57
«Lola Calvin — Norman White»
Cuando la rubia salió disparada de la escuela al darse cuenta que su vida realmente peligraba, no contó que Norman volvería a encontrarla mientras se ocultaba en el mismo salón donde yacía Trenton moribundo, pero tampoco pensó que el austríaco llegaría muy herido a donde ella estaba.
—¡Maldita zorra! ¡Huiste como un cobarde! —le gritó y ella palideció al verlo entrar al aula cojeando y con el cuerpo sangrando.
—Yo no... —titubeó.
—Voy a dejar que me atrape la policía solo para que me lleven al hospital—siseó, haciendo una mueca—pero tú vas a llamar a Gilbert y decirle que venga por ti lo más rápido posible.
—No. Por favor, ya no quiero seguir con esto... —chilló.
—¡Eres mía, idiota! Y vas a obedecerme—le espetó furioso y como pudo, sacó un teléfono de su pantalón—ahora llama a tu casa, pedazo de basura.
Lola, con el corazón desembocando, comenzó a marcar el número de su casa con los ojos grises de Norman sobre ella. Hizo lo que le ordenó y le comentó a Gilbert, el que cuidaba a su madre en el sótano, que lo vería en la escuela lo antes posible y después Norman le arrebató el teléfono para darle indicaciones.
—Vas a llevar a la rubia a su casa y vas a encerrarla en el sótano con su madre en lo que yo regreso, ¿okey? —jadeó y cerró los ojos, reteniendo el aliento, su respiración era dificultosa gracias a que se estaba desangrando y quizás tenía un pulmón dañado—quiero que estén vigiladas día y noche. No dejes que ninguna salga a la calle. Y si intentan escapar o hacer algo sospechoso, les disparas en la cabeza. Ya tienes mi orden.
«Shelby Cash — Egon Peitz»
Ese mismo día, pero en la noche; después de haber recibido la definición de "esclava" más de una vez, Shelby se hallaba recostada en la cama en ropa interior mirando con atención la tv. Egon había ido a la tienda 24 horas por algunas chucherías, ya que, las de ella se habían acabado. De haber podido, hubiese llevado consigo el libro que Egon le había obsequiado, pero fue todo tan rápido, que se olvidó de muchas cosas. Suspiró contrariada y se dedicó a echarle un vistazo a su teléfono que cargaba a un lado de la cama. Al encenderlo, el aparato vibró tanto que estuvo a punto de tirarlo. Entraron los mensajes preocupados de sus padres. Encontró un solo mensaje de Thomas y lo abrió. Era extraño que solamente a él le importase leer.
«Ya sé todo de ustedes. Douglas se llama Egon y es un criminal austríaco. Y bueno, tus demás amigos también lo son, excepto tú. Pero lo curioso es que me agradan y voy a ayudarlos.»
Entornó los ojos con terror. No respondió porque no estaba segura de cómo responder. Ya había perdido a Aubrey y no estaba dispuesta a perder a alguien más que era inocente. Frunció las cejas y esperó a que Egon regresara. Suspiró agobiada y miró al techo. De pronto alguien llamó a la puerta y sonrió levemente. Él había regresado, pero enseguida recordó que Egon había llevado la llave y le dio escalofríos. ¿A quién demonios se le ocurriría tratar de entrar a una habitación ocupada? Sin decir que ahí dentro habitaba la "pareja" de un asesino serial. Se apresuró a ponerse como pudo los pantalones y la blusa. El pomo comenzó a girar con la intención de abrir la puerta y ella gruñó. Sostuvo el pomo al contrario y abrió de golpe. Y un cuerpo escuálido le cayó encima y se deslizó adentro sin miramientos. Precipitada, Shelby se levantó y se puso en guardia. Miró al sujeto que estaba de espaldas mirando a todos lados.
—¡Largo de aquí! —gritó molesta. Entonces el tipo se dio la vuelta y sus ojos dementes encontraron los suyos. No parecía un loco, pero sus ojos sí.
