y que la decisión ha sido tomada. No soy quién para obligarte. — dijo con tono decepcionado, mirándome con ojos suplicantes para luego desaparecer también tras la puerta blanca.

Bufé, levantándome de esa silla incómoda. Me acerqué hasta su escritorio, mirando con curiosidad la libreta que Lee había dejado ahí, abierta justo en la página sobre la que estaba escribiendo, como si lo hubiera hecho a propósito sabiendo que yo lo iba a leer.

"Kim Taehyung.

Luce ansioso, desesperado. Como si deseara salir de aquí lo antes posible. Luce incómodo. Juega con sus dedos con nerviosismo floreciendo entre sus sudorosas yemas. Luce vivo. Está vivo. Su aroma es placentero. Luce como algo que comería sin dudar ni un segundo, casi puedo sentir como su carne se derrite sobre mis labios, como su sangre baña mis colmillos de manera satisfactoria, pero estoy muy consciente que gracias a su abuelo, Kim Manyoung, eso nuca sucederá y quedará atrapado entre mis infinitas fantasías."

Retrocedí con pasos lentos, con ojos muy abiertos y pupilas dilatadas. Los latidos erráticos de mi corazón retumbaban mis oídos mientras mis temblorosas manos empezaban a sudar. Solté unas cuantas arcadas cuando el aroma nauseabundo se volvió más intenso. Con temor de lo que podría encontrar tras lo que había leído en la libreta de Lee, empecé a caminar siendo guiado por el desagradable olor, deteniéndome frente a una puerta grisácea que, en las múltiples veces en las que estuve en ese consultorio, asumí que conducía a un baño o algo así.

Tomé el pomo de metal, sintiendo mis dedos estremecerse ante la simple acción de tocarlo. Lo giré con lentitud, intentando inconscientemente evitar el momento de descubrir qué se escondía tras esa puerta. Cerré los ojos cuando por fin la abrí, sintiendo como el horrendo olor a carne podrida invadía el lugar violentamente, como el inminente miedo que empezaba a consumirme por dentro empezaba a sentirse difícil de soportar.

Abrí los ojos, y deseé nunca haberlo hecho. Quería correr, pero mis piernas no respondían. Quería gritar, pero el temor se había encargado de dejar mi garganta totalmente seca. Empecé a comprender las palabras de la libreta. Finalmente entendí qué había querido decir Lee al escribir "Luce como algo que comería" cuando mis ojos se encontraron con el cuerpo sin vida y en un estado de descomposición bastante avanzado de tres personas: Una mujer, un hombre y un niño. El color pútrido de la piel, el aroma horrendo que emanaban los cadáveres, la infinidad de larvas, gusanos e insectos que ni siquiera logré identificar que se movían libremente sobre el cuerpo hacían la escena repugnante. 

A pesar del estado deplorable de lo que quedaba de aquellas personas, pude distinguir en todos los cuerpos la misma violenta e inhumana herida en el cuello. Una mordida. Como si alguien hubiera clavado con violencia sus dientes (o más bien, colmillos) sobre la piel, desgarrándola. 

No lo soporté más y salí corriendo del consultorio lo más rápido que mi piernas temblorosas me permitieron. Tenía la estructura de aquel edificio grabada en mi memoria, así que no fue difícil llegar al baño. Abrí cada puerta con torpes y bruscas patadas, importándome realmente poco toda la atención que estaba recibiendo, aferrándome al blanquecino inodoro con manos sudorosas y resbaladizas y expulsando aquella sustancia viscosa y amarillenta que me quemó la garganta al salir. Jadeé, limpiándome con la manga de mi abrigo. Me levanté con dificultad, trastabillando un poco antes de tirar de la cadena. Miré como mi vómito se iba mezclando con el agua en un asqueroso remolino antes de desaparecer, y salí de aquel cubículo.

Di unos pasos hacia el frente y miré el espejo. Sonreí, pasando una mano por mi rostro. Mi aspecto era deplorable, lamentable y patético. Me lavé el rostro unas cuantas veces antes de volver a mirar mi reflejo. Solté una pequeña risa. Me veía como un mapache con esos círculos negros alrededor de mis ojos. Era divertido.

Salí del baño, concentrándome solamente en salir de aquel demoniaco lugar. Eso era lo único que importaba, salir de ese consultorio maldito y no volver jamás. Olvidar por completo que era muy probable que el psicólogo que había estado tratando mi trauma con los vampiros durante meses en realidad era una de esas infames criaturas. Olvidar por completo que había encontrado cadáveres en un maldito armario y que mi psicólogo había fantaseado con devorarme.

— ¡Taehyung! ¿Te irás ya? ¿Tan rápido?

Me detuve al escuchar esa voz detrás de mí. Me heló la sangre por completo y el aire me hizo falta por unos segundos. Sentí como el mundo empezó a moverse en cámara lenta, como el ambiente se volvía tenso e incómodo. Por algún motivo, esperé que Lee me asesinara en ese momento, que clavara sus colmillos en mi cuello y que desgarrara mi piel. Quería que le mostrara a todas las personas que se encontraban ahí el monstruo que era en realidad, pero el miedo no tardó en devolverme a la realidad y en poco tiempo me encontré corriendo desesperadamente lejos de aquel edificio, escuchando cada voz con más dificultad como Lee gritaba mi nombre. 

El sol se había ocultado tras espesas nubes grises y ahora el día era... Triste. Aceleré mi paso, sin mirar hacia atrás en ningún momento. Sentía que me perseguían, aunque sabía que en realidad no era así y que solamente era un invento de mi paranoica imaginación, pero aún así  podía escuchar pasos rápidos sobre la acera que se iban acercando a mí cada vez más. Me pregunté si Park Sook tendría alguna clase de parentesco con Jimin. Empecé a quedarme sin fuerza y la simple acción de respirar se volvía difícil, pero en ningún momento dejé de correr. Pensé en que, si ambos realmente eran familia, tal vez los Park estarían en peligro. Jimin, Sooyoung... ¿Estaban en peligro? ¿Park Sook estaba en peligro? 

¿Era ella el peligro?

Reí irónicamente mientras sentía mi mirada humedecerse. Mis piernas no solo temblaban, sino que empezaron a doler y arder. Dejaría de sentirlas en cualquier momento y me desplomaría sobre el suelo. Soltar esa risa amarga sol causó que mi garganta doliera más. Volví a reír.

¿Qué sentido tenía preocuparse por Jimin si a él yo no le importaba en lo más mínimo?

Dejé de correr cuando divisé la casa del abuelo, sorprendiéndome por haber llegado tan lejos. Mi pecho subía y bajaba rápidamente. Miré las palmas de mis manos, notando pequeñas marcas rojas en forma de medios círculos. Sonreí, mirando el suelo y dejando caer mis brazos. Mis manos habían sido dos puños durante todo mi escape del consultorio y tenía sentido que, gracias a la fuerza y al descuidado estado de mis uñas, esas heridas hubieran aparecido.

Mi caminar se volvió lento y doloroso. Volví a dejar que mis manos se convirtieran en dos puños, soltando un extraño sonido entre una risa y un quejido de dolor cuando sentí como mis uñas se enterraban dentro de las heridas. Realmente estaba empezando a enloquecer.

Enloquecer era divertido.

Lluvia empezó a caer cuando ya me encontraba frente a la puerta. Toqué la madera dos veces antes de darme cuenta de lo ridículo que era tocar antes de entrar a mi propia casa. Abrí la puerta, rompiendo el silencio que invadía el lugar. Mi abuelo leía tranquilamente el periódico en la sala mientras Yongsun estaba sentada sobre el segundo escalón que conducía al segundo piso, con la mirada sumida en las páginas de un libro viejo. Ambos me miraron por unos segundos antes de ignorar por completo mi presencia y volver a posar su atención en lo que hacían antes de que llegara. Entré y cerré la puerta.

Caminé hasta las escaleras, permaneciendo inmóvil durante un momento sobre el primer escalón. Miré de reojo el libro que Yongsun tenía sobre su regazo. Las páginas se veían amarillentas y antiguas. Seguí con mi camino, deteniéndome nuevamente sobre el sexto escalón cuando escuché la voz de Yongsun detrás de mí.

— "La Odisea".

— ¿Qué?

— El libro, parecías interesado en él. — no me volteé, ni siquiera pensé en hacerlo. No la miré, a pesar de que mis ojos se sentían ansioso por descubrir cuál era su expresión. ¿Estaría sonriendo? Sonaba tranquila, pero tomando en cuenta su comportamiento durante los últimos días, no me hubiera sorprendido que en cualquier momento empezara a reír o llorar. Permanecí totalmente quieto sobre el sexto escalón, esperando sus próximas palabras. — Es "La Odisea". Lo encontré esta mañana debajo de mi cama, llenándose de polvo y suciedad.

— Está bien. — respondí, sin saber realmente qué más pude haber respondido, y avancé hasta el octavo escalón.

— Tu almuerzo está en el congelador. 

— Está bien... — repetí, acelerando mi caminar, sintiendo escalofríos y soltando un suspiro de alivio cuando por fin puse un pie sobre el segundo piso. Me arrastré hasta mi habitación, dejándome caer sobre la cama, enredándome entre las sábanas y hundiendo mi rostro dentro de la almohada blanquecina. Solamente quería dormir. 

Quería dormir y que la pesadilla terminara.

Quería dormir y no despertar jamás.

Necesitaba tanto a Jungkook es ese momento.

