85
Thomas se dio cuenta que no podría haber algo más cálido, suave y fuerte que la mano de Austin entrelazada con la suya, ni mucho menos alguien más guapo y protector que él. En cuanto abandonaron la estancia de los Wilson, Thomas tomó la iniciativa de besarlo por vez primera en la boca, a lo que Austin rio en medio del beso.
—¿Te duele? —preguntó Austin a Thomas dejando de reír abruptamente al ver la magnitud del golpe que yacía en su mejilla.
—Considerando que nunca en mi vida me habían golpeado y mucho menos de esta manera, creo que estoy bastante bien—se quitó los lentes y los lanzó lejos.
—¿Por qué tiraste tus lentes?
—Porque se supone que acabo de concluir una faceta de mi vida y estoy comenzando una nueva con ustedes... —miró nerviosamente a otra parte—y contigo, más que nada. Puedo ver sin la necesidad de mis lentes, pero no de lejos. Sabré arreglármelas.
—Bienvenido a la familia Peitz—bromeó Austin, pasándole un dedo en el contorno de la mandíbula de Thomas. Era una caricia.
—Prefiero ser bienvenido en la familia Williams—susurró en respuesta.
Mientras tanto, Egon volvió con Shelby sin ningún refresco y tampoco nadie preguntó. Ni si quiera Gabbe; él se encontraba enfrascado en una conversación con Caroline y la anciana Beck. Trenton miraba el horizonte con los lentes puestos y la última lata de cerveza en la mano.
—¿Y Austin? —preguntó Shelby, mirando ceñuda a su alrededor.
—Fue a auxiliar a Thomas—contestó Martha con aburrimiento—bichos, ya me aburrí y mis huesos crujen de tanto estar sentada. Vámonos ya.
Al cabo de ciertos minutos, la pareja volvió con una sonrisa tímida en los labios y aunque Shelby se moría de ganas de preguntar miles de cosas, mantuvo la boca cerrada.
—He de suponer que ya todo quedó resuelto—planteó Egon, mirando con regocijo a sus amigos. Austin asintió.
—Propongo que nos larguemos—protestó Martha. Egon puso los ojos en blanco y se dirigió a Trenton. Lo tomó del hombro y llevándolo unos pasos lejos de los demás para hablar con él.
—Tienes auto, ¿verdad?
—Sí. Un Volvo, lo tengo en casa—frunció el ceño.
—Lo vamos a necesitar porque dos más se han unido a nosotros—explicó y Rex asintió—también quiero que llames a tu padre y le digas que venga lo antes posible.
—¿A mi padre? ¿por qué? —se mostró confundido.
—Porque sí. Tu padre me conoció hace mucho y estoy seguro que nos ayudará.
—Tendrás que contarme cómo es que lo conoces.
—Algún día. En este momento vas por tu auto y te esperaremos aquí.
—Mi casa está lejos.
—Para eso existen los taxis y de paso trae un teléfono contigo y el número de tu padre, Sean Rex.
A Trenton le causó gracia que Egon supiera incluso el nombre de su padre. Él apenas y se acordaba. El joven austríaco sacó un fajo de dólares y se los entregó.
«Dorian Tyler»
Estaba furioso. No. La palabra correcta era demente. Más bien, no había palabra para describirlo en ese momento. Trixie Cash sopesó la idea de lanzarse también del jet con Charlie para no tener que soportar el mal humor de su ex esposo. Haber descubierto que el chico que crio y que tanta confianza le tuvo, lo traicionó, al parecer no lo tomó tan bien.
—¡Estábamos volando a muchos metros sobre el océano! —gritó con las venas tensas del cuello— ¡estaba golpeado y moribundo! ¿cómo es posible?
Charlie sonrió a sus adentros y Trixie le giró el rostro a otra parte porque sabía que Caroline había ayudado mucho. Todos sus trabajadores tenían la mirada en sus pies mientras Dorian blasfemaba a su antojo.
—Señor, McCall saltó en pleno vuelo y nosotros no...
—Oh, cierra la boca—espetó irritado—de momento aterrizaremos en Inglaterra y vamos a rastrearlos con calma.
—Estamos en Austria, señor. Como usted lo pidió—susurró el sujeto.
—No pienso enfrentarme a Marlon sin tener a Gabriel conmigo. Si quiero destruir a Blake, tengo que comenzar por matar a su mejor asesino y qué mejor si Gabbe acaba con él.
—Ellos son amigos ahora, Tyler—interrumpió Trixie con cara de pocos amigos y Charlie retrocedió. Dorian estrechó los ojos.
—Gabbe no es amigo de Peitz.
—Sí lo es.
—Como sea—dijo exasperado—pero ambos están interesados en nuestra hija y como tal, en algún momento tienen que discutir y enfrentarse, además, Shelby no va a durar demasiado huyendo de ciudad en ciudad estando en cinta.
—Yo quería deshacerme de ese engendro y te opusiste. Aguanta las consecuencias, Tyler.
—Estás demente. Requieres urgentemente ayuda psicológica. Ese niño no tiene la culpa de nada.
