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«Norman White» [TREINTA DÍAS ATRÁS]

La noche del día continúo a ser arrestado, Norman se hallaba recostado en su inmunda cama maloliente con la vista al techo sucio y una sonrisa placentera en el rostro. No había probado alimento en casi dos días y eso lo motivaba a pensar detalladamente la manera en la que mataría a cada policía que se pusiera en su camino, en especial su carcelero idiota. Los demás reos de celdas vecinas lo miraban a menudo con sorpresa y eso le gustaba.

—Eres todavía un niño como para que estés aquí—le dijo su vecino más cercano horas atrás.

—Mi físico ayuda mucho a camuflar mis labores—respondió Norman con naturalidad. Esa charla le serviría para practicar su inglés.

— ¿Qué hiciste para estar en este lugar tan deprimente?

Norman postró su grisácea mirada en ese infeliz hombre y pensó que iba a ser de gran ayuda para escapar en la noche, por lo que le regaló una sonrisa.

—He hecho cosas peores y jamás me han apresado, pero estoy aquí por una estúpida chica que llamó a la policía acusándome de molestar a su novio— rodó los ojos—patético, ¿no?

—Muy patético—rio el hombre.

— ¿Y tú por qué estás aquí?

—Maté a un imbécil que intentó quitarme mi dinero, pero al parecer la justicia es una mierda y heme aquí solo por defender mi economía e integridad personal.

— ¿Quieres salir de aquí? —susurró con voz trémula y los ojos de su vecino se abrieron más de lo normal. Los otros reos escuchaban atentos lo que Norman decía.

«Entre más ayuda, mucho mejor. Así la policía se encargará de matarlos a ellos y a mí me dará tiempo de escabullirme», pensó Norman, complacido.

— ¿Qué tienes en mente, chico? —preguntó otro sujeto con mayor interés—yo estoy contigo en el plan. Quiero salir de aquí a como dé lugar.

A Norman le encantó la manera en la que esos hombres ponían su confianza en él y comenzó a platicarles en un susurro el plan que había estado haciendo en ese tiempo. La mayoría lo aduló por ser tan listo y los restantes no dijeron nada, pero asintieron. La fuga sería a medianoche.

—Yo me ofrezco a ser la carnada—surgió una voz muy brusca en algún punto de la cárcel—solo díganme que hacer.

—Anthony ha sido un luchador clandestino con buenos métodos de pelea a muerte—le informó su vecino a Norman.

—Entonces Anthony, yo soy Norman y esto tienes que hacer...

Horas después, Norman, que miraba al techo sonriente, llegó a la conclusión de que ya era hora de salir de ahí. Se levantó de la cama y echándole una mirada a su vecino, comenzó a poner manos a la obra. Los reos ya estaban preparados y eso era fabuloso.

— ¡Auxilio! ¡Auxilio! —comenzó a gritar histéricamente y con desesperación— ¡Un sujeto se está muriendo! ¡Ayuda!

Al parecer, sus gritos eran escuchados y también ignorados.

—Son unos imbéciles—siseó—ahora todos juntos, a las tres. Uno... dos... tres...

—¡AUXILIO! ¡AYUDA! —gritaron con bastante fuerza hasta quedar afónicos. De inmediato unos uniformados se presentaron con pistolas en alto y con el rostro rígido y pálido.

— ¿Qué? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué tanto alboroto? —Norman reconoció la voz de su carcelero y le envió una mirada a su vecino más confiable.

—Se está asfixiando Anthony—dijo el vecino de Norman con desesperación fingida. Todos los policías corrieron a la celda del "enfermo" y el carcelero de Norman se quedó plantado frente a él, mirándolo con frialdad.

—Deberías ir a ver al sujeto—le aconsejó.

—No. Ellos pueden con él, yo me quedaré aquí, vigilándote—achicó los ojos y le apuntó con el arma. Norman recargó la cabeza en su celda y resopló. A simple vista se miraba como un chico de veinte años, con el rostro tranquilo y una mente sana, pero detrás de esa fachada se encontraba un psicópata hecho y derecho. Y de pronto, un grito de ayuda surgió dentro de la celda donde los policías habían ido a auxiliar al reo y el carcelero de Norman entornó los ojos. A continuación, se escucharon disparos, golpes sordos y gruñidos.

