"Divergentes"
Capitulo 3
"La vida es una larga preparación para algo que nunca ocurre".
-William Butler Yeats
June.
— Despierta.
Ruido y sonidos ininteligibles. Tenía pensamientos enrevesados en la mente; como telarañas.
— Algo extraño está sucediendo.
Había arañas en mi mente que se enredaban con las voces. No podía escuchar, ni hablar, ni ver. Había entrado en un estado que jamás había conocido: Era una profundidad en la que jamás me había sumergido.
Gritos.
"Esto no es un simulacro; estado de reseteo iniciado. Esto no es un simulacro; estado de reseteo iniciado. Esto no es un simulacro; estado de reseteo iniciado"
O
scuridad.
Me hundí en aquellas lagunas mentales, pero, al abrir los ojos mi cuerpo floto sobre el agua; había sobrevivido.
Abrí los ojos de par en par mientras miraba a todas direcciones. Una gota de sudor entro en mi ojo, dejando un poco de ardor. Se había vuelto costumbre el despertar asustada y de una manera espontánea; como si tuviera un registro en la mente que me controlara. El sol se colaba por entre las rendijas de la ventana. Cuando me levante las abrí de par en par, pero, aquel sol que imagine mañanero era un traicionero y en vez de esto, se escondía.
Aunque todo lo percibí con parsimonia era la misma la que me animaba a pensar que algo no iba bien, ya que la calma no siempre llega después de la tormenta. Al salir de la habitación no se si me sorprendió más la cantidad de sirvientes que iban y venían por los cuartos y pasillos o la hora que marcaba el viejo reloj de cobre.
— Disculpe. — Llamé suavemente a una criada que limpiaba el librero encarecidamente. - Ese reloj debe tener la hora mal. Está marcando las seis de la tarde.
Ella le hecho una mirada rápida y después me contesto con voz servicial.
— Ese reloj está bien, señorita; está marcando la hora exacta, seis de la tarde. — después agrego: — ¿No se ha vestido?, la cena se dará a las ocho, le aconsejo que se prepare lo antes posible.
Y antes de poder contestarle se propuso a seguir limpiando los libros polvorientos, por lo que solo me quedo agradecerle por el consejo. Me parecia que, a lo largo de mi vida no había dormido durante tanto tiempo. Trate de asimilar que había dormido durante unas 20 horas seguidas, ¡Casi lo que dura un buen día productivo!
Me sentí muy perdida, pues después de todo había desperdiciado todo el día ya que estaba más cerca de llegar la noche que de otra cosa; aun así, decidí que no era nada del otro mundo dormir por un tiempo prolongado, que podía llegar a pasar así que más calmada tomé mis cosas y me dirigí a las duchas.
Supuse que el baño estaría inhabitado, pues la sala de costura estaba llena de espejos y probadores y las chicas optarían por arreglarse de lleno en aquella sala y así fue: el baño estaba por completo abandonado y era una de las primeras veces que podía ducharme en total privacidad, claro, sin olvidar a una de las criadas que me esperaba, sentada en un rinconcito de la habitación.
Mientras me bañaba mi mente no desaprovecho para mandarme recuerdos de ayer, imágenes y sobre todo el. La imagen de aquel caballero se había quedado plasmada en mi mente. Había sido una locura total y esperaba que todas estuvieran ya más calmadas y sobre todo Eloíse, que había actuado de una manera poco coherente.
Poco a poco sentí la esencia del aceite pegarse a mi piel, cuando estuve segura de estar totalmente perfumada y limpiaba me salí de la tina.
— ¿Debería traer su vestido o prefiere vestirse junto a las demás señoritas? — Preguntó la criada mientras me ayudaba a envolver mi cabello.
— Prefiero vestirme y prepararme aquí. Allá debe a ver todo un concierto o más bien dicho; un festival de mil colores. — Ella rió y salió de la habitación. No pude evitar pensar en que era muy linda y que sin duda fácilmente podría ser una de nosotras. No sabía su nombre, pues cada año cambiaban totalmente de sirvientes, por lo que no tenía caso encariñarse o intentar fundar algún tipo de amistad, además era mal visto por todas. Recuerdo que cuando era niña solía encariñarme con las criadas, pues al carecer del ejemplo de padre y madre, lo único que teníamos era a los sirvientes que nos atendían con devoción, al pasar el tiempo supe poner la distancia, porque al fin de cuentas al pasar ese año vería rostros nuevos.