—Claro, sabiendo que su abuelo también es un maldito criminal, lo ves del todo normal—musitó la mujer con aire irritado—y hablando de idioteces, quiero que nos regreses a Nueva York a Charlie y a mí. Nosotros estamos fuera de todo esto.
—A tu amante lo enviaré de vuelta—le informó Dorian, sonriendo al percibir la molestia de Charlie—pero a ti no. Eres la madre de mi hija y estarás a mi lado hasta que la encontremos.
Dorian hizo una seña con la mano a dos de sus hombres y les dio indicaciones en voz baja.
—Charles—llamó a Charlie minutos después con poca simpatía—mis hombres te escoltarán en cuanto aterricemos al aeropuerto para que vuelvas a Nueva York. Te darán dinero suficiente, ¿okey? Y espero no llames a la policía o tu querida hija será solo un recuerdo.
«Austria»
Norman continuó el resto del día con la mirada perdida, la cabeza en Marte y el cuerpo casi inerte. ¿En qué maldito momento su vida se había ido al carajo? Lola Calvin estaba esperando un hijo suyo. Y si Marlon se enteraba, sus días estarían contados y eso no le convenía. Luego de llamarle a Egon, Blake le ordenó que se esfumara de ahí antes de que se desquitara con él y acto seguido, Norman abandonó la estancia para situarse en su rastrera habitación. Por Dios, ¿un hijo? Cerró los ojos, tratando de apaciguar la tensión que se había alojado en toda su columna vertebral y que le provocaba leves pinchazos de culpa y desasosiego.
—¡Roxanne! —gritó. No hubo respuesta— ¡Harper! —tampoco hubo respuesta y gruñó— ¡par de zorras! —gritó más fuerte y a los pocos segundos llamaron a la puerta. Una sonrisa maliciosa asomó a sus labios al ver a las chicas en el umbral de la puerta con los ojos en llamas.
—¡Qué!
—Díganle a Lola que quiero hablar con ella.
—¿Aquí? ¿en tu habitación? —interrogó Harper con una ceja arqueada.
—Desde luego que sí, albina. Vayan y llámenla—ordenó.
—Si le pones un dedo encima, te juro que... —comenzó a decir Harper, pero Roxanne la interrumpió.
—No desperdicies tu saliva en este imbécil.
—Esa chica no durará nada si pone un pie dentro de esta pocilga.
—¿A qué hora van a dejar de ladrar y llamarla? —espetó Norman y sus ojos grises brillaron de rabia. En silencio, las dos chicas salieron de ahí en busca de la rubia. Diez minutos después, la puerta se abrió y la cara de Lola se asomó con petulancia. Había cambiado considerablemente su aspecto gracias a la ropa en buen estado que las torpes chicas le proporcionaron, pero de todas maneras se notaba a leguas que estaba totalmente desquiciada—siéntate. Tenemos una charla pendiente, Lola.
Haciendo caso omiso a su tono de voz, ella tomó asiento a los pies de la cama y se acomodó un rubio mechón de cabello detrás de la oreja; tratando a toda costa no posar sus ojos azules en los grises de Norman. Vio como él se levantó de la silla giratoria y se acercó unos pasos a donde ella se hallaba. Por instinto, miró rápidamente a la puerta si en caso se ponía violento, pero se sorprendió al verle el rostro serenado. Era más aterrador verlo tranquilo que molesto.
—No pienso abortar para salvarte el trasero—le recordó ella con firmeza. A pesar de que se rehusó a mirarlo a los ojos, sintió la punzante mirada de él sobre ella.
—Pareces una maldita grabadora. Eso me lo has dicho más de una vez, ¿no tienes un mejor argumento que decir?
—No. Yo no soy la que pidió hablar contigo, sino tú.
—El tema ya lo sabes—señaló directamente a su estómago con asco—ese niño no tiene por qué nacer.
—Es mío.
—También es mío.
—Cuando Marlon se entere...
—Tú no le dirás nada a Marlon—siseó con amargura y se inclinó a ella lo suficiente para sujetarla del cuello con brusquedad. Ella ni si quiera puso resistencia porque ya se había acostumbrado a sus maltratos. Solamente cerró los ojos y redujo la respiración—de lo contrario, partiré tu delicioso cuello en dos.
—Hazlo. No tengo familia, así que hazlo. Mátame.
—No. Todavía no—la empujó y le dio la espalda—cuando yo regrese de mi labor, quiero que el bastardo se haya ido para siempre, ¿okey?
—¿A dónde vas? —consiguió decir. Le ardía el cuello y le costaba respirar normalmente.
—En busca de Egon. La verdad es que perdí mucho tiempo al no matarlo cuando lo tuve cerca. Pero ha llegado la hora de matarlo de verdad y Blake está preparando todo.
—Deberías dejarlo en paz. Él ya está viviendo la vida que eligió con mi amiga.
—Eres demasiado descarada al llamar a Shelby Cash "amiga"—observó Norman—me asombra tu cinismo.
—¿Qué diablos estás diciendo? —juntó las cejas con indignación.
