37
Shelby rompió a reír sin humor.
— ¿Es un chiste?
— ¿El qué?
— ¿Cómo te atreves a mencionar algo tan estúpido como decir que eres el que decide mantenerme viva o no? Mi maldita vida es mía, no tuya.
—Porque es cierto. Si no querías esto que estás viviendo, ¡No te hubieras aparecido en el momento menos oportuno frente a mí! —ladró con cólera.
— ¡Yo no elegí hablar contigo! Hubiese preferido mil veces hablar con un vago que contigo.
—Di lo que quieras, pero de este departamento no saldrás—siseó, se levantó y se encaminó a la puerta.
—Quiero hablar con mi madre—ordenó.
—Lo harás cuando te comportes como una chica normal—la miró con desdén —y luego dices que el que está enfermo soy yo.
— ¡Lo estás! —gritó con todas sus fuerzas. Se sentía totalmente vulnerable y expuesta. No podía pensar con claridad y el haberse abierto las venas la tenía angustiada. Egon la miró unos segundos más antes de dejarla sola en su habitación. El sol estaba ocultándose y ella deseaba salir de ahí. Miró a su alrededor y resopló. Aunque tuviera la manera de escapar, no tenía fuerzas ni si quiera para mantener los párpados abiertos o mover alguna extremidad. Se sentía inútil. E incluso sintió que los lugares habían sido intercambiados. Egon había optado su temperamento y ella el suyo. Y cuando se dio cuenta que no podía seguir por más tiempo con los ojos abiertos, se sintió derrotada y se abandonó al sueño de la incoherencia. Cuando volvió a despertar ya estaba oscureciendo y divisó a Aubrey checando su vendaje de la muñeca con expresión severa y preocupada.
—Has despertado. Eso es perfecto, tienes que comer algo—dijo la gemela con nerviosismo y se inclinó a recoger algo del buró y Shelby alcanzó a ver un recipiente con gelatina de fresa—espero que este sabor te guste porque Austin es tan idiota que no quiso comprar de otro.
—No. Está bien—asintió y negó con la cabeza cuando Aubrey le intentó dar de comer en la boca—puedo sola.
—No es recomendable que uses tus manos. Déjamelo a mí.
—Pero...
—Yo insisto—sonrió levemente y comenzó a darle cucharadas de gelatina como un bebé. Terminó el plato entero y después volvió a sentirse fatigada.
—Perdiste mucha sangre, Shelby. Gracias al cielo que el señor Peitz tenía un botiquín y logré parar la hemorragia y suturar la abertura, que fue superficial. ¡Menos mal!
—Yo solo quiero salir de aquí.
—Esta no es la manera—replicó la chica de ojos azules—habla con el señor Peitz y dile que necesitas volver a casa porque no perteneces aquí.
—Se ve que aún no lo conoces—juntó las cejas con determinación y Aubrey apretó los labios.
—Lo conozco lo suficiente para saber que él también tiene puntos débiles y uno de ellos eres tú—la miró con complicidad.
— ¿A qué te refieres?
—Eres una de las debilidades de él, o bueno, creo que la única. Y quiere cuidarte tanto que no se da cuenta que te hace daño al mismo tiempo.
—Lo que pasa es que está demente. Necesita ayuda urgente o terminará matando a medio mundo. Incluida a ti y a Austin.
—Quizás—reconoció—pero nosotros no somos su debilidad. Podemos atacarlo en otras maneras.
—Solo quiero irme a casa, Aubrey—sollozó y hasta en ese momento se dio cuenta que lloraba. La chica suspiró y le palmeó el brazo amistosamente mientras le checaba el suero que ya iba terminando. Aubrey se retiró al poco rato y volvió a quedar sola con su conciencia. Intentó agudizar los oídos cuando escuchó con vaguedad la voz de Egon fuera del pasillo, pero no consiguió indagar nada. Una punzada de dolor le atravesó la muñeca vendada y comenzó a hiperventilar del miedo. Miró con pánico como la venda se teñía de rojo y todo a su alrededor daba vueltas. Como pudo, abrió la boca y dejó escapar un grito de frustración y de auxilio. Lo cual funcionó porque Egon entró corriendo con la mirada asustada.
— ¡Shelby! —gritó y volvió a la puerta— ¡Aubrey! ¡Aubrey, maldita sea!
La gemela entró corriendo, casi dando traspiés y comenzó a quitarle la venda con rapidez. Limpió la herida con algunos desinfectantes que a Shelby le ardieron como el demonio y le vendó una vez más la muñeca con más presión. Miró a Shelby con ojos cautelosos y negó con la cabeza.
—Ella necesita ir con un médico. La herida de su muñeca es más profunda de lo que pensé y es necesaria la ayuda médica especializada—diagnosticó.
— ¿Debe ir a un hospital? —preguntó incrédulo.
—Sí.
