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Capitulo 4

ADVERTENCIA: Este capitulo tiene contenido +18, por lo que si lo lees, es bajo tu propia responsabilidad.


Antes de que Eva se diera cuenta, la epoca de navidad llegó y junto a ella la fiesta de navidad que el profesor Slughorn hacía cada año. Como cada tarde desde que se unió a Tom Ryddle, Eva se dirigió al lavabo del baño del segundo piso, donde la trampilla ya estaba abierta para que entrara. Al hacerlo, esta se cerro. Paso junto a la antigua piel que había mudado el enorme basilisco de la Cámara y se estremeció. No temía al animal, pero no le gustaba ver su piel muerta.

—¡Sesha!—llamó Eva con tranquilidad al ver que no había nadie.— ¡Ven aquí! ¡Te traje una enorme caja con ratones muertos!

—Eso no lo va a satisfacer.—dijo una voz a sus espaldas y ella grito del susto.— ¿Y porqué mierda llamas Sesha a mi basilisco?

—¡L-Lo siento!—exclamó Eva recogiendo sus cosas, las cuales se habían caído de sus brazos debido al susto.— Pensé que aún no llegaba nadie.

Tom enarcó una ceja en alto al ver que la chica no tartamudeaba en su presencia. Llevaba ya casi una semana así y ciertamente no se estaba quejando, solo que pensó que no aguantaría. Theodore, quien estaba detrás de Tom, sonrió con satisfacción.

—¿Y entonces?—inquirió Tom.

—¿Mande?—Eva lo miró confundida.

—¿Porqué llamas Sesha a mi basilisco?—repitió.

—¡Ah! Es que...—Eva carraspeó, intentando controlar su nerviosismo.— En el hinduismo, Sesha es una serpiente masculina divina, rey de todas los nagas, uno de los seres primigenios de la creación.

—¿Nagas?—pregunto Theodore.

—Serpientes.

A mi me gusta mi nombre.—siseó el basilisco en lengua pársel, apareciendo ante ellos.—Nunca había tenido uno...la ama me agrada.

Yo soy tu unico amo.—siseó Tom.

Pero si ella es su mujer, técnicamente es mi ama.—replicó Sesha colocándose junto a Eva, quien le ofreció la caja con ratones con una sonrisa.— Es muy dulce, incluso me trae aperitivos.

Él muchacho rodó los ojos y no respondió. Caminó hasta la mesa que tenían en medió de la Cámara y se sentó, instando a los otros dos a que lo imitaran.

—Bien, este año no me quedare aquí por navidad.—informó Tom, sorprendiendo a ambos chicos.— Mañana en la mañana, despues de la fiesta de Slughorn, partiré con todos en el tren de Hogwarts.

—¿Puedo preguntar porque el cambio, mi señor?—cuestionó Theodore.— Creí que se quedaría aquí para continuar recibiendo los informes de nuestros mortífagos fuera y seguir ordenándoles los siguientes pasos a seguir.

—No tengo porque dar explicaciones, y ya que Eva vuelve con su familia y tú estarás ocupado, me iré solo. —respondió Tom fríamente.—Ahora, Theodore, ese será tu trabajo y quiero que me envíes informes cada semana. No me llames por la marca a menos que sea algo muy importante. 

—Sí, mi señor.—dijo Theodore.

—Ahora, respecto al baile.—miró a Eva, quien se tensó.— Debido a que Eva no quiere que su familia se entere de su...nuevo trabajo, iré sin pareja, pero tú, Eva, también asistirás. Theodore estará ocupado con otras cosas y necesito a uno de los míos ahí por si requiero algo, ¿has entendido?

—Sí, mi señor.—respondió Eva.

—Bien, esto debe salir perfecto. Esta noche Slughorn me presentara al Ministro de Magia y no quiero ningún error. 

La reunión no duro tanto como otras veces debido a que todos tenían cosas que hacer, Theodore debía mandar algunas cartas y Tom y Eva tenían que arreglarse para esa noche. Mientras Eva estaba en su sala común, una lechuza llegó a su ventana con una carta, reconoció con el sello de su familia. Suspiro pesadamente y abrió la carta, encontrándose nuevamente con la letra de su madre:

Eva

Te notifico que estas navidades la pasaremos con la familia Black para celebrar el compromiso entre tu hermana Druella y Cygnus, por lo que necesito saber si pasaras estas navidades en casa para esperarte o si te quedarás en el colegio.

Envíame una carta con tu respuesta lo más pronto posible.

Mamá.

