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"La academia Pandora"

Capítulo 1

"La espontánea inocencia que siempre convierte en risible lo que no se comprende." - Ana Alejandre

June.

Aquel día me había levantado media hora antes de que la trompeta resonara en todos los rincones del instituto. Mis compañeras de habitación seguían durmiendo plácidamente, no las culpaba, al despertarse recordaran el peso que cargan sobre los hombros. Es mejor que por ahora solo mantengan su mente ocupada y que por unos breves instantes sigan perdidas en sus más locos sueños; Por el contrario, mi mente me había despertado devolviéndome a la realidad antes que a todas las demás.

Aunque me revolví entre las sábanas y cambie de posición alrededor de unas mil veces, la energía de mi cuerpo me obligo a pensar y pensar y sobre todo a no poder regresar al mundo extraordinario de los sueños: Si, estaba nerviosa al igual que todas las demás en las últimas semanas de preparación: Clases, cocina, higiene, ¿Cómo consentir a un caballero?, ¿Cómo ser una señorita respetable?; hacer esto está mal, pero no hacerlo también, subir, brincar, trepar y mil malabares más nos habían llevado finalmente a este día.

Era el día.

¿Qué tan importante es cumplir 18 años?

Cuando era una niña no me importaba en absoluto, pero con el paso del tiempo me di cuenta de la importancia y la responsabilidad que aquel número significaba: Lo que tenía comiéndose las uñas a todas aquellas mujeres soñadoras (incluyéndome). Finalmente, el objetivo por el que habíamos sido preparadas toda nuestra vida se encontraba a unas cuantas horas de ejecutarse.

Si, eran contadas las veces que los cabañeros y señoritas podían reunirse y para todos el cumplir los 18 años era la edad considerada ideal para que las señoritas contrajeran esposo y se posicionaran en la tan alabada sociedad: London, ubicada a unas cuantas horas del instituto Pandora.

Fundado el 20 de junio de 1837, Pandora, una de las academias más prestigiosas del Reino Unido, se encargaba de educar a los niños y niñas desde una temprana edad bajo una regia estrategia impulsada por la corte real. Lo que significaba que, después de aquellos muros de concreto y kilómetros de bosque frondoso habitaba una tierra y sociedad totalmente desconocida para todos nosotros y que con ansias planeábamos descubrir.

Es por eso que este día comenzaba nuestra verdadera vida, bueno, eso sí lográbamos casarnos antes de que la temporada termine porque de ser lo contrario sabrá dios como terminaríamos.

Suspire.

Desde que éramos apenas unas niñas Madame Prudence siempre había dejado en claro nuestras debilidades y virtudes. Por ejemplo, yo soy virtuosa en casi todo: Deportes, tejido a mano, jardinería, carpintería, repostería y sobre todo era una excelente cocinera; que era una de las habilidades más elogiadas en la academia. Sin embargo, (y por no llamarlo de otra manera), Madame Prudence decía que solo me faltaba "la gracia". Era muy amable, ya que algunas de mis compañeras más bien se referían a mi como una señorita simple y fea.

Así es, fea, poco agradable, interesante, pero como un libro con una portada no muy esplendida. Me sentí azotada por mis propios pensamientos así que lentamente me baje de la cama para no despertar a las demás, ensordecí mis pasos para posicionarme frente al espejo de cuerpo completo; frente a este observe mi reflejo. Mi cabello era lo único que era considerado hermoso; de un tono rubio adorable como el sol cálido en verano, caía hasta llegar a mi cintura con unos traviesos risos adornando sus puntas como pequeños moños. Mi alma gemela y mi mejor amiga Eloise decía que jamás en su vida había visto un cabello rubio tan ostentoso, con ese color intenso que lo caracterizaba.