—Entonces la llevaré.
Shelby, con las únicas fuerzas que tenía; dejó que Egon la llevara en sus brazos. A pesar de detestarlo, le echó los brazos al cuello y recargó la cabeza en su firme pecho. Cerró los ojos durante un momento y, a decir verdad, cuando los abrió, se hallaba en una habitación fúnebre color blanca. En el hospital. Y extrañamente se sentía con un poco de fuerzas. Suspiró y palpó su muñeca donde había un nuevo y mejor vendaje. Miró a su alrededor notando la soledad en la que se encontraba y suspiró aliviada. No había ningún rastro de Egon a más de dos metros a la redonda y eso la estremeció. Recordó como una tonta el beso inesperado que él le había otorgado cuando disparó genuinamente, pero solo había sido más parecido a un espejismo que la realidad porque unas horas después casi la asesinó y ahora se encontraba en el hospital con las venas abiertas gracias a él. La puerta se abrió lentamente y Egon entró sigilosamente, tratando de no hacer ruido para despertarla, pero Shelby estaba con los ojos entre abiertos mirándolo.
—Estoy despierta, Egon—dijo.
— ¿Ya te sientes mejor? —se sentó a unos pasos en una silla reclinable muy lejos de ella, como si quisiera evitarla.
—Eso creo. Gracias por traerme.
Y hasta en ese momento; Shelby se percató de un detalle abrumador: Egon tenía el rostro amoratado y el cabello despeinado. Su labio inferior estaba partido, pero parecía no afectarle.
— ¿Qué te pasó en la cara? —se sentó precipitadamente en la camilla y él negó con la cabeza sin mirarla.
—No quiero que tengas más problemas. No pasa nada.
—No. Algo pasó y quiero saberlo ahora—exigió.
—Confórmate que estás bien y que fue buena idea traerte al hospital a tiempo...
Ni bien había terminado de pronunciar esas palabras cuando ya se encontraba de pie junto a la puerta dispuesto a irse otra vez. Nada impidió que se largara, ni si quiera el grito enfadado de Shelby. Se concentró a guardar la calma y seguir reposando. No sabía si su familia estaba al tanto de eso. Buscó algo que hacer y por sorpresa suya, vio un televisor en lo alto de la habitación y buscó el control remoto. Cuando lo encontró, encendió la tv y se la pasó mirando series graciosas. Al poco rato la puerta se abrió de nuevo y con la esperanza de que fuera Egon, posó la mirada en el recién llegado. Se le paralizaron los brazos y la mandíbula al ver a la persona que había llegado a visitarla. Por lo que trató de guardar la calma y mostrarse serena.
—Hola, Shelby. Me enteré que habías tenido un accidente—dijo Norman White con tono jovial. Él también tenía algunos golpes en la cara y del mismo grado que Egon. ¿Era posible que se hubiesen agarrado a golpes? No. Porque si eso hubiese ocurrido, Norman ya estaría muerto. Egon lo habría matado sin piedad.
— ¿Cómo te enteraste? —preguntó con naturalidad.
—Eso no importa—dijo y se sentó a los pies de la cama con una sonrisa— ¿Qué tal estás?
—Bien. Gracias, ¿y a ti qué te ocurrió?
—Una pelea con un sujeto, pero llegó la policía y me impidió matarlo—resopló. Shelby alzó una ceja en su dirección y después apagó la tv para prestarle atención.
— ¿Mis padres saben que estoy aquí?
—No lo sé. Lola ya lo sabe y creo que viene en camino con Trenton y supongo que ya lo sabrán tus padres.
—Pero ¿cómo lo supiste tú? —hizo presión, pero él solamente se acomodó el rubio cabello hacia atrás y sus ojos grises brillaron.
—No traes puesto el collar que te regalé.
—Me provocó comezón. Lo tengo guardado.
—Me alegraría que te lo pusieras—objetó, minuciosamente.
—Cuando salga de aquí—prometió con amargura disfrazada de amabilidad.
—Bueno, tengo que irme porque entré sin permiso aquí. Te veré más pronto que tarde—le dio unos ligeros golpecitos a su pie y se encaminó a la puerta con una severa cojera en la pierna izquierda. Cuando por fin desapareció de ahí, deseó poder ver a Egon y contarle lo que había pasado. Era más que obvio que ellos dos se habían enfrentado. Pero la preguntar era: ¿Dónde?
Una hora más tarde, su familia entera se hallaba en su habitación tratando de saber cómo se sentía y soltando algunas lágrimas del susto. Incluso se encontraba Evan ahí, abrazando a Caroline.
—Douglas llamó muy alterado diciéndonos que un ladrón había entrado al departamento y que volvió a atacarte—le informó su madre, temblando—gracias al cielo que estaba él y que logró someterlo, pero sufrió fuertes golpes el pobrecillo.
— ¿Y dónde están Aubrey y Austin? —enseguida pensó en ellos.