Nuestros destinos estaban totalmente separados, mientras nosotras nos preparábamos para casarnos y extender el linaje de nuestros esposos, ellas tenían que atendernos con su vida; era un mundo de diferencia entre nosotras, y claro que no era justo, pero era así como debía ser.
Pasado un momento llego con todo lo necesario. Lo primero que vi fue el tan esperado vestido: un hermoso ejemplar de lo que se podía confeccionar con seda y lino fino; de un tono alabastro, rosando el blanco y un rosado muy pálido. Su caída era lisa y recta, su escote era rectangular con hermosas mangas abullonadas; apenas y tenía un poco de decoración, pero el cintillo que marcaba el comienzo del busto era en un tono dorado echa con encaje, que lo hacía ver completamente esplendido y elegante.
El vestido perfecto.
— Anda, ayúdame. — Le pedí a la muchacha que también se había quedado embelesada con el vestido.
Dedo admitir que no podía dejar de verme al espejo pues, era de esas pocas ocasiones en las que me haba sentido linda, tal vez hermosa.
— Listo, ahora solo faltan las mangas. — Estiré mis brazos y sentí la tela fría escurrirse en mi piel. Cuando estuve lista me quedé asombrada con mi reflejo.
— Es un vestido exquisito, ideal para la ocasión. Se llevará muchas miradas señorita. — Articulo muy entusiasmada.
— Lo dudo, pero el vestido sí que es especial.
— ¿Quiere que la peine?
— Seria todo un honor, pero, me gustaría que mi cabello estuviera suelto, así que algo simple sería lo ideal. — Ella asintió y se puso manos a la obra. Me gustaba este momento a solas, sin la intervención y la opinión de otras voces obligándome a verme como ellas querían y lo disfrute mucho.
Tras un rato de risas, comentarios triviales y charlas interesantes finalmente terminaron de arreglarme. El cabello rubio caía hacia los costados y los caireles estaban pronunciados. Unas delgadas trenzas surcaron mi cabeza y de adorno unos pequeños broches de plata que habían estado guardados para mí, como herencia de mis antepasados. Para las orejas no bastaron más que un par de aretes dormilones de plata, que hacían juego con la sencilla cadena del mismo material que sostenía mi cuello; como adorno, una margarita diminuta hecha de oro puro. Era la primera vez que usaba aquello, pues todo eso solo lo podíamos usar aquel día.
El maquillaje no fue parte de mi persona, pues, además de parecer algo vulgar en exceso, las señoritas decían que usar maquillaje era engañar, y engañar a un hombre sobre tu apariencia era una condena social. Lo único que use fue un poco de rubor casero, pero a decir verdad no había mucha diferencia pues, a pesar de ser fea siempre parecia estar ruborizada, y eso era un punto extra a mi favor.
— Todo esto es tan... simple, lo amo. — Dije admirando aquel trabajo frente al espejo de cuerpo completo. Todas mis inseguridades se habían ido, ahora solo podía verme linda, estaba segura de que así era.
— Es la chica más bella que he visto, pero, aun que fue mi intención halagarla, seguro se lo dicen todo el tiempo. — Dijo ella apareciendo detrás de mí, con una mirada sincera que jamás olvidaría, aun así, de manera inconsciente se me escapo una carcajada por la que pronto me disculpe.
— Creo que por esta noche voy a creerlo. — Confese y ella se miró un poco confundida, pero no dijo nada más.
Agradecí por la ayuda y por el rato grato que pasamos y salí de los baños. Mi objetivo era encontrar a Eloise para ver cómo estaba de salud física y aunque me costaba reconocerlo mental. Si bien había creído lo que me dijo, por eso mismo debía charlar con ella, para intentar entender las cosas, para averiguar que era eso que nos atormentaba.
Porque solo un loco podía escuchar voces que nadie más escuchaba.