—¡No! ¡Tengo órdenes estrictas de encontrar a Egon Peitz! —gruñó, yéndosele encima. Shelby cayó de espaldas fuera de la habitación con el sujeto sobre su cuerpo.
—¡Suéltame! —gimoteó, gateando por el suelo.
—Entonces he llegado al sitio adecuado—sonrió de una manera tan espeluznante, que Shelby ahogó un grito. La tomó de los tobillos y la arrastró hacia la habitación.
—¡Egon! ¡Egon! —la chica comenzó a gritar con desesperación. Histéricamente, volvió el rostro hacia la tienda de 24 horas que estaba cruzando la carretera y alcanzó a notar la espalda de Egon. Él ya se proponía a salir y entonces ella volvió a gritar. El sujeto la golpeó en la cara, haciéndola callar abruptamente. Forcejearon varios minutos— ¡Egon te matará! —vociferó Shelby con furia y le pateó el área de la entrepierna y en lo que el idiota aullaba de dolor, se movió hacia atrás con las palmas de sus manos—¡Egon!
—¡No te atrevas a seguir tocándola!
Al escuchar la voz de él un poco lejos, corriendo hacia ellos desde la tienda, ella sintió una tranquilidad inmediata y le sonrió al tipo.
—Eres hombre muerto—siseó Egon, corriendo por el pasillo. No tardó ni quince segundos en estar ahí. El tipo gruñó e intentó volver a agarrarla, pero un puño salió de la nada y se incrustó justamente en el tabique del sujeto. Un ligero hilo de sangre salió de la nariz del hombre, pero no se preocupó. Sus ojos claramente dementes se postraron en Egon. Por su parte, el joven homicida se había apresurado a levantarla del suelo y fijar su mirada furtiva en ese idiota—ve al auto y quédate ahí hasta que vaya a buscarte—le ordenó a Shelby.
—Procura no hacer mucho ruido—le aconsejó ella.
—No te preocupes, mi bella dama. Será silenciosamente trágico—esbozó una sonrisa y Shelby echó a correr al coche de Egon sin mirar atrás. Confiaba ciegamente en él y sabía que lo mataría.
—¿Qué? No me digas que ahora tienes novia y planeas casarte muy pronto—añadió el sujeto con una sonrisa lobuna—es muy guapa, debo reconocer, pero no creo que de verdad estés interesada en ella, Egon, por el amor de Dios. Es prácticamente una niña.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Drew? —los ojos de Egon se ensombrecieron y lanzó a alguna parte la bolsa de plástico que traía en las manos.
—El señor Blake ya está aburrido de esperarlos a ti y a Norman—contestó y se limpió la sangre de su nariz con el dorso de la mano—y me envió a llevarlos de vuelta.
—¿A ti solo? —se burló.
—No. Dentro de unos días vendrán más hombres; así que sé buen chico y vámonos. No hagas esto más complicado.
—Hice un trato con Marlon. Y no iré contigo ni a la esquina.
—No quiero hacerte daño, Peitz.
Los ojos de Egon brillaron.
—Deberías pensar bien tus palabras antes de amenazarme—susurró.
—¿Crees que te tengo miedo solo porque eras el favorito de Marlon? —rompió a reír con desprecio—pues no. Eres un niño inexperto a comparación de mí.
—Vaya. Entonces, ¿por qué Marlon te envía solo a buscarme y luego vuelve a enviar más personas por mí? De seguro sabe que nunca harás nada bien, por eso necesitas refuerzos. Eres un incompetente.
—¡Cállate! —rugió y Egon sonrió. Había logrado su objetivo: Provocarlo. Drew se le fue encima sin miramientos, tomó los brazos de Egon y lo empujó hacia atrás, pero él ni siquiera se movió.
—Nunca has probado lo que puedo hacer—le informó el chico homicida con una sonrisa, que de inmediato se transformó en una mueca y sus ojos ensombrecidos se tornaron en llamas. En un movimiento brusco, hizo girar a Drew, haciendo que perdiera el equilibrio, y lo sujetó del cuello en el suelo.
—¡No! —gritó el hombre, con furia.