—Míralo de esta manera—alzó las manos e imitó un par de títeres con ellas—esta eres tú—movió su mano izquierda—esta es Shelby—movió la otra—tú eres una perra que la traicionó y ella es una pobre ingenua que pensó que había una fuerte amistad contigo cuando en realidad solo la usaste para tus fines. Así que no le llames amiga a una chica a la que utilizaste por muchos años, ¿okey? Eres igual o peor que yo en muchos aspectos, preciosa—Lola no fue capaz de replicar. No obstante, se quedó en silencio. Norman tenía razón—no te pongas sentimental, eres lo que eres y te aguantas. Tú misma te hiciste así, pero vaya que Shelby tuvo suerte de encontrarse con mi primo y no conmigo. Ella tuvo buena suerte, tú no.
—Hacerme sentir miserable te encanta, ¿verdad? —contraatacó ella a la defensiva. Norman curvó las comisuras de sus labios hacia arriba.
—La verdad no. Simplemente me divierto al ver a las personas ahogarse en sus propias mentiras y pecados.
—No te muerdas la lengua.
—No me la muerdo porque yo estoy consciente de lo que soy, de lo que hago y de lo que haré. Seré un jodido criminal, pero soy auténtico. No soy falso.
—Idiota—refunfuñó ella.
—Quítate de una vez por todas esa máscara de chica idiota y saca la Lola Calvin que sé que vive dentro.
—Acércate, Norman—dijo ella, en un murmuro. Él negó con la cabeza—quiero decirte algo en el oído.
—Uhm, tramas algo y no quiero averiguarlo.
—¿Qué podría hacerte yo?
—Volverte demente y atacarme desprevenidamente.
—Ni que fuera tú—se burló la chica. Norman dudó y al final de cuentas se acercó a ella. Lola lo tomó de las mejillas y lo obligó a verla a los ojos. Notó que las pupilas de él se dilataban de sorpresa cuando ella se disponía a besarlo.
—No caeré en tu maldito juego—la apartó de un manotazo, pero Lola no cedió, volvió a agarrarlo de la cara y con todas sus fuerzas logró que Norman girara el rostro a ella una vez más.
—Por solo una vez en tu vida quiero que me beses sin que me hagas daño—pidió ella, suplicante—por favor. Quiero que me beses como si fueras un chico común y corriente. Como si... como si me amaras.
—No soporto que digas eso—hizo una mueca de desagrado, pero no se alejó de ella.
—Tienes razón con respecto a Shelby. Ella tuvo mucha suerte de encontrarse con Egon porque él la ama y yo tuve la mala suerte de caer en tus manos, pero ya no me importa nada. Si he de morir, primero quiero saber que se siente ser besada cariñosamente por ti, sin salvajismo, sin violencia, suavemente y...
—Definitivamente estás loca—la interrumpió y ella sintió ganas de llorar. Entonces Norman deslizó sus fuertes manos en la cintura de Lola hasta alojarlas en la curva de su espalda. La atrajo a él hasta juntar sus cuerpos por encima de la ropa y la fémina tuvo que reprimir el impulso de echarse a llorar. ¿Por qué había tenido tan mala suerte? ¿Por qué Norman no era como Egon? Norman era atractivo, contaba con un ingenio deslumbrante y una sonrisa encantadora, pero su gran defecto es que era un psicópata y obviamente no tenía la capacidad de querer a una persona—voy a darte el gusto de besarte como si se tratara de un cuento de hadas—añadió él, burlonamente, pero Lola no le prestó atención. Estaba absorta mirándolo a los ojos y acariciando su masculina cara con los dedos, gesto que a él lo tomó desprevenido. Las largas y rubias pestañas de Norman barrieron sus mejillas al parpadear con perplejidad, sin despegarle los ojos de encima.
—Entonces bésame—murmuró ella con voz ronca—finge que me amas.
Norman frunció el entrecejo. Vaya que era rara. Se relamió los labios y comenzó a inclinarse a ella con la intención de besarla lenta y suavemente despacio. Pero Lola cerca de resistirse, atrapó su boca antes de que él pudiera hacerlo y se besaron suavemente. Norman juntó todas las fuerzas para no besarla rudamente tal y como le había prometido. "No la beses bruscamente", sé recordó a cada roce, a cada beso compartido con todo lo que concernía. Se dio cuenta que incluso sin autocontrolarse demasiado, besar de esa manera no estaba tan mal. Era fantástica e incluso placentera. La femenina lengua de Lola rozaba la suya con tal dulzura que Norman estuvo tentado a empujarla lejos al estar tan aturdido. Poco a poco comenzó a inclinarla hacia a la cama con lentitud. La rubia separó unos segundos su boca de la suya para respirar y él rápidamente volvió a besarla. ¿Qué era esa sensación? Era cálida e inquietante. Cuando por fin logró tenderla sobre la cama, Lola hundió la cara en su cuello y lo llenó de besos húmedos y dulces.
—Detente—jadeó él con la cara sonrojada a más no poder. Ella paró en seco y lo miró— ¿Qué tratas de hacer conmigo?
—Te pedí un beso de amor—le pasó el dedo pulgar en el labio inferior, acción que hizo perder la cabeza a Norman.
