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Capítulo 12


Cuando desperté en la madrugada del domingo, olvidé por un momento todo lo que había sucedido. A Yuqi, a Yoongi, absolutamente todo. Fue un momento de felicidad absoluta, en el que solo me encontraba recostado sobre la puerta de un auto, bajo los primeros rayos de sol que se empezaban a ver por el horizonte, escuchando a Jungkook tararear suavemente alguna canción que pasaban por la radio en ese momento. Sonreí, sin abrir los ojos por completo y bostecé, llamando la atención de Jungkook, quién sonrió al verme. 

— Al fin despiertas. — dijo. 

— No puedes juzgarme, estaba exhausto. — dije yo, con voz ronca y adormilada.

Me estiré sobre el asiento y él rió un poco, pero noté que seguía preocupado. Apretó los labios antes de suspirar y bajar la mirada. Miré hacia la ventana mientras volvía a acurrucarme sobre la puerta, entrecerrando los ojos gracias al sueño que seguía sin abandonarme por completo.

— ¿Estás bien? — pregunté, sin mirarlo. Escuché como empezaba a tamborilear con sus dedos sobre el volante de forma nerviosa. Lo miré de reojo, y él asintió con su cabeza. — ¿Estás seguro? — insistí.

— Sí, es solo que... — volvió a apretar los labios y tomó con fuerza el volante. — ¿Taehyung? — dijo mi nombre en un tono tan inseguro que lo hizo parecer una pregunta. Tragó saliva y miró sus manos antes de continuar. Parecía nervioso. — ¿Qué fue lo que sucedió con Yuqi? — y entonces la felicidad absoluta desapareció.

Aparté la mirada, estremeciéndome sobre el asiento del auto. 

— N-Nada, no sucedió nada.

— Taehyung. — insistió.

Tomé una gran bocanada de aire antes de volver a mirarlo. No quería hablar sobre lo que sucedió, quería que aquella mala experiencia se ahogara entre mi mar de recuerdos. Sentía que, apenas empezara a contarlo, un nudo en mi garganta no me dejaría hablar mientras los sollozos no tardaban en empezar a interrumpirme. Me aclaré la garganta.

— Yuqi intentó asesinarme. — dije finalmente, causando que mi garganta doliera con cada palabra que salía por mis labios. Decirlo dolía, causaba que el aire dejara de llegar con normalidad a mis pulmones, hacía que quiera echarme a llorar entre los brazos de Jungkook. Él abrió demasiado los ojos, perdiendo el control del auto por unos segundos, pero recuperándolo en poco tiempo.

— ¿Q-Qué?

— Yuqi intentó asesinarme. — repetí. — Estábamos en una alberca. Me tomó por los hombros e intentó ahogarme mientras empezaba a reír como una desquiciada. — su agarre sobre el volante se volvió inestable y su respiración, entrecortada. 

— ¿Y Yoongi? ¿Qué fue lo que sucedió ayer con Yoongi? — preguntó con voz baja y temblorosa, como si en realidad no quisiera saber la respuesta a esa pregunta.

— Cuando entré a su habitación, él... — empecé a decir, pero mi garganta se cerró de golpe, impidiéndome continuar. Tragué saliva y miré mis manos. Pálidas y sudorosas. Suspiré. — No era Yoongi, era un... monstruo. Había destrozado la habitación por completo y lucía como un...

— ¿Lobo? — preguntó temeroso, dejándome helado.

— S-Sí... ¿Cómo lo sabes? — no despegaba sus ojos del camino. Su mirada perdida y desorbitada intentaba mantenerse fija en la desolada y solitaria carretera que teníamos en frente. — Jungkook.

— Y-Yo... — empezó, sus labios temblaban y sus ojos empezaban a aguarse. — Escuché a Yuqi discutiendo con Yoongi mientras tú seguías inconsciente. No creí que hablaran en serió, — rió amargamente, aquella risa volviéndose cada vez más similar a un sollozo. — creí que era una broma. Una maldita broma que sonaba tan ridícula que no pude evitar reír en ese momento. — empezó a desesperarse. Sus pupilas se volvieron pequeños círculos temblorosos mientras las primeras lágrimas empezaba a caer. Volvió a reír. — No quería que fuera cierto, no podía ser cierto... No puede... ser cierto. 

— ¿Qué fue lo que escuchaste?