—¡Sí! —le contradijo—morirás esta noche.
Sin soltarlo del suelo, liberó una de sus manos y para humillarlo más, se atrevió a quitarle el cinturón a Drew y con destreza le rodeó el cuello con él. Los ojos del hombre casi se salieron de sus cuencas cuando Egon comenzó a asfixiarlo con su propio cinturón con todas sus fuerzas. Tiró más fuerte sin prever las contorsiones que el sujeto sufría. Le tapó la boca con la otra mano y le inmovilizó los brazos con sus piernas para hacer más fácil la tarea.
—¡Saluda a mi padre en el infierno! —siseó en su oreja cuando el tipo daba su último aliento. Para cerciorarse de que había muerto, sin dejar de apretar el cinturón entorno a su cuello, sacó una pistola del pantalón con silenciador y le disparó en la sien—Drew, me caías bien, pero lamentablemente mi instinto no pudo resistir a la idea de volver a matar a alguien de esta manera—masculló al tiempo que le liberaba el cuello y tiraba el cinturón a la habitación y guardaba el arma en su cintura. Cogió la bolsa de plástico que había tirado y la metió a sus bolsillos. Suspiró y comenzó a jalar el cuerpo inerte de Drew hacia la carretera. Divisó el auto donde Shelby se encontraba y le hizo una seña de que se quedara dónde estaba y ella asintió con los ojos entornados y puestos en el cuerpo. Era sospechoso que no hubiese ninguna persona cerca, ni si quiera el encargado de la tienda se miraba desde afuera, por lo que se apresuró a arrastrarlo hasta el otro lado de la carretera. Le había quitado la camisa a Drew y con ella le vendó la parte del disparo para evitar que la sangre siguiera fluyendo y quedara huella. Pero por desgracia no estaba equipado para deshacerse del cuerpo e inició una jornada de trabajo duro. Con sus manos comenzó a cavar entre la maleza y tierra con la intención de sepultarlo, no obstante, a ese paso, no terminaría y alguien se daría cuenta. Corrió hacia el vehículo donde Shelby esperaba y ella saltó del susto al verlo todo sudoroso y lleno de tierra—Puppy, tienes que ayudarme a cavar un agujero lo suficientemente grande para meterlo... —sus palabras quedaron flotando en el aire y maldijo entre dientes—ve a la habitación. Ahora. No toques la sangre que hay ahí, sólo enciérrate.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —lo miró horrorizada y siguió su mirada. A lo lejos, unas luces azules y rojas se aproximaban.
—¡Hazlo ya! —vociferó él y ella bajó corriendo hacia la habitación—cámbiate de ropa y si es preciso, dúchate.
Shelby sentía que su corazón palpitaba más rápido de lo normal. Cuando se acercó a la habitación y vio el pasillo manchado de sangre, sintió náuseas y saltó cuidadosamente esa área y se encerró en la recámara. Sintiendo los latidos de su corazón en las orejas, se desnudó y entró a bañarse enseguida. Pasaron diez minutos y él no volvía. Y tampoco ella se atrevía a salir del baño por temor. Al cabo de un rato más de silencio fúnebre, en el que sólo el sonido del agua caer sobre su cuerpo se escuchaba, la puerta de la habitación se abrió de golpe y después se volvió a cerrar.
—¿Egon? —preguntó en un hilo de voz. Le aterraba que fuera la policía u otro demente.
—Dame lugar. Necesito lavarme.
Aliviada, le quitó el seguro a la puerta y lo dejó entrar. Egon se deslizó dentro con el pantalón solamente puesto, pero antes de quitárselo, sacó una bolsa de plástico y la colocó en el lavado.