—Entonces déjame intentarlo otra vez—dicho eso, el rubio retomó la misma iniciativa de antes y la besó con tal dulzura que Lola pensó que estaba soñando. Su idea había funcionado. Aquel era el paso que debió haber hecho desde hacía mucho tiempo. Enamorarlo y obligarlo a sentir amor por ella, aunque no estaba segura si funcionaría.
«Trenton Rex»
—¡Papá! Hola, Amm, ¿te acuerdas de mí? Soy Trenton, tu hijo al que no has visto en mucho tiempo—carraspeó Trenton con falsa alegría en cuanto llamó a su padre enfrente de los demás. Había resultado muy fácil ir a su casa a hurtadillas, dejarle una nota a su madre, coger las llaves de su auto y buscar un teléfono y el número de su padre y finalmente regresar. El Volvo estaba todo sucio a causa de haberlo dejado inutilizado varios días luego de ser raptado por Egon y Austin. Se habían trasladado al principio con su coche, pero después decidió dejarlo en casa y robar uno para mayor comodidad. Y en ese momento se hallaba en una encrucijada.
—¿Trenton? —la respuesta de su padre hizo que resoplara.
—¿Quién más te llamaría?
—Me sorprende mucho que me hayas llamado, hijo.
—Necesito tu ayuda—Trenton fue al grano. Egon lo observaba fijamente al igual que los demás. Todos estaban afuera de la casa de Shelby, esperando a que el padre de Rex dijera que sí.
—Dime qué pasa.
—Verás, tengo un problema con unos amigos. Es decir, tenemos un problema con unos sujetos y queremos saber si podrías ayudarnos a escondernos.
—¿Quiénes son esos sujetos? —cuestionó con preocupación.
—Son... —miró a Egon y se rascó la cabeza con incertidumbre—son sujetos que están unidos a la delincuencia y nos están persiguiendo.
—Pero, ¿qué pasó? ¿por qué están huyendo? —quiso saber.
—¿Me vas a ayudar o no? Nunca te he pedido nada en la vida y si vas a negarte, entonces estoy perdiendo mi tiempo—hubo un silencio de su parte y Trenton apretó la mandíbula, preparándose para colgar, pero escuchó de pronto un susurró de su padre:
—Me relevaron de mi cargo y ya no soy policía; pero tengo una vivienda en Lincoln, Nebraska. Acabo de comprarla hace un par de meses y no decido si vivir ahí o darla rentada.
—¿Estás pensando en dejarnos vivir ahí hasta que las cosas se calmen?
—Sí, Trenton. ¿Dónde estás?
—Cerca de casa.
—De acuerdo, escucha—dijo el hombre con voz autoritaria—llegaré en un par de horas porque estoy fuera de la ciudad, ¿okey? Espero que tu madre esté de acuerdo.
—Ella no lo sabe y te agradecía que no se lo dijeras.
—Hijo...
—Confía en mí.
Al cabo de un segundo, Shelby y Caroline abrieron su casa para que todos esperaran adentro en lo que el padre de Trenton llegaba. La vivienda estaba tan solitaria que parecía que nadie la había habitado en siglos. Entre las dos hermanastras se dispusieron a preparar bocadillos con lo que encontraron en la cocina. Mientras tanto, Gabbe y Egon se sumieron en una charla silenciosa e importante en la calle. Tanto Thomas y Austin se sentaron en sofá acompañando a Martha, quién no dejaba de verlos con ojos de complicidad. Trenton se había ofrecido a ayudarles en la cocina, ya que, no paraba de pensar en su padre. Era la primera vez en mucho tiempo que lo vería y tenía nervios.
—¿Planeas algo con Caroline? —preguntó Egon a Gabbe con una sonrisa maliciosa y procuró bajar mucho la voz para que Martha, que era muy lista, no escuchara desde la sala. Gabbe negó con la cabeza y suspiró. Su ojo seguía un poco cerrado y Egon ni si quiera tuvo que preguntarle la razón del golpe porque ya se lo imaginaba.
—¿Por qué piensas que planeo algo con ella? Es decir, es la hermana de Shelby y me agrada.
—Ella necesita a alguien que la proteja.
—Considerando que tú mataste a su novio...
—Cállate. No me siento bien al haberlo hecho—se frotó el puente de la nariz con los dedos y miró con disimulo el interior de la casa.
—¿Y quieres que yo repare los daños por ti?
—Solo quiero que ella tenga a alguien que pueda protegerla. La única forma en la que yo podré estar tranquilo es si tú te conviertes en Evan, pero mejorado—aquel comentario hizo reír a ambos.
—Súper mejorado—chasqueó la lengua Gabbe—soy más guapo que él.
—¿Entonces vas a tratarla más?
Gabbe estrechó los ojos hasta llegar al grado de parecer dos pequeñas rendijas azules mirándolo con escepticismo.
—¿Estás seguro que es porque quieres el bienestar de Caroline o solo deseas que me olvide de Shelby?
—Buena pregunta—observó Egon—eres muy listo, McCall. Quiero que estés con esa chica para cuidarla y también para que te olvides de mi novia.
—Nunca la voy a olvidar.
—¿Quieres que te deje el otro ojo morado? —replicó Egon con falsa amabilidad.