— ¡June! — Me llamó alguien y gire de inmediato. Era Lot, que caminó más rápido para alcanzarme. Estaba envuelta en un hermoso vestido color café oscuro. Se veía preciosa, no pude evitar halagarla cuando llego hasta mí, y ella hizo lo mismo.
— Oye, estoy buscando a Eloise, ya sabes, me quedé preocupada por ella, no pude hablar mucho ayer y espero poder charlar, fue como dijiste, se estaba comportando un poco raro. — Ella me miro con un extraño gesto de confusión.
— No entiendo de que hablas June, yo hablé con Eloise y se ve igual que siempre, ¿Me perdí de algo? — Soltó una risa nerviosa y un silencio lleno el vacío, pues no sabía que decirle.
— ¿Acaso estas jugando conmigo?, un tema serio no debería usarse para una broma. — Su mirada estaba perdida en algo. Su mirada era seria, de verdad no tenía idea de nada.
— ¡Lot, necesito ayuda con el cabello! — Gritó una muchacha desde la habitación contigua.
— Oh, veras, estoy algo ocupada.
— Si, debieses ir.
— Mira, Eloise dijo que estaría afuera ayudando con las flores, amiga, el dormir tantas horas te afecto, ¿Segura que no sigues dormida? — Y después se marchó.
No era ni medianamente posible que Lot, una de las principales involucradas se olvidara de algo tan impactante de la noche a la mañana, era una tontería, más sin embargo nuestra conversación no había tenido algún sentido, aunque, si prestaba atención no había escuchado a nadie hablar sobre lo que había pasado y, conociendo a la academia eso que había pasado hoy sería el chisme principal.
Sali a buscarla al patio. El aire estaba fresco, e inevitablemente mire hacia el bosque con una atracción sobrenatural. No sé qué espere ver, pero, aun así, necesitaba una señal, lo que fuera que no me indicara que no había vivido en una mentira, pues la academia era todo lo que tenía, lo que todas teníamos.
— ¡June, ven acá! — Me llamó Eloise consiguiendo mi atención; Entre las manos tenía unos bellos tulipanes de color blanco. Al parecer les estaba ayudando a los sirvientes con la decoración y muchas damas no lo vieron con agrado.
— ¿No son estas flores las más hermosas que has visto? — Expresó maravillada, con una sonrisa de oreja a oreja que me fue imposible de no devolverle el gesto. Ahí estaba mi amiga, de verdad, era ella.
— Lo son, puras y bellas. — Comente desconcertada. Acaricié un pétalo, pero este cayo en el suelo al contacto. Mire los ojos de Eloise y me pregunté si de verdad, ella sería tan débil como aquel pétalo, tan débil, que al decirle la verdad se desvanezca, caiga y se seque como aquel pétalo blanco.
¿De verdad quería hacerlo?
Antes de intentar decirle algo llegaron de manera apresurada Rut, Renne y Karina, una chica con la que apenas había compartido miradas, pero sin duda sabía que era la mejor amiga de Rosé que de hecho no había visto por ningún lado.
— ¿y, qué paso con Rosé? — Les pregunto Eloise cuando se acercaron. Karina tenía la mirada ausente y los ojos un poco hinchados y rojos que intentaba ocultar discretamente con su flequillo.
— Dijeron que tenía una crisis o algo así. No nos dejaron verla, dijeron que estaba sedada y sugirieron que probablemente tenía una enfermedad... mental. — Informo Renne de manera sutil, no pude evitar entrar un poco en shock, pues, Rosé era de las personas más sensatas y calmadas que había conocido, no podían simplemente decir que estaba loca. Además, decir que alguien tenía una enfermedad mental era como acusar a alguien de brujería en aquellos tiempos.
— Disculpen que me entrometa, pero ¿Qué paso? — Pregunte sin pensar, sin embargo, Karina me miro de una manera despectiva, cuando se alejó del grupo las demás la siguieron para consolarla. Eloise se quedó a mi lado y la escuche soltar un fuerte suspiro mientras meneaba la cabeza de forma negativa.
— No fui muy sutil.
— No te preocupes, no está enojada contigo. Ella tuvo un horrible día. — Y, aun así, no sabía a lo que se refería con eso.
— Me imagino que tú me lo contaras, o también te iras de aquí. — Ella asintió fingiendo que se iba, pero luego se devolvió con una sonrisa.