—Aquí están las pastillas anticonceptivas. Me recomendaron que ingieras una que es para el día siguiente, no sé bien, fue difícil conseguirlas a las afueras de la ciudad, pero en esa tienda hay de todo, siempre y cuando sepas buscar y manipular a las personas—resopló y se quitó el pantalón. Shelby desvió la mirada del Sr. Potato y asintió. Él la miró de reojo y se abrió pasó en el chorro de agua de la regadera donde enseguida comenzó a lavarle la tierra y la sangre pegada al cuerpo. Él apenas se había recuperado un poco de la pelea con Norman la noche anterior y no era justo que tuviera otro encuentro al siguiente día. Shelby se animó a enjabonarle la espalda con ternura y él se estremeció—por el momento estamos a salvo. Logré deshacerme del fastidioso cuerpo y limpié bien la entrada quitando cualquier evidencia.
—¿Qué hay de la policía?
—Nada. Me escondí en la maleza y pasaron de largo.
—¿Quién era ese sujeto? ¿Qué quería? —le acarició los hombros bajo el agua. Egon sacudió la cabeza y golpeó la pared de azulejos con el puño.
—Era Drew. Uno de los hombres de mi jefe.
—¿Y qué quería? —comenzó a frotarle jabón en el pecho y él suspiró. Sintió su aliento en la frente y se estremeció cuando él se inclinó a besarla levemente en los labios.
—Mi cabeza.
Shelby entornó los ojos y sus manos quedaron paralizadas sobre su pecho. Los ojos negros de Egon sonrieron.
—Esto ya ha pasado antes, Puppy, nadie ha logrado matarme.
—Hablas como si fueras invencible.
—Es que soy invencible. Nadie nunca ha podido herirme hasta matarme—se frotó el rostro bajo el agua y ella jadeó.
—¿Pero era solo él? ¿no habían más?
—Vendrán más en unos días—carraspeó—pero para ese entonces estaremos muy lejos de aquí.
Ella asintió y continuaron bañándose. Cuando terminaron, Shelby se tomó la pastilla del día siguiente para no quedar embarazada después de semejante día. Horas más tarde, siendo más de media noche, a ella se le ocurrió una fantástica manera de hacer hablar a Egon, ya que luego del asesinato y la ducha, se había quedado callado y con los ojos fijos al vacío.
—¿Qué significan las tres aves que te tatuaste? —comenzó su interrogatorio como quién no quiere la cosa y el despegó la mirada de la tv para verla.
—¿Por qué piensas que significan algo? —preguntó en respuesta. Su rostro se tornó sombrío y se mordió el labio inferior que ya de por sí lo tenía herido.
—He leído que las personas se tatúan determinados tatuajes por una razón o simplemente porque le recuerdan a alguien o conmemoran una fecha—explicó, mirándolo a los ojos.
—En efecto, sí—se movió incómodo en la cama—pero no es mi caso.
—¿Estás seguro?
—Sí. Son simple aves sin ningún significado.
Como su táctica para hablar con él no salió tan bien, decidió presionarlo para sacarle información de su vida personal, sabiendo que eso significaba jugar con fuego.
—¿Tienes familia, Egon?
—Sí. Tú—sonrió—Martha, Austin y bueno, aunque Aubrey no esté, ella también lo era.
—No, no. Me refiero a tu familia real, o sea tus padres y hermanos.
—Tú eres mi familia real.
—Egon, sabes a qué me refiero—insistió.
Notó que las facciones del rostro de Egon se endurecían.
—Tuve que haber nacido de alguien, ¿no? —espetó.
—Sí—susurró ella— ¿Dónde está tu familia? ¿Ellos saben a qué te dedicas?
—¿Por qué me preguntas eso? Es personal. A ti no te importa mi maldita vida de antes.
—Me importa.
—¿Por qué?
—Porque te quiero.
Y justamente dijo las palabras que él no quería escuchar.
—No vuelvas a decir eso o te cortaré la lengua—la amenazó.
—¡No entiendo por qué te pones así! Tú conoces mi vida y, por ende, quiero conocer la tuya.
—Tu vida es como un cuento de hadas, Shelby. No querrás saber la mía y tampoco estoy dispuesto a contártela.
—¿Te avergüenzas de ella?
—No.
—¿Entonces...?
Egon se llevó las manos a la cara y bufó.
—Mi padre era un alcohólico de mierda y mi madre aguantaba los golpes que él le propiciaba todas las noches—repuso, indignado y encolerizado—y tenía dos hermanas menores.
