60
Continuaron varios días en total calma. Y Shelby sentía una punzada de desasosiego en el pecho de tan solo pensar en su familia. Una tarde, cuando cenaban en un McDonald's, en la tv de ahí, estaban pasando las noticias más relevantes y casi estuvo a punto de atragantarse con su bebida al ver su rostro en la pantalla. Al parecer, sus padres habían dado aviso a las autoridades de su desaparición. En su foto, junto a su cara, decía: "Joven extraviada. No se sabe su paradero desde hace más de una semana y media. Fue vista por última vez en su Universidad antes de un atentado, luego de ello, no se volvió a saber de ella." Repentinamente sintió la mirada de Egon en su persona.
—Cuando el asunto no podría tornarse más complicado... —dijo él, con amargura.
—Mis padres están muy preocupados, Egon—hizo una pausa y tragó saliva antes de hablar nuevamente—quizá debería llamarles...
—Llámalos desde un teléfono público—le señaló con la barbilla uno que había afuera del local—aquí te espero.
Shelby terminó de comer su hamburguesa y se levantó de la silla, mirándolo acusadoramente.
—Las papas que he dejado en el plato son mías—recalcó con énfasis y él miró al techo con ironía.
—Puppy, tienes diez minutos para que hables con tus padres o de lo contrario, tus papas serán mías. Corre el tiempo.
Shelby le sacó la lengua y corrió al teléfono público de afuera antes de que Egon le comiese sus papas, aunque de todos modos sabía que él lo haría, se apresuró. Comenzaron a temblarle los dedos al momento de marcar el número y mientras lo hacía, le echó un vistazo a Egon, quién con una sonrisa arrogante, se comía sus papas sin miramientos. Y poniendo los ojos en blanco, continuó marcando. Nadie respondió. Metió varias monedas más para seguir intentando, sin embargo, nadie atendía y comenzó a preocuparse. ¿Y sí los hombres que querían la cabeza de Egon, habían matado a su familia? O peor aún, algún idiota, cómplice de Norman los había asesinado... Las telarañas mentales que se habían formado en su cabeza se extendieron hasta llegar al punto de saltar del susto cuando la voz de su hermanastra surgió del otro lado de la línea.
—¿Diga?
Shelby, con los pelos de punta, respiró hondo antes de responder.
—Caroline, habla Shelby—apartó violentamente la cara del auricular para evadir el chillido de su hermanastra en cuanto escuchó su voz. Le alegró saber que había abandonado definitivamente el centro de rehabilitación y que se hallaba en casa.
—¡Dónde estás! ¿Douglas te llevó a la fuerza? Dímelo o llamaré a la policía—su voz estaba congestionada y ronca.
—Ya han llamado a la policía. Mi cara está en televisión y por eso llamé.
—¡Dónde estás! —repitió, pero con voz más alta y menos angustiada.
—Estoy bien. Llamé para decirles que no se preocupen y quiten mi cara en los noticieros. No me pasó nada.
—¿Por qué te fuiste así, de la nada, luego de esa masacre que ocurrió después de tu concurso?
—Tenía que hacerlo, después te contaré.
—Tienes que volver. Mamá está hecha una demente al igual que papá y yo también—reconoció—te necesitamos, Cash, vuelve, por favor.
—Volveré—prometió, aunque no estaba segura de cumplirlo—pero no ahora ni mañana. Regresaré pronto, traten de cuidarse mucho. Norman White es un asesino serial.
—¿Tu amigo el rubio? —se horrorizó.
—Sí. Así que...
—¡Tienes que regresar! —repitió, enloquecida—también estás en peligro tú, tienes que estar con tu familia.
—Estoy más protegida que nunca, Caroline.
—¿Por Douglas?
—Sí. Por él.
—¿Es algún tipo de superhéroe o qué?
Shelby miró a Egon y suspiró al verlo comer sus papas con la mirada perdida. Parecía tan tierno...
—Es más que eso—repuso. Se escuchó del otro lado de la línea la voz de Trixie Cash.
—Es Shelby—le informó Caroline. Y a Shelby no le dio tiempo de colgar cuando ya tenía a su madre al teléfono.
—¡Hija! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —preguntó la mujer, precipitadamente.