—¿De nuevo con tus celos enfermizos? —vaciló Gabbe con una sonrisa torcida. Egon lo fulminó con la mirada y negó con la cabeza.
—Gracias a ti, Shelby sigue con vida y eso lo tendré siempre en cuenta.
—No hice nada en realidad.
—Hiciste más de lo que yo hubiera hecho algún día—increpó Egon, mirándolo con suspicacia—te rebelaste a tu jefe para ayudarme.
—Para ayudarlos—corrigió el chico.
—Como sea, pero lo hiciste.
—¿Sabes? Esta es la segunda o tercera vez que nos ponemos cursis y es raro—rio Gabbe y Egon estuvo muy de acuerdo.
—Solo quería ser educado, pero al carajo—carraspeó, queriéndose reír—eres un imbécil, McCall.
Al poco rato todos se encontraban devorando deliciosas pizzas. Como no tuvieron suficiente comida, Shelby llamó a una pizzería y compraron seis para atiborrarse. Egon apenas y comió, ya que, le hubiera gustado comer hamburguesas y él que más lo disfrutó fue Gabbe. Thomas y Austin se encargaron de comprar refrescos y Trenton y Caroline hielos. La única que no movió ni un cabello fue Martha Beck.
—Ya estoy vieja y ya viví demasiado, ahora estoy para que me den todo en las manos—se excusó, pero nadie le reprochó nada porque, a fin de cuentas, ella era extraordinaria y casi legendaria en el mundo de los criminales.
—Si por mi fuera, comería día y noche pizza, incluso me casaría con una—canturreó Gabbe con la boca llena de queso. Shelby sonrió y le dio un mordisco a la rebanada de Egon. Él le limpió la comisura de los labios con el dedo y se llevó a la boca el queso que le quitó.
—Prefiero las hamburguesas—opinó Egon—son fáciles de hacer y las venden en todas partes.
—Pero la pizza es una delicia. Además, consta de una preparación delicadamente específica e higiénicas, en cambio las hamburguesas son antihigiénicas porque son preparadas por cualquier persona y apuesto mi rebanada a que en este momento tu estómago debe tener muchos bichos a causa de esa comida—declaró Gabbe con una amplia sonrisa y engulló rápidamente lo que tenía en la boca para continuar debatiendo acerca de la comida—y no digo que la pizza sea mejor... bueno, sí, lo es.
—Agradece que no te meto la pizza en...
—Egon—lo reprendió Shelby y él cerró la boca, obligándose a tragar un poco de esa nauseabunda comida que tanto amaba Gabbe.
—Déjalo, Shelby. Egon sabe que no lo haría.
—No me tientes, McCall.
Recogieron los platos de plástico y tiraron la basura a conciencia. Solo les quedaba esperar a que Sean Rex llegara. Ya había oscurecido y él aún no se presentaba. Trenton era el más inquieto de todos.
—Ya se tardó demasiado—bufó Austin y Thomas le acarició la barbilla para distráelo.
—Tranquilo, ya debe estar en camino—objetó Trenton con los ojos puestos en la calle. Y como su casa estaba a dos calles, desde el ángulo en el que se hallaba, podía ver si llegaba. No obstante, Trenton percibió la llegada de un coche negro, que quizás meses atrás había sido una patrulla, aparcar en la acera de su casa—ha llegado—informó con voz trémula—voy por él.
Egon se aproximó.
—Voy contigo.
Por los nervios, el chico aceptó y se encaminó con él hacia su padre. Caminaron despacio a propósito con el fin de actuar tranquilos, pero Trenton por dentro se estaba deshaciendo. Se situaron en la puerta del conductor y vieron al sujeto que estaba frente al volante. Egon frunció el ceño al reconocer a Sean Rex.
—¡Hijo! —exclamó el hombre y se apresuró a bajar. A Trenton no le dio tiempo de apartarse porque su padre lo envolvió en un cálido abrazo que duró casi un minuto. Cuando se separaron, Sean miró a Egon y se sorprendió—¡Douglas!
—Hola, señor Rex—saludó Egon con una mueca y acto seguido fue abrazado por el ex policía—quiero aclarar que mi verdadero nombre es...
—Egon Peitz—eludió Sean con seriedad, viéndolo fijamente—eres un criminal. Me enteré de ello cuando estaba de camino aquí.
Inmediatamente la sangre abandonó el rostro de Trenton y vio como Egon tensaba la mandíbula sin despegarle la mirada de encima a su padre y temió por su seguridad.
—No te preocupes, hijo. Ya no soy policía y no tengo porque arrestarte, sólo quiero me jures que no le harás daño a Trenton ni a ninguno de sus amigos.
—Papá, él es una buena persona—terció Trenton.
—Si yo quisiera hacerles daño, ellos ya no estuvieran con vida, señor Rex.
—Entonces no tenemos ningún inconveniente—miró a su hijo— ¿dónde está tu madre?
—Creo que no ha llegado del trabajo. Le dejé una nota; así que síguenos. Estar aquí no es buena idea.
—¿A dónde?
—A la casa de una amiga, está a dos calles.