— Te contaré, pero, tienes que ser muy discreta, ven, vamos. — Nos apartamos de todos. Caminamos por un sendero no muy largo, pero sí que casi secreto, pues a nadie le gustaba porque estaba pegado a un muro que estaba repleto de enredaderas, moho y muchas mariposas. La verdad es que era hermoso y en invierno lo era aún más.
— Bien, como sabes Karina es la mejor amiga de Rosé, ella nos contó que desde que se levantaron Rosé comenzó a preguntar cosas muy extrañas y a decir cosas que no sucedieron. Ella trato de tranquilizarla, oh, ahora que recuerdo, dijo que había visto salir a Rosé de tu habitación y después comenzó a hacer un alboroto. — No podía creerlo. Era verdad, nadie más en el lugar recordaba lo que había sucedido. Sentí que no había suficiente oxígeno, aun así, intenté hacerme la sorprendida.
— ¿En serio?, yo estaba tan dormida que, ni siquiera supe que ella entro.
— Lo hizo, aunque Karina no entiende porque, tal vez por eso te miró mal.
— Es lo más probable. Aunque sigo sin entender porque tuvieron que sedarla.
— Bueno, después de la visita a tu recamara ella salió corriendo y comenzó a gritar como una loca, tan fuerte que fue un espectáculo, dijo cosas sin sentido: "¡Nos están engañando, ayer se cometieron actos criminales, en contra de los derechos humanos, escuchen las alarmas, les borraron la memoria!", y dijo un montón de cosas incoherentes. Los guardias se la llevaron y lo demás ya lo sabes. — Antes de que pudiera reaccionar de una manera errónea respire hondo. No había duda, algo malévolo había sucedido a medianoche. De pronto me dolió el pecho, tuve que sostenerme de un muro para no caer, pues sentí que el mundo que había construido por aquellos 18 años comenzaba a desmoronarse.
— Oye, tengo que volver con las chicas, ¿Vas a ayudarnos verdad? — De alguna manera asentí intentando procesar como manejar aquella información y era obvio que, no iba a ponerme a gritar, eso si no quería que me llevaran a donde sea que estuviera en esos momentos Rosé.
Eloise me arrastro hasta las chicas. Karina ni me miro y yo tampoco quise hacerlo. La mente me dio una y mil vueltas. Tuve que mirar el cielo para saber si estaba en el mismo planeta en el que había nacido. Incluso el aire se agotó en ese momento y por unos instantes sentí que no respiraba.
Mire de nuevo mi entorno, recordando el alboroto, la sangre, los guardias y sobre todo a él.
¿Qué había pasado?
— Estoy un poco confundida chicas... recuerdan ¿Qué hicimos ayer? — Eloise dejo sobre la mesa de campo las flores blancas y se acercó hasta mí.
— Debe ser porque perdiste sangre, ya sabes, en la clase de cocina está tarde, ayer solo tomamos clases, como siempre. — Asentí fingiendo que todo estaba bien.
Ellas no recordaban nada. No recordaban absolutamente nada de lo que había pasado, era como si, nuestra mente se hubiera reseteado justo horas antes de que sucediera todo aquel caos.
¿Algo estaba mal conmigo?
No, era justo lo que Rosé había intentado decirles. Les habían borrado la memoria a todas, y por alguna razón solo nosotras dos recordábamos lo que había sucedido en realidad. Aunque había la posibilidad de que hubiera más chicas divergentes, que se ocultaban para no sufrir el mismo destino que Rosé.
Y ese era mi objetivo más próximo, pasar desapercibida, como otra más del montón.
La única verdad en todo eso es que se habían llevado a Rosé porque sabía mucho. Debía evitar a toda costa que algún guardia sospechara de mí y entendí que si alguna otra chica lo sabía probablemente estaba fingiendo que todo estaba bien.
Era lo más inteligente, por ahora.
¿Dónde estaba ahora mi amiga?, ella no estaba loca. Todo me parecía falso, la academia, el que no nos dejaran salir, el separar a los hombres de mujeres, el que jamás habíamos visto a nuestros padres. Tenía que ir poco a poco, no debía atormentarme antes de tiempo, pero ¿Cuántas veces no pudieron haberlo hecho?, el borrarnos la memoria cada que había una costura rota en su mundo perfecto.