—¿Y dónde están ellos?
—¿Que si dónde están? —soltó una carcajada sin humor—muertos, desde luego. Murieron antes de convertirme en lo que soy.
Shelby lo escuchaba con suma atención y cierta palidez.
—Querías saber mi historia, ¿no? —ella asintió—entonces no te asustes, mi vida es más común de lo que imaginas. Muchos delincuentes han pasado lo que yo o incluso cosas peores.
—¿Común?
—Sí. Yo nací en un lugar muy pobre y por ello mi padre, al no saber qué hacer, bebía para desahogar sus penas, pero siempre fue un imbécil—apretó los puños—gastaba el poco dinero que ganaba en su adicción.
—¿Qué pasó con ellos? ¿Cómo murieron? —continuó ella, preguntando con cautela.
—Asesiné a mi padre—respondió con una extraña sonrisa de satisfacción—ese fue mi primer asesinato. Lo asesiné con mis propias manos y con algo de ayuda de su botella de licor partida a la mitad. Iba a matar a mamá, así que evité que lo hiciera y acabé con su miserable vida—Shelby parpadeó estupefacta y no dijo nada. Él, al parecer, ya no planeaba dejar de hablar. Y ahora a ella le asustaba saber su pasado. —Mi mamá se encargó de deshacerse del cuerpo mientras que yo me di a la tarea de cuidar a mis dos hermanas pequeñas y guardar algunas cosas para huir—susurró. Sus ojos estaban fijos en sus manos—huimos a Alemania, donde me encontré con un primo—gruñó—y el muy miserable asesinó a mi madre cuando ella se negó a que yo entrara a un club al que él pertenecía; en donde podía ganar muy buen dinero, pese a que era casi un niño, pero como ella no quiso, terminó asesinada.
—¿Mataste a tu primo?
—No. Él sigue vivo—hizo una mueca de asco.
—¿Y dónde está? ¿y qué hay de tus hermanas?
—Una de ellas, Hannah, murió por una bala pérdida dos años después. Había huido de mi cuidado por miedo a lo que yo hacía para ganar dinero y me enteré de su muerte hasta poco después—se mordió los labios—y la menor, Joanna, ella...
Vio como él se resistía a no perder el control y de pronto, sus ojos se cristalizaron.
—¿Egon? — Shelby le agarró la mano para reconfortarlo, sabiendo que era muy doloroso ese recuerdo.
—Se suicidó—confesó—se quitó la vida cuando un bastardo abusó de ella mientras que yo me hallaba deambulando en busca de un trabajo digno y honorable. La encontré sin vida esa misma noche. Joanna era tan solo una niña de ocho años, Shelby. ¡Ocho malditos años! ¡Y supe que había sido violada gracias a la necropsia de ley!
—Lo siento tanto, Egon. Yo...
—No. No lo sientas—siseó—rastreé y maté al bastardo y no tuve más opción que sepultar a mi hermana en el patio de la casa donde vivíamos porque no tenía el dinero suficiente para un cementerio. Y acepté deliberadamente la oferta de mi primo de unirme a su club que lideraba su padre y así poder tener dinero, ya que no tenía a nadie más.
—Ya no trabajas para tu tío, ¿no?
—No. Marlon Blake, para el que trabajo ahora, se encargó de asesinar a mi tío por una deuda y bueno... nos llevó a mi primo y a mí para estar bajo sus órdenes.
—¿Tu primo sigue trabajando con él? ¿Por qué no lo llamas y huimos todos juntos? ¡Podemos tener otra vida!
—Ay, Puppy—le acarició la cara con ternura—mi primo se volvió realmente loco y mata más por placer que por trabajo, tal como yo solía hacerlo antes de conocerte.
—Quisiera conocer a tu primo y golpearlo.
—Ya lo conociste y ya lo golpeaste—afirmó él.
Shelby lo miró con extrañeza.
—Norman White es mi primo, Shelby—confesó Egon, pero su voz apenas era un susurro.
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