Prólogo
Dra. Vasileva
Moría de hambre. Comí mis papitas fritas apenas salí de cirugía con mi interno asignado y el Dr Perez. Fueron catorce horas las que operé, sin descansos o idas al baño.
Este lugar era mi infierno amistoso.
Llevaba ocho años haciendo esto, y aún había algo en mí que no se sentía preparado para entregarse por completo al espectáculo que ofrecían las luces del quirófano.
Así me sentía yo: la artista que todos respetaban. Yo era la puta ama de este hospital. Y aunque sabía que estaba mal pensar en mí como una Diosa, no podía evitarlo día sí y día no.
«Cirugía general», esa era mi especialidad.
—¡Llegó un trauma! ¡La necesitan!
Mis reflexiones se vieron interrumpidas por mi interno. Sus ojos expresaron una emoción que jamás había visto.
Me interesé desde un principio.
—Estado. Rápido —le ordené a Peters mientras corríamos lado a lado hacia Urgencias.
—Dieciocho años. Golpes severos en cara, tórax y espalda. Tiene una costilla clavada en el pulmón derecho. Posible pérdida de riñón. Tiene la mandíbula fracturada y una fisura en el fémur izquierdo.
Me dijeron todo acerca de esta chica cuya madre trabajaba como enfermera en este mismo hospital.
«Pobre mujer»
Había sido advertida.
Y aun así, cuando vi a la muchacha inerte en la mesa con el collarín, vulnerable y casi desnuda... Yo...
—¿La violaron? —pregunté; no supe por qué, sólo tenía que saberlo.
Me acerqué a los internos, doctores y enfermeras que trabajan alrededor de ella, y casi me fallaron las piernas cuando vi su cara hinchada y ensangrentada. Parecía estar muerta.
—No —respondió; había olvidado la pregunta que hice.
Giré el cuello en dirección a la voz masculina que procedía del oficial que llegó con la chica en la ambulancia. Tenía la misma expresión que Peters en los ojos.
—No la violaron, Doctora —dijo para ser más específico.
—Bien —comencé a hacer mi trabajo.
Después de segundos cruciales en esta sala, tuvimos que trasladarla a cirugía. Yo la operé. Esta chica sufrió un derrame, un paro cardíaco y, para variar, perdió un riñón y un pulmón.
Fue víctima de un crimen que casi se convierte en un feminicidio.
«Espero que el culpable haya sido aprendido»
Le comuniqué a la madre el estado de su hija. La abracé cuando se vino abajo, y le prometí que estaba fuera de peligro.
Ahora venía lo peor: el daño psicológico.
No muchas mujeres sobreviven a algo así y viven para contarlo, pero ella... Es tan joven que casi pierdo la esperanza.
«Ella lo logrará», pensé.
Vivirá.
Nota: Bueno, las mejores historias inician con un poco de drama.
Ahora disfruten del cap.
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