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Este capítulo está dedicado a mi guía de turismo favorito en el mundo. No lo va a leer nunca en la vida, pero que conste. *lagrimitas*
#PrinceBlackWeek. Tercera palabra: país diferente.
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No temas, cariño,
Que, aunque ser intrépido no sea lo mío,
Puedo salvarte de cada uno de tus demonios,
Sólo si tú me salvas de los míos.
―Praga.
Regulus la reconoció. La curva medieval de las piedras grises, los adoquines acolchados por la nieve, las estructuras elevándose como agujas a los cielos, la sonrisa de los vendedores matutinos ofreciendo pan de lavanda o galletas de miel y frutos secos mezclándose con los melancólicos violinistas junto al puente, arrancándole lágrimas a las melodías desgarradoramente hermosas.
Severus asintió mientras tomaba su mano y lo llevaba por las calles frías. Era un frío seco, sin viento, y con el enorme abrigo de piel que Regulus llevaba sobre sus hombros era claro que no debería sufrir tanto el frío. Aun así, se acurrucaba contra Severus, disfrutando el contacto de quien una vez le hubo dicho que por él lo haría todo, y años después lo seguía demostrando.
La distancia no había importado. La distancia no había importado nunca. El tiempo no tenía número ni nombre cuando con sólo verlo a los ojos sentía que podía ver al mismo niño hosco y cínico que maldecía a los Gryffindor, gritaba a los Hufflepuff, golpeaba a los Ravenclaw que lo fastidiaban y mezclaba ingredientes de pociones entre sí para que los más fastidiosos de los Slytherin acabaran en la enfermería. Severus lo estrechaba contra su cuerpo como si no quisiera soltarlo nunca.
―Praga es un lugar donde podremos pasar desapercibidos con facilidad ―Severus extendió su mano y señaló. Túnicas, antiguas capas de terciopelo, capas de piel. Pero lo más importante era la apariencia: nadie notaría extraño o llamativo a dos hombres de piel blanca y cabellos negros cuando casi toda la gente que se paseaba por las calles compartía esas características―. Aunque sea un país en un continente diferente, su clima no difiere mucho de Inglaterra, aunque hay mucho más por ver. Cosas que jamás podríamos encontrar en Londres o en el Callejón Diagón, aunque hay muchos callejones y de los más diversos. Te gustará.
Guiándolo con movimientos menos bruscos, más calmados, pero igual de firmes, Severus lo llevó a pasadizos de piedra en cuyas paredes se abrían huecos de tiendas. Casas de té, casas de muñecas de porcelana con escalofriantes miradas demasiado realistas, tiendas y panaderías, pequeños bares como una caja de zapatos con deliciosos tragos fuertes deslizándose en una mañanera bienvenida a la ciudad antigua como un pergamino, fresca como un soplo de alegría, efusiva en el amanecer con las risas de los estudiantes, las palabras en checo áspero y la sonrisa cálida de los vendedores mientras entregaban bolsas de papel madera con panecillos de queso y nueces que compartían, calentándole los dedos fríos, mientras sus pasos los llevaban entre adoquines y estrechos pasillos, ventanas entreabiertas con aroma a manzanas y violinistas en los rincones, bailarines y mimos, risas y alegría.
Regulus no había disfrutado la vida hasta que había estado a punto de morir, y simplemente sentía que a partir de ese día podría comenzar realmente a vivir.
―Viviremos aquí ―Severus habló cuando el mediodía le estaba acariciando, el sol detrás de las nubes asomándose con débiles líneas de calor brillante que se desvanecían instantes después―. No es muy grande, pero es...
―Es perfecto ―acabó por decir Regulus mientras observaba la pequeña casa que Severus le señalaba. Apresuró sus pasos observando las paredes de piedra gris anticuada, las cortinas desde el interior de un terciopelo azul oscuro, la puerta gruesa de madera y el marco de piedras oscuras con runas de protección que fácilmente podrían ser pasadas por alto por los transeúntes. Sus dedos se detuvieron en el grueso pomo de la puerta, en el largo hueco para la llave que Severus rápidamente ofreció en su mano abierta. Regulus la tomó sin despegar la mirada de sus ojos, rozando sus dedos contra su palma y observando a Severus estremecerse como si una corriente eléctrica lo hubiera atravesado.
Regulus abrió la puerta, tomó su mano y tiró de él hasta encerrarlos a ambos en su pequeño hogar. No le importaba no conocerlo, no le importaba no saber la disposición de las habitaciones, no le importaba saber si poseía libros o si acaso había alimentos en las gavetas de la cocina, y mucho menos cómo harían para alimentarse o sobrevivir. Hogwarts había sido su hogar mientras Severus había estado allí, y había estado huérfano y desalojado de sí mismo hasta que apareció de nuevo en su vida. No le importaba si debía vivir cruzado por el viento cruel y la nieve en el rostro, porque Severus era su hogar y siempre lo había sido, y nada lo cambiaría.
( ... )
Mi diminuto lado perfeccionista quiere aclarar algo que la escritora compulsiva pasó por alto a la hora de redactar: Praga, ubicada actualmente en República Checa, en el 1979 (época donde transcurre este fic), era la capital de Checoslovaquia. Y, más específicamente, formaba parte del régimen comunista ya que se encontraba bajo la protección de la Unión Soviética desde después de la Segunda Guerra Mundial, régimen que acabó a finales del 1989 tan pronto cayó el muro de Berlín... lo cual significaba que se hallaba un nivel de "igualdad para todos" controlado incluso por las fuerzas policiales en el que los alimentos, el vestuario, las viviendas y cada moneda era supervisado y controlado. Pero como ya había escrito estos capítulos basados en la Praga actual evadiré toda disputa político-histórica.
Cualquier cosa que se den cuenta que no concuerda... un hechicero lo hizo ;D
xxx G.
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