Cerró la carta y se dirigió a su escritorio para sacar papel y tinta. Cuando estuvo a punto de escribir una respuesta afirmativa a su regreso a casa, se detuvo. No quería ir a casa para Navidad, pero quedarse en Hogwarts quizá tampoco fuera muy buena opción...¿Qué debía hacer entonces?

Recordó a Tom Ryddle y su misterioso viaje en solitario debido a que ella y Theodore estarían ocupados. Le daba temor la sola idea de estar a solas con Tom Ryddle, pero también sabía que el lugar que ocupaba ahora era muy importante y debía empezar a acostumbrarse a su presencia, así que, en un arranque de valentía, le notificó a su madre que no iría esas navidades. Sabía que su madre no se molestaría, en realidad, estaría feliz de que así no podría arruinar la feliz navidad con los Black.

Cygnus...—pensó Eva con tristeza y recordó a Eileen, su mejor amiga, a quien ya le había contado sobre el matrimonio de Druella y Cygnus, y le recomendó pasar página.

Despejó su mente y continuó preparándose para la cena de esa noche. Llegó al lugar a las ocho quince, encontrándose con que la mayoría de los invitados ya estaban ahí. Distraídamente se colocó junto a la barra para pedir una bebida.

Al otro lado del salón, Tom Ryddle vio a Eva Rosier ingresar al lugar y la repaso visualmente. Utilizaba un largo vestido (al igual que todas las demás damas) color beige que era suelto y algo ajustado a su cintura. No tenía casi escote y era en realidad un vestido sencillo, pero en cuanto la vio caminar hacía la barra, mostrando su espalda, casi se atraganta.

El vestido era sencillo, sí, pero la magia estaba en la espalda del vestido, donde un enorme escote mostraba casi toda la delicada espalda de Eva, quien ignoraba las miradas hambrientas de los hombres a su alrededor.

—¡Tom!—llamó Slughorn sacándolo de su ensoñación.—Ministro, quiero presentarle a este muchacho tan prometedor. Tom, este es el Ministro de Magia.—presentó animadamente.

—Es un verdadero placer conocerlo, Ministro. Mi nombre es Tom Ryddle, a su servició.—saludó Tom educadamente con su mejor sonrisa e hizo una inclinación de cabeza, estrechando su mano.

—El placer es mío, hijo. Horace habla muy bien de ti, soy Lorcan McLaird.—se presentó afablemente el Ministro.

La cena continuo en completa tranquilidad y parecía que todo iba viento en popa, pues cuando el reloj marcó las doce de la noche, el Ministro de Magia estaba completamente encantado con la inteligencia y carisma de Tom, pero al ver la hora, se despidió, afirmándole que cuando deseara un puesto en el ministerio solo debía decirlo y se fue. En cuanto estuvo solo, Tom revisó a la multitud de invitados y frunció el ceño al ver a Eva apuntando discretamente con su varita a un hombre que estaba parado frente a ella, viéndola burlonamente.

Eva, quien llevaba casi toda la noche aburrida, de pronto se vio siendo acosada por un hombre del ministerio que insistía en querer pasar la noche con ella e intentaba tocarla.

—Baja esa cosa, lindura. Podrías hacerte daño.—se burló el hombre.

—Aléjese de mí. Déjeme en paz. —ordenó Eva con seriedad sin dejar de apuntarle con la varita.

—Vamos, cariño. La pasaremos bien.— la tomó bruscamente del brazo y antes de que ella pudiera hechizarlo o gritar, sintió como la tomaban desde atrás por la cintura, alejándola del hombre.

—La señorita ha pedido que la deje en paz.—dijo Tom con frialdad.

—Maldito mocoso.—masculló el hombre y se fue. Tom apretó la cadera de Eva, furioso, pero ella sabía que no estaba molesto con ella, sino con el hombre por haberle dicho mocoso.

—Nos vamos.—ordenó Tom y se dirigió a la salida.

La muchacha lo siguió de inmediato y al salir del salón, Tom la tomó del brazo y la llevó bruscamente hasta el séptimo piso, frente al tapiz de Bárnabas El Chiflado. La soltó y confundida, Eva contemplo como el muchacho caminaba tres veces frente al pedazo de pared despejada, cuando de pronto apareció una puerta.

Asombrada, Eva ni siquiera reparo en que Tom la había vuelto a tomar del brazo y que la hubo metido en aquella misteriosa sala, donde por dentro se podía ver un cuarto al más puro estilo Slytherin.

—La Sala de los Menesteres...—murmuró Eva de espaldas a Tom.— pensé que era un mito.