— Lo siento, como estaba dormida siento como si hubiera perdido todo el día. — Comente con una media sonrisa. Ahora fingir era mi única oportunidad, algo muy extraño estaba sucediendo.
Después de ayudar a Eloise con los arreglos florales nos dirigimos al auditorio. Un escalofrió me recorrió el cuerpo, un dejavu, un recuerdo de que ya habíamos estado en aquel lugar por condiciones muy distintas.
— Quiero decirles unas palabras, señoritas. — Habló Madame Prudence y me pregunte si ella seria participe de todas las mentiras. Me la imagine ideando aquel plan malévolo junto a los hombres, y la imagen respetada que tenia de ella se manchó por completo.
No era más que un lobo disfrazado de cordero.
— Por fin ha llegado el momento por el que se han preparado toda su vida, un momento emotivo que seguro recordaran. Dentro de un mes muchas de ustedes formaran parte de la sociedad, así que les deseo a todas una buena temporada.
Todas sabíamos que éramos debutantes y para que una debutante pudiera introducirse a la sociedad, tenía que presentarse en una ceremonia organizada por la corte real, ante la monarca de Inglaterra. Durante mucho tiempo nuestro debut no había sido más que detrás de estos muros y me pregunte si de verdad, todo aquello era autorizado por la corte real. Cuando era niña y nos hablaban sobre nuestras obligaciones y deberes ante la sociedad me imaginaba que algún día, me inclinaría ante los pies de la reina Victoria y me presentaría ante una multitud vestida de gala. Grande fue mi desilusión al saber que jamás pasaría; pues la corte real aprobaba a todas las debutantes provenientes de la Academia Pandora, por ser tan prestigiada entre la alta sociedad. Una sociedad que nos había mantenido toda una vida entre muros.
Ahora pienso que, si algún día tengo el privilegio de ver a la reina, la miraría a los ojos y -con todo respeto- le preguntaría, ¿por qué había autorizado una institución así de corrupta?
Rei para mis adentros, pues ahí mismo me acusarían de traición y me cortarían la cabeza.
Madame termino de recitar su tan aclamado discurso donde dijo muchas tonterías que no quise escuchar, pero todas se veían tan felices y debo confesar, que muy en el fondo desee también no recordar nada, para sonreír ingenua como todas ellas.
Durante la cena todas estaban muy calladas, tratando de comer lo más rápido posible sin llegar a ser bruscas o toscas. Era la última cena que tendríamos todas juntas pues al día siguiente, nos llevarían a otra institución a unos diez kilómetros de Pandora, tal vez una hora en carruaje. Ahí se llevaba a cabo la temporada de cortejo y escuche de otras chicas que, al llegar a todas le asignaban una chaperona con la intención de que nuestra "virtud" no fuera dañada hasta una propuesta oficial de matrimonio, aunque no sabía a qué se referían con eso exactamente.
Terminando de cenar mi objetivo dentro de aquella sala silenciosa fue observar a los demás, pues, había algunos micro gestos que podían delatar toda clase de cosas; "hasta las que no tenían sentido", pero eso lo había leído en un libro de misterio.
Por ejemplo: la maravillosa forma silenciosa en la que las damas se comunicaban con un abanico, porque eso era, letras y comportamientos jamás escritos, como un manual con el que nacían todas las mujeres. Dania que la conocía de clase de carpintería movía bruscamente el abanico, porque se estaba deshaciendo en nervios; Charlotte lo movía con elegancia de una forma suave, su muñeca parecia haber tomado clases de baile y por eso la ponían de ejemplo casi siempre, la "señorita perfecta"; Carlota trataba de agitarlo, pero era tan mala que este cayó al suelo y lo dejo ahí, porque la simple razón de que se le hubiera caído ya era vergonzoso, no le iba a sumar el agacharse para recogerlo. Evite reírme, así que tape mis labios con el abanico que había estado cerrado.
Busque a Eloise con la mirada, tenía un gesto preocupado y sabía que si me asomaba por debajo de la mesa su pie estaría en un bucle de nervios moviéndose de arriba abajo con una rapidez asombrosa.