Por supuesto que la belleza de mi cabello se veía opacada por mis facciones: las cejas escasas, la boca pequeña, la nariz aguileña y la piel opaca y pálida -casi demacrada- eran mis grandes inseguridades. La institutriz decía que de niña era verdaderamente encantadora, pero que en menos de un mes mi belleza se había agotado, tal como un hechizo que había perdido su fuerza.

— ¡Levántense jovencitas! — Grito alborotada la institutriz al tiempo que de un portazo abría las puertas de par en par. Me quede estática en mi lugar, ya que el espejo estaba a un lado de las puertas por lo que el susto me lo había llevado yo en primera instancia. Pero la señora salió tan pronto como había entrado y segundos después de su desaparición por el cobertizo las trompetas cantaron con aquel tono agudo tan conocido.

— Dios, casi se me sale el corazón. — Protesto Yanis al tiempo que se sostenía el pecho. Se trataba de una pelirroja pecosa que dormía a un costado de Lot. —¿Por qué tiene que despertarnos con todo ese alboroto? — continúo compartiendo la misma idea que todas.

— Creo que hoy más que nunca debe asegurarse de que nadie se quede dormida, ¿verdad Lot? — Enfatice mientras le arrebataba las sábanas del cuerpo a la castaña que se aferró a la suave almohada de plumas. Emitió un gruñido como respuesta mientras las demás compartíamos una risilla cómplice. Lot tenía la fama de llegar tarde a muchas clases todo el tiempo y hoy, como ya dije, no era tiempo de cometer errores, después de todo era nuestro gran día.

— Me siento un poco asustada, debo confesar. — Comento Rut mientras nos quitábamos el camisón de noche. La institutriz no dejaba de merodear las habitaciones y sus gritos a lo lejos eran como señales de advertencia, era mejor apresurarnos.

Ganarle tiempo al tiempo, decía ella.

— ¿De qué?, eres hermosa y ágil, todos los caballeros pelearan por tu mano Rut. — dijo Lot terminando de desvestirse, dejando su cuerpo totalmente al descubierto. Todas estábamos acostumbradas a vernos, pero no pude evitar mirar más de lo debido. Desde un tiempo en adelante a Lot le había salido una extraña enfermedad en la piel. Lo que antes era una piel sedosa y morena, se había convertido en gran parte manchas blancas y rosáceas. Su piel era tan sensible que a veces no podía dormir durante la noche, a eso se les atribuían sus constantes faltas a clases y por ende su mayor inseguridad sin importar lo linda que fuera.

Comprendí que, de alguna manera todas teníamos algo que no nos gustaba y solo nos quedaba entendernos y apoyarnos.

— No te preocupes Lot: si ningún caballero llegara a desposarte yo lo haría sin duda, madame. — expreso Yanis mientras se arrodillaba ante ella, pretendiendo besarle la mano y fingiendo un extraño acento francés.

Todas nos reímos por la gracia y bobería de Yanis que de algún modo había aligerado el ambiente, olvidando completamente que Madame Prudence aquel día no estaba dispuesta a aceptar retrasos y menos por tontadas. De un momento a otro la vimos parada junto a la puerta sosteniendo nuestras toallas con la cara envuelta en un gesto de total desaprobación. Rápidamente nos colocamos en fila para tomar nuestra toalla y marcharnos a las duchas antes de provocarle alguna otra molestia a la señora. O antes de que decidiera dejarnos encerradas mientras las demás disfrutaban el baile. Era una amenaza con la que había logrado disciplinarnos el último año y era mejor no tentar a la suerte.

Cuando llegamos al baño nuestras tinas ya estaban preparadas; con las esencias de nuestra elección y la mía era la esencia de los pétalos de orquídea negra. Siempre había tenido una extraña fijación por aquel olor. Al llegar a mi tina me permití darle una calada a aquel aroma que lleno mis pulmones por completo, y es que jamás me aburria.

