Capitulo 3
Los primeros días fueron un completo martirio para Eva, quien cada día que iba a la Cámara de los Secretos, sentía que sería el último día de su vida. Estaba obligada a ir ahí cada día debido a dos cosas: la primera es que ahora tenía la obligación de estar con Tom Ryddle casi todo su día, la segunda es que la Cámara de los Secretos era algo así como el despacho personal de Tom Ryddle.
Dos semanas despues de que Tom Ryddle la secuestrara y prácticamente obligara a ser de él, Eva se estaba acostumbrando un poco a que, una vez terminadas sus clases, debía ir inmediatamente a la Cámara de los Secretos, donde estaría con Tom y Theodore escuchando como estos hablaban del plan de Tom mientras ella los escuchaba en silencio.
—¿Convencer a Dippet?—pregunto Theodore escépticamente —Se que nuestro director es un imbécil, pero dudo que sea tanto como para presentarle al ministro a un alumno.
—Ciertamente no será así.—dijo Tom con el ceño fruncido.—pero el director me tiene mucha estima, seguro que si se lo pido con las palabras adecuadas, puede concretarme una cita con el ministro.
—Con todo respeto, mi señor, creo que es muy arriesgado lo que usted pretende hacer.—dijo Theodore.
—No lo creo. Abraxas Malfoy ya tiene para mi al Jefe del Departamento de Aurores y al Jefe del Departamento de Ley Mágica, a quienes conocí el verano pasado. Solo necesito acercarme al ministro, para que saliendo de Hogwarts no tenga que entretener mucho en mi plan. Un simple imperio bastará.
—Mi señor, insisto en que no es la mejor manera.—insistió Theodore.—¿No lo crees así, Eva?
Eva, quien casi nunca hablaba en esas reuniones a menos que fuera para saludarlos al llegar, se sorprendió al ver que Theodore Nott la incluía en la discusión buscando su apoyo y como ambos varones la miraban esta vez.
—Responde, Eva.—dijo Tom con seriedad, como si estuviera retándola a contradecirlo.
—Y-yo...—murmuró con nerviosismo.—B-Bueno...
—No quiero balbuceos. Habla ya.—exigió Tom fríamente.
—¡Perdón!—exclamó de inmediato, asustada e intento calmarse.— Yo...creo que...quizá...sería mejor...
—¡ROSIER!—grito Tom, exasperado.
—¡Quizá sería mejor que lo intentará con el profesor Slughorn!—soltó Eva rapidamente, bajando la cabeza, temerosa.
No escucho ruido alguno por unos momentos, lo que la hizo subir la cabeza poco a poco, confundida, y contempló como Theodore y Tom la miraban fijamente. El primero con un cierto deje de confusión, el segundo con un brillo en la mirada, un brillo que si Eva hubiera podido identificar, notaría que se trataba de comprensión y satisfacción.
—Explícate.—ordenó Tom, aún cuando ya comprendía un poco por donde iba la idea de Eva.
—Sí...eh...el profesor Slughorn hace estas fiestas cada navidad, ¿saben?—los miró nerviosa y continuó— entonces, el siempre...presume de que conoce a mucha gente importante...a veces incluso los invita. Podría...quizá insinuar que...es buena idea conocer al Ministro.
—¿Eso en que cambia la idea de que sea mejor que lo haga Dippet?—intervino Theodore, confundido.
—B-Bueno...es que a-así nuestro señor n-no tendría n-ninguna intromisión en el tema...sería algo c-casual. S-sí fuera aún con el di-director...pues...po-podría mal interpretarlo y n-notar el interés v-verdadero por el cual quiere conocer al ministro...—explicó Eva y bajo el rostro cuando vio que los dos la miraban fijamente.— Q-quiero decir....es simple...ya saben...—ante el silencio, decidió disculparse por su idea— ¡Lo....!
—Creo que tiene razón.—dijo Theodore dirigiéndose a Tom.
—Hm...—Tom miró fijamente a Eva y despues a Theodore.— Que los Carrow suelten el comentario en la siguiente clase, encárgate de ello.
—Sí, señor.—dijo Theodore asintiendo.
—Ahora debo irme, como ahora soy Premio Anual, tengo una reunión con los prefectos de cada casa.—informó Tom levantándose de su asiento.—Pueden quedarse hasta el toque de queda si quieren, pero encárguense de cerrar. Me voy.
Tom Ryddle salió del lugar, dejando solos a Theodore y Eva, esta última se levantó, tomó su bolso y despacio, con la cabeza agachada, se disponía a irse hasta que la voz de Theodore la detuvo.
—Espera, Eva.—pidió Theodore.
—¿S-sí?—dijo Eva con timidez.
—Lo que has hecho hoy ha sido muy bueno, tu observación fue acertada y ahorraste muchos problemas a nuestro señor.—dijo Theodore caminando hacia ella y viéndola a los ojos.— pero debes trabajar en tu persona.
—¿D-Disculpa?
—Deja de balbucear.— ordenó Theodore y ella se calló, apenada.— Eres una chica muy lista, Eva, pero si quieres conseguir que nuestro señor no te asesine, debes mejorar. Se perfectamente que eres la indicada para ayudarnos, pero para eso debes mejorar.
—¿Y cómo?—pregunto Eva en voz baja.
