26. Pasado
Debo aclarar que estoy comenzando a escribir cosas del pasado en la historia, porque hay datos muy importantes para entender la trama y los personajes. Sé que a lo mejor se hicieron la pregunta del por qué comienzo a meter el pasado cuando lo fuera realizado en el primer libro cuando Luna investigaba su origen, pero es que el primer libro pasan muchas cosas y Luna ni siquiera sabía que era un Ángel.
Apenas estaba sobreviviendo y salvando a sus amigas cuando Lux la estaba persiguiendo para matarlas.
En este segundo libro se va ir revelando más cosas, y solo aviso que se vayan preparando emocionalmente.
Sin más que decir disfrute la lectura, se les quiere mucho.
***
"No hay presente o futuro, sólo el pasado, pasando una y otra vez, ahora."
-Eugene O'Neill
En otra época. (Una fecha no escrita)
Treverlin
Una noche tan fría era lo que arropaba aquel pueblito pequeño de Treverlin, un pueblo tan pequeño que era muy religioso estaba habitado por un grupo de trecientas personas entre mujeres, hombres y niños. Un pueblo tan pequeño que se mantenían conservador en su devoción hacia el creador, tanto era su devoción a Dios que hacía que las leyes que Dios le dio a Moisés se cumplieran al pie de la letra.
Si en una familia un niño salía enfermo era porque en su familia alguien había pecado y si pecabas era hijos del de allá abajo, su cerebro estaba tan cautivado que pasando el bosque de los susurros de Treverlin se encontraban dos hermanos haciendo un pacto. Más allá del bosque estaban todos los acianos reunidos para hacer que las reglas se cumplan.
La niebla se mesclaba con el frío como una gran manta en aquella oscuridad, la luna roja se posaba en los más altos del cielo susurrando que esta noche había libertad para los hijos de la noche.
Era un día que las puertas del infierno se abrían para que aquellos condenados, aquellos que fueron desterrado del cielo subieran a la tierra hacer lo que le plazca. Un día de Halloween, cada habitante en este día permanecía en su choza resguardándose del mal.
Solo los monjes o sacerdote eran capaces de luchar contra ellos, pero que pasa cuando tomas una tierra que es un portal para el infierno. Eso no lo pensó la primera persona que quiso formar una colonia bautizándolo como Treverlin en ese lugar. Un lugar que pasaba cada cosa sobrenatural y era muy difícil que lo pasaran por alto, por eso se formó los sacerdotes para santificar ese pueblo.
Al pasar los años las cosas fueron empeorando, pero hoy; este día, este día todo cambiaria y no se sabría que bando saldría ganador.
— ¡Apúrate Liz, vamos a llegar tarde a la ceremonia!—la mano de la hermana mayor apretó fuerte la de su hermana menor mientras empujaban lo que llevaban por el bosque para llegar al pueblo Treverlin.
Todo aquel que quería llegar al pueblo tenía que cruzar el bosque, aunque debían hacerlo de día porque de noche era muy peligroso y nadie se atrevía a andar a tantas horas de la noche por ahí.
Pero que la pequeña Liz de la familia sacerdotisa del pueblo se tardara en recoger las leñas para cuando viniera el invierno con su hermana solo hicieron que la noche le cayera encima y tenían que pasar por aquel lugar terrorífico donde desde añales se escuchaba que habitaban los seres demoniacos que serían capaz de llevarte al infierno.
La pequeña Liz le dolía sus pies mientras arrastraba una tabla que estaba conectada a un mecate para trasporta las leñas, su hermana Luisa la ayudaba pero era algo pesado para ellas.
Una niña de 16 años y otra de 10 cargando leña, un trabajo que lo hace un hombre para no pasar frío las noche de invierno eran mucho.
—Lu me duele los pies, ¿Podemos parar? —Liz soltó la cuerda mientras hacía chocar sus manos para hacer fricción buscando calor.
Aquel bosque estaba oscuro para que dos pequeñas anduvieran de noche cruzando aquel lugar para llegar a su casa, una linterna de gasoi era la que los acompañaba para alumbrar su camino y así no caer por un barranco, pero la hermana mayor sabía que ya habían pasado la quebrada que estaban cada vez más cerca.
Lo que ella no sabía es que llevaban horas dando vuelta en el mismo lugar, porque el bosque de noche es confuso y más si hay dos identidades diferentes observando desde lejos.
Los reclamos de la mayor lo colocaron en alerta atrayendo su atención del ritual que estaban haciendo por lo que moverse entre árboles y en medio de la oscuridad no fue impedimento para ellos.
Para sorpresa de los hermanos eran niñas, pero el miedo que irradiaba era alimento para aquellos seres que se alimentaba de ellos. Era como una pequeña gota de sangre y atraería los vampiros, que para ellos era algo igual pero de diferente alimento.
Demon miro a la joven mayor que estaba cubierta con una capa negra y su vestido estaba oculto por ella, protegiéndola del frío mientras que la menor usaba una capa dorada que no le cubría la cabeza y se podía observar sus rasgo.
Eran hermosas.