— ¿Los gemelos extraños? —preguntó Caroline y Shelby asintió—están afuera con Douglas, creo y también están bastante lastimados.
La puerta se abrió de repente y todos voltearon el rostro para encontrarse a Lola y Trenton en el umbral con cara de póquer.
— ¿Estás bien, Cash? —preguntó Lola, llegando a su lado.
—Sí.
— ¿Qué ocurrió? —terció Trenton. Y Shelby lo fulminó con la mirada.
—Casi me matan—contestó fríamente—pero solamente lograron lastimarme la muñeca. Estaré bien.
—Hay demasiadas personas aquí—gruñó Charlie con cara de pocos amigos.
—Estaremos afuera si se ofrece algo—agregó Lola sintiendo la indirecta y jaló a Trenton consigo. Se despidió de Shelby con la mano, pero antes de irse, dijo:
—Norman no pudo venir, pero te mandó saludos y espera que te recuperes.
Tiempo después, Shelby entabló una conversación con Evan en lo que su familia iba por un café. Hablar con Evan era divertido porque tenía un sentido del humor patético.
—Vi a Kevin hace unas horas—le contó, risueña.
—Creo que Kevin está enamorado de ti.
—Lo dudo. Es un niño.
Y cuando Evan se disponía a contestar, unos fuertes disparos fuera del hospital los sobresaltó y Shelby ahogó un grito.
«Egon Peitz»
— ¡¿Se dan cuenta de la magnitud de estupidez que tiene ese imbécil?! —gruñó Egon, fuera del hospital con los gemelos a cada uno de sus costados. Aubrey tenía el ojo morado y Austin la nariz quebrada que ya había tenido atención médica y que tenía una cinta alrededor.
— ¿Por qué no nos contaste desde antes sobre él? —espetó ella con recelo—hubiéramos estado más preparados.
—Entró a darnos una soberana paliza—interpuso Austin, rechinando los dientes.
— ¡Llamaron a la policía! Y no debieron hacerlo, iba a matarlo y ahora ha escapado de mis manos, ya sabe que estoy aquí y que soy amigo de Shelby.
— ¿Y qué?
— ¿Y qué? —repitió Egon con sarcasmo y furia contenida en sus ojos oscuros— ¡Va a matarla para darme una advertencia!
—Por ahora debemos estar tranquilos porque se ha ido—susurró Aubrey—y como ya somos sabedores de tus problemas, vamos a estar preparados.
Austin, que les había dado la espalda, pensativo, alcanzó a percibir un movimiento sospechoso en la esquina del hospital, donde una cabellera rubia se escondía entre unos autos. Enfocó la vista y reconoció a Norman escabulléndose.
— ¡Egon! —gritó con fuerza— ¡Ahí está Norman! —señaló al rubio quién se percató de todos y se apresuró a meterse a un auto.
Egon gruñó y fue corriendo hacia él sin arma. Llegó al auto con rapidez y con un golpe sordo hizo añicos el cristal donde Norman estaba y lo jaló de las solapas con rudeza.
—Sal y pelea como hombre, bastardo de mierda—le escupió en la cara y le dio un puñetazo en la mejilla. Norman siseó y abrió la puerta de una patada, enviando a Egon al suelo.
—Yo no peleo como hombre, yo mato como hombre—espetó con una vena palpitándole en el centro de la frente y sacó rápidamente una pistola por detrás de su pantalón y la dirigió a la cabeza de Egon sin titubear.
—Sabes que no tengo un arma con la cual defenderme—dijo Egon con la mandíbula apretada, sin el menor miedo.
—He estado buscándote durante días, imbécil y aquí estás. Has sido amigo de la amiga de la chica que elegí para divertirme, ¿Y sabes qué? También Shelby será buena mercancía para Marlon.
—No la vas a tocar—sentenció Egon con irascibilidad.
—Pruébame—le quitó el seguro a la pistola, preparado para disparar cuando alguien más se adelantó y lo empujó, disparó al cielo, haciendo que Norman saltara del susto y Egon se le fuera encima con violencia. Aubrey, siendo consciente de la magnitud de peligro que la asediaba, se deslizó entre la pelea de ambos chicos para ir en busca de la pistola, ya que Austin contaba con una y era razonable arrebatarle la del rubio.
—No necesito armas para matarte. Marlon estará más que feliz de ver tu cabeza en una bolsa.
—Hablé con él y me dijo que me apresurara a llevarle la tuya primero—le guiñó el ojo. Y vio la reacción perpleja del rubio y sin dudarlo, arremetió contra él. Había esperado tanto tiempo para esto que pareció estar soñando. Comenzó dándole un rudo golpe en la cara dejándolo aturdido pero la verdad es que Norman tenía la misma fuerza y agilidad, por lo que recibió de vuelta el mismo golpe, pero con mayor intensidad.
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