—Deberías ir a ver qué pasa—volvió a aconsejarle Norman con tranquilidad—pero primero, dame esto.

Y acto seguido, alargó sus brazos por fuera de la celda, lo tomó del cuello desprevenidamente y lo jaló hacia él, comenzando a apretarle la garganta con un solo brazo. El policía se contorsionaba tratando de escapar, pero Norman se las ingenió para someterlo a golpes con la otra mano libre. Apretó con rudeza el cuello de aquel hombre y un ligero "crac" sonó, señal de que su tarea había finalizado. Con el ceño fruncido, cogió su pistola y las llaves que tenía atadas al cinturón y lanzó el cuerpo al suelo con asco. Los otros reos miraban estupefactos a Norman y se quedaron boquiabiertos al verlo salir de la celda con facilidad. Se sacudió los pantalones y se acomodó el cabello con los dedos. Empuñó el arma y les lanzó las llaves a los demás. Fue enseguida en busca de Anthony y lo encontró rodeado de cuerpos ensangrentados y mutilados. Y pensando que Norman se sorprendería ante semejante hombre de quizás dos metros y con un solo ojo, Anthony le gruñó muy cerca de su cara a través de la celda.

—Cuando hayas terminado de hacer tu show, te sacaré —le informó Norman con cara de pocos amigos. Anthony se quedó pasmado. Los demás reos ya habían salido y esperaban las indicaciones de Norman—pásenme las llaves—ordenó el rubio y enseguida su vecino se las entregó. Norman abrió la celda de Anthony y el hombretón salió dando zancadas—recojan las armas de esos tipos y síganme—gruñó. Mientras lo hacían, su vecino se acercó a él con el rostro maravillado.

—Mi nombre es Patrick y estoy a tus órdenes, hijo.

—Y yo soy Norman—declaró— ¿Eres sádico y no te tientas el corazón al matar?

—Nunca lo he sabido, pero puedo serlo. No tengo a donde ir porque mi familia me abandonó.

—Considérate mi mano derecha. Y me obedecerás en todo lo que yo te diga, ¿de acuerdo? Sin preguntar.

—Sí.

Se cercioró de que todos estuviesen armados y se apresuró a golpear la cámara de seguridad para que las alarmas sonasen y ellos salieran compulsivamente a la calle, tras matar a los policías sin piedad. Corrieron por todo el largo pasillo, y en el camino se encontraron a personas de limpieza que se quedaron petrificadas. Y como Norman era de los que no le gustaba dejar ningún cabo suelto, les disparó, dándoles a entender a los demás que eso tenían que hacer. Dispararon a cada ser humano que se cruzó en su camino, pero todavía faltaba lo más complicado: Salir al exterior y atravesar la gran muralla de cemento. Cuando salieron a la intemperie, numerosos policías los esperaban armados, obstruyendo la salida.

— ¿Qué hacemos? —susurró Patrick junto a él.

— ¡Disparen a todos! ¡Apunten a la cabeza y después síganme! —gritó el rubio, encolerizado y corrió hacia los policías. La cacería de reos comenzó y Norman mató a dos de un solo disparo. Golpeó a cinco que internaron bloquearle el paso y le disparó a cada uno en la frente. Patrick lo siguió con sigilo y le fue cubriendo las espaldas hasta que por fin llegaron a la puerta, donde dos de ellos hacían guardia con un rifle cada uno. Norman sonrió como un psicópata y se escabulló hacia ellos. Los dos hombres empuñaron el rifle con intención de disparar, pero el rubio sin titubear un segundo, disparó a uno en medio de los ojos y al ver que el otro se horrorizaba al ver a su compañero, le disparó en el cuello y se apresuró a coger los rifles para después abrir la compuerta. Echó un vistazo a la lucha entre reos y policías y después miró a Patrick.

—Se las arreglarán. Vámonos.

Y los dos se deslizaron a las calles oscuras de Nueva York en busca de Lola Calvin y su familia. Echaron a correr con los rifles en alto sin ponerse a pensar en la cantidad de personas que los miraban con pánico. Recorrieron varias calles, como si de un paseo se tratara.