— No puedo creer que hoy sea nuestro último día en el ala derecha, chicas, ¿No están emocionadas?, ¡veremos a los chicos después de 7 años! — Chillo Yanis ferviente al tiempo que con sus manos alborotaba el agua a su alrededor.

— ¿Serán apuestos?, oh, ¿estarán tan ansiosos como nosotras lo estamos? — Parloteo Rut mientras imaginaba una escena que nadie más podía ver.

Todas las preguntas estaban suspendidas en el aire y las respuestas solo las conoceríamos hoy en la noche en el baile de despedida, el gran día en que hombres y mujeres comparten el área central para encontrar la pareja ideal.

— La temporada de cortejo es lo que me mantiene preocupada. No estoy segura de cómo se deba sentir esa emoción de la que habla Madame Prudence. — Argumente incitando a pensar a las demás que pronto opinaron al respecto.

— Estar enamorado debe ser como ... — se quedó dudando un momento, capturando la atención de todas. — Como cuando comemos esas galletitas de miel y chocolate en invierno. —Finalizo Lot, dejándome igual que antes.

— No, no, no niña. —La regaño Yanis fingiendo ser más madura. — Debe ser una chispa en el estómago ... como, ¡Mariposas revoloteando por doquier! — Canturreo repitiendo las palabras que nos repetía siempre la institutriz cuando alguna le preguntaba sobre el amor.

— Lo que sea chicas, ya lo descubriremos. — Objete saliendo de la tina mientras las damas de compañía me ayudaban a ponerme la toalla.

— Tal vez esta noche. — Se emociono Yanis mientras se ponía su vestido de uso diario. Pronto todas estábamos listas.

— ¿Saben que hoy en la noche nos darán vestidos hermosos?

— ¡Vestidos que lleguen hasta el suelo!

— Y lindas zapatillas. — Agregue mirando nuestros zapatos desgastados por el tiempo y el uso.

Finalmente nos separamos en los pasillos, cada una se dirigió a sus clases correspondientes. La primera clase del día era Literatura y escritura, seguido repostería, jardinería, tejido, carpintería, y finalmente cocina en general.

Durante todo el día no pude pensar en otra cosa que no fuera aquel dichoso baile y sabía que todos estábamos así. Lo podía ver en sus semblantes relucientes, en el brillo que los ojos centellan, como las grandes estrellas del cielo.

De pronto un ruido extraño que venía del bosque me devolvió a la clase. Sobre la gran muralla de piedra, desde lo alto del tercer piso se tenía una amplia vista hacia las afueras, así que con sigilo me acerque a los ventanales.

Nada.

Busque con suspicacia entre los pinos del bosque. Seguía intranquilo e imponente. Seguramente algún animal salvaje había estado merodeando alrededor y era imposible que entrara o por el contrario que saliera por la gran altura y aspereza de los muros. Al no ver nada inusual me di por vencida hasta que escuche algo más.

Estamos cerca ...

Al escuchar aquella penetrante voz mire en todas direcciones asustada. ¡Era imposible!, escuchar la voz de un hombre en el ala derecha era como escuchar a un cuervo cantar. Aun así, rebusque en la habitación.

Ninguna mujer estaba cerca de mi como para jugarme alguna clase de broma y al contrario ellas me veían también muy extrañadas por la inquietud que estaba demostrando y entonces entendí que solamente yo lo había escuchado, como un pensamiento ajeno en mi cabeza.

Solo en mi mente.

— ¿Está bien señorita? — Pregunto la maestra al tiempo que se acercaba al ventanal. Echo un vistazo a afuera y luego devolvió sus ojos a mí, pero las palabras no podían salir de mi boca, la impresión no me lo permitía.

— June... tu nariz — Susurro Daniela. Apenas y nos hablábamos, pero parecía preocupada. Para cuando me di cuenta de lo que sucedía la maestra ya estaba sosteniéndome por la espalda, al tiempo que Daniela corría alborotada por algo de algodón.