—Estoy bien—repitió azorada. Y le dijo lo mismo que a Caroline.
—Hasta tu padre ha llamado para saber dónde estás.
—¿Charlie? —frunció el ceño.
—No. Dorian, tu padre biológico.
—No me interesa. Dile que estoy bien—masculló. Era el colmo que solo cuando había problemas a su padre se le ocurría buscarla.
—Dime dónde estás, por favor—suplicó su madre. Le dolía escuchar a su madre destrozada, pero no podía decirle donde estaba, por su seguridad.
—Volveré pronto. Solamente llamé para decir que estoy bien y que borren mi cara de la televisión.
—¡Shelby...!
Con remordimiento, colgó y giró sobre sus talones para volver con Egon, pero se detuvo en seco al no verlo en su asiento. Tampoco estaban las cosas que ambos habían llevado. Percibió peligro y se puso alerta. Volvió el rostro a todas direcciones y no notó nada fuera de lugar. Personas andando en las aceras y los coches en las calles. Nada inusual. Pese a un detalle: Egon Peitz había desaparecido o la había abandonado. Sus ojos escrutaron en redondo y comenzó a sentirse expuesta. De pronto una mano le cubrió la boca desde atrás y chilló.
—Vamos. Intenta caminar con normalidad, tenemos que irnos de aquí—murmuró Egon en su oreja y ella se tranquilizó.
—¿Qué pasa? —susurró lo más bajo posible mientras caminaba con él en la acera con la mano entrelazada con la suya.
—Drew tenía razón. Mi jefe ha enviado a más de sus hombres por mí. Entraron al local tres sujetos que conozco más que bien, pero logré despistarlos y salí por la puerta de atrás—contestó en un siseo. Sus pasos eran grandes y firmes. Iba jalando a Shelby para que fuera a su ritmo sin mirar atrás.
—¿Qué vamos a hacer?
—En el auto tengo el arma, así que iremos allá y te quedarás ahí en lo que yo me encargo de ellos.
—Quiero ayudarte, sé disparar y...
—No, Puppy. Esta vez no. Ellos son francotiradores expertos y tienen mejor puntería que tú y yo juntos.
Shelby se estremeció y siguieron avanzando a la esquina en donde estaba el Jetta. En cuanto llegaron a él, Egon sacó de la guantera la pistola de siempre, con silenciador y le entregó una más pequeña a Shelby.
—Quédate adentro y ten lista el arma—le indicó, estando afuera de la ventana del piloto donde ella estaba—también mantén encendido el coche por si necesitas escapar.
—Egon, déjame ir contigo—suplicó—no quiero perderte...
—No lo harás, regresaré—esbozó una sonrisa tranquilizadora—lo prometo.
—Pero...
—Yo cumplo mis promesas—siseó y le quitó el seguro al arma—sube el cristal y asegura las puertas. Regreso en un momento.
Se dio la vuelta para echarse a correr, pero Shelby abrió la puerta.
—Espera—dijo y él volteó a verla.
Shelby se acercó a él y sonriendo, le dio un beso en los labios.
—Mátalos, a todos.
—Por ti, cualquier cosa—él le guiñó el ojo y echó a correr hacia McDonald's.
«Egon Peitz»
Corrió minuciosamente hacia el local y se situó detrás de un coche color negro que estaba a solo unos metros de la entrada. Aspiró hondo y se deslizó justo en la puerta para sorprenderlos. Los tres sujetos seguían dentro, escudriñando cada rincón, en su búsqueda y en cuanto repararon en él, sonrieron de una manera demente. Egon les enseñó el dedo corazón y los invitó con la barbilla a que salieran. El trío de sujetos asintió, aceptando su invitación y se encaminaron a él. Por primera vez en años, Egon sintió miedo y tragó saliva.
—Egon, Egon—canturreó en alemán uno de ellos cuando ya se encontraban afuera. Los tres hombres vestían de negro, de la cabeza a los pies y llevaban puesto gafas de sol muy oscuras, demasiado dramáticos para el gusto de Egon—sabíamos que estarías aquí. Amas esta comida chatarra que venden aquí, lo cual nos facilitó la tarea.