— ¿Qué edad tienes? —preguntó Patrick, hiperventilando.

—La edad suficiente para saber que soy un tipo de cuidado.

—Podrías ser mi hijo.

— ¿Qué edad tienes tú?

—Cuarenta.

—Posiblemente—reconoció. Y continuaron andando en silencio, pero con una sonrisa lunática en el rostro.

— ¿A dónde vamos?

—A visitar a una amiga—sonrió lobunamente. Anduvieron caminando con júbilo en el rostro, pero en el fondo, Norman quería incluso besar a cualquier persona por haber ideado el mejor plan del mundo y tener un sirviente. Estaban llegando a la casa de la rubia, cuando de repente, un ruido minúsculo alertó a Norman y preparó el rifle en un acto reflejo y apuntó a todas partes con Patrick a sus espaldas, pero después el sujeto se puso frente a Norman para protegerlo.

—Sé inteligente y sal de tu escondite—dijo Norman con voz dócil—o te irá peor.

Y detrás de un coche, el rostro de Anthony surgió. Tanto Norman y Patrick bajaron sus armas.

— ¿Qué demonios te pasa? Pude haberte destrozado el cerebro de un solo disparo en la cabeza—ladró el rubio de mal humor y Anthony se encogió de hombros, acercándose. Estaba muy sucio de sangre y no tenía ningún arma en la mano— ¿Qué haces aquí?

—Pienso que podrías necesitar...

—No me gusta la compañía. Con Patrick tengo más que suficiente, ahora largo.

—Necesitarás a alguien fuerte que pueda someter a alguien más grande que tú.

— ¿No tienes a dónde ir o qué?

—La verdad no—reconoció con amargura—pero prometo obedecerte en todo, chico. Eres fenomenal, eres como un Dios.

—Gracias por la adulación, pero...

—Te lo ruego. Me encantaría estar contigo y ayudar en lo que quieras.

—No tengo dinero para pagarte.

— ¡No quiero dinero! —se atrevió a gritar.

—Más respeto—le colocó la boquilla del rifle en la mandíbula—nadie me grita, ¿okey?

Anthony asintió, temeroso y tragó saliva. Él era un hombre de casi dos metros y Norman era diminuto, parecía un niño a su lado, pero un niño con muchas agallas. Patrick retrocedió unos pasos por si acaso disparaba y miró a otra parte. Estaban en una calle desierta y solitaria donde apenas había luz. Nadie se daría cuenta de nada a menos que disparara.

—Lo lamento. No volverá a pasar.

—Bien—le quitó el rifle de la cara y lo miró con desdén Sus ojos grises brillaban de inestabilidad mental y locura—vengan conmigo. Serán mis ayudantes.

A Norman le pareció cómico tener a dos hombres detrás de él, como si fuera algún tipo de rey, pero a la vez le gustaba. Ya era hora de tener a su propia gente y dar órdenes en vez de recibir. Le hubiera gustado ver la cara de Marlon Blake al ver como él también era capaz de conseguir personas que hicieran el trabajo sucio bajo sus órdenes. Y al parecer, esos dos sujetos habían caído de perlas, puesto que necesitaba un elaborado plan para matar a varios pájaros de un tiro: Egon Peitz y Shelby Cash. Y entretenerse con Lola Calvin y su madre. Se rio entre dientes al recordar como la patética vieja había gritado de placer y dolor cuando tuvieron sexo por primera vez en el sótano, mientras Lola estaba en la escuela. Le parecía tonto que esa mujer hubiera sentido dolor solo porque él tenía un piercing en la punta de su miembro. Rodó los ojos al recordarlo.

—No, mejor olvídalo—le había dicho la señora Calvin, poniéndose apresuradamente la ropa—no quiero que me destroces con esa cosa que tienes ahí.

—Nadie me excita sin que yo reciba nada a cambio—le había gruñido e instantes después la sometió en el suelo y la violó, aunque en sí, al principio fue una violación porque ella no quería, pero al darse cuenta que su perforación, lejos de darle dolor, le daba placer, se hizo consensuado. A pesar de que le desgarró por dentro, esa mujer lo buscó cada noche para más. Y Norman pensó que esa mujer estaba más trastornada que él.