— Es ridículo. — una última risa forzosa, antes de que más lágrimas empezaran a caer. — Yuqi no puede... ser una sirena. — sentí como si una flecha se clavara en mi pecho al escucharlo. — Yoongi no puede... ser un hombre-lobo. — como la realidad me golpeaba como un doloroso balde de agua fría. — No pueden... No puede ser cierto.

— ¿Qué? — fue lo único que logré decir con un hilo de voz.

— Es absurdo, ¿verdad? — añadió, un poco más calmado, limpiando con fuerza sus ojos con el dorso de su mano. — Pero, después de lo que dijiste... Supongo que ahora todo tiene sentido. — echó su cabeza hacia atrás. 

No me atreví a decir otra palabra, así que el silencio no tardó en invadirnos.

— ¿Qué mierda está sucediendo, Jungkook? — dije después de eternos segundos de estar sumidos en el silencio absoluto. Sonreí forzosamente, empezando a perder lentamente el control. — ¿Vampiros? ¿Sirenas y hombres-lobo? Mierda, ¿qué sucederá ahora?

— No olvides a la chica del restaurante. — aparté la manga de mi abrigo de un movimiento rápido y miré mi brazo. Esa desagradable línea roja que se extendía por mi piel y que hace poco había empezado a cicatrizar. Bufé.

— ¿Así que ahora tengo que añadir demonios a la lista de criaturas infernales que no nos dejan en paz? Estoy cansado de todo esto. Quiero huir, irme lejos y escapar de todo esto...

— Yo también quiero que todo esto acabe, pero no sé qué hacer para que eso suceda.

Volvimos a quedarnos en silencio. Apreté los puños. ¿Por qué tenía que suceder todo eso? ¿Por qué  a mí? ¿Por qué tenía que arrastrar a Jungkook a todo lo que me sucedía últimamente? ¿Por qué... ?

— Al menos te tengo a ti. — dijo Jungkook, llamando mi atención. Estaba sonriendo. — No creo haber sido capaz de soportar todo esto sin ti.

— No digas eso. — empecé a pestañear más rápido, intentando evitar que alguna lágrima escapara. — Es mí culpa que tengas que soportar todo esto. Yo... Lo siento. Si no hubiera llegado de repente, si me hubiera quedado con mi aburrida vida en Seúl, si no hubiera ido a ese bar el día en el que nos conocimos... Tu vida seguiría igual, feliz y normal. — pestañear rápido no había cumplido su propósito, pues ya me encontraba con el rostro húmedo mientras sollozaba entre cada palabra. — Lo siento, l-lo siento.

Hundí mi rostro entre mis manos, llenándolas de lágrimas. Solamente había dicho la verdad, pero aún así dolía. Todo era mi culpa. Mi culpa, de nadie más. 

— Taehyung...

Reí amargamente, limpiando mis ojos con el dorso de mi mano, tallando con fuerza — demasiada, tal vez. — mis ojos.

— Lo estoy haciendo de nuevo, estoy haciendo lo que siempre hago cuando no sé qué hacer, cuando no tengo ni la menor maldita idea de como resolver mis problemas: Llorar, es lo único que sé hacer. — volví a esconderme entre mis manos.

Jungkook detuvo el auto.

— ¿Qué estás haciendo? — pregunté entre lágrimas. — ¿Jungkook? ¿Qué estás... ?

Me abrazó, y no fue hasta que sentí mi hombro húmedo que noté que él también lloraba. Sollozaba fuertemente contra mi abrigo y se aferraba más a mí con cada segundo que pasaba. 

— ¡Mierda, Kim Taehyung! ¡No vuelvas a decir algo tan estúpido nunca más! — exclamó, dolido. — No es tu culpa, nadie tiene la culpa. Las cosas suceden por una razón. Si fuiste a ese bar y nos conocimos fue por una razón. Y no vuelvas a disculparte, porque el haberte conocido fue... ¡Fue lo mejor que me pudo haber pasado! Llorar está bien, Taehyung. Sé que dejar salir un río de lágrimas no solucionará nada, pero... — sollozó y su voz empezó a apagarse contra mi pecho. — Llorar está bien, Taehyung. — repitió, en un susurro tan bajo que casi no fui capaz de escucharlo.

— Gracias. — dije, aferrándome con fuerza a él. — Gracias, Jungkook.