En mi vista periférica alcance a ver por una de las ventanillas a alguien pasando por el pasillo y cuando por fin abrió las puertas, también el ambiente antes silencioso se llenó de cuchicheos.
Era Rosé.
Sentí una punzada en el pecho cuando rebusco en toda la mesa y encontró mis ojos, y sentí la preocupación que debía estar sintiendo. Camino en mi dirección, pero antes de llegar Karina se interpuso, dándole un abrazo. Su mirada estaba en mí, sobre los hombros de Karina.
Todavía no era momento de hablar, pero lo haríamos. Fue lo que me comunicó aquella mirada perspicaz. Así que respire hondo. Apenas unos momentos después apareció Madame Prudence con una sonrisa ladina en el rostro.
- Es hora señoritas. - Nos indicó levantarnos. Actuábamos con seriedad y orden, pero la verdad era que nuestro corazón estaba apretado y escondido en nuestros estómagos. Eloise llego hasta mí, dándome un suave apretón en la mano. Poco a poco salimos, nosotras éramos de las ultimas.
— Creo que voy a desmayarme June, finalmente está sucediendo. — Me susurró al oído y mentiría si dijera que no estaba emocionada, después de todo, era por lo que nos habían preparado toda la vida.
Me permití ser una chica más, pese a lo que estaba sucediendo.
— Nuestro sueño desde niñas, ¿no? — Ella asintió muy feliz y roja por la emoción. Cuando finalmente salimos al patio este se veía hermoso, de lejos vimos a los caballeros, listos en la pista de baile.
Todo era hermoso, perfecto, como un sueño digno de una princesa. Me permití respirar el aire frio una y otra vez, si es que eso ayudaba a mi corazón.
50 señoritas, y 50 caballeros. Uno para cada una, ¿Quién sería aquel hombre que me tomará de la mano por primera vez? Temblé bajo mi vestido, y esperé que este fuera lo suficientemente hermoso para que atrajera a alguien.
Finalmente, nos colocamos en filas de tres. Charlotte estaba en medio, yo a su lado derecho y Eloise al lado izquierdo. Mientras avanzamos a la pista, más cerca de debutar estábamos.
Cuando llegamos al centro sentí que de pronto me caería, mis piernas flaquearon por un momento, pero seguimos. Frente a nosotras estaba Madame Prudence, damas de compañía y caballeros, tal vez Lord's vestidos muy elegantes simulando a la corte real.
Hicimos una reverencia, como si estuviera la mismísima reina de Inglaterra ante nosotras y después Madame Prudence asintió y seguimos caminando para que las ultimas pasaran. Mis ojos repasaron por todos los rostros de aquellos hombres, eran tan diferentes a nosotras. Yo los buscaba a ellos y a sus ojos, sin embargo, sus ojos jamás me miraban a mí. Hasta que, vi dos lagunas azules, tan claras que de cerca parecerían del color del agua de un claro.
Ojos limpios.
Lo vi recorrer nuestros rostros, hasta que encontró los a mis ojos espiando los suyos y ahí se detuvo, después, de una manera despectiva los volteo y continuo su recorrido.
Debo admitir que me quede descolocada, pues, aquel hombre a pesar de que yo le había salvado la vida me había mirado como si no estuviera mirando a nada, a nadie. Recordé sus gritos, el dolor, los nervios, y la calma que nos había brindado el haberlo ayudado.
¿Y todo para que?
Para que cuando por fin estuviéramos de frente, solo me mirara con una altivez enmudecedora.
"Gracias por haberme salvado la vida" , eso esperaba y con eso me bastaba, no me importaba si no me volvía a dirigir la palabra o la mirada nunca jamás, solo eso esperaba, no una mirada cargada de hastio por mi persona. Y si es que el deseaba la muerte, yo misma podría portar el cuchillo que le diera fin a su patética, insignificante y sordida vida digna de un patán, y no de un caballero.
Trate de controlar mis pensamientos. Era mi noche, y no iba a dejar que un imbécil pesimista la arruinara.
La triste verdad era que, la noche apenas estaba comenzando, y no me podría escapar del destino.
.
.
.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro