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47

Regresó a eso de las dos de la mañana a casa, sin saber que en su habitación alguien la estaba esperando. Se despidió de Egon y de los gemelos. Y posteriormente, entró a la casa que estaba iluminada. Era más que obvio que sus padres habían regresado y subió a hurtadillas a su recámara. Y cuando pensó que la libraría, casi le dio un infarto al encontrarse con su madre, mirándola fijamente, sentada a los pies de la cama, con los labios apretados y tras ella estaba Charlie con cara de pocos amigos.

— ¿Dónde estabas? —cuestionó su progenitora.

—Fui a correr—respondió, evadiendo ambas miradas y se dejó caer en la cama.

—Vimos el coche del que bajaste—reiteró Charlie.

—Bien, bien. Fui a correr con Lola, ¿okey? Ahora déjenme en paz—trató de no mirarlos para hacer más creíble su respuesta.

— ¿Lola?

—Ella tiene problemas, ¿sabes? Y yo también, pero prometo que no sucederá otra vez. Mañana iremos a correr después de la escuela, si no les molesta.

—Pensé que ya no te hablabas con ella.

—Así es, pero es mejor apoyarnos en las malas que en las buenas.

Se salvó por pura suerte y ni si quiera le dio tiempo de quitarse aquella ropa sudorosa, quedó inconsciente en cuanto tocó la almohada. Y los días siguientes fueron más asombrosos que el primer entrenamiento. Después de la escuela, los gemelos y Egon pasaban por ella y se iban a entrenar duro. Y una que otra vez, solamente llegó Egon por ella. A pesar de que él le había dicho que en cuanto menos esperara iba a tenerla de esclava, ya había pasado varios días sin que el tema saliera a relucir entre ellos y eso le agradaba. Aunque el desasosiego la mataba. No quería estar tranquila entrenando y que de repente a Egon se le ocurriera decirle: «Hoy te tomo como esclava. Quítate la ropa, ahora.» Soltó una risilla idiota al pensarlo. Shelby anhelaba pasar un momento de intimidad con él, pero también tenía pánico. Egon se descontrolaba con cualquier minúscula cosa y no quería ni pensarlo en cómo se pondría al momento de la acción, y más teniendo en cuenta que ella era virgen... no quería pasarlo mal y se estremeció. Tuvo que alejar los mezquinos pensamientos de vergüenza y se dedicó a poner atención. Lola y Trenton dejaron de ir misteriosamente a la escuela bajo el permiso de estar enfermos de un resfriado fatal. Lo cual no era cierto, claro estaba.

— ¡Los que quieran puntos extras vayan al periódico escolar! —escuchó a alguien de su salón gritar al momento de entrar al aula y todos lo miraron ceñudos.

— ¿De qué hablas? —preguntó Shelby, con interés.

—Hay una convocatoria para entrar a un casting de baile por parejas—contestó el chico con los ojos brillantes—vengan a ver. Yo ya me inscribí y ya hay pocos vacantes.

Enseguida toda la clase se proyectó a la puerta y Shelby logró escabullirse justo a tiempo y llegó hasta el mural donde estaba la convocatoria. Buscó apresuradamente un bolígrafo para inscribirse y se precipitó al ver el tumulto de gente que corría en su dirección. Miró con desesperación a todos lados y le quitó el bolígrafo a una chica que iba pasando por ahí y escribió su nombre. Se lo devolvió con una sonrisa nerviosa y fue víctima de una mirada fulminante. Haciendo caso omiso a la chica, se abrió paso entre los de su salón que iban dispuestos a anotarse.

— ¡No! —gritaban algunos con decepción.

—No sé cómo le haré porque no bailo—se lamentó una chica, riendo. Y Shelby tardó unos minutos en darse cuenta que tampoco sabía bailar y que mucho menos tenía una pareja con quien participar.

— ¡¿Alguien quiere ser mi pareja?! —exclamó Thomas, un chico de su clase que casi no hablaba, pero que era muy listo y atractivo, y que curiosamente no tenía novia. Muy sospechoso. Sus ojos verdes barrían a todos, pero ninguna chica alzó la mano y él se ruborizó. Shelby estaba tentada a pasarlo por alto y borrar su nombre, pero dudó. Eran puntos extras y los podría necesitar más adelante. Y no podía dejar que un estúpido baile la estresara, por lo que giró sobre sus talones y se dirigió a él, quién se encontraba recargado en la pared, deprimido.

—Thomas, ¿ya conseguiste pareja? —preguntó idiotamente y él alzó la mirada.

—No, ¿y tú?

—Tampoco—hizo una mueca—y no sé bailar.

—Yo sé bailar—comentó él, con aire orgulloso—pero nadie quiere ser mi pareja, por lo que quizás me saldré de casting—suspiró, avergonzado—de todas maneras, no necesito puntos extras...

—Verás, Thomas, sé que jamás nos habíamos dirigido la palabra, a pesar de que llevamos dos años de compartir clases...

—Ajá. Me he dado cuenta—bromeó y se colocó sus lentes de aumento que habían estado descansando en el cuello de su camisa.

—Bueno, esto nos conviene a los dos... —titubeó ella.

—Estás pidiendo ser mi pareja, ¿no?

—Eso creo.

—Entonces me parece bien—aceptó, un tanto nervioso y ruborizado.