Sean se subió al auto y los siguió muy de cerca mientras ellos caminaban hacia la casa de Shelby. Todos los esperaban afuera con ojos curiosos. El Peugeot estaba adelante del Volvo de Trenton y Sean estacionó el suyo detrás de los dos. Hicieron las típicas presentaciones con el fin de llevar las cosas más tranquilas y Shelby le dio dos rebanadas de pizza mientras charlaban con él en la sala.
—Sea el motivo que por el que estén pasando, déjenme decirles que los voy a apoyar—sentenció Sean Rex—he dejado abandonado a mi hijo durante mucho tiempo y si él necesita ayuda, aquí estaré. Sé que son criminales o bueno, algunos—sonrió, mirando a Gabbe, Austin, Egon y Martha y ellos sonrieron tenuemente—y ahora soy un ex policía. Bien podría arrestarlos y traer refuerzos, pero no lo haré, siempre y cuando ustedes prometan cuidar de mi hijo y yo les daré lo suficiente para ocultarse.
Trenton se ruborizó y quiso protestar, pero Egon se lo impidió.
—¿Sabe? Por supuesto que lo vamos a proteger, pero tiene que saber que su hijo se sabe defender mucho mejor que yo. Así que no se preocupe.
—Por lo visto no necesitan tanta protección—bromeó Sean y Egon asintió complacido. Sean Rex le entregó un manojo de llaves a su hijo y la dirección exacta de la residencia en la que iban a vivir por un tiempo. Les aconsejó que, si querían contactarse con él por algún tipo de problema, lo llamasen por medio de un teléfono de monedas para evitar ser rastreados. Shelby y Caroline se encargaron de hacer las valijas con todo lo indispensable. Por otro lado, Trenton, Egon, Gabbe y Austin se encargaron de ir a la casa de Trenton por ropa masculina. Thomas se quedó acompañando a la anciana en lo que todos se ponían de acuerdo. Sean Rex les dejó un noble obsequio de más de veinte mil dólares para que se pudieran movilizar unos días y se fue. A las nueve de la noche en punto, ya estaban preparados para partir.
—Caroline y yo, nos iremos con Egon y Shelby en el Peugeot—anunció Gabbe sin preguntarle a Egon, pero de todas maneras estuvo de acuerdo.
—Entonces Austin, Thomas y Martha se vienen conmigo—replicó Trenton.
—No. Yo quiero ir con Egon—se negó la anciana—mi pequeño bicho sabe cómo soy y no creo que podrás soportarme...
—Martha—dijo Egon con suavidad—en cualquier coche estás segura, pero si quieres venir conmigo, vamos.
Shelby cerró bien las puertas y cada uno se deslizó dentro de los autos tal y como habían quedado. Emprendieron el viaje rumbo a Lincoln, Nebraska. Llegarían en tres días. Se pusieron en marcha, pero a Shelby se le estrujó el corazón al recordar a Kevin Black.
—Quisiera pasar a ver la casa de Kevin Black antes de irnos—susurró. Y Caroline, que iba en el asiento de atrás, frunció el ceño.
—¿Por qué? —preguntó su hermanastra. Shelby se hundió en el asiento y negó con la cabeza.
—Ese chico falleció hace algunos días—contestó Egon con pesar.
—Una bomba estalló en su casa—continuó Gabbe. A Caroline casi le dio un paro cardíaco.
—¡Qué! ¡Debe ser una broma! ¡Kevin no pudo haber muerto!
—Pasaremos por su casa para que veas que es verdad—objetó Egon, girando hacia una esquina. Sacó una mano para indicarle a Trenton que lo siguiera.
—Querida, debes entender que, si estás en medio de criminales, corres el peligro de morir—sentenció Martha con seriedad—y ese pobre niño sufrió injustamente.
—¡No! —Caroline rompió a llorar— ¡no me gusta esto! ¡odio que mueran personas por culpa de ustedes!
—No fue nuestra culpa... —comenzó a decir Shelby.
—Sí. Lo es—masculló Egon. Sus nudillos se pusieron blancos tras apretar con demasiada fuerza el volante y Gabbe tuvo que darle unas palmadas en el hombro para tranquilizarlo—pero yo no quería que ese pobre niño muriera. De haberlo sabido, él estaría vivo.
—¡Quiero bajarme de aquí! —Caroline había perdido la cabeza y temblaba. Shelby temió que volviera a caer en la depresión que la había matado lentamente tiempo atrás. Martha miró con recelo a su hermanastra y resopló.
—Para el vehículo, Egon—ordenó la anciana con determinación. Él parpadeó perplejo y la obedeció—me iré al auto de Trenton. Ahí hay menos drama—siseó enfadada—y será mejor que te calmes, muchacha o te daré un golpe para que comprendas que nadie de nosotros tiene la culpa de lo ocurrido con ese chiquillo.
