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[CAPITULO DOS]
INVOCADORA DEL SOL
Rhaegar había entrado a la carpa de su comandante para despertarla no se atrevería a interrumpir su momento de descanso sino se tratara de algo importante, algo como una orden del General Kirigan. La vio en su cama dormida plácidamente, su semblante relajado y la forma en que su pecho subía y bajaba debido a la respiración.
Daleshka despertó tras escuchar como la llamaban varias veces.
— Moi Soverenyi — la llamó Rhaegar.
Daleshka se puso de pie para buscar la bata roja que Genya le ayudó a preparar para el viaje.
A pesar de que sabía que su color como segunda al mando del Segundo Ejército era el negro como el del General Kirigan, a veces usaba otros colores, según Genya, su belleza no debía ser privada a un solo color.
Rhaegar le dio la espalda para dejar que su Comandate se cambiara, sin embargo, no pudo evitar dar una leve mirada descubriendo que el rojo le quedaba perfecto a su tono de piel.
— ¿Qué sucede, Rhaegar? — preguntó Daleshka al terminar de acomodarse la bata.
— Ha ocurrido algo en la sombra, moi soverenyi — informó Rhaegar. — Al parecer alguien a encendido una luz.
— ¿Una luz? — preguntó Daleshka cruzándose de brazos. Pensó que se trataba de una mentira, en el esquife siempre encendían una luz para guiarse.
— Un Grisha — respondió Rhaegar. — Un Invocador. El general la quiere en su tienda, es urgente.
Daleshka movió su cabeza en señal de asentimiento.
— Dile a mi... al general Kirigan que enseguida estaré allí — dijo Daleshka corrigiéndose.
Llamaba en privado hermano a Kirigan, o delante de los miembros de la guardia personal, pero ante tal urgencia prefirió guardar la compostura.
Rhaegar hizo una reverencia antes de irse, caminó hasta la salida de la carpa deteniéndose.
— Daleshka— llamó a la azabache. — Si me permite, el rojo también es su color.
Hizo una reverencia nuevamente, para salir de la carpa de la comandante. Daleshka no evitó el sonrojo de sus mejillas.
Entró a la carpa del General descubriendo que varios miembros de la guardia y Grisha que estaban en la expedición a la sombra estaban allí, al igual que miembros del Primer Ejército.
Rhaegar estaba cerca de la mesa donde estaba Kirigan.
— Hasta que llegas — hablo Kirigan al sentir a Daleshka cerca.
— Mi kefta no estaba tan presentable como la tuya, hermano. — Dasleshka adoraba molestar a Kirigan. — ¿Qué sucedió?
— No lo sé — respondió Kirigan. — Alguien invocó la luz dentro de la sombra.
Daleshka golpeó la mesa causando que varias miradas se posaran en ella, recobró su postura acomodando su kefta.
— No ha existido un Grisha que invoque la luz desde Velkan — susurro Daleshka para que no le escucharan.
— Al parecer, ha llegado otro Grisha, hermanita. — susurró Kirigan.
— Aleksander, Velkan era el único Invocador del sol que existía, ya no hay otro — Daleshka se negaba a creer las palabras de su hermano.
— Ha aparecido otro indicador.
La charla culminó cuando Rhaegar señaló detrás de ambos indicando que la persona ya estaba allí. Aleksander se dio la vuelta para ver detrás suyo al igual que Daleshka.
— Acércate — ordenó Kirigan.
Daleshka se quedó detrás observando todo con atención, notaba que aquella chica provenía del Primer Ejército.
— ¿Y bien?
— ¿Qué cosa...Señor? — pregunto con timidez la chica.
— ¿Qué eres? — cuestionó Kirigan.
— Alina Starkov, cartógrafa asistente, cuerpo real de cartógrafos — se presentó. — Murieron, es mi culpa. ¿Por eso estoy aquí...?
Daleshka desvió su mirada, no pudo evitar sentir compasión por aquella chica. Recordó el momento en que creó la sombra, en la sed de venganza que sentía, pero después el tormento la golpeó, las vidas que quitó... siempre la estarían persiguiendo.
— Responde mi duda — la corto Kirigan. — ¿Qué eres?
El general se sentó en el filo de la mesa que tenía como escritorio.
— Cartógrafa, señor — respondió Alina.
Daleshka vio como mucho comenzaron a reírse.
— Silencio — ordenó Daleshka.
Todos se callaron, a pesar de que Daleshka demostraba ser menos dura que el General, sus órdenes seguían siendo igual de duras.
— ¿Quién enserio vio lo que realmente pasó? — pregunta el General mirando a todos los Grisha y miembros del Primer Ejército. — ¿Zoya? Manejabas la vela principal.
— Nos atacaron, en el segundo marcador, alguien encendió una linterna.
— ¿Y? — preguntó Kirigan.
— Los Volcra fueron tras los fusileros y nuestra inferni y luego hubo una luz abrasadora. — comentó Zoya recitando lo sucedido.
— Fue ella — señalaron a Alina.
— La cartógrafa — habló Kirigan mirando a Alina. — ¿Eso es cierto? ¿Puedes invocar la luz? — no hubo respuesta. — ¿Dónde creciste?
— Keramzin— respondió Alina.
— ¿Cuándo te hicieron la prueba? — preguntó Kirigan. Sin respuesta. — Lo olvidaste, tal vez.
— Kirigan — susurró Daleshka en voz baja para intentar que el interrogatorio no fuera más incómodo.
— Bueno, vamos a cerciorarnos — Kirigan caminó hasta Alina bajo la atenta mirada de Daleshka.
Daleshka fue capaz de ver como el General Kirigan se acercaba a la joven Starkov. La azabache cambio el peso a su pierna derecha cansada de la situación, se negaba a creer la existencia de un invocador del sol, solo eran cuentos y creencias de los Santos, la salvación para Ravka murió hace años, ellos mismos lo asesinaron.
— Levántate la manga — ordenó el General Kirigan.
— ¿Qué está pasando?
— Tu manga — demandó Kirigan. — Por favor.
Los presentes detallaron como la joven levantó un poco su manga, el General tomó su mano para levantar su manga por completo hasta su hombro sosteniéndola del brazo.
Pasó su anillo por la piel de Alina formando un pequeño corte, este al ser un amplificador detalló en la carpa la presencia de la Luz, la invocación de la Luz.
Daleshka contuvo su respiración al presenciar ante sus ojos a un Invocadora del Sol, la tan esperada salvación para Ravka. Una Invocadora del Sol, como lo fue Velkan.
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