Los minutos empezaron a pasar con rapidez, pero ninguno parecía tener la intención de soltar al otro. Con lentitud, nos separamos y en poco tiempo en auto comenzó a moverse de nuevo. Sentía mis ojos hinchados y el camino de lágrimas secas recorrer mis mejillas mientras miraba como nos adentrábamos poco a poco a la ciudad. Mi celular empezó a vibrar en mi bolsillo. Lo saqué y miré la pantalla, parpadeando con incredulidad por un  momento.

— ¿Quién es? — preguntó Jungkook.

— Jimin. — leí el nombre en un susurro, sin apartar mis ojos del celular.

— ¿Jimin? — asentí. Él bufó. — ¿El idiota que te dejó abandonado? ¿El señor "Taehyung no está en condiciones de responder"? — solté una carcajada al escucharlo imitar a Jimin. Su voz era bastante más aguda que la de Jungkook, pero exageraba demasiado y no pude evitar reír. Asentí. El auto se detuvo frente al semáforo en rojo y él se cruzó de brazos, mirando hacia la ventana. Parecía un niño pequeño, enojado y tierno.

— Hey, Jimin. —dije, contestando a la llamada, sonriendo cuando vi como Jungkook fruncía el ceño y abultaba inconscientemente su labio inferior.

— Taehyung, hola. — sonaba cansado, desbordando desánimo con su voz ronca, como si acabara de despertar. Según el reloj en la muñeca de Jungkook, eran las seis y treinta y dos de la mañana. — Lamento llamar tan temprano, es solo que — bostezó. — al fin conseguí tiempo para hablar contigo y quería... Disculparme por haber desaparecido esta semana. He estado... resolviendo algunos asuntos familiares. Lo lamento.

Fue ahí cuando me di cuenta de que no había intercambiado palabra con Jimin desde el día en el que había aparecido en la puerta de mi casa, completamente empapado y en un estado deplorable. Sentí algo de culpa asentarse de forma dolorosa en mi pecho. Había olvidado por completo la existencia de Jimin.

— Tranquilo. — dije, intentando usar un tono amable. — Yo también he tenido... — el semáforo se tornó verde y el auto empezó a avanzar. Tragué saliva. — Asuntos que resolver.

— Quería — se quedó callado un momento y pude escuchar como tomaba un poco de aire antes de seguir hablando. — preguntarte si quisieras salir conmigo hoy. Te debo una cita, ¿recuerdas?

— ¿Salir? ¿Hoy? — miré a Jungkook, quien negaba una y otra vez con su cabeza de forma frenética. Reí un poco.

— Oh, no, no. Claro que no. — repuso Jungkook. — Hoy estarás demasiado ocupado pasando el día con tu novio, — se señaló a sí mismo. — así que no podrás salir con Jimin. — frunció el ceño. — Dile que no.

— Lo siento, Jimin. Hoy estoy algo... ocupado. — respondí, mirando a Jungkook y sonriendo. — Podríamos salir otro día, ¿está bien?

— Sí... — respondió Jimin con voz apagada. Escuché pasos acelerados y torpes, como si empezara a caminar en el lugar en el que se encontraba. Respiró profundamente, como si tuviera todo planeado de forma detallada y mi simple negación se hubiera encargado de destrozar todo. — No importa. Saldremos otro día... Sí... 

— Lo siento. — musité, algo nervioso. Me sentí culpable. Tal vez había arruinado todo. Tal vez no hubiera sido mala idea aceptar. Tal vez. Sostuve mi celular contra mi oreja en un agarre tembloroso, temiendo dejarlo caer en cualquier momento. — Ji... — entonces, él colgó.

Dejé caer caer mi celular sobre mi regazo, permitiéndole a mi mirada perderse en el grisáceo cielo. Seguía sin entender porque Jimin actuaba así, perdiendo el control absoluto de un momento a otro y alejándose de mí sin excusa alguna. Tomé una gran bocanada de aire y lo dejé salir en un suspiro estremecedor, uniendo mis frías y pálidas manos sobre mi regazo. Temblaban, y se sentían tan heladas, como si las hubiera apoyado sobre hielo por mucho tiempo. Las pasé por mi rostro, sintiendo una serie de escalofríos recorrerme al sentir aquel frío contacto contra mis mejillas calientes. Miré mi reflejo en la ventana: Mi rostro estaba teñido de rojo en su totalidad. Volví a suspirar.