Egon, que se pasó todo el tiempo hablando inglés, desde que llegó por Shelby a Nueva York, había olvidado su idioma materno y resopló.
—Hola, Jason—saludó Egon con naturalidad. El miedo se disipó y sintió de nuevo la rabia e ira—hola, Joe, hola Tristan. ¿Qué los trae por acá?
—Tu cabeza y la chica que traes contigo—respondió el más alto de los tres, Joe. Y entonces Egon endureció la mandíbula.
—No sé de qué chica hablan.
—Desde luego que lo sabes. Es la misma chica que está desaparecida y sale en los noticieros. Sabemos que está contigo y Marlon la quiere de inmediato junto con tu cabeza—repuso Tristan, el más fornido del trío.
—No conozco a esa chica y si así fuera, ¿por qué razón Marlon la quiere? —inquirió, furioso.
—No sabemos, solo cumplimos órdenes—se escogieron de hombros.
—Váyanse al infierno—masculló el chico, al tiempo que sacaba el arma de su pantalón y le apuntaba a los tres. Comenzó a disparar y supo que logró darles a dos de ellos en los brazos y que uno se tiró al suelo.
—¡Mátalo, Joe! —gritaron los dos heridos al unísono, tratando de incorporarse. Entonces Egon se ocultó detrás del auto negro y a través de los reflejos miró como Joe sacaba un rifle de su gabardina y rodeaba el vehículo.
—¿Recuerdas cuando trabajábamos en el mismo bando, Egon? Fueron tiempos buenos—reconoció Joe, acechándolo—te encantaba ver cómo le disparaba a extensa distancia a las personas que Marlon quería muertas y te fascinaba.
—Eso pasó hace años—refunfuñó Egon, encolerizado. Y se tiró al suelo, mirando los pies de su adversario. Llegó al límite del auto donde los otros dos estaban a punto de verlo. Egon sabía que podían sacar su rifle y dispararle con un solo brazo. No se arriesgó y aprovechó el silencio para dispararle en los pies a Joe, quien aulló de dolor y comenzó a correr cojeando.
—¡Sabrás lo que las personas sienten al morir en mis manos! —gritó el sujeto y llegó hasta donde se ocultaba. Egon, viendo que era inútil seguir escondido, se puso en pie con el arma arriba. Apuntando a la cabeza mezquina de Joe.
—Bien hecho, Joe—dijo Tristan, detrás de Egon.
—Lo has hecho como lo planeamos—corroboró Jason, lobunamente. A Egon se le erizaron los vellos de la nuca, pero no se movió. Estaba acorralado entre esos tres francotiradores heridos y enfrente de un sinfín de personas que presenciaban la escena con terror.
—Anda, dispárame y ellos lo harán contigo—le instó Joe con una sonrisa.
—Al menos te irás antes que yo—espetó Egon y le disparó justo en medio de los ojos, su especialidad, provocando gritos y alboroto por todos los presentes. Joe puso los ojos en blanco y cayó de espaldas al suelo. Se escucharon dos disparos a sus espaldas y cerró los ojos, esperando el impacto.
—¡Ay, hija de perra! —alcanzó a oír a Jason quejarse—la pagarás...
Egon se dio la vuelta precipitadamente y encontró a Shelby apuntando ferozmente a los dos hombres que yacían en el suelo, sangrando a borbotones. Uno de ellos había muerto; su cabeza había estallado a tal punto de faltarle parte de ella donde se alcanzaba a ver los sesos entre manchas de sangre. Y junto a este, estaba Jason sujetándose la parte baja de la espalda y contorsionándose en busca de su rifle, que había golpeado el suelo lejos de él. Egon no salía de la impresión. Shelby lo había salvado. Ella había matado y herido a esos hombres. La chica tenía los ojos cerrados con el arma aun apuntando al vacío.
—Shelby—susurró Egon con calma y se acercó a ella, pasando a zancadas el cuerpo de Tristan—mi bella dama, baja el arma.
El cuerpo de ella temblaba y se estremeció cuando él la abrazó. Egon tomó el arma y la guardó en sus pantalones.
—Ya, tranquila. Ya terminó—la consoló cuando ella sollozó.