Gabbe se mordió los labios para no echarse a reír, pero se encargó de abrazar sutilmente a Caroline cuando la anciana se cambió de auto. Egon retomó la marcha con la mandíbula tensa. La fémina se la pasó llorando y sollozando todo el trayecto a la casa de Kevin en el pecho de Gabbe y Shelby miró por la ventana todo el rato para alejar las lágrimas. Cuando llegaron, sintieron un nudo en el estómago al presenciar la gran casa de Kevin hecha pedazos. La habían etiquetado como "Prohibido el paso" típico de las películas de terror o de acción. Caroline no esperó a que Egon se detuviera completamente y abrió la puerta, echándose a correr hacia lo que quedaba de aquella casa. Trenton se estacionó detrás de ellos y bajó solamente él. Tanto Austin, Thomas y Martha decidieron quedarse a ver desde el interior. Egon cogió a Shelby de la mano y Gabbe se mantuvo a unos pasos de Caroline, que se encontraba de pie frente a los escombros con la mirada perdida. Era como mirar un desastre hecho por un terrorista. En esa casa ya no habitaba nadie. Meses atrás, esa familia sufrió una pérdida grande: el fallecimiento de un par de gemelas a causa del cáncer y luego... una bomba había acabado con lo que quedaba de aquellas personas siendo inocentes. Caroline comenzó a temblar y cayó arrodillada al suelo, sujetando con fuerza una viga de cemento que le impedía ir más allá del jardín destruido.
—Por favor, Caroline—murmuró Shelby, dando un paso a ella, pero Egon la detuvo—es mi hermana, Egon.
—Sí, pero ella no se encuentra en sus cinco sentidos.
Gabbe, haciendo caso omiso a la advertencia de Egon, se arrodilló junto a ella y la abrazó cálidamente para reconfortarla. No obstante, ella lo rechazó con violencia.
—No me toques. Todo esto es culpa de ustedes—se levantó rápidamente y miró a su alrededor con ojos de loca y reparó en su hermana—¡Tú! ¡Si no hubieras estado tan demente de amar a los malditos criminales, Kevin seguiría aquí! Y si tampoco mi padre se hubiera casado con tu madre...
Esas palabras hirieron muchísimo a Shelby y bajó la mirada.
—Cierra la maldita boca—interpuso Egon, furioso. Gabbe le envió una mirada iracunda y Shelby lo agarró del pecho cuando se disponía a atacar a Caroline—no estás dolida por eso. Solamente buscas la manera de derramar más lágrimas por tu novio muerto.
—¡Él también murió a manos de un desgraciado como tú! —gritó ella con desesperación. Egon sonrió lobunamente y en sus ojos se desató el infierno que había logrado apagar durante esos meses.
—Egon, por favor, no... —suplicó Shelby, sabiendo lo que Egon estaba por decir.
—Si se lo dices, ella te odiará más—replicó Gabbe.
—No lo hagas—objetó Trenton negando con la cabeza.
—¡Decirme qué! —sollozó Caroline—nada que este tipo me diga me puede sorprender.
—Yo asesiné a Evan—admitió Egon con firmeza y sin borrar la sonrisa de su rostro. El ambiente se tornó oscuro y siniestro. En ese instante pareció como si el tiempo se hubiese detenido—y fue de lo más placentero verlo sufrir en mis manos—continuó—así que respeta a Shelby o sufrirás lo mismo que él. Todo aquel que ofenda a mi familia, la pagará muy caro.
—No debiste ser tan cruel—murmuró Shelby, mirándolo con amargura. Pero él la ignoró. Seguía esperando la reacción de Caroline sin dejar de sonreír. La expresión que optó Gabbe fue de ira y de incertidumbre, se debatía en agarrar a la chica que había comenzado a derramar lágrimas silenciosas y que observaba fijamente a Egon o golpear a ese idiota con todas sus fuerzas por ser tan bestia. Trenton entornó los ojos y tragó saliva sin saber que añadir.
—¡Púdrete en el infierno! —le gritó ella segundos después y echó a correr dentro de los escombros sin importarle que los cimientos estaban tan débiles y que podrían caer en cualquier momento.
—¡Caroline! —gritó Shelby aterrada, pero Egon y Gabbe ya se hallaban corriendo tras ella. Solamente Trenton se quedó a su lado y los demás bajaron del auto para saber qué es lo que estaba pasando.
—¿Tu hermana está loca o qué le pasa? —interrogó la anciana con fastidio.
—Egon le acaba de confesar que él mató a su novio—respondió Trenton.
—Ay Dios, que fuerte—dijo Thomas, apretándose a Austin y este besó su mejilla con cariño, pero en sus ojos albergaba muchísima preocupación. De pronto, se escuchó un fuerte crujido de la casa a punto de derribarse completamente y Shelby ahogó un grito. A los pocos minutos, Gabbe salió con Caroline pataleando sobre su hombro y Egon haciendo de guardaespaldas atrás. Los tres estaban llenos de polvo.
—Pero, ¿qué creen que están haciendo? —inquirió una voz desconocida y femenina detrás de ellos. Por instinto, Egon se aproximó a Shelby y miraron a la persona. Era una mujer de edad madura que los miraba con el ceño fruncido.
—Hemos venido a ver lo que queda de la casa de la familia Black—contestó Egon sin ningún tipo de simpatía. Gabbe colocó a Caroline sobre sus pies y ella sin miramientos lo abrazó con fuerza y él la cobijó entre sus brazos.