— Dios mío, vamos al baño querida. — Aparto a las demás del camino mientras me colocaba el algodón en un intento de ayudarme. No sabía porque tomo se había tomado con calor, hasta que me divise en el espejo; la sangre seguía brotando de una manera escandalosa y anormal.

Lo extraño era que no tenía antecedentes de aquello. Siempre había sido sana y jamás me había sentido mal. Apenas podía sentir una cefalea provocada por alguna clase de tensión.

— Fue el estrés, seguramente. — Concluyo la enfermera cuando termino de revisarme. Apenas me había limpiado, la maestra se tomó el tiempo de llevarme a la enfermería. Eloise, que ya había terminado sus clases, al enterarse de lo sucedido había llegado corriendo hasta el lugar.

— Pero ¿Estará bien verdad? — Insistio preocupada.

La enfermera nos dirigió una mirada cansada, pues mi amiga se había asegurado de preguntar tantas veces por mi salud, que la enfermera ya estaba fastidiada y aun así aseguro:

— Tu amiga solo esta estresada, cansada. Si toma agua y duerme un poco te aseguro que seguirá con vida y de no hacerlo también. Aun así, le daré estas vitaminas y espero no volver a verlas por aquí en mucho tiempo. — Nos despidió al tiempo que me daba un frasquito con las vitaminas. Cuando Eloise se dio cuenta de que prácticamente nos había echado a empujones del consultorio se sintió despreciada.

— Uy, que carácter. — Reprocho. Me dio risa aquel gesto y me daba ternura la preocupación que a veces sentía por mí y no había alguna situación en la que no recordara aquellas actitudes sobreprotectoras porque desde niñas haba sido así.

— Creo que la fastidiaste un poco. — Me burle. En aquel momento pensé en contarle de lleno todo lo que había pasado y enfatizando en TODO, me refería a contarle sobre aquella extraña voz, pero seguramente se pondría paranoica o peor aún podría pensar que me había vuelto loca, así que me ahorre el contarle esa parte.

Además, me encanto asociar lo que escuche con el estrés y la tensión que había reunido las últimas semanas por todo el alboroto y estrés del evento. "Estabas soñando despierta", fue lo que me hice creer cuando mi mente divagaba en propuestas desquiciadas.

— Deberías descansar un poco. No me gustaría que te sintieras mal más tarde, así que, por favor hazlo.

— Estaré bien. Tomare mi última clase y te prometo que me iré derecho a la habitación. — Nos paramos en seco en medio del pasillo. Eloise tomo mis manos. El brillo en sus ojos me decía todo lo que su boca no podía expresar. Estaba tan asustada como yo.

Pensábamos en que, después de todo el tiempo que habíamos vivido juntas había llegado el día de tomar rutas distintas, así debía ser.

— No te preocupes. Yo te levanto, quiero que nos arreglemos juntas, será divertido. — Asentí. Nos dimos un agradable abrazo y aunque fue corto sentí esa sensación de calidad y alivio que ella me brindaba.

— ¡Hoy es el día amiga! — Grito entre los pasillos robándose la atención de estudiantes que caminaban entre clases y por mi parte una risilla cómplice.

Me dirigí a mi última clase. La cocina me ayudo a despejar mis pensamientos y también me permitió concentrarme en el baile, que era lo más importante en ese momento, además apenas la maestra se daba la vuelta las chicas aprovechaban para cotillear acerca del asunto así que era imposible pensar en otra cosa. Algunas decían:

"¡Por fin usaremos corse!"

"¿Los chicos serán apuestos?"

"¿serán amables"

"¿Encontraremos al indicado?"

Mientras escuchaba todo como una verdadera espía –aunque era imposible no escucharlas- mi mente se fue preguntando lo mismo que ellas.

¿Existirá un chico del otro lado del muro que no se conforme con la belleza externa?