Su pelo rubio brillaba como el oro, su piel blanca era como la nieve y sus ojos grises eran como una tormenta que cualquier aldeano de aquel pueblo siempre admiraba y querían que una genética así permaneciera en su familia.
— Papá se va enfurecer cuando no lleguemos a tiempo a la ceremonia por desobedecerlo.—hablo la joven que tenía la capa cubriendo todo su rostro y cuando movió la capucha dejo revelando que no solo la pequeña niña era hermosa, su hermana le seguía los pasos, pero era una belleza que era única.
Los dos hermanos pudieron seguir oliendo en el aire y cada vez sus ojos amarrillos se intensificaba haciendo que en el momento que los ojos de la pequeña Liz conectara con los de Damián en la oscuridad atrayéndola hacia él con una sola orden que cayó en su mente.
—¿Liz? —la llamo Luisa viendo que no le respondía porque estaba más concentrada reforzando el nudo del mecate que iban a utilizar para empujar las leñas. Cuando Luisa volteo a ver a su hermana esta caminaba metiéndose cada vez más al bosque donde la linterna de gasoi no alumbraba.—¿Liz a dónde va? —ella dejo lo que estaba haciendo para ir tras de su hermana, y agarrándola por su mano para atraerla de nuevo a ella sintió un escalofrió tras de ella.
Y antes que reaccionara un viento frío salió de algún lugar haciendo que la linterna se apagara y la hermana mayor se colocara en alerta mientras que el miedo la invadía.
No veía nada, porque la oscuridad era lo que la arropaba en aquella noche en el bosque.
— Liz no te aparte de mi.—le dijo apretando su mano pero cuando lo hizo sintió una viscosidad que no pudo ver, lo que se sumó a una risita que provenía de algún lugar del bosque. —¡Liz! —grito Luisa entrando en pánico por a ver perdido a su hermana y ahora las advertencia que su padre alguna vez le dijo estaba tomando sentido.
El bosque estaba prohibido para niños, jóvenes y adolescente. Era un lugar maldito por el cual nadie debía entrar o travesar de noche, pero ellas no hicieron caso.
Así que en medio de la oscuridad ella se movió intentando buscar a su hermana, donde la llamo una y otra vez pero la pequeña Liz no respondía porque aquella niña de ojos grises y pelo rubio yacía atormentada por Damián que disfrutaba ser el peor de su miedos encarnado en un monstruo con la imagen de su tío.
La pequeña niña corría en medio de un bucle que no podía salir y en medio de sus suplica pedía que parara hasta que el ultimo destello de felicidad fue apagado de sus ojos y su cuerpo inerte caía por el acantilado.
Demon desde la oscuridad podía observa con diversión como la joven mayor de ojos grises y belleza única sufría en medio de la oscuridad llamando a su hermana, ayudándose con la corteza de los arboles como camino. Por lo que llego a pensar que ya era hora de saber cuál era su peor miedo en ese momento y antes de que Luisa reaccionara o gritara de miedo, sus ojos grises se conectaron con los amarrillos del pequeño demonio escurridizo que sonrió divertido.
Hace dos segundo Luisa se encontraba en el bosque buscando a su hermana y ahora estaba en la iglesia con una biblia en mano, se escuchó cuando la puerta se abrió y ella levanto la mirada para ver como un hombre con la imagen de su madre caminaba hacia ella bañada de sangre.
— ¡¿Mamá?!—la biblia cayo en el suelo cuando sintió un ardo en sus manos como si la fuera quemado y antes que pudiera decir algo su madre se lanzó encima de ella como si estuviera poseída.—¡Mamá! ¡Soy yo! —grito Luisa en medio de llanto e intentando protegerse, pero su peor miedo la agarro por la cabeza y golpeo el suelo con ella dejándola aturdida.
Solo le bastaron cinco minutos para que sus instintos de supervivencia se activaran y el pequeño cuchillo que guardaba en su manga se extendiera con gran violencia y se clavara en el abdomen de su madre apuñalándola una y otra vez.
— Mamá lo siento.—lloraba una y otra vez sin dejar de apuñalarla pero su madre solo sonreía, hilos de sangre salía de su boca y antes que su último aliento la abandonara una sonrisa macabra adorno su labios antes de susurrar.
— Sangre inmunda.—y lo que quedaba de vida de aquella mujer se apagó, dejando a una Luisa llorando y mirando lo que hacía.
Su peor miedo era que se enterrar que ella era especial y antes que ella pudiera levantar el cuchillo otra vez se encontraba en el bosque y pudo ver un rostro en medio de aquella oscuridad.
Sus ojos amarrillos no la abandonaron observando la cara angelical que ocultaba un monstruo, el joven se inclinó un poco para observar más a la chica y vio algo en su mirada por lo que sonrió divertido antes de inclinarse más hacia la chica que estaba en shock total.
— Espero que nos volvamos a encontrar.—susurro Demon en un perfecto latín que ella no entendió nada y antes que saliera de su trance los labios de Demon tocaron lo de ellas antes que Luisa pudiera comprender que pasaba.