—¿Son familiares? —cuestionó la mujer, un tanto esperanzada.
—Amigos cercanos—respondió Shelby— ¿por qué?
—El joven Black sobrevivió y no tiene a nadie más. Ha estado conmigo desde que ocurrió tal barbarie.
—¿El joven Black? —Shelby se acercó a la mujer.
—Kevin. El chiquillo de la familia.
—¿Dónde está? —exclamó Caroline, empujando a Gabbe y mirando fijamente a la mujer. Shelby estaba sorprendida y a la vez aliviada.
—En mi casa. Allá—señaló la mujer con el dedo una pequeña casa.
—¿Podría llamarlo? —preguntó Egon. La mujer asintió y caminó de vuelta hacia su casa. Enseguida Egon miró furtivamente a Caroline y Gabbe miró a Egon con la misma mirada. Shelby se mordió el interior de las mejillas a unos pasos de su novio. Estaba molesta por su manera de decirle a su hermana que él había matado a Evan y no estaba dispuesta a pasarlo por alto. Y en cuanto él se acercó a ella, Shelby lo rechazó, negando con la cabeza.
—Estoy enfadada contigo.
—¿Por qué, Puppy? —parpadeó.
—Porque fuiste cruel y despiadado con mi hermana.
—Ella merecía saberlo.
—Pero no de esa manera.
Dejaron de hablar cuando Kevin Black hizo acto de presencia. Escucharon gritar a Caroline y vieron como ella corría al chico y lo abrazaba con dulzura. Shelby notó que Kevin había perdido el brillo de la vida. Sus ojos grises estaban opacos y distraídos, peor que cuando fue el funeral de sus hermanas. Su cabello rubio estaba desordenado y el labio herido. Había perdido peso, pero fuera de ello se encontraba bien.
—¡Oh, Kevin! —susurró Caroline.
—Caroline...—dijo él en un hilo de voz. Lo más triste de aquello era que ese chico estaba solo en la vida. Había perdido a sus hermanas y a sus padres en el mismo año—Shelby.... —susurró cuándo reparó en la cara de Shelby y se zafó de los brazos de Caroline para abrazarla— ¡Egon!
La escena que sucedió a continuación fue la más adorable de todas. Egon y Shelby recibieron al chico con tanto cariño que Caroline dejó de llorar al verlos.
—Demasiado amor—ironizó Gabbe.
—Esto es extraño—sentenció Caroline, sin despegarle los ojos de encima—¿Por qué abraza a Peitz?
—Porque son amigos—respondió Trenton, sonriendo.
—Me alegra mucho que hayan venido por él—añadió la mujer que lo había cuidado.
—¿Venido por él? —repitió la anciana, con tono interrogante.
—Sí. Porque se lo van a llevar con ustedes, ¿no?
Todos intercambiaron miradas de soslayo.
—Sí. El chico se va con nosotros—afirmó Egon, dándole unas palmaditas a la cabeza de Kevin.
—Él se viene conmigo—masculló Caroline—nos vamos a quedar en mi casa.
—No. En ese caso quédate tú, pero el chico está bajo mi protección—siseó Egon—por lo tanto, vendrá a donde yo vaya.
Kevin se puso rígido.
—Egon—Shelby le envió una mirada suplicante a su novio para que no volviera a ver otra pelea. La mujer que había cuidado a Kevin se había largado sin saber a dónde iría el chico, gesto que le gustó a Martha. Esa mujer había sido práctica.
—Mataste a Evan solo porque no te agradaba y doy por hecho que después querrás matar a Kevin y yo no lo voy a permitir—ladró Caroline. Thomas y Austin hicieron una mueca, pero mantuvieron la boca cerrada. Trenton se alejó un poco para respirar aire fresco en lo que ellos solucionaban las cosas y Martha se unió a él.
—¡Basta! Si soy causante de problemas, será mejor que ninguno de ustedes se haga cargo de mí. Estoy bien—interpuso el pequeño rubio, pero nadie le hizo caso.
—Yo jamás lastimaría al chico—contraatacó Egon, con el rostro ensombrecido.
—Gabbe, di algo—le instó Shelby presa del pánico. Pero el chico de ojos azules tampoco tenía ningún argumento que decir. Estaba a favor de Egon, pero no le gustaba que Caroline fuese presa de los comentarios ofensivos de Peitz. Por lo que optó por encogerse de hombros.
—El chico estará mejor si viene con nosotros y eso incluye a Egon—dijo finalmente Gabbe—soy también criminal y te apuesto mi vida, muñeca—miró a Caroline—que Kevin estará bien y si tú vienes con nosotros, mucho más. Olvídate de lo que pasó en el pasado, Evan murió a manos de mi colega Egon; pero fue antes de que él decidiera ya no ser un asesino. Todas las personas cambian, aprende a cambiar tú también.
—¿Cómo estarías si Egon hubiese asesinado a tu novia? —se defendió ella.
—Sinceramente, no lo sé.
—Entonces no te atrevas a...
En eso, Gabbe dio un paso a ella y la acercó a él rudamente y cuando Caroline lo miró horrorizada, él la abrazó.
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