Muchas me decían que tenía suerte. Los chicos se fijarán en mi por la personalidad y capacidad de pensamiento, mientras que ellas se tenían que conformar con la superficialidad de un amor construido por una belleza pasajera y no amor verdadero. Y, me preguntaba si todo aquello que me decían lo sentían de verdad y no solamente eran palabras vacías que usaban como consuelo por la lástima que sentían por mí.

De cualquier forma, me sentía nerviosa y –aunque no quisiera que fuera así- sus palabras ya fueran vacías o reales me hacían sentir esperanzada.

Terminando la clase todas salieron con una sonrisa de oreja a oreja, ya que tras años de estudio finalmente estábamos preparadas para salir al mundo real, para ser parte de la sociedad. Como prometí a Eloise me dirigí a mi cuarto para tomar la dichosa siesta así que no paso mucho tiempo para que me quedara acostada, posando mis ojos enérgicos en el techo de la habitación.

Pasaron varios minutos en los que el aburrimiento me estaba matando, así que me permití pensar en esas preguntas triviales que alguna vez había escuchado, como, por ejemplo, mi tipo ideal.

Claro que solo había conocido un poco de los hombres a través de libros e historias muy antiguas. A menudo nos quitaban o restringían libros que no eran aptos e igualmente hace mucho tiempo habían retirado muchos de la biblioteca, por lo que era extraño encontrarse un libro que no tuviera el sello con la leyenda "Revisado" en la portada, todo fríamente controlado.

¿Cuál era mi tipo ideal?, me pregunto alguna vez Eloise y en ese tiempo no encontré que contestarle, pero ahora tenía alguna idea de lo que quería; Que sea inteligente, que sepa más que yo para que pueda perderme en sus ojos mientras me explica algo fascinante, que sea alto, para que yo desde abajo pueda apreciar lo largo de sus pestañas y poder contarlas, que sea amable y eso confirmara que es el hombre con quien deseo compartir mis secretos. Pero, sobre todas las virtudes desearía conocer a un hombre honesto, para que nuestro amor se funde sobre la verdad y deposite toda mi confianza en su pecho.

Y si el me aceptara, entre todas las chicas hermosas, sabre que desde luego sus ojos verán lo que los demás –ciegos- no podrán.

Poco a poco sentí el peso de mis ojos al cerrarse. No podía permitirme seguir soñando despierta y sin darme cuenta caí en uno de los sueños más profundos.

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Estaba en lo más profundo del bosque. Las ramas crujían, el viento gritaba a mi alrededor, el agua fría caía con fuerza sobre la tierra. Un rayo cayó desde el cielo.

Ahí seguía él.

Ya no era un niño. Pero seguía atrapado en aquel poso, embarrado de lodo espeso, atorado y, sobre todo, con la misma rabia inyectada en los ojos.

De nuevo me acerque con toda la intención de esta vez ayudarlo.

— ¿Quién eres? — Volví a preguntar como aquella ves. Entre visiones su cara se distorsionaba con la de un niño, era el, el mismo y no me quedo duda alguna.

El caos a mi alrededor me obligo a arrodillarme frente a él. Si no lo hacía, el aire me arrastraría.

— Soy la oscuridad. — de pronto su mano llena de lodo abrazo mi garganta. Cerré los ojos esperando el momento en que comenzará a sentir el dolor de mis pulmones al quemarse por la falta de aire

Pero nunca llegó.

.
.
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(Un pequeño avance del siguiente capítulo.)

Para cuando desperté el ruido de una alarma me hizo levantarme de un salto, enseguida vi a Eloise cruzar la puerta, con el semblante pálido y el gesto preocupado.

— Tenemos que salir... ¡Ahora!— Me tomo de la mano arrastrándome hacia la puerta mientras le imploraba que me explicará qué estaba sucediendo.

Cuando cruze el pasillo me di cuenta de la gravedad del asunto.

Estás en peligro

Volvió aquella voz tortuosa.


Aquí, Den.

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