— ¿Todo está bien, pequeño? — preguntó Jungkook, apoyando una de sus manos sobre las mías. Su mano estaba tibia, y el toque se sintió tan suave que, si cerraba los ojos, era capaz de imaginar como envolvían mis manos en algodón. Sonreí un poco.

— Sí. Gracias a ti, todo está bien ahora.










— J-Jungkook... — susurré contra sus labios. Sentía el calor de su respiración acelerada chocar contra mi rostro mientras se mezclaba en el aire con el vapor que emanaba la estufa, tiñendo mis mejillas de un rojo avergonzado a la vez que el frío del lluvioso exterior era reemplazado por esa cálida sensación. 

Jungkook había estado preparando la cena, presumiendo de sus envidiables dotes como cocinero mientras decía en voz alta todo lo que hacía. Yo había estado aferrándome a su cuello, escuchándolo con atención e intentando distraerlo repartiendo besos torpes por sus mejillas, sobre su espalda, con mis piernas envolviendo su cintura. De vez en cuando me acercaba peligrosamente a sus labios, sintiendo como él temblaba debajo de mí, hasta que, de un movimiento rápido, Jungkook ya me tenía sentado sobre la encimera, con ambas manos apoyadas a cada lado de mi cuerpo mientras acercaba su rostro  cada vez más al mío con cada segundo que pasaba.

— Te gusta provocarme, ¿no es así? — besó mi mejillas, sonriendo contra mi piel. Cerré los ojos cuando sus labios rozaron los míos, y dejé escapar un suspiro que logró que sus sonrisa se ampliara. Se alejó rápidamente, soltando una pequeña risa al notar la confusión en mi rostro. — Pues ahora... — tamborileó con sus dedos la madera, empezando a recorrer con lentitud mi espalda con sus manos. El aire abandonó mis pulmones por un momento cuando sus manos se adentraron debajo de mi camiseta. — Es mi turno, pequeño. — añadió en un susurro antes de nuestros labios se unieran por fin.

Sus dedos dibujaban figuras incoherentes sobre la piel sensible de mi abdomen, causando que me estremeciera de forma satisfactoria con cada toque. Los labios de Jungkook eran tan suaves, tan cálidos y abrumadores. Pasé mis brazos alrededor de su cuello, pero, cuando empecé a enredar mis dedos en su cabello, él mordió con algo de fuerza involuntaria mi labio inferior y se alejó de mí bruscamente, soltando un jadeo y con el rostro teñido de rojo hasta las orejas.Dejé salir un leve quejido. La mordida había dolido bastante y ya podía sentir aquel metálico sabor invadiendo mi boca.

— L-Lo siento.

Parpadeé varias veces, incrédulo, empezando a comprender lo que sucedía al notar lo rojas que estaban sus orejas. Seguramente mi mano había rozado levemente su oreja por accidente. Sonreí, enarcando una ceja.

— Parece que alguien tiene las orejas sensibles... — dije en tono burlón. Él se enrojeció aún más.

— Claro que no. — musitó, bajando la mirada. Lo volví a atraer hacia mí, sorprendiéndolo un poco. Sonreí aún más y entrecerré los ojos. — ¿Q-Qué es lo que... ?

— ¿Estás seguro? — pregunté, pasando con lentitud mis dedos índices por debajo de sus orejas, viendo con diversión como él apretaba los labios y empezaba a temblar. Me acerqué hasta su oído, disfrutando sentir como Jungkook se fundía bajo mis dedos. — ¿Estás seguro? — repetí, con mis labios rozando apenas su oreja.

Me tomó por los hombros, alejándome de él y volviendo a besarme. No tardamos en encontrarnos bajo la misma situación: Labios hambrientos danzando con torpeza bajo la luz de la cocina, las tibias manos de Jungkook escabulléndose de forma traviesa bajo la tela de mi camiseta y mis manos enterrándose y tironeando  del oscuro cabello del chico que me besaba con desesperación.

Se escuchó un exagerado carraspeo antes de que nos separáramos con nerviosismo, con respiraciones irregulares y rostros tan rojos como cerezas. Jiwoo caminó hacia nosotros con pasos autoritarios, intentando verse superior a pesar de ser notablemente más pequeña que nosotros. Jungkook no dejaba de acariciar con suavidad mi espalda, y esa fue la razón principal por la que no pude calmar mi respiración cuando Jiwoo se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

— ¿Podrían, por favor, dejar de hacer eso? ¿Acaso no es más más fácil, no lo sé, hacerlo en la habitación de Jungkook? — dijo con obviedad, frunciendo el ceño. Llevaba su corto cabello agarrado en una pequeña cola de caballo, además de traer puesto su uniforme escolar. Se veía demasiado extraña usando una falda roja a cuadros y un par de medias blancas hasta un poco más un poco más arriba de la rodilla, pero no dije nada. — Iré a cambiarme, y apreciaría mucho que, cuando vuelva, no estén a punto de tener sexo en la cocina. — pasó una mano por su rostro.