—La confianza en ti misma es la clave del éxito.— dijo Theodore paseándose a su alrededor.— Nadie, absolutamente nadie, es más poderosa que tú cuando confías en ti misma. Debes recordar que siempre habrá gente que te quiera ver abajo, hundida, derrotada, pero mientras haya gente que dude de ti, solo debes asegurarte de que ninguna de esas personas seas tú.
» Trabaja duro, en silencio, justo como yo. El éxito será ruido suficiente. Tienes la ventaja de que nuestro señor ha aceptado tu petición de mantenerte oculta para que tu familia no sepa que lo estas ayudando, pues eso te permitirá hacer algo que has deseado durante mucho tiempo.
—¿Q-Qué cosa?
—Venganza.—respondió Theodore de inmediato con una sonrisa.— No hagas esa cara.— dijo, al ver que Eva hacía un gesto de desaprobación.— Aunque lo niegues, internamente deseas que suceda. Deseas vencer a tu familia, ser más grande de lo que ellos jamás han podido ni siquiera imaginar...callarles la boca con todo lo que dijeron de ti.
—El Karma es el reflejo de nuestras acciones.—intervino Eva y Theodore sonrió, asintiendo.
—Ciertamente la venganza nunca es buena, pero recuerda, querida Eva, que como has dicho, el Karma es el reflejo de nuestras acciones, recibimos lo que merecemos, cosechamos lo que sembramos. Por lo que si quieres conseguir ese...oscuro...deseo, solo tienes que esforzarte un poco más.
» Se más lista, más astuta, más leal, más hermosa, más fuerte. —se acercó hasta quedar frente a frente.— Conviértete en alguien irremplazable, alguien que nuestro señor no pueda permitirse perder. Se la razón de nuestro éxito y la envidia del mundo entero.
El cerebro de Eva trabajaba a mil por segundo. Era verdad, ella muy internamente desearía poder cerrarles la boca a todos los que se burlaron de ella y la despreciaron. En realidad, si quitaba el hecho de que podría morir en cualquier segundo, ser la amante de Tom Ryddle le traía muchas ventajas...al menos hasta que tuviera una esposa.
—¿Y cómo lo hago?—pregunto Eva, tragando grueso y Theodore sonrió de lado.
—Deberás trabajar con tu confianza, valor y fortaleza interior. También tendrás que estudiar mucho más sobre magia para servir en cualquier momento, sobre cualquier tema, desde el más complicado e imposible hasta el más sencillo y estúpido.
»A partir de hoy estudiaras todo los libros que yo te de. —Theodore hizo un movimiento con su varita e hizo aparecer muchos libros en una mesa.— No se trata solo de leerlos, sino de comprenderlos y ponerlos en práctica. Aprenderás a ser una dama fuerte pero al mismo tiempo a saber cuando callar. Aprenderás a amarte, quererte y darte a respetar. Tienes que ser perfecta, Eva.
—Y-yo...no creo poder...nadie puede ser perfecto...—murmuró Eva y Theodore la tomó del mentón, obligándola a alzar la mirada.
—Tú puedes ser perfecta, solo debes esforzarte en ello.—afirmó Theodore.— ahora toma esos libros, la siguiente semana te daré más. Ya hay que irnos, el toque de queda será pronto.
Eva asintió y se acerco a la mesa de los libros, los cuales comenzó a leer sus títulos y se sorprendió, todas eran mujeres: Virginia Wolf, Jane Austen, Simone de Beauvoir, Rebecca Solnit, Naomi Wolf, Alice Walker, Mary Wollstonecraft, Margaret Atwood, etc. Asombrada y algo nerviosa, levanto el rostro y miró a Theodore, quien ya estaba por salir.
—¡Espera, Theodore!—exclamó Eva cargando los libros junto a su bolso y corriendo hasta el.—¡Muchas de estas autoras son muggles! ¡Y si...!
—Nuestro señor no tiene porque saber que libros lees, más aparte, no creo que te mate solo por leer esas novelas. Ahora, edúcate.—ordenó y retomó su camino.
—De acuerdo...—murmuró Eva.
Siguió a Theodore y ambos salieron de la Cámara de los Secretos, cerrándola y emprendiendo camino hacía sus respectivas salas comunes. Cuando llegó el momento de separarse, Theodore la detuvo sujetándola del brazo.
—¿Qué ocurre?—pregunto Eva confundida.
—Te recomiendo que vayas preparándote, Eva.—dijo Theodore con seriedad.— Recuerda que tus obligaciones no solo abarcan las partes estratégicas de nuestro plan, sino también el complacer sexualmente a nuestro señor.
Eva se tensó notablemente.
—Nuestro señor es monógamo, no debes preocuparte en cuestión de enfermedades, pero si quiero advertirte que lleva tiempo sin hacerlo y el no es precisamente amable, así que...solo trata de estar tranquila y de complacerlo, así no te pasará nada.
—P-pero...¿y si yo no...?
—Aquí no importa si quieres hacerlo con el o no.—la interrumpió con firmeza.— recuerda que se hace lo que el dicta. Así que...suerte. Si necesitas algo, puedes llamarme.
Theodore se fue, dejando en el pasillo a una aterrorizada Eva. Ella nunca había tenido ningún contacto sexual con nadie antes y la sola idea de ser forzada a hacerlo le aterraba, pero se consoló a si misma que no había más opciones e intentando distraerse, miró los títulos de los libros que Theodore la había dado.
Ya estaba su decisión tomada.
Eva Rosier le callaría la boca a todos aquellos que la trataron mal y despreciaron, así tuviera que vender su alma al diablo llamado Tom Ryddle.
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