—Desnúdate.—ordenó Tom y el corazón de Eva se detuvo.

—¿Q-Qué?—dijo Eva con un hilo de voz.

—He dicho que te desnudes. —repitió Tom, esta vez con un deje de irritación.

Tratando de ignorar los acelerados latidos de su corazón y el revoltijo que sentía en el estomago, Eva dirigió sus manos hacía su cuello, donde reposaba el broche del vestido, el cual soltó y su vestido cayó al suelo, quedando únicamente en unas bragas blancas y sus tacones blancos, los cuales se quito y cuando, con manos temblorosas, tomó el elástico de sus bragas, las manos de Tom se colocaron sobre las suyas, deteniéndola.

—Quieta.—ordenó Tom

Con sus manos acaricio suavemente la espalda de Eva hasta llegar a su cuello, de donde alejó el cabello negro de la chica y acercó la boca a su oído.

—No voy a ser dulce, Eva. No esta en mi naturaleza, así que hazme el favor de no llorar, me irrita.

—Sí, mi señor.—susurró Eva casi en un modo automático, pues estaba aterrada.

Tom la acostó en la cama, donde rompió sus bragas y comenzó a besar su monte de venus hasta que comenzó a realizarle sexo oral. Eva soltó un alto gemido de placer, jamás había sentido nada parecido, ella ni siquiera se masturbaba. 

—Eres dulce, no me sorprende.—comentó Tom antes de seguir en su tarea.

—¡Mi señor!—gimió Eva, desesperada por el cúmulo de emociones que sentía.

Un nudo se instaló en el vientre de Eva, quien intentó separar la cabeza de Tom de su intimidad, pero este la tomó con fuerza de la cadera y no le permitió alejarse, aumentando la rapidez de su lengua en la intimidad de Eva, quien unos segundos despues, soltó un fuerte grito y sintió como un liquido salía de su cuerpo.

—¿Nunca te habías masturbado?—pregunto Tom, saboreándose los labios y ella negó, sonrojada.—Eso lo explica, te viniste muy rápido, aunque me gusto. 

Tom se colocó sobre sus rodillas, acomodándose entre las piernas de Eva, quien respiraba suavemente. Despues de su primer orgasmo, se sentía muy cansada. El muchacho colocó sus antebrazos a cada lado del rostro de Eva, quien de pronto se tensó y reparo en la situación en que se encontraba.

—Relájate.—ordenó Tom.—Si te tensas te dolerá más.

Eva trago grueso y con temor, se aferro a la espalda de Tom, quien en ese momento aprovecho para entrar de un solo golpe en la intimidad de la muchacha, quien soltó un fuerte grito de dolor y unas lagrimas escaparon de su rostro.

—Aún falta la mitad.—informó Tom y ella se sintió desfallecer. Ya debía tener dentro al menos doce centímetros ¡¿Cuanto podía medir el miembro de un hombre?!

Tom volvió a dar un fuerte empujón y Eva tiró la cabeza hacía atrás, gritando nuevamente. Esta vez sintió como si había entrado todo. Tom masculló y comenzó a besar el cuello de Eva, buscando excitarla, pues estaba demasiado seca.

—Bésame, Eva.—ordenó Tom dejando de besar su cuello.

Nerviosa, Eva tomó a Tom de las mejillas y lo beso, mientras este apretaba sus pezones y comenzaba a moverse en un lento mete y saca hasta que un gemido de satisfacción afloró de los labios de Eva, demostrándole a Tom que ya no le dolía...o al menos no tanto, lo que hizo que este comenzara un rápido y duro vaivén.

—¡Mierda, Eva!—gruño con satisfacción contra su oído.

—¡Mi señor!—gimió Eva.

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.

.

Ella no sabía cuanto tiempo habían tenido sexo, pero si sabía que todo su cuerpo se sentía muy pesado, adolorido...mancillado. Contempló a Tom, quien se terminaba de arreglar frente a ella y una vez listo, se volteó a verla con indiferencia.

—Cuando salgas llévate todas tus cosas, la sala desaparecerá. Me voy.—informó Tom con sequedad.—No debes preocuparte, yo me he encargado de lanzar un hechizo anticonceptivo, ¿de acuerdo?

—Sí, mi señor.—se obligo a contestar Eva.

Sin decir ninguna palabra, Tom Ryddle salió de la habitación y Eva lloro silenciosamente contra la almohada de su habitación. Su primera vez no había sido lo que esperaba...pero esto era solo el inicio de su vida como la mujer de Tom Ryddle.




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