No sintió nada en sus pies al cual sostenerse y lo que sintió después fue como la gravedad la arrastraba hacia el abismo y sin apartar sus ojos de aquellos amarrillo susurro algo en aire que solo el viento fue testigo de cómo aquel cuerpo cayo con gran violencia del acantilado chocando en las piedras rocosas.
Los dos hermanos observaban maravillado desde arriba los cuerpos de las hermanas al final del aquel risco, los vientos y la lluvia no se hicieron esperar y ellos sin darse cuenta en el momento que el sacerdote, padre de aquellas niñas que no pudo salvar había ido a buscarla encontrándose una escena de terror.
Saco su agua bendita antes de susurra una oración en la capa negra de su hija que se le había caído y con lágrimas en los ojos buscando aquella venganza lanzo la capa sobre los dos hermanos que sintieron el ardo en todo su cuerpo antes de comprender que pasaba.
— ¡Por la sangre del cordero!—grito el padre corriendo hacia ellos con una pequeña daga que guardaba en su pantalón alzándola hacia arriba e hiriendo a los hermanos.
Un padre que ve morir sus hijas y sin poder hacer nada, tiene más fuerza que un padre normal pueda luchar con los asesinos y pelear con dos demonios no era fácil pero la ira lo cegó y la venganza era su fuerza.
— ¡Por mis hijas, hijos del diablo!—cada puñalada era una cortada que debilitaba su cuerpo demoniaco.
La daga era especial, ya que fue forjada y hecha con un material que puede destruir las identidades maligna y solo poco de los sacerdotes las tenían para proteger su familia. Pero él había llegado tarde y ahora lo que la rabia era la que hablaba y actuaba por si sola.
Demon y Damián perdieron las fuerzas que habían obtenidos hace minutos de comer, ya no le quedaba nada y cayeron en un sueño dejándolo fuera de lo que se aproximaba.
El sacerdote como pudo después que ver que aquellas cosas solo se habían desmayado por perder fuerza, los arrastro con la capa por todo aquel bosque hasta llegar al pueblo donde la campana de la iglesia avisaban que se acercaba una tormenta y que los mayores sacerdotes debían estar preparado para todo.
Bajo aquella lluvia el sacerdote como pudo abrió la puerta de su hogar y lo primero que hizo fue lanzar aquellos cuerpos como si fueran un bulto de papa en el suelo de madera antes de ver a su pequeña hija de solo cinco año, era lo único que le quedaba después de perder a su amada esposa hace seis años atrás por un bruto asesino que fue quemado días después en la hoguera como bruja.
— ¿Padre?—la pequeña se levantó asustada de la silla captando lo que su padre había lanzado al suelo.
— Dirígete a tu habitación Lisandra.—le ordeno con una calma que no tenía aunque su alma por dentro estaba destruida por ver como su hijas morían frente de sus ojos.
¿Ahora cómo le diría a su pequeña hija que sus hermanas ya no volverán más?
Ya no escucharían la risa de la pequeña Liz que llenaba la casa de vida, no habría más días donde Luisa cantaría para todos en la sala todas las noches. Su familia estaba rota y los culpables era los que le habían arrebatado todo.
La pequeña niña agarro su cobija e hizo caso a su padre antes de subir las pequeñas escaleras y encerrarse en su habitación, aquella habitación que compartía con sus hermanas que estaban desaparecidas.
El sacerdote lanzo los monstruos que él consideraba demonio en el sótano donde declaro una maldición donde solo la familia real sacerdotisa de él rompería, no los matos porque nada le devolvería sus hijas. Los iba a tortura hasta que ellos pedirían a gritos que los mate pero él nunca lo haría, por lo que mientras en el sótano se proclama aquella maldición.
La pequeña Lisandra se metía entres sus sabanas buscando un refugio contra los truenos y rayos que había afuera, y en medio de su miedo pudo escuchar el susurro de su hermana mayor que la llamaba, lo que hizo que la pequeña sacara la cabeza entres las sabanas y viera en medio de aquella oscuridad a su hermana mayor sentada en su cama con un libro en manos.
—¿Quieres que te proteja de los truenos? —pregunto susurrando a lo que Lisandra asintió llorando y levantándose de su cama.
— Si por favor, ¿dónde está Liz?—Lisandra se acercó a su hermana a lo que ella la abrazo metiéndola entre sus brazos protegiéndola y pasando su mano por su pelo rubio para calmarla.
— Liz esta con madre. —susurro pegando sus labios a su frente.
Las dos hermanas se miraron en medio de aquella oscuridad, a lo que Lisandra pudo ignorar por completo lo que pasaba en su alrededor.
— Te quiero Luisa, por favor no me dejes.—apretó sus bracitos al cuerpo de Luisa y ella le respondió su abrazo.
No habían pasado dos minutos cuando la pequeña niña se quedó dormida y aquello lo que acompañaba a la pequeña era el espíritu de Luisa y las últimas palabras que le había susurrado al viento calaron en los oídos de la pequeña incrustándolo y protegiéndolo en lo más profundo de sus miedos y recuerdo.
— Guardaras mis poderes en ti, eres el único linajes que queda de una Hill y solo lo pasaras hasta que llegue mi reencarnación.—y así como llego también desapareció en el viento.
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