— ¿Vives aquí? —preguntó Anthony, sorprendido cuando por fin llegaron a la casa de Lola.

—Es la casa de una amiga.

—Ya decía yo. Tu inglés es un tanto distinto.

—Soy de Austria.

— ¿Y qué haces aquí?

—Estoy trabajando. Tengo una labor que hacer y ahora, cierra la maldita boca.

Norman les hizo seña de que aguardaran ahí en lo que él arreglaba las cosas. La casa estaba iluminada y se escuchaba voces dentro.

«Lola Calvin»

Era extraño que Norman no se hubiese aparecido en dos días. Desde lo que ocurrió con Shelby, él desapareció de repente y temía por su seguridad. Aunque no del todo. Con lo poco que sabía de él, se daba cuenta que era un chico explosivo y de mala sangre, pero agradable en pocas ocasiones. Mientras cenaba con su madre y Trenton, sonó el timbre de la puerta, sobresaltándolos. Su madre la miró ceñuda y se ofreció a abrir. Trenton miró a su vez a Lola y le sonrió suavemente.

—Es un alivio que Norman se haya largado por fin, corazón. Es una persona mezquina y no me inspira confianza—opinó su novio.

—Es muy impulsivo, pero a veces es agradable—ella se acomodó sus rubios cabellos detrás de las orejas y bebió un poco de su bebida. De pronto, la voz de su madre un tanto intimidada llegó hasta sus oídos y la pareja se sobresaltó.

—Norman...

—Buenas noches, señora Calvin. Disculpe mi ausencia, pero ya estoy aquí y he traído algunos amigos—dijo Norman con singular alegría y tanto Lola y Trenton se miraron extrañados. Al tiempo que Norman entraba al comedor, Lola divisó a sus dos amigos que eran grotescos y de muy mal aspecto. El más grande de los dos no tenía un ojo y la miraba con perversión. Intuitivamente se refugió en los brazos de Trenton y él la abrazó de forma protectora y se levantaron de la silla; retrocediendo. La mamá de Lola se unió a ellos y miraron a los tres sujetos que no traían nada bueno en la cabeza. A pesar de que los amigos de él eran horribles y mal encarados, el que daba más miedo era Norman. Su rifle estaba bien empuñado y su sonrisa lunática en los labios anunciaba más problemas de los que alguna vez se imaginaron.

—Ya es hora de quitarme la máscara—dijo con voz dura, sin dejar de sonreír.

— ¿De qué hablas? —preguntó la madre de Lola con horror.

—Soy un criminal experimentado y si intentan llamar a la policía, aquí correrá sangre a la mala—replicó y soltó a reír. Sus acompañantes también se sorprendieron ante su declaración y mantuvieron la postura. Cuando Norman dejó de reír, otra clase de locura inundó sus ojos grises y sus labios se convirtieron en una firme línea recta—ahora sin hacer el menor ruido, irán directo al sótano siendo escoltados por mis amigos, Anthony y Patrick.

Volvió la vista a ellos y ambos sujetos asintieron, dando un paso a ese trío de personas aterrorizadas.

—Órdenes claras y precisas—repuso Norman—si intentan huir, golpéenlos, sométanlos, pero no los maten. Yo veré si es necesario, porque de la parejita necesitaré su ayuda más adelante. Ahora llévatelos, y dejen a la chica rubia aquí y no vuelvan hasta después de unas horas.

Anthony apresó a la madre de Lola con rudeza y le susurró palabras subidas de tono al oído mientras la arrastraba fuera de la habitación y Patrick sometió a Trenton sin dificultad, ya que él no se contorsionó, sino que caminó por su propia cuenta hasta el sótano, sabiendo que su vida había acabado. Norman se pasó la lengua por los labios al ver a Lola del otro lado de la mesa, tratando de escapar por algún lado.