Cerré con fuerza los ojos, intentando callas mis sollozos con la tela de las sábanas, fallando de forma patética. Empecé a dejar un húmedo rastro de lágrimas sobre la cama y sentirlo solamente me animó a llorar con más intensidad. No sabía qué hacer. No tenía escapatoria. No importaba dónde me encontrara, los monstruos me encontrarían igualmente.

"Monstruos". Reí entre sollozos. Sonaba como un pequeño e infantil niño cuando los llamaba así.

— Tu almuerzo está en el congelador. — me estremecí al escuchar su voz. Maldije en voz baja al recordar que no había cerrado la puerta de mi habitación. Limpié con fuerza mis ojos, tal vez demasiada, porque ardieron un poco cuando miré a Yongsun, parada junto a mi cama, con una sonrisa colgando de sus labios.

— Ya lo sé. — cubrí mi rostro con mis manos, sorbiendo con fuerza mi nariz. — Me lo dijiste hace un momento, cuando... — mis manos se deslizaron por mi rostro y volví a mirarla. Tenía los brazos cruzados debajo de su pecho y había dejado de sonreír. Sus ojos se habían sumido en una completa oscuridad rojiza y un líquido espeso y carmesí empezaba a acumularse en ellos. Mi voz se quedó atrapada en mi garganta.

"Parecía que había empezado a llorar sangre cuando la vi."

Empecé a temblar. Mis manos se estremecían aterradas sobre mi pecho y sentí un inquietante hormigueo recorriendo mi cuerpo, como si una infinidad de insectos diminutos caminaran sobre mi piel, tal y como lo hacían sobre los cadáveres que había encontrado en el consultorio del Dr. Lee. La rojas lágrimas que recorrían el rostro de Yongsun siguieron su camino hasta su mentón para finalmente caer al suelo. Tallé mis ojos con el dorso de mi mano, esperando que la extraña escena desapareciera, pero Yongsun seguía llorando sangre y yo empezaba a desesperarme.

— No es real... — susurré, mirando mis manos temblorosas. Reí un poco. — No es... No puede...

— Taehyung.

— No es...

— Taehyung, ¿estás bien?

— No es real...

— Estás llorando, Taehyung. ¿Necesitas ayuda?

— No puede ser real. — volví a reír, pasando una mano por mi cabello. — No puede. — miré de nuevo a Yongsun, encontrando una figura alta y femenina detrás de ella, con cuernos negros, alas oscuras y dos colmillos que sobresalían de su sonrisa ladina. La reconocí de inmediato: La chica de mis pesadillas, la chica del restaurante. Su nombre... ¿Cuál era su nombre?

Ahn Hyejin.

¿Estás bien, Taehyung? — preguntó Yongsun. Hyejin delineó sus dedos los hombros descubiertos de Yongsun. Acercó su rostro hasta la curvatura que se formaba en su cuello e inhaló sonoramente, sonriendo con satisfacción después. — ¿Puedo ayudarte?

— No... No lo hagas. — supliqué en un hilo de voz, escuchando como mis palabras empezaban a romperse. — Por favor.

— ¿No quieres mi ayuda? — Yongsun sonrió con tristeza y bajó la mirada. Hyejin la sostuvo con fuerza por los hombros. — Está bien.

Sollocé, cubriendo mi boca e intentando callar mi sollozos  con la húmeda sábana para que así el abuelo no me escuchase, pero era demasiado ruido como para detenerlo con una simple y fina tela. Los colmillos de Hyejin se hundían y desgarraban la piel de Yongsun, y la sangre empezaba a pintar un camino rojizo por su piel hasta llegar a su ropa y teñirla de rojo. Pero Yongsun parecía ajena a todo lo que que sucedía, como si fuera incapaz de notar que había un demonio detrás de ella, alimentándose de su sangre; como si estuviera cegada ante la situación, incapaz de sentir el dolor que debería estar sintiendo.

— No es real. — cerré mis ojos y me cubrí por completo con la sábana cual niño pequeño después de tener una pesadilla. Volví a sollozar. — N-No... No eres real. E-Es absurdo. — reí entre lágrimas. — Es ridículo. No tiene sentido. N-No tiene...

— Taehyung... — escuché con dificultad. Sonaba lejano. Un susurro entre el viento. Apreté con fuerza los labios, conteniendo otro sollozo.

Cuando me deshice de la sábana y conseguí el valor suficiente como para abrir los ojos de nuevo, Yongsun ni siquiera estaba en mi habitación, y la puerta estaba cerrada.










Hey! Aquí Nod'z reportándose :D

Tardé más de un mes en actualizar, pero tengo una buena excusa esta vez T_T

La próxima semana será la última actualización de Dark Paradise! Habrá doble actualización (bueno, triple, si cuentan el epílogo uwu), y necesitaba un tiempo para pensar sobre el futuro de la historia (mi plan original era hacer una trilogía). Lo siento T_T

Creo que eso es todo, ¡Nos leemos luego! 

— Noduru.

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