— ¿Leíste toda la convocatoria?

—Sí. Es dentro de dos semanas, es algo más que un casting. Creo que quieren saber si somos buenos improvisando.

— ¿Tan pronto? —Shelby se quejó—creo que será un desastre.

—Pero tienes suerte que seas mi pareja. Yo te voy a ayudar a que bailes muy bien para ese día.

—Gracias—sonrió y él le devolvió el gesto. Hasta en ese momento se dio cuenta que Thomas tenía una muy buena sonrisa. En todo el resto del día se la pasó con él, hablando de muchas cosas interesantes que ella pensaba que no existían. Hablar con ese chico era muy fabuloso porque sabía demasiado y aparte bailaba como los mismísimos dioses.

— ¿Cuándo podemos comenzar a practicar? —preguntó Thomas a la hora de salida. Ambos estaban en el estacionamiento.

—Mañana después de la escuela, ¿quizás? —preguntó con timidez. Él asintió.

—Me parece perfecto—añadió, nervioso y se quitó los lentes, sacando a relucir sus preciosos ojos verdes—entonces mañana. Dame tu teléfono para que hoy en la tarde decidamos a base de mensajes la canción que bailaremos.

Shelby le anotó su número en el teléfono y él sonrió Asintiendo, ella lo vio irse en dirección a un hermoso auto y se despidió con la mano. Suspiró y se sentó en el cofre del escarabajo a esperar a Egon. Él llegó a los pocos minutos en el Jetta, sin los gemelos y su atuendo no era para el entrenamiento, cosa que le sorprendió a Shelby.

—Sube— fue todo lo que dijo, sin sonreír ni saludarla y ella, perpleja, obedeció y se deslizó dentro. Egon salió del estacionamiento con rudeza y condujo en línea recta sin dejar de apretar la mandíbula.

— ¿Cuál es tu problema? —cuestionó ella.

— ¿Quién era ese sujeto?

— ¿De qué hablas? —hizo memoria y frunció el entrecejo al recordar— ¿Te refieres a Thomas?

— ¿Así se llama? ¿Así se llama ese idiota?

—No entiendo por qué te pones tan furioso. Es un amigo de la Universidad.

—Jamás has estado con él, ni si quiera sabías de su existencia y hoy fue la primera vez.

— ¿Qué te hace pensar eso?

—Estabas ruborizada y nerviosa. Y así das a entender cuando no conoces a las personas.

—Bueno, si así fuera, ¿Qué problema hay? Somos compañeros de clase y estamos juntos... —cerró la boca de inmediato. Egon volteó a verla violentamente.

—Continúa.

—No viene al caso—resopló ella y acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja.

—No. Dime o no querrás que se lo pregunté a él.

—Somos pareja de baile en un concurso—soltó con brusquedad—ganaré puntos extras si lo hago bien.

Egon juntó las cejas y mantuvo la mandíbula apretada.

— ¿Bailar? Se supone que estás en una escuela de Leyes y no en High School Musical.

—Hay cosas más raras que esto, créeme.

— ¿Y por qué en parejas?

—Así está en la convocatoria.

— ¿Y cuál bailarán? ¿Cuándo es? ¿Dónde van a ensayar?

Shelby rodó los ojos.

— ¿No vamos a entrenar hoy? —intentó cambiar de tema.

—Respóndeme—gruñó.

—No sabemos la canción, es dentro de dos semanas y vamos a ensayar todas las tardes después de la escuela—respondió en un siseo. Él no añadió nada y Shelby no esperaba nada diferente—tendremos que cancelar el entrenamiento por dos semanas.

—Si eso es importante para ti...

—Oh, vamos, necesito puntos extras.

—Bien. Como quieras—graznó.

— ¿A dónde me llevas?

—A casa de Martha. Ella quiere verte y está un poco enferma—se revolvió incómodo en su asiento.

— ¿Qué tiene? —Egon aspiró una bocanada de aire antes de contarle lo que semanas atrás le había sucedido a la anciana y cuando concluyó el relato, Shelby estaba pálida. — ¿Fue Norman? —susurró ella, aterrorizada.

—No lo sé con precisión. La atacaron dos sujetos y no he podido dar con ellos—sujetó con fuerza el volante hasta que sus nudillos se hicieron blancos—y si llega a ser él, voy a torturarlo todavía más de lo que planeo. Le haré desear estar muerto.

—Parece que nadie está libre de ese maldito rubio—él asintió, con la respiración agitada.

—Por eso mañana yo iré contigo al ensayo con ese chico—le advirtió. Ella se sobresaltó—por tu seguridad—aclaró—además tengo que conocer de cerca a ese sujeto.

— ¿Estás celoso? —sonrió.

—No. No seas tonta—parpadeó, mirando a todos lados—tengo ganas de romperle el rostro a ese chico si se quiere pasar de listo.

—No exageres. Thomas es incapaz de verme sin antes ponerse nervioso o ruborizado.

—Le gustas y eso me molesta.

— ¡Él no gusta de mí! —exclamó.

—Yo sé cuándo un hombre tiene interés en una mujer.

— ¿Qué? ¿Acaso a ti te ha gustado alguien? —Egon no respondió enseguida, sino que la miró y sonrió, tomandose el tiempo para hacerlo.

Tú me gustas, pero eso ya lo sabías.


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