—Eres un maldito. Te abrí las puertas de mi casa, ¡No es posible! —dijo ella con la voz temblorosa—aléjate de mí, Norman o no respondo—gimió cuando él rodeó la mesa y la cogió de las muñecas con una sola mano y la empujó a caminar rumbo a la escalera. En su mano libre sostuvo el rifle para que se apresurara. Ni bien llegaron a la femenina habitación de Lola, cuando él cerró la puerta de un portazo, dejando el rifle afuera y comenzó a quitarse la playera con salvajismo. En sus ojos ardía el deseo demente de violar a la rubia como él solamente sabía hacerlo.

—Quítate la ropa—le ordenó en un siseo. Ella se encontraba en el suelo, mirándolo con sus ojos azules bien abiertos—quítate la ropa—repitió y esta vez con menos paciencia. Se desabrochó el pantalón y se le fue encima con violencia. Lola lloraba en silencio sin moverse, a pesar de tener los ojos grises de Norman a un centímetro de distancia de su cara— ¿Lo haces tú o yo? —preguntó y como no obtuvo respuesta, gruñó y comenzó a romperle la blusa y a jalarle el pantalón hacia abajo—más te vale cooperar, muñeca, porque si eres virgen y te resistes, te dolerá más de lo que duele en realidad.

— ¿Acaso tienes un pene de metal? —replicó furiosa y llena de rabia.

—Algo parecido, pero mejor—repuso él y abrió la cremallera de su pantalón, dejando salir su miembro frente a la cara de Lola, quién entornó los ojos, mirándolo—Te gusta, ¿no?

— ¡Aleja de mí esa cosa! —chilló, arrastrándose hacia atrás, pero su espalda chocó con los pies de la cama.

— ¡Abre la boca! —le gritó él, al límite de su paciencia. Tomó su miembro con las manos y se lo rozó sobre los labios de la rubia y esta apretó la boca, incapaz de obedecerlo. A pesar de que fue un roce, sintió que su labio inferior se había cortado por el piercing filoso que tenía el pene de Norman justo en la punta del glande. Sintió el sabor de la sangre y sintió que era su fin. ¿A quién demente se le ocurriría perforarse semejante parte y ponerse un piercing? —¡Abre la maldita boca! —rugió y le introdujo su miembro con fuerza dentro de la pequeña boca de Lola, quién comenzó a llorar mientras él ultrajaba su zona bucal. La situación era esta; Lola no podía salir del shock al encontrarse haciéndole sexo oral a Norman White, que al principio aparentaba ser un chico lindo y normal, pero que verdaderamente era un loco criminal. Después del sexo oral, que sirvió para poner erecto su asqueroso pene, Norman le quitó por completo la ropa y la tumbó a la cama con fiereza y se encargó de colocarla de espaldas a él, pero con el trasero elevado a una buena vista para mayor penetración.

—No lo hagas, por favor—suplicó ella, en un hilo de voz, pero él soltó una carcajada y tiró de su rubio cabello hacia atrás, haciendo que la cara de Lola quedara mirando al techo y él pudiese ver su reacción al momento de introducirse en su interior. Norman, sudoroso y presa del deseo de tener a Lola en donde quería, le acarició ambos glúteos y apuntó bien hacia donde deslizaría su miembro y no fue cuidadoso. Se impulsó hacia delante, penetrándola por completo. Lola gritó como jamás y sintió que estaba siendo desgarrada desde adentro.

—Virgen—le oyó decir a Norman—y apretada como el infierno.

— ¡Para! —lloriqueó ella, tratando de alejarse, pero él volvió a embestirla con más fuerza. Lola sentía en su interior, no solo el miembro de Norman, sino su asqueroso piercing rasgándole con agresividad su feminidad.

—Te va a gustar cuando te acoples a mí—le aseguró él, con voz agitada y le dio una fuerte nalgada que la hizo proyectarse hacia adelante con los ojos bizcos—a tu madre le encanta.

— ¿Qué? —apenas podía respirar y sentía que iba a perder el conocimiento.

—Estás sangrando más de lo que esperaba—hizo una mueca y salió de su interior para limpiarse—eres mía a partir de ahora y me obedecerás en todo, incluso cuando necesite más de esto—se inclinó a ella y le agarró los pechos con rudeza desde atrás, apretándoselos con excitación—y también tu amiguita Shelby Cash lo será.


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