Jungkook sacó sus manos de debajo de mi camiseta y abrió demasiado los ojos, enrojeciéndose más después de las palabras de su hermana. Sentí el calor abrazar con más fuerza mi rostro mientras la veía alejarse con pasos rápidos. Cuando desapareció tras la puerta de su habitación, el silencio se hizo presente. Yo permanecí con la mirada perdida en la puerta, sin conseguir el valor suficiente como para mirar a Jungkook. Mi celular empezó a vibrar dentro de mi bolsillo. Aliviado de tener una excusa para salir de la incómoda situación, contesté a la llamada.

— ¿Qué sucede, Yongsun?

Jungkook seguía cerca de mí, con su mirada vagando por el techo. Sonreí al recordad que había encontrado su punto débil: Sus orejas. Sería algo que podría aprovechar en un futuro.

— Taehyung, hijo.

— ¿Abuelo? — fruncí el ceño. Jungkook me miró, la preocupación empezando a bailar en sus oscuras orbes. — ¿Qué haces con el celular de Yongsun? 

— Taehyung. Yongsun... tuvo un pequeño accidente. — tragué saliva y mi corazón empezó a latir de forma errática contra mi pecho. — No es demasiado serio. Bueno, eso es lo que han dicho los doctores...

— ¿Doctores? ¿Están en el hospital? — la preocupación que bañaba la mirada de Jungkook se intensificó. — ¿En qué hospital están? ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Dónde... ? — tomé un poco de aire y suspiré sonoramente, intentando calmarme y fallando por completo. — Espera, voy para allá.










Odiaba los hospitales. Desde que era un niño me aterraban esos lugares y con los años la sensación de inseguridad seguía haciéndose presente cada vez que me encontraba en uno. La luz de la habitación parpadeó un par de veces. Yongsun estaba ahí , recostada sobre la blanca camilla, usando una de esas horribles batas que usaban todos los pacientes de ese hospital . Miraba hacia arriba con ojos perdidos y muy abiertos, dejándome ver con claridad el tono rojizo intenso que bañaba su ojo derecho.

— Estaba a punto de perder por completo la vista en este ojo. — dijo ella, señalando su ojo mientras se carcajeaba sobre la camilla. Tragué saliva.

— ¿Qué fue lo que pasó? — pregunté, sintiendo como la voz se tambaleaba a través de mi garganta antes de salir. Jungkook tomó mi mano, logrando tranquilizarme un poco.

— Es ridículo. — musitó ella. — Es estúpido. Solamente lograré que ambos empiecen a reír como idiotas. 

— No lo haremos. — dijo Jungkook. — No reiremos. Solo intenta decirnos qué sucedió, Yongsun.

— Fue un gato. Un gato blanco. Se veía lindo, era tierno... Maullando de forma absurda bajo la lluvia, siendo adorable como todos los jodidos gatos son y, sin siquiera darme cuenta, ya tenía la vista nublada por la sangre mientras el color rojo invadía todo... — volvió a reír. — Se los dije, es simplemente estúpido.

Empecé a temblar y vi como Yongsun también se estremecía debajo de esa bata celeste. "Parecía que había empezado a llorar sangre cuando la vi", había dicho mi abuelo antes de que entráramos a la habitación. Miré una vez más su ojo, imaginándome a alguien sacándolo de su cuenca, bañándolo en pintura roja y regresándolo a su lugar. Aquel grotesco pensamiento me hizo bajar la mirada y soltar una pequeña risa.

Como si lo hubieran bañado en sangre...

Sentí la mirada confundida de Jungkook sobre mí. Yongsun bufó, mirándome con repulsión mientras repetía una y otra vez en un susurro: "Lo sabía, lo sabía". Era gracioso, sabía que estaba mal reírme de algo así, pero era gracioso.

Era gracioso, pero dejaría de serlo en poco tiempo.










Falta poco para el final ;)

¡Nos leemos luego!

— Noduru.

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