—¡Es ella! —le oyó graznar a Jason. Egon volvió el rostro solo para enviarle una mirada gélida.
—Si le dices a Marlon que ella está conmigo, te mato.
—¿Piensas dejarme con vida? —masculló Jason con repugnancia, pero había un dejo de esperanza en su voz.
—Sí. Pero lo haré por ella, porque no resiste verme asesinar gusanos—entonces abrazó a Shelby con un brazo y con el que tenía libre sostuvo el arma en alto para que las personas se apartaran—aquí no pasó nada—le espetó al tumulto y todos retrocedieron, alarmados.
—¡Cuidado! —gritó alguien en la multitud y Egon se dio la vuelta justo al tiempo que Jason disparaba en su dirección. Empujó a Shelby al suelo y sintió una sensación ardiente en la sien. Fue tan fuerte el impacto que cayó al suelo de golpe y cerró los ojos, pensando que había sido su fin. Respiró profundamente y se obligó a abrir los ojos de nuevo. Jason había fallado en su puntería. Le había pasado rozando la sien izquierda provocándole dolor, pero no estaba muerto, pero ese imbécil sí lo iba a estar. Shelby ahogó un grito y se apresuró a abrazarlo.
—¡Egon! —chilló, en shock.
—Estoy bien—se sentó de golpe en el suelo y gruñó. La sangre de la herida escurría por su cuello hasta su ropa. Se llevó la mano al roce de bala superficial y miró a Jason que mal decía entre dientes. Su mala puntería se debía a que su brazo estaba herido—fue solo un roce—le explicó a Shelby—ahora apártate—se incorporó bruscamente y cogiendo violentamente su arma, apuntó directamente al sujeto—te di una maldita oportunidad, imbécil—siseó. Dicho eso, comenzó a dispararle en la cara. Al primer disparo Jason cayó fulminado al pavimento, pero Egon se encargó de terminarle el cartucho de balas en su rostro hasta hacerlo pedazos.
—Egon, basta—ordenó Shelby, abrazándolo por detrás—ya está muerto, vámonos de aquí—pero Egon tenía los ojos idos y no dejaba de disparar, hasta que por fin el arma quedó sin balas, pero eso no impidió a que comenzara a patearlo. —¡Basta! —gritó ella y Egon parpadeó—déjalo y vámonos, por favor.
Tiró de él hacia atrás y lo llevó lejos de ahí. Las personas llamaban en sus teléfonos a la policía, por lo que Shelby se apresuró a meter a Egon en el asiento del copiloto y después ella se deslizó tras el volante para salir de ahí rápidamente. Le echó un vistazo antes de poner en marcha el Jetta y notó que él miraba al vacío sin ninguna expresión. La sangre había empapado toda su ropa. El disparo le rasgó parte de la oreja y la sien, en donde quizá quedaría una leve cicatriz.
—Tranquilo—le acarició la mano y entonces él colocó la suya encima.
—Te amo—farfulló Egon, antes de cerrar los ojos y desmayarse.
Por otro lado, cerca de ese mismo McDonald's, se encontraba un sujeto vestido de todo negro, con gafas de sol, mirando la escena. Sus labios eran una fina línea recta que se fundían en su mezquino rostro. Y respirando con agitación, colocó un teléfono en la oreja.
—Señor Marlon Blake. Perdimos a Jason, Joe y Tristan—comunicó con rabia—Egon acabó con ellos junto con Shelby Cash.
—Esa maldita también se ha convertido homicida como él—masculló Marlon, furioso—no entiendo como Norman no pudo contra ella.
—Es muy buena disparando.
—Me importa un rábano que lo sea. Tráemela y trae la cabeza de Egon.
—¿Qué hay de Norman White?
—Mandé al escuadrón de Albert por él. Y esta misma noche lo tendré conmigo, ahora apresúrate.
—¿Puedo preguntar por qué quiere a la chica? —se acomodó las gafas.
—De por sí Norman me la prometió como mercancía, pero justamente me he enterado que es hija de Dorian Tyler, mi maldito enemigo y la quiero para mí. Ahora cierra el hocico y ve por ella.
SIGANME EN MIS REDES SOCIALES PARA ESTAR EN CONTACTO:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro